El premio del bien hablar - Lope de Vega - E-Book

El premio del bien hablar E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

El premio del bien hablar es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso a causa de celos que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo, en este caso articulado en torno a una joven sevillana que ha de aceptar un matrimonio de conveniencia por orden de su padre, al menos hasta que un apuesto caballero se cruza en su camino.

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Seitenzahl: 77

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Lope de Vega

El premio del bien hablar

 

Saga

El premio del bien hablarCopyright © 1635, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616828

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Personas que hablan en ella.

-fol. 158r-

LEONARDA, dama.DON JUAN DE CASTRO. DON ANTONIO, viejo.MARTÍN, lacayo.DON PEDRO. ÁNGELA, dama.FELICIANO. RAMIRO, huésped.RUFINA, esclava.CAMILO, criado.

-fol. 158v-

Acto I

Salen LEONARDA, dama, y RUFINA.

LEONARDA ¿Doblaste el manto?

RUFINA Ya vengo

de quitarte ese cuidado.

LEONARDA ¿Dijiste, Rufina, a Hurtado,

que a la tarde salir tengo?

RUFINA Ya, señora, le prevengo 5

de que has de ver a doña Ana.

LEONARDA ¡Qué de juventud liviana

que nos esperaba enfrente!

RUFINA Servir pudiera de puente

desde Sevilla a Triana. 10

Mas, si en toda la ciudad

no hay tu talle, ¿qué te admira?

LEONARDA Mas presumo yo que mira

del oro la cantidad:

«Dineros son calidad», 15

dijo el cordobés Lucano;

porque esto de padre indiano

mueve más la juventud;

que a la nobleza y virtud

pocos estienden la mano. 20

¿No estaba don Pedro allí,

aquel mi gran pretendiente?

RUFINA Aquel necio maldiciente

de su hermano, entre ellos vi.

LEONARDA ¡Lo que hablaría de mí 25

toda aquella mocedad,

con su necia libertad!

RUFINA Allí estaba un caballero,

al parecer forastero,

con más seso y gravedad. 30

LEONARDA En ninguno reparé,

por si estaba allí mi hermano.

RUFINA No estaba allí Feliciano,

que uno a uno los miré.

Pero el forastero fue 35

quien me pareció mejor.

(Dentro, ruido.)

LEONARDA Parece que oigo rumor,

y cerca de nuestra casa.

RUFINA ¿Cómo esto en Sevilla pasa?

Abre ese balcón, Leonor. 40

(Entren, lasespadas desnudas y las capas revueltas, DON JUAN DE CASTRO y MARTÍN, su criado.)

DON JUAN Entra, y donde quiera sea.

LEONARDA ¡Jesús!

DON JUAN No os alborotéis.

RUFINA ¿Cómo no?, ¿qué pretendéis?

LEONARDA ¿Quién habrá que aquesto crea?

¿Hasta mi estrado os entráis? 45

¡Hola!

DON JUAN Si en venir huyendo

de la justicia os ofendo,

vuestro respeto agraviáis.

Casa tan noble me ha dado

licencia, y no me engañé, 50

pues donde un ángel hallé,

¿quién duda que fue sagrado?

Mandad que cierren la puerta.

LEONARDA Rufina, corre.

RUFINA Yo voy.

(Vase.)

LEONARDA Menos alterada estoy, 55

que estuve, de veros, muerta.

-fol. 159r-

No cierren la de la calle,

porque será dar sospecha.

DON JUAN Que no fue cosa mal hecha

os dice mi traje y talle. 60

MARTÍN Señora, si solo fuera,

quien de esta manera entrara,

no es mucho que os espantara

y mala sospecha os diera;

pero don Juan, mi señor, 65

abona el haber pisado

las barandas del estrado

de vuestro heroico valor.

Amparadle, pues oísteis

que su imagen os llamó. 70

(Sale RUFINA.)

RUFINA Ya la gente que os siguió

no sabe por dónde fuisteis.

Toda, en efeto, se fue,

y la calle está segura.

DON JUAN A tal templo de hermosura, 75

buscando amparo, llegué.

Yo soy, gallarda señora

(como ya os lo dice el traje),

forastero de Sevilla,

corona de las ciudades, 80

que en España, en toda Europa

gobierna el Rey, que Dios guarde;

que, como naturaleza,

es de todos patria y madre.

Nací en Madrid, aunque son 85

en Galicia los solares

de mi nacimiento noble,

de mis abuelos y padres.

Para noble nacimiento

hay en España tres partes: 90

Galicia, Vizcaya, Asturias;

o ya montañas se llamen.

Qué turbado estoy, pues digo,

en ocasión semejante,

cosas que os importan poco. 95

No os espantéis, perdonadme,

que por Dios, que no me turban

pendencias ni enemistades;

el templo sí, y en su altar,

la belleza de su imagen. 100

¿Qué os importa a vós saber

que descienda de la sangre

del conde de Andrada y Lemos,

y que la causa dilate

de la presente desdicha, 105

que os ha obligado a escucharme

en vuestro mismo aposento,

donde el sol fuera arrogante?

Sabed que vine a Sevilla

huyendo (mirad qué alarde 110

de fortuna), porque a un hombre

castigué la lengua infame.

Hablaba mal de mujeres;

y yo, que he dado en preciarme

de defenderlas, no puede 115

sufrir que tan mal hablase.

Pasarme quise a las Indias,

que dos heridas mortales

ya le tendrán bien seguro,

que mal de mujeres hable. 120

Llegué a Sevilla, y la flota,

como veis, aun no se parte;

entretanto, me entretienen

caballeros y amistades.

Hoy vine a la Madalena, 125

y como algunos hallase

a la puerta, me detuve;

que ellos gustaron de honrarme.

No salió mujer de misa,

a quien un don Diego, un áspid, 130

helado para gracioso,

para hablador, ignorante,

no infamase en las costumbres,

no desluciese en el talle,

no afease en la hermosura, 135

-fol. 159v-

no descubriese el amante.

Palabra no les decía

que el alma no me pasase;

que cuando se habla en corrillos,

no es afrenta que se hace 140

al ausente, que no la oye,

sino a los que están delante;

porque es tenerlos por hombres

que gustan de infamias tales,

y hablar mal de los ausentes, 145

afrenta los hombres graves.

Salió una señora indiana

con dueña escudero y pase,

y en viéndolo, se tapó,

dejando caer la margen 150

del manto al pecho, en lo negro

luciendo cinco cristales.

Como cuando el sol hermoso

por nubes opuestas sale,

así de sus ojos bellos, 155

luz por las puntas de Flandes.

Pero no templó su lengua,

que luego dijo: «¡Que trate

mi hermano por interés,

con esta indiana casarse! 160

Que, ¡vive Dios!, que me han dicho

que vendió en Indias su padre

carbón o yerro, que agora

se ha convertido en diamantes.

Que, puesto que es vizcaíno, 165

para el toldo que esta trae,

son muy bajos sus principios.

¡Mal hayan indias y meras!

Yo, no podiendo sufrir

palabras tan desiguales 170

al valor de un caballero,

dije: «Vuesa merced hable

como quien es, que desdice

de las palabras el traje;

que es honrar a las mujeres 175

deuda a que obligados nacen

todos los hombres de bien,

por el primer hospedaje

que de nueve meses deben,

y es razón que se les pague. 180

Que, puesto que son las lenguas

espadas, para templarse

quiso Dios que las pusiesen

en los pechos de sus madres.»

«¿Quién le mete en eso a él, 185

no conociendo las partes?»,

respondió, descolorido.

Yo dije: «El ver que la infamen

sin dar ocasión, y el ser

hombre, que basta a obligarme, 190

cuando no naciera noble».

Replicó: «Pues, oiga y calle,

si no sabe quién soy yo,

y que no es bien que se case

mi hermano desigualmente.» 195

Respondí yo: «Los que saben

que en Vizcaya a los más nobles

se les permite que traten,

con hábitos en los pechos,

no dicen razones tales; 200

y, sin conocerla, digo

que el ser mujer es bastante

nobleza, y que no es honrado

quien no las honra.» «¡Dejadme!

(dijo entonces). Mataré 205

este necio, si es su amante!»

Repliqué: «No la conozco,

pero lo que digo baste

para hablar en su defensa.

Saca la espada, cobarde, 210

que donde palabras sobran,

temo que las obras falten.

¡Saca la espada!, ¿qué esperas,

pues no te detiene nadie?»

Pero, ¡vive Dios!, que apenas 215

las dos se vieron iguales,

cuando pienso que la indiana

-fol. 160r-

vino en forma de algún ángel

y le derribó en el suelo,

sin que a tenerle bastasen 220

cuantas espadas y amigos

pretendieron ayudarle.

No espere mejor suceso

la lengua que las infame,

ni menos que vida y honra 225

quien las defienda y alabe.

Con esto quise tomar

la iglesia para librarme,

y, por la confusa gente,

tomé diferente calle. 230

Al revolver de la esquina,

vi estas casas principales,

juzgué por ellas el dueño,

es imposible engañarme.

Traigo una hermana conmigo, 235

a quien doy tantos pesares,

que este postrero, señora,

temo que la vida acabe;

esto solamente siento.

Hasta que la noche baje, 240

os suplico permitáis

que en vuestra casa me ampare

para partirme a Sanlúcar,

donde a las Indias me embarque,

si podrán llevar el peso 245

de mis desdichas sus naves.

Que tan justa obligación

hará que el alma os consagre

la tabla de este milagro,

que con letras de oro en jaspe, 250

diga que pudo, en Sevilla,

don Juan de Castro librarse,

con doña Ángela, su hermana,

de dos peligros tan grandes.

Y porque vea el pintor, 255

cuando la tabla señale,

cómo ha de poner la historia,

y pues sois la hermosa imagen,

ya me pongo de rodillas

para que así me retrate. 260

Que quien defiende a mujeres,

bien es que piedad alcance.

LEONARDA La ocasión en que os halláis

no da lugar a respuesta;

vuestro valor manifiesta 265

lo que hacéis y lo que habláis.

Esa mujer que obligáis,

yo soy, y palabra os doy

que mintió, porque yo soy

nieta de tan noble abuelo, 270

que, por bien nacida, al cielo

siempre agradecida estoy.

Es de mi padre el solar,

el más noble de Vizcaya;