La lealtad contra la envidia - Tirso de Molina - E-Book

La lealtad contra la envidia E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

La lealtad contra la envidia pertenece a una trilogía dedicada a la familia Pizarro compuesta por las siguiente obras: Todo es dar en una cosa (sobre Francisco Pizarro), Amazonas en las Indias (sobre Gonzalo Pizarro) y La lealtad contra la envidia (sobre Hernando Pizarro). Tirso de Molina vivió algún tiempo en la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó a España en 1618. Su estancia en América inspiró esta serie de obras sobre los conquistadores. La lealtad contra la envidia es una comedia en tres actos. El primer acto se abre en la plaza de toros de Medina del Campo con la llegada del heroico y galán Fernando Pizarro, procedente del Perú, con el objetivo de entregar un botín al rey. La plaza de toros se quema y don Fernando, después de sortear al toro, salva a doña Isabel Mercado, de quien queda enamorado al instante. El segundo acto se inicia con la batalla en Perú. Es un acto marcado por la exaltación bélica y el enardecimiento al imperio español. La hazaña militar y el orgullo de Pizarro se fundamenta en la justificación política-militar del genocidio de los indígenas. El tercer acto se desarrolla en Medina del Campo, ya transcurridos los años. La finalidad de Tirso de Molina en esta última parte es rescatar el buen apellido de los Pizarros y cerrar el ciclo romántico-cortés que se inició en el primer apartado con doña Isabel Mercado.

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Tirso de Molina

La lealtad contra la envidia

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La lealtad contra la envidia.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-791-7.

ISBN rústica: 978-84-9816-511-1.

ISBN ebook: 978-84-9953-228-8.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 65

Jornada tercera 115

Libros a la carta 161

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

Esta obra pertenece a una trilogía dedicada a la familia Pizarro. Todo es dar una cosa (sobre Francisco), Amazonas en las Indias (sobre Gonzalo) y La lealtad contra la envidia (sobre Hernando). La estancia en América de Tirso de Molina inspiró esta serie de obras sobre los conquistadores.

Personajes

Obregón

Cañizares

Don Alonso de Mercado

Don Alonso Quintanilla

Castillo

Padilla

Don Fernando Pizarro

Don Gonzalo Vivero

Doña Isabel

Doña Francisca

Chacón

Don Gonzalo Pizarro

Don Juan Pizarro

Robles, soldado

Peñafiel, soldado

Piurisa, india

El Inca, rey

Dos judíos

Guayca, india

Granero

Juan Rada

Don Alfonso de Alvarado

Don Pedro

Don Rodrigo

Jornada primera

(Tocan dentro chirimías y trompetas como en la plaza cuando hay toros, silvos y grita, y salen Obregón y Cañizares.)

Obregón Acogerse, que el toril

está abierto, y las trompetas

hacen señal.

Cañizares A recetas

tan viudas, lo civil

de la fuga es más seguro

que una muerte criminal.

Obregón Otra vez hacen señal.

Cañizares Aquel andamio es mi muro.

Obregón ¿Hay bota?

Cañizares Con munición

de Alaejos.

Obregón Esa afrenta

tome Medina a su cuenta,

pues solos sus vinos son

los monarcas de Castilla.

Cañizares Y a fe que en fe de su vino

dicen que Baco es vecino

de esta populosa villa;

más todo lo forastero

suele ser más estimado.

Obregón ¿Qué hay más?

Cañizares Conejo empanado

y una pierna de carnero,

tan tachonada de clavos,

y para que en mas se precie,

ojalada con la especie

villana por todos cabos

que se juntan las Molucas

en ella con Alcalá

di Henares.

Obregón Cógense allá

robustos ajos.

Cañizares Caducas

suspensiones de la taza

que tiemblan de puro añejas,

con un jamón, que en guedejas

se deshile, harán la plaza

que se te ande alrededor.

(Grita como que sueltan al toro.)

Uno (Dentro.) Bravo toro.

Otros (Dentro.) Guárdate, hombre.

Obregón Pedidle a la oreja el nombre

si os preciáis de toreador;

dos rayos lleva en los huesos

y cuatro alas en los pies.

Cañizares Barrendero valiente es.

¡Por Dios, que los más traviesos

le van despejando el coso!

Obregón A todos tiembla la barba.

Cañizares ¡Fuego de Dios, cómo escarba

y cómo bufa el barroso!

Uno (Dentro.) ¡Jesús, Jesús, que le mata!

Obregón ¿Cogióle?

Uno (Dentro.) ¡Válgate Dios!

Cañizares ¿Otra vez? De dos en dos

cita, ejecuta y remata

a pares las cabezadas.

¡Oh Minotauro español!

Obregón ¿Hirióle?

Cañizares No; pero el Sol

le alumbra las dos lunadas.

Obregón Descortesmente se paga

toro que hace tal castigo.

Cañizares Debe de ser enemigo

del Arzobispo de Braga.

Obregón No experimento sus tretas.

Cañizares Alto al tablado, Obregón,

que éste, sin ser postillón,

condena en las agujetas.

Uno (Dentro.) ¡Corre, corre, que te alcanza!

Obregón ¡Qué bien la capa le echó

el que se le atravesó!

Cañizares En ella toma venganza;

¡Oh! Cómo ojala y pespunta.

¡Dalle, dalle! ¿Hay tal porfía?

Obregón ¡Fiadle una ropería!

Cañizares No tiene de punta a punta

palmo y medio su armazón.

Obregón Más de algún culto dijera

que se pone bigotera.

Cañizares Aguardemos, que hay rejón.

(Dentro suenan pasos de caballo con pretal.)

Obregón Alentado, caballero,

¡qué buen aire, qué bizarro!

Cañizares Éste es Fernando Pizarro.

Obregón ¿Quién?

Cañizares El Marte perulero.

El que ha dado a Carlos V

un nuevo orbe, que dilata,

y de mil leguas de plata

le trae al César su quinto.

El más airoso soldado

que Italia y que Flandes vio.

Obregón ¿Éste es a quien hospedó

don Alonso de Mercado?

¿El que en la justa y torneo

hizo tan festivo estrago?

Cañizares El lagarto de Santiago,

en fe de tan noble empleo

tiene en su pecho el lugar

que es su centro y propia esfera.

Obregón Extremadura te espera

en estatuas venerar.

Éste dicen que prendió

al monarca Atabaliba,

y de una suma excesiva

de indios triunfante salió.

Cañizares Cuatro hermanos son, que igualo

a los nueve héroes que dan

renombre a la fama; Juan,

Francisco, Hernando y Gonzalo;

pero el que ves sobre todos.

Obregón Su presencia, lo asegura,

venturosa Extremadura.

(Suena el pretal como que se pasea.)

Cañizares Es sangre, en fin, de los godos,

Obregón Ya ha dado a la plaza vuelta

y hacia el toro se encamina.

Cañizares ¡Qué bien al bruto examina!

¡Qué airoso que el brazo suelta

caído con el rejón!

Obregón El caballo es extremado.

Cañizares ¡Hermoso rucio rodado!

Obregón Su piel en oposición

mezcla la nieve y la tinta;

bellas manchas la hermosean.

Cañizares Más las colores campean

si la enemistad las pinta,

en éste solo se enseña

si quieres examinallo

la perfección de un caballo:

cabeza airosa y pequeña,

viva, alegre y descarnada,

los ojos grandes, abiertas

las narices, por ser puertas

del aliento; bien poblada

la crin que el talle hace bello,

de plata, espesa y prolija,

que se escarcha y ensortija;

ancho el pecho, corto el cuello,

las dos caderas partidas,

al pisar firmes y llanos

los pies, echando las manos

afuera, y tan presumidas,

que a los estribos se atreven,

tan sujeto al freno y fiel,

que parece que con él

le habla el dueño.

Obregón Lición lleven

los más diestros de lo airoso

con que el gallardo extremeño

quiere salir de este empeño.

Cañizares ¡Qué atento le mira el coso!

Obregón Aguardernos esta acción,

que no es bien mientras subamos

al tablado que perdamos

tan vistosa ostentación.

(Suena el pretal como que se pasea.)

Cañizares Repara con el aseo

que paso a paso se va

al toro.

Obregón ¡Qué atenta está

la plaza!

Cañizares El común deseo

le favorece.

Obregón Ya el bruto

le encara, escarbando el suelo,

y hacia atrás tomado el vuelo,

airado, diestro y astuto

reviene la ejecución

del golpe.

Cañizares Y el don Fernando

la nuca le va buscando

con el hierro del rejón.

(Ruido del caballo y pretil, como que acomete.)

Obregón ¡Oh, quiera Dios que le acierte!

Cañizares Ya le embiste.

Obregón Con él cierra.

Uno (Dentro.) ¡Válgate Dios!

Cañizares Cayó en tierra

el toro.

Uno (Dentro.) ¡Extremada suerte!

(Chirimías.)

Obregón Tan dichosa como cuerda.

Cañizares Pienso que al caballo hirió.

Obregón No pudo, que le sacó

veloz por la mano izquierda

y la presa hizo en vacío

la bestia.

Cañizares Patas arriba

aplaude a quien le derriba.

Obregón Todos celebran su brío.

Cañizares Dejóle dentro una braza

desde la nuca hasta el cuello.

Obregón ¡Lance airoso, golpe bello!

Cañizares Vítores le da la plaza.

Obregón Y con razón, que su gala

mayor aplauso merece.

Cañizares ¿En qué el toro se parece

a la comedia que es mala?

Obregón Buen enigma; alto al tablado.

Cañizares ¿En qué se parecen, digo,

el toro y comedia?

Obregón Amigo,

parecense en lo silbado.

(Vanse Obregón y Cañizares. Salen don Alonso de Quintanilla y don Fernando, como que se apea de dar el rejón, y con hábito de Santiago, y Castillo, su criado.)

Quintanilla Don Fernando, estos abrazos

os doy por dos parabienes,

y entrambos son tan solemnes,

que a transformarse sus lazos

en laureles, consiguieran

la dicha de coronaros;

dedícooslos por hallaros

en España. No pudieran

darme nuevas de igual gusto.

Los míos también os doy

por la acción con que honráis hoy

estas fiestas, pues fue justo,

cuando Medina del Campo,

católica, las ordena

a la Cruz, que fue de Elena

tesoro que halló en el campo,

como el Evangelio dice,

oculto y del orbe luz

que honrando vos con la cruz

el pecho noble y felice,

hallase en vos igual pago,

pues una y otra divina

festeja a la de Medina

hoy en vos la de Santiago.

Bizarra demostración,

tan dichosa como diestra,

acaba de darnos muestra

de que vuestros hechos son

dignos de infinitas famas.

Con razón podrán teneros,

sí, envidia los caballeros,

en su protección las damas.

¡Sazonada y feliz suerte!

Fernando La de hallaros lo será,

dejad de encarecer ya

el dar a un bruto la muerte,

que los de toros y dados

consisten en la ventura.

Quintanilla Juzgábala yo segura

mientras que fuimos soldados

y camaradas los dos

en Italia.

Fernando ¡Oh, capitán,

qué vida aquella!

Quintanilla Ya están,

desde que faltasteis vos

las cosas tan diferentes

que no las conoceréis.

Fernando Múdanse, como sabéis,

los sucesos con las gentes,

pero el César —Dios le guarde—

en Nápoles y en Milán

reina; huyóle Solimán,

solo con Carlos cobarde.

Túnez le paga tributo,

a pesar de Barbarroja,

al ciego sajón despoja,

cubrió el Lansgrave de luto

presunciones que Lutero

llenó de torpe arrogancia;

preso en Madrid, lloró Francia

a su Francisco primero.

Roma le dio la obediencia,

bien que a costa de Borbón;

Duques los Médicis son

con su favor en Florencia.

Capitanes y soldados

tiene de inmensos valores.

¿Qué le falta?

Quintanilla El ser mejores

siempre los tiempos pasados.

¿Acordaisos de aquel día,

que nos hallamos los dos,

alférez entonces vos,

Fernando, en la de Pavía;

cuando el marqués de Pescara

al rey Francisco prendió,

que porque la honra nego

al marqués, de acción tan rara,

un capitán italiano,

le desafiasteis?

Fernando Fue

en las hazañas y fe

prodigio algo más que humano

el marqués. ¿Qué maravilla,

si se llamó don Fernando

de Ávalos, ilustrando

sangre que le dio Castilla,

que un don Fernando volviese

por otro? Él lo mereció;,

mas también me acuerdo yo,

porque el crédito, os confiese

en que el César siempre os tuvo,

que cuando su majestad,

después que dio libertad

al dicho rey, y él no estuvo

firme en la correspondencia

a tanta piedad debida,

su ingratitud conocida,

e irritada su paciencia,

que de persona a persona

le envió a desafiar,

y a vos os hizo avisar,

que partiendo a Barcelona,

le hiciésedes compañía,

por si fuese dos a dos

el combate, que de vos

valor tanto el César fía.

Quintanilla Excusóse el Francés de eso

y quedóse mi alabanza

no más, que en esa esperanza,

pesóme, yo os lo confieso.

Dichoso vos, don Fernando,

que no cabiendo en el mundo,

buscasteis otro segundo

nuevos polos conquistando,

que el Non plus ultra dilata,

y al César su globo humilla.

Fernando Don Alonso Quintanilla,

fama pretendo, no plata.

Quintanilla Con una y otra se adquieren

blasones y estados grandes;

ricos de fama hay en Flandes,

que pobres de plata mueren.

Yo vengo ahora de allá

tan cargado de papeles,

como el honor de laureles,

pero juzgaréme ya

por dichoso y bien premiado,

pues veros he merecido.

Fernando Todo lo que he adquirido

es vuestro.

Quintanilla No interesado,

amigo sí, me estimad,

que son más firmes tesoros.

Gocemos ahora los toros,

y aquella ventana honrad,

oíreis aplausos desde ella,

que la plaza os apercibe.

(Gritos y ruido, dentro, de fuego.)

Fernando Quien de adulaciones vive

poco le debe a su estrella.

Pero escuchad, ¿qué ruido

es éste?

Uno (Dentro.) ¡Agua, que esta casa

se quema!

Otro (Dentro.) ¡Agua, que se abrasa

esta acera!

Otro Ya ha cogido

las puertas el fuego.

Otro Ayuda,

que me abraso.

Otro ¡Que me quemo!

Otro ¡Que me ahogan!

Quintanilla ¡Triste extremo!

Fernando ¡Qué brevemente se muda

el regocijo en cuidados!

Quintanilla Confusa con la congoja

toda la gente se arroja

sin sentido a los tablados

desde los balcones.

Fernando ¡Llamas

terribles; incendio extraño!

Quintanilla El sobresalto hace el daño

mayor. ¡Qué de hermosas damas

sin reparar en recatos

se arrojan y precipitan!

Fernando ¡Y qué poco solicitan

su remedio los ingratos

pretendientes de su amor!

Quintanilla ¿Pues qué ayuda pueden darlas,

si aunque intenten ampararlas

contra el fuego no hay valor?

Fernando No desamparar su lado

en peligro tan urgente.

(Gritos de dentro y ruido como que se ha hundido un tablado.)

Quintanilla La multitud de la gente

con todos hundió el tablado.

Unos (Dentro.) ¡Jesús, Jesús!

Otro (Dentro.) ¡Que me matan!

Otro ¡Que me ahogan, confesión!

Fernando ¿Hay más triste confusión?

Otro (Dentro.) ¡Agua!

Otro (Dentro.) ¡Favor!

Fernando Se retratan

sus congojas en mi pecho.