Obras completas de Luis Chiozza Tomo IX - Luis Chiozza - E-Book

Obras completas de Luis Chiozza Tomo IX E-Book

Luis Chiozza

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Beschreibung

El Dr. Luis Chiozza es sin duda un referente en el campo de los estudios psicosomáticos, cuyo prestigio ha trascendido los límites de nuestro país. Medicina y psicoanálisis es el tomo inaugural de sus Obras completas, a la vez que una guía y manual de uso de las mismas, cuyos quince tomos se presentan completos en un CD incluido en este libro. Este volumen está pensado con el objetivo de facilitar el acceso al fruto de la labor profesional y académica del Dr. Chiozza, a la vez que permitir una inmediata aproximación a sus principales enfoques y temas de interés. En primer lugar, el lector encontrará una serie de textos introductorios, entre los cuales figura uno del autor, titulado "Nuestra contribución al psicoanálisis y a la medicina". Le sigue el índice de las Obras completas, tal como aparece en cada uno de los tomos que la integran (disponibles en el CD). Luego, la sección "Acerca del autor y su obra", compuesta por un resumen de la trayectoria profesional de Chiozza, un listado de las ediciones anteriores de sus publicaciones y su bibliografía completa. Un índice analítico de términos presentes en los quince tomos cierra el volumen. Esta obra, referencia obligada para los profesionales de la disciplina, sienta un precedente ineludible en los anales de la psicología argentina.

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Seitenzahl: 374

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Luis Chiozza

OBRAS COMPLETAS

Tomo IX

Acerca del psicoanalizar 2

Escritos de técnica psicoanalítica

(1980-1998)

Chiozza, Luis Antonio

Acerca del psicoanalizar 2 : escritos de técnica psicoanalítica . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2012.

E-Book.

ISBN 978-987-599-241-2

1. Psicoanálisis.

CDD 150.195

Curadora de la obra completa: Jung Ha Kang

Diseño de interiores: Fluxus

Diseño de tapa: Silvana Chiozza

© Libros del Zorzal, 2008

Buenos Aires, Argentina

Libros del Zorzal

Printed in Argentina

Hecho el depósito que previene la ley 11.723

Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de

Obras Completas, escríbanos a:

[email protected]

www.delzorzal.com.ar

Índice

Falsedad y autenticidad en la Interpretación de la Transferencia- Contratransferencia

(1998 [1980]) | 9

La transferencia-contratransferencia | 11

La interpretación | 18

Falsedad y autenticidad | 23

Acerca de las relaciones entre consenso público y con-trato | 26

Caminos de la terapia Psicoanalítica

(1983 [1981]) | 30

Luis Chiozza y Ricardo Grus | 30

Los desarrollos actuales | 32

La contratransferencia | 33

El letargo | 33

El uso de las paratransferencias | 34

El uso de la realidad, la transferencia y la historia | 35

El consenso y el movimiento | 35

Falsedad y autenticidad | 36

El lenguaje y el símbolo | 37

Los afectos | 38

La interpretación psicoanalítica de la enfermedad somática | 38

El proceso terciario | 39

Ni psiquis ni soma | 40

Psicoanálisis y enfermedad somática en la práctica clínica

(1981) | 43

¿Qué puede hacer el psicoanálisis en beneficio de un enfermo somático? | 46

¿Qué es lo que se considera un beneficio? | 46

¿Qué puede hacer el psicoanálisis? | 53

A manera de síntesis | 67

Apuntes para una teoríade la psicoterapia

(1983 [1982]) | 69

Qué es lo que debe entenderse por psicoterapia | 71

Automatización y destreza en el ejercicio psicoterapéutico | 72

La categoría del cambio que la psicoterapia intenta | 73

Modos y límites en la construcción de un modelo | 76

El programa psicoterapéutico | 79

Descubrimiento de las leyes del juego | 81

Deficiencias en la construcción de modelos | 83

La operación psicoterapia | 86

Convivencia y trascendencia en el tratamiento psicoanalítico

(1983 [1982]) | 90

Los objetivos del tratamiento psicoanalítico | 92

Un superyó más tolerante | 92

El superyó inmaduro | 93

Incoherencia de valores y crisis axiológica | 94

El primitivismo afectivo | 96

El individualismo degradado | 97

El “vacío” y la “intrascendencia” existencial | 98

Los roles masculino y femenino | 99

Convivencia y trascendencia | 100

Megasistemas y grupos creativos | 101

La cuarta injuria narcisista | 104

Convivencia y trascendencia en el campo psicoanalítico cotidiano | 104

Acerca de la extorsión melancólica

(1983) | 107

Luis Chiozza, Catalina N. de Califano, Alejandro Fonzi, Liliana C. de Grus, Ricardo Grus, Elsa L. de Marzorati y Juan Carlos Scapusio | 107

El logro mediante el sufrimiento | 109

Algunos aspectos del sufrimiento melancólico | 110

Extorsión melancólica, situación analítica y consenso | 112

Modificación de la extorsión melancólica | 114

La paradoja, la falacia y el malentendido como contrasentidos de la interpretación psicoanalítica

(1983) | 116

Qué significa interpretar | 118

La interpretación psicoanalítica | 120

La interpretación “verdadera”, “objetiva” o “correcta” | 122

La multiplicidad de símbolos para aludir a un sentido | 124

La función del malentendido | 128

La paradoja y la falacia frente a la ampliación del sentido | 133

En síntesis | 136

La metahistoria y el lenguaje de la vida en el psicoanálisis y la psicosomática

(1998 [1986]) | 138

El modelo histórico-lingüístico | 140

El lenguaje del cambio | 143

El tratamiento psicoanalítico | 146

El estudio patobiográfico | 149

Síntesis teórica | 160

Teoría de la transferencia en klein y la escuela inglesa

(1995 [1988]) | 162

El poder terapéutico del psicoanálisis

(1995 [1990]) | 169

Para qué sirve el psicoanálisis | 171

El modelo médico del psicoanálisis | 172

Bion y Lacan | 172

Groddeck y Weizsaecker | 174

Entre un Escila y un Caribdis | 175

La dirección del cambio que llamamos “terapia” | 176

La recuperación de la confianza perdida | 178

El problema de la operatividad en la medicina psicosomática

(1995 [1991]) | 182

La relación entre psiquis y soma | 184

Disidencia entre las metas del paciente y el médico | 184

Los problemas de encuadre | 185

La adquisición del instrumento adecuado | 186

El procedimiento | 187

El estudio patobiográfico | 189

La interpretación del material somático en la sesión psicoanalítica

(1995 [1993]) | 192

I. La constitución del material “somático” | 194

II. La interpretación del material “somático” | 198

Cómo nace y se formula la interpretación psicoanalítica

(1994) | 201

Acerca de lo que significa interpretar | 203

El material a interpretar | 204

El sentido indirecto | 204

Percibir es interpretar | 205

Verbal, extraverbal y no-verbal | 206

La elección del material | 208

Acerca de cómo se constituye una historia | 209

La significancia del significado | 211

Acerca de afectos y valores | 212

La incongruencia del sentido | 213

La interpretación psicoanalítica | 215

Actualidad y significado en la teoría de la transferencia | 216

Origen y enunciado de la interpretación | 219

Acerca de la “formación” analítica | 221

La consideración de las fuerzas en pugna | 224

Los cambios en la teoría de la técnica | 225

Recuerdo, repetición y elaboración en la crisis actual del psicoanálisis

(1998 [1994]) | 230

¿En qué consiste la crisis? | 232

Acerca del repetir y el recordar | 233

Percepción, sensación y recuerdo | 235

Presencia, actualidad y significación | 236

El afecto, el insight y la elaboración | 238

La enfermedad es un oponente digno | 240

Los cinco orígenes de las resistencias | 242

Las distintas etapas de la técnica | 245

Un campo intermedio entre la enfermedad y la vida | 248

Prólogo de Hacia una teoría del arte psicoanalítico

(1998) | 251

Bibliografía | 257

Falsedad y autenticidad en la Interpretación de la Transferencia- Contratransferencia

(1998 [1980])

Referencia bibliográfica

CHIOZZA, Luis (1998k [1980]) “Falsedad y autenticidad en la interpretación de la transferencia-contratransferencia” [II].

Primera edición en castellano

L. Chiozza, Hacia una teoría del arte psicoanalítico, Alianza Editorial, Buenos Aires, 1998, págs. 177-193.

Este artículo reúne “Falsedad y autenticidad en la interpretación de la transferencia-contratransferencia” [I] (Chiozza, 1980g), trabajo presentado en el Centro de Investigación en Psicoanálisis y Medicina Psicosomática (cimp) en abril de 1980, y “Acerca de las relaciones entre consenso público y con-trato” (Chiozza, 1980e), trabajo presentado en la Jornada de Psicoterapia Analítica realizada en el cimp en agosto del mismo año.

...todo lo pensado es, y todo lo que es, es un pensamiento... Idea realmente nueva es sólo aquella con la que tiene lugar también un suceso realmente nuevo, ya que ambas cosas vienen a ser lo mismo.

Viktor von Weizsaecker (1946-1947)

La verdad nunca puede ser dicha de modo que sea entendida y no sea creída.

William Blake (1793)

La transferencia-contratransferencia

Comenzaremos por repetir la afirmación que, apoyándonos en otros autores, realizamos en el artículo “La interpretación de la transferencia-contratransferencia”(Chiozza, 1998j [1978-1979]):

la transferencia y la contratransferencia forman parte del proceso de transferencia-contratransferencia que (incluyendo sus aspectos de interrelación recíproca) puede ser comprendido en un campo conceptual unificado, en una teoría de la transferencia dentro de la cual la palabra “contratransferencia” señala el “lugar” o el “tipo de función” a través del cual el fenómeno general se manifiesta en un miembro particular de la pareja psicoanalítica.

Mediante el párrafo citado queremos introducirnos en un pensamiento que enunciamos hace ya algunos años (Chiozza, 1970m [1968], 1970l [1968]; Chiozza y colab., 1969b). Este pensamiento, que incluye las ideas de “trato” y “encuentro” elaboradas por Weizsaecker (1950), adquiere mayor fuerza a partir de la noción de “ecosistema de la mente” desarrollada por Bateson (1972). Se trata de la transferencia1 concebida como un proceso perteneciente a una realidad que trasciende aquello que, desde nuestra conciencia, llamamos “individuo humano”.

El concepto conciente de individuo, sea humano, animal o vegetal, en relación con el cual se integra el universo de seres que constituyen nuestro mundo, como entes separados que aparentemente ejercitan una cierta independencia, es algo tan fuertemente arraigado, como creencia y como “dato” del sentido común, que resulta difícil tomarse en serio y comprender cabalmente el alcance de aquello que queremos significar cuando hablamos de un sistema psíquico que trasciende lo que desde nuestra conciencia habitual llamamos “individuo”.

Sin embargo, a poco que se amplíe la conciencia, a poco que progrese nuestro conocimiento del universo biológico que integramos, resulta evidente que la teoría que da cuenta armónicamente de un mayor número de hechos observables pone en crisis inevitablemente nuestra idea ingenua de individuo, al brindarnos la noticia de un sistema más amplio y más complejo, que tiene todas las características de aquello que llamamos “organismo” y del cual los “individuos” tradicionales sólo formamos una parte.

Este organismo mayor (tal como hoy lo vemos gracias a una mutación en los sistemas de creencias que subyacen a toda percepción) tiene sus propias “anatomía”, “fisiología”, “psicología” y “patología”, de las cuales sólo conocemos algunos fragmentos de unos pocos capítulos. Así, los existentes materiales de lo que llamamos “lecho ecológico” forman parte de esa nueva “anatomía”. Y, de un modo semejante, la fecundación de las flores por los insectos, la asunción “forzada” de un rol en la comunidad y los desequilibrios ecológicos que amenazan la supervivencia del conjunto formarían parte, respectivamente, de una “fisiología”, “psicología” y “patología” nuevas. Anatomía, fisiología, psicología y patología de un conjunto que trasciende los límites de las comunidades familiares o “sociales” humanas y que, si aceptamos las ideas de Koestler (1978), podría, a su vez, integrarse, dentro de una estructura jerárquica, en un organismo más amplio.

Cada conjunto sistémico2 u “holón” está ubicado, según Koestler, en una estructura jerárquica, y es una partícula bifronte que funciona “hacia abajo” como un todo integrado por partes, y “hacia arriba” como parte de un todo más complejo –véase a este respecto lo que escribimos en “Apuntes sobre fantasía, materia y lenguaje” (Chiozza, 1970q)–. La morfogénesis de ese conjunto, como sucede con el desarrollo embriológico epigenético, resulta de interregulacionescontextuales similares a las que encontramos en la gramática o en las narraciones históricas.

La transferencia-contratransferencia, contemplada desde estas ideas, constituiría entonces una función o un proceso propios del “sistema” psíquico de un conjunto orgánico “supraindividual”. Debemos recordar que las definiciones que nos legara Freud constituyen un primer paso de abstracción a partir de un campo de experiencia.

Los tres paradigmas clásicos de la teoría psicoanalítica de la transferencia, o sea: la sustitución de una persona anterior por la persona del médico, el desplazamiento de una catexis desde la representación inconciente a la representación preconciente correspondiente a una percepción actual y la idea de una falsa conexión del afecto pretérito a la figura de un interlocutor presente, son, como dije antes, el producto de una primera transformación teórica frente a un tipo particular de experiencia.

A esto podemos añadir, sin variar mucho las cosas, la hipótesis de que la transferencia es un producto de la necesidad libidinosa o de la compulsión a repetir, y todo cuanto la teoría psicoanalítica nos enseña acerca de la interrelación transferencia-contratransferencia, que no repetiremos aquí (Chiozza y colab., 1966e; Chiozza, 1998j [1978-1979], 1979i, 1980d [1979]). Lo que nos interesa describir ahora es el tipo de trama con la cual podemos comparar la función o el proceso transferencia-contratransferencia a los fines de comprender algo más con respecto a su esencia.

Debo aclarar aquí lo que entiendo por “trama” y por comparación entre tramas. Recurriré para ello a un concepto de Bateson (1979). Consiste en lo que denomina fenómenos de moiré y se refiere, a través de la metáfora constituida por la tela que lleva ese nombre, al hecho trascendente de que la superposición de dos tramas permite visualizar una nueva y diferente, del mismo modo que la descripción de un mismo fenómeno mediante dos organizaciones conceptuales distintas (o el descubrimiento de que dos simbolizaciones complejas diferentes, que aparentan referirse a distintos fenómenos, aluden a un mismo referente esencial) permite acceder a un nuevo terreno epistemológico o a un “nivel” de tipificación lógica más “alto”, más abarcativo o de mayor generalidad.

Bateson llama “abducción” a esa especie de gimnasia mental mediante la cual la organización conceptual utilizada para procesar una determinada experiencia, se demuestra de pronto eficaz para la comprensión de otra experiencia proveniente de un campo totalmente distinto. Ya durante la investigación psicoanalítica de los trastornos hepáticos (Chiozza, 1963a, 1970a, 1974b) nos habíamos enfrentado con la necesidad de valorar este “doble” o múltiple “anclaje” en distintos terrenos, con el cual la experiencia obsequia, inesperadamente, a una “buena” teoría3.

Otro concepto de Bateson, en el cual me apoyaré, atañe a la comparación entre procesos duraderos, que tienden a ser conservados como modelos, y procesos transitorios, que tienden a ser destruidos para conservar los modelos antiguos. El proceso que se gesta como producto del impacto o encuentro estocástico entre herencia y experiencia individual, o entre antecedente y presente, puede ser observado tanto en la evolución biológica como en el ejercicio cotidiano del pensar y aprender.

Un enlace entre dos variables es estocástico cuando, sin ser una de ellas función de la otra, tampoco son independientes. Bateson utiliza este nombre, que en su origen griego significa “conjeturar” (Salvat, 1964), para referirse a una secuencia de eventos que combina un componente casual con un proceso selectivo, de modo tal que sólo ciertos resultados de la casualidad puedan perdurar.

Así como en la evolución biológica la “repetición” embriológica epigenética se enfrenta, a través de una cierta “inercia” de procedimiento, con un cambio ocasional que podrá ser conservado o destruido y que, en el caso de ser conservado, podrá ser a su vez creativo o destructivo, análogamente, en el ejercicio del pensar y el aprender, rigor e imaginación –podríamos añadir, de acuerdo con Ortega y Gasset (1940), creencia e ideas– establecerán una interrelación semejante4. Si se afirma que la población, al ser heterogénea, es un almacén de posibilidades genotípicas, lo mismo podría decirse en cuanto a un cúmulo heterogéneo de sistemas coherentes de ideas, es decir ideologías.

La selección natural, operando sobre unidadesdesupervivencia (integradas por determinados individuos de una población en su lecho ecológico) en un proceso que Waddington denomina asimilación genética, simula aceptar (como si se tratara de una herencia lamarckiana) en el acervo genético, las modificaciones casualmente adquiridas durante las vicisitudes de una vida individual. En realidad ocurre que la flexibilidad adaptativa de cada individuo, que determina su capacidad para los cambios adquiridos ontogenéticamente, está condicionada por un correspondiente mosaico genético, cuyas variaciones (distribuidas, en una población heterogénea, por entrecruzamiento de genes o por su mutación) producen, esta vez desde el plasma germinal y de modo “casual”, un cambio equivalente al otrora adquirido ontogenéticamente. La selección natural, operando ahora sobre la población entera, determinará la perdurabilidad de este cambio. Inversamente, la existencia de la “barrera” que Weissman describió y que impide el pasaje de los caracteres adquiridos al acervo hereditario, impide también que tales cambios fortuitos actúen destruyendo la coherencia5.

Apoyándonos en estas ideas podemos sostener que la imaginación crea o dibuja “figuras” sobre una “trama” de fondo constituida por la perduración de “figuras” antiguas, las cuales, sometidas en su ocasión al rigor de la lucha selectiva con las otras “variantes” de un sistema intelectual coherente y antecedente, han merecido perdurar y conforman ahora, privadas de la actualidad de conciencia y entretejidas en una red de diseño “periódico”, el suelo “flexible” inconciente para los nuevos acontecimientos concientes.

Las figuras trazadas durante la vida del llamado individuo serán, en su gran mayoría, borradas, como el fenotipo que constituye nuestro aspecto personal, o como los millones de ideas que conformamos en ese transcurso. Son el producto “mixto” de un encuentro estocástico entre nuestra ocasión particular y azarosa y la inercia de una trama genotípica o de un esquema ideológico que limita nuestra posibilidad de conocer tanto como evita la pérdida de nuestra coherencia.

Si decimos que el “contenido” transferido o contratransferido constituye una trama, en cuanto estructura perdurable que hunde sus raíces en la vida infantil, la existencia misma del proceso transferencia-contratransferencia conforma, evidentemente, otra trama de un nivel lógico o jerárquico más general. Cuando nos ocupamos de la transferencia, nuestro pensamiento se dirige habitualmente hacia el tratar de comprender la existencia y el origen de esos “contenidos” transferidos, pero lo que nos interesa especialmente ahora es comprender mejor la modalidad o la actividad misma que denominamos “transferir”.

El procedimiento abductivo puede ayudarnos, al comparar dos tramas de un mismo grado de universalidad: el terreno de la evolución biológica y el ejercicio mismo del pensar y el aprender. ¿Qué nos aporta en este caso la superposición? Hagamos un pequeño inventario:

1) La transferencia-contratransferencia es un proceso estocástico, es decir que se produce epigenéticamente sobre un mandato o modelo antecedente, mediante la combinación con un componente ocasional y creativo que el rigor selectivo del modelo autorizó a perdurar.

2) La transferencia-contratransferencia posee un grado de flexibilidad determinado por el modelo antecedente y su variación sólo es posible dentro de los márgenes de esa flexibilidad.

3) La transferencia-contratransferencia, en tanto contiene el mandato hacia un determinado proceso epigenético, conforma la dirección o el sentido de la vida del conjunto en el cual se manifiesta o desarrolla.

4) La transferencia-contratransferencia sólo puede variar más allá de los límites de su propia flexibilidad en la medida en que, dentro de una población heterogénea de modelos, la presión selectiva cambie el “consenso”, es decir la proporción de un modelo (genético o ideológico) estable, como para que constituya mayoría dentro de esa población.

Pero la superposición de la trama, a la manera del mencionado moiré, nos permite entrever una nueva, que se impone al espíritu con la fuerza de una significativa visión. La transferencia-contratransferencia aparece como el modo privilegiado en la comunicación intrasistémica de un metaorganismo. Se incluyen de esta manera en un solo bosquejo conceptos tales como el de transferencia de fondos pecuniarios o transferencia del código genético en la síntesis proteica (de un modo análogo, el concepto psicoanalítico de represión poseería un sustrato común con el concepto de represión de los clones prohibidos). Pensamos entonces que la transferencia-contratransferencia, como traslado que comporta un sentido inmanente, “reconoce” y mancomuna a las partes, generando un sistema mediante la participación.

La interpretación

En “La interpretación del material” [I] (Chiozza, 1974c) decíamos:

En su uso actual, el término “interpretar” adquiere un amplio significado que abarca varias acepciones: la tarea de determinar el sentido; la de traducir o explicar en un idioma lo que se ha dicho en otro; la de atribuir una acción a un determinado fin o causa; la de comprender y expresar, bien o mal, el asunto de que se trata, y también, por extensión, la de representar una obra de teatro o ejecutar una composición musical (Salvat, 1964; Quillet, 1963; Real Academia Española, 1950).

Frente a este uso amplio de la palabra “interpretar”, que queremos mantener aquí a los fines del propósito que nos anima, debemos distinguir explícitamente a la interpretación psicoanalítica como una modalidad particular y diferenciada del ejercicio interpretativo.

Podemos afirmar categóricamente que no toda interpretación de un significado es una interpretación psicoanalítica. Sin embargo, cuando penetramos en la intimidad del proceso, comprobamos un hecho aparentemente paradójico y digno de futuras reflexiones. Toda interpretación de un significado, en la medida en que se constituye como carga de representaciones preconcientes, realiza inevitablemente una manera de hacer conciente lo inconciente... esto último ocurre en todas las formas del conocimiento.

Más adelante, esforzándonos por definir lo peculiar de la interpretación psicoanalítica, sosteníamos que el fin de este tipo de interpretación es hacer conciente lo inconciente reprimido.

Una distinción basada en este concepto no resulta, sin embargo, suficientemente sólida, y menos aún después de haber comprendido la importancia general del llamado significado indirecto (Todorov, 1978) y de las consideraciones que surgen de la obra de Bateson (1979), las cuales nos permiten establecer que durante el proceso del conocer y el aprender, que se realiza de una manera estocástica, la resistencia va aumentando exponencialmente sus valores en una curva divergente que conduce muy pronto a la completa clausura, ya que el conocimiento y el aprendizaje “genuinos” remontan la escala de la tipificación lógica hacia su metanivel, amenazando muy pronto aquellas creencias que estructuran un sistema coherente, equivalente en el proceso evolutivo a la herencia genética.

Refuerza todavía más estas consideraciones lo que afirmamos en el apartado anterior, cuando consignamos que los códigos interpretativos inconcientes que subyacen a toda percepción están constituidos por nuestros sistemas de creencias igualmente inconcientes. (De modo que la llamada “objetividad” suele ser precisamente aquello que refuerza la resistencia hacia el cambio.)

En “La interpretación del material” [I] (Chiozza, 1974c) señalábamos también que el ejercicio de la actividad interpretativa implica una existencia subjetiva que podemos separar, desde un punto de vista conceptual y esquemático, en cuatro sujetos: el que interpreta, aquel a quien la interpretación va dirigida, el que recibe la interpretación y el que produce el material interpretado. Varios de estos sujetos, o todos, pueden coincidir en una misma persona.

Podemos añadir ahora que si consideramos la existencia de un metaorganismo en el cual el proceso llamado transferencia-contratransferencia es intrasistémico, debemos tener en cuenta también la coincidencia de estos cuatro sujetos en una actividad autointerpretativa permanente característica de este metaorganismo, el cual, dentro de un proceso evolutivo, tiene la capacidad de conocer, aprender y pensar, aparentemente de manera creciente.

Veamos ahora lo que Bateson denomina categorías lógicas del aprendizaje:

En el aprendizaje 0 simplemente se absorbe información. Esta acumulación de información alcanza en nuestros días, según Ruyer (1974), la cualidad de una intoxicación del intelecto. En el aprendizaje 0 no hay progreso ni cambio, ni siquiera habituación; sólo la respuesta habitual preexistente hacia cada nueva información recibida en las categorías de significación ya conocidas. La información se expande así solamente de manera aritmética. Una computadora funciona habitualmente en esta categoría.

En el aprendizaje I la expansión de la información es geométrica, se aprende un hábito y se adquiere conciencia de esta habituación. Se alcanzan progresivamente más claves para encontrar dicha información. Se adquieren nuevas conexiones entre estímulo y respuesta, pertenecientes al modelo implícito, y se adquiere conciencia de las características del contexto, pero ni el modelo ni el contexto en sí mismos son objetos de la conciencia y del cambio. Se aprende por habituación durante un entrenamiento que no implica reflexión acerca del contexto mismo.

En el aprendizaje II se aprenden proposiciones acerca de contextos; el contexto y las premisas acerca del aprendizaje cambian. Se aprende a aprender de una nueva manera. Aquello que llamamos análisis de la transferencia (para ser más claros deberíamos decir de un “contenido” transferido), en la medida en que conduce a un cambio de significación que implica un cambio del contexto interpretativo, es un aprendizaje II. La neurosis experimental de un animal es, según Bateson, el resultado de una imposibilidad para acceder a este nivel de aprendizaje.

El aprendizaje III, que puede ser equiparado a algunos tipos de vivencia religiosa, parece requerir cierta irrupción de lo inconciente, mediante la cual ocurre una identificación con aquello que se está aprendiendo y un tipo de absorción que trasciende al contexto o al sistema de contextos. En su Patosofía Weizsaecker (1950) relata y valora una experiencia personal de este tipo (implícita también en su concepto de “la malicia del objeto”).

El aprendizaje IV, que el hombre tal vez no alcance jamás, figura en la lista sólo a los efectos de señalar que la serie permanece abierta y que el ser humano con sus capacidades anímicas es sólo una parte de las posibilidades epistemológicas de ese conjunto que llamamos naturaleza.

De cuanto llevamos dicho hasta aquí surgen algunas conclusiones trascendentes:

1) Aquello que denominamos habitualmente interpretación psicoanalítica es una forma particular de aprendizaje, específicamente aprendizaje II, ya que la interpretación de lo que se considera reprimido es la concientización de un contexto de significación preformado e inconciente que una vez, en la infancia, fue conciente.

2) Si tenemos en cuenta la existencia de lo que Freud denominaba el inconciente no reprimido (para subrayar con esto el hecho de que nunca, durante la existencia individual, había accedido a la conciencia), nos encontramos entonces con que interpretar lo reprimido no es lo mismo, en todos los casos, que interpretar lo resistido, ya que precisamente es el inconciente no reprimido, que forma las estructuras coherentes que sostienen la organización del sistema según modelos preformados que deben ser preservados, aquel que presenta las mayores resistencias al cambio6. Para decirlo con un ejemplo: la ruptura epistemológica que significó el descubrimiento del psicoanálisis no es un acto de interpretación psicoanalítica de lo reprimido; es, por el contrario, el producto de un acto interpretativo “metapsicoanalítico”, “psicoterapéutico”, además, con respecto a la población humana en su conjunto.

3) Uniendo las consideraciones realizadas en el apartado anterior acerca de la existencia de un metaorganismo “supraindividual”, con lo que surge del tener en cuenta a la selección natural operando sobre una población heterogénea completa (con subunidades de supervivencia que también son transindividuales), encontramos que la actividad de cambio evolutivo más importante, forme o no forme parte de aquello que denominamos “psicoterapia”, es la que se ejerce mediante la flexibilidad de cada individuo (es decir, por ejemplo, en cada diván) como presión selectiva sobre un conjunto heterogéneo completo que contiene suficientes variaciones en sus modelos coherentes preformados (genética o ideológicamente), reforzando selectivamente un cambio (genético o ideológico) en el consenso de esa población afectada por el cambio adaptativo (flexible) de unos pocos individuos.

4) La interpretación del significado específico de los trastornos somáticos trasciende el ámbito propio de la interpretación psicoanalítica de los complejos infantiles reprimidos y representa una ruptura epistemológica, cuya supervivencia depende de un “movimiento” destinado a cambiar un consenso en la población. El “origen” de una tal ruptura epistemológica, que actúa como presión selectiva, puede ser concebido tanto a partir de algunos individuos que han logrado un acceso transitorio a nuevos modelos de pensamiento a expensas de su flexibilidad, como a partir de individuos cuya variación (genética o ideológica) les brinda un acceso permanente e irreversible a dichos modelos.

Falsedad y autenticidad

Evitaremos emprender aquí la investigación del sentido inconciente de las palabras “falso” y “auténtico”. Nos proponemos denotar con ellas un significado preciso que es fácil definir. Llamaremos “falsedad” a la discordancia transmitida a través de dos o más formas de comunicación diferentes (siendo una de ellas, por lo general, inconciente), y “autenticidad”, a su concordancia.

Con el fin de esquematizar un tema complejo supondremos que los múltiples lenguajes, mediante los cuales transcurre la comunicación, pueden ser, a los fines que nos proponemos, representados por dos. Compondremos con ellos pares contrastantes que no son exactamente equivalentes, sino solamente analógicos. Tenemos así: proceso secundario y proceso primario, razón y magia, codificación digital y analógica, hemisferio cerebral izquierdo y derecho, símbolo representante y signo expresivo, diferencia e importancia, representación verbal e imagen visual, proceso lineal secuencial discursivo y proceso gestáltico de captación simultánea, global, a partir de una parte.

Lo esencial del asunto reside en que no sólo encontramos en estos binomios dos modos de comunicar una determinada información, sino dos modos de procesar, organizar y aun percibir aquello que denominamos “realidad”. Que estos dos modos son ambos valiosos es algo que hemos redescubierto hace poco, una vez que adquirimos conciencia de que el pensamiento racional, con toda su enorme riqueza, es un modelo que se revela muy pobre en el tratamiento de algunos sectores de la experiencia con ese mundo “real”.

Así como el inconciente del médico coparticipa en la interpretación a partir de lo que capta, más allá del lenguaje verbal, en el material del paciente, este último realiza inevitablemente una tarea semejante a partir del material brindado por el psicoanalista. En realidad más que coparticipar en la interpretación este conocimiento inconciente es el que otorga realmente su significación al contexto y, con él, al acto mismo que se está conviviendo. Por consiguiente, resulta desconcertante que durante tantos años del ejercicio psicoanalítico se haya desestimado este factor (si no en la práctica, por lo menos en la teoría) en lo que respecta a la influencia de la formulación interpretativa.

El proceso secundario (y con él el lenguaje verbal en cuanto tiene de significación y realización de juicios que son lógicos) establece enunciados que son noticias de diferencias cuya importancia (es decir, cuyo sentido) jamás puede ser otorgada por el ejercicio de un pensamiento racional. Por el contrario, es el proceso primario inconciente el que funciona como atribuidor de importancia y motivador de juicios. Cualquier significación “intermediaria” que, en apariencia, deriva del establecimiento de un juicio, remite en última instancia a este soporte inconciente que mantiene cargado al referente del símbolo.

En “Conocimiento y acto en medicina psicosomática” [I] (Chiozza, 1974a [1972]) decíamos:

El campo de la transferencia-contratransferencia constituye un campo de con-vivencia que brinda un riquísimo trasfondo, constituido por la percepción de lo que ha llegado a través de lo inconciente, a los fenómenos materiales que impresionan a los sentidos del médico.

Es precisamente este trasfondo el que, a la manera de un claroscuro, otorga a los detalles más insignificantes que provienen de la percepción sensorial, un significado brillante.

A partir del prejuicio teórico que consiste en considerar a la formulación verbal, por su carácter de enunciado significativo racionalmente comprensible, como el agente privilegiado del cambio que se desea obtener, se descuida, en el campo del ejercicio psicoanalítico cotidiano, la discordancia cada vez más frecuente de esta formulación con la comunicación inconciente, incurriendo de este modo en una forma de falsedad progresiva que altera no solamente el resultado que se pretende obtener sino incluso su evaluación posterior.

Cabe preguntarse ahora, en función de lo que hemos dicho acerca de la transferencia y la interpretación como procesos estocásticos que operan intrasistémicamente en un metaorganismo, cuáles son los efectos de una tal discordancia y cómo puede ser mantenida.

En primer lugar señalemos que existen motivos para la “falsedad” mencionada, dado que constituye, dentro de la flexibilidad que hemos descripto, el intento de un cambio adaptativo parcial no siempre fallido, aunque, las más de las veces, insostenible.

Cuando esta falsedad se establece desde el analista en el interjuego del proceso que denominamos tratamiento psicoanalítico, caben, esquemáticamente, tres alternativas. En la primera de ellas el paciente desoye y desprecia el contenido verbal de la interpretación y responde solamente a su percepción “intuitiva” del lenguaje no verbal discordante; como el psicoanalista, a su vez, no justiprecia este aspecto de su propia comunicación, el vínculo se interrumpe precozmente o se mantiene perdiendo todas las características de un proceso psicoterapéutico reglado o conciente. En la segunda de ellas el paciente desprecia, inversamente, lo que le aporta su percepción “intuitiva” y se aferra al contenido verbal de la interpretación en lo que éste tiene de manifiesto, embarcándose en un largo proceso de intelectualización, la cual, privada de concordancia afectiva, lo aleja cada vez más de la vida. En el tercer caso el paciente toma la discordancia, de la cual conserva una cierta conciencia, como un modelo ideal al cual busca adaptarse. Se cierra de este modo un círculo; los motivos que dieron origen a la falsedad del analista, sea como modalidad antecedente habitual o ideológica estable, sea como intento adaptativo para este metasistema paciente-analista, son realimentados esta vez, retroactivamente, por el propio paciente.

Si nos preguntamos ahora si siempre la falsedad es negativa y la autenticidad positiva, debemos responder que no, que la falsedad es una forma de flexibilidad, mientras que la autenticidad parecería exigir la coincidencia con un modelo estable obtenible por variación. Debemos sin embargo finalizar señalando, aunque parezca obvio, que la irreversibilidad de cualquier cambio es función de la autenticidad y de la concordancia de los lenguajes que vehiculizan ese cambio, excepto que, en la metatipificación lógica siguiente, se tomara, auténticamente, a la falsedad misma como meta de cambio.

Acerca de las relaciones entre consenso público y con-trato

1. La interpretación de lo que se considera reprimido es la concientización de un contexto de significación preformado e inconciente que una vez, en la infancia, fue conciente.

2. El inconciente no sólo es el lugar de lo históricamente reprimido como producto de los traumas infantiles; es, además, la instancia funcional que denominamos “proceso primario”, el sistema de creencias que constituye los códigos interpretativos implícitos en toda percepción “objetiva” y el sistema coherente que asegura el cumplimiento de los automatismos que liberan a la conciencia de una ocupación múltiple para la cual no se halla destinada, preservándola para el aprendizaje de lo nuevo. El sistema inconciente es, por lo tanto, el ámbito de la identidad específica, del carácter como modalidad particular en la acción, el soporte del sistema coherente de creencias que configuran una ideología y la estructura misma de lo que denominamos somático.

3. La identidad específica se obtiene como producto de una variación estable desde la cual se ejerce una cierta flexibilidad. Solemos llamar “irreversible” a un cambio mutativo que es estable, y “reversible” al estado (pseudoidentificación o pseudoidentidad) que se obtiene mediante la flexibilidad. “Estar en forma” corresponde a la estabilidad que conserva un máximo de flexibilidad y equivale a “ser uno mismo” o “ser lo que se debe”. “Estar en ruinas” corresponde a la pérdida máxima de flexibilidad y al intento fallido de estabilizar un estado constitutivo.

4. Todo acto de conocimiento es un acto de interpretación que necesita de la intervención de la conciencia, no por lo que tiene de reconocimiento, sino por lo que tiene de adquisición o aprendizaje de algo nuevo. El aprendizaje se consolida, estabiliza o perfecciona, en la medida en que se constituye en un “saber cómo” inconciente. Por lo tanto, el aprendizaje progresivo, remontando la escala de la tipificación lógica hacia su metanivel, amenaza muy pronto aquellas creencias que estructuran un sistema ideológico coherente, equivalente en el proceso evolutivo a la herencia genética que determina la identidad específica.

5. Toda interpretación de un significado cuyo resultado ingresa a la conciencia implica un hacer conciente lo inconciente que compromete resistencias de muy distinta magnitud. Si tenemos en cuenta la existencia de lo que Freud denominaba “el inconciente no reprimido” y el concepto freudiano de resistencias del ello, debemos concluir en que interpretar lo reprimido no coincide necesariamente con interpretar lo resistido. Precisamente es el inconciente no reprimido, que forma las estructuras coherentes que sostienen la organización del sistema, aquel que presenta las mayores resistencias al cambio.

6. La actividad de cambio evolutivo más importante, forme o no parte de aquello que denominamos “psicoterapia”, es la que se ejerce mediante la flexibilidad de algunos individuos, como presión selectiva, sobre un consenso de población o conjunto heterogéneo completo que contiene suficientes variaciones en sus modelos coherentes preformados. Configura una lucha por la existencia que despierta los afectos y las resistencias más intensos. Una lucha en la cual la participación, sea conciente o inconciente, es inevitable.

7. El descubrimiento del psicoanálisis, como mutación epistemológica, no es un acto de interpretación psicoanalítica de lo reprimido. Es, por el contrario, un acto “metapsicoanalítico” de interpretación, realizado sobre la población humana en su conjunto. Evoluciona bajo la forma de lo que Freud denominaba “el movimiento psicoanalítico”. Podemos compararlo a un cambio adaptativo, sometido a la selección natural que opera sobre una población heterogénea completa, con unidades de supervivencia que son transindividuales.

8. Interpretaciones tales como la del significado específico de los trastornos somáticos trascienden el ámbito propio de la interpretación psicoanalítica de los complejos infantiles reprimidos y representan un cambio epistemológico cuya supervivencia depende de la suerte que alcance un movimiento encaminado a modificar el consenso de un conjunto humano.

9. Una crisis epistemológica semejante puede originarse tanto a partir de algunos individuos que, a expensas de su flexibilidad, han logrado un acceso transitorio a nuevos modelos de pensamiento, como a partir de individuos cuya variación les brinda un acceso permanente e irreversible a esos mismos modelos.

10. La existencia del fenómeno que hemos llamado un “movimiento” brinda a cada con-trato o tratamiento campos de significación y de trabajo que son metaindividuales. Desconocer la influencia y la operatividad de este consenso público durante la psicoterapia, o en cualquier otra forma de con-trato humano, equivale a renunciar a comprender adecuadamente gran parte de las vicisitudes que determinan tanto su evolución como su desenlace.

Caminos de la terapia Psicoanalítica

(1983 [1981])

Luis Chiozza y Ricardo Grus

Referencia bibliográfica

CHIOZZA, Luis y GRUS, Ricardo (1983d [1981]) “Caminos de la terapia psicoanalítica” [II].

Ediciones en castellano

Se publicó con el título “A manera de prólogo” en:

L. Chiozza, Psicoanálisis: presente y futuro, Biblioteca del ccmw-cimp, Buenos Aires, 1983, págs. 11-21.

Se publicó con el título “Prólogo del libro Psicoanálisis: presente y futuro” en:

Luis Chiozza CD. Obras completas hasta agosto de 1995 (cd-rom), In Context, Buenos Aires, 1995.

Luis Chiozza CD. Obras completas hasta agosto de 1996 (cd-rom), In Context, Buenos Aires, 1996.

Se publicó con el título “Caminos de la terapia psicoanalítica” [II] en:

L. Chiozza, Hacia una teoría del arte psicoanalítico, Alianza Editorial, Buenos Aires, 1998, págs. 217-226.

Este texto incluye el contenido de “Caminos de la terapia psicoanalítica” [I] (Chiozza y Grus, 1981d), trabajo presentado en el XI Congreso Interno y XXI Simposio de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Buenos Aires, 1981, al que se le agregó un apartado nuevo titulado “Ni psiquis ni soma”, escrito por Luis Chiozza.

Los desarrollos actuales

El mundo circundante que recibió en su seno al recién nacido psicoanálisis (y que al mismo tiempo, en un sentido distinto, le dio origen) fue ese conjunto de factores, tanto culturales e históricos como genéticos y evolutivos, que suelen titularse con el rótulo “la Viena de Freud”. Hoy y aquí, en un tiempo que cada día se vivencia como más escaso, y en un espacio que cada día se vivencia como más pequeño (Gebser, 1950), los problemas tienen caras nuevas y facetas epistemológicas que obligan, a todo psicoanálisis auténtico, a llenar el viejo odre de sus conceptos básicos y persistentes con el vino nuevo de una problemática y una formulación actuales.

Los ya antiguos y remanidos conceptos de salud y enfermedad, por ejemplo (que fundamentan, de manera implícita o explícita, todo cuanto nos lleva a contemplar al psicoanálisis como una forma de terapia), si bien conservan todavía un valor de uso en el terreno de lo intuitivo, conducen a paradojas insolubles cuando se los examina desde un criterio teórico riguroso. (En “Apuntes para una teoría de la psicoterapia” −Chiozza, 1983e [1982]− y “Psicoanálisis y enfermedad somática en la práctica clínica” −Chiozza, 1981j− nos ocupamos también de esta cuestión.)

No sólo el ejercicio actual de nuevos procesos de pensamiento (Gebser, 1950) que conmueven los cimientos de todas las formas de simbolización humana (Turbayne, 1970; Bateson, 1979) (entre las cuales se encuentran, obviamente, las ciencias) nos conduce a la necesidad de formulaciones, más abarcativas, que incluyan estos problemas, sino que la vigencia ubicua de lo que se ha dado en llamar una crisis axiológica nos fuerza a usar auténticamente nuestro ingenio para que el psicoanálisis no pierda la frescura que le proporcionara Freud. Si es importante aprender la letra del creador del psicoanálisis, más importante aún es incorporar “su modo” intelectual. Pero esto, de más está decirlo, no puede ser un mero acto voluntario. El psicoanálisis, como movimiento vivo, evoluciona y se desarrolla en un “ecosistema de la mente” (Bateson, 1972, 1979) que trasciende nuestros propósitos individuales.

Señalaremos ahora, con la brevedad de un inventario, cuáles son a nuestro entender los desarrollos actuales que, respondiendo en parte a los nuevos problemas, inician otros tantos caminos.

La contratransferencia

Más allá de las primeras polémicas acerca de si el uso de la contratransferencia para la interpretación implica un vicio de subjetividad, polémica que hoy asombra por la ingenuidad de su planteo, lo que deseamos subrayar aquí es que la profundización en su estudio ha conducido a la conciencia creciente de que lo que se psicoanaliza no es un hombre individual, sino un vínculo humano de múltiples vértices. Un vínculo en el cual el psicoanalista no puede dejar de participar. El punto de urgencia de ese vínculo, además de ser el único lugar sobre el cual toda psicoterapia genuina encuentra finalmente su apoyo y su clave, se constituye de un modo que involucra siempre los puntos de urgencia en la vida de paciente y analista. Esto nos conduce a descubrir que la interpretación lograda no sólo provoca la emergencia de un recuerdo infantil del paciente cuya significación, activa en el presente, estaba reprimida, sino que ella misma, la interpretación, suele surgir en el analista junto a la resignificación de un recuerdo de su propia infancia revivido en la situación actual.

El letargo

El estudio de los fenómenos letárgicos en el curso del proceso psicoanalítico condujo pronto a la convicción de que el letargo es la forma privilegiada en que lo latente, inconciente, se abre, en primera instancia, camino hacia la conciencia (Cesio, 1966a), y de que el letargo puede llegar a constituir, para el psicoanalista, la enfermedad profesional por excelencia (Cesio, 1965b).

Un interés creciente en el tema nos lleva paulatinamente a comprender, cada vez mejor, las vicisitudes de este fenómeno, e integrarlo con la capacidad de rêverie y los fenómenos de holding. Nos acercamos de este modo a una mejor comprensión de la necesidad que tiene el paciente de aprender, durante el proceso psicoanalítico, a transformar el letargo (un estado traumático que corresponde a la alucinación onírica) (Chiozza, 1970a) en el sueño reparador que le devuelve la plenitud de su vigilia.

El uso de las paratransferencias

Luego de haber comprendido que nadie puede ser matado in absentia o in effigie y de haberse hecho carne la importancia del campo transferencial-contratransferencial, el uso entusiasta y decidido de la constante interpretación en el “aquí y ahora conmigo” nos llevó ineludiblemente a la conciencia de nuevos problemas. El consiguiente incremento de la regresión (prolongándose muchas veces más allá del tiempo restringido de cada sesión psicoanalítica), el predominio progresivo de la transferencia negativa (en aquellos análisis suficientemente prolongados que no constituyen al mismo tiempo pactos neuróticos bajo la forma de vínculos simbióticos estereotipados) y la aparición cada vez más frecuente de “reacciones terapéuticas negativas”, nos llevaron a tomar conciencia de que desembocamos así en una situación similar a la que se daría si el paciente intentara analizarse con sus objetos originales. A partir de este punto comenzamos a revalorizar, a los fines de la formulación verbal al paciente, la utilización de las representaciones de los objetos que, bajo la forma de paratransferencias, forman parte de su relato. De este modo, el grado de conciencia que el paciente adquiere del contenido transferencial-contratransferencial, implícito en la interpretación, es regulado inconcientemente por el propio paciente, de acuerdo con su posibilidad de tolerar la magnitud del afecto movilizado. Encontramos en esta manera la posibilidad de preservar durante el mayor tiempo posible la transferencia amistosa, que constituye, ya desde las mismas formulaciones de Freud, aquella que mejor se presta a los designios del proceso psicoanalítico.

El uso de la realidad, la transferencia y la historia

Este punto contiene al anterior en cuanto a la utilización de la transferencia y la historia, es decir, la historia como narración o relato integrado por conjuntos de significación que constituyen temáticas recurrentes. Pero resta considerar el valor que se adjudica, en relación con la transferencia y la historia, a la realidad que se transparenta a través del decurso asociativo cuando éste adquiere la forma de un relato. No insertamos este tema aquí para abundar en los conceptos que Freud resume tan brillantemente en las consideraciones que realiza, en Conferencias de introducción al psicoanálisis (Freud, 1916-1917 [1915-1917]*), acerca de la realidad de la escena primordial reconstruida durante el análisis del “Hombre de los Lobos”. Nos interesa destacar ahora que aquello que llamamos realidad se manifiesta en el campo de trabajo de un psicoanalista bajo dos formas distintas. Por un lado es aquello que posee la propiedad de excitar a nuestros órganos sensoriales originando una percepción –en este punto es importante subrayar que la percepción integra su imagen siempre a partir de un pre-juicio que, cuando es compartido bajo la forma de un consenso, pasa inadvertido (Watzlawick, 1976)–. Por otro lado, la realidad es aquello que coarta el cumplimiento inmediato del deseo, impidiendo la inmediata y completa consecución del placer, y esta segunda y más importante forma de la realidad, que se halla en la raíz de la primera y constituye el motivo de todo pensamiento, no posee jamás una imagen definitiva.

El consenso y el movimiento

Si tenemos en cuenta la existencia de lo que Freud denominaba “el inconciente no reprimido” y el concepto freudiano de resistencias del ello, debemos concluir en que interpretar lo reprimido no coincide necesariamente, en todos los casos, con interpretar lo resistido. La interpretación de lo que se considera reprimido es la concientización de un contexto de significación preformado e inconciente que una vez, generalmente en la infancia, fue conciente. Precisamente es el inconciente no reprimido, que forma las estructuras coherentes que sostienen la organización del sistema, aquel que presenta las mayores resistencias al cambio.

El descubrimiento del psicoanálisis, como mutación epistemológica, no es un acto de interpretación psicoanalítica de lo reprimido. Es, por el contrario, un acto “metapsicoanalítico” de interpretación, realizado sobre la población humana en su conjunto. Evoluciona bajo la forma de lo que Freud denominaba “el movimiento psicoanalítico”.

La existencia del fenómeno que hemos llamado “un movimiento” brinda, a cada con-trato o tratamiento, campos de significación y de trabajo que son “metaindividuales”. Desconocer la influencia y la operatividad de este consenso público durante la psicoterapia, o en cualquier otra forma de con-trato humano, equivale a renunciar a comprender adecuadamente gran parte de las vicisitudes que determinan tanto su evolución como su desenlace.

Falsedad y autenticidad

Llamaremos “falsedad” a la discordancia transmitida a través de dos o más formas de comunicación diferentes (siendo una de ellas, por lo general, inconciente), y “autenticidad”, a su concordancia. Así como el inconciente del médico coparticipa en la interpretación a partir de lo que capta, más allá del lenguaje verbal, en el material del paciente, este último realiza inevitablemente una tarea semejante a partir del material brindado por el psicoanalista. En realidad, dado lo que hoy sabemos acerca de la importancia del contexto (Bateson, 1979) y del significado indirecto (Todorov, 1978), debemos afirmar que más que coparticipar en la interpretación este conocimiento inconciente es el que otorga realmente su significación al contexto y con él al acto mismo que se está conviviendo.