La mujer que manda en casa - Tirso de Molina - E-Book

La mujer que manda en casa E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

En La mujer que manda en casa Tirso de Molina relata la historia de Jezabel, reina de origen sidonio casada con el rey hebreo Acab para sellar una alianza política. Tras la muerte de su esposo, Jezabel quedó en el trono. Su despótico reinado, introdujo el culto a Baal en Israel y le granjeó el odio de sus súbditos quienes le dieron una muerte trágica.

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Tirso de Molina

La mujer que manda en casa

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La mujer que manda en casa.

© 2024, Red ediciones S.L..

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-793-1.

ISBN rústica: 978-84-9816-514-2.

ISBN ebook: 978-84-9953-234-9.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

El poder y los nuevos dioses 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 43

Jornada tercera 81

Libros a la carta 129

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

El poder y los nuevos dioses

Esta obra relata la historia de Jezabel, reina de origen sidonio casada con el rey hebreo Acab para sellar una alianza política. Tras la muerte de su esposo, Jezabel quedó en el trono. Su despótico reinado introdujo el culto a Baal en Israel y le ganó el odio de sus súbditos quienes le dieron una muerte trágica.

Personajes

Abdías

Acab

Coriolín, pastor

Criselia

Dorbán, pastor

Dos ciudadanos

Dos soldados

Elías

Jehú

Jezabel

Josepho

Lisarina, pastora

Nabot

Paje

Raquel

Un Ángel

Zabulón, pastor

Jornada primera

(Música de todos géneros y por una parte suben al tablado (habiendo venido a caballo al son de un clarín) en hábito de caza, Jezabel, Raquel, Criselia y cazadores, con perros, ballestas y venablos. Por la otra parte al mismo tiempo suben también (al son de cajas y trompetas) soldados marchando, y entre ellos Nabot, Abdías y Jehú; detrás de todos, a lo hebreo con corona y bastón, el rey Acab. Tocan chirimías y en estando todos arriba llega Acab a Jezabel y dice:)

Acab Por más que inmortalice,

eterna en sus murallas

Babilonia, a Semíramis su reina

y su fama felice,

diosa de las batallas;

lauros la ciña cuando Ofires peina,

pues sin cuidar prendellos,

causando al Asia espantos

y ocasionando simulacros tantos,

opuesta al Sol, enarboló cabellos;

su fama en vos admiro,

luz de Sidón, Semíramis de Tiro.

Guerra es también la caza,

estratagemas tiene,

inventa ardides y emboscadas pone;

vos de la misma traza

(cuando en triunfo solene

mis sienes manda Marte que corone

del árbol fugitivo,

al dios planeta esquivo)

porque Moab postrado,

sujeto a vuestro Acab, parias le ha dado,

divino cazadora,

triunfos de fieras blasonéis, Aurora.

Envidia tengo al ave

que ejecutando vuela

(rayo veloz de pluma) altanerías;

si lo que goza sabe

no ha menester pigüelas

que en las alas repriman osadías;

en cárcel generosa

alcándara es hermosa

de cristal transparente

vuestra mano: si en ella favor siente

que mi fortuna pueda hacer dichosa,

la garza que hay más bella

renunciará por no apartarse della.

Provincia es tributaria

Moab (por mí abatida)

de Israel, porque en dichas trueque quejas;

su rey pecha a Samaria,

en cambio de su vida,

cada año para vos cien mil ovejas:

vellocinos de plata

daros en ellas trata,

que se blasonen dignos

como el de Colcos, ser del cielo signos

y el múrice convierta en escarlata,

porque Jezabel pueda

anteponer la púrpura a la seda.

Cargados mil camellos

de marfil y oro puro,

espolios son que os sirvan de tesoro,

con que alcázares bellos

os labre (que procuro

palacios de marfil a deidad de oro).

Hónrenlos vuestros ojos

y mezclando despojos

de la caza y la guerra,

yo valles conquistando, vos la sierra,

vencedores los dos: lloren enojos

enemigos agravios,

mientras este cristal sellan mis labios.

(Bésale una mano.)

Jezabel Ni la mano, rey, me pidas,

ni vitorioso blasones

conquistas de otras naciones

a tus banderas rendidas,

mientras en tu reino olvidas

tu desacato y mis penas;

que en balde triunfos ordenas

cuando haces de hazañas copia,

rebelde tu nación propia

y obedientes las ajenas.

Mano que el cetro interesa

(por tu causa) de Israel,

y menospreciada en él

tu reino todo no besa,

no es digna que en tal empresa

lisonjas tuyas admita:

sírvate el pueblo moabita,

y rebelde tu nación

desprecie mi religión,

si es bien que tal se permita.

Hija soy del rey sidonio,

por tu esposa me eligió,

presumí contigo yo

dar de mi amor testimonio;

coyundas del matrimonio

enlazan, tal vez ardientes,

dos corazones; no intentes

mostrar de tu amor extremos

porque mal nos uniremos

los dos en ley diferentes.

Baal es mi dios, Baal

satisface mis deseos;

dioses de los amorreos

tienen poder inmortal;

soberbio, no admite igual

el que en desprecio de Apolo

dice que de polo a polo,

autor de la noche y día,

gobierna sin compañía

y dios se intitula solo.

Ese verdugo de Egipto

que, cruel, tantos ha muerto;

ése que por un desierto

llevó número infinito

de hebreos y sin delito

cuarenta años desterrados

por veniales pecados

(criminal siempre con ellos,

cuchillo para sus cuellos)

fueron siempre castigados.

Por adorar a un becerro

dio muerte a una inmensidad.

¿Será de Dios tal crueldad,

tal castigo por tal yerro?

¿Para qué tanto destierro,

si darles luego podía

la tierra que prometía?

¿Para qué de Egipto huyendo,

si no fue porque temiendo

sus dioses, los perseguía?

Profeta falso, Moisén,

ocasionó tantos daños:

como brutos cuarenta años

entre páramos se ven.

Labróle en Jerusalén

templo después Salomón,

mas como su religión

juzgó por cosa de risa,

los dioses de la etiopisa

mudaron su adoración.

Las tres partes de la tierra

veneran (sino unos pocos

hebreos, ciegos y locos)

los dioses que el cielo encierra.

¿Diremos que el mundo yerra

y ellos solos acertaron?

Sabios que a Grecia ilustraron,

filósofos que nos dieron

las ciencias ¿todos mintieron?

¿todos, en fin, se engañaron?

¿Qué ceguedad, rey, es ésta?

No dije bien, que no es rey

quien, defensor de su ley,

los blasfemos no molesta.

Ten por cosa manifiesta

que entretanto que a Baal

con aplauso general

no reverencie Israel,

no has de hallar en Jezabel

agrado a tu amor igual.

(Llora.)

Acab Antes que el Sol de tu cara

(hechizo del alma mía)

eclipse la luz al día

que mis tinieblas repara,

llore el mundo en noche avara

oscuridades eternas;

enjugue lágrimas tiernas

que el alba envidie al llorarlas,

que es lástima malograrlas

cuando mis dichas gobiernas.

Adore Jerusalén

su dios en su templo de oro

que yo a Jezabel adoro

y al sacro Baal también.

Cuantos en mi reino estén

reverencien a Baal

por deidad universal,

pues Jezabel se le humilla;

quien no le hinque la rodilla

tenga pena capital.

De pórfido y jaspe hermoso

le labre templo sutil,

de alabastro y marfil,

del metal más generoso,

y a su culto religioso

consagre profetas tantos

que causen a Judá espantos

y a mi inclinación empleos;

dioses de los amorreos

ilustren altares santos,

bosques a sus sacrificios

plante en sus montes Samaria;

quien fuere de ley contraria

prevenga sus precipicios,

mi amor ha de dar indicios

de que soy amante fiel.

La corona de Israel

tiene en mi esposa su esfera;

quien no obedeciere, muera,

a mi hermosa Jezabel.

(Vase.)

Jezabel La jurisdición acepta

mi fe, que el rey me concede:

del Dios de Sión no quede

con vida ningún profeta;

quien a Baal se sujeta

venga a medrar su privanza;

el que me diere venganza

de cuantos siguen a Elías,

espere en promesas mías

y logrará su esperanza.

Aras a Baal levanten

cuantos en Samaria están;

seguiré de Jeroboán

cultos que a la fama espanten;

en selvas y bosques canten

himnos a la adoración

de los dioses de Sidón

y con festivos empleos

a cuantos los amorreos

consagran su adoración.

De mi mesa han de comer

sus sacerdotes manjares

dignos de quien sirve altares

que frecuenten mi poder.

Verá el mundo (aunque mujer)

mi gobierno en breves días;

honrad las deidades mías,

dejad leyes imperfetas.

¡Mueran los ciegos profetas

que siguen al falso Elías!

Por cada cabeza ofrezco,

que sirva al Dios de Abrahán,

hacerle mi capitán;

beber su sangre apetezco.

Si gobernaros merezco,

hijos nobles de Israel,

servid a Baal, que en él

todo nuestro bien estriba.

Decid ¡viva Baal!

Todos ¡Viva!

Jezabel ¿Quién más?

Todos ¡Viva Jezabel!

(Vanse con el aparato que entraron. Quédanse Raquel y Nabot.)

Nabot ¿Podrá darte los brazos

quien, tras la ausencia que dilata plazos,

el premio de esta guerra

cifra en la vista que el pesar destierra

(hermosa Raquel mía),

que el alma sin tus ojos padecía?

Raquel Podrás (esposo caro)

con ellos a mis ansias dar reparo,

que en su círculo espera

ser centro el alma de tan dulce esfera.

¿Cómo en Moab te ha ido?

¡Qué asustada en sus riesgos me has tenido!

Despierta te lloraba,

dormida mi recelo te soñaba

lastimosos despojos

de la Parca fatal; todo era enojos

todo es ya regocijo.

¡Qué gloria causa el bien tras mal prolijo!

Nabot Peligros tu memoria

atropelló, cantando la vitoria.

Postró al fiero moabita

Acab blasfemo, que la gloria quita

al Dios único y santo,

ingrato a tanta dicha, a triunfo tanto.

Raquel Tiénele loco y ciego,

rendido el amoroso y torpe fuego

de esta mujer lasciva,

que, idólatra, le postra y le cautiva.

Nabot Si ella el gobierno goza

de las tribus hebreas y destroza

leales, ya la igualo

a Pasifé.

Raquel Será Sardanapalo

rey que no se aconseja,

y afeminado su gobierno deja

a mujer enemiga

de la piadosa ley.

Nabot Dios nos castiga.

Raquel ¿Qué será, Nabot mió,

la causa que con tanto desvarío

Jezabel arrogante

persiga a nuestro Dios, aras levante

al ídolo sidonio

y a tanto simulacro de demonio?

Discreta es y no ignora

que quien al verdadero Dios adora

peligros asegura,

gozando en paz riquezas y hermosura.

Bien sabe los castigos

con que se venga de sus enemigos,

desde el sepulcro egipcio

(el mar Bermejo digo), precipicio

de tantos guerreadores

(abriéndose a Israel jardín de flores