Fuerte y salvaje -Wolfhunters 3 - Anne Aband - E-Book

Fuerte y salvaje -Wolfhunters 3 E-Book

Anne Aband

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Hayda está rota por dentro, pero aún tiene una misión que cumplir. Y no permitirá que el amor la distraiga… ¿o sí? Dispuesta a acabar con la conspiración del regente George, Hayda se lanza de lleno a su objetivo, decidida a encontrar las pruebas que confirmen la traición y, si es necesario, destruir todo a su paso. South Bay se convierte en su nuevo destino, una ciudad donde los Córmacs supuestamente no existen... pero en la que acecha un peligro más silencioso: el suyo propio. Cédric, incapaz de quedarse atrás, decide seguirla. No solo por lo que se está jugando en la guerra, sino porque no puede dejarla sola, por más que ella insista en empujarle lejos. Él no la quiere dócil ni sumisa. La quiere tal y como es: fuerte, herida, viva. Aunque eso signifique enfrentarse a la mujer que más le asusta… y que más desea. En medio del caos, los caminos del pasado vuelven a cruzarse. Tasha, Diana, Kevin… cada uno aportará una pieza en este rompecabezas donde la pasión y el peligro son inseparables. Mientras la conspiración se intensifica y el ejército Córmac se fortalece, Hayda y Cédric deberán descubrir si su unión puede convertirse en un refugio… o si solo están destinados a arder juntos. Una historia corta, intensa, cargada de acción, tensión romántica y un cierre que te dejará sin aliento. La última entrega de la serie Wolfhunters promete romperte el alma… y devolvértela de una forma inesperada. Ya disponible. ¿Te atreves a entrar en la oscuridad con ellos?

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Seitenzahl: 152

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Fuerte y Salvaje
Fuerte y
Salvaje
WolfHunters 3
Anne Aband
© 2020, Anne AbandSegunda edición revisada 2025
ISBN: 978-84-129167-9-9
Depósito legal: 2012206356759
Correcciones: Sonia Martínez
Diseño de cubierta: Yolanda Pallás
Impresión independiente
ASTERA EDICIONESwww.asteraediciones.com
www.anneaband.com
Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.
En mi vida he encontrado dos cosas de valor inapreciable, aprender y amar. Nada más; ni la fama, ni el poder, ni el logro por sí solos, pueden tener el mismo valor duradero.
Porque cuando tu vida se ha terminado, si puedes decir
«He aprendido» y «he amado,» también podrás decir he sido feliz.
Arthur C. Clarke
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Epílogo 1: Tyron y Anika
Epílogo 2: Kanku, Armand, Diana y Hugh
Epílogo 3: Sam y Allegra
Epílogo 4: Andrew y Tasha
Epílogo 5: Cédric y Hayda
Epílogo 6: unos años más
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
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Sobre la autora
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Capítulo 1
Hayda se recostó sobre la hamaca del hotel donde se alojaba. Su cuerpo se tostaba al sol mientras su mente planeaba acciones de violencia y venganza. Claro que nadie a su alrededor se imaginaría que una atractiva mujer morena, con el pelo que se ondulaba hasta la cintura y con curvas deliciosas, pudiera estar pensando en asesinatos y sangre.
Pero así era. Ella había vigilado durante dos días la ciudad, que afortunadamente no era demasiado grande. Y tuvo el golpe de suerte de encontrar al regente en uno de los hoteles situado al final del malecón.  Después, lo siguió y vio que, aunque se alojaba en el hotel, acudía a diario a un edificio cerca del paseo marítimo.
Parecía una casa normal de cuatro pisos, con un local debajo sin alquilar. Y eso era extraño, porque los locales que daban al paseo estaban muy solicitados. Este, sin embargo, parecía abandonado. Unas altas vallas rodeaban todo el edificio, que tenía un pequeño jardín detrás bastante descuidado.
Hayda no sabía si alguien vivía en algunos de los pisos, pero lo dudaba. Nadie que no estuviera en el ajo podría hacerlo. Por eso, se instaló en el hotel que estaba justo en la manzana de al lado. Desde la piscina tenía las mejores vistas al edificio, sin que nadie sospechase que la turista morena y con pinta de modelo, era una de las cazadoras más salvajes de los WolfHunters.
La regente Jordan le había dado la libertad de hacer lo que le viniera en gana, aunque ella sospechaba que, de alguna forma, ella siempre sabía lo que hacía. Desde que empezó a trabajar con ella, hacía ya muchos años, le prometió lealtad y compromiso, pero solo hasta que ella tuviera que caminar su propia vida. «Este es mi camino», se dijo a sí misma, intentando convencerse de que lo que estaba por hacer era lo correcto.
Asesinar a uno de los regentes estaba penado con la muerte y serían los propios cazadores los que se encargarían de hacerlo. Tal vez Cédric fuera quien lo hiciera.
Se removió inquieta al pensar en el hombre. Él era un claro macho alfa, desde luego. Pero ella era una hembra alfa. No podrían estar juntos, ambos eran demasiado fuertes, demasiado dominantes. Ninguno cedería ante el otro. Sería algo demoledor, aunque, tuvo que reconocer, el sexo había sido espectacular. Le hubiera gustado besarlo, recorrer toda su piel y sus fuertes músculos y estar horas amándose. Sacudió la cabeza para quitar ese pensamiento. No podía ser. Él tenía otro camino y en el de ella solo había un objetivo: la venganza.
Cerró los ojos para descansar de sus pensamientos sanguinarios y se sumió en un sopor al sol. Quería estar bronceada para parecer una turista e incluso si que quemase, no le importaría, pero su piel era de color ligeramente tostado por su ascendencia paterna y sabía que difícilmente se enrojecería. 
Pensó en sus padres. Hacía mucho que no lo hacía. Cuando los perdió en la dura batalla contra los Córmacs, y la regente Jordan se hizo cargo de ellos, nunca pensó que todo acabaría así. Que perdería también a su hermano pequeño, lo único que le quedaba. Todavía podía ver las duras escenas de sangre y lucha.
Ella tenía diecisiete años y se preparaba para entrar en los WolfHunters, sus padres no querían que fuera, hasta que ella acabó por convencerles. Su padre estaba al cargo de una gran empresa y tenían una vida acomodada. Pero eran cazadores por familia. Su madre lo dejó cuando ellos nacieron, pero luego, cuando Shaw tenía diez años, volvió para acompañar a su adorado marido en la caza.
La guerra se desencadenó de una forma absurda. Hubo una gran concentración de Córmacs a las afueras de Shadow City y los cazadores de la ciudad comenzaron a alarmarse. Continuamente había desapariciones de humanos, y finalmente, comenzaron a desaparecer algunos cazadores. Llamaron a los compañeros de otras ciudades y todos acudieron, dejando un pequeño retén en cada ciudad.
Encontraron el nido en las afueras. Entonces toda su familia vivía en Shadow City, donde tenían una gran casa. Hayda quería ir a luchar, pero era solo una joven impulsiva. Sus padres partieron a la batalla y la obligaron a quedarse en casa con su hermano, a pesar de sus protestas.
Durante toda la noche estuvieron esperando noticias, pero hasta el día siguiente por la tarde nadie se acercó a su casa. Una recién nombrada regente, Jordan Parker, entró en su casa, con rastros de una cruenta batalla. Cuando vieron su rostro, supieron que nunca más volverían a ver a sus padres. Entonces, ella se encargó de su educación. En realidad, acogió a varios niños más bajo su tutela, a todos aquellos que habían quedado huérfanos.
Shaw tenía doce años y salió corriendo a llorar a su cuarto, pero ella no lloró. No comprendía como su cariñoso padre y su amorosa madre habían desaparecido de su vida de un plumazo.
Era cierto que nunca en la historia hubo tantos Córmacs y que hubo muchas bajas.  Una gran cantidad de jóvenes se quedaron sin padres. Ella supo que los gemelos Andrew y Tyron, ahora con Cédric, perdieron también a sus dos padres. La mayoría había perdido a uno o a otro, muchos a ambos.
Su padre la había entrenado y preparado de forma muy exhaustiva, decía que ella tenía que saber moverse antes de ir a la calle, y también comenzó a preparar a Shaw, aunque no le dio tanto tiempo. Entrenaban cualquier tipo de arte marcial, tiro con arco, lucha con cuchillos, pistolas, y ella se hizo experta en todo ello. Era la niña de su padre y ambos pasaban mucho tiempo juntos. Su familia era muy alta y por eso ella creció hasta convertirse en una mujer de estatura superior a la media y atlética, aunque a esa edad no era tan fuerte como ahora, ni una décima parte.
Si hubiera ido, tal vez podría haber hecho algo, no sabía. No la dejaron probar. Ella se convertía en una fiera loba de las grandes, cosa que solo pasaba en aquellos que tenía un linaje antiguo. Shaw también empezó a crecer, aunque para su pesar, no era tan alto como su hermana, a veces ella le tomaba el pelo por ello…
Una lágrima se resbaló por el rostro de Hayda pensando en su hermano. Ahora ya no podría bromear con él y lamentaba haberlo hecho. Claro que él sabía que ella lo amaba. Y que haría lo que fuera por él.
Desde que sus padres murieron pasaron a ser tutelados por la regente Jordan que fue compañera y amiga de su madre, pero cuando ella cumplió los dieciocho se hizo cargo de su hermano y empezó a dirigir la empresa de su padre, pero pronto dejó todo a cargo del director comercial, que resultó ser un intrigante y que llevó su empresa a la ruina. Todo por lo que había trabajado su padre, acabó en nada. Por suerte, no pudieron tocar el dinero de su madre, que era bastante abundante y ellos no quedaron en mala posición, aunque tuvieron que vender su enorme casa en Shadow City.
Desde entonces, ellos comenzaron a trabajar con la regente Jordan que se ocupó de castigar al estafador y todavía se estaba pudriendo en la cárcel, pero apenas recuperaron parte del dinero. Así que ella les ofreció un sueldo y una dignidad, e incluso una familia. Hayda apenas trató con Allegra, porque se dedicó a viajar por el mundo, pero Shaw sí que congenió con ella. Pensó incluso que acabarían juntos, pero al final Shaw decidió que le gustaban más los lobos que las lobas, así que solo fueron buenos amigos.
Todo se complicó cuando ella se convirtió en el guardaespaldas de la regente, su asistente. Era como una madre, aunque rígida y seria. Pero si necesitaba hablar, podía hacerlo.  Claro que Hayda no era una mujer precisamente habladora. Lo poco que conversaba era con su hermano Shaw, que también comenzó a ser del grupo de confianza de la regente. Fue él mismo el que se ofreció a espiar para ella. ¡En mala hora!
Se levantó de la hamaca y cogió sus cosas para subir a la habitación. Necesitaba una ducha y salir un poco a pasear. La vigilancia nocturna empezaría pronto y tampoco quería entristecerse pensando en su hermano. No, porque debía tener la cabeza fría y pensar bien los pasos a seguir. De momento, iba a hacer algunas fotos de los que entraban en el edificio, de las cámaras de vigilancia y de las medidas de seguridad.
Se felicitaba a sí misma por haber encontrado tan pronto al regente, y sabía que pronto daría el golpe final.  No había pensado si destruiría el edificio, o primero asesinaría al regente, sin importarle las consecuencias.
Tampoco le importaba mucho lo que estuviera haciendo, lo único que quería era destruir todo. Puede que Jordan sospechase sus intenciones, aunque le había pedido que en el hipotético caso de que ella fuese a por el regente, era preferible encontrar pruebas, para llevarlo a la cárcel y hacerle pagar por su maldad.
Se desnudó y entró en la ducha. Hoy le había dado bien el sol, ya estaba tomando color y su rostro tenía un aspecto saludable. Ella nunca se molestaba en arreglarse de forma femenina, pero esta vez iba de incógnito y tenía que parecer inofensiva.
Se arregló con algo de dificultad la melena con el rizador y dejó que cayera sobre su espalda en preciosos bucles oscuros con reflejos rojizos. Se puso un vestido con cuello halter, escotado en la espalda, dejando ver que no llevaba sujetador. Sus pechos no se caerían, tampoco eran excesivamente abundantes y sus músculos pectorales los sujetaban bien. El vestido era corto, hasta medio muslo, de forma que, si se agachaba mucho, se vería su trasero enfundado solo en un tanga escueto.
Después, se puso unas sandalias planas, no quería parecer más alta de lo que era. Se maquilló bastante hasta dejar de parecer fiera.
—Parezco una actriz porno —dijo a su reflejo, aunque tenía que reconocer que estaba preciosa. Si la viera su hermano, se partiría de risa.
Cogió un pequeño bolso en el que llevaba una pistola y su móvil para hacer las fotos de la casa.  La comedia iba a empezar.
Salió por el vestíbulo del hotel y todos se la quedaron mirando; admirados los hombres, al igual que las mujeres. Ella lo notó.  «Si ellos supieran», pensó irónica.
Poco le costaría deshacerse del mínimo vestido si tuviera que convertirse en lobo. Pero no era el momento ni el lugar. Se dirigió por el paseo marítimo. Algunos hombres se le acercaron para intentar ligar con ella, pero ella los rechazó a veces amigable, a veces brusca, dependiendo de lo pesados que fueran.
Comenzó el teatrillo. Se puso frente al mar y sacó el móvil para la sesión de fotos.  Ella se hizo algún selfie, pero luego cambió de posición la cámara y se puso de espaldas al mar, haciendo poses sensuales, mientras, en realidad, tomaba fotos de la casa.
Incluso se había hecho una cuenta en Instagram para subir las fotos, y dar más cobertura a su tapadera.  Claro que tampoco subía las fotos en las que se le veía la cara. No quería que nadie la reconociera. Apenas unos labios brillantes, sus largas piernas, una silueta, todo muy sensual pero misterioso. En una semana había conseguido más de doce mil seguidores, casi todos hombres.
—Estúpidos —dijo subiendo una de las fotos que se había tomado junto al mar. Se le veía parte de su muslo con el vestido subido. Era muy sensual.
¿Era necesario hacer eso? Seguramente no, pero Hayda tenía una emoción rara, algo parecido al morbo y, en algunas ocasiones, deseaba mucho estar con un hombre. Desde el polvo con Cédric, se había despertado más de un día excitada y deseando estar con él.  Acababa en la ducha o en la cama dándose placer, aunque era agradable, no era como tener a ese macho encima de ella.
Pero su prioridad no era él ni ella. Además, cuando él descubriera lo que había hecho dejaría de interesarse. Había escuchado hablar sobre él a la regente y sabía que era un tipo muy recto, que se había unido con una humana y que no había salido bien. De eso no sabía mucho, pero sí que era inflexible con las reglas y las normas de los WolfHunters, como ella lo había sido, hasta ahora. En este momento se las iba a saltar todas, sin importar las consecuencias.
Capítulo 2
Kevin se relamió la sangre de sus labios. No es que necesitase beber a menudo, pero ahora lo disfrutaba. Solo se alimentaba de otros humanos por placer. Desde que su hermano le había llenado de su propia sangre, podría pasar por uno de ellos, quizá por un cazador, algo paliducho y con ojos extraños. Su mente se había aclarado mucho más y era capaz de ver sus prioridades. También la forma de hablar era casi normal.  Él había contactado con el regente, le había ofrecido un ejército. Sabía por su estancia en Capital City de la sucia política que él practicaba y de los deseos de revocar el mando de las otras dos regentes.
Cuando él se presentó delante, casi se desmaya del susto. En el fondo era un cobarde, y Kevin lo sabía. Sin embargo, necesitaba de su ayuda para crear su ejército de híbridos. Gracias a los esfuerzos de su hermano, había comprendido que solo un cazador infectado era capaz de sobrevivir, de obtener más fuerza que cualquiera de los cazadores, incluso algunas características que él estaba investigando.
Si no hubiera sido por el inspector, al que tenía ganas de desmembrar, el laboratorio habría prosperado. Gracias a George, tenían acceso a los datos de todos los cazadores, tanto físicos como de ADN, y eso les hacía elegir a los más favorables. Evidente, su hermano estaba entre ellos. Había una serie de lobos de linaje muy antiguo que tenían excepcionales características para ser convertidos.
Se lo explicó al regente, siempre había sido un tipo muy convincente, y el hombre estuvo encantado de tener su propio ejército, sin saber que todo se volvería contra él al final.
Ahora, en las cuevas donde estaba reclutando a descontentos, convirtiéndolos y alimentándolos de débiles humanos, reinaba una especie de euforia. Cada vez eran más numerosos, y solo les costaba alrededor de dos semanas acostumbrarse a la sed de sangre. Una vez que se controlaban, se transformaban en soldados fieles, casi pasaban por cazadores si no fuera por sus ojos lechosos. Pero incluso eso lo tenía previsto.
Cuando se hiciera con el suficiente ejército, se integrarían entre los humanos, y poco a poco, adquirirían el suficiente poder como para dominarlos.
Kevin no tenía prisa. Los científicos del regente estaban encontrando la secuencia adecuada de ADN y para ello necesitaban a sus compañeros cazadores, y su misión, en ese momento, era atraparlos de alguna forma. De momento, el cebo ya estaba puesto.
Capítulo 3
Cédric condujo rápido hasta South Bay. Por suerte, la regente, a quien había ido a ver para buscar a Hayda, había localizado un pago en esa ciudad, así que, tras dos días de viaje, entre viajar a Capital City y después a South Bay, estaba agotado y deseando darse una ducha.
No tenía ni idea de cómo la iba a encontrar, pero la zona donde ella había hecho el gasto era el paseo marítimo, que no era tan largo como en la ciudad de Sunset Beach, así que apelaría a su olfato.  Porque lo cierto es que no había olvidado su olor, olía dulce y picante al mismo tiempo, y a veces, cuando pensaba en ese tiempo que había pasado con ella, sus instintos se agudizaban y su miembro palpitaba de deseo. La razón por la que se había metido esa salvaje mujer en su mente, no la sabía. Y, más, cuando él nunca lo quiso. Claro que echaba de menos una compañera, pero no a alguien como ella. Alguien que llevaba la palabra problema en el rostro.
¿Por qué la había ido a buscar?  No lo sabía. Era como una pulsión extrema, algo primitivo que nacía de su mismo centro. Algo que no había experimentado ni con su esposa. Sentía que la traicionaba, pero ahora mismo, no podía evitar ir a buscar a esta mujer y quitarle la idea de lo que iba a hacer, que seguro era peligroso e ilegal y, posiblemente, sanguinario.
Dejó sus cosas en una de las pensiones que había por el centro, y que no estaba mal. Era sencilla, pero limpia y, sobre todo, discreta.