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En La república al revés Tirso de Molina reflexiona sobre los ámbitos del poder y la moral social y política de la orden mercedaria. Fragmento de la obra Jornada primera (Salen marchando soldados, y detrás de ellos Irene, armada con bastón y corona de emperatriz.) Irene: Cesen, griegos, las trompetas; cesen las cajas también; haced los pífanos rajes y los clarines romped; abatid los estandartes y no los enarboléis, que el placer de mis victorias ya es pesar y no placer. ¡Ay, Constantinopla ingrata, patria a tus hijos cruel! ¿Éste es mi recibimiento? ¿Éste el triunfo imperial es? ¿Así mis hazañas pagas, cuando entrar en ti pensé sobre el victorioso carro entre el bélico tropel? ¿Cuando entendí que el senado, debajo el palio y dosel me llevara a Santa Sofia yo a caballo y él a pie, y adornando tus paredes de damasco y brocatel, tus calles, de flores llenas, fueran calles de un vergel?
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Seitenzahl: 95
Veröffentlichungsjahr: 2013
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Tirso de Molina
La república al revés
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: La república al revés.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9953-795-5.
ISBN rústica: 978-84-9816-517-3.
ISBN ebook: 978-84-9953-254-7.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 47
Jornada tercera 93
Libros a la carta 139
Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.
Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria en 1600 y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias, al tiempo que viajaba por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana), regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.
Irene, emperatriz
Constantino, su hijo
Carola, infanta
Lidora, dama suya
Melisa, pastora
Florilo, pastor
Italio, pastor
Honorato, senador
Cuatro guardas
Unos presos
Camila, criada
Roselio, Infante
Leoncio, camarero
Andronio, caballerizo
Macrino, secretario
Dos criados
Tarso, pastor
Dinampo, pastor
Damón, alcalde
Clodio, galán
Liso, pastor
El rey de Chipre
Relator
La Fortuna
Unos cazadores
Soldados
(Salen marchando soldados, y detrás de ellos Irene, armada con bastón y corona de emperatriz.)
Irene Cesen, griegos, las trompetas;
cesen las cajas también;
haced los pífanos rajes
y los clarines romped;
abatid los estandartes
y no los enarboléis,
que el placer de mis victorias
ya es pesar y no placer.
¡Ay, Constantinopla ingrata,
patria a tus hijos cruel!
¿Éste es mi recibimiento?
¿Éste el triunfo imperial es?
¿Así mis hazañas pagas,
cuando entrar en ti pensé
sobre el victorioso carro
entre el bélico tropel?
¿Cuando entendí que el senado,
debajo el palio y dosel
me llevara a Santa Sofia
yo a caballo y él a pie,
y adornando tus paredes
de damasco y brocatel,
tus calles, de flores llenas,
fueran calles de un vergel?
¿Agora, cuando aguardaba
recibir el parabién
de tantos reinos ganados,
tantos cetros a mis pies;
ahora, senado ingrato;
ahora, griego sin ley,
el imperio me quitáis
porque mi hijo goce de él?
Yo le quiero coronar,
pues vosotros lo queréis,
descubra su excelso trono
el imperial sumiller,
y ruego al cielo que os rija,
vasallos griegos, tan bien,
que defienda vuestro imperio
sin que me hayáis menester.
(Tocan música; descubren una cortina detrás de la cual estará, debajo de un dosel, Constantino, y a sus lados, y en pie, Leoncio, Andronio, Macrino, y otros. A un lado, en una mesilla, estará sobre una fuente de plata la corona, el estoque, y el mundo.)
Constantino Injustas quejas has dado,
madre, en aquesta ocasión
al griego imperio y senado
que muestran el ambición
con que el mundo has gobernado.
¿Qué mayores quejas dieras
si, cuando a Grecia vinieras
triunfando con regocijo,
en vez de imperar tu hijo
un extraño imperar vieras?
¿Tan mal, madre, galardona
el imperio tu persona,
si el día que entras triunfando
a tu hijo le está dando
del imperio la corona?
Basta, que tu desatino
—que este nombre ha de tener—
a vituperarme vino;
Semíramis querrás ser
y hacerme a mí infame Nino.
Porque mientras que atropellas
bárbaros, y cuerpos huellas
con guerra que el mundo abrasa
me quede encerrado en casa
hilando con tus doncellas.
Hijo tienes que ya alcanza
en la milicia alabanza;
holandas, madre, dibuja;
que a la mujer el aguja
le está bien, mas no la lanza.
Irene Si hombre en el imperio hubiera,
Constantino, que hasta ahora
le amparara, Irene fuera
Penélope tejedora,
no Semíramis guerrera.
Mas si cuando el Persa vino
las telas del raso y lino
con oro y perlas bordara,
¿quién sus escuadras echara
del imperio, Constantino?
Los hombres no, que en regalos
y femeniles placeres,
por huir sus intervalos
hilaran como mujeres
y fueran Sardanapalos.
(Tocan música y sube a coronarle Irene; pónele la corona en la cabeza.)
Hágate Dios gran monarca,
y tanto, que este laurel
ciña lo que el Sol abarca,
y triunfes del moro infiel
sin que lo estorbe la Parca.
(Dale el estoque.) Toma aqueste estoque agudo
que hoy te ofrece, emperador,
tu imperio, limpio y desnudo,
en señal que en su favor
has de acudir como acudo.
Dátele limpio y derecho
porque en ninguna ocasión,
si has de ser juez de provecho,
le ha de manchar la pasión
ni ha de torcerle el cohecho.
Si por dádivas le sueltas
vivirás con mil revueltas,
que el juez que por interés
tuerce la justicia es
espada con muchas vueltas.
La cruz de este estoque mira,
y verás salir a luz
un consejo que me admira;
siempre has de mirar la cruz
cuando estuvieres con ira;
que su piadosa presencia
amansará tu violencia,
y fue invención extremada
poner juntas en la espada
la justicia y la clemencia.
(Dale el mundo.) Toma este globo, en quien fundo
tu imperio, y serás gigante,
o nuevo Alcides segundo,
pues, cual si fueras Atlante,
te han cargado todo el mundo.
Siempre has de vivir así,
la espada desenvainada
junto al mundo que te di,
porque en dejando la espada
te dejará el mundo a ti.
Quiero decir que es en vano
el librar de algún tirano
tu imperio si te desarmas,
que el reino que está sin armas
deslízase de la mano.
Tenlo bien, siendo prudente,
que con la prudencia sola
gobernarás bien tu gente,
porque como el mundo es bola
rodaráse fácilmente.
La cruz que ves de ese modo
es la ley de Dios, y estima
su ley, a que te acomodo,
que por aqueso está encima,
porque Dios es sobre todo.
Con tres cruces galardona
el imperio tu persona,
y cada cual es pesada;
púsote cruz en la espada,
en el mundo y la corona.
Ruego al cielo que no des,
cuando ruede la Fortuna,
con tanta Cruz al través,
que si Dios cayó con una,
¿que harás tú llevando tres?
Constantino Cesa, madre, de agorarme,
si no quieres enojarme,
que yo me sabré tener,
y cuando venga a caer
será para levantarme.
Constantino soy, mi nombre
dice constancia; resiste
tu temor y no te asombre,
que pues que tú te tuviste,
yo me tendré, que soy hombre.
Vamos, amigos, que presto
veréis a mis plantas puesto,
sin temor de enojos vanos,
el mundo que está en mis manos.
Mas —¡válgame Dios!— ¿qué es esto?
(Levántase y al bajar cae en tierra con el estoque que se le quiebra, el mundo y la corona.)
Caí en tierra y la espada
se me quebró.
Irene Mi recelo
aumenta la suerte airada.
Leoncio La corona dio en el suelo,
y el mundo.
Constantino No se os dé nada,
que a tanta soberbia vuelo
que si con caer no diera,
señal que me basta el suelo,
guerra al mismo cielo hiciera
hasta conquistar el cielo.
Irene Diversa interpretación
adivina el corazón.
Ahora bien, yo determino
irme a vivir, Constantino,
a una aldea y recreación
que dos leguas de este espacio
está, donde en su floresta
seré, viviendo despacio,
si hasta aquí Belona, Vesta,
que ya me enfada el palacio;
y dando a Marte de mano,
imitaré a Diocleciano,
que tuvo por vituperio
la púrpura del imperio
hecho en Dalmacia hortelano.
Constantino Bien haces, anda con Dios,
que allí podrá tu viudez
descansar.
Irene Trono, de vos
caí en tierra una vez
y no quiero caer dos.
En vos me vi entronizada,
mas caí por ser pesada,
y es milagro asiento falso
que, cayendo de tan alto,
no salgo descalabrada.
Constantino ¿Vaste?
Irene Aguardo a que me des
los brazos.
Constantino Adiós, que es tarde;
acompañadla los tres.
Irene Dios, griego imperio, te guarde,
que vas a dar al través.
(Vase. Salen dos criados.)
Criado I Una flota entra en la barra
y alegre en el puerto amarra,
dando al viento los grumetes,
flámulas y gallardetes.
Constantino A ocasión vendrá bizarra,
si es mi esposa, que ella sola
aguardo.
Criado II Griego monarca,
la bella infanta Carola
en el puerto desembarca.
Constantino ¿Mi esposa es? ¡Caballos, hola!
(Vanse todos si no es Leoncio, y quédase el mundo en tierra.)
Leoncio Mundo, en tierra os han dejado;
¿cómo estáis tan despreciado?
Con honra poca os reciben;
mas no es mucho que os derriben
por los que habéis derribado.
¿Levantaréos, mundo? Sí,
que aunque pagáis mal, me fundo
en levantaros, vení;
mas pues os levanto, mundo,
levantadme vos a mí.
Pero si he de caer luego,
dejadme así, mundo ciego,
que será el subir trabajo
si me habéis de echar abajo.
(Dentro.)
Voz Leoncio, emperador griego.
(Ábrese el mundo en cuatro partes, y de en medio sale una mano con una corona de laurel.)
Leoncio ¡Cielos! El mundo se ha abierto
y una mano sale de él
que, haciendo mi temor cierto,
me da el imperial laurel.
¿Sueño? No, que estoy despierto.
Buenas señales son éstas,
si no se vuelven funestas;
vamos, que quiero pagaros,
mundo, este bien con llevaros,
aunque sois pesado, a cuestas.
(Vase. Suena ruido de desembarcar. Dicen de dentro.)
Marinero I ¡Chipre!
Marinero II ¡Constantinopla!
Todos ¡Grecia! ¡Grecia!
Marinero III Echa a tierra la puente y pasadizo.
............................[ -ecia].
(Salen por una puerta Constantino, Leoncio, Andronio y Macrino; por otra parte echan desde la popa de una galera un pasadizo al tablado, y bajan por él Carola, la infanta; Lidora, dama; Roselio, su hermano, y otros.)
Constantino Palafrenes traed, caballerizo,
para la Infanta y damas.
Roselio ¡Qué bien precia
esta ciudad el mundo, y qué bien hizo
el magno Constantino en ilustrarla
y con su nombre, imperio y silla honrarla!
Carola ¡Famoso puerto y espaciosa playa!
No es tal la de mi patria Famagusta.
Roselio Dudo que igual en toda Europa la haya.
Macrino Ya está en tierra la que ha de ser Augusta.
Roselio El César viene.
Carola ¡Ay, Dios! Aquella saya
compón, Lidora, presto; el cuello ajusta.
Lidora Todo está bueno, no llegues a ello.
Carola ¿Y el tocado?
Lidora También.
Carola Mira el cabello.
Constantino Deme su mano vuestra gran belleza.
Carola Más razón, gran monarca, es que yo pida
la vuestra.
Constantino ¿Cómo viene vuestra alteza?
Carola Para serviros, vengo agradecida
al mar, que en paz a ver vuestra grandeza
me trajo.
Constantino Quedará la mar corrida
de que la tierra, bella Infanta, os cobre,
pues sin vuestra belleza queda pobre.
Roselio Envidiosa a lo menos justamente
puede estar del favor que con vos gana,
invicto emperador de todo oriente,
a sus orillas mi dichosa hermana;
y por la mucha parte que al presente
me cabe de merced tan soberana,
los pies os beso, emperador augusto.
Constantino Roselio, Infante, alzad.
Roselio Aquesto es justo.
Constantino ¿Dejaste con salud al rey?
Roselio Con ella
para serviros queda.
Constantino ¿Y a Ariodante?
Carola El príncipe, mi hermano, se querella
de que haya coyuntura semejante
para os servir y ver, y que con ella
.......................... [ -ante]
le detenga mi padre. Levántale, Lidora.