Análisis sociológico del discurso - AAVV - E-Book

Análisis sociológico del discurso E-Book

AAVV

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El análisis del discurso es hoy en día un campo interdisciplinario y muy heterogéneo de las ciencias sociales y las humanidades. La diversidad de los rápidos desarrollos en el campo teórico y metodológico internacional dificulta la identificación de las aportaciones propias de cada disciplina. Por ello, este libro se interesa por teorías y métodos específicamente sociológicos del análisis del discurso. Los estudios sociológicos del discurso son especialmente sensibles a los aspectos de poder y de conocimiento. Otras aportaciones de la sociología de los discursos se refieren a las realidades materiales, las prácticas, los procesos de subjetivación y a la estructura social en su totalidad. El volumen ofrece un diálogo entre perspectivas sociológicamente relevantes de distintas tradiciones internacionales. Reúne por primera vez una gran variedad de visiones expresamente sociológicas del análisis del discurso que se han ido desarrollando en las últimas décadas, sobre todo desde Alemania, Francia y los países anglosajones, sin olvidar las diversas aportaciones de la sociología española. Pone en conversación visiones tan diversas como el cualitativismo crítico español, la Escuela de Frankfurt, la etnografía, la hermenéutica, la sociología del conocimiento, el posestructuralismo, el posfundacionalismo, el pragmatismo o la teoría de prácticas.

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El Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC) y el Instituto Universitario de Creatividad e Innovaciones Educativas (IUCIE) de la Universitat de València, han colaborado en la edición de este libro.

 

 

© De los textos: los autores, 2019

© De las traducciones (caps. 1, 3, 4, 6, 8 y 10): Benno Herzog, 2019

© De esta edición: Universitat de València, 2019

Coordinación editorial: Maite Simón

Maquetación: Inmaculada Mesa Corrección: Letras y Píxeles S.L. Cubierta:

Ilustración: Mural en espacio público (zona Marina Real, Valencia)

Fotografía: Susana Parra Beneyto

Diseño: Celso Hernández de la Figuera

ISBN: 978-84-9134-468-1

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN: El análisis del discurso en sociología, Benno Herzog, Jorge Ruiz

1. El análisis del discurso basado en la sociología del conocimiento, Reiner Keller

2. Sociohermenéutica: fundamentos y procedimientos para la interpretación sociológica de los discursos, Jorge Ruiz, Luis Enrique Alonso

3. Análisis Posfundacional del Discurso, Emilia Palonen, Taavi Sundell

4. Análisis del discurso después del estructuralismo: los enunciados polifónicos en el espacio social, Johannes Angermuller

5. Análisis del discurso como crítica social: aportaciones desde la teoría crítica frankfurtiana, Benno Herzog

6. Métodos cuantitativos del análisis del discurso. Aplicaciones a la investigación de sociedades del conocimiento en la era digital, Ronny Scholz

7. Análisis reticular del discurso, Joan Miquel Verd

8. Análisis etnográfico del discurso, Felicitas Macgilchrist, Tom Van Hout

9. El análisis sociológico del sistema de discursos, Marina Requena i Mora, Fernando Conde Gutiérrez del Álamo, José Manuel Rodríguez Victoriano.

10. Análisis de dispositivos: reflexiones sobre la relación entre discursos, sujetos, objetos y prácticas, Andrea D. Bührmann, Werner Schneider

PERFIL DE LOS AUTORES

INTRODUCCIÓN:EL ANÁLISIS DEL DISCURSO EN SOCIOLOGÍA

Benno HerzogJorge Ruiz

Tanto en el ámbito académico, especialmente en las Ciencias Sociales y Humanidades, como en el espacio público-político, se habla últimamente mucho de discursos. Cuanto más se escucha esta noción, más puede parecer que se trata de un concepto autoevidente, como si discurso y lo dicho o lo escrito fueran sinónimos. No obstante, quien tenga este monográfico entre las manos probablemente ya tiene una primera idea, por poco desarrollada que sea, de que discurso es más que texto, de que discurso y análisis de discurso tienen que ver, además de con lenguaje, también con poder y conocimiento. Probablemente haya oído hablar de Michel Foucault y tiene la todavía difusa sensación de que los estudios del discurso, en general, pueden ser de ayuda para desentrañar mecanismos sutiles de poder en nuestras sociedades.

Ahora bien, quien se adentra con interés en el ámbito del estudio de los discursos, es decir, tanto en la teoría del discurso como en su análisis, advierte fácilmente la diversidad que reina en este campo específico. Observa que se trata de un campo emergente que ha suscitado el interés de múltiples disciplinas. Y aunque es probablemente la lingüística la que en las últimas décadas más ha trabajado estos temas, hoy en día la noción del discurso se utiliza con éxito también en ciencias políticas, historia, psicoanálisis, ciencias de la educación, trabajo social y sociología, por nombrar solo algunas. Cada una de estas disciplinas aporta sus tradiciones, temas de interés, métodos y técnicas, y de esta forma crea el campo inmensamente rico, pero difícilmente penetrable, de los estudios del discurso. A esta variedad de disciplinas podemos añadir la variedad de tradiciones intelectuales que traspasan los campos particulares. El postestructuralismo, la pragmática y la hermenéutica son quizá las tradiciones más importantes que han influido y siguen influyendo en los estudios del discurso. Del postestructuralismo, el análisis del discurso toma la comprensión de que la complejidad del mundo se puede reducir a una serie de reglas constitutivas que preceden al individuo y que le limitan en su libertad de creación. La pragmática, por su parte, nutre el análisis del discurso con la idea de que el significado y el orden social son el resultado de una constante negociación entre actores que tienen que esclarecer situaciones socialmente subdeterminadas. Y de la hermenéutica, finalmente, el análisis de los discursos toma la comprensión de que quien busca un acceso al mundo inevitablemente tendrá que pasar por un proceso de constante interpretación de signos que a menudo son ambiguos.

Lo más normal es que el/la principiante en materia de discurso se desoriente fácilmente. Estudiosos/as en el campo, que ya no solo es inter o transdisciplinario sino que con alguna razón podemos denominar posdisciplinario, necesitan por regla general varios años para generarse una visión panorámica. Algunas publicaciones pueden ayudar a establecer esta visión general (por ejemplo, Angermuller et al., 2014). Otras, por el contrario, están inmersas en las luchas académicas de definiciones, delimitaciones y fronteras, por lo que presentan un enfoque particular como la forma emblemática de teoría del discurso o de hacer análisis del discurso. Esta lucha en el ámbito académico sobre el contenido de los estudios de discurso fácilmente puede desconcertar a quien busca información estandarizada y canónica. En el ámbito de los estudios del discurso, por el momento encontramos menos consenso que diversidad.

1. LA POLIFONÍA DE LA NOCIÓN DEL DISCURSO

La noción de discurso es uno de estos conceptos que se suelen utilizar a diario en el espacio público. Etimológicamente viene del latín discursus, que es el participio perfecto de discurrere y que significa ‘discurrir’ o ‘ir por ahí’ o ‘transitar’. Hace referencia entonces a la capacidad inventiva y creadora del discurso y a su carácter de camino o proceso. Hablamos del discurso de algún político o del discurso de la profesora en clase. Aquí parece que simplemente se quiere decir que el político o la profesora en cuestión han dicho algo y que este algo tiene una cierta extensión. Como ocurre también con otros conceptos, en el ámbito científico la noción de discurso suele utilizarse de manera ligeramente diferente. No obstante, lo primero que salta a la vista cuando uno se adentra en el campo multidisciplinario de los estudios del discurso es que parecen coexistir de manera relativamente pacífica varias nociones de discurso. Incluso cuando limitamos nuestra búsqueda por definiciones al campo de la sociología, todavía existe una enorme pluralidad que a veces incluso dificulta la comunicación entre los miembros de una misma comunidad científica.

En su surgimiento, en todas las nociones del discurso destaca una característica fundamental que diferencia discurso de otros conceptos colindantes, como texto o lenguaje. Todas las nociones de discurso tienen en común que lo entienden como un acto, más en concreto como un acto de habla, el cual incluye por supuesto la escritura. Fue el filósofo británico John Austin (1971) quien estableció las bases de esta comprensión con su libro Cómo hacer cosas con palabras.

Una jueza que declara culpable a un acusado no solo pronuncia palabras en un espacio vacío, sino que dicta una sentencia. También cuando una jueza o un cura declara que, a partir de ahora, dos personas forman un matrimonio, está haciendo algo que tiene amplias consecuencias para los/as implicados/as. Otro ejemplo muy claro de hacer algo con palabras es cuando prometemos algo. No solo pronunciamos palabras, sino que creamos una obligación normativa frente a otra(s) persona(s). En definitiva, los discursos son más que signos que pertenecen a la esfera de lo simbólico. Tienen consecuencias para las prácticas de las personas, para sus relaciones sociales, para la realidad material e incluso para otros discursos. Podríamos ofrecer entonces con Austin una primera definición de discurso. Este sería un intercambio de actos de habla.

Pero no solo hay un cierto consenso en que los discursos, en tanto que actos, tienen efectos. También existe consenso en cuanto a la idea de que los discursos tienen causas, es decir, que son producto de personas, relaciones sociales, prácticas, materialidades y también de discursos precedentes. Son seres humanos e instituciones los que pronuncian palabras, los que participan en la creación de los discursos. Sus prácticas y la infraestructura material de la que disponen influyen en la elaboración y la distribución de los discursos. Los discursos, por tanto, siempre tienen que ver con texto, prácticas y contextos.

A continuación, presentamos una gran cantidad de definiciones que no hay que entender como mutuamente excluyentes. Más bien ponen el foco en diferentes aspectos del discurso y deben animar a la mirada investigadora a elegir sus propios aspectos de interés. Iñiguez Rueda (2003: 104) ofrece no menos de seis definiciones de discurso para Ciencias Sociales y Humanidades:

a) «Discurso como enunciado o conjunto de enunciados dicho/s efectivamente por un/a hablante».

En este sentido podríamos hablar del discurso de un profesor o del discurso de la ministra de Agricultura, sin olvidar que lo que dice tiene causas y efectos y que es resultado de prácticas y contextos que a su vez influyen en prácticas y contextos.

b) «Discurso como conjunto de enunciados que construyen un objeto».

Como ejemplos podríamos mencionar aquí el discurso sobre la energía nuclear o el discurso sobre la inmigración. Mientras que en algunos casos de discursos especiales el conjunto de enunciados está bastante bien delimitado, en la mayoría encontraremos demasiados enunciados como para llegar a conocerlos todos.

c) «Discurso como conjunto de enunciados dichos en un contexto de interacción».

d) «Discurso como conjunto de enunciados en un contexto conversacional».

Estas dos definiciones parecen casi idénticas. No obstante, para Iñiguez la primera hace referencia a la capacidad de acción de los individuos, de los/as participantes (siempre en un contexto específico). La interacción subraya la simultaneidad y la capacidad creativa de los actores sociales. El término conversacional en la segunda definición hace referencia a un espacio normativo. En una conversación los/as participantes ya se reconocen previa y mutuamente como interlocutores/as. Teniendo en cuenta que una conversación consiste en algo más que solo el texto y que abarca también la disposición de los/las hablantes en el espacio, gestos, entonación, etc., para algunos enfoques conversación y discurso vienen a significar lo mismo.

Además, respecto a la noción de contexto encontramos también importantes diferencias nacionales y según corrientes académicas. En el ámbito anglosajón y en la etnometodología, el contexto a menudo se refiere a interacciones concretas y presenciales en las que se crean orden, significados y posicionamientos. En España esta sería también la comprensión del contexto en el «Análisis sociológico del sistema de discursos» de Fernando Conde (2009; véase también el capítulo de Requena, Conde y Rodríguez en este libro). Por el contrario, en gran parte de las corrientes influenciadas por Foucault, contexto se refiere a algo que va más allá de la situación concreta, haciendo referencia a comunidades de discurso más amplias que generan sentido social.

e) «Discurso como conjunto de constricciones que explican la producción de un conjunto de enunciados a partir de una posición social o ideología particular».

En esta definición ya no son los enunciados los que definen un discurso, sino las condiciones que explican su creación. También en las definiciones anteriores, enunciados y contexto formaban parte de la definición de discurso. No obstante, aquí su orden parece invertido. Ahora bien, el resultado tampoco es tan diferente. Así, podríamos hablar de un discurso de izquierdas o un discurso neoliberal. No sería esto lo mismo que el discurso sobre la izquierda o el discurso sobre el neoliberalismo. Más bien parece que hay que seguir ciertas reglas de producción para que los enunciados sean percibidos como parte de un discurso de izquierdas o de un discurso neoliberal. Esta lógica nos lleva un paso más hacia las condiciones de producción, centrales en la última de las definiciones ofrecidas por Iñiguez:

f) «Discurso como conjunto de enunciados para los que se pueden definir sus condiciones de producción».

El problema (o la ventaja) aquí es que condiciones es un término muy amplio y puede remitir a condiciones ideológicas, materiales, prácticas, discursivas, etc., para definir qué es un discurso. Puede referirse a condiciones muy concretas en un momento histórico específico o a las condiciones sociales de toda una época. La Edad Media tenía unas condiciones de producción de discurso sobre la verdad distintas a las de la Modernidad. Pero igualmente una clase universitaria de introducción a la sociología puede tener unas condiciones muy diferentes a las de un tribunal de defensa de un trabajo de fin de grado.

Jürgen Link (1986) ofrece una muy elegante y sencilla definición que englobaría las anteriores, según la cual un discurso es una forma institucionalizada de habla. Con el término institucionalizada hace referencia a que existen ciertas reglas que estructuran, aunque no determinan, los actos de habla, dejando de lado si las estructuras pertenecen a un contexto, un objeto, una ideología, un hablante, etc.

Como venimos diciendo, discurso siempre es más que solo texto, enunciados o lenguaje. Incluye la referencia a actos, prácticas mediante las cuales los/as implicados/as hacen algo. Igualmente incluye contextos que pueden ser momentos histórico-sociales, hablantes, ciertas normas, situaciones, etc. Para Angermuller et al. (2014) es justamente este triángulo de lenguaje, prácticas y contexto lo que perfila el análisis del discurso. E independientemente de si hablamos de lenguaje, prácticas o contexto, se hace referencia a un cierto orden, una cierta regularidad, una estructura por muy frágil que sea.

Como deja entrever la referencia a la existencia de un conjunto de enunciados, no podemos detectar un discurso a partir de muy pocas palabras o unas pocas prácticas o unos pocos elementos de contexto. Para poder hablar de una regularidad, un discurso debe tener una cierta dimensión, aunque conocemos discursos de extensiones muy variadas. Al mismo tiempo, la mayoría de las definiciones hacen referencia también a que hay varios elementos que componen un discurso como unidades discursivas. Esto pueden ser palabras, frases, afirmaciones, actos de habla, enunciados, textos completos... En este sentido Michel Foucault también habla de formaciones discursivas como conjuntos dispersos pero relacionados de enunciados.

Ahora bien, también existe una serie de definiciones que aluden al resultado del discurso. Así, Angermuller define por ejemplo discurso como «una relación comunicativa o de sentido producido mediante enunciados» (Angermuller, 2014: 75). Destaca aquí que la relación comunicativa o el objeto/tema no existe previamente a los actos de habla, sino que se crea a través de ellos. El discurso sería entonces esta relación específica o un sentido (social). El sentido, o los sentidos, no serían inherentes a los objetos, sino el resultado de un uso específico de signos. Estos pueden ser textos orales o escritos o todo tipo de signos no-lingüísticos. Una definición parecida ofrece Keller (2005) cuando entiende discurso como sentido compartido intersubjetivamente. Y Angermuller y Nonhoff ofrecen una definición más amplia de discurso específicamente para las Ciencias Sociales como «la producción de sentido social, entendido como representación, trasmisión y constitución simbólico-lingüística de objetos sociales en procesos comunicativos» (Angermuller y Nonhoff, 2014: 82).

Ahora bien, si antes hemos hablado de signos y comunicación que crean sentido social, no nos tenemos que limitar al ámbito lingüístico. Consecuentemente, Ruiz define en un sentido muy amplio discurso para la sociología como «cualquier práctica por la que los sujetos dotan de sentido a la realidad» (Ruiz, 2009). Ahora, también actos como pasear, cocinar o poner flores en un despacho pueden ser entendidos como actos comunicativos que dotan de sentido a una situación, un espacio o, en general, a un objeto social.

En este enfoque, los signos lingüísticos no necesariamente constituyen el centro de la atención. El lenguaje solo es un medio para llegar a otros objetivos, y estos objetivos suelen estar relacionados con los tres grandes tópicos de la investigación del discurso:

1.Saber, es decir, el sentido, los conocimientos y su relevancia práctica.

2.Poder, que solo raras veces es un poder personal sino que generalmente se entiende como un poder estructural, supraindividual.

3.Procesos de subjetivación, es decir, mecanismos y procedimientos que crean posiciones de sujetos en el campo social.

Una distinción que se puede hacer también respecto de la investigación empírica es entre discursos naturales y discursos provocados. Serían discursos naturales todos aquellos que se producen con independencia del/de la investigador/a. Debates parlamentarios, discusiones sobre la educación de los propios hijos/as o artículos periodísticos son solo algunos ejemplos de actos de habla que se producen con regularidad y que podrían ser objeto de un análisis del discurso. Por otra parte, a menudo los/as investigadores/as provocamos la producción lingüística haciendo entrevistas, grupos de discusión, grupos focales o utilizando otras técnicas de investigación social. En este caso hablamos de discursos provocados. Hay que advertir aquí que provocado no es lo mismo que creado por un/a investigador/a. Por un lado, siguen siendo los sujetos participantes quienes formulan palabras y frases, quienes crean y relacionan enunciados. Por otro lado, con frecuencia discurso hace referencia a algún tipo de estructura impersonal. Sería entonces como si el discurso hablase a través de los/as participantes de una investigación. En los macroenfoques hacia el discurso incluso se suele intentar abstraer la situación artificial de la creación de este tipo de textos –algo que por otro lado se le puede criticar–. Aquellos enfoques más cerca del análisis conversacional son los que en mayor medida se interesan y prestan mayor atención por la situación concreta, generalmente artificial, con sus micromecanismos de poder.

2. LIMITACIONES DEL DISCURSO

Ahora bien, con estas definiciones tan amplias que incluyen lenguaje, prácticas, texto, contexto, saberes y sus respectivas relaciones, se puede tener la sensación de que prácticamente todos los fenómenos de la vida social podrían incluirse de una u otra forma en un concepto de discurso. Por ello, en el análisis del discurso también nos debemos preguntar por los límites del discurso. Esto significa plantearnos dos cuestiones básicas: por un lado, qué no es discurso, es decir, para qué fenómenos sociales necesitamos otra terminología y otros enfoques teóricos para describirlos, y, por otro lado, que puede haber distintos discursos. Si no es lo mismo el discurso sobre la energía nuclear que el discurso sobre la excelencia académica, entonces debe haber delimitaciones entre los discursos, fronteras más o menos identificables que separen un discurso de otro. La segunda cuestión sería, entonces, qué constituye las fronteras de un discurso o qué diferencia un discurso de otro.

Quizá esta segunda pregunta sea más fácil de responder. Si un discurso está relacionado con unas reglas que producen conjuntos de enunciados –independientemente de si las reglas se definen por el contexto en que se producen, el objeto que constituyen, los saberes que crean, etc.–, entonces las fronteras del discurso son las fronteras del contexto, del objeto, del saber... Otro discurso se produciría entonces en otros contextos y constituiría otros objetos o saberes. Lo que en la teoría parece fácil en la práctica resulta casi imposible, ya que puede parecer que podemos casi arbitrariamente definir las fronteras. Podemos analizar el discurso político en el contexto de los parlamentos o podemos definir que el contexto incluye también otros escenarios en los que los/as políticos/as se pronuncian, como ruedas de prensa o programas de televisión. ¿Y quién dice que el contexto del discurso político solo incluye contextos en los que aparecen políticos/as? ¿No sería interesante incluir también en nuestra definición de contexto a actores no gubernamentales tales como medios de comunicación, ONG y la sociedad civil, y por tanto incluirlos también en nuestra definición de discurso político?

Los mismos problemas surgen cuando intentamos delimitar un discurso con referencia a un objeto (de saber). ¿Cómo delimitar por ejemplo un objeto como la energía nuclear? Este objeto tiene relaciones con el medio ambiente y la sostenibilidad. Tiene relación con el uso militar de la tecnología y, por tanto, con cuestiones de guerra y paz. Igualmente está relacionado con la soberanía energética y con los modelos de producción basados en el uso masivo de energía. Y también aparecen aspectos como la vulnerabilidad de las instalaciones frente a los desastres naturales o a los ataques terroristas. Además, cada uno de estos aspectos incluye una gran cantidad de nuevos subaspectos y ramificaciones.

En la práctica investigadora raras veces encontramos fronteras claras entre los discursos. Más bien encontramos un centro, definido por nuestro interés, y una serie casi infinita de aspectos relacionados. No existen delimitaciones naturales. Los/as investigadores/as tienen que justificar por qué establecen el límite de un discurso de una forma y no de otra, en plena conciencia de que otras delimitaciones son también posibles. Por ejemplo, resulta perfectamente posible incluir el antisemitismo como parte del discurso racista. Igualmente encontramos buenos argumentos para decir que el antisemitismo tiene otras reglas de producción diferentes al racismo y, por tanto, que se trata de dos discursos diferentes.

Si la pregunta por los límites de un discurso frente a otro siempre se muestra débil y está sujeta a la presentación de argumentos y reglas de producción, aún resulta más compleja la cuestión de qué no es discurso. ¿Qué espacio social no está construido discursivamente? A veces encontramos el discurso en singular como sinónimo de «dimensión simbólica o semiótica de la generación de orden social y cultural y de la producción de sujetos por antonomasia» (Angermuller, 2014: 75). Paradigmáticamente la famosa lección inaugural de Michel Foucault (1999) se llamó «El orden del discurso», y no tenía en mente discursos particulares, sino el discurso como (frágil) principio estructurante de lo social.

En este caso, hablaríamos de discurso como principio de orden social que puede abarcar la totalidad de la vida social. Pero existe otra perspectiva que parte de la pluralidad de discursos y que al mismo tiempo niega un espacio fuera de los discursos, y con ello niega también la distinción entre lo discursivo y lo nodiscursivo. Estamos hablando aquí de la oferta teórica relacionada con Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (1987), quienes afirman que todo es discurso o, más correctamente, que los objetos no pueden constituirse fuera de las condiciones discursivas. Con otras palabras, puede haber fenómenos fuera de los discursos que se producen con independencia de ellos, como un terremoto o un tsunami, pero en el momento en que los seres humanos intentamos aprehender estos fenómenos lo hacemos con palabras, incluyendo estos fenómenos en nuestros preconocimientos, estructuras sociales de sentido, etc. Es decir, los incluimos en discursos. En este sentido, un objeto puede encontrarse fuera de un discurso específico, pero siempre forma parte de otros discursos. En nuestro ejemplo, el tsunami no formaría parte del discurso sobre el arte del baile contemporáneo, pero sí de los discursos sobre la naturaleza, el cambio climático o sobre los riesgos.

3. PRESUPUESTOS, CRITERIOS Y PRINCIPIOS TEÓRICOS Y EPISTEMOLÓGICOS DEL ANÁLISIS DEL DISCURSO

De las distintas aportaciones de la teoría del discurso, podemos extraer una serie de principios o presupuestos epistemológicos que guían y fundamentan su aplicación a la investigación social. Además, hay otros principios que derivan directamente de su uso como método de investigación social cualitativa, como son la flexibilidad como criterio en la aplicación de los métodos de análisis y la peculiar relación de conocimiento entre el sujeto investigador y su objeto de estudio, al que se le reconoce también su condición de sujeto, al menos en parte. Así, podemos formular al menos nueve principios o presupuestos en los que está basada la práctica del análisis del discurso:

a) El análisis del discurso, tanto en sociología como en otras ciencias sociales, se centra en los lenguajes en uso, esto es, en las distintas formas de habla entendidas como actualizaciones contingentes de distintos lenguajes verbales y no verbales.

Se trata, por lo tanto, de un análisis de los usos del lenguaje, más que de los aspectos formales o estructurales de este. En este sentido, aunque también puede interesarse por aspectos estructurales del lenguaje, lo hace de una manera complementaria o subsidiaria. Por lo tanto, es un tipo de análisis más cercano a la lingüística funcional y pragmática, que a la lingüística estructural. No se interesa tanto por el lenguaje como sistema de signos y conjunto de reglas formales, sino más bien por el uso que de este lenguaje hacen los sujetos sociales en sus interacciones cotidianas (comunicaciones, expresiones, etcétera).

b) El análisis sociológico del discurso es necesariamente contextual.

La referencia de los textos a su contexto es una característica específica del análisis del discurso en Ciencias Sociales y, más concretamente, en sociología. De hecho, el análisis del discurso que interesa al/a sociólogo/a consiste básicamente en poner en relación los textos analizados con los contextos en los que han surgido y/o en los que funcionan, esto es, con sus contextos de uso.

El discurso está condicionado por el contexto en el que se formula y en el que funciona, tanto en un sentido inmediato, micro o situacional, como en un sentido meso o institucional y en un sentido macro o propiamente social. La comprensión del discurso requiere atender al contexto inmediato (o micro) en el que se produce: las intenciones de los interlocutores, la situación en la que se da la enunciación... La consideración de este contexto micro del discurso o situación de la enunciación nos permite comprender (o comprender mejor) su sentido. Quizás sea Van Dijk el autor que más y mejor ha estudiado este contexto situacional del discurso desde la lingüística. En este sentido, ha propuesto una aproximación sociocognitiva al contexto discursivo, recalcando la importancia no tanto del contexto inmediato en sí mismo, como del modo en que los actores sociales representan mentalmente estas situaciones (2001: 70 y ss.). Así, centra el análisis en los modelos mentales que los sujetos utilizan para representar sus propias experiencias y las situaciones en las que se ven involucrados, y que incluirían tanto aspectos puramente cognitivos como también valorativos y emotivos.

El contexto meso o institucional, por su parte, ha sido estudiado respecto al análisis del discurso sobre todo desde la sociolingüística, especialmente, la interaccional. Los marcos de la experiencia de Goffman (2006) serían, en este sentido, un ejemplo de contexto meso en la medida en que incorpora a los esquemas mentales que estructuran las situaciones e interacciones sociales, las constricciones normativas y emotivas propias de las instituciones en las que participan los sujetos.

Por último, el contexto macrosocial es quizá el que tiene una influencia más difusa o más indirecta sobre los discursos de los sujetos, pero no por ello menos importante. De hecho, esta referencia al contexto macrosocial como explicación o condicionante de los discursos es lo que confiere un mayor valor sociológico a los discursos, al aportarnos una conexión entre lo dicho y las condiciones sociales necesarias que explican su emergencia. Dentro del carácter vago o evanescente de este contexto macrosocial, hay una dimensión del contexto macro que presenta una mayor concreción y que, en consecuencia, adquiere gran importancia para el análisis sociológico de los discursos. Se trata del llamado contexto intertextual. En efecto, todo texto surge en un contexto que también es en parte textual. Esto es, todo texto surge en diálogo con otros textos que le preceden, que coexisten y que compiten en un mismo momento sociohistórico. El análisis del discurso se realiza, por tanto, necesariamente de manera comparativa: lo que dota de valor social a un discurso es su diferencia/distancia respecto a otros textos/discursos que se encuentran en el mismo medio social y con los que dialoga.

c) El análisis del discurso en Ciencias Sociales siempre es interpretativo.

Para las Ciencias Sociales, el discurso no tiene un interés en sí mismo, sino solo como vía de acceso al conocimiento de aspectos relevantes de la sociedad en la que ha surgido y en la que funciona. Nos interesa el discurso como síntoma de otra cosa distinta al propio discurso, por lo que el análisis para establecer esta relación entre el texto y su contexto necesariamente debe dar un salto interpretativo (Ruiz, 2009): en el análisis del discurso se parte de la materialidad del texto, pero para luego ir más allá y establecer su significado social.

Las interpretaciones del discurso en Ciencias Sociales pueden ser muy diversas. Unas de las más fructíferas para la sociología son aquellas que conectan los textos con la acción social dentro de una concepción comprensiva de esta. Los textos constituyen una vía de acceso, por vía de la interpretación, a la subjetividad de quienes los producen, ofreciéndonos con ello una explicación de las acciones sociales. El interés por la acción social, la comprensión de esta en referencia a la subjetividad de los actores sociales y el acceso a las subjetividades sociales mediante el análisis de las expresiones de los sujetos sociales serían, por lo tanto, presupuestos epistemológicos fundamentales del análisis del discurso como método de investigación social (Navarro y Díaz, 1994). Vale decir que la interpretación sociológica de los discursos busca establecer el sentido subjetivo que tiene la acción para los propios actores sociales.

Otras interpretaciones que vinculan los discursos con la acción social son las que los consideran como prácticas sociales. En este sentido, se habla de prácticas discursivas como estrategias o jugadas que despliegan los actores sociales dentro de los contextos en los que se desenvuelven, con el objetivo de obtener beneficios simbólicos o cualquier otra ventaja moral o material.

Sostenemos que todo análisis del discurso que tenga interés para la sociología y para otras Ciencias Sociales implica interpretación. Ahora bien, hay que reconocer que también encontramos prácticas analíticas que se plantean desligadas de cualquier pretensión interpretativa, en un intento de alcanzar la pretendida objetividad propia de los procedimientos estandarizados. Desde nuestro punto de vista, estas prácticas analíticas más que eliminar la interpretación, lo que hacen es desplazarla y desligarla del análisis. De hecho, una vez obtenidos los datos textuales, estos son interpretados de acuerdo con teorías preestablecidas que les dan sentido. Esta desvinculación de análisis e interpretación, en nuestra opinión, en lugar de alcanzar una mayor objetividad, lo que hace es impedir el diálogo fluido entre teoría y datos empíricos, sustrayendo la interpretación a cualquier posibilidad de crítica, al quedar blindada en un plano preanalítico.

d) La interpretación sociológica del discurso implica una hermenéutica social.

El propósito último del análisis del discurso es establecer el sentido social del discurso que se analiza. Pero a diferencia de la hermenéutica clásica, que busca establecer el sentido único y verdadero de los textos, la hermenéutica social es más modesta y débil. Así, el sentido social que establece ni pretende ser el verdadero, ni mucho menos el único posible. Por el contrario, se trata de un sentido débil y dialógico. Conectando el discurso con sus antecedentes y sus consecuencias sociales, la hermenéutica social pretende contribuir a una mejor comprensión de los textos que analiza y al conocimiento del contexto social en el que han surgido y funcionan. Pero más que establecer un sentido definitivo del texto, lo que pretende la hermenéutica social es aportar una interpretación más que se incorpore al debate social, enriqueciéndolo. La interpretación sociológica de los discursos no es más que una de las interpretaciones posibles, si bien es una interpretación especialmente relevante y valiosa en la medida en que conecta el texto con el contexto histórico y social en el que ha surgido y en el que funciona.

e) El análisis del discurso tiene un valor esencialmente instrumental para la sociología y otras Ciencias Sociales, esto es, un valor derivado de su uso como una de las principales herramientas o técnicas del método cualitativo de investigación.

Para la sociología, el análisis del discurso no es un fin en sí mismo, sino más bien una perspectiva o un enfoque que incluye técnicas o herramientas para investigación de carácter cualitativo. Los métodos cualitativos de investigación ponen en práctica los presupuestos del paradigma interpretativo, cuyo fundamento radica en la necesidad de comprender el sentido de la acción social en el contexto del mundo de la vida y desde la perspectiva de los/as participantes (Vasilachis, 2009).

Esta estrecha relación entre investigación cualitativa y análisis del discurso hace que algunas de las características de la investigación cualitativa sean también presupuestos epistemológicos del análisis sociológico del discurso. Por un lado, la flexibilidad en la aplicación de las técnicas de análisis; por otro lado, el (mayor) protagonismo del sujeto conocido, dentro de una relación más simétrica entre el/la investigador/a y los sujetos a los que se orienta la investigación.

f) Flexibilidad en la aplicación del análisis del discurso a las investigaciones cualitativas.

Las técnicas cualitativas de investigación se caracterizan por su flexibilidad, entendida como una adaptación a los problemas o preguntas de investigaciones concretas que se plantean, y a las circunstancias y contextos específicos de su aplicación. Esta misma flexibilidad en el uso se refiere también al análisis del discurso como caja de herramientas de la investigación social cualitativa. Así, más que la aplicación automática de una técnica formalizada o un procedimiento estandarizado, el análisis del discurso en la investigación social se desarrolla de manera pragmática y estratégica, con el objetivo de obtener respuestas a las cuestiones concretas planteadas (Alonso, 2013).

Esta flexibilidad del análisis del discurso aplicado a la investigación social implica la articulación en cada caso concreto de las distintas herramientas disponibles, maximizando los recursos disponibles y respondiendo a los retos de la investigación de manera creativa, y siempre desde el rigor metodológico y la justificación de las decisiones de investigación adoptadas. Así, lejos de comprometer o cuestionar el rigor de los análisis, esta adaptación de la técnica a cada caso concreto obliga a una reflexión metodológica específica e impide, de esta manera, la aplicación automática o mecánica de las técnicas de análisis.

g) La adopción del punto de vista del sujeto.

En su aplicación a la investigación social cualitativa, el análisis de discursos se orienta también hacia los actores sociales, interesándose por sus puntos de vista en detrimento de los preconceptos y posicionamientos del/de la investigador/a. En cierto sentido, constituye un medio de recuperar al sujeto conocido en su capacidad propositiva, de dotar de voz y autonomía a las personas sujetos de la investigación. Este interés por el sujeto conocido que caracteriza a la investigación cualitativa y, por extensión, al análisis sociológico del discurso implica una redistribución, redefinición o reequilibrio de los papeles en la investigación y en la relación de conocimiento entre el/la investigador/a y los/as investigados/as (o sujetos conocidos).

Ahora bien, este reequilibrio puede ir desde un simple acercamiento respetuoso del/de la investigador/a a los sujetos sociales, dotándolos de una mayor capacidad de interpelación, hasta una construcción colaborativa del conocimiento dentro de una epistemología del sujeto conocido (Vasilachis, 2009). Los discursos, por lo tanto, no solo constituyen un medio para acceder a los sujetos sociales (a la subjetividad social), sino que en mayor o menor medida su análisis e interpretación debe realizarse en un diálogo del/de la investigador/a con sus productores/as, ya sea efectivo o virtual.

h) El acceso a la intersubjetividad social como objetivo del análisis del discurso.

Una de las principales críticas que se formula a la investigación cualitativa, en general, y al análisis del discurso, en particular, es la de caer en un excesivo subjetivismo al privilegiar en exceso el punto de vista de los sujetos conocidos, en detrimento de los controles y el distanciamiento que, supuestamente, favorecerían la necesaria objetividad de la actividad científica. Las prácticas analíticas formalizadas o estandarizadas a las que nos referíamos antes serían, en este sentido, un intento de responder a esta crítica garantizando la objetividad del análisis. No obstante, como también veíamos, más que alcanzar una mayor objetividad, lo que se consigue es a lo sumo una mayor apariencia de objetividad y a costa del empobrecimiento o limitación de la capacidad del análisis del discurso como técnica de investigación social.

Por otro lado, esta crítica solo está justificada en parte. Es cierto que en el análisis del discurso conlleva un cierto riesgo de subjetivismo al potenciar la capacidad propositiva de los sujetos sociales, pero este riesgo está limitado por el interés y la orientación del/de la investigador/a hacia la intersubjetividad propia de la vida social. Esta intersubjetividad se logra mediante el recurso a mecanismos dialógicos: tanto los discursos que se analizan como el propio análisis e interpretación de estos se producen en diálogos. Así, en la producción de los discursos que analiza el/la sociólogo/a con frecuencia hay implicados procesos dialógicos (entrevistas, dinámicas grupales, etcétera); del mismo modo, la interpretación de los discursos implica siempre en algún momento un diálogo entre el/la investigador/a y los sujetos investigados, así como entre el/la investigador/a y otros potenciales analistas. De esta manera, las subjetividades involucradas en el proceso de investigación devienen en intersubjetividad social al verse confrontadas sistemáticamente unas con otras tanto en el proceso de producción de los discursos como en su análisis e interpretación. A esto es a lo que se refiere Alonso como doble interpretación o doble hermenéutica, y Díaz-Bone como hermenéutica de segundo orden: la tarea interpretativa debe incorporar a la propia interpretación la interpretación del otro (Alonso, 2013; Díaz Bone, 2005).

i) La validez y calidad del análisis del discurso responde a criterios propios de la investigación social cualitativa.

Otra de las críticas más frecuentes al análisis del discurso es la supuesta discrecionalidad, o incluso arbitrariedad, del/de la analista a la hora de interpretar los discursos. Según esta crítica, el análisis del discurso como técnica de investigación carecería de los criterios y los controles necesarios para garantizar su validez y fiabilidad y, mucho menos, su calidad. El salto interpretativo y la flexibilidad a la hora de aplicar el análisis del discurso a los problemas o preguntas concretas de investigación serían, en este sentido, factores adicionales que contribuyen a este juicio crítico a las prácticas de análisis del discurso.

Es cierto que encontramos prácticas de análisis poco rigurosas y de calidad muy dudosa con mayor frecuencia de la deseable (Antaki et al., 2003). No obstante, la atribución de poco rigor de manera generaliza a las prácticas de análisis del discurso se deriva en buena medida de una incomprensión de sus criterios específicos de validez y calidad, cuando no de la aplicación de criterios propios del paradigma positivista. En este sentido, la adopción de criterios de credibilidad o consenso comunicativo entre los agentes implicados, criterios de transferibilidad o la capacidad de aplicación de los resultados a otros contextos, y criterios de coherencia o la medida en que las interpretaciones formuladas permiten explicar las microsecuencias o fragmentos discursivos de nuestro material empírico, serían algunos de los criterios específicos que permiten juzgar la validez y calidad de los análisis. Además, explicitar el posicionamiento del/de la analista o investigador/a, esto es, desde donde se hace el análisis, adoptar la comunidad como árbitro de la calidad del análisis, o adoptar una actitud de reflexividad crítica hacia la propia actividad investigadora, serían otros criterios y mecanismos de control de la calidad y la validez de los análisis del discurso (Sisto, 2008).

Por su parte, Alonso (2013) nos habla de un enfoque pragmático a la hora de juzgar la validez de las interpretaciones del discurso formuladas por el/la investigador/a: que reconstruya con relevancia el campo de fuerzas sociales estudiado y que la clave interpretativa sea coherente con los objetivos de la investigación. Se trata, por lo tanto, de una lógica alternativa o distinta al formalismo lingüístico o matemático, que en cualquier caso nos permite evitar los riesgos de la sobreinterpretación o la interpretación abusiva.

4. LOS ENFOQUES TEÓRICOS Y EMPÍRICOS DE ESTE LIBRO

Sería demasiado ambicioso para un único libro pretender convertirse en una introducción completa de la inmensa diversidad de los estudios del discurso. Al mismo tiempo, no sería intelectualmente honesto presentar el análisis sociológico del discurso como el más original, verdadero, mejor o más importante enfoque sobre los discursos. Es más, teniendo en cuenta los múltiples enfoques y tradiciones en el campo de los estudios del discurso, sería presuntuoso querer reducir su análisis sociológico a una única manera de investigar. Asimismo, la propia sociología, como ciencia multiparadigmática, incluye una gran cantidad de tradiciones intelectuales, de métodos y técnicas, y casi todas ellas pueden enriquecer el creciente campo del análisis del discurso. Además, para su desarrollo, la sociología ha estado en estrecho contacto con otras disciplinas de las Ciencias Sociales y Humanidades.

Entonces, ¿qué justifica hablar de un análisis específicamente sociológico del discurso? La sociología es la disciplina que tiene como objeto principal de sus estudios la sociedad o lo social. Consecuentemente, un análisis sociológico del discurso no está interesado en los discursos per se, sino en el estudio de la sociedad y de relaciones sociales mediante (el análisis de) los discursos. Ahora bien, la sociología dispone de muchos más enfoques, no solo del análisis del discurso. A menudo puede combinar elementos de análisis del discurso con otros enfoques, teorías, métodos y técnicas. El análisis sociológico del discurso por tanto significa analizar relaciones sociales analizando discursos y eventualmente otros elementos no-discursivos.

Se ha prescindido conscientemente de la idea de llamar a este libro Análisis del discurso para sociólogos/as porque no solo se dirige a este colectivo. A menudo, el interés de investigadores/as de otras disciplinas por el análisis del discurso se justifica justamente por su interés en descubrir reglas, relaciones y aspectos de lo social. Por ello, el presente libro se dirige a todos/as aquellos/as que quieren hacer análisis social y que creen que el análisis del discurso les puede ofrecer herramientas valiosas para ello. Ofrece tanto a sociólogos/as como a no sociólogos/as una perspectiva fundamentada y coherente sobre lo social. Si bien es cierto que la lingüística dispone de herramientas mucho más finas para el análisis del lenguaje, la sociología aporta instrumentos teóricos y metodológicos para la comprensión de prácticas y de contextos sociales. Es precisamente esta interrelación entre lenguaje, prácticas y contexto lo que caracteriza la noción del discurso que manejamos en sociología.

Este libro surge de la insatisfacción generalizada en Ciencias Sociales en relación con los enfoques meramente lingüísticos. En las últimas décadas se ha consolidado la idea de que si queremos comprender la realidad social no nos debemos centrar exclusivamente en el ámbito lingüístico, en el ámbito de lo simbólico. Si bien el lenguaje en forma de signos textuales resulta de una gran relevancia para prácticamente todos los procesos sociales, también tienen relevancia otros aspectos, prácticas o materiales. Por ello, todos los enfoques presentes en este libro se interesan por la realidad social, y lo hacen analizando la relación entre lo simbólico y lo material. Para la sociología el análisis de enunciados lingüísticos solo es un medio para el análisis social, nunca es un fin en sí mismo. Por ello, a todos/as los/as autores/as de este libro nos interesan (también) las realidades extradiscursivas, las infraestructuras y efectos no-discursivos, relacionándolo al mismo tiempo con análisis del lenguaje, del contenido y del significado de los discursos.

Además, somos conscientes de la relación entre los niveles micro, meso y macro, y nos interesa cómo se reproducen o modifican en las interacciones cotidianas grandes órdenes sociales. Los discursos pueden ser entendidos como grandes macroestructuras, que producen y requieren el nivel intermedio de instituciones y, finalmente, la actualización permanente mediante actos de habla y otras prácticas no-discursivas. Así, todos los textos aquí reunidos alumbran cómo lo macro se plasma en lo micro y cómo actividades aparentemente pequeñas, como actos concretos de habla, pueden reproducir sistemas completos de ordenamiento simbólico y material.

BIBLIOGRAFÍA

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VASILACHIS, I. (2009): «Los fundamentos ontológicos y epistemológicos de la investigación cualitativa», Forum: Qualitative Social Research, 10(2), art. 30.

1. EL ANÁLISIS DEL DISCURSO BASADO EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO

Reiner Keller

El análisis del discurso basado en la sociología del conocimiento (ADSC) es un enfoque que comencé a desarrollar a partir de finales de los años noventa, como una perspectiva de la investigación de los discursos desde la sociología del conocimiento, y que expuse ampliamente en 2005 como programa de investigación para el análisis de relaciones y políticas sociales del conocimiento (Keller, 2010a [2005], 2010b, 2011, 2012a, 2013).1 En la actualidad, este enfoque se ha establecido ampliamente en el espacio germanohablante y, de forma creciente, también en el ámbito internacional. Se utiliza asimismo en múltiples estudios de disciplinas vecinas (ciencias políticas, pedagogía, criminología, sinología, filología japonesa y muchos más). Además, existen publicaciones propias respecto a desarrollos y preguntas más específicas (Keller y Truschkat, 2012; Bosancic y Keller, 2016; Keller, Hornidge y Schünemann, 2018).2

El ADSC surgió en torno a la reflexión sobre una investigación de análisis del discurso que realicé acerca de los debates públicos, y más concretamente acerca de la pregunta sobre el trato adecuado de residuos domésticos y de los recursos en Alemania y Francia, centrado entre los años 1970 y 1995 (Keller, 2009 [1998]). La denominación del enfoque es al mismo tiempo el programa. Propone una doble acentuación: primero destaca la relación con la noción (foucaultiana) del discurso, la cual resulta central para el ADSC; y en segundo lugar enfatiza que la investigación sociológica de los discursos o de las ciencias sociales debería conceptualizarse –de nuevo en referencia a Foucault– como análisis (crítico) de regímenes de poder/conocimiento, y que por ello puede recurrir especialmente a fundamentos teóricos, metodológicos y técnicos de la tradición de la sociología del conocimiento.

Esta orientación hacia la sociología del conocimiento en la investigación de discursos surgió de un cierto malestar entre las perspectivas corrientes de los análisis del discurso de la lingüística o de ciencias políticas. Así, enfoques de la lingüística del corpus y enfoques pragmático-lingüísticos siguieron planteamientos lingüísticos que en Foucault se querían superar. El Kritische Diskuranalyse y el Critical Discourse Analysis, que son justificados de forma diferente en el ámbito de habla alemana e inglesa, se centran, a pesar de algunas conexiones con teorías sociológicas (en el caso de Norman Fairclough), en un conjunto relativamente recurrente de crítica reveladora de ideología y del uso del lenguaje. Hasta su giro actual hacia la teoría de la argumentación ciertamente puede fomentar sensibilizaciones correspondientes, pero en su totalidad queda bastante lejos de la noción foucaultiana de crítica y de sus intereses de investigación. Además, existe una discrepancia importante entre fundamentación teórica y realización empírica.

La investigación de discursos en la tradición de la teoría de la hegemonía, según Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (véase también el capítulo de Palonen y Sundell en este libro), queda vinculada en sus herramientas de análisis a su contexto de surgimiento, el de la investigación de movimientos populistas. Utiliza un enfoque analítico relativamente estrecho hacia construcciones semánticas de la diferencia entre nosotros y los otros que se describe mediante la formación de cadenas de equivalencia y diferencia, con un concepto nuclear problemático (el significante vacío), así como con elementos psicoanalíticos e incluso metafísicos (por ejemplo, el exterior constituyente). Con ello fomenta descripciones de discursos que siguen solo parcialmente a una multitud de procesos discursivos, pero que en todo caso sirven para planteamientos muy limitados en la investigación de movilizaciones políticas. Aunque se evocaron una y otra vez los contornos de un análisis foucaultiano del discurso, que a mi entender no existe como tal, casi no produjeron desarrollos metodológicos.

Finalmente, los Cultural Studies y sobre todo Stuart Hall plantearon preguntas importantes en la investigación de los discursos y de la relación de conocimiento, poder y cultura, pero sin desarrollar una perspectiva propia del análisis del discurso. La propuesta de Hall de relacionar la sociología weberiana del significado con el programa de Foucault resultó determinante para el desarrollo del ADSC. Propone leer a Michel Foucault como sociólogo histórico del conocimiento y como pensador pragmático. Muchos puntos vacíos de su obra se corrigen así mediante la inclusión o recontextualización en la tradición sociológica interpretativopragmática y en la de la sociología del conocimiento.

La sociología del conocimiento, como disciplina específica de la sociología, se dedica al papel, las formas, las funciones, las distribuciones y las estructuraciones del conocimiento en las relaciones sociales. El concepto de conocimiento se considera de forma muy amplia y muy heterogénea dependiendo de los diferentes paradigmas teóricos; solo raras veces se refiere a la pregunta por la verdad del conocimiento, en el sentido de un conjunto de enunciaciones sobre el mundo, realizado de forma positiva o demostrado, confirmado o falsado por la experiencia. Una máxima del paradigma interpretativista de la sociología (Keller, 2012a), el llamado teorema de Thomas, dice que cuando los seres humanos definen una situación como real esta definición tiene consecuencias reales –independientemente de si desde nuestra perspectiva exterior parece adecuada o no–. Tal definición de situación es un proceso de adscripción de significado en el marco de un universo discursivo, entendido como horizonte de relaciones de significado colectivamente producido.

El ADSC investiga relaciones y políticas de conocimiento. Los discursos son entendidos como prácticas relacionadas de enunciación y procesamientos de órdenes colectivos de conocimiento. Las referencias a las tradiciones interpretativistas y constructivistas sociales ofrecen una fundamentación teórica básica: la posibilidad de la existencia de un uso de signos en el que se basa la producción de los discursos, un uso que a su vez recibe instrucciones de los discursos. Además, estas referencias permiten enfocar el papel de los actores sociales, de forma más diferenciada. Y, finalmente, se conecta con los procedimientos metódicos de la investigación social empírica interpretativa, en forma de una analítica interpretativa: desde la perspectiva del ADSC, la investigación de los discursos es necesariamente trabajo interpretativo (reflexivo) en forma de una hermenéutica (re-)constructiva.

1. FUNDAMENTOS TEÓRICOS DEL ADSC

En su Arqueología del saber, Foucault (1988) esbozó contornos y terminologías heurísticas de un análisis de formaciones discursivas en el que los discursos eran definidos como prácticas materiales y controladas del uso del lenguaje. La introducción de la noción de discurso apuntó al análisis de la constitución discursiva del conocimiento, e incluso a regímenes de poder/conocimiento, a pesar de que ello no quedó explicitado en aquel momento. Foucault concibe el saber como:

conjunto de elementos formados de manera regular por una práctica discursiva y que son indispensables para la constitución de una ciencia [...]. Un saber es aquello de lo que se puede hablar en una práctica discursiva que así se encuentra especificada: [...] toda práctica discursiva puede definirse por el saber que forma (Foucault, 1988: 259 y ss.).

La Arqueología del saber formuló una posición general teórico-metodológica. Los discursos consisten sobre todo en enunciados. Así se denomina el nivel de lo típico, que puede aparecer de forma concreta en una multitud de enunciaciones situadas histórica y socialmente. Los enunciados y las prácticas de enunciación correspondientes conforman un discurso si están formados según el mismo principio de formación. Con la perspectiva genealógica, esto es, con su dedicación explícita al análisis de los transcursos y sucesiones de configuraciones de conocimiento/poder como luchas o juegos de verdad, introdujo en el enfoque conflictos dentro y entre discursos, así como dentro y entre configuraciones sociales de actores. También estudió los procesos vinculados con la implementación de verdades, tales como la exclusión y el no-saber, o la concurrencia de exigencias de conocimiento (Foucault, 2002).

Mediante tal acentuación el concepto de discurso cobró atractivo para la sociología. Esto se muestra todavía más claramente en los análisis materiales de Foucault, como por ejemplo en la colección de documentos editados por él respecto al caso del asesinato histórico y espectacular de Pierre Rivière. Aquí su interés ya no se dirige a la génesis general de campos históricos del conocimiento. Más bien se dirige, con un enfoque microscópico, a la lucha por la definición entre discursos con diferentes posicionamientos históricos y sociales respecto a un acontecimiento que requiere interpretación, en este caso por razones de determinación del castigo.

... el [discurso] del juez de paz, el del procurador, el del presidente de los tribunales, el del ministro de justicia; el del médico rural y el del Esquirol; el de los aldeanos con su alcalde y su cura; y al fin, el del criminal. Todos hablan, o parecen hablar, de lo mismo: todos se refieren, sin lugar a dudas, al acontecimiento del 3 de junio. Pero todos ellos, y dentro de su heterogeneidad, no forman ni una obra ni un texto, sino una singular querella, un enfrentamiento, una relación de poder, una batalla de discursos y a través de los discursos. Y decir una batalla no es suficiente; muchos combates tuvieron lugar al mismo tiempo y se entrecruzaron (Foucault, 1975: 9 y ss.).

Y Foucault continúa:

b) Documentos como los del asunto Rivière permiten analizar la formación y el juego de un saber (como el de la medicina, la psiquiatría, la psicopatología) en su relación con las instituciones y los papeles que de antemano deberán desempeñar (como la institución judicial, el experto, el acusado, el loco-criminal, etc.).

c) Permiten descifrar las relaciones de poder, de dominio y de lucha en cuyo seno se establecen y funcionan los razonamientos; de modo que permiten un análisis del discurso (incluso de los discursos científicos) de orden político, y de los hechos, es decir de orden estratégico.

d) Y finalmente puede apreciarse el poder de trastorno, propio de un razonamiento como el de Rivière, y el conjunto de tácticas mediante las que se intenta recubrirlo, insertarlo y conferirle una valoración según sea discurso de un loco o de un criminal (ibíd.).

Estas citas ilustran el objetivo científico central que Foucault relaciona con el concepto de discurso y también con el de dispositivo. No obstante, quedan abiertas algunas preguntas respecto al fundamento teórico: ¿cuál sería una teoría adecuada para el uso (humano) de signos, puesto que este uso es la condición de cada práctica discursiva?; ¿qué lugar ocupan los actores que hablan en nombre de los discursos?; ¿qué significa comprender a los propios/as investigadores/as del discurso como actores que interpretan y que están integrados discursivamente?; ¿cómo se puede describir una metodología de investigación de discursos que no se dirige a datos muy históricos, sino a su contexto contemporáneo y por ello puede utilizar datos de formatos muy diversos, incluso procedimientos de etnografía del discurso? (2010 [2005], véase también el texto de Macgilchrist y van Hout en este libro). El ADSC se basa en la tradición de la sociología del conocimiento y en la interpretativopragmática para responder a estas cuestiones.

En primera instancia resultan importantes las teorías de signos de Peirce surgidas a principios del siglo XX y la psicología social de Mead, que cuenta como fundador teórico del interaccionismo simbólico. Peirce acentuó, a diferencia de Saussure, el uso concreto de signos, es decir, la componente pragmática del lenguaje. Mead elabora una teoría general del surgimiento del uso humano de símbolos, siguiendo la pregunta de cómo los símbolos adquieren un carácter socialmente significativo, esto es, cómo pueden ser estabilizados socialmente, de tal forma que cobren un significado suficientemente congruente para la persona que utiliza los signos y para su interlocutor/a. En su teoría social indagó sobre la pregunta de cómo los/as lactantes desarrollan competencias correspondientes al uso de símbolos significativos, sobre todo el uso del lenguaje, en el proceso de socialización. Con ello quedan descritas también las condiciones elementales de la ejecución de las prácticas discursivas. Tanto Peirce como Mead, entre otros pragmatistas, ya hablaron de universos discursivos (Mead, 1963) creados colectivamente (por ejemplo, Mead, 1963). En ellos resuenan diferentes significados contemporáneos, tanto la estabilización de significados como la posibilidad de entablar discusiones sobre ellos. También Charles Morris escribió a finales de los años treinta sobre especializaciones del lenguaje, o tipos de discursos científicos, religiosos, poéticos (Morris, 1981).

De forma paralela a esta introducción del concepto de discurso, junto a la teoría de signos y lenguaje en la sociología interaccionista, también el fenomenólogo social vienés Alfred Schütz desarrolló, primero en el ámbito germano hablante y posteriormente en el contexto de EE. UU., una teoría de signos sociológicamente relevante. Schütz no se interesó por el desarrollo histórico-evolutivo de los sistemas humanos de símbolos y tampoco por la mediación sociohistórica del uso de símbolos. Su atención se dirigió más bien a la fundamentación sociofenomenológica de la sociología comprensiva weberiana. Se interesó por la respuesta a las cuestiones sobre qué puede significar comprender, desde un punto de vista sociológico, y en qué procesos se basa esta comprensión. Comienza en los años cuarenta con una reflexión intensa en torno a la teoría de signos de Saussure y las teorías pragmatistas (Schütz, 1973, 1974). En referencia a la teoría fenomenológica de la constitución de la experiencia, que analiza de forma muy concisa la relación entre acceso a la conciencia y el objeto de experiencia, Schütz subraya que una vivencia corporal de impresiones sensibles solo se convierte en experiencia mediante la dedicación reflexiva, pasando por síntesis pasivas, no conscientes, pero que nunca puede llegar a la complejidad de la vivencia. Para ello la conciencia recurre a esquemas de interpretación (tipos) socialmente constituidos que escoge del acervo social del conocimiento. De esta forma puede diferenciar, por ejemplo, humano y mesa, y se puede constituir tanto a sí mismo como a estas materialidades mundanas como existencias históricas específicas. Este acervo o bagaje de conocimientos creado socialmente se mantiene disponible mediante sistemas de signos (Schütz y Luckmann, 1979) en los que se basa la comprensión del comportamiento propio y ajeno. A partir de los años cuarenta, Schütz también habla de universos de discursos que guían, posibilitan y limitan las interpretaciones individuales, por ejemplo, en su análisis de los contextos de sentido en los que se mueven los científicos:

Por supuesto, el/la pensador/a teórico puede elegir a su arbitrio, determinado únicamente por una inclinación arraigada en su personalidad íntima, el terreno científico en el que desea intervenir y quizá también el nivel (en general) en el cual desea efectuar sus investigaciones. Pero tan pronto como se ha decidido a este respecto, el/la científico/a entra en un mundo preconstituido de contemplación científica que le trasmite la tradición histórica de su ciencia. En adelante, participará de un universo del discurso que abarca los resultados obtenidos por otros/as, problemas enunciados por otros/as, soluciones sugeridas por otros/as y métodos elaborados por otros/as. [...] todo problema que surge dentro del campo científico debe participar del estilo universal de este campo y ser compatible con los problemas preconstituidos y su solución aceptándolos o refutándolos (Schütz, 1973 [1945]: 250).

El entrelazamiento de la teoría de signos, comunicación y conocimiento en Schütz se puede resumir de la siguiente manera: los colectivos sociales son comunidades de comunicación que tipifican y objetivizan sus órdenes simbólicos y prácticos del mundo (es decir, su conocimiento) en sistemas de signos. Crean un universo discursivo común o universos especializados (provincias de sentido). Estas tipificaciones se guardan como acervo colectivo de conocimiento (por ejemplo, en institucionalizaciones de disciplinas científicas, en trayectorias de formación, en archivos reales, en instituciones, normas, etc.) y son adquiridas de forma subjetiva en los procesos de socialización. Respecto a la vivencia individual funcionan como esquemas de la experiencia activa o la percepción y al mismo tiempo como esquemas de interpretación que van más allá del signo concreto. Por ejemplo, perro