Misericordiosos como el Padre - Equipo Bíblico Verbo - E-Book

Misericordiosos como el Padre E-Book

Equipo Bíblico Verbo

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Beschreibung

Hablar de misericordia hoy no es tarea fácil, aun cuando el mundo esté profundamente necesitado de ella. En esta misión, nosotros hemos optado por acudir a la Biblia, leída como Palabra de Dios. Distintos textos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, nos van acercando progresiva y pedagógicamente, a la confesión de fe: Dios es misericordia; Jesús es el evangelio de la misericordia de Dios. No hay otro camino para ser Misericordiosos como el Padre. Lo recuerda la bula Misericordiae Vultus con estas palabras: Para ser capaces de misericordia debemos, en primer lugar, colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios. Esto significa recuperar el valor del silencio para meditar la Palabra que se nos dirige. De este modo es posible contemplar la misericordia de Dios y asumirla como propio estilo de vida (MV, 13).

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Índice

Presentación

Parte I: Antiguo Testamento

UNIDAD 1

• Texto bíblico: Gn 4,1-16

• Lectura creyente: Contra la violencia... ¡misericordia!

• Lectura orante: «El Señor marcó con una señal a Caín» (Gn 4,1-16).

UNIDAD 2

• Texto bíblico: Ex 34,1-10

• Lectura creyente: Dios se llama Misericordia

• Lectura orante: «Dios compasivo y benévolo, lento para enojarse y rico en amor y fidelidad» (Ex 34,1-10)

UNIDAD 3

• Texto bíblico: Os 5,15–6,6

• Lectura creyente: Un amor como Dios manda

• Lectura orante: «Quiero amor, no sacrificios» (Os 5,15–6,6)

UNIDAD 4

• Texto bíblico: Jr 31,15-22

• Lectura creyente: El Amor que da Vida

• Lectura orante: «Se conmueven mis entrañas, me apiado de él» (Jr 31,15-22)

UNIDAD 5

• Texto bíblico: Jon 4,1-11

• Lectura creyente: La universalidad de la misericordia

• Lectura orante: «Dios benévolo y compasivo, lento para enojarte y lleno de amor» (Jon 4,1-11)

UNIDAD 6

• Texto bíblico: Sal 73 (72)

• Lectura creyente: Si Dios es misericordioso, ¿por qué sufren los buenos?

• Lectura orante: «Por poco resbalan mis pies» (Sal 73 [72])

Parte II: Nuevo Testamento

UNIDAD 7

• Texto bíblico: Mt 18,21-35

• Lectura creyente: Experimentar la misericordia para ofrecer perdón

• Lectura orante: «No has querido compadecerte como yo me compadecí de ti» (Mt 18,21-35)

UNIDAD 8

• Texto bíblico: Lc 15,11-32

• Lectura creyente: Dejarse encontrar por la Misericordia

• Lectura orante: «Profundamente conmovido, salió a su encuentro» (Lc 15,11-32)

UNIDAD 9

• Texto bíblico: Lc 23,33-43

• Lectura creyente: Una guía para la vida, la misericordia

• Lectura orante: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23,33-43)

UNIDAD 10

• Texto bíblico: Jn 8,1-11

• Lectura creyente: La misericordia contra las piedras

• Lectura orante: «Tampoco yo te condeno» (Jn 8,1-11)

UNIDAD 11

• Texto bíblico: Ef 2,1-10

• Lectura creyente: Un amor desbordante

• Lectura orante: «Lo que somos, a Dios lo debemos» (Ef 2,1-10)

UNIDAD 12

• Texto bíblico: 1 Jn 3,11-18

• Lectura creyente: Del amor al odio, de la muerte a la vida

• Lectura orante: «Hemos conocido lo que es el amor» (1 Jn 3,11-18)

Celebración final: Abrazar la fragilidad

1. Dejarse ver...

2. Dejarse encontrar...

3. Ser abrazado...

Créditos

Presentación

El papa Francisco, en su primer Ángelus público en la plaza de San Pedro, decía: «La misericordia cambia el mundo, hace al mundo menos frío y más justo. El rostro de Dios es el rostro de la misericordia, que siempre tiene paciencia. [...] Dios nunca se cansa de perdonarnos. El problema es que nosotros nos cansamos de pedirle perdón. ¡No nos cansemos nunca! Él es el padre amoroso que siempre perdona, que tiene misericordia con todos nosotros». Expresaba así una de las constantes en su papado: la preocupación por volver a mostrar al mundo el rostro misericordioso de Dios y, como consecuencia, la preocupación por una Iglesia samaritana.

Aun siendo conscientes de que esta sería una de las constantes en su pontificado, el mundo cristiano expresó su sorpresa y alegría cuando vio la luz la bula de convocación para el jubileo extraordinario de la misericordia, Misericordiae vultus. Editorial Verbo Divino quiere unirse a esa fiesta de conversión y compromiso que, desde diferentes ámbitos eclesiales, se ofrece a los creyentes. Ofrece para ello esta publicación, Misericordiosos como el Padre. Pretende ser una ayuda para rastrear las raíces bíblicas de la misericordia, y desea empujar a «tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre» (Misericordiae vultus, 3).

1. El hilo conductor de este libro

Podríamos haber realizado diferentes recorridos bíblicos en torno al tema de la misericordia. Hemos optado por encuadrarla en la progresividad de la revelación, dando una relevancia especial a Jesucristo, «mediador y plenitud de toda la revelación» (Dei Verbum, 2).

Iniciamos el recorrido descubriendo, en diferentes textos del Antiguo Testamento, el rostro del Dios misericordia, que siempre aparece de forma inesperada e inmerecida, en general como alternativa al castigo, al rechazo. El relato de Caín y Abel nos muestra que, incluso en medio de las relaciones fraternas violadas, Dios aparece como portavoz del caído y como acompañante, crítico y defensor del fratricida (Gn 4,1-16). No en vano su nombre, manifestado en medio del pecado del pueblo, es «Dios compasivo y benévolo, lento para enojarse y rico en amor y fidelidad» (Ex 34,1-10). Los profetas invitaron a Israel a volverse a este Dios que quiere «amor y no sacrificios» (Os 5,15–6,6), que no puede rechazar a su pueblo, a pesar del pecado, sino que asegura que es «mi hijo querido» y que «mis entrañas se conmueven» por amor a él (Jr 31,15-22). El libro de Jonás deja constancia de que la misericordia de Dios no se ciñe a un pueblo, sino que es universal (Jon 4,1-11). Por último, a través del Salmo 73 (72) hemos recogido lo que podríamos llamar «crisis ante la misericordia», y que muy brevemente podríamos plantear de esta forma: si Dios ama y es misericordioso, ¿por qué sufre el justo mientras el malvado vive feliz?

Llegada la plenitud de los tiempos, Jesucristo nos revela el rostro misericordioso del Padre. Las páginas de su vida están escritas con la ternura de Dios que unas veces cura, otras perdona, acoge, libera, incluye al excluido, busca al que se perdió, come con pecadores. Nos hemos detenido en cuatro pasajes evangélicos. El primero de ellos muestra la necesidad del perdón ilimitado, especialmente dentro de la comunidad cristiana, según el modelo del Padre (Mt 18,21-35); el segundo presenta la imagen del corazón misericordioso de Dios que acoge y perdona siempre a sus hijos (Lc 15,11-32); el tercero se acerca al perdón de Jesús en la cruz (Lc 23,33-43); el cuarto contempla la rehabilitación de la pecadora (Jn 8,1-10). Por último, dos textos de las Cartas nos recuerdan que la misericordia de Dios manifestada en Jesucristo tiene implicaciones para la vida de los cristianos. La carta a los Efesios afirma que «lo que somos, a Dios se lo debemos» (Ef 2,1-10) y la primera carta de Juan nos exhortará a devolver todo en forma de un amor como el de Jesucristo (1 Jn 3,11-18). La misericordia divina en línea vertical (de Dios hacia el mundo) ha quedado definitivamente ligada con la misericordia hacia el prójimo en línea horizontal.

2. Cómo utilizar estos materiales

Estos materiales están pensados para el trabajo en grupo, pero también son válidos para la reflexión personal. Constan de doce unidades más una celebración final. Dado que cada unidad está pensada para dos sesiones, resulta un total de 25 reuniones de grupo, que son los encuentros que suelen tener lugar a lo largo del año en cualquiera de nuestras parroquias y grupos bíblicos.

Primer encuentro: Lectura creyente

Hemos denominado a la primera parte de la unidad Lectura creyente. Lejos de ser un análisis meramente intelectual del texto bíblico, pretende descubrir el mensaje de fe que guarda, desde una actitud más orientada a «saborear» que a «indagar».

Los participantes del grupo bíblico, ayudados por la persona que hace las veces de animador, van leyendo el relato, deteniéndose en las reflexiones y preguntas marcadas en cursiva. Juntos, buscan responderlas acudiendo a los textos que se señalan. Es recomendable no saltar al párrafo siguiente, pues en él se ofrecen las respuestas requeridas. De esta forma, el mismo grupo va verificando su avance en la comprensión del pasaje.

Los recuadros al margen tienen carácter informativo. Son ayudas para comprender mejor el texto y para profundizar en elementos que quedan fuera de la explicación ofrecida. El animador debe decidir en qué momento de la sesión pueden ser leídos, o incluso recomendarlos para el trabajo de profundización personal después del encuentro grupal.

Esta sesión de lectura saboreada de un pasaje que hemos denominado Lectura creyente termina con un recuadro que lleva por título «Herramientas para profundizar». En él se ofrecen recursos para seguir ahondando en el tema desde otros lugares de la Escritura, desde las enseñanzas de la Iglesia, desde la pastoral, etc. El animador debe llevar preparado el recurso sobre el que profundizará el grupo, así como los materiales precisos para que pueda desarrollarse.

Segundo encuentro: Lectura orante

La segunda sesión de cada unidad es una guía de Lectura orante. Una vez que el grupo de Lectura creyente ha saboreado el texto bíblico, da un paso más y efectúa una Lectura orante del mismo. De esta forma, la Palabra comprendida es meditada, orada y contemplada, hasta conformar en nosotros la mirada, los sentimientos y las actitudes de Cristo. Solo desde aquí brotará un compromiso auténtico y coherente con nuestra identidad cristiana.

Hemos tomado el itinerario clásico de la Lectio Divina, al que hemos añadido, según la sensibilidad actual, el paso del compromiso:

• Lectura: ¿Qué dice el texto?

• Meditación: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

• Oración: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

• Contemplación (incluida en la oración): Miro y me dejo mirar

• Compromiso: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros el texto?

Este encuentro de Lectura orante, aunque se realice en grupo, tiene momentos de silencio y reflexión personal, tal y como está señalado en cada ficha. Como el objetivo es ayudar en el itinerario de oración, cada uno de los pasos (Lectura, Meditación, Oración) contiene numerosas sugerencias que, por otra parte, no se agotan en sí mismas. Evidentemente, no pueden contemplarse todas en una sola sesión. Será necesario que cada participante elija una para reflexionar y después poner en común en el grupo. El tiempo de silencio previo está orientado a dejar que la Palabra ponga al descubierto el elemento más apropiado para mí aquí y ahora, y sobre el que cada uno va a detenerse y a compartir después con el grupo. El resto de las sugerencias, y otras no escritas que puedan presentarse, serán motivo de reflexión y oración en otros momentos.

En fin...

Para concluir esta breve presentación, aludimos a unas palabras del papa Francisco recogidas en la bula de convocación para el jubileo extraordinario de la misericordia:

«El Espíritu Santo, que conduce los pasos de los creyentes para que cooperen en la obra de salvación realizada por Cristo, sea guía y apoyo del Pueblo de Dios para ayudarlo a contemplar el rostro de la misericordia» (Misericordiae vultus, 4).

Equipo Bíblico Verbo

Parte I

Antiguo Testamento

Unidad 1

Texto bíblico:Gn 4,1-16

1 Adán se unió a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín. Y dijo:

–He tenido un varón gracias al Señor.

2 Después dio a luz a Abel, hermano de Caín. Abel se dedicó a criar ovejas y Caín a labrar la tierra.

3 Al cabo de un tiempo, Caín presentó de los frutos del campo una ofrenda al Señor. 4 También Abel le ofreció las primeras y mejores crías de su rebaño. El Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, 5 pero no miró del mismo modo a Caín y a la suya. Entonces Caín se irritó sobremanera y puso mala cara. 6El Señor le dijo:

–¿Por qué te irritas? ¿Por qué has puesto esa cara? 7 Si obraras rectamente, llevarías la cabeza bien alta; pero como actúas mal, el pecado está agazapado a tu puerta, acechándote. Sin embargo, tú puedes dominarlo.

8 Caín propuso a su hermano Abel que fueran al campo y, una vez allí, Caín atacó a su hermano y lo mató. 9 El Señor le preguntó a Caín:

–¿Dónde está tu hermano Abel?

Él respondió:

–No lo sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?

10 Entonces el Señor le replicó:

–¡Qué has hecho! La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. 11 Por eso, ahora quedarás bajo la maldición de la tierra que ha abierto sus fauces para recibir la sangre de tu hermano que tú has derramado. 12 Aunque labres la tierra, no volverá a dar sus frutos. Andarás por el mundo errante y vagabundo.

13 Caín respondió al Señor:

–Mi crimen es demasiado terrible para soportarlo. 14 Si hoy me condenas al destierro y a ocultarme de tu presencia, tendré que andar errante y vagabundo por el mundo, expuesto a que me mate cualquiera que me encuentre.

15 El Señor le dijo:

–¡No será así! Si alguien mata a Caín deberá pagarlo multiplicado por siete.

Y el Señor marcó con una señal a Caín para que no lo matase quien lo encontrara. 16Caín se alejó de la presencia del Señor y fue a vivir al país de Nod, al este del Edén.

i Lectura creyente

Contra la violencia... ¡misericordia!

Vivimos en un mundo que rechaza la violencia. A pesar de ello, la agresividad está presente en nuestra vida diaria: con frecuencia, los medios de comunicación hablan de guerras, asesinatos y torturas; asistir a un partido de fútbol es suficiente para observar cómo un hincha exaltado puede ser capaz de una violencia descerebrada; basta abrir los oídos por la calle para escuchar agresiones verbales.

Cuando nos situamos como espectadores, siempre rechazamos estas actitudes y actos. Solo si nos tocan de cerca, nos implicamos activamente: cuando el terrorismo político o religioso se lleva a alguien de nuestra familia; cuando un grupo de delincuentes roba en nuestra casa tras maniatarnos; cuando el marido de mi hija la abofetea por celos. Entonces, lo primero que nos viene a la cabeza es poner en práctica la ley del talión: «Ojo por ojo y diente por diente».

Pensamos unos momentos y luego comentamos en el grupo: ¿Cuál es mi postura ante la violencia? ¿Qué podemos hacer (personal y socialmente) ante los violentos?

i El primer caso de violencia en la Biblia

Los primeros capítulos del Génesis no son una crónica histórica. A la luz de la fe, y mediante relatos míticos, los autores realizan un análisis profundo de la realidad. Caín y Abel representan a todos los seres humanos que violan los lazos de sangre y convierten el regalo de la fraternidad en pecado de fratricidio.

Desde el libro del Génesis, la Biblia muestra que Dios tiene un proyecto de vida para el ser humano creado a su imagen y semejanza. El relato de Adán y Eva presenta el primer rechazo de este proyecto divino, porque el ser humano prefiere su voluntad a la de Dios (3,6). Enseguida el relato de Caín y Abel, descendientes de los primeros padres, añade un segundo rechazo al plan amoroso del Creador. Lejos de cuidar la atención fraterna y la defensa mutua, el ser humano se empeña en la lucha fratricida. Tras el asesinato del hermano (4,1-16), se recurre a la violencia desproporcionada («setenta veces siete», 4,24) y la humanidad se divide en Babel (11,1-9). Sin embargo, Dios no abandona su proyecto de vida. Al final, aunque por caminos recónditos, el mal será derrotado (cf. 3,15).

Situados en este contexto bíblico general, nos detenemos en Gn 4,1-16. ¿Quiénes son los personajes que aparecen en el relato? ¿Qué relación de parentesco existe entre ellos?

Posiblemente, en sus inicios, este relato, compuesto alrededor del siglo ix a.C., mostraba el enfrentamiento entre dos culturas: la sedentaria (representada por Caín) y la nómada (recogida en Abel). Instalándose como agricultor sedentario, el pueblo había «matado» los valores de la vida comprendida como peregrinaje; se estaba entregando a los dioses de la tierra y olvidaba al Dios que camina con su pueblo; dejaba de lado la ayuda mutua entre clanes.

Eva, que había sido nombrada «madre de todo ser viviente» (3,20), da a luz un hijo, Caín. Todo apunta a que este hijo será agraciado, por ser varón, por ser el primogénito, por continuar el trabajo de su padre y porque la madre, con él, expresa su alegría al sentirse colaboradora de Dios en la misión de engendrar vida para el mundo. Poca cosa se dice, sin embargo, de Abel. Su nombre significa «soplo», «aliento», «algo que se desvanece», y, en silencio, inicia y termina su fugaz andadura por el relato. Sin embargo, la figura de Abel tiene una importancia decisiva, porque inaugura la fraternidad en el mundo. Caín, gracias a Abel, se convierte en hermano. Esta palabra «hermano» es muy importante en el texto, y se repite hasta siete veces, un número que en la Biblia indica plenitud, totalidad. Este dato sugiere que el mundo es una gigantesca familia, que todos los hombres y mujeres son hermanos, y que cuidar del hermano deberá contarse entre los deberes fraternos.

Acerquémonos detenidamente al texto. Leamos Gn 4,1-5a. ¿Qué obstaculiza la buena relación entre ambos hermanos?

La fraternidad se vio entorpecida por la desigualdad de la vida, que hacía prosperar a uno más que al otro. El autor, de acuerdo con la mentalidad creyente de la época, señala que esta diferencia fue obra de Dios, que «miró con agrado a Abel y a su ofrenda». A lo largo de la historia se ha intentado justificar esta predilección de Dios, y se han ofrecido distintas respuestas. Algunos concluyen que mientras Abel ofreció lo mejor de su ganado, Caín solo entregaba «de los frutos del campo». Otros prefieren responder acudiendo a pasajes del Antiguo Testamento que manifiestan la elección gratuita de Dios (Dt 7,7), su predilección por los pequeños y los débiles (por ejemplo, Jacob, José y David), su absoluta libertad en el amor: «Tendré misericordia de quien quiera y seré compasivo con quien me plazca» (Ex 33,19).

Esta diferencia entre ambos hermanos, enseguida trajo consecuencias. Leamos Gn 4,5b-7. ¿Cuál fue la actitud de Caín? ¿Qué hace Dios y qué dice a Caín?

Caín se siente perjudicado. La envidia y la codicia, que habita desde siempre en el corazón del hombre, le hace reaccionar mediante una doble respuesta: hacia fuera, irritándose; hacia dentro, abatiéndose («puso mala cara»). Ambas son formas de violencia que pueden terminar mal: la cólera puede desembocar en el homicidio, y el abatimiento en depresión y suicidio. Para ayudarle en estos momentos, Dios dialoga con Caín. Las palabras del Señor hablan de responsabilidad personal frente al mal, y contienen una enseñanza universal sobre cómo actuar en casos similares: primero, tomar conciencia de la situación personal (¿Por qué estás así?); segundo, cambiar de conducta (obra rectamente); tercero, no retrasar la decisión final, porque el pecado es una fuerza muy poderosa que tiende a dominar al ser humano, pero que este puede y debe derrotar.

Caín responde. Leamos Gn 4,8. ¿Cuál es la respuesta de Caín a la exhortación de Dios?

En el relato de Adán y Eva, el autor sagrado explica que existe el mal y el sufrimiento porque el ser humano prefirió su voluntad a la de Dios. En el relato de Caín y Abel, completa diciendo que el mal va creciendo en el mundo por los delitos contra las demás personas, los hermanos.

«Caín atacó a su hermano y lo mató.» Habitualmente, este relato de Caín y Abel se lee como la historia del primer homicidio. Sin desechar esta y otras lecturas posibles, queremos acercarnos al texto desde otro punto de vista. Evidentemente, Dios se coloca al lado de las víctimas de la violencia, representadas en Abel; el dolor infringido al hermano es un atentado contra el mismo Dios, que se convierte en defensor de los sin voz. Sin duda, pero el Señor también dialoga, acompaña y ofrece protección al asesino, a Caín. Incomprensiblemente, Dios escribe con sus palabras y sus gestos algo así como la primera carta de derechos humanos de la historia. Esta será hoy nuestra perspectiva de lectura.

Continuemos fijándonos en Gn 4,9.¿Cómo interviene Dios ante el fratricidio? ¿Qué actitudes refleja la respuesta de Caín?

i Acompañando al fratricida

Caín ha matado a su hermano en el campo. Sin testigos. Aparentemente, su acción va a quedar impune. Pero Dios, que intervino como ayuda para Caín en el camino de la vida, interviene como juez ante el asesinato del hermano: «¿Dónde está tu hermano Abel?». Esta pregunta inicia un proceso judicial (acusación, excusa del reo, sentencia) en el que Dios se hace presente como acusador. El Señor toma como suya la causa, que podía haber quedado en el ámbito humano, y el delito cobra también valor religioso. A partir de ahora, herir de muerte a una persona, a un hermano, es agredir al mismo Dios.

Sin embargo, observaremos enseguida que el juicio de Dios con el asesino va a estar revestido de misericordia. El objetivo no es, como podría pensarse desde una lógica humana vengativa, castigarlo, maldecirlo, dejar que se arrastre eternamente bajo la angustia de su culpa. Dios quiere impedir que Caín se encierre en la indiferencia, escape de la tentación de disimular su crimen. Dios quiere que Caín sea consciente de su pecado y pueda volver a vivir con dignidad. Eso sí, la responsabilidad del acto cometido le acompañará siempre. Por eso, aunque anteriormente se dijo que «el Señor no miró del mismo modo» a ambos hermanos (vv. 4-5), ahora se centra en Caín.

Unos días antes de morir asesinado, el día 23 de marzo de 1980, Monseñor Óscar Romero explicó cómo preparaba la homilía del domingo: «Le pido al Señor durante la semana, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento».

Leamos con detenimiento Gn 4,10-12. ¿Cómo se expresa el Señor ante el fratricidio? ¿De quién recoge Dios la sentencia?

Caín creía que ocultando el cuerpo de su hermano escondía el delito, pero la tierra se convirtió en altavoz, en testigo vivo del crimen, y se negó a dar fruto al homicida. Por su parte, Dios recoge esta sentencia sin permitir que Caín renuncie a su responsabilidad sobre el pecado, y se hace eco del fratricidio: «la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra» (para la Biblia, en la sangre reside la vida, y la vida solo le pertenece a Dios). Caín debe emigrar como consecuencia de su delito. En busca de alimento y en busca de una nueva comunidad, porque al romper las relaciones de solidaridad y ayuda mutua con el asesinato de su hermano, ahora es un marginado entre los suyos.

Caín percibe su desamparo y responde a Dios. Leamos Gn 4,13-14. ¿De qué se lamenta? ¿Qué actitudes caracterizan su lamento?

Caín reconoce su responsabilidad y la tragedia a la que lo ha conducido el mal uso de su libertad. Es consciente de que, a causa de su pecado, las relaciones con Dios, con sus semejantes y con la tierra, han quedado trastocadas. Por una parte, su nueva situación perturba la cercanía con el Creador y, por otra, su caminar errante, sin protección ni amparo, le expone a la venganza de cualquiera. El asesino teme ser asesinado. Notemos que sus actitudes para con Dios en este diálogo son las mismas que Jesús recomendará para la oración cristiana: insistir, permanecer, clamar, esperar, confiar (cf. Lc 11,5-13).

Contra cualquier pronóstico humano, Dios vuelve a salir en defensa del fratricida. Leamos Gn 4,15. ¿Cuál es la respuesta de Dios?

Después de que Caín ha cometido el pecado, Dios no aplica sobre él la ley del talión (ojo por ojo), ni lo abandona para siempre, ni lo priva de su gracia, sino que aplica la sentencia de la tierra con una clemencia extraña a la humanidad: «marcó con una señal a Caín para que no lo matase quien lo encontrara». Es una señal que impide a Caín olvidar su delito, pero que también le ofrece la posibilidad de renacer a una nueva vida, la que permite romper con toda violencia hacia sí mismo (vivir cabizbajo), hacia los demás (asesinar y ser asesinado) y con Dios (ignorarlo y escapar de él).

Desde la lectura que venimos haciendo del texto, no podemos leer esa señal como una marca física. Sin rechazar otras lecturas, nos inclinamos a descubrir en ella un doble sentido simbólico. Por una parte, la evidencia de que nuestros actos, nuestras decisiones, nos marcan, nos configuran, de forma que toda nuestra vida puede quedar dañada o favorecida por cada cadena de actitudes. Por otra parte, Caín, y toda persona, lleva en sí mismo un misterio que lo vincula con Dios, Creador y protector, que ofrece la vida incluso a quien más la rechaza y desprecia, que siempre brinda nuevas oportunidades. Eso es lo que hizo Caín cuando se fue a vivir hacia el oriente, alejarse de la violencia amparado por el Dios misericordioso que le abrió la puerta a un futuro nuevo, a una vida familiar y fraterna.

Herramientas para profundizar

jDesde otros pasajes de la Escritura

Tradiciones posteriores recuperaron la figura de Abel.

– Sab 10,10: Abel se asimila a un sabio, cuya conducta pone de manifiesto la participación en la vida divina y en un conocimiento muy superior al que Adán había arrebatado a Dios.

– Mt 23,34-36: Abel es profeta, testigo de la voluntad de Dios en un mundo que asesina a sus enviados.

– Heb 11,4; 12,24: La sangre de Abel se relaciona con la de Cristo, derramada en el Calvario.

Leamos estos pasajes y comentemos qué lectura hacen del relato de Gn 4.

j Desde la reflexión pastoral

Este texto deja muchas preguntas:

1. En torno a la pena de muerte

Si toda persona es mi hermano, ¿cómo justificar la pena de muerte?

2. En torno a la violencia

¿En qué casos, si existen, hay razones para la violencia? ¿Cuál debe ser la respuesta cristiana?

3. Sobre el pecado

La sangre de Abel hizo que la tierra quedara estéril para Caín. ¿Tiene todo pecado una repercusión en nosotros mismos, a nuestro alrededor, en las relaciones con Dios? ¿Dónde lo descubrimos?

g Lectura orante

«El Señor marcó con una señal a Caín» (Gn 4,1-16)

g Nos disponemos

Nos preparamos para acoger la Palabra de Dios en nuestra vida con un momento de silencio. Nos unimos en esta invocación al Espíritu Santo para que abra nuestro corazón al tesoro de la Palabra y nos ayude a hacer vida cuanto ella nos sugiera.

¡Ven, Espíritu Santo! Abre mis oídos para que escuche tu Palabra. Deja que me interpele y me saque de mis mediocridades. Dame un corazón dispuesto, valiente, para proclamar con mi vida que el Dios misericordia protege con su amor a toda la humanidad, a toda la creación.

g PROCLAMACIÓN DEL PASAJE: Gn 4,1-16

g LECTURA. ¿Qué dice el texto?

Tras la proclamación comunitaria del pasaje, volvemos a leerlo de forma personal introduciéndonos en la escena. Nos fijamos en la cercanía que Dios manifiesta hacia Caín, el asesino de su hermano.

• Recuerdo el contexto: en un mundo que salió «muy bueno» de las manos del Creador, surge la maldad. El responsable es el ser humano, que no está conforme con su condición de creatura. Tras romper con Dios, enturbiar las relaciones con el cónyuge y con la tierra, se convierte en fratricida, asesinando al hermano.

• Caín es agricultor y Abel es pastor. Están unidos como hermanos en la diversidad de su profesión, de su culto, de su cultura. Son uno, aunque son distintos. La envidia, motivada por el diferente éxito en la vida, hace que el pecado se apodere de Caín, que mata a Abel.

• Dios se convierte en la voz de Abel, el silenciado. Es su abogado defensor. Su pregunta sigue resonando: «¿Dónde está tu hermano?».

• Dios se convierte también en el acompañante, en la voz de la conciencia, en el juez de Caín. Se pone a su lado para advertirle primero de la responsabilidad personal ante «el pecado que está agazapado a tu puerta». Luego, le increpa para que no sea presa de la indiferencia. Más tarde se hace eco del clamor del suelo que se niega a entregar sus frutos al fratricida.

• Ante el miedo de Caín a ser asesinado y su súplica insistente ante Dios, el Señor coloca una señal en la frente del homicida. Es la marca de la justicia y de la misericordia. Justicia, porque Caín no podrá olvidar el asesinato de su hermano; misericordia frente a la violencia y la venganza de quienes quisieran eliminar a Caín. Esa marca es la protección que lleva todo ser humano como propiedad de Dios, sea cual sea su pasado y su pecado.

Después de un breve silencio reflexivo para recorrer toda la escena y lo que en ella sucede, compartimos en el grupo el momento del pasaje, la imagen, frase o palabra que más haya llegado al corazón de cada uno de los miembros del grupo.

g MEDITACIÓN. ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

El pasaje que acabamos de leer nos desconcierta. Esperaríamos que Dios castigara con mayor dureza a Caín, pero descubrimos que su misericordia no tiene límites. Se convierte en defensor de Abel frente a su hermano y en defensor de Caín frente a toda violencia humana. Solo de la mano de este Dios misericordioso, creador y defensor de la vida podremos sanar a quienes viven heridos por la violencia o por la muerte.

Si Caín se hiciera presente hoy entre nosotros...

• Nos hablaría de que las guerras y los asesinatos, por diferencias políticas, económicas, sociales o religiosas, son siempre injustificables. Toda justificación es como una fiera agazapada que amenaza con devorarnos haciéndonos caer en el pecado.