Jesús, Palabra y Gloria del Padre - Equipo Bíblico Verbo - E-Book

Jesús, Palabra y Gloria del Padre E-Book

Equipo Bíblico Verbo

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Beschreibung

Con Jesús, Palabra y Gloria del Padre, nos acercamos al evangelio de Juan. Somos conscientes de que es una tradición diferente a la de los sinópticos, tanto por el lenguaje como por la forma de abordar los temas que plantea. No en vano, es representado por un águila real, el ave que vuela más alto, para evocar la contemplación a la que eleva la lectura del Prólogo y de cada una de sus páginas. Estamos seguros de que la experiencia espiritual del discípulo amado y de la comunidad joánica, que desde su fe responde a los desafíos que se le plantean, cobra hoy nueva actualidad. Por ello, la Lectura creyente y orante de estos textos, tan leídos en la liturgia pascual, nos hará ahondar en el conocimiento de Jesucristo y avanzar en nuestra experiencia cristiana.

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Índice

PRESENTACIÓN

Parte I: Prólogo poético

UNIDAD 1

• Texto bíblico: Jn 1,1-18

• Lectura creyente: En el principio, el amor

• Lectura orante: «Lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,1-18)

Parte II: Al encuentro de la humanidad

UNIDAD 2

• Texto bíblico: Jn 2,19-34

• Lectura creyente: La fuerza del testimonio

• Lectura orante: «Ahí tenéis al Cordero. Este es el Hijo de Dios» (Jn 1,19-34)

UNIDAD 3

• Texto bíblico: Jn 2,1-12

• Lectura creyente: El primero de los signos

• Lectura orante: «Has guardado hasta ahora el vino nuevo» (Jn 2,1-12)

UNIDAD 4

• Texto bíblico: Jn 5,1-18

• Lectura creyente: Un sábado para trabajar

• Lectura orante: «Levántate, toma tu camilla y anda» (Jn 5,1-18)

UNIDAD 5

• Texto bíblico: Jn 6,32-58

• Lectura creyente: Palabras para los que buscan

• Lectura orante: «Mi carne es verdadera comida» (Jn 6,32-58)

UNIDAD 6

• Texto bíblico: Jn 8,12-20

• Lectura creyente: El juicio a la luz

• Lectura orante: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12-20)

UNIDAD 7

• Texto bíblico: Jn 11,17-46

• Lectura creyente: Diálogos ante el sepulcro

• Lectura orante: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,17-46)

Parte III: En camino hacia el Padre

UNIDAD 8

• Texto bíblico: Jn 13,1-20

• Lectura creyente: El Maestro da ejemplo

• Lectura orante: «Los amó hasta el extremo» (Jn 13,1-20)

UNIDAD 9

• Texto bíblico: Jn 15,1-17

• Lectura creyente: Orientaciones para la vida

• Lectura orante: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos» (Jn 15,1-17)

UNIDAD 10

• Texto bíblico: Jn 16,1-15

• Lectura creyente: Consuelo para la comunidad

• Lectura orante: «Os guiará a la verdad completa» (Jn 16,1-15)

Parte IV: Pasión y resurrección

UNIDAD 11

• Texto bíblico: Jn 19,16b-37

• Lectura creyente: Una cruz para un rey

• Lectura orante: «Este es el rey de los judíos» (Jn 19,16b-37)

UNIDAD 12

• Texto bíblico: Jn 20,1-18

• Lectura creyente: Ver y creer para comprometerse

• Lectura orante: «He visto al Señor» (Jn 20,1-18)

Celebración final. Junto al pozo de agua viva

1. Sed en el camino de la vida

2. Junto al pozo de agua viva

3. «Creemos porque hemos escuchado sus palabras»

Créditos

Presentación

Esta publicación se inserta en el Proyecto de Lectura creyente y orante que iniciamos hace unos años con Aumenta nuestra fe y Rema mar adentro. Los creyentes que se sintieron sacudidos por la Palabra y fascinados por el Dios que se revela en sus páginas, se preguntaron: ¿Quién es Jesucristo? ¿Cómo podemos seguirle mejor?

Para responder a estas y otras preguntas, nos propusimos obtener una visión del misterio de Jesucristo en 4D, según nos la ofrecen los evangelios canónicos, con la certeza de que este primer acercamiento deberá ser ahondado y completado durante toda la vida del creyente.

Con la presente publicación, Jesús, Palabra y Gloria del Padre, nos centramos en el evangelio de Juan. Somos conscientes de que es una tradición muy diferente a la de los sinópticos, tanto por el lenguaje como por la forma de abordar los temas que plantea. Pero estamos seguros de que la Lectura creyente y orante de estos textos, tan leídos en la liturgia pascual, nos harán ahondar en el conocimiento de Jesucristo, así como avanzar en nuestra experiencia cristiana.

Lo mismo que hicimos con los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, nos acercaremos a cada texto escogido del evangelio de Juan combinando la comprensión y lectura saboreada del pasaje (primera sesión) con la meditación y oración compartida del mismo (segunda sesión).

1. Cómo utilizar estos materiales

Estos materiales están pensados para el trabajo en grupo, pero también son válidos para la reflexión personal. Constan de doce Unidades más una celebración final. Dado que cada Unidad está pensada para dos sesiones, resulta un total de 25 reuniones de grupo, que son los encuentros que suelen tener lugar a lo largo del año en cualquiera de nuestras parroquias y grupos bíblicos.

Primer encuentro: Lectura creyente

Hemos denominado a la primera parte de la Unidad «Lectura creyente». Lejos de ser un análisis meramente intelectual del texto bíblico, pretende descubrir el mensaje de fe que guarda, desde una actitud orientada a «saborear» el pasaje.

Los participantes del grupo bíblico, ayudados por la persona que hace las veces de animador, van leyendo el relato, deteniéndose en las reflexiones y preguntas marcadas en cursiva. Juntos, buscan responderlas acudiendo a los textos que se señalan. Es recomendable no saltar al párrafo siguiente, pues en él se ofrecen las respuestas requeridas. De esta forma, el mismo grupo va verificando su avance en la comprensión del pasaje.

Los recuadros al margen tienen carácter informativo. Son ayudas para comprender mejor el texto y para profundizar en elementos que quedan fuera de la explicación ofrecida. El animador debe decidir en qué momento de la sesión pueden ser leídos, o incluso recomendarlos para el trabajo de profundización personal después del encuentro grupal.

Esta sesión de lectura saboreada de un pasaje que hemos denominado «Lectura creyente» termina con un recuadro que lleva por título «Herramientas para profundizar». En él se ofrecen recursos para seguir ahondando en el tema desde otros lugares de la Escritura, desde las enseñanzas de la Iglesia, desde la pastoral, etc. El animador debe llevar preparado el recurso sobre el que profundizará el grupo, así como los materiales precisos para que pueda desarrollarse.

Segundo encuentro: Lectura orante

La segunda sesión de cada Unidad es un material para la Lectura orante. Una vez que el grupo ha saboreado el texto bíblico en la Lectura creyente, da un paso más y efectúa una Lectura orante del mismo. De esta forma, la Palabra comprendida es meditada, orada y contemplada, hasta conformar en nosotros la mirada, los sentimientos y las actitudes de Cristo. Solo desde aquí brotará un compromiso auténtico y coherente con nuestra identidad cristiana.

Hemos tomado el itinerario clásico de la Lectio Divina, al que hemos añadido, según la sensibilidad actual, el paso del compromiso:

• Lectura: ¿Qué dice el texto?

• Meditación: ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

• Oración: ¿Qué le decimos a Dios a partir del texto?

• Contemplación (incluida en la Oración): Miro y me dejo mirar

• Compromiso: ¿Qué hace surgir en mí/nosotros el texto?

Este encuentro de Lectura orante, aunque se realice en grupo, tiene momentos de silencio y reflexión personal. Como el objetivo es ayudar en el itinerario de oración, cada uno de los pasos (Lectura, Meditación, Oración) contiene numerosas sugerencias que, por otra parte, no se agotan en sí mismas. Evidentemente, no pueden contemplarse todas en una sola sesión. Será necesario que cada participante elija una para reflexionar y después poner en común en el grupo. El tiempo de silencio previo está orientado a dejar que la Palabra ponga al descubierto el elemento más apropiado para mí aquí y ahora, y sobre el que cada uno va a detenerse y a compartir después con el grupo. El resto de las sugerencias, y otras no escritas que puedan presentarse, serán motivo de reflexión y oración en otros momentos.

2. El evangelio según san Juan

Juan es el último de los cuatro evangelios y, junto a tres cartas y el Apocalipsis, forma parte de un conjunto de escritos que conocemos con el nombre de Escritos joánicos. Cronológicamente es el evangelio más tardío, se calcula que fue escrito en torno al año 90 d.C. Ello hace que, desde el punto de vista de la reflexión teológica, sea el más desarrollado; tanto es así, que su autor es representado con un águila real, el ave que vuela más alto, para evocar la contemplación a la que eleva la lectura del Prólogo.

Tradicionalmente, se ha atribuido la autoría del cuarto evangelio al apóstol Juan. Hoy no parece haber unanimidad en este tema. Si se tratara del apóstol Juan, habría que responder a una serie de interrogantes; por ejemplo, por qué una figura tan relevante en la Iglesia de los orígenes, considerado por Pablo «columna de la Iglesia» (cf. Gal 2,9), habría desaparecido repentinamente de la narración de los Hechos de los Apóstoles. A esta cuestión responden algunos estudiosos que la hipótesis más plausible es que Juan hubiera muerto mártir en fecha temprana.

Los estudios actuales, sin excluir cierta vinculación con el apóstol Juan, se inclinan por la opción que considera que el cuarto evangelio es fruto de varias redacciones que armonizan la experiencia espiritual de un testigo que ha conocido al Jesús histórico (Jn 19,35) y la reflexión de su comunidad, que desde su fe responde a los desafíos que se le plantean.

El discípulo amado

Uno de los personajes más sugerentes del evangelio es el discípulo amado. La tradición eclesial ha vinculado su identidad a la persona de Juan el apóstol y evangelista. A este propósito, conviene señalar que en ningún momento aparece en el texto el nombre de Juan asociado al discípulo amado. En cambio, parece clara la intención expresa del autor para que la identidad de tal discípulo no sea desvelada.

Aun así, el discípulo amado es un personaje importante en el texto. Aparece solamente en la segunda parte del evangelio, y por primera vez, en actitud de confidencia con el Maestro durante la cena (Jn 13,23). El resto de las apariciones del discípulo amado también son muy significativas: acompaña a Jesús en el juicio (Jn 18,15), está a los pies de la cruz y a él le es confiada la madre del Señor (Jn 19,26), corre al sepulcro la mañana del primer día (Jn 20,3) y reconoce al Resucitado presente en medio de su comunidad (Jn 21,7). Todas ellas son apariciones que señalan las características de un verdadero discipulado fundado en el amor al Maestro.

Finalidad y destinatarios del evangelio

La finalidad del evangelio viene señalada en el primer final de la obra: «Estos [signos] han sido narrados para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y tengáis vida por medio de él» (Jn 20,31). Así pues, Juan ha pretendido recoger las palabras y signos de Jesús para suscitar la fe en los lectores y para que los destinatarios encarnen la fe en Jesús, Hijo del Padre. Esta finalidad deja entrever que los destinatarios no son creyentes neófitos y que, además, están familiarizados con un lenguaje y una simbólica singulares que caracterizan toda la obra. Podríamos decir que el evangelio de Juan está dirigido a cristianos adultos que han de fortalecer su fe en Jesús ante amenazas externas e internas que les hacen vacilar. Por ello, él tiene como hilo conductor desvelarnos progresivamente la identidad de Jesús, verdadero Dios, Hijo del Padre (Jn 1,18), y verdadero hombre. De aquí el interés del evangelista por mostrar a un Jesús humano que siente sed (Jn 4,7), llora por el amigo muerto (Jn 11,35) o se siente fatigado (Jn 4,6).

La comunidad del testigo

Como hemos apuntado, en el evangelio convergen la experiencia de un testigo del Jesús histórico y la experiencia de la comunidad que camina en la fe en una época posterior. Hay acontecimientos que pertenecen a la vida de la comunidad que son enmarcados en la vida de Jesús; un ejemplo clásico es la expulsión del ciego de nacimiento de la sinagoga (Jn 9,34), hecho que se refiere a la asamblea de Jamnia que tiene lugar a finales del siglo i.

Una lectura detenida del texto nos ofrece una radiografía de la comunidad que resulta útil a la hora de compartir nuestra Lectura creyente y orante, y que muestra la singularidad de este evangelio respecto de los sinópticos. Dos notas son relevantes para disponernos a la lectura:

En primer lugar, es interesante constatar la integración en la comunidad de diferentes grupos que aparecen llamados a la fe por Jesús. La comunidad de Juan es una comunidad que se desplaza espacialmente de Palestina a Asia Menor. Este desplazamiento espacial es una metáfora del camino teológico que recorre la comunidad. Como apuntó R. Brown (20167), al grupo inicial liderado por el testigo de Jesús se van uniendo paulatinamente una serie de grupos que aportan riqueza y heterogeneidad a la comunidad. Rastro de esta confluencia la encontramos en la presencia de samaritanos (c. 4), las cristologías mosaica (c. 1) y davídica (cc. 18-19), las reservas ante el Templo (c. 2), la presencia en la comunidad de personajes notables del judaísmo (c. 3) o, también, en el desarrollo teológico de la glorificación de Jesús (cc. 13-17).

En segundo lugar, es importante subrayar que la comunidad joánica tiene que afrontar dificultades internas y externas. De todo ello hay indicadores en el texto. Ha de dialogar con un judaísmo reacio ante los cristianos, ha de afrontar la desconfianza de las autoridades civiles y ha de sobrevivir en un contexto pagano y desconfiado ante la nueva religión (Jn 17). Además de estas dificultades presentes en el ambiente, los cristianos de las comunidades joánicas deben dar respuestas a desviaciones que van surgiendo dentro de la comunidad y que ponen en cuestión la encarnación del Hijo de Dios; de aquí el desarrollo de la teología acerca de la preexistencia del Verbo (1,1-18) o la insistencia en la praxis del mandamiento nuevo (Jn 15).

Estamos ante un evangelio que combina amor y fe. La honda experiencia del evangelista y el cuestionamiento de su comunidad han dado a luz al «evangelio espiritual». Que su testimonio nos ayude a entrar en diálogo personal y comunitario con Jesucristo, Palabra y Gloria del Padre, de modo que, injertados en él, demos fruto de amor duradero.

Equipo Bíblico Verbo

Parte I

Prólogo poético

Unidad 1

Texto bíblico:Jn 1,1-18

1En el principio ya existía la Palabra; y la Palabra estaba junto a Dios y era Dios.2Ya en el principio estaba junto a Dios.3Todo fue hecho por medio de ella y nada se hizo sin contar con ella. Cuanto fue hecho 4era ya vida en ella, y esa vida era luz para la humanidad;5luz que resplandece en las tinieblas y que las tinieblas no han podido sofocar.

6Vino un hombre llamado Juan, enviado por Dios. 7Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. 8No era él la luz, sino testigo de la luz. 9La verdadera luz, la que ilumina a toda la humanidad, estaba llegando al mundo.

10En el mundo estaba [la Palabra] y, aunque el mundo fue hecho por medio de ella, el mundo no la reconoció.11Vino a los suyos y los suyos no la recibieron;12pero a cuantos la recibieron y creyeron en ella, les concedió el llegar a ser hijos de Dios.13Estos son los que nacen no por generación natural, por impulso pasional o porque el ser humano lo desee, sino que tienen por Padre a Dios.14Y la Palabra se encarnó y habitó entre nosotros; y vimos su gloria, la que le corresponde como Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.

15Juan dio testimonio de él proclamando: «Este es aquel de quien yo dije: el que viene después de mí es superior a mí porque existía antes que yo».

16En efecto, de su plenitud todos hemos recibido bendición tras bendición.17Porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos vinieron por medio de Jesucristo.18A Dios nadie lo vio jamás; el Hijo único, que es Dios y vive en íntima unión con el Padre, nos lo ha dado a conocer.

i Lectura creyente

En el principio, el amor

¿Qué es el amor? Si tuviéramos que definirlo, nos costaría. Nuestro concepto del amor no se basa en un aprendizaje intelectual sino en una experiencia existencial. Hay quien definiría el amor poniéndole un nombre y un rostro concreto, hay quien lo haría narrando una experiencia, hay quien lo haría citando un texto de la Biblia; los más inspirados utilizarían una imagen o un símbolo para definir el amor, dirían «el amor es como...». Vivimos del amor, pero definirlo nos sobrepasa. Ninguna definición se ajusta totalmente al amor porque, al tratar de concretarlo, todas las palabras nos parecen pocas. Cuando hacemos experiencia del amor descubrimos que todo cuanto se diga de él es poco. Sin embargo, conocemos características del amor que son incontestables: el amor es salir de sí, el amor es creador, el amor es donación...

Nos damos un tiempo para reflexionar detenidamente y ponemos en común nuestras aportaciones. ¿Con que palabras o símbolos definiría yo el amor? ¿Qué experiencias tengo del Dios amor?

i El prólogo poético del evangelio

El evangelio de Juan comienza con un prólogo poético, similar a una obertura musical, una especie de banda sonora que resuena en todo el texto. No hay en ningún otro evangelio un inicio tan bello. Mateo y Lucas recuerdan en sus obras la geneaología de Jesús; en cambio, el cuarto evangelista inicia situándonos en la eternidad de Dios, en un principio que no tiene principio. Jesús es el Hijo de Dios prexistente, y nos revela el amor recíproco entre las tres divinas personas como el lugar donde hemos de buscar el origen de su amor por nosotros.

La mayoría de los estudiosos coincide al considerar que los primeros cinco versículos del Prólogo están inspirados en Gn 1,1-5. El inicio con la fórmula «en principio», la actividad de la palabra creadora y el contraste entre la luz y las tinieblas son algunos de los elementos comunes entre ambos textos.

El texto que vamos a leer tiene una estructura muy singular que dividimos en tres momentos: a) La Palabra y la creación (1,1-5); b) la Palabra en el mundo (1,10-14) y c) La Palabra da a conocer al Padre (1,16-18). Como intermedio, entre las partes, es presentada la figura de Juan el Bautista como testigo de la luz (Jn 1,6-9.15). A él le dedicaremos el último momento de nuestra Lectura creyente.

Iniciamos leyendo la primera parte del Prólogo: Jn 1,1-5. ¿De quién se habla? ¿Cómo se describe? ¿Qué hace?

i Dios, amor desbordante

Como hemos señalado, el Prólogo comienza situándonos cronológicamente «en el principio», es decir, en la eternidad de Dios. El evangelista quiere guiarnos en un viaje que conduce hasta la intimidad de Dios, de modo que contemplemos al Dios amor que se revela en Jesús. Las primeras expresiones orientan nuestros pensamientos a la Palabra; de ella se dice que existe antes del tiempo y que «estaba junto a Dios y era Dios» (1,1). La Palabra está junto a Dios, mira a Dios. Se trata de una expresión que indica relación: identidad y distinción. Dios y la Palabra son dos personas distintas, pero ambas divinas. De esta forma poética, Juan nos comunica que Dios es relación de personas, diversidad y unidad. Dios y la Palabra se miran, se comunican, están en relación; en definitiva, dan y reciben amor.

El auténtico amor es abierto, sale de sí y genera vida. Dios es amor y se expresa donándose en el acto creador. Por ello, el evangelista continúa describiendo la mediación de la Palabra en la creación: «Todo fue hecho por medio de ella» (1,3). La Palabra es mediadora del amor de Dios que, dando vida, se derrama en las criaturas. Como hemos señalado, tras estos versículos está la tradición del Génesis que narra cómo Dios crea por medio de su palabra (Gn 1,3). El ofrecimiento de Dios a las criaturas es la «vida» divina que disipa toda oscuridad y que es luz para el corazón humano. «Vida» y «luz» son dos términos muy queridos por el autor del cuarto evangelio. Jesús mismo se identifica con ellos (cf. Jn 8,12; Jn 11,25).

Leemos Jn 1,10-14. Ahora la Palabra está en el mundo: ¿Qué hace?¿Qué oposición encuentra? ¿Qué ofrece a quienes la acogen?

i El amor encarnado

Continuando la lectura del texto, descubrimos que la Palabra no es una espectadora ajena al devenir de las criaturas, sino que se halla presente en el mundo ofreciendo «vida», si bien el mundo no la reconoce. Con dramatismo, el evangelista señala el contraste entre el ofrecimiento divino de vida y el rechazo humano. Vino a la creación para iluminarla y una parte de la humanidad la rechazó. Aun así, a quienes acogen la luz les capacita para ser hijos de Dios. La vida divina posibilita para un nuevo nacimiento que no proviene de la propia voluntad, ni de una herencia recibida, ni de la voluntad de otros sobre nosotros.

¡Dios en carne!... ¿Cómo puede la divinidad habitar en una carne? De la misma manera que el fuego habita al hierro, no sacándolo del lugar en el que arde, sino comunicándosele. En efecto, el fuego no se echa encima del hierro, sino que ocupando el lugar de este le comunica su poder. Haciendo esto no disminuye en absoluto sino que llena enteramente al hierro al cual se comunica. Igualmente, Dios, el Verbo, que «habitó entre nosotros», no salió de sí mismo. «El Verbo que se hizo carne» no fue sometido a ningún cambio; el cielo no quedó despojado de aquel que contenía y, sin embargo, la tierra acogió en su seno al que está en los cielos.

San Basilio

Entonces, Dios renueva su ofrecimiento. La Palabra viene al mundo y habita en medio del mundo (1,14). La Palabra asume la condición humana, acoge la debilidad de la carne y, al mismo tiempo, se hace palpable, cercana, visible a la humanidad. El evangelista se refiere aquí a la encarnación del Hijo de Dios. Jesús es Dios que habita en medio de nosotros, en su persona se ha hecho visible la gloria de Dios (1 Jn 1,1ss). Es la plenitud de la gracia y de la verdad porque en él se hace concreto el amor permanentemente fiel de Dios por la humanidad.

Damos un nuevo paso y constamos que la Palabra hecha carne es Jesús (Jn 1,16-18): ¿Qué se dice de él en comparación con Moisés? ¿Qué nos dice Jesús del Padre?

i Jesús, amor fiel de Dios

En Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, recibimos la bendición. En la historia, Dios había bendecido a la humanidad con la ley para que por ella alcanzáramos su amor. Moisés fue el mediador de la ley que plasmaba la voluntad divina. Ahora, sin embargo, la mediación de Jesús es superior. Su misma persona es la manifestación de la gracia y la verdad, del amor fiel de Dios a la humanidad y, a su vez, el camino para vivir en comunión con el Padre. Jesús no es un mediador más sino el Hijo de Dios que se encarna y ofrece su vida a la humanidad.

Se nos permite en este prólogo de San Juan adentrarnos en el gran misterio de amor que es la Encarnación de Dios. Y acogerlo, y corresponder a su amor, porque amor con amor se paga. La Palabra que se hace carne para que resuene en nuestros oídos la sabiduría y el amor de Dios. El Dios que se nos revela en Cristo poco tiene que ver con el Dios de los filósofos, nuestro Dios es Padre amoroso, cercano, humano, es Hijo que se entrega, que recorre el camino de la pequeñez, humildad, servicio… 

Papa Francisco

El último versículo del himno merece una lectura pausada. El texto concluye como inició y nos da la clave de lectura de lo contemplado. La Palabra vuelta hacia Dios (1,1) es el Hijo único que está en el seno del Padre (1,18). Moisés había suplicado a Dios: Muéstrame tu rostro (Ex 33,18). Ahora Jesús, que está íntimamente unido al Padre, nos lo da a conocer. Por su íntima relación puede explicárnoslo, adaptar a nuestra limitada comprensión la grandeza del misterio de Dios. Jesucristo es el rostro visible del Padre y nos lo ha dado a conocer con sus palabras y signos.

Dedicamos ahora un tiempo a profundizar sobre la figura de Juan el Bautista (Jn 1,6-9.15): ¿Cuál es su misión? ¿Qué se afirma de él positiva y negativamente?

i El Prólogo y el resto del evangelio

El Prólogo es un resumen del evangelio. Parece que fue escrito al concluir la obra y colocado al inicio, a modo de introducción poética. Encontramos todos los temas que serán desarrollados en los capítulos restantes: la preexistencia y la encarnación de Hijo de Dios, el juicio del mundo, la luz y las tinieblas, el Padre, la verdad, la vida... Algunos temas merecen especial atención. El tema de fondo de todo el Prólogo es la manifestación del amor de Dios. Como afirma la tradición joánica «Dios es Amor» (1 Jn 4,6), por amor crea, por amor se encarna, por amor nos quiere hijos suyos.

Dios ha revelado su amor en el Hijo. Él es la Palabra preexistente que se encarna y que camina con el pueblo a lo largo de la historia. Jesús es la verdad, el revelador del Padre, Dios con nosotros que se ofrece y que entrega su propia carne para la vida del mundo. En él conocemos cuanto podemos conocer de Dios. Conocer a Jesús interpela al lector del evangelio que se interroga entre la acogida y rechazo a este amor ofrecido por Dios. Nuestra historia es el escenario donde se realiza el juicio, es decir, donde la humanidad libre acoge o rechaza el proyecto amoroso del Padre encarnado en la persona de Jesús.

Herramientas para profundizar

j Desde otros lugares de la Biblia

a) Nos acercamos a la genealogía de los evangelios de Mateo y Lucas: (Mt 1 y Lc 3). ¿Dónde empieza cada una de ellas? ¿Y el evangelio de Juan? ¿Por qué estas diferencias?

b) Buscamos la figura de Juan Bautista en los sinópticos y tratamos de compararla con la idea que nos ofrece el cuarto evangelio. Comparamos Jn 1,6-7.15 con Mt 3,1-12; Mc 1,2-8 y Lc 3,1-19. Hacemos una síntesis de la figura del Bautista que aparece en los evangelios.

j Desde el compromiso pastoral

Leemos estas palabras del Papa Francisco (5 enero de 2014):

En el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios hay también un aspecto vinculado con la libertad humana, con la libertad de cada uno de nosotros. En efecto, el Verbo de Dios pone su tienda entre nosotros, pecadores y necesitados de misericordia. Y todos nosotros deberíamos apresurarnos a recibir la gracia que él nos ofrece. En cambio, continúa el evangelio de san Juan, «los suyos no lo recibieron» (v. 11). Incluso nosotros muchas veces lo rechazamos, preferimos permanecer en la cerrazón de nuestros errores y en la angustia de nuestros pecados. Pero Jesús no desiste y no deja de ofrecerse a sí mismo y ofrecer su gracia que nos salva. Jesús es paciente, Jesús sabe esperar, nos espera siempre. Esto es un mensaje de esperanza, un mensaje de salvación, antiguo y siempre nuevo. Y nosotros estamos llamados a testimoniar con alegría este mensaje del Evangelio de la vida, del Evangelio de la luz, de la esperanza y del amor. Porque el mensaje de Jesús es este: vida, luz, esperanza y amor.

Subrayamos las ideas que más nos llaman la atención y las comentamos en el grupo.

i Lectura orante

«Lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,1-18)

g Nos disponemos

El Prólogo del evangelio según san Juan es una contemplación del misterio de Dios y de su amor por cada uno de nosotros. Pedimos al Espíritu Santo que nos disponga interiormente para acoger las palabras que nos desvelan el ser de Dios y para reconocer tanto beneficio recibido:

Luz de Dios,  disipa la tiniebla de mis dudas y guíame.

Fuego de Dios,  derrite el hielo de mi indiferencia y abrásame.

Torrente de Dios,  fecunda los desiertos de mi vida y renuévame.

Fuerza de Dios,  rompe las cadenas de mis esclavitudes y libérame.

Alegría de Dios,  aleja los fantasmas de mis miedos y confórtame.

Ángel Sanz Arribas

g PROCLAMACIÓN DEL PASAJE: Jn 1,1-18

g LECTURA. ¿Qué dice el texto?

El evangelista Juan comienza su evangelio conduciéndonos a la eternidad de Dios. Es un principio arriesgado pero, al mismo tiempo, fascinante. Cada una de las palabras que leemos contiene la experiencia espiritual de su comunidad.

• Me recreo en las palabras con las que se inicia el Prólogo. Pienso en Dios que es amor. Creo en un Dios que es relación y reciprocidad en la comunicación de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es un Dios que se expresa amando, donándose y recibiendo amor. Miro a Dios Trinidad que se desborda en amor por cada una de las criaturas, sale de sí creando el mundo y ofreciendo vida y luz a lo creado.

• Me dejo interpelar por el ofrecimiento divino de vida, luz para el corazón humano. Descubro que no es una imposición sino un ofrecimiento que brota del amor. Dios desea que seamos sus hijos, que lo acojamos en la fe. Sabe que nuestro corazón está hecho para el amor y quiere que le amemos. Me sorprende el rechazo a la luz, pero más me sorprende su incansable deseo de atraernos a sí. Contemplo cómo la Palabra se encarna. Miro a Jesús que, con su existencia, me muestra el amor de Dios.

• Traigo a mi memoria los momentos del evangelio que más me mueven interiormente. Recuerdo a Jesús sanando, mirando el corazón de las personas, orando en un lugar solitario, revelando al Padre, lavando los pies a los discípulos, entregando su vida en la cruz, acompañando la misión de los discípulos... Es Dios en Jesús quien en cada uno de sus gestos y palabras se dirige a mí y me muestra su amor y su misericordia.

• Me detengo ahora a contemplar la actividad de Juan el Bautista. Recuerdo a sus padres, Isabel y Zacarías, su austera vestimenta, su comida frugal, pero, sobre todo, sus palabras. Es consciente de su misión. Ha sido enviado por Dios para testificar en favor de Jesús; él acredita que Jesús es el Hijo del Padre y que es la luz que ilumina a todo hombre. Me llama la atención su condición de testigo, sin protagonismo, fiel a su mensaje y entregado al servicio del Maestro.

Nos damos un tiempo de silencio para fijar nuestra atención en lo que nos haya interpelado de lo que hemos leído. Dejamos que vaya calando la lectura y compartimos algún detalle.

g MEDITACIÓN. ¿Qué dice de mí/nosotros el texto?

La invitación de Juan y de su comunidad llega hasta nosotros llena de novedad. Somos interpelados a conocer a Jesús y dejarnos iluminar por su luz, que es participación a la vida divina. Dejemos que resuene en nosotros esta propuesta:

Si el evangelista Juan viniera hoy a nuestro grupo...

• Nos invitaría a un momento de interiorización personal. Nos pediría pararnos y contemplar el misterio de Dios. Nos invitaría a ir, poco a poco, pensando en Dios que es comunión y que se comunica al mundo. Nos explicaría que todas las criaturas son llamadas a la existencia por amor y nos pediría que nos dejáramos interrogar porque todo lo creado nos habla del amor de Dios.

¿Me detengo a contemplar cuánto me ama Dios? ¿Pienso que todo ha sido creado por amor? ¿A qué me compromete?

• Nos revelaría que Dios ofrece su vida a toda la humanidad y que cada persona ha de responder si está dispuesta a dejarse iluminar por el amor de Dios. Explicaría que es necesario posicionarse. Se emocionaría al decirnos que esta propuesta divina se hace concreta en la encarnación de Jesús. Se llenaría de gozo al decirnos que en Jesús Dios está con nosotros, conoce nuestra carne, nos ama apasionadamente.

Cotidianamente optamos por la luz y las tinieblas: ¿Tengo presente estas opciones? ¿Cómo me resuena interiormente que «la Palabra se hizo carne»?

• Recordaría cada uno de los momentos de la vida de Jesús, especialmente los más significativos para su comunidad: la cena, el juicio de Jesús, la cruz, el sepulcro vacío, y la experiencia de la resurrección. Se deleitaría al explicarnos cómo Jesús, con sus gestos y palabras, reflejaba el amor y la bondad de Dios. Nos hablaría de la importancia que tiene ser testigos de esta pasión amorosa de Dios ante el mundo.

¿Qué pasaje del evangelio me mueve más? ¿Por qué? ¿Qué me dice de Jesús y de su amor por la humanidad?