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En La mujer que manda en casa Tirso de Molina relata la historia de Jezabel, reina de origen sidonio casada con el rey hebreo Acab para sellar una alianza política. Tras la muerte de su esposo, Jezabel quedó en el trono. Su despótico reinado, introdujo el culto a Baal en Israel y le granjeó el odio de sus súbditos quienes le dieron una muerte trágica.
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Seitenzahl: 87
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Tirso de Molina
La mujer que manda en casa
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: La mujer que manda en casa.
© 2024, Red ediciones S.L..
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9953-793-1.
ISBN rústica: 978-84-9816-514-2.
ISBN ebook: 978-84-9953-234-9.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
El poder y los nuevos dioses 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 43
Jornada tercera 81
Libros a la carta 129
Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.
Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.
Esta obra relata la historia de Jezabel, reina de origen sidonio casada con el rey hebreo Acab para sellar una alianza política. Tras la muerte de su esposo, Jezabel quedó en el trono. Su despótico reinado introdujo el culto a Baal en Israel y le ganó el odio de sus súbditos quienes le dieron una muerte trágica.
Abdías
Acab
Coriolín, pastor
Criselia
Dorbán, pastor
Dos ciudadanos
Dos soldados
Elías
Jehú
Jezabel
Josepho
Lisarina, pastora
Nabot
Paje
Raquel
Un Ángel
Zabulón, pastor
(Música de todos géneros y por una parte suben al tablado (habiendo venido a caballo al son de un clarín) en hábito de caza, Jezabel, Raquel, Criselia y cazadores, con perros, ballestas y venablos. Por la otra parte al mismo tiempo suben también (al son de cajas y trompetas) soldados marchando, y entre ellos Nabot, Abdías y Jehú; detrás de todos, a lo hebreo con corona y bastón, el rey Acab. Tocan chirimías y en estando todos arriba llega Acab a Jezabel y dice:)
Acab Por más que inmortalice,
eterna en sus murallas
Babilonia, a Semíramis su reina
y su fama felice,
diosa de las batallas;
lauros la ciña cuando Ofires peina,
pues sin cuidar prendellos,
causando al Asia espantos
y ocasionando simulacros tantos,
opuesta al Sol, enarboló cabellos;
su fama en vos admiro,
luz de Sidón, Semíramis de Tiro.
Guerra es también la caza,
estratagemas tiene,
inventa ardides y emboscadas pone;
vos de la misma traza
(cuando en triunfo solene
mis sienes manda Marte que corone
del árbol fugitivo,
al dios planeta esquivo)
porque Moab postrado,
sujeto a vuestro Acab, parias le ha dado,
divino cazadora,
triunfos de fieras blasonéis, Aurora.
Envidia tengo al ave
que ejecutando vuela
(rayo veloz de pluma) altanerías;
si lo que goza sabe
no ha menester pigüelas
que en las alas repriman osadías;
en cárcel generosa
alcándara es hermosa
de cristal transparente
vuestra mano: si en ella favor siente
que mi fortuna pueda hacer dichosa,
la garza que hay más bella
renunciará por no apartarse della.
Provincia es tributaria
Moab (por mí abatida)
de Israel, porque en dichas trueque quejas;
su rey pecha a Samaria,
en cambio de su vida,
cada año para vos cien mil ovejas:
vellocinos de plata
daros en ellas trata,
que se blasonen dignos
como el de Colcos, ser del cielo signos
y el múrice convierta en escarlata,
porque Jezabel pueda
anteponer la púrpura a la seda.
Cargados mil camellos
de marfil y oro puro,
espolios son que os sirvan de tesoro,
con que alcázares bellos
os labre (que procuro
palacios de marfil a deidad de oro).
Hónrenlos vuestros ojos
y mezclando despojos
de la caza y la guerra,
yo valles conquistando, vos la sierra,
vencedores los dos: lloren enojos
enemigos agravios,
mientras este cristal sellan mis labios.
(Bésale una mano.)
Jezabel Ni la mano, rey, me pidas,
ni vitorioso blasones
conquistas de otras naciones
a tus banderas rendidas,
mientras en tu reino olvidas
tu desacato y mis penas;
que en balde triunfos ordenas
cuando haces de hazañas copia,
rebelde tu nación propia
y obedientes las ajenas.
Mano que el cetro interesa
(por tu causa) de Israel,
y menospreciada en él
tu reino todo no besa,
no es digna que en tal empresa
lisonjas tuyas admita:
sírvate el pueblo moabita,
y rebelde tu nación
desprecie mi religión,
si es bien que tal se permita.
Hija soy del rey sidonio,
por tu esposa me eligió,
presumí contigo yo
dar de mi amor testimonio;
coyundas del matrimonio
enlazan, tal vez ardientes,
dos corazones; no intentes
mostrar de tu amor extremos
porque mal nos uniremos
los dos en ley diferentes.
Baal es mi dios, Baal
satisface mis deseos;
dioses de los amorreos
tienen poder inmortal;
soberbio, no admite igual
el que en desprecio de Apolo
dice que de polo a polo,
autor de la noche y día,
gobierna sin compañía
y dios se intitula solo.
Ese verdugo de Egipto
que, cruel, tantos ha muerto;
ése que por un desierto
llevó número infinito
de hebreos y sin delito
cuarenta años desterrados
por veniales pecados
(criminal siempre con ellos,
cuchillo para sus cuellos)
fueron siempre castigados.
Por adorar a un becerro
dio muerte a una inmensidad.
¿Será de Dios tal crueldad,
tal castigo por tal yerro?
¿Para qué tanto destierro,
si darles luego podía
la tierra que prometía?
¿Para qué de Egipto huyendo,
si no fue porque temiendo
sus dioses, los perseguía?
Profeta falso, Moisén,
ocasionó tantos daños:
como brutos cuarenta años
entre páramos se ven.
Labróle en Jerusalén
templo después Salomón,
mas como su religión
juzgó por cosa de risa,
los dioses de la etiopisa
mudaron su adoración.
Las tres partes de la tierra
veneran (sino unos pocos
hebreos, ciegos y locos)
los dioses que el cielo encierra.
¿Diremos que el mundo yerra
y ellos solos acertaron?
Sabios que a Grecia ilustraron,
filósofos que nos dieron
las ciencias ¿todos mintieron?
¿todos, en fin, se engañaron?
¿Qué ceguedad, rey, es ésta?
No dije bien, que no es rey
quien, defensor de su ley,
los blasfemos no molesta.
Ten por cosa manifiesta
que entretanto que a Baal
con aplauso general
no reverencie Israel,
no has de hallar en Jezabel
agrado a tu amor igual.
(Llora.)
Acab Antes que el Sol de tu cara
(hechizo del alma mía)
eclipse la luz al día
que mis tinieblas repara,
llore el mundo en noche avara
oscuridades eternas;
enjugue lágrimas tiernas
que el alba envidie al llorarlas,
que es lástima malograrlas
cuando mis dichas gobiernas.
Adore Jerusalén
su dios en su templo de oro
que yo a Jezabel adoro
y al sacro Baal también.
Cuantos en mi reino estén
reverencien a Baal
por deidad universal,
pues Jezabel se le humilla;
quien no le hinque la rodilla
tenga pena capital.
De pórfido y jaspe hermoso
le labre templo sutil,
de alabastro y marfil,
del metal más generoso,
y a su culto religioso
consagre profetas tantos
que causen a Judá espantos
y a mi inclinación empleos;
dioses de los amorreos
ilustren altares santos,
bosques a sus sacrificios
plante en sus montes Samaria;
quien fuere de ley contraria
prevenga sus precipicios,
mi amor ha de dar indicios
de que soy amante fiel.
La corona de Israel
tiene en mi esposa su esfera;
quien no obedeciere, muera,
a mi hermosa Jezabel.
(Vase.)
Jezabel La jurisdición acepta
mi fe, que el rey me concede:
del Dios de Sión no quede
con vida ningún profeta;
quien a Baal se sujeta
venga a medrar su privanza;
el que me diere venganza
de cuantos siguen a Elías,
espere en promesas mías
y logrará su esperanza.
Aras a Baal levanten
cuantos en Samaria están;
seguiré de Jeroboán
cultos que a la fama espanten;
en selvas y bosques canten
himnos a la adoración
de los dioses de Sidón
y con festivos empleos
a cuantos los amorreos
consagran su adoración.
De mi mesa han de comer
sus sacerdotes manjares
dignos de quien sirve altares
que frecuenten mi poder.
Verá el mundo (aunque mujer)
mi gobierno en breves días;
honrad las deidades mías,
dejad leyes imperfetas.
¡Mueran los ciegos profetas
que siguen al falso Elías!
Por cada cabeza ofrezco,
que sirva al Dios de Abrahán,
hacerle mi capitán;
beber su sangre apetezco.
Si gobernaros merezco,
hijos nobles de Israel,
servid a Baal, que en él
todo nuestro bien estriba.
Decid ¡viva Baal!
Todos ¡Viva!
Jezabel ¿Quién más?
Todos ¡Viva Jezabel!
(Vanse con el aparato que entraron. Quédanse Raquel y Nabot.)
Nabot ¿Podrá darte los brazos
quien, tras la ausencia que dilata plazos,
el premio de esta guerra
cifra en la vista que el pesar destierra
(hermosa Raquel mía),
que el alma sin tus ojos padecía?
Raquel Podrás (esposo caro)
con ellos a mis ansias dar reparo,
que en su círculo espera
ser centro el alma de tan dulce esfera.
¿Cómo en Moab te ha ido?
¡Qué asustada en sus riesgos me has tenido!
Despierta te lloraba,
dormida mi recelo te soñaba
lastimosos despojos
de la Parca fatal; todo era enojos
todo es ya regocijo.
¡Qué gloria causa el bien tras mal prolijo!
Nabot Peligros tu memoria
atropelló, cantando la vitoria.
Postró al fiero moabita
Acab blasfemo, que la gloria quita
al Dios único y santo,
ingrato a tanta dicha, a triunfo tanto.
Raquel Tiénele loco y ciego,
rendido el amoroso y torpe fuego
de esta mujer lasciva,
que, idólatra, le postra y le cautiva.
Nabot Si ella el gobierno goza
de las tribus hebreas y destroza
leales, ya la igualo
a Pasifé.
Raquel Será Sardanapalo
rey que no se aconseja,
y afeminado su gobierno deja
a mujer enemiga
de la piadosa ley.
Nabot Dios nos castiga.
Raquel ¿Qué será, Nabot mió,
la causa que con tanto desvarío
Jezabel arrogante
persiga a nuestro Dios, aras levante
al ídolo sidonio
y a tanto simulacro de demonio?
Discreta es y no ignora
que quien al verdadero Dios adora
peligros asegura,
gozando en paz riquezas y hermosura.
Bien sabe los castigos
con que se venga de sus enemigos,
desde el sepulcro egipcio
(el mar Bermejo digo), precipicio
de tantos guerreadores
(abriéndose a Israel jardín de flores