La romera de Santiago - Tirso de Molina - E-Book

La romera de Santiago E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

La romera de Santiago es una obra teatral escrita por Tirso de Molina, uno de los más grandes dramaturgos del Siglo de Oro de la literatura española. Este texto se encuadra en el género de la comedia histórica y profana, con elementos característicos de la dramaturgia barroca española. En la obra, Tirso de Molina se inspira en las tradiciones y leyendas transmitidas por el romancero, un género poético de origen oral que ha recogido durante siglos las narraciones de los pueblos hispanos. El romancero, en sus distintas variantes, ha nutrido durante siglos la literatura española, aportando tramas, personajes y temas que han sido reutilizados y reinterpretados por los escritores. En La romera de Santiago, Tirso de Molina recurre a este rico acervo cultural para construir una historia que combina el entretenimiento con la reflexión moral. La trama, como es habitual en las comedias de este autor, está llena de enredos, equívocos y sorpresas que mantienen el interés del público hasta el final. El título de la obra hace referencia a la figura de la romera, una peregrina que realiza la romería a Santiago, una tradición de peregrinaje muy arraigada en España. Este personaje y su viaje proporcionan el marco en el que se desarrolla la acción de la obra. A pesar de su naturaleza profana, la obra también puede contener una dimensión espiritual, como es común en la obra de Tirso de Molina. En este sentido, el viaje de la romera podría interpretarse como una metáfora del camino de la vida, lleno de obstáculos y dificultades que deben ser superados para alcanzar la meta final. La romera de Santiago es una muestra más del talento de Tirso de Molina para crear obras teatrales de gran valor literario y profundidad temática a partir de las tradiciones populares.

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Tirso de Molina

La romera de Santiago

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La romera de Santiago.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-796-2.

ISBN rústica: 978-84-9816-518-0.

ISBN ebook: 978-84-9953-255-4.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 53

Jornada tercera 93

Libros a la carta 133

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

Personajes

El rey Ordoño

Linda, Infanta

Blanca, dama

Ximeno

Lauro

Doña Sol

Ortuño

El conde don Lisuardo

Relox, lacayo

El conde Garci-Fernández

Fruela

Ramiro

Urraca

Bermudo

Fávila

Criados

Música

Jornada primera

(Salen los que pudieren de acompañamiento, y el conde don Lisuardo, de camino, y Ordoño, rey de León, y doña Linda, infanta, su hermana, y siéntanse el rey Ordoño: y la infanta Linda.)

Ordoño ¿Conde?

Lisuardo ¡Señor!

Ordoño Escuchad.

La memoria de los reyes

hace asegurar las leyes

del temor y la lealtad,

con el premio y el castigo

que son los polos por donde

suelen navegarse, conde,

estos dos mares que digo.

Porque la definición

de la justicia es igual

medida que cada cual

con la pena o galardón

da lo que le toca. Yo

estoy de vos obligado,

y vos no tan bien pagado

como el valor mereció

de vuestra heroica persona,

puesto que para pagallo

es poco con tal vasallo

partir, conde, la corona,

y por ver si corresponde

la paga al valor igual,

quiero hacer un memorial

de vuestros servicios, conde.

Cuando el moro de Navarra,

en ofensa de León

quiso hacer ostentación

de su persona bizarra,

saliendo yo con la mía

del marte alarbe navarro,

al paso, vos tan bizarro

anduvistes aquel día

que nos dimos la batalla,

que cuerpo a cuerpe le distes

muerte y en fuga pusistes

toda la alarbe canalla;

y tanta africana Luna

metistes de esta ocasión

arrastrando por León,

que envidié vuestra fortuna

más que la de haber nacido

rey, en fin, porque es mayor

imperio el que da el valor

que el que en la tierra han tenido

los príncipes que nacieron

con la dicha de heredallo;

que a tan valiente vasallo

reyes llegar no pudieron.

Cuando sobre el feudo entró

Relox Fernández, el conde

de Castilla, hasta adonde

el Esla los pies bañó

a sus soberbios caballos,

sobre la puente del río

no mostró el romano brío

de Horacio para estorballos

el paso más valentía

que vos, pues a voces dijo

que erais rayo, que erais hijo

del Sol, Castilla, aquel día.

Cuando el moro cordobés

las cien doncellas pidió

que Mauregato le dio,

rey infame, vil leonés,

y le obligó mi respuesta

a que pusiese en campaña

de la morisma de España

cuanta gente al arco apresta,

adarga embraza y empuña,

lanza jineta aprestando

otro berberisco bando

por la gallega Coruña

haciendo empeñar el suelo

y que el África se asombre,

¿no levantastes el nombre

de Ordoño segundo al cielo?

Si estos los servicios son

del conde don Lisuardo,

y hacerle merced aguardo,

una Infanta de León,

legítima hermana mía,

sola los basta a pagar,

y hoy la mano os he de dar;

de más de que merecía

vuestra sangre este favor,

que no será la primera

que honrar vuestra casa espera.

Lisuardo A tanta merced, señor,

ni sé responder, ni acierto

a agradecer con razones;

bien que en tales ocasiones

es cordura el desacierto.

Considere vuestra alteza

lo que propone mejor,

porque le viene el favor

muy sobrado a mi nobleza.

Ordoño Yo tengo considerado,

conde, el favor que os he hecho,

y es justicia y es derecho,

razón y razón de estado;

porque, a granjear los dos,

conde, venimos así.

Tanto me conviene a mí

como os está bien a vos.

Linda, mi hermana, ha de ser

vuestra esposa, y dad la mano

a la infanta.

Lisuardo El soberano

favor me ha de enloquecer.

Ordoño Levántese, Linda, a dar

la mano al conde.

Linda Ocasión

es, según sus partes son,

que se pudo granjear

a costa de mis deseos.

Lisuardo Llegar a tanto en tan poco

me ha de hacer que goce loco

tan soberanos empleos;

traición parece que ha sido

al gusto y a la ventura.

Ordoño Quien pagar, conde, procura

lo mucho que habéis servido,

de esta suerte lo ha de hacer.

Vuestro valor os levanta

a la alteza de una infanta.

Lisuardo Solo os puede responder,

Ordoño, en esta ocasión,

para no caer en mengua,

el silencio, que en la lengua

no hay sentimiento en razón

del saber encarecer

tan nunca vistos favores.

Ordoño Si pudieran ser mayores

no los dudara de hacer.

Dé la mano vuestra alteza,

hermana, al conde.

Lisuardo Dejad

que imagine que es verdad

tanto bien, tanta grandeza

primero, Ordoño valiente,

generoso, heroico y justo,

porque el gusto como el susto

puede matar de repente.

Con mil vidas que perdiera

por vos, con que derramara

de sangre un mar, no bastara

para que comprar pudiera

lo menos del bien que aguardo

tan sin pensarlo.

Linda Yo estoy

pagada en saber que soy

del conde don Lisuardo.

Ésta es mi mano y con ella

el alma os rindo también.

Lisuardo Si no es sueño tanto bien,

loco estoy. Linda, más bella

que el Sol en belleza y nombre,

a tanto cristal, a tanto

del cielo y de amor espanto,

no hay alma que no se asombre

y mil tener estimara

para ofrecer con la mano

a vuestro pie soberano,

prodigio de la más rara

belleza que ha visto el suelo,

de cuya mano divina

con la mía el alma indina

mide al Sol rayo de hielo;

puesto que en empresa igual

más lince Amor, que Dios ciego

hoy trueca flechas de fuego

a cometas de cristal.

Pero, señor, ¿con qué intento

si esta merced me intentastes

hacer, ponerme mandastes

de camino? Un casamiento

tan alto, ¿no requería

galas cortesanas, antes

que cosas que tan distantes

son para tan grande día

como las botas y espuelas?

Perdonad, que enigmas son

tan notable prevención

de caminar, tantas velas

de plumas en mis criados,

tremolando al aire ya,

adonde copiando está

la primavera los prados

en las galas de colores

y a quien el Sol hace fiesta,

de cuya hermosa floresta

son clarines ruiseñores,

y tanto apercibimiento

como León sale a ver,

dando, Ordoño, en qué entender

al Sol, al abril y al viento,

y todo tan diferente

que obliga a esta admiración.

Ordoño No ha sido sin ocasión;

escuchadme atentamente.

Desde el día que tomé

la resolución postrera

de casaros con la infanta,

mi hermana, con su belleza

premiando vuestros servicios,

quise que las bodas nuestras

fuesen en un mismo día,

para juntar ambas fiestas

y para mostrar el gusto

que yo tengo, conde, en ellas,

porque corramos los dos

en el estado parejas;

pues para tomarle yo

fue necesario que hiciera

primero las de mi hermana,

que es obligación y endeuda

con que los varones nacen;

y aunque Polonia y Bohemia,

Flandes, Borgoña y Castilla

me la han pedido, más fuerza

las obligaciones, conde,

que os tengo, me han hecho, y éstas

con la merced de la infanta

aún no quedan satisfechas.

Ésta es la causa de haberos

mandado con la grandeza

que tenéis, conde, aprestada,

que os pusieseis las espuelas

para que, luego que a Linda

la mano dieseis, partiera

vuestra persona a tratar

mis bodas a Ingalaterra

con Margarita, segunda

hija de Enrico, tan bella,

que la fama pasó el mar

hasta León con las nuevas,

para cuyo efecto agora

en la Coruña os esperan

cuatro bajeles, redondos

escollos que el mar navegan,

tan valientes y veloces

caballos en la carrera,

del campo de las espumas,

que en pocos días las leguas

que hay desde allí hasta Plemúa

medirán, poniendo en ella

duda al viento si son hijos

de su propia ligereza.

En aqueste pliego, conde,

va la carta de creencia,

la instrucción y mi retrato.

Dadme los brazos y sepa

lngalaterra por vos

de la Corona leonesa

la grandeza y el valor.

Lisuardo Perdonara a vuestra alteza

la merced por la pensión

que viene, Ordoño, con ella.

Si fuera llevando a Linda

fuera donde el Sol no llega,

adonde trueca en la Libia

por átomos las arenas;

pero no sé con qué vida,

con qué esperanza sin ella

podré llegar donde voy.

Ordoño Con el gusto de la vuelta

la ausencia puede sufrirse.

Lisuardo Como el rigor de la ausencia

primero se ha de pasar,

es necesario que sea

el valor más confiado,

más valiente la paciencia,

más sufrida la memoria,

la esperanza más resuelta;

mas donde méritos faltan

justo es que haya en recompensa

tanto infierno a tanto cielo,

a tal gloria tanta pena.

Ordoño Esto, es tan forzoso, conde,

como veis, que porque fuera

a esta embajada con más

autoridad y grandeza

vuestra persona, he querido

honraros de esta manera,