Bienvenidos a Crisis - Anne Aband - E-Book

Bienvenidos a Crisis E-Book

Anne Aband

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Beschreibung

LOS VAMPIROS NO SUEÑAN… HASTA QUE DESPIERTAN A SU REY. Helena Duchamp ha vivido casi tres siglos sin hacer mucho... Profesora. Vampira. Obediente. Hasta que un asesinato sacude la ciudad. Y alguien decide que los de su especie valen menos que los ciudadanos. Entonces él despierta. Magnus Pompeyo. El rey. El más antiguo. El más letal. Y aunque hace siglos que no siente nada, ahora solo ve a Helena. Y a un mundo que merece arder. Ella no busca amor. Él no cree en redención. Pero juntos podrían desatar una revolución. Porque Crisis ya no es segura. Y los vampiros tampoco.

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Seitenzahl: 197

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Bienvenidos
A
Crisis
Anne Aband
© Anne Aband (Yolanda Pallás), [2024]
Corrección: Eva Pallás
ISBN: 979-13-990490-0-8
Safe creative: 2501210687244
Impresión independiente
Portada: Yolanda Pallás
Todos los derechos reservados. Te pido por favor que descargues de forma legal este libro. Es un gran esfuerzo de mucho tiempo y seguro que el karma te lo recompensa. Gracias.
Para las lectoras que aman a los vampiros, disfruta de esta historia.
Índice
Capítulo 1. Bienvenidos a Crisis
Capítulo 2. Los militares
Capítulo 3. El comienzo
Capítulo 4. Investigación
Capítulo 5. La leyenda vive
Capítulo 6. Una proposición
Helena
Capítulo 7. Otro asesinato
Capítulo 8. Injusticia
Capítulo 9. Atrapados
Capítulo 10. Desesperación
Capítulo 11. Venganza
Capítulo 12. La casa
Capítulo 13. Linda
Capítulo 14. Entrega total
Capítulo 15. Una visión extraña
Capítulo 16.  El día D
Capítulo 17. Rescate
Capítulo 18. El viaje
Capítulo 19. Un nuevo
Infierno
Capítulo 20. La llegada
Epílogo 1
Epílogo 2. Año 2266. Espacio
Agradecimientos y sobre mí
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Pero antes, sobre la tierra, como vampiro enviado,
tu cadáver del sepulcro será exiliado;
entonces, lívido, vagarás por el que fuera tu hogar,
y la sangre de los tuyos has de arrancar;
allí, de tu hija, hermana y esposa,
a medianoche, la fuente de la vida secarás;
Aunque abomines aquel banquete, debes, forzosamente,
nutrir tu lívido cadáver andante,
tus víctimas, antes de expirar,
en el demonio a su señor verán;
maldiciéndote, maldiciéndose,
tus flores marchitándose están en el tallo.
Pero una que por tu crimen debe caer,
la más joven, entre todas, la más amada,
llamándote padre, te bendecirá:
¡esta palabra envolverá en llamas tu corazón!
Pero debes concluir tu obra y observar
en sus mejillas el último color;
de sus ojos el destello final,
y su vidriosa mirada debes ver
helarse sobre el azul sin vida;
con impías manos desharás luego
las trenzas de su dorado cabello,
que fueron bucles por ti acariciados
y con promesas de tierno amor despeinados;
¡pero ahora tú lo arrebatas,
monumento a tu agonía!
Con tu propia y mejor sangre chorrearán
tus rechinantes dientes y macilentos labios;
luego, a tu lóbrega tumba caminarás;
ve, y con demonios y espíritus delira,
hasta que de horror estremecidos, huyan
de un espectro más abominable que ellos.
Capítulo 1. Bienvenidos a Crisis
Helena
Bienvenidos a Crisis, una ciudad con un nombre horrible, pero que refleja muy bien lo que pasó hace unos 450 años.
Se sitúa entre las montañas de Europa del Este, y prefiero no decir nuestra localización, no vaya a ser que a alguien se le ocurra venir a visitarnos.
No nos negamos a recibir gente, pero no turistas, porque claro, supongo que ver vampiros en su hábitat puede ser fascinante para mucha gente, por eso de la belleza, la vida eterna y la sed de sangre. Pero...
La mayoría de nosotros comemos comida normal, aunque sí, una vez a la semana tomamos una bolsa de sangre donada.
Hay un poco de todo: altos, bajos, gordos, delgados, grandes, pequeños, feos, guapos; razas, colores y cabello. Una decepción para cualquiera que espere ver a seres perfectos y maravillosos. Y es que la conversión, no embellece ni cambia a las personas. Mito destruido.
¿Vivimos eternamente? A ver, eso sí, yo fui convertida cuando tenía treinta y ocho hace doscientos noventa años, una solterona entonces, en lo mejor de la vida en estos momentos.
Es posible que seamos fáciles de matar, acaba con nosotros cualquier cosa similar a los humanos, una bala en el lugar adecuado o si nos cortan la cabeza, por ejemplo. Ya que convertir a más gente está prohibido, quedamos cada día menos, por simples accidentes, nos vamos muriendo.
En cuanto a fuerza y velocidad, en eso, check, somos más fuertes y rápidos, aunque la mayoría pasan de ello, porque así trabajan menos. Supongo que la pereza o la desidia es igual en todas las razas.
En resumen, ser vampiro puede ser aburrido e incluso absurdo... si no eres una persona intensa, como yo.
Yo nunca me aburro. ¿Por qué? Mi secreto es no parar de hacer cosas, eso sí, a velocidad normal, para que nadie se asuste.
A pesar de estar aislados en este valle entre montañas nevadas, tenemos una gran escuela y una especie de universidad para que podamos estudiar todo cuanto deseemos, aunque sea online. Yo doy clases nocturnas en el colegio y mi compañera de piso, Aisha, que es humana, las diurnas.
Los humanos que viven con nosotros, que son bastantes, se han acostumbrado a nuestras costumbres y viceversa, por lo que en realidad, no hay problemas.
A veces pienso que me gustaría poder salir  de Crisis, visitar de nuevo otros países, y con un visado especial que conceden a muy pocos, podemos hacerlo, pero en general, la mayoría no hemos puesto el pie fuera de las montañas desde que llegamos.
Nuestra alcaldesa, Francine, dice que está en conversaciones para convencer a quienes dirigen la ciudad de que nos dejen abrirnos al mundo, descubrir nuestra naturaleza. Hemos demostrado una y mil veces que somos pacíficos, que no atacamos a nadie... Creo que el resto de la humanidad podría descubrir en nosotros una raza especial.
Pero no hay manera.
Dicen que siguen investigando, de hecho, suelen tomarnos muestras de tejido, de sangre, de semen (por que sí, los hombres eyaculan) y, aunque no parece que podamos quedarnos embarazadas, parece ser que sí tenemos óvulos. De hecho, a mí me han extraído dos veces, sin decirme por qué.
Así que aunque nuestra ciudad está rodeada de bellos prados y el paisaje es de postal, a veces me siento agobiada, sobre todo, porque pienso en las posibilidades que hay fuera de aquí, y me frustra bastante.
Aisha, mi compañera de casa humana al principio creo que se enamoró de mí, dice que sea paciente, que llegará, aunque yo no lo veo.
Algunos de los míos están inquietos, pero son tan pocos que no hacen ningún tipo de ruido. He pensado marcharme uno de estos días, solo durante un tiempo, pero no me decido.
Supongo que en el fondo, me da respeto el mundo exterior. Ha cambiado demasiado desde que entré a vivir aquí. ¿No es contradictorio? Desear marcharte, viajar, pero estar muerta de miedo... Bueno, muerta ya lo estoy, pero temer lo que hay allá afuera, siendo tan fuerte y poderosa. No sé si estamos prisioneros de nuestra propia mente.
Cierro la ducha del agua caliente y cierro también mis pensamientos de todos los días. El desayuno me espera. Aisha es muy amable y aunque ella acaba de llegar de trabajar, me prepara mi bol de leche con cereales. Me cuenta las noticias del día, lo que ha pasado en el colegio, detalles que le agradezco. Detalles que, por cierto, son todos los días iguales. Me encantaría que ocurriera algo, tal vez alguien que me diera el empujón que necesito. Y sí, ya sé que eso depende de mí y no de una persona externa, pero creo que me hace falta.
Tomo los cereales y me siento más animada, debe de ser el azúcar que me da un chute de energía. Me despido y salgo al atardecer de la ciudad, cuando los vampiros y muchos humanos comenzamos la jornada laboral.
Paseo por las empedradas calles, saludando. Hoy tendremos alrededor de seis grados y amenaza con nevar, pero nosotros no solemos pasar demasiado frío o calor, aunque nos desagrade la lluvia y mojarnos la ropa. Mis vecinos vampiros se dirigen hacia sus puestos de trabajo. Tenemos una fábrica de piezas metálicas, y otra de ropa, además de los comercios habituales en una ciudad de 2462 almas.
A la mayoría de ellos las conozco, porque han pasado por la escuela, y si no, como tengo buena memoria, los habré visto por la calle. Ellos también me tienen vista, porque soy de esas rarezas, aunque he dicho al principio que la mayoría de los vampiros parecen personas normales, sin una belleza especial, creo que mi dómine me convirtió porque era muy bonita, alta, espigada, de cabellos dorados como el trigo en verano, o eso me dijo. Y como yo veía que me iba a quedar soltera, porque, según mi madre, nadie era suficiente para mí, acabé convenciéndome de que era una buena opción.
Así que he de reconocer que con el tiempo y el entrenamiento he ido mejorando y, aunque no tengo la altura de una modelo de pasarela, podría decirse que no estoy mal. Sin embargo, jamás me he enamorado, solo porque sé que no vale la pena perder el corazón por alguien que va a morir mucho antes que tú, alguien que va a envejecer y al que vas a tener que cuidar. Y no critico a quienes lo hacen, aunque resulte muy raro ver a un joven o una joven vampiro darse besos con ancianos... Puede que no comprenda el amor, pero la verdad, no quiero. En cuanto a los vampiros macho, de momento, ninguno me ha interesado.
Llego hasta la escuela, donde alumnos de todas las edades se preparan para mis clases de historia, es mi especialidad. Saludo al bedel que como siempre me mira de arriba debajo de forma un poco asquerosa, aunque jamás se atrevería a decirme nada, es un humano rechoncho y desde que le di clases de pequeño, observé que era desagradable.
Saludo a la secretaria del colegio, otra humana que parece que siempre está enfriada. Dos profesores vampiros, la de Matemáticas y el de Dibujo me invitan después de las clases a una reunión de las suyas.
—Sí, tal vez vaya —digo por cortesía. Aunque ellos y yo sabemos que no lo haré. Son muy religiosos y no me va ese tema de andar rezando y pensando que Dios nos ha creado especiales por algún motivo.
Me meto en mi clase y espero que lleguen los alumnos revisando el tema de hoy, la revolución francesa. Tengo unos veinticinco alumnos de todas las edades, a los que les encanta mi asignatura. Para los vampiros, estudiar es voluntario, por lo que los que vienen están muy motivados
Poco a poco, se van sentando y sonrío, conecto el portátil y preparo unas diapositivas sobre el tema. Me gusta darles emoción a las historias y por eso, empiezo, con la luz apagada y una voz suave y cautivadora.
—Imaginad caminar por París en 1789. Yo estaba allí, y aunque no era de la nobleza, vivía y respiraba en el mismo aire tenso que anunciaba cambio. París era una caldera a punto de explotar: gente común como yo, y quizás como vosotros, enfrentábamos cada día el hambre y la desesperación. Estas no eran solo noticias que leíamos en los periódicos; eran nuestras vidas, nuestras luchas diarias. Fue en esos días cuando llegamos a París desde una provincia del sur de Francia. Yo ya era vampiro y vi de cerca cómo el deseo de libertad y justicia se convertía en algo palpable. Recuerdo las multitudes en las calles, los gritos de «¡libertad, igualdad, fraternidad!» que resonaban en los rincones más oscuros de la ciudad. La caída de la Bastilla no fue solo la demolición de una prisión; fue el momento en que todos supimos que nada volvería a ser igual. Ahora, al compartir estas historias con vosotros, no os hablo solo de historia, sino de la fuerza que tienen las ideas y el valor, de cómo pueden transformar el mundo. Creo que es algo que todos deberíamos recordar.
He ido pasando las diapositivas mientras hablaba, provocando el asombro de los alumnos. Es cierto que en la revolución francesa no había cámaras, pero mi dómine era un experto dibujante y guardo esos dibujos que, con el tiempo, he digitalizado. Él desapareció y creo que fue ajusticiado. Tenía amoríos con una noble, según me dijo. Recuerdo quedarme esperándolo por días y semanas; él nunca volvió. Así que yo me escondí. Por suerte, él siempre fue pacifista y me enseñó que no debía asesinar a los humanos y menos por su sangre, aunque es cierto que al principio me costó. No me siento orgullosa de ello. Después de unos cien años de dar vueltas por el mundo sola, alguien me habló de Crisis, y aparecí aquí. Pero eso es otra historia.
Tras explicar durante media hora más, comenzamos un debate sobre el tema. Me gusta escuchar sus opiniones y sus puntos de vista. Aunque muchos de los vampiros son realmente jóvenes, y me refiero a la edad en que fueron convertidos, son maduros y las preguntas, interesantes. Por año de conversión o segundo nacimiento, como solemos llamarlo, me encuentro entre las diez más «viejas» de Crisis. Así que me he ganado su respeto.
Salimos de la clase y me dirijo hacia la cafetería, para buscar uno de esos cafés bien cargados que hace el cocinero, pero un grupo de gente murmurando está alrededor de algo. Como subdirectora del colegio me acerco y hago que se dispersen. Muchos están mirando el suelo y cuando los quito, me resbalo ligeramente con algo viscoso. ¿Es sangre?
Miro hacia delante y veo un cuerpo boca abajo, rodeado de un enorme charco de sangre.
—Alejaos, vamos, volved a vuestras clases, excepto quien haya descubierto el cadáver. ¡Vamos!
Un par de alumnos se quedan y también Louise, la secretaria del colegio. Doy la vuelta al cadáver y compruebo que es el bedel, y no solo eso, tiene dos agujeros muy claros en el cuello y eso es malo, muy malo.
—¿Qué ha pasado? —pregunto nerviosa.
La secretaría se echa a llorar y cuando voy a consolarla, se aparta de mí como si tuviera la peste. No la toco, parece aterrada.
—Llamaré a la alcaldesa. Luego hablamos.
Saco el móvil y llamo a Francine.
—¿Helena? ¿Qué ocurre? Estoy reunida.
—Ven al colegio, a la zona de adultos, ya y trae al comisario.
—Dios mío, ¿ha pasado algo importante?
—Sí, un asesinato con desangramiento. Ven ya.
Hago que la gente no se acerque, le pido a todo el mundo que se quede en sus clases. Louise está sentada en un rincón, llorando y con una de las profesoras humanas que suele dar clases nocturnas.
Miro al bedel, aunque era un hombre desagradable, tampoco merecía morir. Me acerco a su rostro y el olor a la sangre me marea, siento la pulsión de tomarla, incluso del suelo. Esto me está trastornando demasiado. Hago unas fotos con el móvil de todos los ángulos y espero a la alcaldesa.
No es bueno, nada bueno. No ha habido ningún asesinato en unos cien años y menos, a cargo de un vampiro. Esto va a ser difícil de contener. Pronto, el rumor se extenderá por toda la ciudad y haremos honor al nombre de nuestra ciudad. Una gran crisis nos espera.
Llega Francine, que es vampira desde hace ciento veintidós años y fue convertida en sus cuarenta y dos, siendo senadora en los Estados Unidos, y se horroriza. El comisario nocturno, Duncan, es un vampiro de cincuenta años de conversión y treinta y tres años, grande y algo bruto, fue jugador de rugby, pero es muy amable.
Enseguida aprecian lo que he hecho, pero se miran y sé lo que toca, van a tener que comunicarlo a las autoridades humanas.
—Esto es muy importante —me susurra Francine—, y muy malo.
—¿Quién lo ha descubierto?
—Ha sido Louise, Duncan. Pero está muerta de miedo. No sé si podrás sacarle algo.
—Lo intentaré. ¿Habéis tocado algo?
—Solo le di la vuelta para asegurarme de que estaba… muerto. Pero cuando he llegado había mucha gente alrededor.
—Bien, quédate si quieres mientras llamamos a la autoridad.
Veo que la alcaldesa se retira aunque escucho perfectamente sus susurros, sí, tenemos buen oído. Lo que no entiendo es cómo se puede asesinar a alguien en medio del pasillo sin que nadie lo haya visto.
—Reúne a todos los vampiros que están en el colegio, por favor —pide Duncan.
—¿Crees que ha sido uno de ellos? Los de mi clase están libres, ninguno salió.
—Hablaremos con todos, sin excepción —dice Duncan—. Deja que los humanos se vayan, aunque si no te importa, toma nota de sus nombres. Siento implicarte, Helena, pero ya sabes que vamos cortos de personal.
Acepto sin dudarlo. No digo que sea emocionante un asesinato, pero aquí nunca pasa nada.
Voy clase por clase anotando nombres, aunque los conozca en su mayoría y envío a los vampiros al salón de actos. Ellos obedecen, mientras que sus compañeros humanos, hasta ahora tan amigables, los miran mal.
Pronto, la noticia correrá como la pólvora y empezarán las tensiones. Sí, como dice Francine, esto es un desastre y no sé cómo lo vamos a poder arreglar. 
Capítulo 2. Los militares
Helena
Tenemos un helipuerto, aunque no lo usamos nunca. Hoy sí. A la hora y media de la llamada de Francine aterriza un enorme helicóptero del ejército de Naciones Unidas, y salen una docena de soldados y cuatro o cinco personas más. Como esperábamos, la noticia se ha extendido por la ciudad y empezamos a notar el mal ambiente incluso ahora que faltan pocas horas para el amanecer.
Francine me mira preocupada mientras esperamos que se acerquen los que han desembarcado del vehículo. Son casi todo hombres, grandes y fuertes, y sí, alguna mujer también.
El que parece estar al mando, un militar de hombros anchos y de más de cincuenta, se acerca a Duncan. El resto, se queda formado. Cuatro personas más, tres hombres y una mujer nos miran sin decir nada.
—Vamos al colegio —dice el que manda.
—Señor, pronto amanecerá. Deberíamos retirarnos.
—¿No se puede cerrar el colegio? Nos quedamos ahí.
—Pero...
Francine me mira y niega con la cabeza. Yo aprieto los puños, enfadada. Los vampiros necesitamos dormir durante el día, al menos unas horas, porque nuestro cuerpo se queda sin fuerzas. Claro que podemos estar despiertos pero ¿quién quiere ver a un vampiro enfadado por no poder cerrar los ojos?
Hay en total treinta y dos vampiros encerrados en el salón de actos. Es cierto que es hermético y la luz no nos afectará, pero sí la falta de sueño. Y de comida.
Aunque supongo que uno de ellos, si es que no ha venido de fuera, estará satisfecho por la sangre. No entiendo cómo pueden estropear la convivencia, por mucho que el tipo fuera desagradable.
Los soldados se distribuyen por toda la sala, con las armas preparadas y yo protesto.
—Señor, no creo que nadie vaya a hacer ninguna tontería. No necesitan apuntarles con un arma.
Duncan me lleva a un lado y me pide que me tranquilice.
—Es el protocolo, Helena, no lo hagas más difícil.
—Sabes que son inocentes, los conoces a casi todos.
—Y tú sabes que ha habido un asesinato. Siéntate, por favor, y espera que te interroguen.
Me siento con mis alumnos, que me miran asustados. Intento tranquilizarles mientras el hombre, que se presenta como el general Hower nos pide paciencia y explica que van a ser interrogados por los investigadores, además de tomar análisis de sangre y también de colmillos. ¡Qué inútiles! Si piensan que haciéndonos un frotis lograrán encontrar algo, están muy equivocados.
Miro hacia los cuatro que están en un lado. Tres de ellos son los típicos científicos que nos miran con cierto miedo, pero el cuarto no. Él observa con cierta arrogancia a todos los presentes y, de repente, se vuelve hacia mí y me caza mirándolo. Sus ojos son diferentes, es algo y no sé qué. Noto unas ciertas ondas de energía que salen de él y una sonrisa diría que con cierta malicia. Retiro la vista. ¿Qué es? No es humano, pero tampoco vampiro. Y me da que no tiene buenas intenciones.
El comisario Duncan divide a los alumnos para cada uno de los investigadores y el tipo extraño me mira.
—Yo empiezo con ella.
Me tenso, pero me levanto. He de demostrar tranquilidad a mis alumnos para que ellos lo estén.
Duncan les indica varias clases vacías para que entren y se encargará de enviar a los alumnos, algunos ya sollozando, al interrogatorio. Francine me mira con una advertencia, para que me tranquilice y yo me encojo de hombros. He participado en la historia, he luchado y, aunque me haya convertido en una persona retraída —quizá por vivir tanto tiempo—, mi carácter se ha domado.
Entro en la clase y el tipo se sienta en la mesa de la profesora de Matemáticas, observando el lugar. Yo me acomodo en una de las mesas, esperando. Sus largas piernas salen de detrás de la mesa, el tipo se ha recostado en la cómoda silla. Su cabello es negro y espeso y lo lleva revuelto. Al final, acaba mirándome y sí, veo que sus ojos son algo alargados, y su pupila casi cubre todo el iris. No es humano.
—¿Qué eres? —pregunto sin poder evitarlo. Él da un suave respingo y se apoya con los codos en la mesa, incómodo.
—Las preguntas las hago yo —dice con una voz ronca.
—Ya, pero quiero saber con quién estoy hablando. No eres humano o vampiro. ¿Qué eres?
Sonríe, de forma que me pone de los nervios.
—Me llamo John Smith y soy investigador.
—Ah, qué nombre tan original. ¿No te llegó la imaginación para algo más... distinto? De verdad, pocas películas has visto.
Parece molesto, pero abre la tablet que lleva en la mano.
—Señorita Helena Duchamp, nacida en 1696, convertida en 1734...
—Eso ya me lo sé y es de mala educación hablar de la edad.
Vuelve a fruncir el ceño.
—¿Qué vio?
Le explico lo que vi,  lo que hice y me pide las fotografías. Me da su móvil para que se las pase por mensajería y eso hago.
—¿Cómo era el bedel?
—Desagradable —digo sin pensar—, o sea, siempre, desde pequeño, era un niño problemático, no quiso estudiar y Duncan tuvo que llamarle la atención varias veces por acosar a las muchachas vampiro.
—¿A usted la acosó?
—Yo soy mayor que él desde hace muchos años. Sé defenderme. Solo quiso propasarse una vez.
—¿Y lo amenazó? —dice acercándose a mí. Siento unas olas como de energía que intentan ¿traspasarme?
—No hizo falta —digo sacudiendo la cabeza—. Comprendió que no tenía nada que hacer.
—Porque usted es superior a él.
—No se trata de eso. Él era desagradable, sin más.
—¿Quién más pensaba mal de él?
—Oiga, está sacando las cosas de sitio. Yo...
Alguien llama a la puerta, uno de los soldados y le hace una señal al hombre que sale. Yo me asomo. Se llevan a Lynette, una alumna vampiro de unos dieciséis años, pero setenta desde el segundo nacimiento. No puede ser, ella es muy dulce.
—Ha confesado —dice Duncan cuando intento acercarme a ella—. Se ve que el tipo intentó abusar de ella. Y se defendió como pudo.
—¿Qué le va a pasar?
—Habrá un juicio y tendrá posibilidad de defenderse, pero un asesinato con desangramiento se paga con la muerte —comenta Francine tomándome del brazo, no sé si para consolarme o sujetarme.
Los soldados se retiran y piden a todo el mundo que se vaya a casa. Estamos alicaídos. Uno de mis alumnos, Gustav, se acerca.
—No me lo creo, profesora, Lynette no ha podido ser. Ella es demasiado dulce.
—Yo tampoco, Gustav, haré lo posible por descubrir al verdadero culpable.
Se va, más tranquilo y me quedo mirando cómo se llevan a la pobre chica, esposada con grilletes de plata que ya están haciendo heridas en sus delicadas muñecas.
Pronto amanecerá, quedan minutos y tenemos que irnos lo antes posible. Cerrarán el colegio, para examinarlo, así que tendré que avisar a Aisha. Me despido de Francine y, aunque tengo ganas de volver corriendo a mi casa, no quiero llamar demasiado la atención.
Alguien se pone a mi lado. El tal John Smith. Me vuelvo, enfadada.
—Qué conveniente, ¿verdad? Una chica joven y débil como culpable.
Estoy muy enfadada y él me mira, serio.
—Yo tampoco creo que haya sido ella. ¿A quién podría proteger?
Me sobresalto y lo miro, entrecerrando los ojos. ¿Lo dice en serio?