La república al revés - Tirso de Molina - E-Book

La república al revés E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

En La república al revés Tirso de Molina reflexiona sobre los ámbitos del poder y la moral social y política de la orden mercedaria. Fragmento de la obra   Jornada primera   (Salen marchando soldados, y detrás de ellos Irene, armada con bastón y corona de emperatriz.)   Irene: Cesen, griegos, las trompetas; cesen las cajas también; haced los pífanos rajes y los clarines romped; abatid los estandartes y no los enarboléis, que el placer de mis victorias ya es pesar y no placer. ¡Ay, Constantinopla ingrata, patria a tus hijos cruel! ¿Éste es mi recibimiento? ¿Éste el triunfo imperial es? ¿Así mis hazañas pagas, cuando entrar en ti pensé sobre el victorioso carro entre el bélico tropel? ¿Cuando entendí que el senado, debajo el palio y dosel me llevara a Santa Sofia yo a caballo y él a pie, y adornando tus paredes de damasco y brocatel, tus calles, de flores llenas, fueran calles de un vergel?

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Tirso de Molina

La república al revés

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La república al revés.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-795-5.

ISBN rústica: 978-84-9816-517-3.

ISBN ebook: 978-84-9953-254-7.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 47

Jornada tercera 93

Libros a la carta 139

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria en 1600 y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias, al tiempo que viajaba por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana), regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

Personajes

Irene, emperatriz

Constantino, su hijo

Carola, infanta

Lidora, dama suya

Melisa, pastora

Florilo, pastor

Italio, pastor

Honorato, senador

Cuatro guardas

Unos presos

Camila, criada

Roselio, Infante

Leoncio, camarero

Andronio, caballerizo

Macrino, secretario

Dos criados

Tarso, pastor

Dinampo, pastor

Damón, alcalde

Clodio, galán

Liso, pastor

El rey de Chipre

Relator

La Fortuna

Unos cazadores

Soldados

Jornada primera

(Salen marchando soldados, y detrás de ellos Irene, armada con bastón y corona de emperatriz.)

Irene Cesen, griegos, las trompetas;

cesen las cajas también;

haced los pífanos rajes

y los clarines romped;

abatid los estandartes

y no los enarboléis,

que el placer de mis victorias

ya es pesar y no placer.

¡Ay, Constantinopla ingrata,

patria a tus hijos cruel!

¿Éste es mi recibimiento?

¿Éste el triunfo imperial es?

¿Así mis hazañas pagas,

cuando entrar en ti pensé

sobre el victorioso carro

entre el bélico tropel?

¿Cuando entendí que el senado,

debajo el palio y dosel

me llevara a Santa Sofia

yo a caballo y él a pie,

y adornando tus paredes

de damasco y brocatel,

tus calles, de flores llenas,

fueran calles de un vergel?

¿Agora, cuando aguardaba

recibir el parabién

de tantos reinos ganados,

tantos cetros a mis pies;

ahora, senado ingrato;

ahora, griego sin ley,

el imperio me quitáis

porque mi hijo goce de él?

Yo le quiero coronar,

pues vosotros lo queréis,

descubra su excelso trono

el imperial sumiller,

y ruego al cielo que os rija,

vasallos griegos, tan bien,

que defienda vuestro imperio

sin que me hayáis menester.

(Tocan música; descubren una cortina detrás de la cual estará, debajo de un dosel, Constantino, y a sus lados, y en pie, Leoncio, Andronio, Macrino, y otros. A un lado, en una mesilla, estará sobre una fuente de plata la corona, el estoque, y el mundo.)

Constantino Injustas quejas has dado,

madre, en aquesta ocasión

al griego imperio y senado

que muestran el ambición

con que el mundo has gobernado.

¿Qué mayores quejas dieras

si, cuando a Grecia vinieras

triunfando con regocijo,

en vez de imperar tu hijo

un extraño imperar vieras?

¿Tan mal, madre, galardona

el imperio tu persona,

si el día que entras triunfando

a tu hijo le está dando

del imperio la corona?

Basta, que tu desatino

—que este nombre ha de tener—

a vituperarme vino;

Semíramis querrás ser

y hacerme a mí infame Nino.

Porque mientras que atropellas

bárbaros, y cuerpos huellas

con guerra que el mundo abrasa

me quede encerrado en casa

hilando con tus doncellas.

Hijo tienes que ya alcanza

en la milicia alabanza;

holandas, madre, dibuja;

que a la mujer el aguja

le está bien, mas no la lanza.

Irene Si hombre en el imperio hubiera,

Constantino, que hasta ahora

le amparara, Irene fuera

Penélope tejedora,

no Semíramis guerrera.

Mas si cuando el Persa vino

las telas del raso y lino

con oro y perlas bordara,

¿quién sus escuadras echara

del imperio, Constantino?

Los hombres no, que en regalos

y femeniles placeres,

por huir sus intervalos

hilaran como mujeres

y fueran Sardanapalos.

(Tocan música y sube a coronarle Irene; pónele la corona en la cabeza.)

Hágate Dios gran monarca,

y tanto, que este laurel

ciña lo que el Sol abarca,

y triunfes del moro infiel

sin que lo estorbe la Parca.

(Dale el estoque.) Toma aqueste estoque agudo

que hoy te ofrece, emperador,

tu imperio, limpio y desnudo,

en señal que en su favor

has de acudir como acudo.

Dátele limpio y derecho

porque en ninguna ocasión,

si has de ser juez de provecho,

le ha de manchar la pasión

ni ha de torcerle el cohecho.

Si por dádivas le sueltas

vivirás con mil revueltas,

que el juez que por interés

tuerce la justicia es

espada con muchas vueltas.

La cruz de este estoque mira,

y verás salir a luz

un consejo que me admira;

siempre has de mirar la cruz

cuando estuvieres con ira;

que su piadosa presencia

amansará tu violencia,

y fue invención extremada

poner juntas en la espada

la justicia y la clemencia.

(Dale el mundo.) Toma este globo, en quien fundo

tu imperio, y serás gigante,

o nuevo Alcides segundo,

pues, cual si fueras Atlante,

te han cargado todo el mundo.

Siempre has de vivir así,

la espada desenvainada

junto al mundo que te di,

porque en dejando la espada

te dejará el mundo a ti.

Quiero decir que es en vano

el librar de algún tirano

tu imperio si te desarmas,

que el reino que está sin armas

deslízase de la mano.

Tenlo bien, siendo prudente,

que con la prudencia sola

gobernarás bien tu gente,

porque como el mundo es bola

rodaráse fácilmente.

La cruz que ves de ese modo

es la ley de Dios, y estima

su ley, a que te acomodo,

que por aqueso está encima,

porque Dios es sobre todo.

Con tres cruces galardona

el imperio tu persona,

y cada cual es pesada;

púsote cruz en la espada,

en el mundo y la corona.

Ruego al cielo que no des,

cuando ruede la Fortuna,

con tanta Cruz al través,

que si Dios cayó con una,

¿que harás tú llevando tres?

Constantino Cesa, madre, de agorarme,

si no quieres enojarme,

que yo me sabré tener,

y cuando venga a caer

será para levantarme.

Constantino soy, mi nombre

dice constancia; resiste

tu temor y no te asombre,

que pues que tú te tuviste,

yo me tendré, que soy hombre.

Vamos, amigos, que presto

veréis a mis plantas puesto,

sin temor de enojos vanos,

el mundo que está en mis manos.

Mas —¡válgame Dios!— ¿qué es esto?

(Levántase y al bajar cae en tierra con el estoque que se le quiebra, el mundo y la corona.)

Caí en tierra y la espada

se me quebró.

Irene Mi recelo

aumenta la suerte airada.

Leoncio La corona dio en el suelo,

y el mundo.

Constantino No se os dé nada,

que a tanta soberbia vuelo

que si con caer no diera,

señal que me basta el suelo,

guerra al mismo cielo hiciera

hasta conquistar el cielo.

Irene Diversa interpretación

adivina el corazón.

Ahora bien, yo determino

irme a vivir, Constantino,

a una aldea y recreación

que dos leguas de este espacio

está, donde en su floresta

seré, viviendo despacio,

si hasta aquí Belona, Vesta,

que ya me enfada el palacio;

y dando a Marte de mano,

imitaré a Diocleciano,

que tuvo por vituperio

la púrpura del imperio

hecho en Dalmacia hortelano.

Constantino Bien haces, anda con Dios,

que allí podrá tu viudez

descansar.

Irene Trono, de vos

caí en tierra una vez

y no quiero caer dos.

En vos me vi entronizada,

mas caí por ser pesada,

y es milagro asiento falso

que, cayendo de tan alto,

no salgo descalabrada.

Constantino ¿Vaste?

Irene Aguardo a que me des

los brazos.

Constantino Adiós, que es tarde;

acompañadla los tres.

Irene Dios, griego imperio, te guarde,

que vas a dar al través.

(Vase. Salen dos criados.)

Criado I Una flota entra en la barra

y alegre en el puerto amarra,

dando al viento los grumetes,

flámulas y gallardetes.

Constantino A ocasión vendrá bizarra,

si es mi esposa, que ella sola

aguardo.

Criado II Griego monarca,

la bella infanta Carola

en el puerto desembarca.

Constantino ¿Mi esposa es? ¡Caballos, hola!

(Vanse todos si no es Leoncio, y quédase el mundo en tierra.)

Leoncio Mundo, en tierra os han dejado;

¿cómo estáis tan despreciado?

Con honra poca os reciben;

mas no es mucho que os derriben

por los que habéis derribado.

¿Levantaréos, mundo? Sí,

que aunque pagáis mal, me fundo

en levantaros, vení;

mas pues os levanto, mundo,

levantadme vos a mí.

Pero si he de caer luego,

dejadme así, mundo ciego,

que será el subir trabajo

si me habéis de echar abajo.

(Dentro.)

Voz Leoncio, emperador griego.

(Ábrese el mundo en cuatro partes, y de en medio sale una mano con una corona de laurel.)

Leoncio ¡Cielos! El mundo se ha abierto

y una mano sale de él

que, haciendo mi temor cierto,

me da el imperial laurel.

¿Sueño? No, que estoy despierto.

Buenas señales son éstas,

si no se vuelven funestas;

vamos, que quiero pagaros,

mundo, este bien con llevaros,

aunque sois pesado, a cuestas.

(Vase. Suena ruido de desembarcar. Dicen de dentro.)

Marinero I ¡Chipre!

Marinero II ¡Constantinopla!

Todos ¡Grecia! ¡Grecia!

Marinero III Echa a tierra la puente y pasadizo.

............................[ -ecia].

(Salen por una puerta Constantino, Leoncio, Andronio y Macrino; por otra parte echan desde la popa de una galera un pasadizo al tablado, y bajan por él Carola, la infanta; Lidora, dama; Roselio, su hermano, y otros.)

Constantino Palafrenes traed, caballerizo,

para la Infanta y damas.

Roselio ¡Qué bien precia

esta ciudad el mundo, y qué bien hizo

el magno Constantino en ilustrarla

y con su nombre, imperio y silla honrarla!

Carola ¡Famoso puerto y espaciosa playa!

No es tal la de mi patria Famagusta.

Roselio Dudo que igual en toda Europa la haya.

Macrino Ya está en tierra la que ha de ser Augusta.

Roselio El César viene.

Carola ¡Ay, Dios! Aquella saya

compón, Lidora, presto; el cuello ajusta.

Lidora Todo está bueno, no llegues a ello.

Carola ¿Y el tocado?

Lidora También.

Carola Mira el cabello.

Constantino Deme su mano vuestra gran belleza.

Carola Más razón, gran monarca, es que yo pida

la vuestra.

Constantino ¿Cómo viene vuestra alteza?

Carola Para serviros, vengo agradecida

al mar, que en paz a ver vuestra grandeza

me trajo.

Constantino Quedará la mar corrida

de que la tierra, bella Infanta, os cobre,

pues sin vuestra belleza queda pobre.

Roselio Envidiosa a lo menos justamente

puede estar del favor que con vos gana,

invicto emperador de todo oriente,

a sus orillas mi dichosa hermana;

y por la mucha parte que al presente

me cabe de merced tan soberana,

los pies os beso, emperador augusto.

Constantino Roselio, Infante, alzad.

Roselio Aquesto es justo.

Constantino ¿Dejaste con salud al rey?

Roselio Con ella

para serviros queda.

Constantino ¿Y a Ariodante?

Carola El príncipe, mi hermano, se querella

de que haya coyuntura semejante

para os servir y ver, y que con ella

.......................... [ -ante]

le detenga mi padre. Levántale, Lidora.