La gatomaquia - Lope de Vega - E-Book

La gatomaquia E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

La gatomaquia es un poema satírico en tono épico del autor Lope de Vega. Dividido en silvas y con 2.500 versos en total, se articula como una parodia del rapto de Helena de Troya, personificada por la gata Zapaquilda, raptada por el malvado Marramaquiz el día de su boda con el valiente gato Micifuf, lo cual desencadenará una guerra gatuna.-

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Lope de Vega

La gatomaquia

 

Saga

La gatomaquia

 

Copyright © 1634, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726617603

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Dedicatoria

A don Lope Félix del Carpió, soldado en la Armada

de su Majestad

 

De Doña Teresa Varecundia

Al licenciado Tomé de Burguillos

Silva I

Yo, aquel que en los pasados

tiempos canté las selvas y los prados.

éstos vestidos de árboles mayores

y aquéllas de ganados y de flores,

las armas y las leyes,

que conservan los reinos y los reyes,

agora, en instrumento menos grave,

canto de amor suave

las iras y desdenes,

los males y los bienes,

no del todo olvidado

del fiero taratántara, templado

con el silbo del pícaro sonoro.

Vosotras, musas del castalio coro,

dadme favor, en tanto

que, con el genio que me distes, canto

la guerra, los amores y accidentes

de dos gatos valientes;

que como otros están dados a perros,

o por ajenos o por propios yerros,

también hay hombres que se dan a gatos,

por olvidos de príncipes ingratos,

o porque los persigue la fortuna

desde el columpio de tierna cuna.

Tú, don Lope, si acaso

te deja divertir por el Parnaso

el holandés pirata,

gato de nuestra plata,

que infesta las marinas

por donde con la armada peregrinas,

suspende un rato aquel valiente acero,

con que al asalto llegas el primero,

y escucha mi famosa Gatomaquia,

así desde las Indias a Valaquia

corra tu nombre y fama,

que ya por nuestra patria se derrama,

desde que viste la morisca puerta

de Túnez y Biserta,

armado y niño, en forma de Cupido,

con el marqués famoso

del mejor apellido

como su padre por la mar dichoso.

No siempre has de atender a Marte airado,

desde tu tierna edad ejercitado,

vestido de diamante,

coronado de plumas, arrogante;

que alguna vez el ocio

es de las armas cordial socrocio,

y Venus, en la paz, como Santelmo

con manos de marfil le quita el yelmo.

Estaba sobre un alto caballete.

de un tejado sentada

la bella Zapaquilda al fresco viento,

lamiéndose la cola y el copete,

tan fruncida y mirlada

como si fuera gata de convento.

Su mesmo pensamiento

de espejo le servía,

puesto que un roto casco le traía

cierta urraca burlona

que no dejaba toca ni valona

que no escondía por aquel tejado,

confín del corredor de un licenciado.

Ya que lavada estuvo,

y con las manos que lamidas tuvo,

de su ropa de martas aliñada,

cantó un soneto en voz medio formada

en la arteria vocal con tanta gracia

como pudiera el músico de Tracia;

de suerte que cualquiera que la oyera,

que era solfa gatuna conociera,

con algunos cromáticos disones,

que se daban al diablo los ratones.

Asomábase ya la Primavera

por un balcón de rosas y alhelíes,

y Flora, con dorados borceguíes,

alegraba risueña la ribera;

tiestos de Talavera

prevenía el verano,

cuando Marramaquiz, gato romano,

aviso tuvo cierto de Maulero,

un gato de la Mancha, su escudero,

que al sol salía Zapaquilda hermosa,

cual suele amanecer purpúrea rosa,

entre las hojas de la verde cama,

rubí tan vivo, que parece llama,

y que con una dulce cantilena

en el arte mayor de Juan de Mena,

enamoraba el viento.

Marramaquiz, atento

a las nuevas del paje,

que la fama enamora desde lejos,

que fuera de las naguas de pellejos

del campanudo traje,

introducción de sastres y roperos,

doctos maestros de sacar dineros,

alababa su gracia y hermosura,

con tanta melindrífera mesura,

pidió caballo, y luego fue traída

una mona vestida

al uso de su tierra,

cautiva en una guerra

que tuvieron las monas y los gatos;

púsose borceguíes y zapatos

de dos dediles de segar abiertos,

que con pena calzó por estar tuertos;

una cuchara de plata por espada;

la capa colorada,

a la francesa, de una calza vieja,

tan igual, tan lucida y tan pareja,

que no será lisonja

decir que Adonis en limpieza y gala,

aunque perdone Venus, no le iguala:

por gorra de Milán, media toronja,

con un penacho rojo, verde y bayo,

de un muerto por sus uñas papagayo,

que diciendo: ¿ Quién pasa? cierto día,

pensó que el rey venía,

y era Marramaquiz, que andaba a caza,

y halló para romper la jaula traza;

por cuera, dos mitades que de un guante

le ataron por detrás y por delante,

y un puño de una niña por valona.

Era el gatazo de gentil persona

y no menos galán que enamorado;

bigote blanco y rostro despejado,

ojos alegres, niñas mesuradas,

de color de esmeraldas diamantadas,

y a caballo en la mona parecía

el paladín Orlando, que venía

a visitar a Angélica la bella.

La recatada ninfa, la doncella,

en viendo al gato se mirló de forma

que en una grave dama se transforma,

lamiéndose, a manera de manteca,

la superficie de los labios seca,

y con temor de alguna carambola,

tapó las indecencias con la cola,

y bajando los ojos hasta el suelo,

su mirlo propio le sirvió de velo;

que ha de ser la doncella virtuosa

más recatada mientras más hermosa.

Marramaquiz entonces, con ligeras

plantas batiendo el tetuán caballo,

que no era pie de hierro o pie de gallo

le dio cuatro carreras,

con otras gentilezas y escarceos,

alta demostración de sus deseos;

y, la gorra en la mano,

acercóse galán y cortesano

donde le dijo amores.

Ella, con las colores

que imprime la vergüenza,

le dio de sus guedejas una trenza;

y al tiempo que los dos marramizaban

y con tiernos singultos relamidos

alternaban sentidos,

desde unas claraboyas que adornaban

la azutea de un clérigo vecino,

un bodocazo vino,

disparado de súbita ballesta

más que la vista de los ojos presta,

que, dándole a la mona en la almohada,

por de dentro morada,

por de fuera pelosa,

dejó caer la carga, y presurosa

corrió por los tejados,

sin poder los lacayos y criados

detener el furor con que corría.

No de otra suerte que en sereno día

balas de nieve escupe, y de los senos

de las nubes, relámpagos y truenos

súbita tempestad en monte o prado,

obligando que el tímido ganado

atónito se esparza,

ya dejando en la zarza

de sus pungentes laberintos, vana

la blanca o negra lana,

que alguna vez la lana ha de ser negra,

y hasta que el sol en arco verde alegra

los campos que reduce a sus colores,

no vuelven a los prados ni a las flores,

así los gatos iban alterados

por corredores, puertas y terrados,

con trágicos maullos,

no dando, como tórtolas, arrullos,

y la mona, la mano en la almohada,

la parte occidental descalabrada,

y los húmidos polos circunstantes

bañados de medio ámbar, como guantes

En tanto que pasaban estas cosas,

y el gato en sus amores discurría

con ansias amorosas

porque no hay alma tan helada y fría

que Amor no agarre, prenda y engarrafe,

y el más alto tejado enternecía,

aunque fuesen las tejas de Getafe,

y ella, con ñifi ñafe,

se defendía con semblante airado,

aquel de cielo y tierra monstruo alado,

que, vestido de lenguas y de ojos

ya decrépito viejo con antojos,

ya lince penetrante,

por los tres elementos se pasea

sin que nadie le vea,

con la forma elegante

de Zapaquilda discurrió ligero

uno y otro hemisfero,

aunque con las verdades lisonjera,

y en cuanto baña en la terrestre esfera,

sin excepción de promontorio alguno,

el cerúleo Neptuno,

plasmante universal de toda fuente,

desde Bootes a la Austral Corona

y de la zona frígida a la ardiente…

Esto dijo la Fama, que pregona

el bien y el mal; y en viendo su retrato,

se erizó todo gato

y dispuso venir, con esperanza

de galardón que un firme amor alcanza.

Los que vinieron por la tierra en postas

trajeron, por llegar a la ligera,

sólo plumas y banda, calza y cuera;

los que habitaban de la mar las costas,

tanto pueden de amor dulces empresas,

vinieron en artesas,

mas no por eso menos

hasta la cola de riquezas llenos;

y otros, por bizarría,

para mostrar después la gallardía,

en cofres y baúles,

sulcando las azules

montañas de Anfitrite;

y alguno que a disfraces se remite,

por no ser conocido,

en una caja de orinal metido.

Con esto, en muchos siglos no fue vista,

como en esta conquista,

tanta de gatos multitud famosa,

por Zapaquilda hermosa.

Apenas hubo teja o chimenea

sin gato enamorado,

de bodoque tal vez precipitado,

como Calisto fue por Melibea;

ni ratón parecía,

ni el balbuciente hocico permitía

que del nido saliese,

ni queso ni papel se agujeraba,

por costumbre o por hambre que tuviese,

ni poeta por todo el universo

se lamentó que le royesen verso,

ni gorrión saltaba,

ni verde lagartija

salía de la cóncava rendija.

Por otra parte el daño compensaba

que de tanto gatazo resultaba,

pues no estaba segura

en sábado morcilla ni asadura,

ni panza ni cuajar, ni aun en lo sumo

de la alta chimenea

la longaniza al humo,

por imposible que alcanzarla sea,

exento a la porfía en la esperanza,

que tanto cuanto mira, tanto alcanza.

Entre esta generosa ilustre gente

vino un gato valiente,

de hocico agudo y de narices romo,

blanco de pecho y pies, negro de lomo,

que Micifuf tenía

por nombre, en gala, cola y gallardía

célebre en toda parte

por un Zapinarciso y Gatimarte.

Este, luego que vio la bella gata,

más reluciente que fregada plata,

tan perdido quedó, que noche y día

paseaba el tejado en que vivía,

con pajes y lacayos de librea,

que nunca sirve mal quien bien desea.

Y sucedióle bien, pues luego quiso

¡oh gata ingrata! a Micifuf Narciso,

dando a Marramaquiz celos y enojos.