Horizonte de amor - Victoria Pade - E-Book

Horizonte de amor E-Book

VICTORIA PADE

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Beschreibung

Northbridge... donde el altar nunca está demasiado lejos El policía Luke Walker intuyó que tendría problemas en el mismo instante en que Karis Pratt apareció en su puerta afirmando que la niña que llevaba en brazos era suya. Luke se había quedado destrozado cuando la hermana de Karis se había marchado del pueblo con una niña que entonces le había asegurado no era suya. Y aunque tenía motivos más que suficientes para mostrarse escéptico, Luke no tardó en darse cuenta de que Karis no se parecía en nada a su impetuosa hermana. Desde su nacimiento, la pequeña había conquistado el corazón de Luke sin que él pudiera hacer nada para impedirlo.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2006 Victoria Pade

© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Horizonte de amor, n.º 1747- diciembre 2018

Título original: It Takes a Family

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1307-075-9

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

 

YA está, preciosa, ya hemos llegado —dijo Karis Pratt.

No recibió respuesta del asiento trasero y se volvió a mirar a la niña de quince meses que iba sentada detrás de ella, a su derecha.

Era tarde para Amy y a Karis no le habría sorprendido que su sobrina se hubiese dormido, pero la niña estaba mirando por la ventana, con dos dedos metidos en la boca y movía los pies hacia arriba y hacia abajo, como lo hacía siempre que estaba cansada.

No había nada en aquella imagen que tuviese por qué provocarle lágrimas a Karis, pero aun así tenía los ojos húmedos y calientes, le picaban.

Parpadeó con fuerza y tragó saliva para evitar derramarlas.

—No te puedes imaginar lo mucho que deseo no hacer esto —le dijo a su sobrina—. No quiero hacer ninguna de las cosas que he venido a hacer, si tuviese otra opción…

Se le quebró la voz y se aclaró la garganta, luchando por tranquilizarse.

Cuando lo hubo conseguido, suspiró y añadió:

—Pero no la hay. Si no, no estaría aquí.

Allí, en medio de una tormenta de nieve que hacía que hubiese tan poca visibilidad que había tenido que conducir durante las dos últimas horas a paso de tortuga, hasta llegar al lugar del que su hermana había dicho que era «un pueblucho de mala muerte».

Northbridge, Montana.

Eran más de la nueve de la noche del último viernes del mes de octubre y Karis no había querido llegar tan tarde, pero no podía retroceder en el tiempo y no podía arriesgarse a que Amy pasase la noche con ella. Sobre todo, porque iba a tener que dormir en el coche. Así que se resignó a hacer lo que había ido a hacer y se desabrochó el cinturón de seguridad.

—Todo irá bien —comentó, sin saber si quería tranquilizar a su sobrina o a sí misma—. Es lo mejor.

Salió del coche y miró hacia la casa de ladrillos rojos que tenía delante. Era una estructura de tamaño medio, de dos pisos y ático, con un porche delantero cubierto y unos grandes números negros en la puerta, que le indicaron que estaba en la dirección correcta. La dirección desde la que su hermana Lea le había escrito cuando vivía allí.

Se alegró al ver que había luz en la ventana delantera. Con un poco de suerte, eso significaría que el hombre con el que había estado casada su hermana durante sólo diez meses estaría dentro y que su viaje no habría sido en vano.

Se cruzó el abrigo, se colocó el pelo detrás de las orejas y rodeó el coche.

Amy la miró con sus ojos grandes y azules cuando abrió la puerta, haciendo que se le encogiese el corazón.

«¿Cómo voy a hacer esto…?».

Pero una ráfaga de viento le recordó que no podía pasar la noche en el coche con la niña. Le subió la capucha para tapar su cabeza cubierta de rizos color caoba, quitó las fijaciones de la silla y la sacó con la niña dentro.

Luego fue hacia la casa rápidamente. Subió las cuatro escaleras del porche. Llamó al timbre.

Mientras esperaba, se inclinó a darle un beso en la frente a la niña y le dijo:

—Todo irá bien.

La puerta se abrió y detrás de ella apareció un hombre alto, de hombros anchos, imponente. Eso fue lo único que pudo ver, ya que la luz llegaba de detrás de él.

—Estoy buscando a Luke Walker —dijo Karis.

—Soy yo —respondió el hombre, con curiosidad en la voz.

—Sé que no me conoces…

¿Cómo iba a conocerla, si nunca se habían visto? Pero iba a decirle quién era, a pesar de que aquello le resultase humillante. Pensó en Amy e hizo acopio de valor.

—Soy Karis Pratt. La hermana de Lea.

Él agarró el borde de la puerta, como si fuese a cerrarla y darle con ella en las narices.

Pero no lo hizo. En su lugar, bajó la cabeza, y aunque Karis no pudo verle la cara, se dio cuenta de que estaba mirando a la niña.

Murmuró algo poco agradable y abrió la puerta de par en par.

—Entra, hace frío fuera —le ordenó en tono brusco.

Karis no estaba en posición de exigir mejores modales, así que metió a Amy en el calor de la entrada de la casa.

Luke Walker cerró la puerta y se volvió hacia Karis, que se sintió ligeramente aliviada. Su hermana no siempre había tenido buen gusto con los hombres, y ella sabía que le habría costado dejar a la niña con alguien que no le hubiese causado buena impresión.

Aquél le pareció un hombre atractivo, con el pelo negro azabache, corto y limpio. Tenía la mandíbula fuerte y masculina, con los rasgos muy marcados. La nariz era algo larga, pero perfecta en su forma. Y tenía una boca ni demasiado grande, ni demasiado pequeña. Sus ojos eran vivos e inteligentes, penetrantes y encantadores al mismo tiempo, de color verde y sombreados por unas tupidas pestañas.

Y el cuerpo que iba con aquella cara tampoco la defraudó. Luke era ancho de espaldas, tenía la cintura y las caderas estrechas, y las piernas largas y fuertes.

Karis sabía que era policía local, por eso había tenido la esperanza de que fuese diferente a los otros hombres con los que había salido Lea. Luke irradiaba una honradez que la ayudó a sentirse algo más aliviada. No mucho, pero algo más. Algo era algo.

Se inclinó a dejar la sillita de la niña en el suelo y se dio cuenta de que Amy miraba a Luke Walker casi con tanta intensidad como lo había observado ella.

Luego se irguió y se dio cuenta de que iba vestido con un uniforme azul marino, por lo que debía de haber regresado a casa hacía poco tiempo. La estaba mirando a ella fijamente, no a la niña.

—¿Qué quieres? —le preguntó, sin invitarla a moverse de la entrada de la casa.

De hecho, era tan alto y fuerte que Karis no podía ver nada del salón que había detrás de él.

No merecía la pena andarse con rodeos. Era evidente que Luke Walker ya no sentía nada por su hermana, y no lo culpaba. Así que contestó:

—Hace seis semanas, en Denver, hubo una explosión en la que murió Lea, nuestro padre y el hombre con el que Lea se marchó de aquí.

El ex marido de su hermana no le dio el pésame. Su única respuesta fueron unas arrugas en su entrecejo y la fuerza con la que apretó la mandíbula.

—Es una larga historia que imagino que no te interesa —continuó Karis—, pero debido a eso yo…

Karis se atascó cuando iba a decir lo que tenía que decir.

Pero no tenía otra opción, tenía que decirlo.

Tragó saliva.

—No puedo cuidar de Amy.

—No es hija mía —espetó Luke—. A pesar de que nació cuando yo estaba casado con tu hermana, Lea me dejó bien claro que Amy era de…

—Ya sé que te dijo eso —lo interrumpió Karis, por miedo a que la echase antes de que le diese tiempo a decir lo que tenía que decir—. Sé que te dijo que se marchaba con Abe porque él era el padre de la niña, pero Lea me dijo que no era la verdad, que sólo te lo había dicho para cortar la relación contigo y volver con él. Y a sus adicciones. Ella era así. Pero es posible que tú seas el padre de Amy.

—Tonterías.

—No sé si piensas que Lea me mintió a mí o que yo pretendo mentirte a ti, pero es lo que me dijo mi hermana. Si yo pensase que no cabía la posibilidad de que fueses el padre de la niña, no estaría aquí, pero lo cierto es que sí me parece que es posible…

—Así que tú misma reconoces que es sólo una posibilidad.

Karis lo miró fijamente a los ojos.

—Sí —asintió—. Conocía a mi hermana. Sus altibajos. A veces, cuando estaba desesperada, o decidida a salirse con las suya, se inventaba cosas. Pero lo cierto es que cuando me dijo que Amy era tu hija no estaba desesperada ni necesitaba salirse con la suya.

Bueno, tal vez aquél no hubiese sido exactamente el caso. Karis había criticado la decisión de su hermana y tal vez eso la hubiese hecho defenderse. Pero lo cierto era que Luke Walker era su último recurso, y aunque comprendía sus dudas, sólo podía aferrarse a la esperanza de que Lea le hubiese dicho la verdad por una vez: que no sabía quién era el padre de Amy, pero que podía ser Luke Walker.

—Al parecer, a ti te viene bien creerlo —sugirió él, dejando claro que no se dejaba engañar fácilmente.

—Mira. Lea hizo algo que a mí me costó todo lo que tenía, todo, para evitar que otras personas perdiesen un negocio. Lo que ves, además de doce dólares y el coche que hay aparcado fuera, donde está mi ropa y una tarjeta de crédito que me bloquearán en cuanto llene dos depósitos de gasolina, es todo lo que me queda. Mis amigos me han ayudado todo lo que han podido, pero no tengo dónde vivir, ni trabajo, ni referencias que dar para buscar trabajo. No puedo cuidar de Amy ahora mismo. Y dado que en la partida de nacimiento figuras tú como padre, y tal vez lo seas, tienes que ayudarme.

El hombre se limitó a mirarla con sus ojos verdes agua.

Karis continuó hablando:

—Creo que tanto por tu bien como por el de Amy lo mejor sería que te hicieses las pruebas de paternidad y averiguases la verdad. Sé que eso lleva tiempo, pero yo necesito ese tiempo para salir del agujero en el que estoy metida, luego, podremos reconsiderar la situación.

Karis había ido allí imaginándose tres posibles panoramas. En primer lugar, que Luke le diese la espalda a Amy completamente. Pero prefería no decírselo a él, así que le relató los otros dos.

—Si resulta que Amy no es hija tuya, no te pediré ni esperaré nada más de ti, me la llevaré. O si descubres que es tuya pero no quieres ocuparte de ella por lo que te hizo Lea o porque no quieres ser padre soltero, o por lo que sea, también me la llevaré a vivir conmigo y no volveré a pedirte nada más. Yo la quiero y quiero que esté conmigo, y no me gustaría que la niña viviese con alguien que…

Las malditas lágrimas volvieron a colmar sus ojos, a hacer que se le quebrase la voz, reduciéndola a algo que no quería parecer delante de aquel hombre.

—Olvídalo —añadió sin saber por qué. Tal vez fuesen los rescoldos de dignidad que todavía le quedaban.

Se dobló a recoger a la niña, contenta de que se hubiese dormido y no estuviese presenciando aquello.

—Espera —dijo entonces Luke Walker. Parecía enfadado, molesto y resentido, como si se sintiese entre la espada y la pared.

Karis se irguió por segunda vez y parpadeó para evitar que las lágrimas corriesen por sus mejillas. Levantó la barbilla y volvió a mirarlo a los ojos.

No obstante, él no habló inmediatamente. Se limitó a mirarla, a estudiarla cuidadosamente. Tal vez estaba considerando qué hacer.

Karis aguantó el silencio y el escrutinio, no pensaba suplicarle.

Luego, después de apretar y relajar la mandíbula en varias ocasiones, él dijo por fin:

—Me haré las pruebas de ADN para ver si es mía, aunque piense que no lo es.

—¿Y te quedarás con ella mientras tanto?

Hubo otro silencio antes de que él contestase:

—No, si no te quedas tú también.

Karis no lo entendió, pero no le llevó la contraria.

—Voy a quedarme unos días en Northbridge, tengo cosas que hacer aquí.

—Eso no me parece suficiente. Si te dejo marchar ahora, tal vez desaparezcas para siempre y me dejes aquí, aguantando a una niña que sabes que no es mía.

—A Amy no hay que aguantarla —replicó Karis enfadada—. Tienes suerte de tenerla y tendrías suerte de que fuese tuya. Amy es la única cosa buena que hizo mi hermana en toda su vida. Y con respecto al miedo de que yo desaparezca, no soy como Lea y no pretendo lavarme las manos dejando a Amy aquí. Aunque sea tuya y te quedes con ella, tengo la intención de buscar trabajo y un lugar donde vivir cerca de aquí, para poder…

Luke la interrumpió como si nada de lo que hubiese dicho le pareciese importante.

—Hay una habitación con baño en el desván. Puedes utilizarla e instalar a Amy en su habitación, todavía está ahí la cuna.

—No puedo hacer eso. Tengo que encontrar trabajo. Quedarme aquí iría en contra…

—Pues yo no me quedaré con la niña solo hasta que no averigüe de quién es. Si no es mía…

—Está bien —lo interrumpió Karis al darse cuenta de que aquello era un ultimátum.

—Has cambiado muy rápido de opinión. ¿De verdad te he convencido?

—¿Siempre sospechas de todo y de todos? —espetó ella.

—De todo y de todos los que tengan que ver con Lea —replicó Luke—. He aprendido a la fuerza.

Karis se tragó su ira. Ya había sabido que las cosas no serían fáciles, nunca lo eran cuando habían pasado antes por las manos de su hermana.

—Tengo mi currículo ahí afuera, haré algunas llamadas de teléfono desde aquí e intentaré conseguir alguna entrevista. Buscaré ofertas de empleo en Billings, o en otras ciudades y pueblos que estén cerca de aquí. No era lo que tenía planeado, pero lo conseguiré.

Y para dejarle todavía más claro por qué no había opuesto más resistencia, añadió:

—¿Crees que me gusta quedarme en la casa de un hombre al que no conozco? No, pero necesito un lugar para Amy y ésta es la única manera de conseguirlo, no tengo elección. Y si quieres saber toda la verdad, dormir aquí será mejor que hacerlo en el coche, que es lo que iba a hacer porque no puedo permitirme pagar una habitación de hotel. Además, al menos así estaré con Amy y podré cuidar de ella, y no tendrá que despertarse mañana en un lugar extraño y al lado de un extraño. Ahora, ¿quieres que cambie de opinión?

Una vez más, él no se precipitó a contestar. Luego, dijo con resignación:

—No, pero estaré observándote —levantó la mano con la palma hacia arriba—. Y me quedaré con las llaves del coche para que no puedas escaparte a medianoche.

—¿Y cómo sé yo que no eres un loco que va encerrarme aquí para siempre o algo así? —preguntó ella, negándose a ceder.

—No lo sabrás. Supongo que tendremos que confiar el uno en el otro.

—Pero tú no confías en mí.

—No.

Pero Luke estaba en una posición privilegiada y lo sabía. Y dado que ella nunca había pensado realmente que pudiese ser un loco, si no, no habría llevado allí a su sobrina, supo que le pedía las llaves por miedo a que desapareciese en mitad de la noche y lo dejase con una niña que no era suya.

Aun así, le irritó tener que darle las llaves.

—Antes tengo que sacar algunas cosas del coche.

—Dame las llaves y yo iré contigo.

Karis suspiró, puso los ojos en blanco para hacerle saber que pensaba que aquello era ridículo y le dio las llaves.

Él cerró el puño y señaló hacia la puerta.

—Las señoras primero.

Karis abrió la puerta y fue hacia el coche. Dejó que Luke abriese la puerta del conductor y ella tomó la bolsa de pañales de Amy y su bolso de debajo del asiento. Luego, abrió el maletero.

Luke observó cómo sacaba su maleta y una caja de cartón en la que llevaba las cosas de la niña.

—¿Eso es todo? —le preguntó.

—Sí.

Él cerró el maletero y le quitó de las manos la maleta y la caja de cartón, dejando que volviese a la casa sólo con la bolsa de pañales y su bolso.

Una vez dentro, Karis se agachó a por la niña.

—¿Has cenado? —quiso saber Luke.

No había cenado, pero no quiso admitirlo.

—No tengo hambre —contestó.

Él no insistió, se limitó a subir las escaleras que había a un lado de la entrada.

Karis lo siguió, intentando no fijarse en su estupendo trasero. Aquél no era ni el momento ni el lugar para esas cosas.

Cuando llegaron a lo alto de las escaleras, él señaló hacia la izquierda.

—La habitación de la niña —dijo con voz ahogada.

¿La había dejado montada todo ese tiempo? A Karis le resultó extraño, pero no dijo nada. Entró en la habitación decorada en tonos rosas y blancos, donde había una cuna, un armario, un cambiador y una mecedora.

Volvió a dejar a Amy en el suelo y Luke Walker hizo lo mismo con la maleta y la caja. Luego, mientras ella le quitaba el abrigo a la niña, él puso una sábana limpia encima del colchón.

—Dejaré la maleta en tu habitación —le dijo su hosco anfitrión, dejándola sola con la niña.

Amy no se despertó mientras le cambiaba el pañal y le ponía el pijama. Después, Karis la dejó en la cuna y puso en un rincón su peluche favorito, un elefante, para que la niña lo viese si se despertaba.

—Que duermas bien, cariño —le susurró después de darle un beso en la frente. Luego salió de la habitación con cuidado, dejando la puerta entreabierta.

Luke Walker la estaba esperando en el pasillo, con los brazos cruzados.

Sin decir palabra, la condujo hasta el desván. La habitación parecía haber pertenecido a otra niña, ya que el papel de las paredes era de margaritas.

—La ropa de cama está limpia —le indicó—. Y el armario está vacío, por si quieres dejar tus cosas.

Karis asintió.

—El baño está ahí… —añadió él señalando una puerta que había a la izquierda de un espejo—. Hay toallas en el armario. Si decides que tienes hambre, hay comida en el frigorífico. La cocina está en el piso de abajo, en la parte de atrás de la casa.

Karis volvió a asentir. Le pareció inapropiado darle las gracias, así que no lo hizo.

—¿Necesitas algo más?

—No.

Luke fue hacia la puerta.

—Supongo que nos veremos mañana por la mañana —dijo al llegar a ella, volviéndose.

—A no ser que me escape —contestó ella en tono de burla.

Él no sonrió.

—No esperes que me ocupe de la niña cuando se despierte —fue lo único que dijo.

—No será necesario —contestó Karis, poniéndose a la defensiva.

Antes de que se marchase, Karis no pudo evitar volver a admirar su trasero. Se reprendió de nuevo. Independientemente de los atributos físicos de aquel hombre, no le interesaba.

Había ido a Northbridge para intentar volver a controlar su vida y para eso no podría hacer nuevos amigos. Ni embarcarse en una relación. Mucho menos, con el antipático ex marido de su hermana.

Por muy atractivo que fuese.

Capítulo 2

 

 

 

 

 

 

TUMBADO en la cama el sábado por la mañana, después de haber pasado la noche casi sin dormir, Luke seguía intentando asimilar que su ex mujer había muerto.

La noche anterior, después de dejar a Karis Pratt en su habitación, había llamado a Cutty Grant, el policía que estaba de guardia esa noche, y le había pedido el teléfono del departamento de policía de Denver. Luego había llamado a Denver, se había identificado y había pedido que le confirmasen el fallecimiento de Lea Pratt o Lea Walker o Lea Pratt Walker seis semanas antes.

Veinte minutos más tarde le habían confirmado su muerte.

Su hermana no había mentido, al menos, en eso.

Cuando lo había abandonado, había deseado que recibiese su merecido, pero nunca había deseado su muerte. Se había portado muy mal con él, y con los Pratt, sus hermanastros, pero no tanto como para querer sentenciarla a muerte.

En esos momentos, no sabía qué debía sentir. ¿Tristeza? ¿Remordimiento? ¿Pérdida?

Ya había sentido todo eso cuando ella se había marchado. Todo eso, y mucho más.

Pero había conseguido superarlo. Y, sin saber cómo, poco a poco había aprendido a verlo todo como un error, un gran error que había pagado muy caro.

Lentamente, había superado sus sentimientos por Lea. Todos. Los buenos y los malos.

Poco a poco, se había dado cuenta de que, a pesar de haber compartido con ella su casa, su cama y su vida, nunca la había conocido realmente. Había sido una completa extraña para él. Una extraña que había elaborado una compleja trama, pero una extraña al fin y al cabo.

Lo que significaba que, en esos momentos, la noticia de su muerte era como si se hubiese enterado de la muerte de un extraño. No estaba ni contento ni triste. Aunque le afectaba el hecho de que hubiese muerto de un modo tan violento.

Eso era todo por el momento.

Así que si su hermana pensaba que la noticia de la muerte de Lea iba a ablandarlo, estaba equivocada. Lo cierto era que no le parecía posible que Amy fuese hija suya.

Estaba empezando a amanecer y Luke decidió que, dado que no iba a conseguir dormir, lo mejor era salir de la cama. No tenía ni idea de lo que le depararía aquel día y, en cualquier caso, tenía que ducharse, vestirse y estar preparado.

Pero no pudo dejar de pensar en Lea mientras entraba en el baño. Lea y Amy, y la posibilidad de que Amy fuese suya.

Había creído a Lea cuando le había dicho que no se había dado cuenta de que iba muy por encima del límite de velocidad y que sentía mucho no haber aminorado. La había creído cuando le había dicho que no era más que una hermanastra de los Pratt, que había decidido ir a Northbridge a conocer a su familia. Había creído todo lo que ella había querido contarle, incluido que la niña que había dado a luz ocho meses después de su arrollador idilio, de su flechazo, era suya.

La había creído hasta que Lea le había roto el corazón llevándose a la niña a la que había tratado y querido como suya durante cinco semanas.

Había sido entonces cuando él y los Pratt habían abierto los ojos. Lea había desaparecido casi más rápidamente de lo que había llegado a sus vidas.

Y Amy también.

Luke había conseguido llegar al baño, pero todavía no estaba en la ducha. Perdido en sus pensamientos, se detuvo frente al lavabo, se agarró a él con fuerza y metió la cabeza entre los hombros. Cómo podía haber sido tan tonto.

Había sido un imbécil. Se había dejado convencer por una cara bonita, un cuerpo estupendo y un montón de mentiras.

Levantó la cabeza y fue hacia la ducha. Abrió el grifo.

«Un montón de mentiras…»

Y en esos momentos tenía a la hermana de Lea, que le había ido con otro cuento. Un cuento muy triste.

Lo primero que había pensado cuando Karis Pratt le había contado su historia era que Lea no estaba muerta, que había enviado a su hermana con otro montón de mentiras para deshacerse de la niña. Pero ya había comprobado que lo de la explosión era verdad.

No era mentira. Lea estaba muerta. Y Ted Pratt también. Pero eso no implicaba que el resto de las cosas que le había contado Karis fuesen verdad.

Las historias tristes solían conseguir más beneficios. De eso se había valido Lea al final con sus hermanastros. Y tal vez Karis estuviese intentando hacer lo mismo.

Le había dicho que estaba arruinada por algo que había hecho Lea.

Que había pensado pasar la noche en el coche, a pesar de la tormenta de nieve.

Que quería a Amy, pero no podía permitirse cuidarla…

A Luke le dolió la cabeza de tanto darle vueltas a las palabras de Karis.

Maldijo entre dientes.

Fue entonces cuando se dio cuenta, al recordar lo que había sucedido la noche anterior en la entrada de su casa, de que una parte de él seguía preguntándose si era todo mentira.

Karis le había dicho la verdad acerca de la muerte de Lea. ¿Y si también era verdad lo demás?

No quería pensar en ello.

Pero había cosas de la noche anterior que hacían que tuviese dudas.

Cosas como haberla visto a punto de llorar cuando había dicho que quería a Amy. El «olvídalo», que le había querido dar a entender que no sería capaz de separarse de la niña. Y su actitud en general, como si lo que estaba haciendo fuese lo último que hubiese deseado hacer. Incluso su admisión de que Lea podía haberle mentido cuando le dijo que la niña era suya.

Había sido muy convincente.

Luego, estaba Lea. Lea le había tomado el pelo a él. Se lo había tomado también a sus hermanastros. Que él supiese, no se había arrepentido lo más mínimo de mentirle a nadie. ¿Acaso no habría sido capaz de mentirle también a su hermana? ¿O de hacer algo que le hubiese podido costar a Karis todo lo que tenía?

A Luke no le cabía la menor duda.

O tal vez fuese más fácil pensar que si Lea le había tratado así a él, podía haberlo hecho con cualquier otra persona.

—O quizás te estés dejando entusiasmar por otra cara bonita —se acusó a sí mismo mientras se enjuagaba la cabeza.

Una cara todavía más guapa que la de su hermana. Una cara preciosa.