Felipe - Mariano José de Larra - E-Book

Felipe E-Book

Mariano José de Larra

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Beschreibung

Felipe es una comedia en dos actos y en prosa original de Eugène Scribe. Fue traducida y adaptada para el teatro español por Mariano José de Larra. Eugène Scribe fue dramaturgo francés enormemente popular en su época. Produjo cerca de 350 obras de teatro y libretos de ópera, muchos de ellos escritos con ayuda de colaboradores.

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Eugéne Scribe

FelipeTraducción y adaptación de Mariano José de Larra

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Felipe.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard

ISBN tapa dura: 978-84-1126-008-4.

ISBN rústica: 978-84-9816-353-7.

ISBN ebook: 978-84-9897-997-8.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Acto I 9

Escena I 9

Escena II 13

Escena III 16

Escena IV 17

Escena V 21

Escena VI 22

Escena VII 27

Escena VIII 33

Escena IX 38

Escena X 39

Acto II 43

Escena I 43

Escena II 43

Escena III 44

Escena IV 47

Escena V 47

Escena VI 55

Escena VII 55

Escena VIII 60

Escena IX 61

Escena X 62

Escena XI 64

Escena XII 66

Escena XIII 66

Escena XIV 69

Libros a la carta 75

Brevísima presentación

La vida

Mariano José de Larra (Madrid, 1809-Madrid, 1837), España.

Hijo de un médico del ejército francés, en 1813 tuvo que huir con su familia a ese país tras la retirada de las fuerzas bonapartistas expulsadas de la península. Como dato sorprendente cabe decir que a su regreso a España apenas hablaba castellano. Estudió en el colegio de los escolapios de Madrid, después con los jesuitas y más tarde derecho en Valladolid. Siendo muy joven se enamoró de una amante de su padre y este incidente marcó su vida. En 1829 se casó con Josefa Wetoret, la unión resultó también un fracaso.

Las relaciones adúlteras que mantuvo con Dolores Armijo se reflejan en el drama Macías (1834) y en la novela histórica El doncel de don Enrique el Doliente (1834), inspiradas en la leyenda de un trovador medieval ejecutado por el marido de su amante. Trabajó, además, en los periódicos El Español, El Redactor General y El Mundo y se interesó por la política.

Aunque fue diputado, no ocupó su escaño debido a la disolución de las Cortes. Larra se suicidó el 13 de febrero de 1837, tras un encuentro con Dolores Armijo.

Personajes

Doña Isabel

Matilde, su sobrina

Don Fernando, vizconde de Blanca Flor

Felipe

Federico

Lorenzo

Criados

Acto I

La escena es en Madrid en casa de doña Isabel.

El teatro representa una hermosa habitación con una puerta en el fondo y otras dos laterales; la de la derecha del actor es la del cuarto de Matilde; la de la izquierda la del de Federico. A este lado un velador; al otro una mesa grande con tintero, etc.

Escena I

Doña Isabel y Matilde, sentadas.

(La primera borda, la segunda deja un libro en que ha estado leyendo.)

Matilde Pero, querida tía, ¿es algún delito acaso interesarse en la suerte de Federico? Es tan bueno, tan amable, tan desgraciado... Un joven huérfano, aislado, que nunca ha conocido a sus padres... ¿Usted misma no le recogió en su casa desde su más tierna infancia? ¿No le ha dado usted una educación nada común?...

Isabel Eres muy niña todavía, Matilde. Es verdad que no es un delito querer a Federico; que lo merece, ¡ah! sin duda; pero una joven de tus años debe ocultar sus sentimientos, y...

Matilde Señora...

Isabel Sí, hace días que tenía ganas de hablarte de esto; noches pasadas fuimos a la ópera; yo le había ofrecido mi palco a Federico, le había hecho este honor; pero estaba allí con nosotros el vizconde de Blanca Flor, mi sobrino. El vizconde, aunque tiene algunos defectos propios de la juventud, reúne las más brillantes cualidades; y esto te lo digo, Matilde, porque quisiera que lo tuvieras presente... Tengo entre manos un proyecto de que te hablaré después. Pero, volviendo a la ópera, tú no hiciste en toda la noche más que reír a carcajadas, y chichisbear con Federico. Él podría decirte cosas muy divertidas; pero, hija mía, en la ópera no parece de buen tono reírse de esa manera. Después al salir aceptaste el brazo de Federico, sin guardar respetos al vizconde, que te ofrecía el suyo.

Matilde Yo creí que podía... Es tan amable...

Isabel ¡Ah, no, no! es preciso que te acuerdes de quién eres, que consultes siempre la etiqueta.

Matilde ¡Ah, yo no hubiera consultado más que a mi corazón!... Federico le está a usted tan agradecido... la quiere a usted tanto...

Isabel Lo creo, Matilde; y tendría un sentimiento si no lo creyese; pues, a pesar de eso, dejando aparte mi clase, no veo en él aquellas consideraciones y respetos que yo pudiera exigir de un joven que debe a mí todo cuanto es... Sin ir más lejos, ahí tienes, él vive en mi misma casa como un hijo, nunca le he negado la entrada en mis suarés; él pudiera venir todas las noches a formarse, a aprender los modales de la buena sociedad, las maneras del buen tono; pero, tú misma lo ves, apenas parece alguna noche.

Matilde Pero, tía, sea usted imparcial también. Esa sociedad será muy hermosa... pero no es divertida.

Isabel ¡Cómo, Matilde!

Matilde Quiero decir, para un joven como él... no oír hablar de otra cosa más que de la antigüedad de nuestro apellido, de los veros y cuarteles que entran en nuestro escudo, de las proezas de los Hurtados de Mendoza... yo misma, y eso que soy de la familia, le aseguro a usted que muchas veces...

Isabel Matilde...

Matilde ¡Con que con cuánta más razón se fastidiará ese pobre Federico, joven, vivo, atolondrado! ello es verdad, yo lo confieso, tiene los cascos ligeros; ¡pero tiene tan buen corazón! ¡Ah! Créame usted, nos hemos criado juntos, y lo conozco perfectamente. No se puede usted figurar hasta dónde llega el agradecimiento, el cariño que le profesa a usted.

Isabel ¿Lo crees así, Matilde?

Matilde Ciertamente, y sino lo que hizo el día que se desbocaron los caballos de usted. Mi primo el vizconde de Blanca Flor se estaba en la acera a una distancia respetable, dando voces y pidiendo socorro; pero Federico se arrojó a detener los caballos con riesgo de ser atropellado, y los detuvo. ¿Quién sabe si le salvó a usted la vida? Pues para que usted no se asustara viendo su vestido roto y sus manos llenas de sangre, se escabulló entre la gente y me vino a encargar que no dijera una palabra.

Isabel Y tú lo has callado: has hecho muy mal, y yo no sabía nada. ¡Pobre Federico!

Matilde Yo creo, aquí para entre las dos, que el rango de usted le intimida. ¡Cuántas veces me dice!... porque conmigo tiene sus conversaciones muy tiradas.

Isabel ¡Hola!

Matilde