La prudencia en la mujer - Tirso de Molina - E-Book

La prudencia en la mujer E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

La prudencia en la mujer es un drama histórico en torno a las figuras de Fernando IV, el Emplazado, y la reina castellana, doña María de Molina quien se enfrentó a las conjuras de los nobles y consiguió salvar la corona de su hijo.   En 1295 el infante Enrique de Castilla el Senador fue nombrado tutor del rey. Sin embargo, María de Molina consiguió que le fuese confiada la custodia de su hijo.   Tras establecer alianzas con el rey de Portugal y sortear las conjuras de sus enemigos, María logró pactar un matrimonio entre su hijo Fernando y Constanza de Portugal.   Fernando IV ocupó el trono de Castilla entre 1295 y 1312.

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Tirso de Molina

La prudencia en la mujer

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La prudencia en la mujer.

© 2024, Red ediciones, S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard, S.L.

ISBN tapa dura: 978-84-9897-729-5.

ISBN rústica: 978-84-9816-516-6.

ISBN ebook: 978-84-9953-248-6.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

La conjura de los nobles 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 45

Jornada tercera 91

Libros a la carta 131

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

La conjura de los nobles

La prudencia en la mujer es un drama histórico en torno a las figuras de Fernando IV, el Emplazado, y la reina madre, doña María de Molina quien se enfrentó a las conjuras de los nobles y consiguió salvar la corona de su hijo.

Personajes

Berrocal

Carrillo

Chacón

Don Álvaro

Don Diego López De Haro

Don Juan Alonso de Carvajal

Don Juan Benavides

Don Luis

Don Melendo

Don Nuño

El Infante don Enrique

El Infante don Juan

El Mayordomo

El Rey don Fernando IV, mozo

El Rey don Fernando IV, niño

Garrote Cristina

Ismael, médico judío

La reina doña María

Nisiro

Torbisco

Un Mercader

Jornada primera

(Sala en el Alcázar de Toledo.)

(El infante don Enrique, el infante don Juan, don Diego de Haro.)

Don Enrique Será la viuda Reina esposa mía,

y dárame Castilla su corona

o España volverá a llorar el día

que al conde don Julián traidor pregona.

¿Con quién puede casar Doña María,

si de valor y hazañas se aficiona,

como conmigo, sin hacerme agravio?

Enrique soy, mi hermano Alfonso el Sabio.

Don Juan La Reina y la corona pertenece

a don Juan, de don Sancho el Bravo hermano.

Mientras el niño Rey Fernando crece,

yo he de regir el cetro castellano.

Pruebe, si algún traidor se desvanece,

a quitarme la espada de la mano;

que mientras gobernare su cuchilla

solo don Juan gobernará a Castilla.

Don Diego Está vivo don Diego López de Haro,

que vuestras pretensiones tendrá a raya,

y dando al tierno Rey seguro amparo,

casará con su madre, y cuando vaya

algún traidor contra el derecho claro

que defiendo, señor soy de Vizcaya.

Minas son las entrañas de sus cerros,

que hierro dan con que castigue yerros.

Don Enrique ¿Qué es esto, Infante? ¿Vos osáis conmigo

oponeros al reino? ¿Y vos, don Diego,

conmigo competís, y sois mi amigo?

Don Juan Yo de mi parte la justicia alego.

Don Diego De mi lealtad a España haré testigo.

Don Enrique A la Reina pretendo.

Don Juan De su fuego

soy mariposa.

Don Diego Yo del Sol que miro,

yerba amorosa que a sus rayos giro.

Don Diego Tío, don Juan, soy vuestro, y de Fernando

el Santo que ganó a Sevilla, hijo.

Don Juan Yo nieto suyo: Alfonso me está dando

sangre y valor con que reinar colijo.

Don Diego Primo soy del Rey muerto; pero cuando

no alegue el árbol real con que prolijo

Ailí el cronista mi ascendencia pinta,

alegaré el acero de la cinta.

Don Enrique Vos, caballero pobre, cuyo

Estado cuatro silvestres son, toscos y rudos,

montes de hierro, para el vil arado,

hidalgos por Adán, como él desnudos.

Adonde en vez de Baco sazonado,

manzanos llenos de groseros nudos dan

mosto insulso, siendo silla rica,

en vez de trono, el árbol de Garnica.

¡Intentáis de la Reina ser consorte,

sabiendo que pretende don Enrique

casar con ella, ennoblecer su corte,

y que por Rey España le publique!

Don Juan Cuando su intento loco no reporte

y edificios quiméricos fabrique,

mientras el reino gozo y su hermosura,

se podrá desposar con su locura.

Don Diego Infantes, de mi Estado la aspereza

conserva limpia la primera gloria

que la dio, en vez del Rey, naturaleza,

sin que sus rayas pase la vitoria.

Cuatro bárbaros tengo por vasallos,

a quien Roma jamás conquistar pudo,

que sin armas, sin muros, sin caballos,

libres conservan su valor desnudo.

El árbol de Garnica ha conservado

la antigüedad que ilustra a sus señores,

sin que tiranos le hayan deshojado,

ni haga sombra a confesos ni a traidores.

En su tronco, no en silla real sentado,

nobles, puesto que pobres electores

tan solo un señor juran, cuyas leyes

libres conservan de tiranos reyes.

Suyo lo soy agora, y del Rey tío,

leal en defenderle, y pretendiente

de su madre, a quien dar la mano fío,

aunque la deslealtad su ofensa intente.

Infantes, si a la lengua iguala el brío,

intérprete es la espada del valiente;

el hierro es vizcaíno, que os encargo,

corto en palabras, pero en obras largo.

(La reina doña María, de viuda. Don Enrique, don Juan, don Diego.)

Reina ¿Qué es aquesto, caballeros,

defensa y valor de España,

espejos de lealtad,

gloria y luz de las hazañas?

Cuando muerto el Rey don Sancho,

mi esposo y señor, las galas

truecan León y Castilla

por jergas negras y vastas;

cuando el moro granadino

moriscos pendones saca

contra el reino sin cabeza,

y las fronteras asalta

por la lealtad defendidas,

y abriéndose su Granada,

por las católicas vegas

blasfemos granos derrama;

¡en civiles competencias,

pretensiones mal fundadas,

bandos que la paz destruyen

y ambiciosas arrogancias,

cubrís de temor los reinos,

tiranizáis vuestra patria,

dando en vuestra ofensa lenguas

a las naciones contrarias!

¡Ser mis esposos queréis,

y como mujer ganada

en buena guerra, el derecho

me reducís de las armas!

¡Casarme intentáis por fuerza

y ilustrándoos sangre hidalga,

la libertad de mi gusto

hacéis pechera y villana?

¿Qué veis en mí, ricoshombres?

¿Qué liviandad en mi mancha

la conyugal continencia que

ha inmortalizado a tantas?

¿Tan poco amor tuve al Rey?

¿Viví con él mal casada?

¿Quise bien a otro, doncella?

¿A quién, viuda, di palabra?

Ayer murió el Rey mi esposo,

aún no está su sangre helada

de suerte que no conserve

reliquias vivas del alma.

Pues cuando en viudez llorosa

la mujer más ordinaria

al más ingrato marido

respeto un año le guarda;

cuando apenas el monjil

adornan las tocas blancas,

y juntan con la tristeza

gloria del vivir casta;

yo, que soy reina, y no menos

al Rey don Sancho obligada.

¿Queréis, grandes de Castilla,

que desde el túmulo vaya

al tálamo incontinente?

¿De la virtud a la infamia?

¿Me conocéis, ricoshombres?

¿Sabéis que el mundo me llama

la reina Doña María?

¿Que soy legítima rama

del tronco real de León;

y como tal, si me agravian,

seré leona ofendida,

que muerto su esposo brama?

Si porque el Rey es un niño

y una mujer quien le ampara,

os atrevéis ambiciosos

contra la fe castellana;

tres almas viven en mí:

la de Sancho, que Dios haya,

la de mi hijo, que habita

en mis maternas entrañas,

y la mía, en quien se suman

esotras dos: ved si basta

a la defensa de un reino

una mujer con tres almas.

Intentad guerras civiles,

sacad gentes en campaña.

Vuestra deslealtad pregonen

contra vuestro Rey las cajas;

que aunque mujer, yo sabré,

en vez de las tocas largas

y el negro monjil, vestirme

el arnés y la celada.

Infanta soy de León;

salgan traidores a caza

del hijo de una leona,

que el reino ha puesto en su guarda;

veréis si en vez de la aguja,

sabrá ejercitar la espada,

y abatir lienzos de muros

quien labra lienzos de Holanda.

(Descúbrese sobre un trono el Rey don Fernando, niño y coronado.)

(El Rey don Fernando acompañamiento. La Reina, don Enrique, don Juan, don Diego.)

Reina Vuestro natural señor

es éste, y la semejanza

de don Sancho de Castilla;

Fernando cuarto se llama.

Al sello real obedecen,

solo por tener sus armas,

los que su lealtad estiman,

con ser un poco de plata.

El que veis es sello vivo

en quien su ser mismo graba

vuestro Rey, que es padre suyo;

su sangre las armas labran.

Respetadle aunque es pequeño;

que el sello nunca se iguala

al dueño en la cantidad;

que tenga su forma basta.

Forma es suya el niño Rey:

llegue el traidor a borrarla,

rompa el desleal el sello;

conspire la envidia ingrata.

Ea, lobos ambiciosos,

un cordero simple bala;

haced presa en su inocencia,

probad en él vuestra rabia,

despedazad el vellón

con que le ha cubierto España,

y privadle de la vida,

si a esquilmar venía su lana.

Si muere, morirá Rey;

y yo con él abrazada,

sin ofender las cenizas

de mi esposo, siempre casta,

daré la vida contenta,

antes que el mundo en mi infamia

diga que otro que don Sancho

esposa suya me llama.

Don Juan Alto, pues la justicia que me esfuerza

a Castilla conquiste, pues la heredo,

que mi esposa seréis de grado o fuerza,

y lo que amor no hizo, lo hará el miedo.

Yo haré que vuestra voluntad se tuerza,

cuando veáis la vega de Toledo

llena de moros, y en mi ayuda todos,

asentarme en la silla de los godos.

(Vase.)

Don Enrique El Rey de Portugal es mi sobrino;

el derecho que tengo al reino ampara.

Pues que juzgáis mi amor a desatino

cuando creí que cuerda os obligara,

enarbolar su enseña determino,

triunfando en ellas mi justicia clara,

aunque fueran sus muros de diamantes,

contra tu Alcázar real y San Cervantes.

(Vase.)

Don Diego Reina, Aragón mi intento favorece,

Vizcaya es mía, y de Navarra espero

ayuda cierta; si mi amor merece

la mano hermosa que adoré primero,

favor seguro al niño Rey ofrece

contra Enrique, don Juan y el mundo entero.

Despacio consultad vuestro cuidado

mientras por la respuesta vuelvo armado.

(Vase.)

(La Reina, el Rey, acompañamiento.)

Reina Ea, vasallos, una mujer sola,