La venganza del profesor de matemáticas - Jordi Sierra i Fabra - E-Book

La venganza del profesor de matemáticas E-Book

Jordi Sierra i Fabra

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Beschreibung

El temido profesor de matemáticas está a punto de jubilarse, aunque sigue en su empeño de que sus alumnos comprendan la importancia de su asignatura. Cuando es víctima inesperada de una broma preparada para otra persona, decide dar una lección a tres de sus alumnos que no podrán olvidar. Deberán ir a su casa y pasar una serie de pruebas para poder aprobar la asignatura.

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Seitenzahl: 110

Veröffentlichungsjahr: 2017

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Índice

Querido Lector

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Agradecimientos

Créditos

Querido lector

Durante los últimos años, me he dedicado a «matar» profes, aunque no en el sentido literal de la palabra. En El asesinato del profesor de matemáticas (El Duende Verde n.º 123) se trataba de resolver un extraño crimen. En El asesinato de la profesora de lengua (El Duende Verde n.º 152), una maestra enloquecía y era ella la que se convertía en presunta asesina. En El asesinato del profesor de música (El Duende Verde n.º 177), la trama giraba en torno a un secuestro y un posible deceso espantosamente orquestado (y nunca mejor dicho lo de orquestado, ya que hablamos de música). En El asesinato de la profesora de ciencias (El Duende Verde n.º 196), otra maestra la emprendía a venenazos con sus tres peores pesadillas, responsables de haberle destrozado el laboratorio de física y química.

Pues bien, se acabaron los asesinatos. Ahora… toca venganza.

Y como las matemáticas siguen siendo un juego, por mucho que nos las hagan tragar con el aceite de ricino de su im-por-tan-cia y tras-cen-den-cia, nada mejor que este libro, en el que un loco, loquísimo profe, amante de la magia, la informática y los videojuegos, pone en un brete a tres de sus alumnos, dos de ellos aparentemente negados para las mates.

Si tenéis un profe igual, cuidado.

Y si eres profe…, ya sabes qué hacer con tus cabezas cuadradas.

¡Felices matemáticas!

julio 2016

Capítulo

(Primer número que no es número primo, sin contar el cero, naturalmente, ¡graciosos!)

1

LA NOTICIA de que el perverso DOS se jubilaba corrió como un reguero de pólvora por la escuela.

Fue un tsunami.

¡DOS se iba! ¡DOS terminaba! ¡Adiós al implacable genio de las matemáticas! ¡Fin de una era! Ah… Por lo menos una nueva generación de estudiantes iba a librarse de su presencia en las aulas.

Aunque no faltó el que dijo aquello de:

—Más vale malo conocido que bueno por conocer.

Se le echaron todos encima.

¡Era imposible que hubiera alguien más malo que DOS!

Y en el fondo… no es que fuera mal tipo, pero estaba tan y tan loco por las matemáticas, las adoraba TANTO, que todo lo que no fuera la perfección le producía tristeza, y la tristeza le llevaba a catear a todo el mundo «por su bien».

—Es por tu bien —decía—. Un día me lo agradecerás.

—Ya, un día, pero mientras tanto mi madre me va a matar —respondía el afectado por la rigurosidad de DOS.

Nacho y Quique, los más cateados de la clase, y su inseparable Dory, que era hermana de Quique y adoraba a Nacho, lo hablaron mucho aquel día, a la salida del cole.

—Pero ¿seguro, seguro?

—Que sí, que se jubila.

—¡Si parecía eterno!

—Pues no lo es. A fines de junio, adiós.

—O sea que antes tendrá tiempo de suspendernos para que pasemos otro verano estudiando.

La lógica de Nacho era elemental.

—A lo mejor este año tienes más suerte —dijo Dory.

—¿Cuándo he tenido yo suerte? —lamentó Nacho—. ¡Seguro que querrá irse a lo grande, batiendo su propio récord de suspensos!

El récord estaba en un 92% de una clase.

DOS se llamaba en realidad Donato Olmedo Salvador. Le apodaban DOS por las iniciales de su nombre y porque el dos era el primer número primo.

DOS era un fanático de los números primos.

—¡Todo el mundo tendría que llevar una tabla con los números primos, al menos del uno al cien, pero mejor del uno al mil! ¡Es tan fundamental como la tabla de los elementos para entender la física y la química!

Nadie entendía su manía por los números primos.

¿De qué servía saber eso?

—¡Ah, qué belleza! —se expresaba DOS con absoluto apasionamiento—. ¡No hay nada más hermoso que un número primo, tan individual, tan propio, tan exclusivo, solo divisible por sí mismo o por uno! ¡Qué carácter! ¡Qué rebeldía! ¡El mejor ejemplo de fuerza en este dichoso mundo globalizado de hoy, en el que todo bicho viviente hace lo mismo!

¡DOS estaba enamorado de los números primos!

En consecuencia, ellos los detestaban.

Pero algunos se habían tenido que aprender de memoria, al menos del uno al cien.

En los días siguientes a la divulgación de la noticia, todo fueron especulaciones en la escuela. De pronto DOS se convirtió en trending topic hablado, en lo más viral del momento. Y empezaron los rumores, sobre su vida, sus aficiones, y el misterio que siempre había envuelto su espectacular y extraña casona, a las afueras de la localidad. Incluso se preguntaban qué haría una vez jubilado. ¡Era soltero, misterioso, peculiar…!

Ninguno de ellos se atrevía a pasar cerca de la casa.

—Hemos de estar más unidos que nunca —resumió la situación Nacho—. Y apoyarnos. ¡Todos contra DOS! —se juramentaron.

Dory ayudaba en lo que podía a su hermano Quique y a su querido Nacho. Vivían cerca y solían estudiar juntos. No es que fuera la mejor, pero sí razonaba de manera muy distinta a ellos dos, y era mucho más calmada, reflexiva. Lo que más compartían los tres era su amor por leer. Devoraban libros, y los compraban dividiendo el costo en tres partes. Así se los quedaban, porque a la biblioteca había que devolverlos. A Dory le gustaban los de fantasía, a Quique los policíacos y a Nacho las novelas de acción con un toque realista. Pero lo leían todo.

Más de una vez eso les había salvado la vida, y aprobar en un examen, porque algo de lo que se preguntaba lo habían leído antes en un libro.

Faltaba una semana para los exámenes…

Capítulo

(Primer número que es número primo)

2

CUANDO DOS entró en clase, se hizo el silencio.

El profesor de matemáticas paseó una mirada perspicaz por todos y cada uno de ellos.

Sonrió.

—Habéis oído decir que me jubilo, ¿verdad?

Nadie respondió.

—Solo espero que mi sustituto el próximo año sea tan bueno como yo —dijo él.

¡Encima presumido!

Nacho le dirigió la más torva de sus miradas.

A su lado, Dory le lanzó una patada para que no abriera la boca. Le conocía bien.

—Imagino que muchos os alegraréis de mi marcha.

Silencio.

—Y sin embargo, sé que un día me recordaréis con afecto.

Más silencio.

—Chicos, chicas. —El profesor abrió las manos en un repentino gesto de paz. Incluso sus ojos destilaban ternura. Casi parecía otro—. ¿Por qué no entendéis que lo único que he querido siempre es ayudaros a pensar?

—Creíamos que quería enseñarn… meternos las matemáticas en la cabeza como fuera —no pudo contenerse Nacho.

—¡Por supuesto! ¡Pero eso conlleva lo otro: ayudaros a pensar! Si no sabéis razonar, estáis perdidos. Seréis unos zoquetes toda la vida. ¿No sabéis que la incultura se huele? Las matemáticas son grandiosas, son lo más elemental, lo más…

—Lo mismo dice la de lengua —siguió combativo Nacho.

—¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? —objetó DOS—. ¡La gran pregunta! Pero cuando se formó el universo, no había letras, y sí, en cambio, un orden cósmico, físico, químico, matemático.

—¿Cómo iba a haber matemáticas en el Big Bang? Aquello fue un petardazo de aúpa —dijo Nacho.

El resto de la clase rio un poco. Asistían a un estupendo combate verbal.

—¡Todo son armonías matemáticas! —insistió DOS—. ¡Todo se puede explicar, representar o «dibujar» con matemáticas! ¡Y lo más fantástico es que quedan millones de retos por descubrir gracias a ellas! ¡Hay números que son tan maravillosos…!

—Pues ya que estamos, díganos alguno. —Se cruzó de brazos Nacho, convertido ahora en el portavoz de la clase.

—¿Qué tal este?

DOS escribió en la pizarra el número 142857.

—¿Qué tiene de fantástico? —Levantó las cejas Nacho.

El profesor no le respondió de viva voz. Prefirió hacerlo en la pizarra:

—¿Lo veis? —dijo—. Multiplicado por los números del uno al seis, siempre da los mismos números pero con otro orden. Y si os fijáis bien, los tres primeros son los mismos que los tres siguientes, solo que al revés en dos bloques de tres. La multiplicación del uno se corresponde con la del seis, la del dos con la del cinco y la del tres con la del cuatro. En cambio, si se multiplica por siete, da todo nueves, y si se divide por dos, de nuevo salen las mismas seis cifras, que encima son iguales que las que salen multiplicando por cinco, al margen la coma. —Lo redondeó con un expresivo—: ¡Es genial!

—Pero esto es casualidad, ¿no?

—Veamos el número mágico. —Abrió las manos como si estuviera actuando ante el público—. Yo voy a anotar en este papel un número, y te aseguro que será el mismo que tú encontrarás haciendo una simple operación de suma y resta. ¿Preparado?

—Sí.

DOS anotó algo en un papel y lo dejó en la mesa.

—Escoge un número de tres cifras que no sea capicúa, dale la vuelta y resta el menor del mayor. El número resultante, lo mismo, dale la vuelta y súmalo.

Nacho salió a la pizarra y escribió lo siguiente:

DOS le enseñó el papel con el número que había apuntado.

Era el 1089.

La clase en pleno abrió la boca.

—Le llaman el número mágico, ¡eureka! —explicó el profesor de matemáticas—. Cualquier número de tres cifras que escojáis, restándola y sumándola del revés, os dará 1089. Este número es también uno de los dos de cuatro dígitos que, multiplicándolo por otro, da como resultado su reverso. Si multiplicáis 1089 por nueve el resultado es 9801. El otro es el 2178, que multiplicado por cuatro da 8712.

—Me sigue pareciendo azar —insistió Nacho—. Con la de números que hay, infinitos, siempre habrá alguno que sea molón, digo yo. Lo que me asombra es que haya gente que pierda el tiempo buscando esas cosas…

Se detuvo de golpe, porque DOS avanzaba hacia él como si quisiera estrangularle.

—¿Perder el tiempo? —expresó con horror—. ¿Llamas perder el tiempo a explorar las extraordinarias posibilidades del mundo matemático? ¿Y la lógica?

Nacho se amilanó un poco.

—Bueno, yo…

—Te voy a proponer un simple y sencillo juego para que me demuestres tu capacidad de razonamiento. —Le apuntó con un dedo implacable—. Conduces un autobús en el que van nueve personas. En la primera parada bajan cinco y suben tres, en la siguiente bajan dos y suben ocho, en la tercera bajan cuatro y suben tres y en la última bajan cinco y suben siete. ¿De qué color son los ojos del conductor?

Nacho, que había estado sumando y restando a todo mecha mientras DOS soltaba de una tirada el problema, parpadeó sorprendido.

Ni siquiera se dio cuenta de que Dory le señalaba a él.

—¡Y yo qué sé de qué color son los ojos del conductor! —se enfadó el chico.

DOS sonrió de manera casi mefistofélica.

—Los ojos del conductor son marrones.

—¿Ah, sí? ¿Por qué?

—¿Veis como no escucháis? —dijo el profesor—. ¿No has oído el comienzo? ¡El autobús lo conduces tú, son tus ojos!

—¡Pero eso es trampa! —protestó al darse cuenta.

—¡No, es concentración, prestar atención a los enunciados, sacar lo que no sirve, quedarse con lo esencial! ¡Por eso las matemáticas son tan precisas! ¡Se puede jugar con ellas, igual que en un videojuego sea del tipo que sea, de los de matar bichos o de los de completar cuadraditos!

—Caray, pues si son un juego, podría haberlo dicho al empezar el curso, o el primer año —lamentó Nacho.

—Si os lo digo entonces, no me creéis, y hay un plan de estudios que seguir —quiso justificarlo DOS—. Anda, siéntate.

Dory y Quique vieron como su amigo se sentaba con el semblante circunspecto. Dory le sonrió. Quique le guiñó un ojo. El resto de la clase esperó acontecimientos.

Donato Olmedo Salvador seguía pareciendo otro.

¿Quería irse en plan amistoso?

No se fiaban ni un pelo.

Con los exámenes a la vista…

Capítulo

(Si dos son compañía, ¿cuántos son multitud?)

3

EN EL patio, todo eran grupitos hablando en voz baja con un único tema de conversación: el profesor de matemáticas.

Dory, Nacho y Quique formaban el suyo propio.

—¿Os lo imagináis jubilado? —preguntó Quique.

—No. —Fue sincero su amigo.

—Vivirá felizmente en esa inmensa casona, con sus secretos —comentó Dory.

—Sí, nadie parece saber qué tiene dentro. —Frunció el ceño Nacho.

—Los esqueletos de todos los chicos a los que ha devorado, seguro —manifestó Quique en plan lúgubre.

—¿Y si es verdad lo que se rumorea de él? —insistió Nacho.

—Se rumorean tantas cosas… —suspiró Quique.

—No, es cierto —dijo Dory entrecerrando los ojos—. Ama los números, sí, pero en la tienda de informática dicen que compra muchos componentes, cables, sistemas, chips y cosas así, como si se construyera sus propias cosas.

—A lo peor solo es que se arregla él la lavadora —se burló su hermano.

—¡Qué va! —protestó ella—. El cartero también dice que suele llevarle paquetes que vienen del extranjero, y bastante pesados a veces. Debe de tener la casa…, no sé, computerizada o algo así.