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Un desafío. Mariano José de Larra Fragmento de la obra Acto I El primer acto pasa en el palacio de Windsor, en Londres. El teatro representa una sala de Windsor; puertas en el fondo; a la izquierda la cámara del rey, a la derecha la de la reina. Escena I Sidney, sentado, con un billete en la mano; Williams, en pie delante de él. Williams: Se me ha respondido que el lord canciller sigue malo; sin embargo, no he podido verle. Sidney: Bien está. Williams: Tres días hace ya que no se ha presentado nadie de parte del rey a informarse de la salud del duque de Buckingham, y esta repentina indiferencia de Su Majestad ha chocado mucho en el palacio del lord canciller. Sidney: ¿Qué importa? Williams: Como la última entrevista del rey y de su excelencia fue muy acalorada, hay quien empieza a temer su caída, y no falta quien la atribuye al conde de Warwick. Sidney: ¿A mí? Basta. Williams: Para prevenir sin duda el golpe que le amaga, ha entrado el lord canciller en negociaciones con la reina. Sidney: ¿Con la reina? Williams: Cuando yo entraba en el palacio de Buckingham salía de él su primera dama lady Isabel Howard, viuda del lord tesorero, conde de Salisbury. Sidney: ¿lady Howard? ¿Es posible? Déjame. Williams: ¿El señor conde asistirá al baile de la reina? Sidney: No sé: sí: no me esperes hasta muy tarde.
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Seitenzahl: 60
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Mariano José de Larra
Un desafío
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Un desafío.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-024-4.
ISBN rústica: 978-84-9816-357-5.
ISBN ebook: 978-84-9953-478-7.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Acto I 9
Escena I 9
Escena II 10
Escena III 11
Escena IV 15
Escena V 16
Escena VI 18
Escena VII 19
Escena VIII 19
Escena IX 20
Escena X 21
Escena XI 25
Escena XII 27
Escena XIII 28
Escena XIV 29
Acto II 31
Escena I 31
Escena II 33
Escena III 34
Escena IV 37
Escena V 37
Escena VI 38
Escena VII 41
Escena VIII 45
Acto III 53
Escena I 53
Escena II 53
Escena III 55
Escena IV 56
Escena V 57
Escena VI 57
Escena VII 58
Escena VIII 60
Escena IX 61
Escena X 62
Escena XI 63
Escena XII 64
Escena XIII 68
Escena XIV 69
Escena XV 73
Escena XVI 75
Escena XVII 75
Libros a la carta 79
Las relaciones adúlteras que mantuvo con Dolores Armijo se reflejan en el drama Macías (1834) y en la novela histórica El doncel de don Enrique el Doliente (1834), inspiradas en la leyenda de un trovador medieval ejecutado por el marido de su amante. Trabajó, además, en los periódicos El Español, El Redactor General y El Mundo y se interesó por la política.
Aunque fue diputado, no ocupó su escaño debido a la disolución de las Cortes. Larra se suicidó el 13 de febrero de 1837, tras un encuentro con Dolores Armijo.
El primer acto pasa en el palacio de Windsor, en Londres.
El teatro representa una sala de Windsor; puertas en el fondo; a la izquierda la cámara del rey, a la derecha la de la reina.
Sidney, sentado, con un billete en la mano; Williams, en pie delante de él.
Williams Se me ha respondido que el lord canciller sigue malo; sin embargo, no he podido verle.
Sidney Bien está.
Williams Tres días hace ya que no se ha presentado nadie de parte del rey a informarse de la salud del duque de Buckingham, y esta repentina indiferencia de Su Majestad ha chocado mucho en el palacio del lord canciller.
Sidney ¿Qué importa?
Williams Como la última entrevista del rey y de su excelencia fue muy acalorada, hay quien empieza a temer su caída, y no falta quien la atribuye al conde de Warwick.
Sidney ¿A mí? Basta.
Williams Para prevenir sin duda el golpe que le amaga, ha entrado el lord canciller en negociaciones con la reina.
Sidney ¿Con la reina?
Williams Cuando yo entraba en el palacio de Buckingham salía de él su primera dama lady Isabel Howard, viuda del lord tesorero, conde de Salisbury.
Sidney ¿Lady Howard? ¿Es posible? Déjame.
Williams ¿El señor conde asistirá al baile de la reina?
Sidney No sé: sí: no me esperes hasta muy tarde.
(Williams sale por el fondo.)
Sydney ¡Isabel en el palacio del canciller! ¿Qué causa puede conducirla allí? ¿Y qué secreto puede tener que confiarme?
(Lee el billete que tiene en la mano.)
«No vayáis hoy a caza con el rey; antes de que vuelva Su Majestad vendré por la puerta secreta de la cámara de la reina.» Aun me parece que siento su mano trémula al deslizar este billete en la mía. ¡Mudar tan repentinamente Isabel, que por espacio de un año entero no ha correspondido a mi amor sino con una reserva, una seriedad calculada!... ¡Ah, acaso soy injusto con ella! ¿No he visto yo mismo, siempre que desechaba mis obsequios, agolparse las lágrimas a sus ojos? Sí, ¡me ama! Sin embargo, ningún favor suyo puede justificar en mí esta esperanza lisonjera. Pero el tiempo se pasa; el rey no puede tardar en volver. ¡Ella es!
Sidney; la Duquesa, que entra por la puerta de la cámara de la reina, pálida y agitada.
Sidney ¿Qué he hecho yo para merecer tanta dicha, miladi?
Duquesa Escuchadme, Sidney. Sin duda la amistad que profesáis a la reina, la que me profesáis a mí acaso, os ha obligado a intentar una prodigiosa competencia con Buckingham.
Sidney Por vos, señora, ha sido, por vos sola. Sin vos, de buena gana abandonaría este título de favorito a cuantos le envidian. ¡Necios! Ignoran lo que es pasar la vida entera entre la intriga y la vil adulación de los cortesanos. ¡A eso llaman poder y felicidad! ¡Ah! Yo no conozco otra felicidad que la de merecer vuestro amor, ni otra ambición que la de agradaros.
Duquesa ¡Sidney! ¿Y si viniera yo a implorar ese mismo poder que tanto os pesa? ¿Si tuviera que pediros un favor?
Sidney ¿A mí? ¡Oh! ¡No abuséis de mi credulidad!
Duquesa Sí: vengo a implorar vuestra compasión. Sabed que esta mañana el duque de Besford ha tenido la desgracia de matar en duelo a sir Lexter, el sobrino de Buckingham. Bien sabéis cuán terribles son las leyes sobre los desafíos desde que se hicieron tan comunes en el reinado de Isabel; y sabéis que Buckingham es inexorable; vos lo podéis todo en el ánimo del rey; pedidle que se ahogue este asunto; pedidle prórrogas a lo menos para que Besford pueda huir y librarse de sus perseguidores; en fin, Sidney, ¡salvadle, salvadle!
Sidney ¿Es la reina, señora, quien toma un interés tan grande por el duque de Besford, o sois?... Perdonadme; pero esa turbación, ese dolor..., mis temores son injustos sin duda alguna.
Duquesa Milord Sidney, vos poseéis mi amistad; pero mi corazón debe cerrarse para cualquier otro sentimiento: mi deber me lo prescribe.
Sidney ¿Vuestro deber? Sois viuda, y yo os creía dueña de vuestra mano. ¡Ah! No sois ingenua. Más hubiera valido confesarme que tenía un rival, y un rival preferido, que no fingir participar de unos sentimientos que no experimentáis.
Duquesa