El amor médico - Tirso de Molina - E-Book

El amor médico E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

Adéntrate en el fascinante universo de "El amor médico", una comedia brillante y llena de enredos escrita por el genio del teatro español, Tirso de Molina. En esta obra maestra del Siglo de Oro, los corazones se cruzan y los secretos se revelan en un escenario de pasiones desenfrenadas y astutas artimañas.

Desde el momento en que el médico astuto y apasionado, Lisardo, decide usar sus conocimientos médicos para curar no solo el cuerpo sino también el corazón, la trama se despliega con una mezcla irresistible de humor y romanticismo. Con ingenio y picardía, Lisardo toma el papel de intermediario entre los amantes desdichados, desatando una serie de situaciones cómicas y equívocos que mantienen a la audiencia riendo y suspirando en cada giro.

La prosa ingeniosa de Tirso de Molina se entrelaza con personajes vibrantes que saltan del papel con una vida propia. La doncella enamorada, la dama despechada, el galán apasionado y el médico ingenioso se unen en un coro de emociones humanas en su máxima expresión. Las máscaras caen y las verdades emergen a medida que los deseos y las decepciones se entrelazan en una danza cautivadora.

"El amor médico" no solo es una comedia de enredos, sino también un reflejo de la condición humana en su búsqueda eterna del amor y la felicidad. Tirso de Molina nos muestra cómo el amor puede ser tanto la fuente de la risa como del sufrimiento, cómo los personajes traman estrategias y manipulan situaciones en nombre del corazón. A través de las risas y los momentos de ternura, la obra se convierte en una celebración de la pasión y el ingenio humanos.

Prepárate para sumergirte en un caleidoscopio de emociones y situaciones cómicas con "El amor médico". En esta comedia deliciosamente entretenida, los deseos y las artimañas se entrelazan en un torbellino que te dejará encantado y sonriente, recordándote que el amor es el motor que impulsa las más audaces y divertidas aventuras de la vida.

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EL AMOR MÉDICO

Tirso de Molina

 

PERSONAJES

Acto I

[Escena I]

[Escena II]

[Escena III]

[Escena IV]

[Escena V]

[Escena VI]

[Escena VII]

[Escena VIII]

[Escena IX]

Acto II

[Escena I]

[Escena II]

[Escena III]

[Escena IV]

[Escena V]

[Escena VI]

[Escena VII]

[Escena VIII]

[Escena IX]

[Escena X]

[Escena XI]

[Escena XII]

[Escena XIII]

[Escena XIV]

[Escena XV]

Acto III

[Escena I]

[Escena II]

[Escena III]

[Escena IV]

[Escena V]

[Escena VI]

[Escena VII]

[Escena VIII]

[Escena IX]

[Escena X]

[Escena XI]

[Escena XII]

[Escena XIII]

[Escena XIV]

[Escena XV]

[Escena XVI]

[Escena XVII]

[Escena XVIII]

[Escena XIX]

[Escena XX]

 

PERSONAJES

DOÑA JERÓNIMA.

DON GASPAR.

DON GONZALO.

DOÑA ESTEFANÍA.

DON RODRIGO.

EL REY DON MANUEL.

DON ÍÑIGO.

DON MARTÍN.

TELLO, criado.

QUITERIA, criada.

DELGADO.

MACHADO.

UN PAJE.

Acompañamiento.

[La escena es en Sevilla y en Coimbra.]

Acto I

 

[Escena I]

 

[Sala en casa de DON GONZALO, en Sevilla.]

(Salen DOÑA JERÓNIMA y QUITERIA.)

DOÑA JERÓNIMA

¿Hay huésped más descortés?

¡Un mes en casa al regalo

y mesa de don Gonzalo,

y sin saber en un mes

qué mujer en ella habita, 5

o si lo sabe, que es llano,

blasonar de cortesano

y no hacerme una visita!

¡Jesús, Quiteria! Grosero

es, aunque vuelvas por él. 10

QUITERIA

Yo en lo que he notado dél,

perfeto le considero:

la persona, un pino de oro;

una alma en cualquiera acción;

de alegre conversación, 15

guardando en ella el decoro

que debe a su calidad;

en lo curioso, un armiño;

mas no afectando el aliño

que afemina nuestra edad; 20

mozo, lo que es suficiente

para prendar hermosuras;

mas no para travesuras

de edad, por poca, imprudente.

Júzgole yo de treinta años. 25

DOÑA JERÓNIMA

Pinta en él la perfección,

que el conde de Castellón

en su cortesano.

QUITERIA

Extraños

humores en ti ha causado

ese enojo que condeno: 30

ya no tendrá nada bueno

porque no te ha visitado.

Si ignora que en casa hay dama,

¿qué le culpas?

DOÑA JERÓNIMA

No lo creas;

que aunque abonarle deseas, 35

un mes de mesa y de cama

en casa, viendo criadas,

escuderos, coche y silla

-si no es que se usa en Castilla

en las más autorizadas 40

servirse los caballeros

de dueñas y de doncellas-,

sacado habrá ya por ellas

quién vive aquí.

QUITERIA

Forasteros

más tratan de su negocio, 45

que de tantas menudencias.

DOÑA JERÓNIMA

¡Qué alegas de impertinencias!

La curiosidad es ocio

de obligación en discretos;

que nunca están los cuidados 50

en ellos tan ocupados

que perjudiquen respetos

hijos de la cortesía,

y más en casas extrañas.

Porque veas que te engañas, 55

anoche a la celosía

del patio le vi bajar;

y para que no tuviese

disculpas, porque me oyese,

dije en voz alta: «Aguilar, 60

¿dónde dejáis a mi hermano?»

Y respondióme: «Señora,

iba a la Alameda agora.»

Entonces él, cortesano,

quitó a la reja el sombrero, 65

sin extrañar el oírme.

¿Osarás ahora decirme

que no peca de grosero

quien, sin hacer novedad

de escuchar que en casa había 70

hermana, la suponía?

QUITERIA

Culpa la severidad

de tu hermano. Mas ¿pasó

sin hablarte?

DOÑA JERÓNIMA

Hizo un pequeño

comedimiento, y risueño 75

en la otra cuadra se entró.

QUITERIA

Es tan negro circunspeto

mi señor, que habrá mostrado

en que no te vea, cuidado,

y don Gaspar, tan discreto, 80

que le adivinará el gusto.

¿Mas que nunca en él te habló

después que está en casa?

DOÑA JERÓNIMA

No;

que corno muestra disgusto

porque no me determino 85

en admitir persuasiones

casamenteras, pasiones

de hermano a que no me inclino,

le ocasionan a no hablarme

dos meses ha.

QUITERIA

No me espanto; 90

haste embebecido tanto

en latines, que a cansarme

llego yo, sin que me importe,

cuanto y más quien se encargó

de ti desde que murió 95

tu padre.

DOÑA JERÓNIMA

Yo sigo el norte

de mi inclinación, ¿qué quieres?

Mi señor se recreaba

de oírme, cuando estudiaba.

¿Siempre han de estar las mujeres 100

sin pasar la raya estrecha

de la aguja y la almohadilla?

Celebre alguna Sevilla,

que en las ciencias aprovecha.

De ordinario los vasallos 105

suelen imitar su rey

en las costumbres y ley;

si da en armas y en caballos,

soldados y caballeros

son el sabio y ignorante, 110

enamorados si amante,

si ambicioso, lisonjeros.

Dicen que en Indias hay gente

que porque a un cacique vieron

sin un diente, todos dieron 115

luego en sacarse otro diente.

La reina Doña Isabel,

que a tanta hazaña dió fin,

empieza a estudiar latín,

y es su preceptora en él 120

otra que por peregrina

no hay ingenio que no asombre,

tanto que olvidan su nombre

y la llaman la Latina.

Por esto quiero imitalla. 125

QUITERIA

Haces bien; mas dese modo,

procura imitarla en todo,

por mujer y por vasalla:

cásate, pues se casó.

DOÑA JERÓNIMA

Dame tú un rey Don Fernando 130

que, a Castilla gobernando,

me deje estudiar, que yo

haré mis dichas iguales.

El matrimonio es Argel,

la mujer cautiva en él; 135

las artes son liberales

porque hacen que libre viva

a quien en ellas se emplea:

¿Cómo querrás tú que sea

a un tiempo libre y cautiva? 140

QUITERIA

Yo no te sé responder,

porque no sé argumentar;

pero, ¿por qué ha de estudiar

medicina una mujer?

DOÑA JERÓNIMA

Porque estimo la salud, 145

que anda en poder de ignorantes.

¿Piensas tú que seda y guantes

de curar tienen virtud?

Engáñaste si lo piensas;

desvelos y naturales 150

son las partes principales,

que con vigilias inmensas

hacen al médico sabio.

Por ver si a mi patria puedo

aprovechar, contra el miedo 155

que a la salud hace agravio.

¿No es lástima que examinen

a un albéitar herrador,

un peraile, a un tundidor,

y que antes que determinen 160

que pratique su ejercicio

aprueben su suficiencia;

y la medicina, ciencia

que no tiene por oficio

menos que el dar o quitar 165

la vida, que tanto importa,

con una asistencia corta

de escuelas, un platicar

dos años, a la gualdrapa

de un dotor en ella experto 170

porque más hombres ha muerto,

prolijo de barba y capa,

en habiendo para mula,

luego quede graduado,

antes de ser licenciado, 175

de dotor? Quien no regula

estos peligros, ¿no es necio?

QUITERIA

Cuanto a esa parte, estoy bien

con lo que dices.

DOÑA JERÓNIMA

¡Que den

joya que no tiene precio, 180

ni se puede restaurar,

a un bárbaro desa suerte!

QUITERIA

Y aun no dan de balde muerte;

que se la hemos de pagar.

Diz que en Madrid enseñaba 185

cierto verdugo su oficio

no sé a qué aprendiz novicio,

y viendo que no acertaba,

puesto sobre un espantajo

de paja, aquellas acciones 190

infames de sus liciones,

le echó la escalera abajo,

diciéndole: «Andad, señor,

y pues estáis desahuciado

para oficio de hombre honrado, 195

estudiad para dotor.»

DOÑA JERÓNIMA

¡Cosa extraña, que en cualquiera

arte, por poco que valga,

haya aprendiz que no salga

con ella, echándole fuera, 200

y que en ésta no ha de haber

médico que desechar,

Quiteria!

QUITERIA

Para matar,

poca ciencia es menester.

Tuvo un pobre una postema 205

(dicen que oculta en un lado),

y estaba desesperado

de ver la ignorante flema

con que el dotor le decía:

«En no yéndoos a la mano 210

en beber, moríos, hermano,

porque ésa es hidropesía.»

Ordenóle una receta,

y cuando le llegó a dar

la pluma para firmar, 215

la mula, que era algo inquieta,

asentóle la herradura

(emplasto dijera yo)

en el lado, y reventó

la postema ya madura; 220

con que, cesando el dolor,

dijo, mirándola abierta:

«En postemas, más acierta

la mula que su dotor.»

DOÑA JERÓNIMA

Pues por eso determino 225

irme tras el natural,

que aprenden todos tan mal,

ya que en su estudio me inclino.

QUITERIA

Volverás por el desprecio

de los médicos ansí. 230

DOÑA JERÓNIMA

Y por el que hizo de mí

nuestro forastero necio.

QUITERIA

¿Ahí tornamos?

DOÑA JERÓNIMA

Me ha enfadado

el poco caso que ha hecho

de mí. ¿Sabes qué sospecho? 235

Que le trae tan desvelado

la dama que en Madrid deja,

que no le dan pensamientos

lugar para cumplimientos.

QUITERIA

Eso agora ya es conseja. 240

¿Qué nos faltaba si hubiera

correspondencias constantes?

Ya obligaciones y guantes

se gastan de una manera.

Amadises y Macías 245

alambicaban celebros.

Y habitando Beltenebros

libros de caballerías,

tienen esa calidad;

que los de ahora, si lo notas, 250

en calzándose las botas,

descalzan la voluntad.

DOÑA JERÓNIMA

Pues hagamos la experiencia.

QUITERIA

¿Cómo la habemos de hacer?

DOÑA JERÓNIMA

Vile anoche revolver 255

papeles, sin advertencia

de que acecharle podían.

QUITERIA

¿Por dónde?

DOÑA JERÓNIMA

Por el espacio

de la llave.

QUITERIA

¡Qué despacio

tus desvelos te tenían! 260

DOÑA JERÓNIMA

¿Qué quieres? La privación

es causa del apetito;

no haberme visto es delito

que ofende mi presunción.

Y dije entre mí: «Sepamos 265

quién puede este Adonis ser,

que no se nos deja ver,

temeroso de que aojamos.»

Estaba el tal en jubón,

con calzones de tabí 270

de naranjado y turqui,

y con tal satisfacción

de sí, que de cuando en cuando,

Narciso de sus despojos,

se andaba todo en sus ojos, 275

por sí mismo paseando.

QUITERIA

Ya eso fué mucho notar.

DOÑA JERÓNIMA

Si él fuera al paso discreto

que galán, yo te prometo

que llevara qué soñar, 280

porque es su disposición

por gallarda, peregrina.

QUITERIA

Y eso ¿está en la medicina?

DOÑA JERÓNIMA

No; pero en mi inclinación.

Advertí, pues, que leyendo 285

papeles, ya los doblaba,

ya otra vez los repasaba,

con los primeros riyendo,

con los otros suspirando;

y aunque no los entendí 290

(que los leyó para sí),

dije: «¿Riendo y llorando?

Aunque adivino en bosquejo,

afectos sentís de amante;

que siempre imita al semblante 295

de quien se mira, el espejo.»

No los leyó una vez sola,

antes para segundar

los mismos, despabilar

quiso la vela y matóla; 300

conque le forzó a acostarse,

y a mí, riendo, a volverme

a la cama. Entretenerme

pudiera, a no desmandarse

en mí su imaginación, 305

que de principios pequeños,

apadrinándola sueños,

es ya mal de corazón.

Yo tengo celos, Quiteria,

y he de ver, pues me maltratan, 310

de qué estos papeles tratan.

QUITERIA

¡Qué bien medraste en la feria!

¿Dónde, pues, hemos de hallarlos?

DOÑA JERÓNIMA

Las navetas los tendrán

de aquel contador, que están 315

sin llaves para guardarlos.

Salgamos dese cuidado.

QUITERIA

Vamos, porque le asegures,

y enferma, para que cures,

la ciencia que has estudiado, 320

que uno y otro es frenesí.

DOÑA JERÓNIMA

En accidentes de amor,

no cura bien el dotor

que no cura para sí.

 

 

[Escena II]

 

[Una calle de Sevilla.]

 

(Salen DON GASPAR, DON GONZALO y MACHADO.)

DON GONZALO

Yo sé que no habéis de echar, 325

mientras estéis en Sevilla,