Chile 73 - AAVV - E-Book

Chile 73 E-Book

AAVV

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Beschreibung

El mundo ha cambiado mucho en los últimos cuarenta años, y Chile también. La dictadura acabó gracias a la ciudadanía que dijo No al intento del régimen de alargarse en el tiempo con el aval popular. Chile recuperó la democracia no sin dificultades desde los inicios de la década de los noventa del siglo pasado, y se han sucedido gobiernos que han ido mejorando tanto la calidad democrática del sistema político como, en general, las condiciones de vida de la ciudadanía, si bien todavía son perceptibles importantes desigualdades así como el desencanto que camina en paralelo a los logros macroeconómicos. Esta falta de avances sociales y la ausencia de una democratización más profunda son el combustible de un malestar que lleva una y otra vez al 73: allí se acabó la utopía y la voluntad de transformación. Este libro se refiere a Chile, a la historia y la memoria del Chile de 1973.

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CHILE 73

MEMORIA, IMPACTOS Y PERSPECTIVAS

CHILE 73

MEMORIA, IMPACTOS Y PERSPECTIVAS

Joan del Alcàzar y Esteban Valenzuela, eds.

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

© Del texto, los autores, 2013© De esta edición: Publicacions de la Universitat de València, 2013

Publicacions de la Universitat de Valènciahttp://[email protected]

Fotografía de la cubierta: © Camilo Jara, 2013 Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera Fotocomposición, maquetación y corrección: Communico, C.B.

ISBN: 978-84-370-9331-4

Edición digital

ÍNDICE

Prólogo

Introducción: El impacto y la re-lectura permanente del 73 Chileno .

El esquivo Bloque por los Cambios del siglo XX: Frente Popular, Frente de Acción Popular (FRAP), Unidad Popular (UP) y Concertación

Tomás Moulian, Sergio Valdés y Esteban Valenzuela

El impacto del 73 chileno en el debate político de la izquierda internacional

Joan del Alcàzar

¿Es la actual democracia de mejor calidad que la que existió antes de 1973? La democracia semisoberana, cuarenta años después del golpe de estado

Carlos Huneeus y Rodrigo Cuevas

Aciertos e «innovaciones» de la UP, aquello que perdura

Esteban Valenzuela y Guillermo Marín

El dilema epistemológico tras el golpe: miedo a la utopía o vigencia del sueño socialistab

Pablo Salvat y Natacha Romero

Las divergentes «lecturas» socialistas del 73. De Altamirano a Bachelet. La Unidad Popular: un pasado siempre presente entre los socialistas chilenos

Édison Ortiz

Superando el sesgo de la «primacía de los factores internos»:La Unidad Popular a la luz de las constricciones del sistema-mundo capitalista

Luis Garrido

Geomemorias del 73: mapas de las violaciones de los derechos humanos

Manuel Fuenzalida, Esteban Valenzuela, Paulo Contreras y Felipe Zúñiga

Pinochet vs. Allende, imágenes para la juventud del siglo XXI

Joan del Alcàzar y Berta Rodrigo

Autores

PRÓLOGO

La victoria de la Unidad Popular (UP) generó una gran ilusión en Chile, en toda Latinoamérica y también en España. Todo lo contrario sucedió con el golpe de Estado de septiembre de 1973, que liquidaría la democracia chilena, remitiría al terreno de la utopía el sueño de una nueva vía al socialismo y constituiría un auténtico trauma. De nuevo, por supuesto, y con las más terribles consecuencias para los chilenos, pero también para el conjunto de la humanidad democrática y progresista. Y de nuevo, también, para la España que luchaba por la reconquista de la libertad.

Mucho han cambiado las cosas en el mundo y particularmente en España y Chile en los últimos cuarenta años. Ambos países recuperarían la libertad y lo harían desde el protagonismo indiscutible –por más que muchos se empeñen en discutirlo– de sus pueblos. Hubo después, y entre tanto, nuevos países que recuperaron la democracia, hasta el punto de que esta, la democracia, aparece como una forma de gobierno consolidada y generalizada como no lo había estado nunca en la historia de la humanidad. No en todas partes, desde luego, pero sí en las suficientes para que se tienda a considerar todo esto como un dato de hecho, algo así como un proceso poco menos que predeterminado y al que todos, cada uno a su modo, habrían contribuido.

Todos demócratas, pues, ahora, y todos, digámoslo así, demócratas retrospectivos. No es de extrañar en consecuencia que a lo largo de las últimas décadas hayan surgido narrativas legitimadoras y justificativas respecto de actitudes que en el pasado no siempre fueron democráticas ni caminaban hacia la democracia. Y ello tanto en el plano internacional como en el de las distintas sociedades que hubieron de superar experiencias especialmente traumáticas.

En el plano internacional, desde luego, y conviene detenerse un tanto en ello. No hace falta que nos remitamos a construcciones tan idílicas como ya periclitadas a lo Fukuyama sobre el «fin de la historia». Pero sí conviene retener que hay otras más vigentes y operativas, como la famosa teoría de la «tercera ola» de Samuel Huntington. Toda una construcción ideológica, en apariencia neutra, objetiva y científica, a mayor gloria de la contribución de los EE. UU. de América a esa oleada democrática. Porque ni hubo ola ni ese fue el papel de la gran potencia hegemónica. Recordemos: la democracia cae en Chile en 1973 con la «colaboración» norteamericana; se recupera en Portugal en 1974 con una revolución, la de los «claveles», que encuentra la más hostil de las recepciones en esa misma potencia; cae en Argentina un año más tarde, y se recupera en España en 1977 sin que el pueblo español tenga absolutamente nada que agradecer al «amigo americano». Curiosa «ola», desde luego.

Podría pensarse que todo esto tiene poco que ver con otro tipo de narrativas como las que se producen en el plano interno en las sociedades postdictatoriales. Pero no es así. Primero, porque las visiones retrospectivas y legitimadoras se dan en todos los planos. Segundo, porque obedecen en todos ellos a un propósito de tergiversar, negar y hacer olvidar el pasado. Tercero, porque tienden a enlazar con sesudas construcciones, según las cuales las conquistas de la democracia obedecieron a casi todo –contexto internacional, «modernización», élites especialmente clarividentes...– antes que al protagonismo popular. cuarto, porque todo esto confluye en una gran narrativa según la cual este es el mejor de los mundos posibles, siempre y cuando, naturalmente, nadie lo altere adoptando posiciones, actitudes o políticas que desafíen el patrón de la «verdadera democracia», imaginando otros futuros o empeñándose en reabrir «viejas heridas».

No es otro el problema de la memoria histórica. En Chile, como en España, la batalla por la «memoria histórica» se libra desde presupuestos muy similares. Por una parte, están quienes, en nombre de la verdad y la justicia, apelan a la necesidad de realizar el necesario trabajo de memoria para reivindicar a las víctimas, recordar que la democracia no es un dato de hecho, «natural», y constatar que toda legitimación de la democracia debe pasar por la más completa, abierta, explícita y frontal ruptura con todo pasado dictatorial; hay quienes consideran, en suma, que desde la negación o tergiversación del pasado no se puede conformar una ciudadanía democrática, no se puede construir el futuro. Por otra parte, al otro lado, están aquellos que consideran que todo esto es un empeño inútil, más obsesionado por el pasado que abierto al futuro, a veces incluso «revanchista», peligroso siempre en tanto que reabre viejas heridas y perjudica a la convivencia. Y no faltan, por supuesto, quienes no encuentran mejor modo de combatir los movimientos por la «memoria histórica» que el de sacar a colación todos los errores y, presuntas o no, irresponsabilidades, que tuvieron lugar en aquellas experiencias democráticas –como el Chile de la UP o la España republicana– que fueron segadas por las sucesivas dictaduras.

¿Cuál es el papel del historiador y del científico social en todo esto? No falta quien contrapone en términos absolutos «memoria» e «historia». Y, efectivamente, no nos extenderemos en esto, no son lo mismo, pero tampoco compartimentos estancos. Porque la historia, o mejor, la historiografía, juega un papel esencial en la construcción de la/s memoria/s, sean estas del signo que sean; porque la historia tiene en la «memoria» una de sus fuentes y, por qué no decirlo, condicionantes; y porque, en fin, los procesos de construcción de la/s memoria/s son también objeto de estudio del historiador.

¿Cómo enfrentarse entonces al problema? Mi respuesta a esta pregunta no puede ser más clara: justamente como lo hace el libro que el lector tiene en sus manos. En efecto, los sucesivos textos que conforman el volumen responden en lo fundamental a algunos de los retos insoslayables a los que se enfrentan la historiografía y las ciencias sociales. Lo hacen desde una perspectiva interdisciplinar y la más rigurosa práctica del oficio –de historiador, de sociólogo, de politòlogo, de filósofo– que les es propio: fieles a su propia agenda, analizando los problemas en toda su complejidad, con todos los elementos de la crítica científica, sin relatos apologéticos pero sin descalificaciones acríticas. Lo hacen, también, ajenos a todo ensimismamiento, profundizando en las dimensiones internacionales de la experiencia de la Unidad Popular. Lo hacen estudiando las lecturas del pasado desde el presente y sus proyecciones de futuro. lo hacen, en fin, desde el firme convencimiento de que el respeto escrupuloso a las normas y prácticas de su propia ciencia no remite a los estudiosos a su peculiar «torre de marfil», sino que también hay una insoslayable dimensión cívica en su tarea, la que los identifica con los valores de la democracia en su sentido más amplio.

Este libro se refiere a Chile, a la historia y la memoria del Chile de 1973. Me caben pocas dudas, si alguna, de que será de extraordinaria utilidad para los estudiosos y ciudadanos chilenos; no me cabe ninguna de que, como la buena actividad académica, será de utilidad también para los historiadores y científicos sociales de otras latitudes y, en particular, para los españoles, enfrentados, como los chilenos, a un «pasado que no acaba de pasar»; identificados con los chilenos en tantos momentos de nuestra historia reciente.

ISMAEL SAZ CAMPOSDirector del Departamento de Historia Contemporánea

Universitat de València

INTRODUCCIÓN: EL IMPACTO Y LA RE-LECTURA PERMANENTE DEL 73 CHILENO

El 73 chileno no solo marcó a fuego la historia del país de Allende y Neruda. Se sumó a las fechas clave de las izquierdas y de los movimientos sociales del planeta: 1848, con las rebeliones europeas y el manifiesto de Marx y Engels; 1871, la comuna de París; 1891, la Rerum Novarum, que funda el social cristianismo; 1910, con la Revolución mexicana que hace la reforma agraria; el 1917 bolchevique, que comienza la construcción de los socialismos reales; la Guerra Civil española del 36, que muestra la polarización con el fascismo; los cubanos establecen la viabilidad de la vía armada en 1959; mayo del 68, las protestas contra la guerra de Vietnam, la abortada primavera de Praga y el despertar generacional de los que serán los nuevos movimientos de la izquierda ecologista, feminista y pacifista... Entre todos ellos, el Chile de 1970-1973 muestra la esperanza y la tragedia de una vía democrática que pretendía la construcción del socialismo.

La memoria, los impactos y las perspectivas históricas del 73 se abordan aquí de manera diversa y situada ya con distancia. Se cumplen cuarenta años del mayor trauma de la historia de Chile: el golpe militar encabezado por el general Augusto Pinochet, que acabó con el Gobierno y con la vida del doctor Salvador Allende. Aquel 11 de septiembre de 1973 marcó a fuego a toda una generación, lógicamente con mayor crudeza en Chile, pero también tuvo importantes efectos en la España que vivía la fase final de la dictadura franquista. En el país andino se había puesto en marcha lo que se llamó la vía chilena al socialismo, una experiencia de construcción de una sociedad que trascendiera el sistema capitalista mediante un proceso que había de producirse dentro del respeto a la legalidad republicana. Las importantes contradicciones que atenazaron a la coalición de partidos gobernante –la Unidad Popular (UP)– que la impulsaban, la férrea oposición que al Gobierno hicieron los partidos y organizaciones que se situaban en el espacio político del centro y la derecha y la confesada animadversión de los Estados Unidos de América, la gran potencia hemisférica, son variables que hay que tener en cuenta tanto para comprender lo acaecido en el Chile de Allende como para hacer lo propio con el golpe y la dictadura militar que acabó con la novedosa experiencia.

Todas no fueron, no obstante, las grandes variables geopolíticas internas y externas. Creemos que es necesario atender a una realidad social compleja a la vez que rígida, que desde mucho antes de que Salvador Allende y la Unidad Popular llegasen al Palacio de la Moneda configuraba lo que denominaremos una sociedad de peras y manzanas.

Tomamos la etiqueta de uno de los diálogos de la, quizá, más universal película chilena. Nos referimos a Machuca, un film de 2004 dirigido por Andrés Wood. La trama argumental es bien conocida por el público chileno, pero no necesariamente lo es para el español, así que los primeros nos perdonarán una breve digresión que ponga en antecedentes a los segundos.

Ambientada en 1973, en Santiago, durante la fase final del Gobierno de la Unidad Popular y las primeras semanas de la dictadura, la película cuenta la historia de dos amigos, uno de ellos muy pobre, Pedro Machuca, quien es escolarizado en un colegio para niños de clase alta, el Saint Patrick, del cual es alumno Gonzalo Infante, un tímido muchacho de clase media alta. El proyecto de integración social es encabezado por el director del centro educativo, el padre McEnroe. La trama de integración social está basada en los acontecimientos que ocurrieron en el Saint George’s College, un colegio católico de clase alta ubicado en el sector oriente de Santiago. Este proyecto fue liderado por el rector, Padre Gerardo Whelan, quien al implementar estas medidas dividió a los padres y tutores del centro, especialmente porque hubo de enfrentarse a los más conservadores. Tras el golpe de Estado, el Saint George’s volvió a la situación anterior a la llegada de los muchachos de origen popular y el Padre Whelan fue despedido.

Gonzalo Infante es un preadolescente tímido e introvertido. Pedro Machuca es un muchacho de la misma edad, más experto que Gonzalo en las cosas de la vida, incluso las más duras, que vive con sus padres en una chabola de una población callampa santiaguina, próxima en distancia física al barrio donde vive Gonzalo. Ambos se conocen y se hacen amigos cuando Machuca llega al colegio Saint Patrick. La realidad social y familiar de ambos niños no puede ser más distante, pero entre los dos, contra todo pronóstico, nace la amistad. Pedro y Gonzalo, además, descubrirán el amor juvenil y tendrán las primeras experiencias eróticas de la mano de una muchacha avispada y endurecida por la vida, Silvana, que vive con su padre en la misma población que Pedro Machuca y se dedica a ayudarle en la venta ambulante.

Patricio y María Luisa son los padres de Gonzalo. Él es un funcionario de la FAO que se dispone a ocupar una plaza como tal en Roma, lo que le permitirá abandonar Santiago. Ella, que se niega a trasladarse con Patricio a Italia, es una tópica mujer de clase alta, que escapa de una vida gris gracias a su amante, un maduro y acaudalado argentino. Ismael y Juana son los padres de Machuca. Él es un pobre alcohólico que advierte a su hijo de que esa amistad con el niño rico no tiene futuro. Ella es una mujer fuerte y valiente, prematuramente envejecida, que sostiene a la familia, incluso económicamente. Gonzalo descubre con Pedro y con Silvana una libertad de movimientos para él desconocida. Los acompaña en la venta ambulante, que se desarrolla, en buena medida, en las concurridas manifestaciones políticas de aquel momento. Silvana y su padre venden tabaco y banderitas socialistas y comunistas en las manifestaciones de la Unidad Popular; y tabaco y banderitas chilenas y de Patria y Libertad en las de la ultraderecha. Venden igual, como profesionales que son, pero su corazón está con la izquierda.

Gonzalo y Pedro vivirán la extrema polarización política del periodo, el desabastecimiento, el mercado negro y el clima de violencia que poco a poco va imponiéndose en el país. La película acabará trágicamente cuando la población callampa en la que vive Machuca sea tomada por los militares y reducida prácticamente a escombros. Los militares reparten culatazos y golpes a diestro y siniestro y detienen a mucha gente a la que hacen subir en camiones. Cuando descubren las banderitas izquierdistas en la chabola de Silvana, los militares se ceban con su padre. Al intentar defenderlo, la muchacha muere a causa de un disparo fortuito de un soldado. Todo sucede ante los ojos atónitos y horrorizados de los dos jóvenes amigos. La amistad entre ambos saltará hecha añicos cuando, ante el cadáver de Silvana, Gonzalo huya, horrorizado pero consciente, alegando que él no es de allí.

El film presenta muchas secuencias de gran interés, pero queremos centrarnos en una. Sucede en el colegio y recrea una tensa y politizada asamblea de padres y madres de alumnos, presidida por el director, el padre McEnroe, a la que han acudido los vecinos de la población callampa cuyos hijos han sido acogidos en el centro. En ella podemos rastrear las hondas y poderosas raíces de la dura realidad social chilena de principios de los años setenta, antes del golpe militar.

En el transcurso de la asamblea, un padre toma la palabra y afirma: «Aquí hay un solo culpable, y ese es usted, padre. Está concientizando a nuestros hijos y los está mezclando con gente que no tienen por qué conocer. Usted, padre, está manipulándolos, y no se lo vamos a consentir». Ante este ataque, el sacerdote director sentencia con voz tronante: «¡Al que no le gusta el colegio, se va del colegio!». Una madre colérica le responde de inmediato: «¡Váyase usted mejor, cura comunista!». Otro padre, del sector progresista de las familias tradicionales del colegio, sale en defensa del sacerdote: «El padre representa lo que sentimos un grupo importante de apoderados [padres o tutores] del colegio (...) que queremos una educación igualitaria y profundamente democrática para nuestros hijos». El sector popular de la asamblea, fundamentalmente las madres que han venido de la población, aplaude con fuerza esta intervención.

Es en ese momento cuando toma la palabra María Luisa, la madre de Gonzalo Infante. Haciendo caso omiso de los ruegos de su marido, que sintoniza desde la tibieza con el anterior padre progresista, insiste en una idea central de toda la secuencia y, en última instancia, de la película: que hay dos tipos de personas en Chile y que no hay por qué mezclarlas. Si el padre antes citado había afirmado que sus hijos no tenían por qué mezclarse con otros muchachos a los que no tenían ni siquiera que conocer, la madre de Gonzalo sencillamente no entiende qué es lo que está pasando: «Quiero hacer una pregunta. ¿Cuál es la idea de mezclar las peras con las manzanas? Yo quisiera saber por qué se empeñan tanto... No digo que seamos peores o mejores, ¡pero,pucha que somos distintos, pues, padre!». Dos clases de chilenos, peras y manzanas, que no tienen por qué conocerse siquiera. Esa es la tesis conservadora. ¿Cómo, pues, van a poder compartir pupitre?

El mundo ha cambiado mucho en los últimos cuarenta años, y Chile también. La dictadura acabó gracias a una actuación memorable de la ciudadanía que –mediante el plebiscito de 1988– dijo «no» al intento del régimen de alargarse en el tiempo con el aval popular. Chile recuperó la democracia, no sin dificultades desde los inicios de la década de los noventa del siglo pasado, y se han sucedido desde entonces gobiernos de distinto signo que han ido mejorando tanto la calidad democrática del sistema político chileno como, en general, las condiciones de vida y de trabajo de la ciudadanía, si bien todavía son perceptibles importantes desigualdades así como el estado de ánimo de desencanto que camina en paralelo a los avances macroeconómicos.

La derrota de la Concertación en el año 2009, las masivas protestas de los jóvenes en pro de la educación pública desde el año 2010 y la explosión de rebeliones regionales e indígenas (mapuches) hablan de Chile como un país de claroscuros. En él se critica a los antiguos partidarios de Allende, acusándolos de haberse convertido en una generación administradora del neoliberalismo, una suerte de socialistas del orden y de lo posible. Chile ha avanzado en ingreso per cápita y en políticas contra la extrema pobreza (bajó del 44% al término de la dictadura a un 16%), pero la desigualdad sigue intacta y la carga fiscal en el mismo rango de 18-20% de 1989. Esta falta de avances sociales y la ausencia de democratización relevante (sistema electoral proporcional, descentralización, participación de minorías) son el combustible de un malestar que lleva, una y otra vez, al 73: allí se acabó la utopía y la voluntad de transformación, comenzó la dictadura con un proyecto fundacional neoliberal, y provocó una renovación socialista que se reencontró con la democracia en la lucha antiautoritaria y en las dos décadas de gobiernos concertacionistas moderados.

Los jóvenes ya no enarbolan las banderas de los partidos; en sus manifestaciones se aprecia la bandera mapuche, la patagónica de los regionalistas y la figura de Allende que crece, como un superstar, rescatado como estadista y como luchador social consecuente. En los años ochenta se le respetaba, pero se le criticaba su falta de conducción de la Unidad Popular y el mal manejo de la economía. En 2013 se reconocen sus aciertos, como la nacionalización del cobre y las políticas contra la desigualdad, así como se debate la imposibilidad de gobernar de manera efectiva en medio de la feroz Guerra Fría y el desborde de un modelo social excluyente.

Subsisten, por tanto, las peras y las manzanas en cuanto hace a las memorias de lo ocurrido entre 1970 y 1998. Los problemas de las contradicciones entre las memorias del pasado –las de matriz más estrictamente política y partidaria– pueden verse agravados por la distancia social que separa a esos grupos que están en la parte de arriba y en la de abajo de la pirámide social. Hay, pues, una tensa relación entre la historia reciente y el presente político y social. En el caso chileno [como en el argentino] la aparición de las memorias militantes fue, quizá, el único espacio de actuación posible. En buena medida, pensamos, se produjo una contaminación, si se puede hablar así, de la memoria de la dictadura por la desilusión de la democracia. La baja calidad de la democracia recuperada frustró demasiadas expectativas, especialmente las de aquellos que se reconocían como víctimas directas de la dictadura militar, pero también de otros que habían imaginado (no sin razón, dada la simplificación extrema de los discursos partidarios que alentó grandes expectativas) que la democracia iba a mejorar su calidad de vida de forma casi automática. En ciertos sectores surgiría con fuerza una memoria militante, que propiciaría la politización partidista del pasado reciente como herramienta o arma antisistema [democrático]. Se trata, con frecuencia, de aquellos que siguen pensando, décadas después, que la democracia –peyorativamente adjetivada como burguesa- no es sino un disfraz de la clase dominante, que ahora dice repudiar la dictadura de la que se sirvió poco tiempo atrás.

En el libro no se escabullen las interpretaciones sobre la caída o derrota, desde las que enfatizan la intervención norteamericana (Allende quizá más peligroso que Cuba, porque era un socialismo por la vía electoral), los factores de radicalización excesiva de las élites, las fallas del sistema político para construir una mayoría sólida por los cambios (presidencialismo sin segunda vuelta electoral ni mayoría en el parlamento), el desborde del estado de compromiso que excluía a campesinos y pobladores sin casa ni empleo, hasta los análisis que enfatizan los propios yerros de la izquierda chilena. Una buena síntesis de dicho debate es el artículo de Luis Garrido, «La caída de la up en el sistema– mundo capitalista», el cual invita no solo a interrogarse por el poco apoyo soviético a la Unidad Popular, sino también a valorar los intentos de Allende en el Movimiento de los No Alineados y tercermundistas para crear su propia moneda y sus espacios de intercambio y cooperación.

En la dimensión perspectiva se inscribe el trabajo «El fracaso de la up y la esquiva construcción de un Bloque por los Cambios en Chile. Desde el Frente Popular a la Concertación», del connotado sociólogo Tomás Moulian, con la colaboración de Esteban Valenzuela y Sergio Valdés. El Frente Popular de los años treinta dejó intacto el latifundio y las relaciones semifeudales en el campo chileno, la UP no pactó con la Democracia Cristiana y la Concertación, como producto de las autocríticas del propio fracaso del 73, habría quedado atrapada en la administración, la Constitución de Pinochet y la falta de voluntad de transformación.

«El 73 chileno y su impacto en Europa y América Latina» es analizado por Joan del Alcàzar en esta sintonía histórica, mientras el eurocomunismo italiano buscaba el compromiso histórico con la DC, y los socialistas españoles y los franceses pretendían llegar al poder con moderación y realismo ante el trauma planetario por el fracaso chileno.

Huneeus y Cuevas se preguntan si la democracia postdictadura fue mejor que la previa al 73, como se preguntaban los alemanes por el balance entre la República de Weimar, destruida por los nazis, o la nueva, federal y moderna, tras la Segunda Guerra Mundial. En el caso chileno la respuesta parece ser negativa; más desigualdad, mayor concentración del poder, debilitamiento de las instituciones estatales y pérdida de la política, lo que lleva a la «democracia semisoberana». Este artículo constata, además, el deterioro de la imagen de Pinochet, que cayó a niveles mínimos, mientras en la sociedad chilena creció en la postransición la demanda por mayor igualdad.

En la misma lógica de analizar impactos más profundos, se inscribe el trabajo del filósofo Pablo Salvat con la colaboración de la politóloga Natacha Romero: «El dilema epistemológico tras el Golpe: miedo a la utopía o vigencia del sueño socialista». La violencia de la dictadura y su proyecto fundacional neoliberal, la «culpa» en segmentos de la izquierda y la destrucción de los movimientos sociales claves (la sindicalización bajó del 40 al 7%) habrían creado una suerte de socialistas liberales del orden, escépticos de utopía, dominados por el pragmatismo gestionario.

La Memoria del 73 es un espacio en disputa. Por eso el historiador Edison Ortiz grafica en el partido de Allende, el socialista, los estira y afloja, el uso y abuso, la valoración y la distancia con la figura del presidente y la Unidad Popular: «Las divergentes lecturas socialistas del 73», desde Carlos Altamirano, el secretario general para el golpe, hasta Michelle Bachelet, siguen en curso, conflictivas y polarizadas hasta hoy. Los partidarios de lo posible hablan de la responsabilidad de Allende, los críticos reivindican su mesianismo y el programa de las 40 medidas anticapitalistas. En esta perspectiva de relectura valora– tiva, rescatando reformas que han seguido remeciendo a la sociedad chilena, Esteban Valenzuela y Guillermo Marín sintetizan «Aciertos e “innovaciones” de la up, aquello que perdura»; cambios económicos, sociales y culturales signados por la pasión por la igualdad que han perdurado en sus efectos hasta hoy.

Hay que ser conscientes, sin embargo, de que en la otra orilla política también surge una memoria reivindicada por los partidarios del olvido, si se nos permite el juego de palabras. En el caso chileno los hay que consideran que no hay nada que reprochar al régimen militar, ni por supuesto al general Pinochet. Estos nostálgicos incluso consideran que al general habría que agradecerle a perpetuidad el haber evitado una guerra civil y haber modernizado Chile. Desde esa posición ofrecen, metafóricamente, una especie de propuesta de tablas en una imaginaria partida de ajedrez: los partidarios del olvido (los correligionarios o amigos de los verdugos) vendrían a decir a los partidarios de la memoria (los correligionarios o amigos de las víctimas) poco más o menos: vale más que dejéis de hablar del pasado y que miréis hacia el futuro, porque si hablamos del pasado todos podremos y deberemos hablar. Se trata de la llamada por Steve Stern memoria de la caja cerrada; esto es: no hablemos del pasado, que es peligroso. El artículo «Geomemorias del 73: mapas para no olvidar», del equipo encabezado por el geógrafo Manuel Fuenzalida, es un intento sistemático de poner en imágenes la memoria dolorosa, aquella que impacta. Y el trabajo de cierre del libro, «Pinochet vs. Allende, imágenes para una juventud», de los valencianos Joan del Alcàzar y Berta Rodrigo, nos muestra con intención pedagógica y sin falsas equidistancias el triunfo del presidente socialista sobre las sombras del dictador.

La propuesta del libro va justamente en el sentido de hablar del pasado, pero pensando en el futuro. Y es por ello por lo que se convocó a esta docena de participantes en esta obra, para que escribieran sobre memoria, impactos y perspectivas del Chile de 1973. El espíritu ha sido el deseo de contribuir a la formación de los ciudadanos en los valores de la democracia y la solidaridad, valores que siguen buscando su hegemonía en la vida social, política y cultural de Chile.

Este es un libro que nace de la colaboración entre personas e instituciones de Chile y de España. El nexo de unión originario es la Universitat de Valéncia (UV), institución con la que los editores del volumen tienen una vinculación explícita. Uno de ellos, Joan del Alcàzar, es catedrático en el Departamento de Historia Contemporánea, mientras que el otro, Esteban Valenzuela, obtuvo el título de doctor en sus aulas. La segunda de las instituciones que ha hecho posible la edición es la Universidad Alberto Hurtado (UAH), particularmente desde su Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, del que son profesores una buena parte del resto de los participantes que aparecen en el índice. El libro, una coedición de la UAH y la UV, por medio de su editorial (Publicacions de la Universitat de Valencia,PUV) es editado en ambos países y, por ello mismo, aspira a llegar a dos públicos diferentes: el chileno y el español. Entendemos, pues, estas páginas iniciales como un recurso obligado para acercarnos a ambos grupos de lectores potenciales.

Valencia/Santiago, junio de 2013

LOS EDITORES

EL ESQUIVO BLOQUE POR LOS CAMBIOS DEL SIGLO XX: FRENTE POPULAR, FRENTE DE ACCIÓN POPULAR (FRAP), UNIDAD POPULAR (UP) Y CONCERTACIÓN

Tomás Moulian, Sergio Valdés y Esteban Valenzuela

INTRODUCCIÓN

El ideal de superación del capitalismo con un modelo socialista y democrático rodeó sin éxito a muchas fuerzas sociales y políticas en Chile, desde la fundación del Partido Obrero Socialista en 1912 hasta la derrota de la Concertación en el año 2009. Esta periodicidad ha provocado que presentemos una breve historia de las coaliciones que en su momento pensaron crear un «Bloque por los Cambios».

La idea de «Bloque por los Cambios» se usó en la renovación socialista tras la caída de la UP, traslapando el concepto de mayoría social y cultural por la solidaridad y la democracia que propuso Gramsci desde la cárcel, adonde lo arrojó el fascismo en los años treinta. Esa idea la tomaron los líderes del eurocomunismo italiano, de Togliatti a Berlinguer, promoviendo el pacto de la izquierda con el Partido Demócrata Cristiano (PDC), que en cierta forma era el pacto de las diversas izquierdas con el socialcristianismo para hacer un compromiso histórico transformador en función de más igualdad por medios democráticos, capaz de sustituir el capitalismo salvaje.

En este artículo presentaremos una historia narrativa que consistirá en un relato de acontecimientos periodizados, los cuales irán acompañados de un implícito análisis explicativo en torno al fracaso de las cuatro experiencias cercanas a dicho ideal. En primer lugar analizaremos el Frente Popular que triunfa en 1938, que apuesta por la educación y la industrialización, pero que fracasa tanto por la «traición» del radical González Videla a los comunistas en 1948, como por el no asumir la reforma agraria y otros cambios indispensables, pareciéndose a un proceso de contención no lograr cumplir su agenda de reformas.

En segundo lugar, analizaremos el Frente de Acción Popular (FRAP), coalición de partidos políticos de izquierda de Chile, la cual estuvo vigente entre 1956 y 1969. Esta coalición tuvo tensiones entre el Partido Socialista y el Partido Comunista en lo que se refiere a la definición de una estrategia política, situación que le impidió llegar al gobierno, aunque pudo pavimentar electoralmente el camino a Salvador Allende como líder de la UP.

En tercer lugar, realizaremos una retrospectiva en torno a la Unidad Popular que no logra integrar al centro político sin las fracciones en el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y la Izquierda Cristiana (IC), coalición que además sufrió la agresión externa en el contexto de la Guerra Fría y la falta de unidad en el seno de su coalición. En esta parte, analizaremos cómo los actores sociales desbordan el programa por las demandas insatisfechas de la tierra, vivienda y trabajo, que explican las tomas y la agudización del conflicto social, aclamando un nuevo estadio del Estado de Compromiso para el Chile de los setenta.

Finalmente, analizaremos la Concertación, coalición que se constituye una alianza entre el PDC con el mundo socialista y se desenvuelve en el centro político en el marco de una estrategia de democratización parcial. Esta coalición reniega de hacer cambios políticos (regionalismo, reforma constitucional, entre otros) y socioeconómicos (reforma tributaria, reforma previsional) relevantes, enfocándose fundamentalmente regulaciones y políticas contra la extrema pobreza. Lo anterior juicio de Manuel Antonio Garretón estaría enmarcada en un «progresismo limitado»1 que no se atreve a dar un rol al Estado, mejorar los empleos y regular los abusos de mercado.

El relato de las coaliciones será desarrollado desde un carácter global, que inserta los acontecimientos políticos en el contexto internacional que afectó al espectro nacional. Por esta razón se presentará un enfoque que indaga sobre la influencia de los partidos que se inspiraban en ideas de Europa en cada una de las coaliciones. Por un lado, la izquierda, que en esta historia se basa en el marxismo soviético o francés para el periodo del FRAP y la UP. Por otra parte, el PDC, que lo hace en la doctrina social de la Iglesia elaborada por los papas y en dos filósofos franceses, Jacques Maritain y Emmanuel Mounier. Y, finalmente, la influencia de Estados Unidos en la constitución de la Concertación, en lo que se refiere a las relaciones de dependencia y los conocimientos sobre la política norteamericana que ha influido fuertemente en la política chilena.

FRENTE POPULAR

Formación del Frente Popular: una coalición de centro-izquierda

Podemos establecer que la primera coalición del Frente Popular o las coaliciones de centro izquierda ocurrieron entre 1935 y 1948. En el contexto internacional vemos las consecuencias de la Gran Depresión de 1929, que generó una crisis que se propagó a todos los países, sobre todo a los productores de materias primas. Chile fue el país más afectado al perder importantes divisas obtenidas del salitre y el cobre. Es importante recordar que en dicha época existía un presidencialismo estabilizado que había superado a un parlamentarismo sui generis. Este parlamentarismo concluyó con la denominada «dictablanda», de 1927 a 1931, bajo el Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo.

Por otra parte, vemos el surgimiento del fascismo y el nazismo en Europa. Al respecto, Hobsbawm menciona que sin la Gran Depresión el nazismo no hubiera tenido la importancia que tuvo.2 Con esto, Hobsbawm hace referencia a que Hitler paliaba, con las políticas de Estado interventor, las consecuencias de la Gran Depresión.

En 1935, en Francia se organiza un pacto de centro-izquierda: el Frente Popular, con el socialista León Blum a la cabeza. El Frente logra gobernar entre 1936 y 1937, pero es incapaz de detener la invasión de los alemanes. A su vez, en España vemos el levantamiento de Francisco Franco contra la República en nombre de la Iglesia. En el régimen de Franco se dan elementos corporativos, así como una suerte de ensayo a escala de lo que sería la Segunda Guerra Mundial.

En América Latina, vemos que en 1937, en Brasil, se instala una versión latinoamericana del Estado Novo de Portugal, a cuya cabeza está Getulio Vargas. Por su parte, Chile se ve afectado por dos crisis: la Gran Depresión y la Crisis del Salitre. Parte de esta segunda crisis tiene relación con la primera, pero además se relaciona con la sustitución de salitre natural por uno sintético por parte de los alemanes.

Durante el segundo Gobierno de Alessandri Palma, entre 1932 y 1938, se gestan apoyos del Partido Liberal y Radical, surgiendo importantes divisiones entre la izquierda. Es con Alessandri con quien comienza este presidencialismo estabilizado con democracia representativa. Se consigue que los militares vuelvan a sus cuarteles hasta, al menos, la elección de Pedro Aguirre Cerda. Además, afronta la doble crisis acompañado de un empresario financiero triunfante en la bolsa de París, Gustavo Ross, quien hace recaer los costes del ajuste sobre los trabajadores, los cuales responden ante estas políticas ultra liberales con movilizaciones y manifestaciones. Por su parte, el Partido Radical, ante el ajuste, inicia una izquierdización, dejando de apoyar a Alessandri. Con esto, se sientan las bases para los frentes populares, que además fueron apoyados por la Tercera Internacional comunista. Esto hace que gire de una política izquierdista a ex portas a una alianza con los partidos de centro.

Otro elemento que explica el surgimiento del Frente Popular es la doble derrota de Marmaduke Grove en la efímera república socialista y en la elección presidencial del 30 de octubre de 1932. La primera derrota se entiende como la falta de consolidación del golpe de Estado del 4 de junio de 1932, en la cual las ideas de cambio fueron insuficientes para consumarse en un sistema de gobierno, gobierno que duró tan solo 14 días. La segunda derrota surge por la falta de una fuerza orgánica, en la cual Grove obtiene el segundo lugar, con un 17,91%, cayendo ante Alessandri Palma, quien obtuvo un 55,31% en las elecciones que estabilizarían el país tras el golpe de Estado. Ambas experiencias fueron la antesala de la formación del partido socialista en 1933, que se organizó inicialmente como una alianza de pequeños grupos de diferente naturaleza, existiendo un alineamiento por parte de los partidos de izquierda.

En 1935 los comunistas llaman a conformar el Frente Popular y en 1936 los radicales manifiestan su interés, con la condición de que el candidato a la presidencia fuese un radical. En 1937 el Frente Popular participa en las elecciones. Pese a que gana la derecha, el Frente Popular consigue una votación significativa, con un 33,96%, frente al 46,8% de los votos para la derecha, que en términos de escaños significó la representación de 54 escaños parlamentarios del Frente Popular frente a los 76 escaños de la derecha.3

En estas circunstancias, el campo de fuerzas políticas de 1938 se organiza con tres candidatos: el Frente Popular con Pedro Aguirre Cerda, movimientos independientes con Ibáñez y la derecha con Gustavo Ross. La postura de Ibáñez se basa en un programa de izquierda donde habla de que el Frente Popular es la burocracia de la izquierda, nada más. De esta forma, surge una política antipartido, apoyada por los nazis y los independientes, que miraron con simpatía la política de economía liberal del Estado intervencionista en la dictablanda de Ibáñez. Esta organización dificultó que el Frente Popular alcanzara la victoria, ya que Ibáñez poseía un tremendo apoyo de las masas.

No obstante, durante la experiencia de la matanza del seguro obrero,4 un grupo de jóvenes asociados al Partido Nazi toman la Universidad de Chile, tras orden directa del presidente, y los Carabineros intervienen y los llevan hasta el edificio del Seguro Obrero. Una vez allí, se dice que por orden de Alessandri, los Carabineros abren fuego dejando solo a cuatro supervivientes. Tras esto, Carlos Ibáñez es acusado de participar en el hecho. Entonces, Ibáñez renuncia a su carrera y llama a votar por el Frente Popular, el cual además recibe el apoyo de independientes y nazis.

Finalmente, en 1938, vemos que el Frente Popular logra instalarse en el gobierno con Pedro Aguirre Cerda. Posteriormente, la expresión de «Frente Popular» deja de ser utilizada, pero se mantienen las alianzas de centro-izquierda, las cuales además logran llevar al gobierno a Juan Antonio Ríos en 1942 y a Gabriel González Videla en 1946, pero, en esta ocasión, sin el apoyo de los socialistas.

Durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, se fomentan la educación y la industria, a través de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), ello con el objeto de impulsar el mercado interno y avanzar en un modelo de fomento productivo. No obstante, la creación de la CORFO fue el efecto de una negociación con la derecha, lo que finalmente se convertiría en uno de los motivos de impopularidad con las bases del originario Frente Popular. La creación de la CORFO solo sería posible si el Gobierno de Aguirre Cerda se comprometía a no alterar la distribución de la tierra, cerrando toda posibilidad de presentar una propuesta institucional que tendiera a realizar una «reforma agraria». Esta decisión, finalmente, le puso un candado a las aspiraciones de una ciudadanía localizada en la ruralidad de Chile, siendo el origen de recurrentes estallidos desde la ruralidad hasta la «reforma agraria».

En los años posteriores, durante el Gobierno de González Videla, esta coalición de centro-izquierda comienza a disolverse. González Videla acusa a ciertos comunistas de iniciar las huelgas en las minas de carbón en Lota y los expulsa del gabinete ministerial. Tras esto, se aprueba la Ley de Defensa de la Democracia, con la que se prohíbe el Partido Comunista y se elimina del registro electoral a los militantes comunistas. Videla termina gobernando con un gabinete comandado por Jorge Alessandri, gabinete que dura hasta 1950, cuando Videla crea el gabinete de sensibilidad social, a cuya cabeza se coloca a Carlos Vial Espantoso, quien es apoyado por los falangistas y además busca combatir el ultraliberalismo de Jorge Alessandri, pero manteniendo una sostenida tendencia a la derecha.

EL FRENTE DE ACCIÓN POPULAR (FRAP):LA SEGUNDA GRAN COALICIÓN

El FRAP se presenta como una coalición más programática y heterogénea que el Frente Popular. Se funda el 28 de enero de 1956, durante el segundo Gobierno de Ibáñez. Unos días antes se había iniciado en la Unión Soviética el 20.° Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), en el cual Nikita Khrushchev lee un informe secreto que se hace prontamente público, el cual significa además un giro de la política de la Unión Soviética. En este informe se encuentra una crítica despiadada a Stalin como un dictador corrupto y un asesino; se le da la razón a los yugoslavos. Además, se plantea la tesis de la vía pacífica al socialismo y de la coexistencia pacífica entre Estados Unidos y la Unión Soviética. A esto se suma un conflicto entre soviéticos y chinos radicado en la nueva política de dicho país.

En los Estados Unidos de América, Eisenhower, jefe militar de la invasión a Normandía, alcanzaba la presidencia de la República (1953-1957) y formula una doctrina donde afirma el carácter disuasivo que tienen las armas nucleares. Del mismo modo, se instala la teoría de que los Estados Unidos de América debía estar en todos los conflictos en los que estaba la Unión Soviética, situación que se observa de manera patente en las guerras de Corea y Vietnam respectivamente.

Sin embargo, siete meses después del 20.° Congreso del PCUS, se produce la intervención soviética en Hungría debido al peligro de estallido social y derrumbe del régimen socialista. Por otra parte, en Cuba se da la primera etapa de la ola revolucionaria en 1956, la cual se inicia en Sierra Maestra y termina conquistando Cuba el primero de enero de 1959. Mientras tanto, en América del Sur, se fundan y caen tres dictaduras: Manuel Odría en Perú, Gustavo Rojas Pinilla en Colombia y Marcos Pérez Jiménez en Venezuela. En Argentina, Perón es depuesto por la Revolución libertadora y en Brasil, Getulio Vargas se suicida.

En toda Latinoamérica existía un enfoque en Jean Paul Sastre, creador del existencialismo, como modelo del intelectual progresista. Además, se da un boom literario en 1962 con La ciudad de los perros de Vargas Llosa, en 1963 con Rayuela de Cortázar y en 1967 con Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, autores latinoamericanos publicados por europeos, sobre todo en Barcelona, en pleno periodo franquista.

En el contexto nacional, tenemos la segunda presidencia de Ibáñez. En 1955 aparece un grupo de militares («Militares de la Línea Recta») que presiona a Ibáñez para que disuelva el Congreso. En 1956 se detiene a diversos sindicalistas, principalmente por las huelgas y movilizaciones impulsadas por la CUT a causa de la inflación durante el Gobierno de Ibáñez. Además, el Gobierno contrata una misión norteamericana (Klein-Saks) para contener la inflación, lo que hace caer el peso del reajuste sobre el sector asalariado.

A su vez, el Partido Socialista (PS) está dividido en dos. En esta época, Allende se niega a apoyar a Ibáñez y se acerca al Partido Socialista de Chile, del cual se había desvinculado. Allende transforma este partido y logra generar nuevas alianzas de centro-izquierda, esta vez, como el FRAP. En 1957 los partidos socialistas se unifican nuevamente y comienzan a reanudar un plan de camino al socialismo.

En las elecciones presidenciales de 1958, gana Jorge Alessandri, que es apoyado por la derecha. La segunda mayoría es alcanzada por Allende con una diferencia de treinta mil votos. Como coalición, el FRAP afronta dos elecciones presidenciales. En 1958, Allende se convierte en un «peligro» para la derecha, que responde creando una coalición con el Partido Radical (nuevamente de derecha) llamada Frente Democrático y que presenta a Julio Durán para las elecciones de 1964. Para estas elecciones, muere un diputado de izquierda en Curicó, con lo que se realiza una elección complementaria donde gana el hijo del diputado fallecido; así pues, la derecha desarma al Frente Democrático y decide apoyar a Eduardo Frei Montalva para la presidencia; esto lo hace únicamente para contrarrestar la amenaza de Allende.

Eduardo Frei Montalva gobierna sin alianzas específicas, pero de todas formas inicia la reforma agraria, el sindicalismo campesino y el apoyo a los latifundistas. Se realiza la «Revolución en Libertad», donde favorece la integración económica latinoamericana, se genera la reforma educacional ampliando la educación obligatoria y se da lugar a un reformismo orgánico con cambios en el campo, planteando serios problemas al FRAP.

Las políticas realizadas por el gobierno del PDC producen una «doble centrifugación» del espectro político, donde las fuerzas de izquierda y derecha se distancian cada vez más y se aferran más a los polos. Además, en el interior del FRAP se producen ciertas rupturas, tales como la creación de Frentes de Liberación Nacional que definen una revolución antioligarca y antiimperialista pero no socialista, mientras que los socialistas poseían los Frentes de Trabajadores, lo que implicaba impulsar una revolución socialista cuanto antes y que se debían evitar alianzas con el centro político. Ambos procesos resultan disonantes y contradictorios para mantener viva una coalición y/o «Bloque por los Cambios».

LA UNIDAD POPULAR

El nacimiento de la Unidad Popular (UP)

La UP nace en diciembre de 1969, en plena Guerra Fría, durante la Guerra de Vietnam, mientras en Estados Unidos se producían movimientos en contra de la participación en dicha guerra. Además, Estados Unidos invade la República Dominicana para evitar el ascenso de Juan Bosch.5 Por otra parte, la Unión Soviética invade, en 1968, Checoslovaquia, lo que produce ciertas agitaciones en la izquierda chilena. En América Latina, tenemos la dictadura brasileña de 1964 y, posteriormente, en 1968, a los militares progresistas del Perú.

Cuando se genera la UP, esta se constituye bajo la tesis socialista antiimperialista, antioligarca y que daría inicio a la «Revolución socialista». Con el posterior ascenso de Allende se habla de la intervención económica por parte del Estado en tres áreas: la empresa privada, la empresa mixta y la empresa estatal. Esta última manifestó una gran expansión respecto al Gobierno anterior. Allende compite por cuarta vez en la política y, si bien no tenía apoyo de su propio partido, el PS, tenía todo el apoyo del Partido Comunista (PC), quienes habían presentado a Pablo Neruda para luego retirarlo y dar todo el apoyo a Allende. Con esto, se da lugar al primer y único Gobierno de la UP.

El Gobierno de la Unidad Popular

Dado que se trata de un análisis histórico, se ofrece una explicación global basada en el enfoque, en la correlación de fuerzas de acuerdo con distintos subperiodos.

El primer subperiodo comprende desde el 4 de septiembre de 1970 hasta el 4 de noviembre de 1970 con el ascenso de Allende al poder. Durante de este periodo, vemos cómo Allende toma el poder cuando, al no haber mayoría absoluta en las elecciones, según la Constitución de 1925, es el Congreso quien debe ratificar al nuevo presidente. Cabe preguntarse por qué no se dio el golpe entonces, por qué se espera 1.001 días para dar el golpe. Inmediatamente después del triunfo de Allende, Radomiro Tomic presenta un comunicado en el que anuncia que «se va a respetar la voluntad del pueblo».

Paralelamente, la derecha elabora una propuesta para vincularse con los intereses del PDC. Para esto, el Congreso elige a Alessandri como presidente de la República; sin embargo, Alessandri renuncia por enfermedad y se da una nueva elección donde la derecha apoyaría a Frei. Esta propuesta fue rechazada por el PDC, que intuyó que si se aceptaba, este partido se convertiría en una suerte de brazo electoral de la derecha, causando una división de sus fuerzas.

Ante esto, se lleva a cabo una negociación entre el PDC y la UP, impulsada por Allende, donde se establece un acuerdo para vencer en el Parlamento y que este lo nombre presidente; a cambio, el PDC solicita a los partidos de izquierda que den garantías constitucionales de que respetarán el sistema democrático. Se crea un proyecto institucional político presentando un «Estatuto de Garantías», donde se promete respetar las instituciones, la división de poderes y la libertad sindical, de reunión y de prensa. Acto seguido, Frei llama a votar por Allende, calificándolo como un verdadero demócrata.

El segundo subperiodo se prolonga desde el ascenso de Allende hasta las elecciones municipales de abril de 1971. Durante este subperiodo, vemos que se dan diversos acontecimientos políticos, comenzando por la intensa agitación de los campesinos frente a la toma de fundos por parte del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y del MAPU, a los cuales se resistían los comunistas. Ante esto, los empresarios agrícolas llaman al Gobierno para exigirle una Reforma Agraria Técnica, sometiéndose al plan de gobierno. Tras esto, el Gobierno desarrolla un plan de expropiaciones y se niega a movilizar a la fuerza pública contra los campesinos, con lo que es acusado de no ser capaz de resguardar el orden público.

Como un segundo acontecimiento, vemos que el Gobierno establece una doble estrategia de economía, la cual alcanza el sector bancario, como la compra por parte del Estado de las acciones del Banco Central en la bolsa, pidiendo a los propietarios que pongan a la venta sus acciones. Hace jugar al mercado para estatizar la banca. Por otra parte, el Gobierno de la UP decide poner en práctica una reforma extraparlamentaria del sector industrial y comercial, usando disposiciones legales existentes desde la República socialista de 1932. Existía un decreto que permitía el cierre de fábricas por abandono o por bajo rendimiento. Ante esto, la UP interviene en una empresa textil, lo cual fue bien recibido debido a que dicha empresa había sido abandonada por sus trabajadores.

Pese a lo anterior, una vez que el Gobierno continuó con las prácticas de intervención a empresas, estas medidas fueron mal vistas, especialmente cuando el Gobierno intervino en una empresa textil de dueños árabes que, además, tenían acciones en el mercado bancario. La UP necesitaba demostrar que era capaz de cumplir su programa y gobernar con este.

Como tercer acontecimiento, vemos el intento de la UP de crear tribunales vecinales para litigar asuntos de la vida cotidiana. Pese a que esto pudo haber sido bien visto fue brutalmente resistido, lo que generó fuertes controversias entre el poder ejecutivo y el poder judicial, el cual se pronuncia en contra del Gobierno, causando mayores tensiones en la relación entre ambos.

El tercer subperiodo comienza con las elecciones municipales de abril de 1971, hasta el asesinato de Edmundo Pérez Zujovic. En estas elecciones, la UP obtuvo un triunfo significativo, consiguiendo el 49,8% de los votos contra un 26,21% de la DC y un 18,53% del Partido Nacional. Tras estos resultados, Allende se da cuenta de que la DC, por sí sola, sigue siendo la principal fuerza electoral (ya que la UP estaba compuesta por otros partidos) y que el Gobierno necesita ampliar la alianza, debido a que el nivel de políticas realizadas por su Gobierno requería un amplio apoyo. Este deseo de ampliar la alianza se ve en el discurso del 1.° de Mayo a los obreros y en el mensaje del 21 de mayo en la intervención en el Congreso Pleno, donde se declara una revolución democrática y pluralista. Estos dos mensajes, sin embargo, son débilmente acogidos por ciertos sectores de la izquierda, quienes veían con desconfianza esta ampliación.

Sumado a esta situación, comienzan a surgir los efectos políticos de las expropiaciones en una disyuntiva de la legalidad e ilegalidad de la que acusa la oposición. Ante esto, la derecha decide destruir el «sistema de tres fuerzas» ya que, mientras este se mantenga, el Gobierno seguirá con los métodos de expropiaciones masivas.

Entre toda esta tensión, se produce una acción decisiva por parte de un actor marginal: Edmundo Pérez Zujkovic es asesinado. Los autores, descubiertos de forma casi instantánea, resultaban ser miembros de un grupo de ultraizquierda, la Vanguardia Organizada del Pueblo, un grupo casi desconocido y desvinculado del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR