Despierta - Anne Aband - E-Book

Despierta E-Book

Anne Aband

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 YA DISPONIBLES LOS 3 LIBROS DE LA SERIE "HIJAS DE LA LUNA" "Tiene una narración ágil, fresca e intensa. La historia engancha desde el principio al final" -EsterDamon "Esperando la segunda parte con ganas, veremos lo q sucede y no quiero decir mucho más ,por no hacer spoiler, pero me ha encantado. La recomiendo 100%"- Tania  Amaris  nunca pensó que ella podría ser nada más que una camarera con solo una ilusión: que Josh, el hermano de su mejor amiga, se fijase en ella. El día que una mujer impresionante, Sabine, la visita, todo empieza a cambiar. Le dice que ella pertenece a una estirpe de guerreras, las hijas de la Luna, por mucho que ella no se vea así. A partir de ese momento, la misma Luna la inicia, y comienzan los cambios. Los acontecimientos se precipitan. La guerra contra los oscuros empieza. Sus amigos se van, pero aparecen dos guerreros, encargados de protegerla. Uno de ellos,  César,  es arrogante e insolente y, sin embargo, a ella se le revoluciona el corazón cuando lo mira. Ahora tiene que prepararse, aceptar la responsabilidad y los dones que le han tocado y asumir que todo no va a ser fácil, aunque ella luchará por su familia, amigos y por el amor verdadero, a cualquier coste. Únete a la lucha, conoce a los elementales que la protegen, derrota a los oscuros y haz que venza el amor.

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Seitenzahl: 263

Veröffentlichungsjahr: 2025

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HIJAS DE LA LUNA I: DESPIERTA

HIJAS DE LA LUNA I: DESPIERTA

Anne Aband

Copyright © 2021 Anne Aband

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea electrónico o mecánico, incluyendo sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso por escrito del editor, excepto en el caso de reseñadores que podrán citar fragmentos breves en sus críticas. El uso no autorizado de este contenido constituye una infracción de los derechos de autor y será perseguido conforme a la ley.

Book Cover Yolanda Pallás

Corrección: Sonia Martínez

Astera Ediciones

ISBN: 979-13-87990-19-0

[email protected]

www.anneaband.com

Para las lectoras que no se cansan de leerme. Después de tantos libros, ahí estáis, conmigo…

Gracias por todo lo mucho que me dais.

Amaris: de origen hebreo, significa «hija de la luna».

“En las leyendas, el héroe siempre rescata a la doncella del castillo del dragón. Pero la vida no es una leyenda”

George R.R. Martin

(A lo que yo añadiría que las doncellas ya no existen. Ahora somos guerreras, luchamos solas y no necesitamos que nos rescaten. Pero también aceptamos ayuda de quien nos ame).

Disfruta de la historia.

Capítulos

Personajes

Capítulo 1. El descubrimiento

Capítulo 2. Iniciación

Capítulo 3. La visita

Capítulo 4. El complejo

Capítulo 5. Shock

Capítulo 6. Explicaciones

Capítulo 7. Una idea

Capítulo 8. Visita al pasado

Capítulo 9. Noche y estrellas

Capítulo 10. Cambios

Capítulo 11. Desaparecido

Capítulo 12. Desconocidos

Capítulo 13. Fuerzas contrarias

Capítulo 14. Demasiado

Capítulo 15. Búsqueda

Capítulo 16. Otra desaparición

Capítulo 17. Descubrimiento de los dones

Capítulo 18. Sombras

Capítulo 19. Sueños

Capítulo 20. Noticias

Capítulo 21. Transmisión

Capitulo 22. Un plan

Capítulo 23. Oscuridad

Capítulo 24. Preparados

Capítulo 25. La transformación

Capítulo 26. El encuentro

Capítulo 27. Otro paseo

Capítulo 28. Mal humor

Capítulo 29. Nuevas experiencias

Capítulo 30. Iniciación

Capítulo 31. Intercambio

Capítulo 31. Una visita especial

Capítulo 32. Otra vez

Capítulo 33. Engañados

Capítulo 34. Búsqueda

Capítulo 35. Un accidente desgraciado

Capítulo 35. Conversión

Capítulo 36. El ataque

Capítulo 37. La fuente

Capítulo 38. Recuperación

Epílogo

Comentarios y notas finales

Hijas de la luna II. Renacida

La guerrera de la luz

Capítulo 1: El despertar

Personajes

Amaris: joven guerrera. Es delgada pero fibrosa. Pelo moreno, largo, ojos castaños.

Arwen: elemental del aire de Valentina.

Augusta: reina de las guerreras. Tiene más de cien años, aunque aparenta unos ochenta. Vive retirada desde que las sombras desaparecieron.

Aurora: guerrera de la luna desde hace cuatro meses. Fue abandonada de niña y se ha criado en la calle.

Branwen: elemental del aire de Amaris.

Brenda: guerrera de la luna. Maneja el arco y las flechas en cualquier momento y posición. Aprecia a Amaris.

Bull: oscuro, guardaespaldas de Peter.

Calíope: guerrera de la luna. Guardaespaldas de Augusta.

Calipso: bisabuela de Amaris. Venció al demonio mayor

Celeste: guerrera pelirroja, magia del aire, sigue a Sabine y desearía ser su ayudante.

César: guerrero de la luna. Tiene ascendencia oscura.

Dionne: nueva guerrera.

Dragón: salamandra de César.

Flavia: guerrea de la luna. Guardaespaldas de Augusta.

Gwen / Gwendoline: hermana de Augusta. Es más joven, aparenta unos setenta y cinco. Lleva el único grupo de guerreras que sobrevive.

Hall: nuevo guerrero.

Josh: primer amor de Amaris. Encuentra a su padre perdido y sufre una transformación.

Lin Tzu: guerrera de la luna, del complejo de Shu li.

Marco: hermano de César, más joven y amable.

Martha: hermana de Josh, mejor amiga de Amaris.

Payron: demonio oscuro, uno de los grandes vampiros, hijo de Pangeo.

Peter: oscuro, vampiro de energía.

Reina: salamandra de Martha.

Sabine: mano derecha de Gwen, es alta, fuerte y una dura guerrera.

Samara: guerrera retirada que crio a César y a Marco.

Serewen: elemental del aire de Wendy.

Shelma: nueva guerrera.

Sholanda: guerrera de la luna.

Valentina: hermana de Amaris. 17 años.

Vanir: demonio oscuro, hijo de Pangeo.

Venus: salamandra hembra de Marco.

Wendy: madre de Amaris y Valentina.

Capítulo 1. El descubrimiento

Amaris recogió la mesa en la que habían tomado hamburguesas unos ruidosos clientes con tres niños. A veces tanto jaleo la agotaba. Su jefe le señaló una nueva mesa ocupada, así que dejó la bandeja cargada de los restos de la comida en la barra y cogió la libreta para anotar el pedido. Se acercó hacia la mesa más esquinada del local, que ni siquiera daba a la cristalera donde se veía la plaza y la terraza del bar, a estas horas de la tarde, ya recogida. Tenía calor y ganas de marcharse. Los pies la mataban. ¿A quién se le ocurriría estrenar zapatos un sábado por la tarde, cuando más trabajo había? Y, sobre todo, no quitárselos por si él venía.

Luego había quedado con Josh. Pasaría con la moto a recogerla. Él era su mejor amigo, además de ser uno de los chicos más guapos de la ciudad. Estaba pasando por una mala época, pues su madre acababa de fallecer. Ella quería animarlo, a toda costa. Reconocía que querría algo más, salir con él, pero estaba segura de que él la veía como una hermana. De hecho, Martha, su mejor amiga, era precisamente la hermana de Josh. Desde que se había ido a estudiar fuera, ambos se habían unido algo más.

Miró hacia la mesa y enarcó las cejas con sorpresa. La mujer que estaba allí sentada era de todo menos normal. Alta, atlética, con un mono blanco ajustado a sus curvas y el cabello casi blanco recogido en una coleta tirante. Sin embargo, no tendría más de treinta y cinco.

—Buenas noches, ¿qué desea tomar? —preguntó Amaris educadamente.

—¿Eres Amaris, y tu madre se llama Wendy Capshaw?

—Sí, ¿quién es usted? No la conozco.

—Me llamo Sabine, encantada de conocerte. ¿Puedes sentarte unos minutos?

—Tengo que trabajar…

—No hay nadie en el café ya. No creo que tu jefe tenga problemas.

Miró hacia la barra y el jefe se metió en la cocina, como si ella se lo hubiera ordenado en silencio. Amaris se sentó, curiosa.

—¿En qué puedo ayudarle?

—Pareces una buena chica, Amaris —dijo ella mirándola fijamente—, y eso está bien. Es complicado que puedas comprender lo que te quiero contar y seguramente no lo creas. Pero todo lo que te voy a decir es cierto.

—Pues dígame —Amaris empezaba a removerse nerviosa, tenía ganas de salir corriendo. ¿era una lunática?

Sabine sonrió como si hubiera recordado una broma.

—¿Tu madre te ha contado algún cuento sobre monstruos?

—¿Cómo sabe eso? —dijo Amaris.

—Porque yo conozco a tu madre, éramos compañeras —contestó ella—. Y dime, ¿qué te contaba acerca de los monstruos?

—Me decía que se escondían en las sombras y que se llevaban a los niños. Tuve un trauma por eso. Apenas salí de casa por la noche casi hasta los dieciocho —protestó ella.

—Eso está bien.

—Si es amiga de mi madre, ¿por qué nunca la he visto en casa?

—Es una historia muy larga, por resumir te diré que discutimos y dejamos de hablarnos. Pero yo siempre la quise como una hermana.

—Mi madre tiene cincuenta y seis años, y usted no parece…

—Yo tengo cincuenta y cuatro y gracias por decirme que no parezco —Sabine pareció satisfecha—. Tengo buena genética. El caso es que es cierto que existen los monstruos.

Amaris enarcó la ceja. ¿Era una loca? ¿Qué narices quería decir con eso de que existían los monstruos?

—Verás, como te he dicho antes, quiero contarte una historia —suspiró y la miró a los ojos—. Los monstruos existen y también los demonios, aunque en este momento no puedas creerlo. Te voy a contar lo que parece un cuento. —Hizo una pausa dramática y enseguida continuó—. Hace cientos de años, hubo un revuelo en el inframundo porque un demonio escapó, infectando a varios humanos. Los convirtió en vampiros que se alimentaban de almas puras, como la de los niños, pero también de otras personas. La diosa Luna, preocupada por todo lo que estaba pasando en la Tierra, insufló el espíritu del bien en algunas mujeres, que habían destacado por su valentía y coraje. Ellas se transformaron en guerreras de la luna y pudieron contener a los monstruos —Amaris seguía callada, sin saber qué decir ante ese cuento—. Sé que piensas que no es cierto, pero déjame acabar y te lo mostraré. Las mujeres que se habían convertido en guerreras fueron a vivir juntas y entrenaron bajo la protección de la diosa Luna para proteger a la humanidad. Los vampiros aparecieron en otras ciudades, así que se crearon nuevos grupos de guerreras. Cuando ya había más de diez grupos, decidieron nombrar reina a la primera mujer que fue elegida por la diosa. Lucharon y se hicieron fuertes hasta que, hace unos años, hubo una gran lucha final y entonces los vampiros desaparecieron, o eso creímos. Las mujeres decidieron ir dejando de ser guerreras, aunque la reina seguía al cargo. Ella también tuvo dos hijas, una de ellas, la actual reina. Aunque ahora mismo no hay guerreras. O se supone que no debería haber.

—No entiendo por qué me cuentas todo esto —interrumpió Amaris mirando la hora. Era casi tiempo de cerrar y Josh vendría pronto.

—Deja de interrumpirme y acabaré a tiempo de que te recoja tu novio.

—No es mi novio —se sonrojó Amaris.

—No importa. La otra hermana de la reina, junto a unas cuantas leales, se negaron a dejar de entrenar. Temían que, si dejaban de hacerlo, los monstruos reaparecerían. En estos momentos solo hay dos grupos, o había, de mujeres guerreras. Uno de ellos fue atacado y creemos que no ha habido supervivientes.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? Yo no soy una guerrera. Nadie de mi familia lo es.

—En eso te equivocas. Tu madre entrenó conmigo, ella era una guerrera.

Amaris abrió la boca. No tenía nada que ver con esta mujer. Su madre estaba algo entradita en carnes y desde luego, no en forma.

—No me lo creo, lo siento —dijo Amaris levantándose.

—Siéntate —dijo Sabine haciendo un gesto con la mano y haciendo que una fuerza inexplicable le obligase a sentarse—. Tú eres hija de una guerrera, y por tanto tienes los genes que necesitamos para ser iniciada en el espíritu.

—Creo que no. Soy una chica normal, no tengo nada de especial. Te equivocas —dijo ella levantándose con fuerza.

Sabine se sorprendió al ver que la chica se había liberado de su agarre. Sonrió. Ahí había posibilidades.

—Me temo que no soy quién crees. Tengo que irme.

—Esto ya ha empezado, Amaris, y pronto empezarás a sentir cosas —cogió la libreta de pedidos y anotó un teléfono—. Avísame cuando eso pase. Puedo ayudarte.

Sabine se levantó y salió del bar caminando con seguridad. El ruido de una moto se escuchó justo entonces. ¡Había llegado Josh! Entró en el office y se cambió en dos minutos, se echó colonia y se pintó los labios. Se despidió de su jefe y salió a la calle donde Josh estaba apoyado en la moto, esperándola.

—Hola, Amaris, ¿qué tal? —dijo sin acercarse a ella.

—Bien, o eso creo. Hablé con Martha hoy. Ha dicho que ha sacado buenísimas notas. —Ella tampoco se acercó, aunque le hubiera encantado besarlo.

—Sí, mi hermanita es una empollona. ¿Quieres que vayamos al lago a ver las estrellas? Hoy ha sido un día duro.

—Claro —dijo Amaris. En realidad, hubiera preferido ir a tomar un helado y pasear de la mano, para eso tenía zapatos nuevos, pero asintió.

Se montó en la moto y se agarró del fuerte torso del hombre. Tenía veintitrés, solo un año y medio más que ella, y trabajaba en un taller mecánico, pues desde que su madre se había puesto enferma, tuvo que dejar los estudios. Al igual que el padre de Amaris, el suyo lo abandonó cuando eran solo unos niños. Eso hizo que, de pequeñas, Martha y ella fueran inseparables.

Josh condujo hacia el lago. Había una zona cubierta de césped donde muchas parejas se encontraban para besarse, aunque ellos nunca lo habían hecho. Esa noche estaba despejada y no había nubes, por lo que la luna se veía rodeada de estrellas. Se sentaron sobre la hierba frente al lago. Ambos estaban en silencio. Amaris no dejaba de pensar en la extraña mujer que había llegado al bar. No sabía si contárselo o no a Josh.

—¿Qué tal estás? —dijo ella pasándole la mano por el hombro. Él se encogió de hombros.

—Hoy he recogido sus cosas y las he metido en una caja. No quise que viniera Martha, está de exámenes. Bastante tiene con sacar el curso después de todo lo que ha pasado.

—Es duro. Si a mi madre le pasara algo…

Él suspiró, triste. Miró al lago para evitar que ella viera esas lágrimas que estaban a punto de caer.

—Supongo que se veía venir, y la verdad, sufrió tanto al final… que casi fue un alivio cuando se fue.

Amaris abrazó al chico y apoyó la cabeza en su hombro. Josh se echó sobre la hierba y ella lo imitó.

—Está precioso el cielo —susurró ella mirando la hermosa luna menguante.

Las estrellas parecían brillar todavía más y la luna tenía un precioso halo brillante alrededor. Se sintió arropada por la naturaleza. Escuchó los pequeños animalitos de la noche, la respiración suave de Josh y se sintió en paz.

Miraba fijamente a la luna, se sentía atraída por ella. ¿Tal vez estaba influenciada por todas las cosas que la tal Sabine le había dicho? El resplandor de la luna pareció extenderse por el cielo, cubriendo el brillo de las estrellas. Una suave luz pareció bajar hacia ella, quiso moverse, pero no pudo. Miró de reojo a Josh que respiraba suavemente con los ojos cerrados. El rayo de luz la alcanzó y la bañó con una suave caricia. Sintió cada una de sus células revivir, de alguna forma, con fuerza. Al cabo de un rato que le pareció eterno, la luz se retiró y ella se sentó. Josh seguía con los ojos cerrados, y ella lo movió con suavidad. Él los abrió.

—¡Qué raro! Me he dormido —dijo él sonriendo. Se la quedó mirando con curiosidad—. Estás distinta, Amaris, parece que… brilles.

—No digas tonterías. Será mejor que nos vayamos. Estás agotado.

Josh se levantó y ambos subieron a la moto. La dejó en casa y Amaris se acostó, cansada. Su madre y su hermana ya dormían, así que no hizo ruido.

La cama la acogió con tibieza y ella enseguida se durmió. Esa noche sería la primera en la que tendría terribles sueños.

Capítulo 2. Iniciación

Amaris se levantó tarde ese día. Se sentía muy cansada por las pesadillas que había tenido. No lograba distinguir nada, pero alguien la perseguía, y, lo peor, perseguía a su familia. Ella gritaba y corría, pero ellas no se daban cuenta. Se metió en la ducha, hoy no trabajaba. Su madre la llamó cuando ya estaba vistiéndose, pero no contestó. Aunque hacía buen tiempo, se había duchado con agua muy caliente y el baño parecía un lugar lleno de niebla. Se puso unos viejos jeans y una camiseta y bajó a ¿desayunar?, ¿comer? Ya era la una.

—Perdona, mamá, dije que te ayudaría con la colada, pero estaba agotada.

—No te preocupes, cariño. Deberías haberte secado el pelo. Había preparado tortitas, pero estoy ya con la comida. Si tienes hambre…

—Estoy famélica.

Amaris comenzó a comerse una tortita con un zumo de naranja y miró a su madre mientras ella cortaba las verduras para el guiso de pollo. Manejaba con destreza el cuchillo y, aunque tenía algo de sobrepeso, se notaba bella, con un cuerpo que sí había sido atlético, sin duda. ¿Podría ser posible que lo que Sabine le había contado fuera cierto?

—Mamá, una cosa, ¿tú conoces a una tal Sabine?

Su madre se volvió mirándola con ojos entre aterrados y sorprendidos.

—¿De dónde has sacado ese nombre? —dijo acercándose a ella sin soltar el cuchillo. Amaris se echó un poco para atrás. Wendy se dio cuenta de que llevaba el cuchillo y lo dejó en la tabla de cortar.

—Ayer, en el bar…. Una mujer se me acercó, me dijo que había sido tu amiga.

—¿Era alta y muy guapa? ¿Con el pelo claro?

—Sí. ¿La conoces entonces? Me contó unas cosas rarísimas, increíbles…

Wendy se puso pálida.

—¿Qué te dijo?

—¡Hola, mamá! ¡Hola, dormilona! —dijo Valentina entrando en la cocina. Su madre le dio un beso y continuó cortando, muy rápido y preciso. Las chicas se quedaron mirando con curiosidad y ella, cuando se dio cuenta, sonrió y comenzó a hacerlo a ritmo normal.

—¿Quedaste ayer con Josh? —dijo Valentina, robándole un trozo de tortita de su plato.

—Sí, fuimos al lago.

—¿Cuándo le vas a decir lo mucho que te gusta? —dijo su hermana pequeña.

—¡Val! Te estás pasando —dijo ella recogiendo su melena con una pinza—. Yo no te pregunto nada de Hal, ¿verdad?

Valentina se puso colorada y salió de la cocina. Amaris sonrió. Las dos hermanas eran un poco tímidas con los chicos, aunque ella, además, sufría en silencio por el hermano de su mejor amiga.

—¿Qué llevas ahí? Déjame ver.

Wendy cogió su rostro y lo volvió hacia la izquierda, pasando el dedo por su sien derecha.

—¿Qué pasa? ¿Qué llevo?

—Oh, por la diosa —exclamó la madre sin poder evitarlo—. Han vuelto. ¿Sentiste algo especial ayer? Fuiste al lago, ¿no? ¿La luna?

—Sí, mamá. Sentí algo, y esta noche he tenido unas pesadillas horribles.

Wendy se quedó callada y Amaris se levantó para mirarse al espejo. Era un poco difícil verse la sien derecha, pero pudo ver que tenía una luna menguante, con un par de estrellas pequeñas, como si fuera un tatuaje de apenas dos centímetros de largo.

—¿Qué es esto, mamá?

Su madre cogió un pañuelo, lo mojó y se lo pasó por la sien. Apareció un tatuaje similar al de Amaris. La cogió de la mano y se sentaron en el sofá. Wendy suspiró y la miró a los ojos. Valentina apareció de nuevo y la madre hizo un gesto con la mano y ella, ligeramente confundida, se volvió a marchar de la habitación. Amaris enarcó las cejas.

—Todavía es muy joven para saber la mierda de mundo en la que te acabas de meter, hija.

—Cuéntamelo todo, por favor —dijo Amaris sorprendida de escuchar a su madre esas palabras.

—No sé cómo empezar.

Wendy se apoyó en el sofá y cerró los ojos, intentando ordenar sus ideas. Amaris se cogió las manos y esperó. Pronto, su madre volvió a mirarla, pero sus ojos no eran los de siempre, esa mirada era fiera, como la de Sabine.

—Yo era una de ellas. Una hija de la Luna, una guerrera. Entrené duro durante unos años, casi toda mi juventud. Pero los monstruos contra los que debíamos luchar habían desaparecido, así que quise seguir mi vida. Muchas de nosotras lo hicimos así. Solo las que seguían a Gwen decidieron continuar entrenando. Yo conocí a tu padre y me enamoré. Es cierto que no salió demasiado bien y que cuando Valentina tenía dos años, él se fue sin despedirse, pero no me importó. Vosotras sois lo mejor y más bonito de mi vida.

—Sí, pero ¿qué son las Hijas de la Luna? Sabine me dijo que luchaban contra monstruos…

—Ya veo. Nunca pudo callarse a tiempo. Tenía que haberme contactado a mí y no a ti. Cuando la tenga a mi alcance…

—Pero qué significa que tenga este tatuaje, ¿cómo me ha salido?

Wendy miró con pena a su hija. Era cierto que ella empezó más pronto, no tenía ni diecisiete cuando fue ungida por la luna, pero era su niña. ¿Cómo se iba a convertir en una guerrera ella, tan delgada, tan joven…?

—Es el primer paso de la iniciación. La diosa Luna elige a sus candidatas, bien por herencia de sangre, como en tu caso, bien por méritos propios. Solo pasa cuando la Oscuridad acecha. Me temo que vas a ser una de ellas. No puedes decir que no.

—No sé si quiero, mamá. ¿Y si me niego?

La madre cogió las manos de la chica y acarició su rostro.

—No funciona así. Es un honor que la Diosa te haya elegido, aunque me da miedo, por supuesto. Los enemigos a los que te puedes enfrentar son traicioneros, muy peligrosos, y deberás trabajar duro. Pero merecerá la pena, Amaris. Ser guerrera, tras ser madre, fue lo mejor que me ocurrió en la vida.

—¿Tú crees que tengo pinta de guerrera? —dijo Amaris incrédula—. Vi a Sabine, incluso puedo intuir lo que fuiste y no creo que yo sea así.

—Yo era más flaca que tú, pero el entrenamiento y los dones de la Diosa cambian tu mentalidad y tu físico. Es como si evolucionásemos, ¿sabes?

Amaris observó los ojos brillantes de emoción de su madre. Todavía no estaba segura, pero podría intentarlo. Si su madre se sentía tan orgullosa de ella, no quería defraudarla.

—¿Podré seguir trabajando? O sea, necesitamos el dinero.

—Las guerreras reciben una asignación mientras lo son. Más de lo que tú ganas, desde luego.

—Y tú, ¿no recibiste nada?

—Mientras estuve, sí, pero luego se acabó. Soy feliz de todas formas en mi trabajo en el banco. No me quejo.

—No sé si puedo asimilar más información —dijo Amaris suspirando—. Pero ¿cuál es el siguiente paso?

—Supongo que vendrán a buscarte. Sabrán que la Diosa cuenta contigo y te llevarán al complejo. Es un lugar escondido, a las afueras, donde entrenamos… donde entrenan y viven las guerreras. Tendrás que vivir allí, pero serás libre de venir cuando quieras. Al menos, eso era antes.

—¿De verdad tengo que aceptar? —Wendy asintió. Amaris se sintió mareada y su madre la abrazó.

—Es un honor ser guerrera de la Luna, cariño. Y si acabáis con las sombras, puede que tu hermana no necesite serlo. Hagámoslo también por ella.

Amaris asintió y salió hacia su cuarto. Necesitaba estar un momento a solas y pensar todo lo que estaba pasando. Se sentó encima de su cama y miró por la ventana. Las hojas de los árboles se movían suavemente y entraba una brisa cálida por la apertura. Un pequeño remolino removió su cabello y lo soltó de la pinza. Amaris se levantó y sintió que el aire la rodeaba, secando su pelo húmedo y dejándole una agradable sensación en su cuerpo. Unas risas agradables la rodearon y le hicieron cosquillas en la cara.

—¿Qué ocurre? —sonrió Amaris alzando una mano.

Una pequeña forma casi humana se situó encima de su palma. La observó al detalle. Era una niña, con ojos rasgados que cubrían casi toda su cara. La boca era también grande y su nariz casi inexistente. Llevaba un vestido hecho con las hojas de diferentes tonalidades verdes. Sonrió y acercó su carita de tres centímetros a la de Amaris. Una de sus pequeñas manitas le acarició la nariz y, al ver que ella iba a estornudar, se alejó de su lado. La joven estornudó y la brisa, después de dar otra vuelta a su alrededor, salió por la ventana.

Capítulo 3. La visita

Después de comer, e intentando disimular delante de Valentina, su madre hizo el mismo gesto de la mano y la hija menor fue a la cocina a limpiar los platos.

—¿Sueles hacer esto con nosotras a menudo? —dijo Amaris a su madre.

—Lo cierto es que no, a ver, no diré que alguna vez… pero no muchas. Es un don que hay que respetar.

—Antes me ha pasado algo raro. Una brisa entró en la habitación…

—Oh, ellos se han puesto en contacto contigo, ¡qué pronto! Tal vez sea porque tus dones serán de aire.

—¿Qué son?

—Recuerdas los cuentos que te contaba, te hablé de los espíritus del aire, las sílfides, ellas están ligadas a nosotras. Otros elementales, los de fuego, son las salamandras, los de agua, las ninfas y los de tierra, los duendes. Y raramente aparecen los elementales del éter, los narvales, que son seres traslúcidos que parecen ballenas, aunque no lo son. Cada guerrera tiene una serie de guardianes que la acompañan y la protegen, la ayudan y mejoran su intuición. A veces las usamos como mensajeras, pero siempre con mucho respeto.

—Era preciosa, mamá. ¿A ti también te acompañan ellas?

—Lo hacían —contestó ella soñadora. Miró a su hija de nuevo.—. Hoy no salgas de casa, porque las cosas están yendo muy deprisa. Puede que pronto vengan a buscarte.

—¿Y qué le voy a decir a Valentina?

—Supongo que diremos que vas a estudiar con una beca. Como vendrás los fines de semana, no notará nada.

—Y si no, harás lo de tu mano —dijo Amaris.

—No se hace tan a la ligera, hija. Tú también aprenderás a usar tus dones, sean los que sean.

—¿No todas las guerreras tienen los mismos?

—No, qué va. El mío sobre todo era mental, por lo que puede que tú también lo tengas así. Sabine también tiene dones mentales, pero sobre todo es capaz de mover el agua a su antojo.

—¿Erais buenas amigas?

—Bueno, lo fuimos hasta que yo dije que quería irme. Y cuando conocí a tu padre, se enfureció. Una vez que te unes a un hombre, las guerreras solemos dejar de luchar. Aunque no es obligatorio. Pero si tienes hijos, la cosa cambia.

—¿Y hay chicos guerreros o solo sois mujeres?

—La diosa Luna siempre elije mujeres, pero estoy segura de que, llegado el caso, podría elegir a un hombre. No creo que en eso haya problema. Aunque es cierto que el grupo de Sabine no estaría de acuerdo con esto. Cuando vayas allí, ver, oír y callar. Al menos hasta que las conozcas a todas. Supongo que seguirán las mismas, pero no sé. Me desvinculé del grupo… o ellas de mí en cuanto hice vida normal y empecé a envejecer.

Un golpe en la puerta las sobresaltó. Wendy le indicó que se quedase en el sillón y fue a abrir.

Su madre entró en el salón seguida de dos hermosas guerreras, Sabine y otra de cabello rojizo.

—Hola, Amaris —dijo Sabine—. No esperaba verte tan pronto, pero la diosa ha decidido ungirte en su luz ya. Ella es Celeste.

La nombrada saludó con la cabeza. Parecía algo más joven que Sabine y miraba a la madre de Amaris con desprecio.

—Mi hija irá, pero antes tiene que despedirse de su hermana y preparar el equipaje. Yo misma la llevaré.

—No puedes acercarte, está prohibido para las que no son guerreras —escupió Celeste de malas formas.

—No seas borde —dijo Sabine—. Estás… bien, Wendy.

—Ja —dijo ella—. No hace falta que seas amable conmigo. Sé que el deber de mi hija es acudir allí y no voy a impedirlo. Pero exijo respeto —Wendy fulminó con la mirada a Celeste, que bajó los ojos.

—Está bien. ¿Has notado alguna cosa? —dijo Sabine mirando a Amaris. Wendy no les había ofrecido sentarse, pero ellas tampoco lo hubieran hecho.

—Vio a una sílfide —dijo Wendy con orgullo.

—No es posible —contestó Celeste mirando con rabia a Amaris.

—Tal vez se haya alterado el curso de la iniciación normal. Suelen tardar un par de meses en aparecer, por eso nuestra compañera se ha extrañado. Mañana pasaremos a buscarte a primera hora. Deja tus cosas arregladas.

Las dos mujeres, que iban vestidas con monos oscuros, salieron sin despedirse de la casa.

—Mamá, no estoy segura de ir. Parecen muy antipáticas. La tal Celeste ya me tiene manía.

—Tranquila —dijo ella sentándose a su lado—. Conocí a Celeste un año antes de irme. Es como diez años más joven que yo. Vino de América, donde la diosa la captó. Creo que le pareció fatal, como a todas, que decidiera marcharme. Pero me cansé de entrenar, de vivir luchando.

—¿Y si a mí no me gusta? ¿Qué hago?

—Si no te sientes cómoda, la diosa tendrá que buscarse otra candidata. No es la primera vez ni será la última. Aunque ellas se lo toman muy en serio, al final, serás libre de elegir. No dejes que te hagan de menos ni que te fuercen a nada que no quieras. Supongo que no habrá más de cuatro o cinco. Había otra cédula en la parte de Asia, no sé dónde.

—¿Por qué no hay más?

—Es complicado. La reina está apartada de la vida normal y cuando me marché, se fueron muchas más mujeres. Habíamos acabado con todas las sombras. Pero Gwen se negó a retirarse y siguió entrenando en secreto a aquellas que quisieron quedarse. Renunciaron a tener pareja o hijos y es por eso por lo que sienten algo de rencor para las que sí lo hicimos. Hay muchas más cosas que deberás saber, pero… creo que te las contaré más adelante.

—Está bien. Iré al trabajo a despedirme y quedaré con Josh. Esta noche se lo decimos a Valentina.

Amaris se levantó desanimada. Sí, había estado genial entrar en contacto con la magia de esos pequeños seres, pero de momento, era lo único que le agradaba. Ni las mujeres ni tener que luchar era algo que ella quería. Y, además, ¿contra quién? ¿Quiénes eran esos vampiros? ¿Serían igual que los de las películas? Ella nunca había escuchado nada de asesinatos sangrientos. Necesitaba saber más.

Iba a preguntarle a su madre, pero ella se fue a la cocina. También estaba algo alterada por la visita de sus antiguas compañeras, aunque no lo dijera. Salió de casa ya vestida y se encaminó hacia el bar mientras quedaba con Josh en una hora. Era una faena dejar a su jefe colgado, pero tampoco es que quisiera estar allí trabajando para siempre.

—Es como un ascenso —suspiró entrando en el bar.

No había mucho público y su jefe le sonrió.

—¿Qué haces aquí tan pronto?

—Siento decirte esto con tan poco tiempo, pero… me han dado una beca de estudios y empiezo mañana mismo. Pensé que tendría más tiempo…

—¡Es una buena noticia, Amaris! Me alegro mucho. Eres una chica muy inteligente y sacarás los estudios sin problema. Llamaré a mi hermano para que le diga a mi sobrino que te sustituya. Es un poco holgazán, pero últimamente hay poco trabajo.

—Te lo agradezco, John. No sé, si sale mal esto, tal vez vuelva a pedirte trabajo.

—¡Qué va! Seguro que no saldrá mal. Mira, ya viene tu novio.

Ella se giró y vio a Josh esperando delante de la moto, en la calle. No se molestó en aclarar las cosas. Ya le hubiera gustado que él se fijase de esa forma en ella. Se despidió de su jefe y de los compañeros y salió a la calle. En parte, se sentía más libre.

—Hola, peque, ¿qué ocurre? He pedido permiso en el trabajo. Me has parecido preocupada.

—¿Podemos ir al lago y te lo cuento?

El chico asintió y le pasó el casco. Salieron hacia el lago. Hoy hacía algo más de calor y cantaban las cigarras. Su vida estaba a punto de cambiar radicalmente, pero no podía decírselo a Josh.

—Verás —comenzó ella mientras se sentaban en unas piedras delante del lago—. Me han concedido una beca de estudios, y empiezo mañana. Iré a vivir en el instituto de lunes a viernes.

—¿Cómo? ¿te vas entre semana? ¿Dónde? ¿Qué vas a estudiar?

—Ya sé que es algo raro, pero me ha surgido esta oportunidad y no quiero perderla. Son estudios sobre arqueología y antiguas civilizaciones.

Él asintió. Amaris había pensado decirle eso porque sabía lo mucho que le apasionaba la historia antigua.

—¿Y cuánto tiempo es? —preguntó él—. Aunque bueno, espero verte el sábado y el domingo.

—Son varios cursos, pero depende. Si me gusta, seguiré, si no… pues vuelvo.

—Te echaré de menos —dijo Josh mirándola con sus dulces ojos castaños. Parecía que se iba a acercar, pero Amaris se levantó. No podía besarlo ahora, no cuando estaba decidiendo si dedicaría su vida a las guerreras, con todo lo que llevaba.

—Tengo que irme.