Roberto Dillón - Mariano José de Larra - E-Book

Roberto Dillón E-Book

Mariano José de Larra

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Beschreibung

La actividad de Mariano José de Larra como traductor se desarrolló gracias a su colaboración con Juan Grimaldi, llegado de Francia en 1823 y que prácticamente controlaba todas las salas de teatro madrileñas. Para él tradujo y adaptó piezas teatrales como el melodrama en tres actos Roberto Dillón o el católico de Irlanda de Victor Ducange.

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Victor Ducange

Roberto Dillón o el Católico de IrlandaTraducción y adaptación de Mariano José de Larra

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Roberto Dillón.

© 2024, Red ediciones S.L.

Traducción de: Mariano José de Larra

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-712-2.

ISBN rústica: 978-84-9816-356-8.

ISBN ebook: 978-84-9953-444-2.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Personajes 8

Acto I 9

Escena I 9

Escena II 13

Escena III 15

Escena IV 18

Escena V 20

Escena VI 21

Escena VII 24

Escena VIII 28

Escena IX 31

Escena X 32

Escena XI 36

Escena XII 36

Escena XIII 40

Escena XIV 41

Escena XV 41

Escena XVI 42

Escena XVII 44

Escena XVIII 44

Acto II 47

Escena I 47

Escena II 48

Escena III 51

Escena IV 53

Escena V 55

Escena VI 56

Escena VII 58

Escena VIII 59

Escena IX 64

Escena X 66

Escena XI 67

Escena XII 69

Escena XIII 73

Acto III 81

Escena I 81

Escena II 84

Escena III 86

Escena IV 86

Escena V 88

Escena VI 90

Escena VII 92

Escena VIII 95

Escena IX 97

Escena X 101

Escena XI 104

Escena XII 106

Escena XIII 106

Libros a la carta 111

Personajes

Roberto Dillón

Ana Dillón, su mujer

Patricio Dillón, su hijo

Isabel Dillón, su hija

Eduardo, amante de Isabel y amigo de Dillón

Dermod, enemigo de Dillón, hombre falso, vengativo, etc.

Milord Fitz William, diputado de la corona de Irlanda

Jorge, criado antiguo

María, su hija, criada

Mauricio, jardinero de Eduardo, prometido de María

Un Mozo

Un Asesor

Un Ministro

Un Oficial

Un Criado

Jurados, amigos de Dillón, escribanos, alguaciles, guardia, pueblo, etc.

Acto I

Roberto Dillón o El católico de Irlanda

La acción pasa en Dublín, ciudad de Irlanda, a fines del siglo XVI, en el reinado de Isabel de Inglaterra. Los dos actos primeros en la casa de Roberto Dillón, y el tercero en una sala de las casas consistoriales.

El teatro representa el jardín de la casa de Dillón; un parapeto de unos dos pies de altura cierra el fondo; en medio una verja, del otro lado de la cual se ve la muralla, y diversos caminos que suben hasta ésta haciendo varios sesgos. Al horizonte el campo. En el interior del jardín, y a la derecha del actor, se ve la entrada de un vestíbulo que conduce a la casa; a la izquierda, en. frente de éste, un bonito pabellón de jardín, a la sombra de algunos árboles: hay varios bancos colocados a trechos.

Escena I

Jorge, Mauricio

(Al alzarse el telón, Mauricio, con un envoltorio en la punta de un bastón, llega por la muralla y se para delante de la verja.)

Mauricio (Forcejeando para abrirla.)

¡Oiga! Este pestillo no se levanta: no parece sino que la verja está cerrada. ¡Diantre! ¡Ah! ¡toma! ya sé en qué consiste; es que no está abierta. Llamaré...

(Da golpes.) ¡Señor Jorge, señor Jorge!

Jorge (De adentro.)

¡Aquí está, aquí está! (Sale del vestíbulo poniéndose el vestido.) Aguarda un poco, me estoy vistiendo.

(Se abotona muy despacio.) ¿Quién diantres llamará ahora? Me parece que el señor Dillón no espera a nadie y... Toma, toma, ¿no es Mauricio?

Mauricio Sí; soy yo, que estoy aquí.

Jorge ¿Cómo? ¿Eres tú, muchacho?

Mauricio En persona, señor Jorge.

Jorge ¡No es posible!

Mauricio Sí, señor. ¡Abridme, que os traigo buenas nuevas!

Jorge ¿Buenas nuevas? Aguarda, voy por la llave de la verja.

(Entra en la casa y vuelve a salir.)

Mauricio Daos prisa; estoy deseando abrazaros, y en particular a María.

Jorge (Con una gran llave.)

¡Pobre muchacho! Y María, que no le espera...

(Ríe.) ¡Ah, ah, ah, qué contenta se va a poner! ¡Eh, eh, eh!

Mauricio ¡Buenas tardes! Señor Jorge, dejadme que os abrace.

Jorge Ven acá, muchacho, ven acá.

(Se abrazan.)

Mauricio ¡Eh, eh! ¿Y cómo está mi María, vuestra hija, eh, eh, mi novia?

Jorge Como todas las muchachas cuando están esperando con ansia el día de boda.

Mauricio ¿Cómo? ¿Pues qué... tiene calentura, o?..

Jorge ¿Calentura? ¡qué! ¡Está más gorda que una mula, y contenta como unas pascuas! Ríe, canta y charla más que cuatro.

Mauricio ¡Eh, eh! ¡Pobrecilla! Pues a mí... señor Jorge, me sucede todito lo contrario: cuando estoy enamorado, me seco y tengo una cosa... ya se ve... va para tres meses que no he visto a mi María... Cuidado que es una buena temporada para estar uno... ¿eh?

Jorge Ya se ve; pero primero es la obligación. Dejaste a tu futuro suegro para ir a cuidar a un pariente anciano y enfermo; hiciste una buena acción; pero tu ausencia no te ha hecho perder ni un tantico así en el corazón de mi hija: ella sabe que eres un buen muchacho, un excelente jardinero; y sino ahí estaba el señorito Eduardo, tu joven amo, que se hacía lenguas de ti antes de marcharte a Edimburgo: ya sabes que fue a su casa a pedir a su familia su consentimiento para casarse con nuestra señorita. Mira, Mauricio, ten un poco de paciencia, y cuenta conmigo. Tu boda con María se hará al mismo tiempo que la del señor Eduardo con la señorita Isabel.

Mauricio En hora buena: no deseo otra cosa... ¡Qué feliz voy a ser!

Jorge Ahora bien, ¿y esas buenas nuevas que me traes?

Mauricio ¡Toma!

(Tristemente.) Mirad, la primera es que mi tío se ha muerto.

Jorge ¡Ay! ¡Pobre hombre!

Mauricio (Enjugándose las lágrimas.)

¡Ah! ¡Yo lo creo! ¡Pobre hombre! Gracias a Dios, hace tres días que tuvimos la desgracia de perderle.

Jorge ¡Lo que somos!

Mauricio Eso digo yo... ¡Caramba! ya se ve, no podía durar mucho desde que había dado en la flor de tener un ataque de apoplejía todas las semanas.

Jorge ¿Apoplejía?

Mauricio Sí: los médicos dieron en sangrarle tanto para que no se muriese, que no pudo vivir más. Y eso que... es preciso decir una cosa como otra; ellos llevaban ya la cura en muy buen estado, según decían, y era una gran cura aquella. Así es que óigalos usted; ¡ellos mismos lo decían! Sí, señor, que a no haberse muerto mi tío de este ataque, hubiera podido ir tirando algún tiempo más.

Jorge ¡Mira tú que desgracia! Por un poco ya... y joven todavía.

Mauricio ¡Ya se ve! Setenta y siete años no más, que ha sido una compasión: ya os podéis figurar que no habré tardado en dar la vuelta a la ciudad. Como que me esperaba mi jardín y María, y vos mismo... Pero no está ahí lo mejor; hay otra buena nueva que no esperaba yo tan pronto. Llegaba yo por una parte, y estaba llegando el señor Eduardo por otra.

Jorge ¿Qué dices? ¿Ha llegado el señor Eduardo?

Mauricio ¡Toma! Si le he dejado a una legua de aquí. Mauricio, me dijo, vete, y en estando allá avisa mi llegada a la familia del señor Roberto Dillón; diles tantas cosas, y que no tardaré mucho más que tú en estar a los pies de la hermosa Isabel, y que el corazón, y el alma, y... ¡qué sé yo cómo dijo! El alma... pues... en fin, por ese estilo...

Jorge Sí... ¿Y te estabas sin darme esa buena noticia? ¡Qué alegría para mis amos! ¡Oh! aquí todos queremos a ese señor Eduardo. Vamos, vamos a avisar a todo el mundo. ¡María! ¡María!

María (De adentro.) ¡Voy, allá voy!

Mauricio (Conmovido.)

¡Eh, eh! Es su voz... ¡Cómo me late el corazón! Señor Jorge, llamadla otra vez.

Jorge Preciso será llamarla. ¡María! ¡María!

María (Lo mismo.) Un momento, padre, un momento; me estoy poniendo el vestido de los días de fiesta para bailar esta noche. Ya me estoy acabando de vestir.

Mauricio ¡Eh, eh! decidla que no acabe: me gusta oír su voz.

Escena II

Dichos, María

(María sale muy despacio acabándose de arreglar el vestido.)

María ¿Qué sucede, padre, para tanta prisa? ¿Hay fuego?

Jorge ¡Fuego, eh, fuego! Sí, señora, fuego.

María (Mirando alrededor.)

¿Dónde? Pues...

Mauricio (Escondiéndose detrás de Jorge.)

¡Eh! ¡Qué guapota está!

Jorge (Cogiéndola del brazo.)

Vamos, ¿qué miras? Tonta, ¿qué haces? Mira aquí enfrente de ti, levanta la cabeza... allí...

(La coloca enfrente de Mauricio.)

María (Palmoteando.)

¡Ah, ah, ah! ¿Qué veo?

(Riendo.)

Mauricio ¡Eh, eh! Estás viendo a tu novio, María.

(María suelta una carcajada palmoteando de gozo, y Mauricio llora enternecido.)

María ¡Ah, ah, ah! ¡Qué alegría!

Mauricio ¡Eh, eh! ¡Qué gozo!

Jorge Eso es: llorad y reíd como dos tontos, mientras que yo voy a alborotar a todo el mundo para anunciar la próxima llegada del señorito Eduardo.

María ¿Llega el señor Eduardo? Corred, padre, corred: mientras que vos los avisáis, yo charlaré aquí con Mauricio.

Jorge ¡No veo de gozo! Ciertamente parece que la Providencia nos envía a nuestro querido señor Eduardo en una ocasión como esta, en que tanta necesidad tiene toda la familia de consuelos... Hablad, hablad, hijos míos.

(Va a quitar la llave de la verja, y entra en la casa.)

Escena III

Mauricio, María

Mauricio (Mientras que María acompaña hasta la puerta a su padre.)

(¡Tanta necesidad de consuelos!..) ¡María!

María ¿Qué?

Mauricio ¿Qué quiere decir eso de consuelos? ¿Ha sucedido alguna desgracia en casa del señor Dillón?

María ¡Ah! ¡Pobre Mauricio! Aquí no hemos tenido más que desgracias desde que te fuiste. Yo creo que nos han hecho a todos mal de ojo. Yo he dejado a mi padre marcharse solo, porque quería contártelo todo.

Mauricio Bien hecho, María: di, ¿y qué ha sucedido?

María ¡Caramba! ¡Muchas cosas, cosazas! Mira, lo primero y principal, el señor Dillón tiene enemigos en la ciudad.

Mauricio ¡Toma! Eso ya lo sabía yo, y mi amo también. Como el señor Dillón es católico, como dicen, y su familia también, y tienen su creencia y su religión, distinta de las demás gentes del pueblo, que somos protestantes... y como aquí desde esta última persecución no creo que ha quedado más familia principal católica que ésta, creo que por eso la tiene entre ojos el lord diputado.

María ¡El lord diputado! Ya... ¿Y sabes tú lo que dice a eso el señor Dillón? Dice que en lugar de meterse en la conciencia del prójimo, más le valía al diputado, ya que es el primer magistrado, administrar la justicia como la reina manda, igual para todo el mundo, sin distinguir de personas, ni si este piensa así, o del otro modo.

Mauricio Y que tiene razón.

María Ya se ve: mira, Mauricio, tú y yo tampoco somos católicos, y con todo y con eso todos los días me acuerdo de mis buenos amos en mis oraciones; y si todos los que los calumnian viesen como yo su bondad y su dulzura, y el cariño que tienen a sus hijos, y luego aquella honradez en todas sus cosas, y aquella caridad con los pobres, yo te aseguro que bien pronto tendrían todos a esta familia por un modelo de virtudes, en lugar de mirarla como un objeto de escándalo, que así dicen por ahí.

Mauricio Anda, déjalos que digan.

María Y luego hay más: mis buenos amos tienen otros motivos de disgusto. ¿Ya conoces al señorito Patricio, el hermano de la señorita Isabel?

Mauricio ¡Toma! El hijo del señor Roberto Dillón.

María El mismo: muy buen muchacho.

Mauricio Y que sabe más que un doctor.

María Yo lo creo, es la esperanza de la familia.

Mauricio Y bien, ¿qué le ha sucedido?

María No se sabe nada.

Mauricio ¡Oiga!

María