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Un misterioso ladrón está robando los tesoros de Ciudad Amable y solo el Sabueso Orejotas, el investigador privado más famoso de toda la ciudad, y su ayudante, el gato Floro, pueden descubrir quién se esconde detrás de los delitos y hacer triunfar la verdad y la justicia. Luisa Villar Liébana regresa con otro de sus famosos detectives, tan perspicaz e inteligente como la gallina Cloti, y un enigma que hará las delicias de los más jóvenes amantes del misterio y las historias policiacas.
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Seitenzahl: 33
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Luisa Villar Liébana
Saga
El misterio del ladrón narizotas
Copyright © 2006, 2021 Luisa Villar Liébana and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788728101063
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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Un timbrazo despertó a Sabueso antes de que el despertador sonara a su hora habitual. Oyó una voz:
-¿Don Sabueso Orejotas? ¡Le traigo un mensaje!
Abrió la puerta en bata con una toalla al cuello, y se encontró frente a un empleado municipal.
-¿Quién lo envía? –le preguntó.
-La alcaldesa –dijo el empleado.
Hum... Debía de tratarse de un asunto muy serio, si la alcaldesa le hacía llegar un mensaje tan temprano.
El empleado le entregó un sobre y Sabueso lo abrió. En efecto, se trataba de un asunto muy serio: habían robado en la Torre del Tesoro.
Sabueso era un perro grande, de orejotas marrones. Blanco, de pelo corto, y una mancha marrón como un lunar en el lomo.
En Ciudad Amable era un investigador famoso.
Era metódico, no empezaba a trabajar sin antes hacer sus ejercicios de taichí. Los hizo, se duchó, y se sintió relajado, en forma, dispuesto a investigar el robo de la Torre del Tesoro como la alcaldesa le pedía.
Preparó el chaleco de múltiples bolsillos, y partió rumbo al viejo castillo de piedra, donde la alcaldesa tenía su despacho, y donde se encontraba la Torre del Tesoro, que guardaba los tesoros más importantes de la ciudad: Siete gemas verdes. La Carta Magna o leyes por la que se regían los ciudadanos, basadas en tres ideas:
<<Todos ciudadanos. Todos amables. Todos solidarios>>.
Una corona de oro, que cada año lucía un ciudadano en la fiesta de carnaval. Y el collar de plata de alcaldesa.
Cuando llegó, tres vigilantes lo esperaban ante la puerta de la Torre, tres perros pastores especializados en la vigilancia de museos y grandes mansiones. El más joven se llamaba Carlos y era un pastor labrador, con una bonita melena clara bajo la gorra del uniforme. El siguiente, pastor labrador también, tenía la melena negra, y el mayor era un pastor alemán que a Sabueso le recordó a su amigo Rosco, el viejo vendedor de periódicos.
-¿Qué se han llevado? –preguntó tras el saludo.
-La corona de oro –le informó Carlos, el vigilante más joven-. Será mejor que usted mismo lo vea.
Lo acompañó al interior y encendió la luz, mientras sus compañeros se quedaron vigilando en la entrada.
El espacio era amplio, con un ventanuco cerrado por dentro. Hacía tiempo que Sabueso no visitaba el lugar, y llamó su atención un tapiz adornando toda una pared.
-¡Bonito tapiz! –exclamó.
Se acercó a las vitrinas que guardaban los tesoros, iluminadas por varios focos de luz y... una estaba vacía.
De los cuatro tesoros habían robado uno: la corona de oro, ¿por qué? Sabueso quedó pensativo: ¿Para lucirla en carnaval?... Esto no tenía sentido. Nadie luciría ante todos una corona robada. Y el carnaval quedaba lejos.
¿Por su valor material? ... En ese caso, ¿por qué no se llevaron los otros tesoros? Las gemas valían tanto como la corona, el collar de alcaldesa era de plata, y la Carta Magna se exhibía al público metida en una especie de libro-caja cuyo cierre era de platino.
-¿Quién vigilaba la torre cuando el robo se produjo? –preguntó al joven Carlos.