Jesús, salvación y misericordia de Dios - Equipo Bíblico Verbo - E-Book

Jesús, salvación y misericordia de Dios E-Book

Equipo Bíblico Verbo

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Beschreibung

El evangelio de Lucas ofrece un rostro único y entrañable de Jesucristo. Lo presenta como el Salvador que libera a la humanidad de la enfermedad, del pecado y de la muerte. Su oferta salvadora es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento y llega en clave de cercanía y misericordia, especialmente con los más desfavorecidos. Jesús, salvación y misericordia de Dios nos invita a introducirnos en ese rostro de Jesucristo que ofrece el evangelista Lucas; introducirnos no como meros espectadores, sino como seguidores fascinados que se sienten llamados a hacer un proyecto de vida a partir de la salvación y la misericordia del Padre revelada en Jesús.

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Índice

Presentación

Parte I: Presentación de Jesús

Unidad 1

Texto bíblico: Lc 1,57-80

Lectura creyente: El nacimiento del último profeta del Antiguo Testamento

Lectura orante: «Su nombre es Juan» (Lc 1,57-80)

Unidad 2

Texto bíblico: Lc 2,1-20

Lectura creyente: El nacimiento de Jesús, Salvador, Mesías, Señor

Lectura orante: «Vamos a Belén» (Lc 2,1-20)

Parte II: Actividad en Galilea

Unidad 3

Texto bíblico: Lc 4,14-30

Lectura creyente: El proyecto liberador de Jesús

Lectura orante: «Me ha consagrado para llevar la buena noticia de salvación» (Lc 4,14-30)

Unidad 4

Texto bíblico: Lc 5,1-11

Lectura creyente: Una pesca que rescata

Lectura orante: «Puesto que tú lo dices, echaré las redes» (Lc 5,1-11)

Unidad 5

Texto bíblico: Lc 7,11-17

Lectura creyente: El milagro de la vida

Lectura orante: «El Señor, al verla, se sintió profundamente conmovido» (Lc 7,11-17)

Parte III: Camino hacia Jerusalén

Unidad 6

Texto bíblico: Lc 9,51-62

Lectura creyente: Iniciando el camino

Lectura orante: «Tú… sígueme» (Lc 9,51-62)

Unidad 7

Texto bíblico: Lc 10,25-42

Lectura creyente: Dos caras de la misma moneda: actividad y escucha (Lc 10,25-42)

Lectura orante: «Andas inquieta y preocupada por muchas cosa

Unidad 8

Texto bíblico: Lc 15,1-10

Lectura creyente: La alegría de encontrar lo perdido

Lectura orante: «Alegraos conmigo» (Lc 15,1-10)

Unidad 9

Texto bíblico: Lc 16,19-31

Lectura creyente: El rico que no tenía corazón

Lectura orante: «Tienen la ley y los profetas, que los escuchen» (Lc 16,19-31)

Unidad 10

Texto bíblico: Lc 18,9-14

Lectura creyente: Orar desde la verdad

Lectura orante: «Dos hombres subieron al Templo a orar…» (Lc 18,9-14)

Parte IV: Pasión y Resurrección

Unidad 11

Texto bíblico: Lc 22,14-30

Lectura creyente: Un «a-Dios» nuevo y ejemplar

Lectura orante: «Haced esto en recuerdo mío» (Lc 22,14-30)

Unidad 12

Texto bíblico: Lc 24,13-35

Lectura creyente: En el camino de Emaús

Lectura orante: «¿No ardía nuestro corazón?» (Lc 24,13-35)

Celebración final: La alegría de la salvación

Créditos

Presentación

Desde que, hace unos años, surgió la colección «Leemos, Compartimos, Oramos», muchas personas nos han pedido que les acerquemos, en ella, los evangelios. Un grupo formado por teólogos y biblistas, hombres y mujeres, sacerdotes, religiosos y laicos, hemos preparado estos materiales. Tenemos por delante, en duración estimada de un curso, el reto de introducirnos como creyentes en el evangelio de Lucas. La aventura es fascinante, pero no fácil, porque seguir con coherencia a Jesucristo es navegar contracorriente. Contamos, para ello, con el apoyo inestimable del grupo bíblico, con el sostén de la comunidad eclesial y con el viento del Espíritu que, sin duda, hará que la obra llegue a buen puerto.

1. Cómo utilizar estos materiales

Estos materiales están pensados para el trabajo en grupo, pero también son válidos para la reflexión personal. Constan de doce Unidades más una celebración final. Dado que cada Unidad está pensada para dos sesiones, resulta un total de 25 reuniones de grupo, que son los encuentros que suelen tener lugar a lo largo del año en cualquiera de nuestras parroquias y grupos bíblicos.

Primer encuentro: Lectura creyente

Hemos denominado a la primera parte de la Unidad «Lectura creyente». Lejos de ser un análisis meramente intelectual del texto bíblico, pretende descubrir el mensaje de fe que guarda, desde una actitud más orientada a «saborear» que a «indagar».

Los participantes del grupo bíblico, ayudados por la persona que hace las veces de animador, van leyendo el relato, deteniéndose en las reflexiones y preguntas marcadas en cursiva. Juntos, buscan responderlas acudiendo a los textos que se señalan. Es recomendable no saltar al párrafo siguiente, pues en él se ofrecen las respuestas requeridas. De esta forma, el mismo grupo va verificando su avance en la comprensión del pasaje.

Los recuadros al margen tienen carácter informativo. Son ayudas para comprender mejor el texto y para profundizar en elementos que quedan fuera de la explicación ofrecida. El animador debe decidir en qué momento de la sesión pueden ser leídos, o incluso recomendarlos para el trabajo de profundización personal después del encuentro grupal.

Esta sesión de lectura saboreada de un pasaje que hemos denominado «Lectura creyente», termina con un recuadro que lleva por título «Herramientas para Profundizar». En él se ofrecen recursos para seguir ahondando en el tema desde otros lugares de la Escritura, desde las enseñanzas de la Iglesia, desde la pastoral, etc. El animador debe llevar preparado el recurso sobre el que profundizará el grupo, así como los materiales precisos para que pueda desarrollarse.

Segundo encuentro: Lectura orante

La segunda sesión de cada Unidad es una Ficha de Lectura orante. Una vez que el grupo de Lectura creyente ha saboreado el texto bíblico, da un paso más y efectúa una Lectura orante del mismo. De esta forma la Palabra comprendida, es meditada, orada y contemplada, hasta conformar en nosotros la mirada, los sentimientos y las actitudes de Cristo. Solo desde aquí brotará un compromiso auténtico y coherente con nuestra identidad cristiana.

Hemos tomado el itinerario clásico de la Lectio Divina, al que hemos añadido, según la sensibilidad actual, el paso del compromiso:

• Lectura: ¿qué dice el texto?

• Meditación: ¿qué dice de mí/nosotros el texto?

• Oración: ¿qué le decimos a Dios a partir del texto?

• Contemplación (incluida en la Oración): miro y me dejo mirar.

• Compromiso: ¿qué hace surgir en mí/nosotros el texto?

Este encuentro de Lectura orante, aunque se realice en grupo, tiene momentos de silencio y reflexión personal, tal y como está señalado en cada ficha. Como el objetivo es ayudar en el itinerario de oración, cada uno de los pasos (Lectura, Meditación, Oración) contiene numerosas sugerencias que, por otra parte, no se agotan en sí mismas. Evidentemente, no pueden contemplarse todas en una sola sesión. Será necesario que cada participante elija una para reflexionar y después poner en común en el grupo. El tiempo de silencio previo está orientado a dejar que la Palabra ponga al descubierto el elemento más apropiado para mí aquí y ahora, y sobre el que cada uno va a detenerse y a compartir después con el grupo. El resto de las sugerencias, y otras no escritas que puedan presentarse, serán motivo de reflexión y oración en otros momentos.

2. El evangelio de Lucas

Cuando uno desea emprender un viaje, realiza una serie de preparativos antes de llevarlo a cabo. Busca información sobre el lugar de destino, consulta algunos mapas y guías turísticas que le ayuden a orientarse dentro del país. A la hora de acercarnos al tercer evangelio también necesitamos algunas «informaciones» que nos orienten a lo largo del camino. ¿Quién fue su autor y cuándo se escribió? ¿A quiénes va dirigida esta narración? ¿Cuáles son los temas principales?

Comenzaremos diciendo que la tradición que se remonta a Eusebio de Cesarea (obispo de esta ciudad en el s. III) atribuye al autor del evangelio también otra obra: El libro de los Hechos de los Apóstoles. Algunos autores lo identifican con Lucas, médico de Antioquía, seguidor y compañero de Pablo (Flm 24, Col 4,14; 2 Tim 4,11). Aunque en la actualidad no todos los comentaristas están de acuerdo con esta identidad, podemos decir que probablemente el autor era una persona de origen gentil, conocedora de la cultura bíblica y helenista. Fijar el tiempo y el lugar donde fue escrito es más difícil aún. La fecha de composición suele fijarse en torno al año 80, después de la destrucción de Jerusalén. Es complicado señalar el lugar. Al analizar el texto caemos en la cuenta de que se origina en un contexto helenizado, fuera de Palestina, cuya geografía el autor desconoce. En consecuencia, los destinatarios proceden en su mayoría del mundo griego con una minoría judeocristiana.

Lucas es el único de los cuatro evangelistas que comienza su libro con un prólogo (1,1-4) en el que explica sus pretensiones y el modo de realizarlas. El evangelista dice que se dispone a escribir «una historia coherente de los hechos que acaecieron entre nosotros». Se refiere a la vida de Jesús desde su nacimiento hasta la ascensión a los cielos. No es el primero que se ocupa de este asunto; otros lo han hecho antes que él: el evangelio de Marcos y un documento que recoge dichos de Jesús (llamado en el mundo académico «fuente Q») son obras que Lucas toma como referencia. Pero el autor se apoya sobre todo en la tradición de «quienes desde un principio fueron testigos presenciales y encargados de anunciar el mensaje».

A continuación define su método: ha investigado a fondo y ha pretendido escribir ordenadamente. Se trata más bien de un orden didáctico, es decir, de una narración pensada y reflexionada sobre los acontecimientos y la enseñanza de Jesús. Lucas dedica su libro a Teófilo (cf. Hch 1,2), un personaje desconocido para nosotros pero aplicable a todos por el valor simbólico de su nombre (significa en griego «amigo de Dios»). El evangelista quiere que Teófilo reconozca la autenticidad de las enseñanzas que ha recibido. Estamos sin duda en la segunda generación cristiana, es decir, tras la muerte de quienes fueron testigos oculares de los hechos.

a) Recorriendo su camino

El tema del camino aparece con frecuencia en el tercer evangelio. No se trata de un simple trazado geográfico sino que, para Lucas, tiene un sentido teológico. Es en el camino donde se desarrolla la historia de la Salvación. En Jesús se inicia un camino profético y salvador que más tarde tendrá su continuación en la Iglesia, con la fuerza del Espíritu. En este camino sitúa Lucas a grandes perso­najes como Juan Bautista (7,27) o María (1,39). Es un camino que Jesús abre con su vida, recorriéndolo personalmente durante su ministerio y que le lleva a la resurrección o plenitud de la vida. Este itinerario tiene sus inicios en Galilea. Su presentación en la sinagoga de Nazaret es una declaración de intenciones. El objetivo de su misión está claro: ha sido ungido para proclamar la buena noticia de la salvación a todos los hombres y mujeres de su tiempo. En él se cumple la Escritura. Comienza así el anuncio del reino de Dios como una realidad presente que Jesús muestra con sus signos liberadores. En su andadura, Jesús deberá caminar hacia Jerusalén, ciudad donde tendrá lugar su pasión y muerte, su resurrección y ascensión.

Lucas presenta así a Jesús como el cumplimiento de la salvación prometida por el Padre. Esta se recibe por pura misericordia y no por méritos propios (13,1-9; 14,1-24). Jesús, como auténtico Sôter (Salvador), libera a la humanidad del dolor, de la enfermedad, del pecado y de la muerte. Jesús muestra la salvación en clave de cercanía y de misericordia. Resulta llamativa la cercanía de Jesús sobre todo con los pobres, los pecadores, los marginados y las mujeres. Todos ellos excluidos de la salvación por el judaísmo oficial de aquel tiempo. La práctica de la misericordia es para nuestro autor reflejo de la del mismo Dios. Jesús ofrece la salvación definitiva o la alegría escatológica mediante su seguimiento y la incorporación a su comunidad.

b) Ligeros de equipaje

En esta propuesta de camino a la que nos invita el evangelio de Lucas, van apareciendo otros temas significativos tales como el desprendimiento de las riquezas, la solidaridad, el compartir con los demás, la radicalidad evangélica y la práctica de la misericordia. Otro tema característico es la oración. Ya desde los relatos de la infancia todos los acontecimientos aparecen envueltos en un clima de oración. Personajes como Zacarías, María o Isabel rezan, alaban a Dios, dan gracias. También Jesús aparece orando en los momentos fundamentales de su vida. Recordamos que Lucas comienza su evangelio y lo finaliza en el Templo. Otro de los temas que recorre el tercer evangelio es la alegría. Aparece como regalo de Dios, inseparable del don de la salvación mesiánica, y se manifiesta especialmente en quienes acogen dicha salvación. Lucas subraya la presencia del gozo como respuesta a la evangelización: es la manifestación terrena del gozo que hay en el cielo cuando el ser humano acepta la salvación y vuelve al Padre.

En la salvación universal que trae Jesús adquieren especial prota­gonismo las mujeres. Ellas también reciben los signos del reino: la curación, el perdón, la misericordia y la vida (7,11-17). Contra la costumbre de la época, Jesús las admite en su seguimiento y les enseña. Son las primeras testigos de la resurrección y reciben el encargo de anunciarla a los discípulos (24,1-11.22). Todo ello ha hecho que Lucas sea conocido como el «evangelista de la ternura de Dios» (Dante Alighieri). Estamos llamados a descubrirlo en las siguientes páginas.

Equipo Bíblico Verbo

Parte I

Presentación de Jesús

Unidad 1

Texto bíblico:Lc 1,57-80

57 Cuando se cumplió el tiempo de dar a luz, Isabel tuvo un hijo. 58 Sus vecinos y parientes se enteraron de este gran don que el Señor, en su misericordia, le había concedido, y acudieron a felicitarla. 59 A los ocho días del nacimiento llevaron a circuncidar al niño. Todos querían que se llamase Zacarías como su padre; 60 pero la madre dijo:

—No, su nombre ha de ser Juan.

61 Ellos, entonces, le hicieron notar:

—Nadie se llama así en tu familia.

62 Así que se dirigieron al padre y le preguntaron por señas qué nombre quería poner al niño. 63 Zacarías pidió una tablilla de escribir y puso en ella: «Su nombre es Juan», con lo que todos se quedaron asombrados. 64 En aquel mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios, 65 de modo que los vecinos que estaban viendo lo que pasaba se llenaron de temor. Todos estos acontecimientos se divulgaron por la entera región montañosa de Judea. 66 Y cuantos oían hablar de lo sucedido, se quedaban muy pensativos y se preguntaban: «¿Qué va a ser este niño?». Porque era evidente que el Señor estaba con él.

67 Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno del Espíritu Santo y habló proféticamente diciendo:

68 ¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que ha venido a auxiliar y a dar la libertad a su pueblo!

69 Nos ha suscitado un poderoso salvador de entre los descendientes de su siervo David.

70 Esto es lo que había prometido desde antiguo por medio de sus santos profetas:

71 que nos salvaría de nuestros enemigos y del poder de los que nos odian,

72 mostrando así su compasión con nuestros antepasados y acordándose de cumplir su santa alianza.

73 Y este es el firme juramento que hizo a nuestro padre Abrahán:

74 que nos libraría de nuestros enemigos, para que, sin temor alguno, le sirvamos

75 santa y rectamente en su presencia a lo largo de toda nuestra vida.

76 En cuanto a ti, hijo mío, serás profeta del Dios Altísimo, porque irás delante del Señor para preparar su venida

77 y anunciar a su pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados.

78 Y es que la misericordia entrañable de nuestro Dios, nos trae de lo alto un nuevo amanecer

79 para llenar de luz a los que viven en oscuridad y sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por caminos de paz.

80 El niño creció y su espíritu se fortaleció. Y estuvo viviendo en lugares desiertos hasta el día en que se presentó ante el pueblo de Israel.

i Lectura creyente

El nacimiento del último profeta del Antiguo Testamento

Quienes reciben la alegría del futuro nacimiento de un hijo deben afrontar una pregunta nada trivial: «¿Y qué nombre le ponemos?». En muchas ocasiones la cuestión ya se tiene resuelta antes incluso de la concepción o se va pensando durante el embarazo. A veces, la decisión no es fácil por las sugerencias de los abuelos o de terceras personas o, incluso, por desacuerdos entre los propios padres.

El nombre que llevamos nos identifica. Nos representa. Incluso, hasta puede hablar de lo que somos, o quiénes somos (baste pensar en las dinastías monárquicas). Nuestro nombre lo hemos recibido como herencia de nuestros progenitores o antepasados. Quizá por un acontecimiento singular que tiene que ver con nuestros padres o con el hecho de nuestra concepción o nacimiento. Este nombre, en el bautismo, fue sellado como «nombre de pila» y quedó inscrito en el libro de bautismo como reflejo del libro de la vida del reino de los cielos.

Compartamos en grupo. ¿Sé por qué me pusieron mi nombre? ¿Conozco su significado? ¿Conozco personas que han recibido un nombre por circunstancias especiales?

i Cerrando el Antiguo Testamento y abriendo el Nuevo Testamento

Nos disponemos a iniciar el recorrido por el evangelio de Lucas. Lo hacemos con el nacimiento de Juan el Bautista. Atrás queda el prólogo con el que Lucas presenta su obra (1,1-4), el anuncio del nacimiento del Bautista a su padre Zacarías (1,5-25), el anuncio del nacimiento de Jesús a su madre María (1,26-38) y la visita de María a su pariente Isabel (1,39-56). Lucas compone el inicio de su obra en un cuidado díptico, con la concepción de ambos niños, el relato de sus nacimientos y, finalmente, la primera predicación, ya adultos. Con este esquema Lucas representa el cierre del Antiguo Testamento, encarnado en la figura de Juan el Bautista, y la apertura del nuevo, con la llegada de Jesús de Nazaret.

Leamos el texto, Lc 1,57-80. ¿Qué se narra? ¿Quiénes son los personajes que intervienen? ¿Cómo podemos dividir la escena?

Lucas es el nombre atribuido por la tradición para el autor del tercer evangelio y del libro de los Hechos de los Apóstoles. No sabemos quién es. Se le relaciona con el apóstol Pablo (Flm 24; Col 4,14; 2Tm 4,11). Como afirma en el prólogo del evangelio, no fue testigo directo de la vida del Señor. Escribe, principalmente, para cristianos convertidos del paganismo (en los años finales del s. I), tentados de acomodarse al ambiente del imperio romano y la cultura helenística. El evangelista quiere reavivar la fe y el compromiso de su comunidad volviendo a la esencia del mensaje de Jesús.

El pasaje narra el nacimiento de Juan el Bautista. Pero los protagonistas de toda la escena son sus padres, Zacarías e Isabel. También aparecen los vecinos y parientes, y todos los habitantes de Judea, como testigos directos de lo acontecido. Po­demos dividir la escena en tres momentos con una conclusión final. El primero refiere el nacimiento propiamente dicho con la reacción de los vecinos (1,57-58). El segundo se centra en la circuncisión y la imposición del nombre (1,59-65a). El último presenta la reacción de sorpresa de los habitantes de Judea y la respuesta en alabanza de Zacarías (1,65b-79). El pasaje termina con un versículo a modo de sumario o resumen, sintetizando la vida del niño Juan (1,80).

Adentrémonos poco a poco en el relato. Comencemos releyendo el primer momento (1,57-58). ¿A qué tiempo alude el narrador? ¿Cómo definen los vecinos y parientes el suceso? ¿Por qué?

i El don de Dios

El inicio de la escena tiene a Isabel como protagonista, junto con los parientes y vecinos. El texto comienza señalando el cumplimiento del tiempo de dar a luz. Para comprender esta afirmación tenemos que mirar la primera escena que abre el evangelio. Después del solemne prólogo en el que Lucas indica por qué ha decido escribir su evangelio, el autor nos introduce en el anuncio del nacimiento del Bautista. El ángel Gabriel es enviado por Dios a Zacarías, sacerdote del templo de Jerusalén, casado con Isabel. Ambos eran fieles cumplidores de la ley del Señor, ancianos y sin descendencia porque Isabel era estéril. Pero pedían al Señor un hijo. La plegaria fue escuchada por Dios y, por medio del ángel, le anuncia el nacimiento de un niño en el tiempo fijado, al que llamará Juan, y desempeñará la misión de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.

Dios es fiel a su palabra. Cumplido el tiempo, tal como fue anunciado (1,20), Isabel da a luz un niño. La noticia llega a los parientes y vecinos que, conociendo la situación de Isabel (ancianidad y este­rilidad), reconocen que es obra de la mano del Señor. Dios tiene misericordia de ella y le concede el don de un hijo. Y acuden a fe­licitarla. Este júbilo cierra el primer momento.

Pasemos a leer el segundo momento, Lc 1,59-65a. ¿Qué le pasa a Zacarías? ¿Por qué? ¿Qué importancia tiene el nombre del niño?

La circuncisión tiene, primariamente, una finalidad higiénica, pero se le asignó un valor religioso. Para el pueblo de Israel es el rito que constituía la señal por excelencia de la alianza que Dios había sellado con Abrahán y con toda su descendencia (Gn 17,9-14; Eclo 44,20; Hch 7,8; Rom 4,11). Debía realizarse a todo varón israelita, incluso a los esclavos nativos o extranjeros.

i El nombre del Bautista

Después del nacimiento tiene lugar el rito de la circuncisión del niño. Ahora entra también en escena su padre Zacarías. Pasados los ochos días que señalaba la ley (Gn 17,12; Lv 12,3), el niño es circuncidado como todo varón israelita. En ese momento se impone el nombre con el que queda incorporado al pueblo de Dios. Todos querían ponerle el nombre del padre: Zacarías, que significa «El Señor recuerda» y podría aludir al hecho de que Dios escuchara su plegaria. Pero Isabel indica otro nombre que revela mejor el don recibido: Juan, del hebreo Johannan, que significa «El Señor tiene misericordia», y manifiesta la misericordia de Dios con Zacarías e Isabel, y la misión del Bautista como profeta del Dios de la mise­ricordia.

Frente a la extrañeza de todos, pues nadie en la familia se llamaba así, preguntan al padre. Lo hacen por señas. Zacarías había quedado mudo cuando dudó ante las palabras del ángel (1,20) y es normal que los mudos también desarrollen problemas de audición. Pero la narración lo dramatiza así para focalizar toda la atención en la respuesta del padre y crear suspense esperando la escritura de la tablilla. Su respuesta reafirma las palabras de su esposa y las del ángel (1,13): «Su nombre es Juan». Los vecinos se quedan sorprendidos. El padre, que ha sido fiel al anuncio del ángel, recupera el habla y alaba a Dios. Los demás se llenan de temor, pues algo sorprendente, sobrenatural, ha acontecido.

Sigamos leyendo el tercer momento de la escena, comenzando por Lc 1,65b-67. ¿Cuál es la reacción de la población de Judea? ¿Y la de Zacarías?

El relato continúa con la divulgación de este suceso. El hecho sorprendente del nacimiento de Juan sale del círculo familiar y vecinal para adentrarse por toda la región de Judea. Donde llega la noticia de lo acontecido provoca estupor y sorpresa. El modo de la concepción y de la imposición del nombre señala su excepcionalidad. Y se suscita la pregunta: ¿qué va a ser este niño? Era evidente que la mano de Dios estaba con él. El inicio de su vida se pa­recía al de otros grandes personajes del Antiguo Testamento (Ej. Moisés: Ex 2; Samuel: 1 Sm 1; etc.).

La respuesta la va a dar, de nuevo, su padre de un modo sorprendente y solemne. Se llena del Espíritu Santo y profetiza sobre el niño. Inspirado por Dios va a describir quién es Juan. El que había permanecido callado durante tanto tiempo asombra con las palabras que salen de su boca.

Leamos el cántico de Zacarías comenzando por su primera parte, Lc 1,68-75. ¿Qué son las palabras de Zacarías? ¿Cómo inicia? ¿A quién se refiere?

Las palabras proféticas de Zacarías se conocen con el nombre de Benedictus (por su inicio en latín) y forman parte de la oración de Laudes de la Liturgia de las Horas de la Iglesia Católica. Otras dos composiciones de Lucas, se incluyen en otras horas: el Magnificat de María (1,46-55), para la oración de Vísperas, y el Nunc Dimitis de Simeón (2,29-32), para la de Completas.

i El Benedictus

Las palabras proféticas de Zacarías comienzan con una bendición propia de la religión judía. Se divide en dos partes. En la primera se compendian grandes momentos de la historia de la salvación de Israel en retrospectiva (David, Alianza, Abrahán). Zacarías bendice al Señor, porque ha venido a auxiliar a su pueblo Israel y a cumplir sus promesas de liberación. Anuncia la llegada de un salvador, descendiente de David, que los salvará de los enemigos, como prometieron los profetas. De este modo, Dios manifiesta su fidelidad a la Alianza sellada con su pueblo y al juramento dado a Abrahán. Y así el pueblo puede cumplir su misión de servir a Dios en la santidad por todos sus días.

Poco antes, Lucas ha narrado el anuncio del nacimiento de Jesús, a quien el ángel Gabriel ha descrito como descendiente de David y Salvador (1,31-33). Y desde la respuesta de María («Hágase» 1,28) ya ha sido concebido. Por eso, Zacarías puede proféticamente bendecir a Dios por el cumplimiento de las promesas de salvación.

Leamos la segunda parte del cántico, Lc 1,76-79. ¿A quién se refieren ahora estas palabras? ¿Cómo describen su misión?

La bendición expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios con el hombre; en ella, el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la fuente de toda bendición.

Catecismo de la Iglesia Católica, 2626

Después de proclamar la llegada del salvador, Zacarías dirige las siguientes palabras inspiradas a su hijo Juan. Lo define como profeta del Dios Altísimo porque irá delante del Señor para preparar su venida. El Señor es en primer lugar Dios Padre, pero podemos al mismo tiempo ver al Señor Jesús como el salvador anunciado. La misión de Juan es la de anunciar la salvación por el perdón de los pecados. Zacarías describe esta salvación: la llegada de un nuevo amanecer de lo alto (cf. Nm 24,17; Mal 3,20). Todo sucede por la entrañable misericordia de Dios.

Ahora entendemos mejor el porqué del nombre del niño. En él se ha mostrado la misericordia de Dios para con sus padres Zacarías e Isabel. Pero esta misericordia va mucho más allá, tiene dimensiones mayores. Se trata de la misericordia para todo el pueblo de Israel. Por esta misericordia Dios trae el nacimiento del Salvador como luz para los que viven en la oscuridad y en sombras de muerte (cf. Is 9,1; 42,7). Este Mesías los hará caminar en la senda de la paz. Juan va a anunciarlo como profeta, según ha profetizado su padre Zacarías. Por eso, no bastaba un nombre que identificara al niño con su familia, sino con la gran familia de Dios, la humanidad.

Terminemos leyendo el final del relato, Lc 1,80. ¿Qué se dice del niño Juan? ¿A qué nos recuerda?

El evangelista Lucas cierra esta escena con un breve sumario que sintetiza la vida del niño Juan. Se afirma que creció e iba fortaleciendo su espíritu. Se indica así su crecimiento exterior e interior, su desarrollo físico y espiritual que lo va a preparar para su misión. La misma afirmación describirá la infancia de Jesús (2,40.52). También se alude al desierto como lugar de su morada. El desierto fue su campo de entrenamiento, su gimnasio particular para robustecer su interior ante la misión que se le había encomendado. Esta comenzó en el momento oportuno, en el día en que se presentó a Israel.

De esta manera el evangelista concluye como empezó. Al inicio se cumplió el tiempo para el parto, ahora se cumple el tiempo para la misión profética, una vez cumplido el tiempo de crecimiento. Y con este nacimiento de Juan, y su misión, llega a cumplimiento el tiempo del Antiguo Testamento, dando paso al tiempo del Nuevo Testamento. Juan, el Bautista, lleva grabado en su nombre la razón de este cambio: Dios ha tenido misericordia. Ahora toca a los bautizados dar crédito del Nombre en el que han sido bautizados.

Herramientas para profundizar

j Desde otros pasajes de la Escritura

Comparar el relato del nacimiento de Juan y la imposición de su nombre con el de otros personajes del Antiguo Testamento: Esaú y Jacob (Gn 25,19-26), Moisés (Ex 2,1-10), Samuel (1 Sm 1).

¿Por qué reciben cada uno su nombre?

j Desde el Magisterio

Leamos un fragmento de la exhortación Evangelii Gaudium, 3:

«Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque “nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor”. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Este es el momento para decirle a Jesucristo: “Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores”. ¡Nos hace tanto bien volver a él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia…Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría».

Compartamos qué nos sugiere esta reflexión sobre la misericordia de Dios.

i Lectura orante

«Su nombre es Juan» (Lc 1,57-80)

g Nos disponemos

Nos preparamos para acoger la palabra de Dios en nuestra vida con un momento de silencio. Pedimos al Espíritu Santo que abra nuestro corazón a la Palabra.

Ven Espíritu Santo, llénanos de tus dones: de la dulzura de tu presencia; sin ti nada es bueno, nada es recto ni auténtico. Ven, Espíritu Santo: llénanos con tu fuerza; edúcanos en el camino de Jesús. Toma nuestras vidas. Hazlas de nuevo. Sopla sobre nuestro barro. Recréanos. Queremos ser un vaso nuevo. Llévanos al encuentro con la Palabra viva y eterna. Amén.

g PROCLAMACIÓN DEL PASAJE: Lc 1,57-80

g LECTURA. ¿Qué dice el texto?

Tras la proclamación comunitaria del pasaje, volvemos a leerlo de forma personal introduciéndonos en la escena. Me dejo guiar por la narración del evangelista san Lucas que relata el nacimiento de Juan el Bautista.

• Constato, en primer lugar, que estoy en las primeras escenas del evangelio. Su autor ha querido presentar en forma de díptico la figura de Juan el Bautista y la de Jesús de Nazaret. Lo hace dando énfasis a sus nacimientos, con el anuncio por medio del ángel, la respuestas de los padres y el momento del parto. Se está cerrando el Antiguo Testamento y abriéndose el Nuevo Testamento, la página nueva y definitiva de la historia de la salvación.