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Adéntrate en el fascinante universo de "El amor médico", una comedia brillante y llena de enredos escrita por el genio del teatro español, Tirso de Molina. En esta obra maestra del Siglo de Oro, los corazones se cruzan y los secretos se revelan en un escenario de pasiones desenfrenadas y astutas artimañas.
Desde el momento en que el médico astuto y apasionado, Lisardo, decide usar sus conocimientos médicos para curar no solo el cuerpo sino también el corazón, la trama se despliega con una mezcla irresistible de humor y romanticismo. Con ingenio y picardía, Lisardo toma el papel de intermediario entre los amantes desdichados, desatando una serie de situaciones cómicas y equívocos que mantienen a la audiencia riendo y suspirando en cada giro.
La prosa ingeniosa de Tirso de Molina se entrelaza con personajes vibrantes que saltan del papel con una vida propia. La doncella enamorada, la dama despechada, el galán apasionado y el médico ingenioso se unen en un coro de emociones humanas en su máxima expresión. Las máscaras caen y las verdades emergen a medida que los deseos y las decepciones se entrelazan en una danza cautivadora.
"El amor médico" no solo es una comedia de enredos, sino también un reflejo de la condición humana en su búsqueda eterna del amor y la felicidad. Tirso de Molina nos muestra cómo el amor puede ser tanto la fuente de la risa como del sufrimiento, cómo los personajes traman estrategias y manipulan situaciones en nombre del corazón. A través de las risas y los momentos de ternura, la obra se convierte en una celebración de la pasión y el ingenio humanos.
Prepárate para sumergirte en un caleidoscopio de emociones y situaciones cómicas con "El amor médico". En esta comedia deliciosamente entretenida, los deseos y las artimañas se entrelazan en un torbellino que te dejará encantado y sonriente, recordándote que el amor es el motor que impulsa las más audaces y divertidas aventuras de la vida.
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Veröffentlichungsjahr: 2023
Copyright 2023
Cervantes Digital
All rights reserved
EL AMOR MÉDICO
Tirso de Molina
PERSONAJES
Acto I
[Escena I]
[Escena II]
[Escena III]
[Escena IV]
[Escena V]
[Escena VI]
[Escena VII]
[Escena VIII]
[Escena IX]
Acto II
[Escena I]
[Escena II]
[Escena III]
[Escena IV]
[Escena V]
[Escena VI]
[Escena VII]
[Escena VIII]
[Escena IX]
[Escena X]
[Escena XI]
[Escena XII]
[Escena XIII]
[Escena XIV]
[Escena XV]
Acto III
[Escena I]
[Escena II]
[Escena III]
[Escena IV]
[Escena V]
[Escena VI]
[Escena VII]
[Escena VIII]
[Escena IX]
[Escena X]
[Escena XI]
[Escena XII]
[Escena XIII]
[Escena XIV]
[Escena XV]
[Escena XVI]
[Escena XVII]
[Escena XVIII]
[Escena XIX]
[Escena XX]
PERSONAJES
DOÑA JERÓNIMA.
DON GASPAR.
DON GONZALO.
DOÑA ESTEFANÍA.
DON RODRIGO.
EL REY DON MANUEL.
DON ÍÑIGO.
DON MARTÍN.
TELLO, criado.
QUITERIA, criada.
DELGADO.
MACHADO.
UN PAJE.
Acompañamiento.
[La escena es en Sevilla y en Coimbra.]
Acto I
[Escena I]
[Sala en casa de DON GONZALO, en Sevilla.]
(Salen DOÑA JERÓNIMA y QUITERIA.)
DOÑA JERÓNIMA
¿Hay huésped más descortés?
¡Un mes en casa al regalo
y mesa de don Gonzalo,
y sin saber en un mes
qué mujer en ella habita, 5
o si lo sabe, que es llano,
blasonar de cortesano
y no hacerme una visita!
¡Jesús, Quiteria! Grosero
es, aunque vuelvas por él. 10
QUITERIA
Yo en lo que he notado dél,
perfeto le considero:
la persona, un pino de oro;
una alma en cualquiera acción;
de alegre conversación, 15
guardando en ella el decoro
que debe a su calidad;
en lo curioso, un armiño;
mas no afectando el aliño
que afemina nuestra edad; 20
mozo, lo que es suficiente
para prendar hermosuras;
mas no para travesuras
de edad, por poca, imprudente.
Júzgole yo de treinta años. 25
DOÑA JERÓNIMA
Pinta en él la perfección,
que el conde de Castellón
en su cortesano.
QUITERIA
Extraños
humores en ti ha causado
ese enojo que condeno: 30
ya no tendrá nada bueno
porque no te ha visitado.
Si ignora que en casa hay dama,
¿qué le culpas?
DOÑA JERÓNIMA
No lo creas;
que aunque abonarle deseas, 35
un mes de mesa y de cama
en casa, viendo criadas,
escuderos, coche y silla
-si no es que se usa en Castilla
en las más autorizadas 40
servirse los caballeros
de dueñas y de doncellas-,
sacado habrá ya por ellas
quién vive aquí.
QUITERIA
Forasteros
más tratan de su negocio, 45
que de tantas menudencias.
DOÑA JERÓNIMA
¡Qué alegas de impertinencias!
La curiosidad es ocio
de obligación en discretos;
que nunca están los cuidados 50
en ellos tan ocupados
que perjudiquen respetos
hijos de la cortesía,
y más en casas extrañas.
Porque veas que te engañas, 55
anoche a la celosía
del patio le vi bajar;
y para que no tuviese
disculpas, porque me oyese,
dije en voz alta: «Aguilar, 60
¿dónde dejáis a mi hermano?»
Y respondióme: «Señora,
iba a la Alameda agora.»
Entonces él, cortesano,
quitó a la reja el sombrero, 65
sin extrañar el oírme.
¿Osarás ahora decirme
que no peca de grosero
quien, sin hacer novedad
de escuchar que en casa había 70
hermana, la suponía?
QUITERIA
Culpa la severidad
de tu hermano. Mas ¿pasó
sin hablarte?
DOÑA JERÓNIMA
Hizo un pequeño
comedimiento, y risueño 75
en la otra cuadra se entró.
QUITERIA
Es tan negro circunspeto
mi señor, que habrá mostrado
en que no te vea, cuidado,
y don Gaspar, tan discreto, 80
que le adivinará el gusto.
¿Mas que nunca en él te habló
después que está en casa?
DOÑA JERÓNIMA
No;
que corno muestra disgusto
porque no me determino 85
en admitir persuasiones
casamenteras, pasiones
de hermano a que no me inclino,
le ocasionan a no hablarme
dos meses ha.
QUITERIA
No me espanto; 90
haste embebecido tanto
en latines, que a cansarme
llego yo, sin que me importe,
cuanto y más quien se encargó
de ti desde que murió 95
tu padre.
DOÑA JERÓNIMA
Yo sigo el norte
de mi inclinación, ¿qué quieres?
Mi señor se recreaba
de oírme, cuando estudiaba.
¿Siempre han de estar las mujeres 100
sin pasar la raya estrecha
de la aguja y la almohadilla?
Celebre alguna Sevilla,
que en las ciencias aprovecha.
De ordinario los vasallos 105
suelen imitar su rey
en las costumbres y ley;
si da en armas y en caballos,
soldados y caballeros
son el sabio y ignorante, 110
enamorados si amante,
si ambicioso, lisonjeros.
Dicen que en Indias hay gente
que porque a un cacique vieron
sin un diente, todos dieron 115
luego en sacarse otro diente.
La reina Doña Isabel,
que a tanta hazaña dió fin,
empieza a estudiar latín,
y es su preceptora en él 120
otra que por peregrina
no hay ingenio que no asombre,
tanto que olvidan su nombre
y la llaman la Latina.
Por esto quiero imitalla. 125
QUITERIA
Haces bien; mas dese modo,
procura imitarla en todo,
por mujer y por vasalla:
cásate, pues se casó.
DOÑA JERÓNIMA
Dame tú un rey Don Fernando 130
que, a Castilla gobernando,
me deje estudiar, que yo
haré mis dichas iguales.
El matrimonio es Argel,
la mujer cautiva en él; 135
las artes son liberales
porque hacen que libre viva
a quien en ellas se emplea:
¿Cómo querrás tú que sea
a un tiempo libre y cautiva? 140
QUITERIA
Yo no te sé responder,
porque no sé argumentar;
pero, ¿por qué ha de estudiar
medicina una mujer?
DOÑA JERÓNIMA
Porque estimo la salud, 145
que anda en poder de ignorantes.
¿Piensas tú que seda y guantes
de curar tienen virtud?
Engáñaste si lo piensas;
desvelos y naturales 150
son las partes principales,
que con vigilias inmensas
hacen al médico sabio.
Por ver si a mi patria puedo
aprovechar, contra el miedo 155
que a la salud hace agravio.
¿No es lástima que examinen
a un albéitar herrador,
un peraile, a un tundidor,
y que antes que determinen 160
que pratique su ejercicio
aprueben su suficiencia;
y la medicina, ciencia
que no tiene por oficio
menos que el dar o quitar 165
la vida, que tanto importa,
con una asistencia corta
de escuelas, un platicar
dos años, a la gualdrapa
de un dotor en ella experto 170
porque más hombres ha muerto,
prolijo de barba y capa,
en habiendo para mula,
luego quede graduado,
antes de ser licenciado, 175
de dotor? Quien no regula
estos peligros, ¿no es necio?
QUITERIA
Cuanto a esa parte, estoy bien
con lo que dices.
DOÑA JERÓNIMA
¡Que den
joya que no tiene precio, 180
ni se puede restaurar,
a un bárbaro desa suerte!
QUITERIA
Y aun no dan de balde muerte;
que se la hemos de pagar.
Diz que en Madrid enseñaba 185
cierto verdugo su oficio
no sé a qué aprendiz novicio,
y viendo que no acertaba,
puesto sobre un espantajo
de paja, aquellas acciones 190
infames de sus liciones,
le echó la escalera abajo,
diciéndole: «Andad, señor,
y pues estáis desahuciado
para oficio de hombre honrado, 195
estudiad para dotor.»
DOÑA JERÓNIMA
¡Cosa extraña, que en cualquiera
arte, por poco que valga,
haya aprendiz que no salga
con ella, echándole fuera, 200
y que en ésta no ha de haber
médico que desechar,
Quiteria!
QUITERIA
Para matar,
poca ciencia es menester.
Tuvo un pobre una postema 205
(dicen que oculta en un lado),
y estaba desesperado
de ver la ignorante flema
con que el dotor le decía:
«En no yéndoos a la mano 210
en beber, moríos, hermano,
porque ésa es hidropesía.»
Ordenóle una receta,
y cuando le llegó a dar
la pluma para firmar, 215
la mula, que era algo inquieta,
asentóle la herradura
(emplasto dijera yo)
en el lado, y reventó
la postema ya madura; 220
con que, cesando el dolor,
dijo, mirándola abierta:
«En postemas, más acierta
la mula que su dotor.»
DOÑA JERÓNIMA
Pues por eso determino 225
irme tras el natural,
que aprenden todos tan mal,
ya que en su estudio me inclino.
QUITERIA
Volverás por el desprecio
de los médicos ansí. 230
DOÑA JERÓNIMA
Y por el que hizo de mí
nuestro forastero necio.
QUITERIA
¿Ahí tornamos?
DOÑA JERÓNIMA
Me ha enfadado
el poco caso que ha hecho
de mí. ¿Sabes qué sospecho? 235
Que le trae tan desvelado
la dama que en Madrid deja,
que no le dan pensamientos
lugar para cumplimientos.
QUITERIA
Eso agora ya es conseja. 240
¿Qué nos faltaba si hubiera
correspondencias constantes?
Ya obligaciones y guantes
se gastan de una manera.
Amadises y Macías 245
alambicaban celebros.
Y habitando Beltenebros
libros de caballerías,
tienen esa calidad;
que los de ahora, si lo notas, 250
en calzándose las botas,
descalzan la voluntad.
DOÑA JERÓNIMA
Pues hagamos la experiencia.
QUITERIA
¿Cómo la habemos de hacer?
DOÑA JERÓNIMA
Vile anoche revolver 255
papeles, sin advertencia
de que acecharle podían.
QUITERIA
¿Por dónde?
DOÑA JERÓNIMA
Por el espacio
de la llave.
QUITERIA
¡Qué despacio
tus desvelos te tenían! 260
DOÑA JERÓNIMA
¿Qué quieres? La privación
es causa del apetito;
no haberme visto es delito
que ofende mi presunción.
Y dije entre mí: «Sepamos 265
quién puede este Adonis ser,
que no se nos deja ver,
temeroso de que aojamos.»
Estaba el tal en jubón,
con calzones de tabí 270
de naranjado y turqui,
y con tal satisfacción
de sí, que de cuando en cuando,
Narciso de sus despojos,
se andaba todo en sus ojos, 275
por sí mismo paseando.
QUITERIA
Ya eso fué mucho notar.
DOÑA JERÓNIMA
Si él fuera al paso discreto
que galán, yo te prometo
que llevara qué soñar, 280
porque es su disposición
por gallarda, peregrina.
QUITERIA
Y eso ¿está en la medicina?
DOÑA JERÓNIMA
No; pero en mi inclinación.
Advertí, pues, que leyendo 285
papeles, ya los doblaba,
ya otra vez los repasaba,
con los primeros riyendo,
con los otros suspirando;
y aunque no los entendí 290
(que los leyó para sí),
dije: «¿Riendo y llorando?
Aunque adivino en bosquejo,
afectos sentís de amante;
que siempre imita al semblante 295
de quien se mira, el espejo.»
No los leyó una vez sola,
antes para segundar
los mismos, despabilar
quiso la vela y matóla; 300
conque le forzó a acostarse,
y a mí, riendo, a volverme
a la cama. Entretenerme
pudiera, a no desmandarse
en mí su imaginación, 305
que de principios pequeños,
apadrinándola sueños,
es ya mal de corazón.
Yo tengo celos, Quiteria,
y he de ver, pues me maltratan, 310
de qué estos papeles tratan.
QUITERIA
¡Qué bien medraste en la feria!
¿Dónde, pues, hemos de hallarlos?
DOÑA JERÓNIMA
Las navetas los tendrán
de aquel contador, que están 315
sin llaves para guardarlos.
Salgamos dese cuidado.
QUITERIA
Vamos, porque le asegures,
y enferma, para que cures,
la ciencia que has estudiado, 320
que uno y otro es frenesí.
DOÑA JERÓNIMA
En accidentes de amor,
no cura bien el dotor
que no cura para sí.
[Escena II]
[Una calle de Sevilla.]
(Salen DON GASPAR, DON GONZALO y MACHADO.)
DON GONZALO
Yo sé que no habéis de echar, 325
mientras estéis en Sevilla,