¿Dónde ha quedado mi esperanza? - Equipo Bíblico Verbo - E-Book

¿Dónde ha quedado mi esperanza? E-Book

Equipo Bíblico Verbo

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Beschreibung

Nuevo volumen en la serie "Animación Bíblica de la Pastoral", consagrado a la virtud de la esperanza. Sus doce unidades quieren provocar el diálogo en grupo en torno a un argumento que hoy nos apremia más que nunca. El título, tomado de labios del santo Job, nos urge a detenernos y plantearnos en serio qué sentido elegimos dar a nuestra vida. Cada unidad parte de un texto bíblico para su lectura creyente y orante, según el itinerario clásico de la lectio divina. Al lector se le invita a leer el texto bíblico (lectio) y a interiorizarlo como palabra viva (meditatio, oratio y actio). Ella, la Palabra para creer, para orar y para vivir, es la gran protagonista del libro. ¿Dónde ha quedado mi esperanza? es el segundo libro de una trilogía consagrada a las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que fundan, animan y caracterizan todo el obrar cristiano.

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Contenido

Presentación

Unidad 1

¿De qué nos ha servido…? ¿Qué hemos sacado...?

Del libro de la Sabiduría 5,4-13

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

MEDITACIÓN: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Unidad 2

Abrahán creyó y esperó

Del libro del Génesis 15,1-6

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

MEDITACIÓN: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Unidad 3

Mi alma está colmada de desdichas

Del libro de los Salmos 88,2-4.9-10.15-19

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

MEDITACIÓN: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Unidad 4

Cristo Jesús, esperanza nuestra

Del libro de los Hechos de los Apóstoles 13,15-16.26-39

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

MEDITACIÓN: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Unidad 5

Dejadlos crecer juntos

Del evangelio según san Mateo 13,24-30

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

MEDITACIÓN: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Unidad 6

Destino de feliz eternidad

De la carta a los Efesios 1,3-10

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

MEDITACIÓN: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Unidad 7

Padre: aparta de mí este cáliz

Del evangelio según san Lucas 22,39-46

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

MEDITACIÓN: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Unidad 8

Si morimos con él, también viviremos con él

De la Primera carta a los Corintios 15,1-8.12-20

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

MEDITACIÓN: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Unidad 9

Cada cosa tiene su tiempo bajo el cielo

Del libro del Eclesiastés 3,1-9

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

MEDITACIÓN: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Unidad 10

Fui forastero y me hospedasteis

Del libro de Rut 2,5-13

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

MEDITACIÓN: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Unidad 11

Quo vadis, Iglesia?

Del libro del Apocalipsis 3,14-22

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

MEDITACIÓN: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Unidad 12

Alégrate, María

Del evangelio según san Lucas 1,26-28.39-42

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

MEDITACIÓN: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Celebración final

¡Levantemos el corazón!

Preparación

Introducción

A ti levanto mis ojos (Sal 123,1)

Levantad las manos y bendecid al Señor (Sal 134,2)

Levantaos, alzad la cabeza (Lc 21,28)

Levantemos nuestro corazón al Dios del cielo (Lam 3,41)

María se levantó (Lc 1,39)

Créditos

Presentación

El filósofo Charles Péguy, en su Pórtico del misterio de la segunda virtud, pone en boca de Dios unas palabras que nos ayudan a delinear el encantador y audaz rostro de la esperanza: «La fe de los hombres no me sorprende: no creer sería imposible. La caridad entre los hombres no me sorprende: no amar sería imposible. De lo que sí me admiro es de la esperanza de los hombres, porque esperar es lo difícil». Viene entonces a la memoria la animosa consigna con la que se cierra el Salmo 27: ¡Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor!

Editorial Verbo Divino continúa ampliando la serie «Leemos, compartimos, oramos» dentro de su colección «Animación Bíblica de la Pastoral» con esta nueva entrega: ¿Dónde ha quedado mi esperanza? Diálogos de esperanza en la Palabra. Prosigue así el hilo argumental que ya se inició con el volumen dedicado a reflexionar sobre la virtud de la fe (Caminar juntos, nacer de nuevo. Diálogos de fe en la Palabra) y que tendrá, Dios mediante, su culminación con un tercer librito sobre la virtud de la caridad. Si bien las dos hermanas mayores (fe y caridad) son muy importantes, la niña que va de su mano es, con todo, más urgente que nunca: en este atormentado siglo XXI necesitamos esperanza como la tierra precisa la lluvia, pues nada nos atormenta hoy más que encontrar el sentido pleno de un mundo abrumado de incertidumbre. Parafraseando al citado escritor francés, podríamos afirmar que vivir sin fe parece resultar factible para muchos; que vivir sin amor tal vez haya alguien que lo soporte; pero que vivir sin esperanza es a todas luces imposible: el ser humano no solo «tiene» esperanza, sino que «vive» en la medida en que alberga una esperanza en su interior, por débil que sea. El título del presente libro recoge el lamento del santo Job, erigido en portavoz de una humanidad doliente (Job 17,15).

Algunas sugerencias sobre estos materiales

La articulación de las doce unidades del libro es siempre la misma y sigue en su itinerario el clásico y conocido método de la lectura creyente de la Biblia. Y, como es habitual en la serie «Leemos, compartimos, oramos», la estructura de cada unidad ha sido pensada para su distribución en dos sesiones del grupo:

• PRIMERA SESIÓN: diálogo introductorio y «Lectura». En esta primera sesión, la actividad del grupo se centrará en la lectura (lectio) atenta y aplicada del correspondiente texto bíblico.

• SEGUNDA SESIÓN: «Meditación», «Oración» y «Compromiso». En esta segunda sesión, el grupo podrá concentrar sus tareas (meditatio, oratio, actio) en descubrir los tesoros que la Palabra puede ofrecer a los creyentes. Una «Oración final» concluye cada unidad. Además, el epígrafe «Para continuar» ofrece siempre algún texto que puede ampliar el horizonte de la reflexión del grupo.

De esta forma, junto con la celebración final, se puede completar el recorrido ordinario de un curso pastoral (veinticinco sesiones). Además, como «fuera de programa», sugerimos que, si es posible, durante los días de Navidad el grupo se dé cita para escuchar y rezar alguna versión musicada del himno Te Deum, un canto con el que la Iglesia, al final de cada año, agradece a Dios las esperanzas cumplidas y por cumplir; tal vez se puede convertir, como se hace en muchos lugares, en una celebración oficial de la parroquia. Asimismo, en los días previos a la Semana Santa puede ser muy provechoso escuchar en clave contemplativa alguna Misa de Réquiem, verdadero monumento artístico de la fe y de la esperanza en la Vida.

Respecto al argumento central del presente volumen (la esperanza), disponemos de un sencillo pero riquísimo depósito de enseñanza de la Iglesia. Se trata, en primer lugar, de la constitución pastoral del Concilio Vaticano II: Gaudium et Spes («El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo»), hecha pública el 7 de diciembre de 1965; y, en segundo lugar, de la carta encíclica Spe Salvi que Benedicto XVI publicó el 30 de noviembre de 2007. Son dos textos magistrales que pueden leerse con calma y paciencia a lo largo del curso para enriquecer las propias reflexiones del grupo de lectura creyente de la Biblia. En algunas ocasiones, dentro del texto del libro, aparece citado el Catecismo de la Iglesia Católica con las siglas CIC seguidas del número de párrafo correspondiente. Además, aquí y allá aparecen en las páginas del libro algunos recuadros de texto que aportan al grupo alguna información o sugerencia complementarias al paso de la lectura propuesta en cada unidad.

Primera sesión

La sesión del grupo puede comenzar con una breve oración común que ayude a delimitar el comienzo de la reunión y, sobre todo, a implorar la ayuda del Espíritu para que sea él quien dinamice los pensamientos y las palabras de todos los participantes. Hecha la oración, todas las unidades se abren con un breve comentario-introducción que ayuda a centrar el argumento específico de la unidad; este preámbulo aporta algunas pinceladas que después, a lo largo de toda la unidad, serán desarrolladas con comentarios, reflexiones y preguntas. Este pórtico, además, ofrece una invitación a entablar un primer diálogo entre todos los miembros del grupo. En definitiva, este primer momento grupal, que no debería ocupar excesivo tiempo, es un momento para romper el hielo y para ayudarse mutuamente a «ver» la realidad cotidiana y a refrescar e interrogar la propia fe al respecto.

Tras este primer diálogo, el animador del grupo –o el lector designado por él– puede proceder a una primera lectura del texto bíblico propuesto, en voz alta, sin pausas, sin comentarios; habrá tiempo, a lo largo de las dos sesiones correspondientes, para comentarlo, releerlo, repasarlo, memorizarlo. En cualquier caso, será provechoso dejar unos minutos en silencio para que cada miembro relea el texto personalmente, subraye alguna palabra o frase que considere más relevante... Se trata, ahora y siempre, de apropiarse y saborear la Palabra, descubriendo sus matices y sus sorprendentes ecos en el interior de cada uno.

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Una vez iniciada la dinámica de la reunión, el grupo puede proseguir ya el proceso específico de lectura creyente de la Biblia (lectio divina) con el primero de sus pasos: la lectio, la lectura diligente del texto bíblico en cuestión. Un primer paso muy conveniente, aunque no esté indicado en cada unidad, podría consistir en localizar en la propia biblia el libro al que pertenece el texto y consultar la introducción y los datos que allí se aportan (¿De qué parte de la Biblia forma parte dicho libro? ¿Quién fue su autor? ¿Cuándo fue escrito? ¿Cuál es su esquema y su argumento esencial?). Quizás todo esto se puede anticipar como tarea previa hecha en casa por cada miembro del grupo, o por uno de ellos en cada unidad, etc. El animador tratará de unificar y resumir todas las aportaciones, que sin duda ampliarán la cultura bíblica de todos y ayudarán a contextualizar el pasaje leído.

Todos los breves comentarios que tratan de ayudar a leer más en profundidad el texto bíblico van seguidos siempre de invitaciones en forma de preguntas, dirigidas a provocar el diálogo sereno y respetuoso, de forma que los componentes del grupo puedan compartir reflexiones, experiencias, ideas, dudas, sentimientos, etc. No es exagerado afirmar que de la participación activa y solícita de todos en estos momentos depende en gran medida el fruto del itinerario de lectura bíblica propuesto.

Según la ordenación ideada en estos materiales, con esto finalizaría la primera de las dos sesiones previstas para cada unidad. Será por ello de gran utilidad cerrar esta primera reunión con una nueva lectura del texto bíblico propuesto: es una forma de confirmar el protagonismo de la Palabra y quedará así en la memoria de los participantes para recordarlo a lo largo de la semana.

Segunda sesión

La segunda sesión de cada unidad puede empezar, como la primera, con la breve oración inicial que el grupo acostumbre a rezar. A esa oración, además, le puede seguir la lectura-recuerdo del texto bíblico, pues esa será siempre la base sobre la que se va a seguir reflexionando, se va a orar y se van a sugerir compromisos para fortalecer la vida cristiana.

En efecto, esos son los tres momentos previstos para esta segunda reunión, correspondientes, en la lectura creyente y orante de la Palabra, a los pasos clásicos de la meditatio, la oratio y la actio; en el presente libro, cada uno de ellos se ha explicitado con un título que lo desarrolla:

Meditación: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

El «texto bíblico» cuyos detalles hemos descubierto y hemos compartido en la primera sesión de la unidad se convierte ahora –¡nunca dejó de serlo!– en Palabra viva que alimenta y fortalece nuestra fe, nos invita a pensarla, nos cuestiona en nuestros viejos esquemas aprendidos… En definitiva: la propia Palabra nos ayuda a creer a partir de la Palabra.

ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

Es el momento de dedicar un tiempo y un espacio específicos a la plegaria, partiendo del texto que nos ocupa en cada unidad. Orar es, sencillamente, entablar con Dios un diálogo que puede ser grupal y siempre debe ser personal. En esta sección, a lo largo de las unidades, se van sugiriendo distintas formas de rezar: invitaciones a las diversas formas de oración, utilización de símbolos, silencios meditativos, plegarias clásicas, cantos, etc. Además, en muchos casos se han realzado en negrita algunas palabras-clave para ayudar al grupo a concentrar aún más su espíritu oracional. Se trata, en última instancia, de orar con la Palabra y de que la Palabra sea cada vez más nuestro manual y vocabulario de oración. El animador del grupo, huelga decirlo, habrá de convertirse aquí en «animador espiritual» a la hora de preparar, coordinar, ambientar y guiar este tiempo, de forma que sea ocasión para una serena y fructífera plegaria.

COMPROMISO: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros este texto?

Si es sincero, todo el itinerario de la lectura creyente de la Palabra conduce necesariamente a la conversión de vida del creyente y a su compromiso de fe. Por ello, esta sección plantea algunas ideas generales, a modo de propuestas o sugerencias, que el grupo y cada miembro del mismo deberá concretar. Este penúltimo momento de cada unidad no puede quedarse en una tertulia crítica y abstracta sobre temas de religión; se pretende, más bien, que se proponga –y, si es posible, se escriba– una pequeña tarea que debería ser revisable (a corto o medio plazo): quién va a hacer qué, cuándo, dónde y cómo.

Permítase una última sugerencia para que el grupo la trabaje antes de finalizar esta segunda sesión de cada unidad. Se le pide al grupo que resuma en una frase cuanto se ha asimilado en torno al argumento de la unidad, de forma que al final del curso, en la celebración final, se pueda elaborar una declaración con las doce formulaciones nacidas de las experiencias compartidas en el grupo. Si el credo (palabra latina que significa ‘creo’) es la confesión de fe, a esta declaración de esperanza podríamos denominarla exspecto: es la palabra latina que traduce el «espero» del credo largo (la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro). Este exspecto podrá formularse de diversas formas, según la creatividad propia del grupo: Espero que; Tengo la esperanza de que; Sé que; Mantengo que; Aseguro que; Sostengo que; Afirmo que; Me ratifico en la esperanza de que, etc. Con todo, es preciso señalar que no se trata de expresar deseos («espero que haya vida eterna»), sino de afirmar esperanzas ciertas («espero la vida eterna»).

Oración final

Al final de cada unidad, como su coronación, se propone una fórmula de oración tomada de la Sagrada Escritura, de la liturgia de la Iglesia, de la piedad popular o de algún autor espiritual reconocido. Esta plegaria final quiere recoger todo cuanto se ha pensado, dicho, descubierto, rezado… a lo largo de las dos sesiones de la unidad en torno al tema que sugería el texto bíblico. Un breve silencio puede preceder a la recitación conjunta de la oración, que, por un lado, cierra la reunión y, por otro, abre nuevos horizontes en el espíritu del grupo y de cada uno de sus miembros.

Santa María, estrella de esperanza

María de Nazaret es modelo perfecto de lectura creyente-orante de la Palabra. Ella tuvo siempre presentes las Sagradas Escrituras de Israel, que hablaban de anhelos y promesas. Y por ella, por su «sí», la esperanza de milenios se hizo carne y entró en nuestro mundo y en su historia. Llena de santa alegría al ir deprisa a visitar a Isabel, María se convirtió en imagen de la Iglesia que, en su seno, habrá de llevar esa misma Esperanza por los montes de la historia.

Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, permanecerá siempre con nosotros como Madre de la esperanza. Ella nos enseña a creer, a esperar y a amar: nos indica así el camino hacia el Reino eterno. A María, Estrella del mar, encomendamos desde el comienzo mismo de este libro nuestro camino de lectura creyente, el camino sinodal de la Iglesia y el camino de toda la humanidad hacia su meta, donde ella, María, felizmente nos espera.

Marán athá: el Señor viene.

Marana tha!: ¡Señor, ven!

Unidad 1

¿De qué nos ha servido…? ¿Qué hemos sacado...?

El sentido de la vida: dicho así, tan solemne, nos puede sonar a discusión de filósofos aburridos o de sesudos tertulianos. Y habrá entonces quien se tome esa cuestión como un argumento inútil o como un tema para bromear, pues no ven que sea uno de esos problemas tan urgentes en nuestra vida cotidiana: de lo que de verdad hay que hablar es del trabajo, de las pensiones, de la sanidad, de las vacaciones, de la hipoteca, de la corrupción, de la vivienda… No les falta razón: acostumbrados como estamos a vivir superficialmente al día, en pocos momentos de nuestra vida nos paramos a pensar en nuestras razones para vivir con sentido. No obstante, parece que toda persona se lo juega todo en la respuesta que dé a esa pregunta sobre el sentido de su vida: ¿Por qué y para qué estoy yo en este mundo? ¿Cómo vivir con una esperanza que pueda dar valor a cada momento de mi existencia? Esa es la cuestión.

Esa pregunta por el sentido de la vida, ¿en qué ocasiones o circunstancias nos la planteamos personalmente de manera seria y profunda? ¿De qué otras formas se puede formular esa misma cuestión?

i Del libro de la Sabiduría 5,4-13

4 Este es aquel de quien antes nos reíamos y a quien, insensatos de nosotros, insultábamos. Su vida nos parecía una locura y su muerte, una ignominia. 5 ¿Cómo ahora es contado entre los hijos de Dios y comparte la suerte de los santos?

6Sí, nosotros nos desviamos del camino de la verdad, la luz de la justicia no nos alumbró y el sol no salió para nosotros. 7 Nos fatigamos por sendas de maldad y perdición, atravesamos desiertos intransitables, pero no reconocimos el camino del Señor.

8 ¿De qué nos ha servido nuestro orgullo? ¿Qué hemos sacado presumiendo de ricos? 9 Todo aquello pasó como una sombra, como noticia que corre veloz, 10 como nave que surca las aguas agitadas, sin dejar rastro de su travesía, ni estela de su quilla en las olas. 11 O como pájaro que corta el aire sin dejar rastro de su paso: con un aleteo azota el aire ligero, lo corta con agudo silbido, se abre camino batiendo las alas y al final no queda rastro de su paso. 12 O como flecha disparada al blanco, cuya herida en el aire se cierra al instante, siendo imposible conocer su trayectoria. 13 Igual nosotros: nacimos y nos eclipsamos sin dejar ni una señal de virtud que poder mostrar, nos consumimos en nuestra maldad.

g LECTURA: ¿Qué dice el texto?

En la primera parte del libro de la Sabiduría (1,1–6,21), donde se inscribe nuestro texto, se contraponen dos estilos de vida: el de los «justos» y el de los «impíos». Ante el silencio sereno de los justos, el enfrentamiento se verbaliza sobre todo en los dos amargos discursos de los impíos. En el primero (2,1-20), los impíos creen tener todavía la oportunidad de disfrutar de su presente, aunque ello exija la anulación y aniquilación del justo. En este segundo discurso, el que leemos en esta unidad, los impíos han atravesado ya el umbral de la muerte y hablan trágicamente de su pasado, de una vida que les ha sentenciado a la perdición.

El libro de la Sabiduría forma parte de los llamados «libros deuterocanónicos»: son los libros de los que en la Antigüedad se pensaba que habían sido escritos originalmente en griego. En la Biblia católica son siete: Tobías, Judit, 1 Macabeos, 2 Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc; a ellos hay que añadir algunos fragmentos de Ester y de Daniel.

En estos textos del libro de la Sabiduría se habla habitualmente de «justos» y de «impíos». ¿Qué otro vocabulario podríamos utilizar hoy para referirnos a esas dos clases de comportamientos?

Más allá de las palabras, ¿quiénes serán hoy los justos, quiénes serán hoy los impíos? ¿Cómo podemos describir sus respectivos estilos de vida en la actualidad?

Nosotros insensatos

Así se autodefinen y descalifican los propios impíos. Y con esa trágica expresión reconocen al mismo tiempo la victoria del justo, que ahora –un ahora que ya es irremediable, eterno, definitivo– comparte la vida de los hijos de Dios, la suerte de los santos que viven junto a Dios. Los impíos despiertan a la auténtica realidad de lo definitivo y se dan de bruces con ella: aquel a quien despreciaban goza ya y para siempre del cariño de Dios y de su santidad; más allá de la muerte, al otro lado de la muerte, los justos de esta vida reciben la herencia celestial junto a Dios. Ese justo a quien ahora ven salvado y glorificado es la misma persona a la que antes, en el tiempo de la vida, los impíos consideraron loco, inútil, inculto, pues su vida les parecía una extravagancia solo digna de desprecio.

Leemos la primera estrofa del discurso de los impíos: Sab 5,4-5.

– Su vida nos parecía una locura. A los ojos de los que no creen, ¿qué «locuras» hacen las personas que creen en Dios y tratan de conducir su vida según su fe? ¿Conoces algún ejemplo?

– ¿Te ha ocurrido personalmente a ti en alguna ocasión que, por actuar de acuerdo con tu fe en algún asunto, has provocado incomprensión, burlas o algún comentario crítico? Compartimos experiencias.

El camino de la verdad, el camino del Señor

Tras mirar estupefactos a los justos, los ojos de los impíos se dirigen ahora a ellos mismos para confesar con tristeza su pecado, para admitir que su concepción y estilo de vida han sido un fracaso total.

Es clásica, en la Biblia y en toda la literatura universal, la metáfora del camino aplicada a la vida moral. Aquí, los impíos reconocen desolados que se han apartado del camino de la verdad, que no es otro que el camino del Señor. Confiesan en este sentido que han marchado en la oscuridad de la injusticia, que se han fatigado inútilmente por sendas de maldad y de perdición, que han errado por desiertos malsanos. Y al finalizar su peregrinación por este mundo, los impíos descubren que toda su vida ha estado apoyada en un planteamiento erróneo, es decir, que, en pleno uso de su libertad, se han equivocado: nos desviamos del caminode Dios. Los impíos tenían por seguro que podían convertir su propia fuerza en norma, que podían prosperar enormemente en este mundo imponiendo la ley del más fuerte, del más rico, del más poderoso. Y, sin embargo, el camino del Señor Dios se recorre practicando la justicia y el derecho, especialmente con los más pobres y necesitados. Y, sobre todo, buscando siempre la verdad.

Con todo, lo más trágico aquí no es que los impíos reconozcan que estaban en un error, sino que ahora ya no hay remedio.

Leemos la segunda estrofa: Sab 5,6-7. A partir de nuestra experiencia de vida:

– ¿Cómo podemos describir, de la manera más concreta posible, cada uno de esos dos caminos: el de la verdad y el de la perdición?

– ¿Es posible que una persona cambie de un camino al otro, o del otro al uno? ¿Qué circunstancias pueden hacer que ese cambio se produzca? ¿Conoces a alguien que haya experimentado alguno de esos cambios? Podemos compartir con el grupo, siempre con discreción y delicadeza.

¿De qué nos ha servido...? ¿Qué hemos sacado...?

La reflexión final sobre el fracaso de la vida de los impíos se abre con dos preguntas retóricas que no esperan –porque ya no tienen– respuesta: ¿De qué nos ha servido…? ¿Qué hemos sacado...?

Dios: o es o no es. ¿A qué apostáis? Porque hay que apostar: esto no es voluntario... Y cada uno tendrá que sopesar la ganancia y la pérdida, estimando estos dos únicos posibles resultados: si ganáis, lo ganáis todo; si perdéis, no perdéis nada.

BLAISE PASCAL (1623-1662)

Pensamientos, n.º 233

En efecto, a la hora del juicio, los impíos reconocen su hundimiento total: solo les queda entre las manos un vacío absoluto, pues ni el orgullo ni la riqueza les sirven ahora para nada. El orgullo no es solo la arrogancia despectiva respecto a los demás, sino, sobre todo, el desafío de no tener en cuenta a Dios. Ese desafío orgulloso va acompañado –¡cómo no!– de la pretendida omnipotencia de las riquezas. Los impíos descubren ahora, triste, tardía y trágicamente, que aquello en lo que se apoyaron durante su vida no fue más que un espejismo. Por eso, las cinco metáforas con las que los impíos tratan de balbucear una respuesta no expresan simplemente la fugacidad de toda vida: toda persona sabia comprende que la vida es breve y limitada…

No: al comparar su vida con una sombra, con un rumor o con las fugaces estelas de un barco, de un pájaro o de una flecha, los impíos están lamentando la inutilidad de su esfuerzos, lo insustancial de su existencia. De ahí que la tragedia está, sobre todo, en las primeras palabras: todo aquello pasó. «Todo aquello» es la riqueza y el orgullo que se acaban de mencionar y, en definitiva, todos los bienes del mundo en los que los impíos pusieron ciegamente su corazón. Su insignificancia es explicada por ellos mismos a través de cinco metáforas tomadas de la tierra, del mar y del aire.

En el ámbito de la tierra están la sombra y la noticia. Una sombra: la apariencia de cualquier cosa, que no tiene consistencia en sí misma y se desvanece en un instante, sin otro rastro que el olvido. Unanoticia veloz: un mensaje fugaz que no se detiene, que dura lo que duran sus palabras, que pasa de manera efímera para dar paso a otros nuevos mensajes igualmente fugitivos, que también se esfumarán sin más. En el ámbito del mar está el barco. Una nave que surca las aguas: una barca cuyo rastro en la superficie del agua se pierde nada más pasar, con un leve rastro de espuma que se desvanece inmediatamente. Y en el ámbito del aire están el pájaro y la flecha. El pájaro que corta el aire no deja rastro ni vestigio de su paso. La trayectoria de la flecha disparada es imposible de rastrear.

El propio autor, fuera ya del discurso de los impíos, ampliará esta lista de imágenes con otras también muy gráficas: la esperanza del impío es brizna que arrebata el viento, espuma ligera que arrastra el vendaval, humo que el viento disipa, recuerdo fugaz del huésped de un día (Sab 5,14).

Leemos pausadamente la tercera estrofa del discurso: Sab 5,8-13. El texto resume con todas estas metáforas el conjunto de la vida de los impíos. No obstante, también se pueden aplicar a acontecimientos concretos que nos anuncian como históricos y luego quedan en nada, a personajes que pretendían dejar huella y han pasado desapercibidos, superficialidades en las que ponemos mucho empeño y después resultan inútiles… ¿Podríamos poner ejemplos de nuestra experiencia diaria, de nuestro mundo de hoy?

El discurso de los impíos concluye con la aplicación a sí mismos –igual nosotros– del resultado de todas estas comparaciones. Su vida ha resultado tan inútil, fugaz, inane, vana y gris como el paso de una sombra, de un chisme, de una barquichuela, de un ave o de una saeta. Es triste que el resumen de su existencia se reduzca a cuatro palabras: nacimos y nos eclipsamos. El balance final, ahora que ya no hay remedio, no puede ser más demoledor: ni una señal de virtud en su haber, consumidos en su propia maldad. Curiosamente, el texto no habla de ningún tipo de condena, o de infierno, o de castigo para estos impíos: sencillamente pasarán, serán nada. Ese será su trágico destino.

El texto se ha concentrado exclusivamente en describir, mediante numerosos símbolos, el perfil de la vida de los impíos (sombra, brizna, etc.). Podemos ahora ser creativos e idear otra serie de metáforas que describan el perfil de los justos:

– ¿Con qué imágenes podríamos representar las cualidades de la vida del justo?