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Ventura te dé Dios, hijo. Tirso de Molina Fragmento de la obra Jornada primera (Sale Otón, de estudiante, con el Arte de Antonio de Nebrija en la mano.) Otón: ¿Qué os hice yo, estrellas pías, que tanto me perseguís? ¿Qué confusión infundís en estas potencias mías? En un año que ha que intento, por dar a mis padres gusto, estudiar, y el Arte ajusto a mi torpe entendimiento; por más que, a costa del sueño, niego a la cama el tributo y decorando sin fruto soy más incapaz que un leño, la primer conjugación aún no he podido aprender, ni el primer tiempo saber, tarea de mi lición. ¿Por qué consientes, Apolo, si las ciencias te dan nombre, gastar tanto tiempo a un hombre sin saber un tiempo solo? Pues no bastan desengaños, ni el hallar por experiencia que el principio de la ciencia apetece tiernos años, más que mi madura edad, para que a mi padre ablande y que estudie no me mande con tanta incapacidad, cielos, más memoria os pido, porque soy siquiera amante, que el amor y él estudiante se infaman con el olvido. Amo a Rosela divina; pensar en ella es mi gloria, y si es para mi memoria su imagen anacardina, séalo, estudios, también, para que en mí os autoricen, que nunca se contradicen saber bien y querer bien. Ya es hora de dar lición; presto el preceptor vendrá; mas, ¿qué le aprovechará si en mí sus preceptos son lo que en el yunque el martillo? Ahora bien, decorar quiero aqueste tiempo primero. ¡Oh, quién pudiera infundillo todo sin salir de aquí! ¡Ánimo, ingenio de plomo! Purga parece que tomo.
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Seitenzahl: 101
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Tirso de Molina
Ventura te dé Dios, hijo
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Ventura te dé Dios, hijo.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-296-5.
ISBN rústica: 978-84-9816-537-1.
ISBN ebook: 978-84-9953-483-1.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 49
Jornada tercera 95
Libros a la carta 151
(Sale Otón, de estudiante, con el Arte de Antonio de Nebrija en la mano.)
Otón ¿Qué os hice yo, estrellas pías,
que tanto me perseguís?
¿Qué confusión infundís
en estas potencias mías?
En un año que ha que intento,
por dar a mis padres gusto,
estudiar, y el Arte ajusto
a mi torpe entendimiento;
por más que, a costa del sueño,
niego a la cama el tributo
y decorando sin fruto
soy más incapaz que un leño,
la primer conjugación
aún no he podido aprender,
ni el primer tiempo saber,
tarea de mi lición.
¿Por qué consientes, Apolo,
si las ciencias te dan nombre,
gastar tanto tiempo a un hombre
sin saber un tiempo solo?
Pues no bastan desengaños,
ni el hallar por experiencia
que el principio de la ciencia
apetece tiernos años,
más que mi madura edad,
para que a mi padre ablande
y que estudie no me mande
con tanta incapacidad,
cielos, más memoria os pido,
porque soy siquiera amante,
que el amor y él estudiante
se infaman con el olvido.
Amo a Rosela divina;
pensar en ella es mi gloria,
y si es para mi memoria
su imagen anacardina,
séalo, estudios, también,
para que en mí os autoricen,
que nunca se contradicen
saber bien y querer bien.
Ya es hora de dar lición;
presto el preceptor vendrá;
mas, ¿qué le aprovechará
si en mí sus preceptos son
lo que en el yunque el martillo?
Ahora bien, decorar quiero
aqueste tiempo primero.
¡Oh, quién pudiera infundillo
todo sin salir de aquí!
¡Ánimo, ingenio de plomo!
Purga parece que tomo.
El verbo es de sum, es, fui
el que me hace trasnochar
(Comienza a decorar paseándose, y mirando de cuando en cuando el Arte.)
y, me ocupa el tiempo todo.
Vaya, indicativo modo,
es el modo de mostrar.
Tempore presenti dice:
(Lee.) Luego, «en el tiempo presente»,
como aquesto se me asiente
al preceptor satisfice.
Dice luego, sum, yo soy,
es, tu eres. Adelante.
Est, aquél es. ¡Qué estudiante!
Aquesto basta por hoy.
Como el singular decore,
mañana sabré el plural
¡Que deprenda yo tan mal,
y que tan bién me enamore!
Cierro el Arte, y decorar
quiero. ¡Qué mal me acomodo!
Vaya. Indicativo modo,
(Paseándose.) es el modo de mostrar.
Tempore presenti, el tiempo
presente. Sum... ¡Ea, pues,
(Titubeando.) sum, significa... aquél es!
Sin provecho gasto el tiempo.
Si no abro el libro es en vano.
¡Que una cosa tan común
me cueste a mí tanto! Sum...
¡Ah, memoria dé villano!
(Lee.) Sum, yo soy, me enseña aquí.
Lo que por el libro aprendo
lo olvido luego en leyendo.
¡Cielo! ¿en qué estrella nací?
¡Ah, gramática maldita!
(Arroja el Arte.) ¡Mal haya quien te inventó!
Si no soy para ti yo,
¿quién a que estudie me incita?
Vete con la maldición
Arte de embelecos lleno;
de mi memoria veneno,
de mi ingenio confusión;
que ni te quiero aprender,
ni contigo es bien me asombre.
Si es natural en todo hombre
el deseo de saber,
y hace en mí tan poco fruto
la doctrina que me das,
no me llamen hombre más,
sino roble, estatua, bruto.
¿Hay tal desesperación?
El preceptor sale. ¡Ah, cielo!
(Sale Fulbio, maestro.)
Fulbio Otón: ¿el Arte en el suelo?
Bien se sabrá la lición.
Otón Arrójale la torpeza
que en mi vil memoria ves;
quizá entrará por los pies,
pues no entra por la cabeza.
Por Dios, que es hombre terrible
mi padre, pues en mi afrenta,
gramático hacerme intenta,
siendo en mí tan imposible.
Si a un verbo no hay dar alcance,
¿cuándo llegaré a su fin;
ni cómo sabrá latín
quien no sabe bien romance?
Aunque tengo padres, soy
de edad varonil, que encierra
más valor para la guerra
que para el arte en que estoy;
y si es bien que en esto notes,
no son mis años capaces
de facultad que a rapaces
muestran palmetas y azotes.
Fulbio Señor Otón, vuestro padre
tiene, por ser principal,
más nobleza que caudal;
y porque el estado os cuadre
a vuestro valor debido,
que estudiéis a cargo toma;
porque sus deudos que en Roma
por las letras han valido
hasta alcanzar el capelo,
prometen haceros hombre.
Estudiad, y no os asombre
la incapacidad que al cielo
queréis, ocioso, imputar.
Sabio vuestro padre os vea,
que no hay cosa que no sea
difícil al comenzar.
De la honra es breve atajo
el estudio que el cuerdo ama,
porque al templo de la fama
se entra por el del trabajo.
No cobra valor ni medra
la ociosidad regalada,
que una gota continuada
rompe la más dura piedra.
Uno y otro estudio venza
la memoria hasta que abrace
lo que os enseño, pues hace
la mitad el que comienza.
Alzad el Arte del suelo,
y estimadle en más, Otón.
Ea, decid la lición
que ayer os enseñé.
Otón ¡Ah, cielo!
Fulbio De ese verbo sustantivo
el primer tiempo me dad.
No os confundáis; comenzad.
Otón Comienzo. Nominativo,
sum...
Fulbio ¡Donoso majadero!
¿Nombre hacéis a sum, es, fui?
¿No es verbo?
Otón Dómine, sí.
Fulbio Pues decí el tiempo primero.
Otón ¿No fue en ese tiempo Adán?
Fulbio ¡A propósito fray Jarro!
¡Por cierto, ingenio bizarro
por discípulo me dan!
¿No os enseñé, impertinente,
los tiempos del verbo? Estaba...
Otón Ya... ya..., no se me acordaba.
Fulbio Pues decí el tiempo presente.
Otón El presente es bien bellaco,
si el cielo no lo socorre.
Moneda de vellón corre
y reinan Venus y Baco,
labra casas la lisonja;
es pescadora de caña
la verdad, la lealtad daña;
la ambición se metió monja.
Es ciencia la presunción,
ingenio la oscuridad;
el mentir sagacidad,
y grandeza el ser ladrón.
Vividor el que consiente;
buhonera la hermosura;
vende báculos la usura
y éste es el tiempo presente.
Y pues en él la ignorancia
vence a la sabiduría,
y en mí la dicha podría
ser de mayor importancia
que el latín que aprendo mal,
con vuestro Arte os avenid,
(Arrójale.) y a mi padre le decid
que no fuerce el natural
de su hijo con violencia,
que es hacer al cielo agravio,
y si me quiere hacer sabio
que me dé la suficiencia.
(Vase Otón.)
Fulbio El hombre ha dicho muy bien,
y me libra de un trabajo
que a tomarle yo a destajo
perdiera el seso también.
¡Jesús, qué gran matalote!
Más ha de un mes que le di
de lición a sum, es, fui,
que la abarca y el capote
del rústico más común
le aprendiera en media hora,
y sáleme el poste agora
con nominativo, sum.
¡Qué de Otones que me miran,
discretos en la opinión,
que para el Antonio son
tamquam asinus ad lyram!
(Vase Fulbio. Salen Rosela, dama, y Agudo.)
Rosela De modo contenta estoy,
que pues no hago acciones locas,
no muestro que hermana soy
de Césaro. Albricias pocas
por tales nuevas te doy.
¿Que mi hermano tanta estima
por sus letras ha alcanzado?
Agudo Toda Italia le sublima
por el más noble letrado
que lee cátedra de prima.
No tiene jurisperito
Europa sabio como él;
su nombre en Bolonia escrito
por las calles, el laurel
le ofrece.
Rosela Gozo infinito
con esas nuevas me das.
¡Qué alegre estará Honorato,
mi padre!
Agudo No quieras más,
que él solo al de Monferrato,
cuya guerra ya sabrás
que con el de Mantua tiene,
ha sido causa total
de las paces que previene.
Rosela Cuéntame eso.
Agudo Gloria igual
a ganar su valor viene.
Dos años ha, como sabes,
que sobre la posesión
de algunas ciudades graves,
que en esta comarca son
de Italia y Milán las llaves
el duque de Mantua viejo,
y el marqués de Monferrato,
los dos de la guerra espejo,
con militar aparato
perturban paz y consejo;
y remitiendo a la guerra
pareceres de letrados,
que el más sabio tal vez yerra,
de Italia los potentados
han convocado a su tierra.
Peleaban cada día,
y combatiendo murallas
la dicha y la valentía,
en asaltos y en batallas
se abrasaba Lombardía.
Y sin poder componellos
los que la paz intentaban,
la Ocasión andaba entre ellos,
de quien, ciegos, procuraban
sin verla, asir los cabellos.
Cansados de guerras, pues,
entró el papa de por medio,
llamando al duque y marqués;
y, para poner remedio
en tan prolijo interés,
mandó que buscar hiciesen
al más ilustre letrado
que las leyes conociesen,
en cuyo estudio y cuidado
sus pleitos comprometiesen.
Dio la diligencia prisa,
y volando a las ciudades
de Italia la fama, avisa
a las universidades
de Perusa, Fermo y Pisa.
Vienen letrados de Roma,
los suyos Bolonia apresta;
mas, Césaro, que los doma,
como el Sol se manifiesta
cuando entre estrellas asoma.
Rindiéronse a su opinión
cuantos ser jueces quisieran,
y no fue grande blasón,
pues también lo mismo hicieran
Bártulo, Baldo y Jasán.
Juez árbitro le nombraron
el duque y marqués al fin,
y después que le informaron,
de dar a sus guerras fin
y pasar los dos juraron
por su sabio parecer,
en la justicia resuelto,
que no admite corromper.
Y después de haber revuelto
todo el derecho, a vencer
vino el duque; pero dio
Césaro tales razones
y tan eficaz habló,
que a pesar de discusiones
a los dos apaciguó,
con que la hermosa Clemencia,
hija del duque, se case
con el conde de Placencia,
hijo del marqués, y pase
la guerra a bodas y herencia.
Vinieron los dos en esto,
y a Césaro aficionados,
en el gobierno le ha puesto
el duque de sus estados;
y el marqués, que ve compuesto
tan a su satisfacción
pleito tan largo y reñido,
en muestras de su afición
de joyas le ha enriquecido,
y una villa en posesión
y mayorazgo le ha dado,
premio de su mucha ciencia;
y para vos ha alcanzado,
siendo dama de Clemencia,
esperanzas de un condado,
con el esposo que os dé.
Ved lo que el estudio alcanza.
Rosela Pues de estado mejoré,
voluntad, a la mudanza
estatuas levantaré.
Villano padre dio el ser
al mío, que mejoró
con el trato mercader.
Bieldos en varas trocó
y el sembrar por el vender.
Admití la voluntad
que mostró tenerme Otón,
ilustre en esta ciudad,
creyendo de su afición
interesar calidad
a mi sangre con su amor,