La filosofía escolástica y su mensaje a la actualidad - Mauricio Beuchot - E-Book

La filosofía escolástica y su mensaje a la actualidad E-Book

Mauricio Beuchot

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Este trabajo nos acerca a la filosofía escolástica, tanto medieval como post-medieval, en él se incluyen estudios de los siguientes autores: San Buenaventura, Santo Tomás, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Francisco Suárez, Juan Martínez de Prado, Antonio Goudin, Froylán Díaz y Pierre de Jean Olivi. El pensamiento de estos autores forma los pilares de la filosofía y la teología de nuestro tiempo en materias como: Metafísica, ética, moral, lógica … Esta obra reúne ejemplos de la filosofía escolástica, desde el siglo XIII hasta el XVIII, para que se pueda contemplar la excelencia de este pensamiento y se pueda aplicar en nuestra filosofía actual.

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Seitenzahl: 246

Veröffentlichungsjahr: 2024

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TEXTO DE CONTRAPORTADA

Este trabajo nos acerca a la filosofía escolástica, tanto medieval como post-medieval, en él se incluyen estudios de los siguientes autores: San Buenaventura, Santo Tomás, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Francisco Suárez, Juan Martínez de Prado, Antonio Goudin, Froylán Díaz y Pierre de Jean Olivi.

El pensamiento de estos autores forma los pilares de la filosofía y la teología de nuestro tiempo en materias como: Metafísica, ética, moral, lógica …

Esta obra reúne ejemplos de la filosofía escolástica, desde el siglo XIII hasta el XVIII, para que se pueda contemplar la excelencia de este pensamiento y se pueda aplicar en nuestra filosofía actual.

Mauricio Beuchot

Filósofo y sacerdote dominico. Investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Miembro de la Academia Mexicana de la Historia, de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Academia Pontificia de Santo Tomás de Aquino. Es autor de varios centenares de trabajos filosóficos e históricos, entre los que pueden destacarse: Pensamiento y realidad en fray Alonso de la Vera Cruz (1987), Historia de la filosofía en el México colonial (1996), Las caras del símbolo: el ícono y el ídolo (1999), Hermenéutica analógica, símbolo y ontología (2010), Retóricos de la Nueva España (2010), Filosofía y lenguaje en la Nueva España (2011), El pensamiento de los dominicos novohispanos en el siglo XVI (2021).

ColecciónForo Hispanoamericano

Director

Francisco Javier Gómez Díez (Universidad Francisco de Vitoria)

Comité científico asesor

Paolo Bianchini (Universidad de Turín)

Perla Chinchilla Pawling (Universidad Iberoamericana - México)

Alex Coello de la Rosa (Universidad Pompeu Fabra)

Fermín del Pino Díaz (Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC)

José Eduardo Franco (Universidade Aberta/CLEPUL - Universidade de Lisboa)

Almudena Hernández Ruigómez (Universidad Complutense de Madrid)

Ana María Martínez Sánchez (Academia Nacional de la Historia - Argentina)

Igor Sosa Mayor (Universidad de Valladolid)

© 2021 Mauricio Beuchot

© 2021 Editorial UFV Universidad Francisco de Vitoria www.editorialufv.es // [email protected]

Diseño de cubierta: Cruz más Cruz

Imagen de cubierta: Alumnos en un aula de la Universidad de Salamanca, siglo XVII

Primera edición: noviembre de 2024

ISBN edición impresa: 978-84-10083-67-7

ISBN edición digital: 978-84-10083-68-4

ISBN edición EPUB: 978-84-10083-80-6

Depósito legal: M-24508-2024

Preimpresión: MCF Textos, S. A.

Impresión: Estugraf, S.L.

Este libro ha sido sometido a una revisión ciega por pares.

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Esta editorial es miembro de UNE, lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional.

Este libro puede incluir enlaces a sitios web gestionados por terceros y ajenos a EDITORIAL UFV que se incluyen solo con finalidad informativa. Las referencias se proporcionan en el estado en que se encuentran en el momento de la consulta de los autores, sin garantías ni responsabilidad alguna, expresas o implícitas, sobre la información que se proporcione en ellas.

Impreso en España - Printed in Spain

Índice

INTRODUCCIÓN

SOBRE EL PENSAMIENTO DE SAN BUENAVENTURA

EL REALISMO METAFÍSICO, CLAVE DE LA FILOSOFÍA DE SANTO TOMÁS

SOBRE ÉTICA Y HERMENÉUTICA: SANTO TOMÁS Y FRANCISCO DE VITORIA

SOBRE MORAL ECONÓMICA EN LA ESCOLÁSTICA: OLIVI Y VITORIA

LA LEY Y LA SOCIEDAD EN DOMINGO DE SOTO

LA LÓGICA FORMAL EN DOMINGO DE SOTO

FRANCISCO SUÁREZ Y LA MODERNIDAD

LA NECESIDAD DE LA METAFÍSICA SEGÚN JUAN MARTÍNEZ DE PRADO (SIGLO XVII)

ALGUNOS LÓGICOS ESCOLÁSTICOS EN LOS SIGLOS XVII Y XVIII

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

Introducción

En este trabajo, me referiré a la filosofía escolástica, tanto medieval como posmedieval, porque creo que nos dejan elementos aprovechables para nuestro tiempo. He elegido a algunos de los representantes más connotados de este tipo de pensamiento, san Buenaventura y santo Tomás, porque se complementan: uno es más cordial y el otro, más intelectual, pero ambos fueron dignos representantes del pensamiento analógico de la Edad Media de maneras distintas. En la parte ético-jurídica, sobresale Francisco de Vitoria, de la escuela de Salamanca. Junto con él, va Domingo de Soto, que además fue excelente en lógica. Exponentes un poco más tardíos de la metafísica fueron el jesuita Francisco Suárez y el dominico Juan Martínez de Prado, pero ambos muy profundos. Y, para cerrar, tres ejemplos de la lógica en los medios dominicanos: Antonio Goudin, del siglo XVII, y Froylán Díaz y un anónimo, del siglo XVIII. Todo eso nos hará ver lo consistente que fue la escolástica a través de los siglos.

Comenzaré con la metafísica, ya que es la parte fundamental de la filosofía. Así, primero abordaré esta disciplina en san Buenaventura, cuya postura es ejemplarista, as decir, plantea ideas divinas ejemplares para todas las cosas, y eso anima su sistema completo.

Pasaré al sistema filosófico de santo Tomás, que tiene como base también el tema de los universales, pero él los ve más en la línea aristotélica que en la platónica. Aunque admite ideas ejemplares en Dios, su solución es realista intermedia.

La metafísica fundamenta la filosofía moral, por eso estudiaremos algunos planteamientos éticos, pero lo haremos al trasluz de la hermenéutica, ya que esta, a pesar de que ha sido vista como diluyendo a la metafísica, es al revés: la apoya y nos muestra la necesidad que tenemos de ella. Será la moral de santo Tomás, y, asimismo, algunos comentarios que a ella le hizo Francisco de Vitoria, eminente discípulo del Aquinate en el Renacimiento.

Se intercalará, además, un estudio sobre ética de la economía en la escolástica. Dos serán nuestros paradigmas: Pierre de Jean Olivi y Francisco de Vitoria. El primero, franciscano, aplica el ideal de pobreza de su orden al campo del comercio, pero con espíritu abierto. Por su parte, Vitoria manifiesta su sólida prudencia en la resolución de las dudas que surgen en este ámbito.

Seguiremos con Domingo de Soto, gran seguidor de santo Tomás y compañero de Vitoria en Salamanca. Primero, veremos su filosofía del derecho y su filosofía política; después, su lógica formal. En todos esos rubros, fue un clásico y nos proporcionará lecciones muy aprovechables.

Alumno, a su manera, de la escuela de Salamanca, Francisco Suárez difundió las doctrinas de esta. A través de él, que fue muy editado y leído, esta influyó sobre la modernidad. Por eso, será conveniente destacar algunos de esos casos en los que se dio ese influjo.

Viene después un tema curioso pero importante: el de la necesidad de la metafísica, según lo estudió Juan Martínez de Prado, dominico del siglo XVII, que se puede situar en plena escolástica barroca. Todavía puede dar lecciones a la filosofía de nuestro tiempo.

Pasaremos a continuación a tres manuales de lógica de los siglos XVII y XVIII. Del primero, se elegirá a Antonio Goudin; del segundo, a Froylán Díaz y un anónimo. Ellos nos muestran cómo se continuó la enseñanza de las ideas de Soto, adaptadas a la nueva mentalidad moderna que surgía.

Terminaremos la obra con unas conclusiones que nos digan qué hemos aprendido y una bibliografía que nos oriente en las lecturas relativas a esos temas.

Sobre el pensamiento de san Buenaventura

INTRODUCCIÓN

San Buenaventura, junto con santo Tomás, fue uno de los pilares de la filosofía escolástica medieval. Aunque en la orden franciscana se prefirió a Escoto, Buenaventura marcó de manera especial la espiritualidad de esa escuela, y lo hizo porque fue un eminente filósofo, además de teólogo. Esto se ve en su construcción de la metafísica.

Abordaré aquí tres puntos que me parecen esenciales en el pensamiento de san Buenaventura: el ejemplarismo, la teología mística y el analogismo. En efecto, aun cuando a veces se han contrapuesto el ejemplarismo y el analogismo, nuestro santo supo combinar ambas posturas para llegar a una síntesis adecuada. Siempre se lo considera en relación con santo Tomás y, aun cuando mantuvo con él diferencias, nos aporta muchos elementos que pueden complementarlo.

EL EJEMPLARISMO

Algo muy aceptado es que el sistema de san Buenaventura es ejemplarista.1 Se llama así porque se basa en Dios como causa de todas las cosas de manera formal ejemplar, es decir, no como forma substancial de estas (que eso sería panteísmo), sino como el que contiene sus formas ejemplares. Ellas se encuentran en las cosas como formas nativas, esto es, como formas incardinadas en la materia. Aquí veremos el ejemplarismo bonaventuriano en sus Colaciones sobre el Hexaémeron, aunque lo expone en muchas otras partes. Es una obra filosófico-teológica, de la que entresacaremos su metafísica.

San Buenaventura considera que la metafísica trata del ente, de los trascendentales, de las categorías y de las causas, pero todo ello en relación con Dios, ya que es la causa eficiente y ejemplar (así como final) de la creación.2 El verdadero metafísico se coloca en la trascendencia divina, al modo de Platón y los neoplatónicos; por eso, nuestro santo dice que Platón fue un verdadero metafísico, a diferencia de Aristóteles, que se quedó en filósofo natural.

Efectivamente, el neoplatonismo cristiano, capitaneado por san Agustín, veía a Dios como causa ejemplar de las cosas, porque no solamente las había creado y era su fin, sino que las había hecho conforme a los paradigmas o arquetipos de estas que contenía su mente divina. Pero lo hacía con su Verbo, que es el Hijo de Dios, Jesucristo. Por eso, san Buenaventura coloca a Cristo como el que expresa ese Verbo o Palabra; es el medio por el que son hechas las cosas y, por lo mismo, el medio en el que las conocemos. Dice:

Por donde, teniendo las cosas el ser en su propia especie, y en la mente humana, y en la razón eterna, y su ser sea mudable en el primero y segundo modo, porque todo lo creado es vertible y la inmutabilidad solo existe en el Hijo de Dios, que es el arte y razón de todos los seres vivientes, necesariamente se sigue que las cosas conocibles de ningún modo tienen inmutabilidad si no es del modo que existen en el Verbo eterno; por consiguiente, ninguno puede enseñar ni tampoco hacer que las cosas sean verdaderamente conocibles si no media el Hijo de Dios.3

Jesucristo es la llave de la ontología y de la epistemología.

Así pues, el Padre engendra al Hijo o Verbo, que es imagen suya, por lo que en él expresó todo lo que Él es y lo que contiene su pensamiento, a saber, todas las cosas, tanto las actuales como las posibles.4 Por eso, el Verbo, encarnado en Jesucristo, es la clave de bóveda de la metafísica bonaventuriana.

En efecto, el Hijo, Verbo o Jesucristo es el mediador entre Dios y nosotros, tanto en la metafísica, porque fue al que Dios Padre encargó la creación, como en la teoría del conocimiento, porque es el que nos da la iluminación; es como un medio silogístico probatorio.5 Se trata, pues, de una metafísica ejemplarista, centrada en la causa formal ejemplar, radicada en Cristo, luz que ilumina al hombre.

Las ideas ejemplares que están en la mente divina pueden llamarse también «reglas» por cuanto contienen los principios de la realidad. Son la ley eterna que se encuentra en Dios mismo.6 Nos conducen al conocimiento de Dios, porque de Él proviene la iluminación cognoscitiva gracias a la cual nos acercamos a su esencia, sin llegar nunca a ella.

Esa iluminación es la sabiduría que proporciona Cristo y es algo que se puede obtener a partir de las creaturas, las cuales nos muestran a Dios, porque en ellas se ha expresado.7 Pero la verdadera sabiduría, para san Buenaventura, es la que nos concede Cristo a través de la contemplación de sus misterios y la iluminación mística que nos da.

Así pues, se trata de un saber espiritual, de una contemplación mística que nos lleva al summum de la filosofía, a la metafísica más excelsa. Solamente la fe y la oración pueden alcanzarla.8 San Buenaventura, como ya se ha captado, relaciona muy estrechamente la fe y la razón, la teología y la filosofía. Su metafísica raya con la mística; por eso, influyó sobre teólogos espirituales.9

Cristo, el Hijo o el Verbo, es el análogo del padre, su ícono; es la Idea de la mente divina, el ejemplar de todo lo creado y más. Ya desde san Agustín se veía esto por comparación con la producción del concepto.10 Cristo es la Idea, pero contiene en sí todas las ideas ejemplares.

Desde el Prólogo al Evangelio de san Juan, recuperado por san Agustín en su magna construcción del neoplatonismo cristiano, se sabe de la ejemplaridad ontológica del Verbo, que es con el que Dios realiza la creación. Todas las cosas por medio de Él fueron creadas.11 Las ideas ejemplares están desde la eternidad en el Verbo Divino y por medio de él se plasman en la materia. Él es el creador propiamente y crea de acuerdo con los prototipos o arquetipos que son sus ideas ejemplares.

Al ser Él ejemplar, Dios produce todas las cosas en el tiempo, siendo Él eterno.12 Así, el Verbo Divino es la Idea que representa todas las cosas, las cuales son expresadas en Él, y a través de Él se realiza la creación.

Por lo tanto, queda reafirmado que el Verbo de Dios es la causa ejemplar de las creaturas.13 Contiene en sí mismo las ideas ejemplares conforme a las cuales son creadas todas las cosas. Tal es el núcleo del ejemplarismo, de una metafísica centrada en las ideas ejemplares o arquetípicas.

Y esto se conecta, por supuesto, con la creación en el tiempo, algo que san Buenaventura defendía mucho, en contra de los que hablaban de la eternidad del mundo o de una creación desde la eternidad, pero que él colocaba en el inicio temporal.14 Por lo demás, si algo no es natural, es artificial; por eso, la creación, al no ser de la misma naturaleza que Dios, depende de su arte; y ese arte es el que está en su mente divina, en el Verbo, que es por el que se expresa y realiza la creación. Consiste en las ideas ejemplares divinas.

Además de ser creador, Dios es providente. Esa providencia la ejerce a través de su conocimiento del universo, es decir, por medio de sus ideas ejemplares, por las que establece leyes que regulan todo.

Asimismo, porque es causa que conserva, es guía que gobierna. Preside, en efecto, para dirigir todos los actos, según son gobernables; no como el artífice, que abandona la casa, sino que, por el contrario, conserva y dirige las cosas. Por esto tiene en sí normas directísimas. Ni es el mismo el modo como la criatura emana del Creador, según formas o razones expresivas, y el modo según el cual emanan de la mente divina las reglas para la conservación de las mismas según la dirección de esas reglas eternas.15

La conservación del mundo y su dirección, es decir, la providencia, nos atestiguan que hay unas ideas y principios divinos por los que todo es regulado.

Puesto que Dios es creador y providente, conoce todas las cosas, y esto a través de su Verbo, o Hijo, que es el Cristo. Por eso, Cristo es el verdadero maestro de los hombres, porque a través de sus ideas ejemplares ilumina las mentes humanas y les da conocimiento.16 Algo en lo que insiste mucho san Buenaventura es en que Cristo es el único maestro verdadero, es el que enseña todas las ciencias o artes, porque las lleva en su ciencia y en su arte. Este magisterio de Cristo lo expone nuestro santo en otras partes, sobre todo en unos opúsculos escritos con ese propósito.17

Finalmente, además de ser creador y providente, Dios es juez y aplica su misma ley eterna a través de la ley natural y las leyes divinas, que no pueden sino ser muy justas.18 Esas leyes corresponden a la ejemplaridad de la ley eterna, que se manifiesta en la ley natural y tiene que plasmarse en las leyes positivas, es decir, en las humanas, como sucede con las divinas.

LA TEOLOGÍA MÍSTICA

San Buenaventura es resumen y floración de la mística franciscana.19 Está en la línea del neoplatonismo cristiano, que tiene como paradigma a san Agustín. Es decir, se basa en su propio ejemplarismo y lo impulsa hacia las alturas más elevadas que puedan pensarse.

La teología mística de san Buenaventura, de acuerdo con la estructura ejemplarista de su sistema, tiene a Cristo como núcleo. Es Dios, en su Santísima Trinidad, el que permite al hombre participar de esa vida. Y, aun cuando el encargado de hacerlo es el Espíritu Santo, lo hace por mediación de Jesucristo.

Los medios son los de siempre: la purificación, la oración y la meditación, que llevan a la contemplación. Se basa en la gracia, que es la que construye nuestro organismo sobrenatural, primero como gracia habitual, a la que se añaden las virtudes teologales y cardinales, y a ellas los dones del Espíritu Santo. Para muchos escritores espirituales, la verdadera vida mística es la práctica de esos dones.

Por eso, es importante atender a la doctrina bonaventuriana de los dones del Espíritu Santo, ya que en ellos se concentra lo más granado de la vida espiritual. En efecto, nuestro santo tiene una reflexión muy amplia y profunda acerca de ese tema.20

Hay tres vías en la vida del espíritu, que son la meditación, la oración y la contemplación. Hay tres grados: principiantes, aprovechados y perfectos. Y hay tres cimas: el sopor de la paz, el esplendor de la verdad y el dulzor de la caridad. La meditación consiste en reflexionar, la oración es la plegaria y la contemplación es la mirada intuitiva y tranquila por la que el alma se concentra en una verdad adquirida o en el goce reposado de un afecto y allí se detiene. Porque hay que asemejarse a los bienaventurados en sus dotes: el reposo de la paz, el esplendor de la verdad y la dulzura de la caridad. Así, la mística se realiza en los viadores como las bienaventuranzas. Según se ve, se trata de una aplicación del ejemplarismo a la vida espiritual y la mística.

Y la clave de todo es Jesucristo; primero, en el conocimiento del Verbo increado, pues por él son producidas todas las cosas; en el conocimiento del Verbo encarnado, pues por él son reparadas todas las cosas, y en el conocimiento del Verbo inspirado, pues por él son reveladas todas las cosas. La clave del ejemplarismo es el Verbo, y a este solo se lo puede conocer por la fe. Por eso, nos conduce a la teología, cuyo culmen es la mística.

Así pues, el aspecto principal de la vida mística es la práctica de los dones del Espíritu Santo. En efecto, Él puede ser, además de una persona de la Santísima Trinidad, un don, pues es el encargado, en ella, de efectuar la deificación del ser humano. San Buenaventura dice: «El Espíritu Santo es el dador de las gracias, y es también el amor que procede del Padre y del Hijo. Por lo cual todo lo que hace el Padre, todo cuanto padece el Hijo, nada es ni significa sin el Espíritu Santo; pues Él es el lazo divino que nos une al Padre y al Hijo».21 La gracia que Él nos da se fortalece con las virtudes teologales y cardinales, y ellas son afianzadas por los dones del Espíritu Santo.

La gracia que nos da el Espíritu Santo es la gracia habitual, que es la que nos hace gratos a Dios. Las virtudes teologales que la refuerzan son la fe, la esperanza y la caridad, y las virtudes cardinales son la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia. A ellas se añaden los dones, que son sabiduría, inteligencia, ciencia, consejo, piedad, fortaleza y temor de Dios. A la fe le corresponde el don de inteligencia; a la esperanza, el de ciencia; a la caridad, el de sabiduría; a la prudencia, el de consejo; a la templanza, el de temor de Dios; a la fortaleza, el del mismo nombre, y a la justicia, el de piedad.

El don de inteligencia nos hace comprender las cosas divinas; el don de ciencia, esperar las cosas de arriba, dándonos cuenta de lo poco que valen las de acá abajo; el don de sabiduría es la contemplación de esos misterios, es la vida mística; el don de consejo es la capacidad de ayudar a esclarecer los casos difíciles; el don de temor de Dios es un respeto amoroso al Altísimo; el don de fortaleza nos hace mantenernos firmes hasta la perseverancia final, y el don de piedad nos hace tributar a Dios la religiosidad que se le debe en justicia.

Después de Alejandro de Hales, san Buenaventura es el modelo o speculum de la corriente agustiniano-franciscana, lo cual se ve en su opúsculo sobre los dones del Espíritu Santo, en forma de colaciones o pláticas.

Nuestro santo fundamenta la existencia de los dones en el lugar tan conocido de Isaías (11, 2-3). Según san Buenaventura, los dones consiguen un doble efecto: 1) destruir todos los males y 2) hacer al hombre capaz de toda obra buena.

Y como la fortaleza [según san Juan, Apoc. 5, 6] está simbolizada en los cuernos de los animales, por eso a los dones, mediante los cuales se destruyen todos los males, se les da el nombre de cuernos. De igual modo, como en los ojos hay cierta virtud que nos hace capaces de percibir los objetos, por esta razón aquellos otros dones, mediante los cuales el hombre se hace capaz de practicar el bien, los llama san Juan ojos.22

Siguiendo a san Agustín, san Buenaventura establece ciertas correspondencias. Cada don combate un pecado capital y atrae una bienaventuranza. Así, el don de temor combate la soberbia y atrae la pobreza voluntaria o de espíritu; el don de piedad combate la envidia y atrae la mansedumbre; el don de ciencia combate la ira y atrae el llanto; el don de fortaleza combate la pereza y atrae el hambre y la sed de justicia; el don de consejo combate la avaricia y atrae la misericordia; el don de entendimiento combate la gula y atrae la pureza de corazón, y el don de sabiduría combate la lujuria y atrae la paz. También enlaza los dones con las virtudes y expone de qué manera se piden estos en la oración dominical o padrenuestro.

Así, el don de temor se pide con la frase «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre». El don de piedad, con «Venga tu reino». El don de ciencia, con «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». El de fortaleza, con «Danos hoy nuestro pan de cada día». El don de consejo, con «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». El don de entendimiento, con «No nos dejes caer en la tentación», y el don de sabiduría, con «Mas líbranos de todo mal». Esto es, en esquema, la estructura del padrenuestro. Saber que el fondo de las peticiones es la gran petición del Reino y que el Reino es caridad, forma de todos los elementos sobrenaturales, ayuda a recitar con más devoción y gozo la plegaria.23 En cuanto al don de ciencia, en la colación IV, san Buenaventura habla de recibir el conocimiento de las cosas divinas. Dice:

«¿Por ventura conoces tú las sendas de las nubes, o tienes conocimientos grandes y perfectos?» (Job, 37, 16). En estas palabras grandes veredas, SEMITAS MAGNAS, se hace alusión sin duda a las ciencias filosófica y teológica, llamadas con razón grandes, porque comprenden en sí otra multitud de ciencias secundarias, que vienen a ser como sus auxiliares; y en cambio, con aquellas otras palabras conocimientos grandes y perfectos, claro está que se quieren significar las otras dos ciencias, la infusa y la gloriosa. También se puede entender por la expresión sendas de las nubes, la ciencia de los varones perfectos, porque al modo que las nubes se forman por la elevación a lo alto de los vapores que produce el calor, así también los varones perfectos se elevan por la abstracción mental de todo lo terreno.24

Y enseguida analiza lo propio de cada ciencia humana, o filosófica, todas las cuales se pueden llevar o reducir a la teología.25

LA ANALOGÍA EN SAN BUENAVENTURA

Como nos lo dice la metafísica bonaventuriana, Dios expresó todo en Cristo. Él es el principio del ser y del conocer. Por eso, todo lo que se sabe es por su verdad inmutable, invencible e incoercible.26 La clave de todo ejemplarismo es el Verbo, y a este solo se lo conoce por la fe.

El ejemplarismo nos mueve a ver cómo resplandece Dios en las cosas, pues es el creador de ellas. Además, es el gobernador de los actos, el doctor de las inteligencias y el juez de los méritos. Así, las cosas tienen tres modos de existir: en la mente humana, en su propia entidad y en el arte eterno. Esta última manera es la más perfecta; por eso, mientras no se penetre esa existencia de las cosas en el arte eterno, es imposible comprender la existencia de estas en su entidad propia y en la mente humana. Es la clave de todo saber sobre los seres.27

Étienne Gilson habla de una analogía universal en san Buenaventura.28 Pero hace la aclaración de que el concepto de analogía de nuestro santo es diferente del de santo Tomás. Buenaventura parte del acto de la creación, el Dios creador se manifiesta en sus creaturas: ellas son su imagen, sus análogas, sus íconos.

La creatura tiene un ser derivado de Dios, participado, analogado. No puede ser equívoco, porque entonces no lo expresaría a Él, ni haría llegar a Él; pero tampoco puede ser unívoco, porque no habría participación del ser. Y es producto de la participación que Dios da del ser a las creaturas.

Un tipo de analogía es el de modelo y copia. Imágenes son los seres engendrados por imitación. Y la analogía es resultado de la creación. La gradación de los seres desde el más ínfimo hasta Dios sería innumerable. Pero se pueden ordenar en relación a cómo está presente Dios en ellos. Así, hay grados en número finito. La presencia de Dios podría hallarse 1) en las cosas sensibles, 2) en los seres espirituales —las almas y los espíritus puros— y 3) en el alma humana unida a Él.29

En estos grados de analogía, se encuentran la sombra, el vestigio y la imagen. La sombra es representación lejana y confusa de Dios, el vestigio es representación lejana pero distinta y la imagen es representación próxima y distinta. Así, las creaturas son sombras de Dios como causa en general, el vestigio es un ser creado referido a Dios como causa eficiente, ejemplar o final y la imagen se refiere a Dios no solo como causa, sino también como objeto.

La creatura es sombra que conduce a los atributos que son comunes a las tres personas divinas, como el ser, la vida y la inteligencia. Es vestigio si lleva a los atributos comunes, pero apropiados a alguna de ella, como el poder al Padre, la sabiduría al Hijo y la bondad al Espíritu Santo. Es imagen si conduce a los atributos propios, como la paternidad al Padre, la filiación al Hijo y la espiración al Espíritu Santo. Además:

Las creaturas espirituales son imágenes de Dios, puesto que es su objeto, pero a la vez son también vestigios y sombras, pues es su causa, y lo es en los tres géneros de causa dichos. En cambio quien posee lo menos no ha de poseer necesariamente lo más; y por lo mismo las creaturas materiales podrán ser sombras o vestigios de Dios, pero en manera alguna sus imágenes, por lo mismo que no es Él su objeto.30

En ese orden de analogías o semejanzas nos remiten las cosas a Dios. La única semejanza substancial del Padre es el Verbo, y las creaturas son semejanzas suyas solo por participación.

Las creaturas son como un libro escrito por Dios y tenemos que aprender la clave de su lectura. «Cuando el alma ve, pues, estas cosas, le parece que debería pasar de la sombra a la luz, del camino al término, del vestigio a la verdad, del libro a la verdadera ciencia que hay en Dios. El leer este libro es propio de los altísimos contemplativos, no de los filósofos naturales, porque éstos solo saben la naturaleza de las cosas, no en cuanto son vestigio».31 Es decir, las creaturas pueden considerarse cosas o signos.

Las creaturas espirituales son imagen de Dios, porque tienen conciencia de su analogicidad. En efecto, Dios se expresa, por eso debe haber creaturas que entiendan esa expresión; las creaturas no inteligentes no bastan, tiene que haber seres inteligentes: hombres y ángeles.

Entre las creaturas y el Creador, se da analogía de orden y también de proporción (o de relaciones). El hombre y sus efectos se relacionan entre sí como Dios con sus creaturas. Además, se da entre las operaciones del alma y las de la Trinidad, como lo aprovechara ya san Agustín. Son memoria, entendimiento y voluntad. Pues bien, la memoria remite al Padre; el entendimiento, al Hijo, y la voluntad, al Espíritu Santo.

El alma es imagen de Dios. Así, el alma: «En presencia del arquetipo mismo de su ser, ilumínase ella con claridad incomparable, conócese a sí misma como análoga al modelo perfecto que reproduce, y descubre su fundamento metafísico último en esa analogía que la asemeja a Dios. Por lo mismo, el alma humana no decaerá de su altísima dignidad nativa sino cuando se tome a sí misma como objeto».32 Pues bien, si la imagen es una analogía muy cercana a Dios, todavía más cercana es la semejanza (más que la sombra, el vestigio e, incluso, la imagen).