Obras morales y de costumbres (Moralia) XII. Tratados antiepicúreos. - Plutarco - E-Book

Obras morales y de costumbres (Moralia) XII. Tratados antiepicúreos. E-Book

Plutarco

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El segundo volumen de escritos filosóficos de Plutarco critica la doctrina epicúrea (como hiciera con el estoicismo en el tomo anterior) y su materialismo, desde los postulados idealistas del platonismo. En este volumen se incluyen tres interesantes tratados en los que Plutarco ataca directamente y con vehemencia la filosofía epicúrea. "Contra Colotes", es una crítica feroz de la Lógica y la Física de esta doctrina; "Sobre la imposibilidad de vivir placenteramente según Epicuro" (formalmente una continuación del anterior) constituye un profundo y elaborado ataque a la Ética del filósofo del Jardín; finalmente, el opúsculo "De si está bien dicho lo de "vive ocultamente"" supone una censura de la famosa máxima epicúrea. Los tres tratados dejan patente que Plutarco tenía un profundo conocimiento de la filosofía de Epicuro: éste es, tras Platón y Aristóteles, el filósofo más citado en la obra del de Queronea. Pero su pensamiento neoplatónico era incompatible con una doctrina materialista y hedonista, por lo que Plutarco contribuyó, en gran medida, a la formación de las acusaciones que, desde finales de la Antigüedad y durante el Medievo, dirigieron contra Epicuro desde Clemente de Alejandría hasta Teodoro Metoquita. Pero, paradójicamente, el mayor interés de estos tratados radica en que representan un inapreciable filón de citas, alusiones, referencias, textos y pasajes que ayudan al lector actual a profundizar y entender el pensamiento de Epicuro.

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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 323

Asesor para la sección griega: CARLOS GARCÍA GUAL .

Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido revisada por CARLOS GARCÍA GUAL .

© EDITORIAL GREDOS, S. A.

Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 2004.

www.editorialgredos.com

REF. GEBO404

ISBN 9788424937003.

INTRODUCCIÓN

1. Plutarco y el epicureísmo

En la historia de la recepción de la filosofía epicúrea, Plutarco ha jugado un papel ciertamente paradójico. Por un lado, desde el siglo xv, en que se recuperan textos fundamentales para la comprensión del epicureísmo como el poema De rerum natura de Lucrecio, la biografía de Diógenes Laercio o los escritos filosóficos de Cicerón, pero sobre todo desde el XVII , con la obra de Pierre Gassendi, que inaugura una nueva etapa de los estudios epicúreos1 , Plutarco se convierte en una verdadera mina de la que los estudiosos van extrayendo paulatinamente numerosas citas, referencias, alusiones y pasajes paralelos que ayudan a entender y profundizar en el pensamiento de Epicuro2 . Por otro lado, sin embargo, el propio Plutarco, por más que recoja algunos aspectos de la habitual polémica antiepicúrea de la Antigüedad en su condena de Epicuro, a quien acusa principalmente de falta de fe en la providencia divina, de irreligiosidad y de inmoralidad, contribuyó en buena medida a la formación y difusión de las acusaciones que desde finales de la Antigüedad y durante todo el Medioevo fueron tradicionalmente dirigidas contra Epicuro, desde Clemente de Alejandría, que repite las mismas acusaciones de Plutarco, cuya obra conocía bien (aunque nunca lo cite como fuente)3 , hasta Teodoro Metoquita, quien a comienzos del siglo XIV se adhiere plenamente y de forma explícita a la condena del Queronense4 .

En general, Plutarco, como buen platónico que era, estaba obligado a oponerse con fuerza al materialismo de la doctrina epicúrea, que encuentra en la materia y el azar las claves para una interpretación coherente y totalizadora del universo, enarbolando un idealismo dualista y finalista para el cual el alma, de esencia divina, es infinitamente superior a la materia. No es de extrañar, por tanto, la frecuente expresión de los sentimientos antiepicúreos del Queronense en bastantes de sus obras (principalmente en sus escritos polémicos contra esta escuela, sobre los que hablaremos en seguida, pero también en muchos otros tratados de los Moralia y en algunas de sus Vidas )5 , y por consiguiente la conservación en ellas de numerosas referencias a las doctrinas y escritos del propio Epicuro y de varios de sus seguidores.

Como es sabido, el epicureísmo era una filosofía plenamente vigente en la época de Plutarco: los propios tratados antiepicúreos de éste, así como otras refutaciones escritas contemporáneamente, por ejemplo la de Epicteto, son buena prueba de la continuidad y vitalidad de la escuela entre finales del siglo I y comienzos del II6 . Testimonio de ello son también los diversos amigos epicúreos que tuvo Plutarco7 , mencionados en distintos lugares de los Moralia y tratados en general con corrección y a veces incluso con cierta simpatía: Boeto, amigo de los días de estudiante de Plutarco convertido luego al epicureísmo8 ; Jenocles de Delfos, «seguidor de las doctrinas de Epicuro» y viejo amigo del Queronense9 ; Alejandro «el epicúreo», calificado por Plutarco de «encantador y bastante erudito»10 ; Zópiro, un médico «completamente familiarizado con los escritos de Epicuro»11 . Plutarco, pues, a pesar de su rechazo de la doctrina epicúrea, mantuvo buenas relaciones con miembros contemporáneos de la escuela y, aunque ocasionalmente muestre cierta antipatía hacia algunos epicúreos12 , en general se muestra amistoso y cortés con la mayoría de los que aparecen en sus obras; nuestro autor, en suma, supo bien «distinguir entre los dogmas y los hombres»13 .

No es aventurado suponer que la amistad de estas personas permitiría a Plutarco tener un conocimiento de primera mano del epicureísmo; de hecho, Epicuro es, tras Platón, Aristóteles y Crisipo, el filósofo que recibe mayor atención en la obra de Plutarco. De lo que no cabe duda, empero, es de que Plutarco conocía bien los escritos epicúreos (algunos de ellos los tendría en su pequeña biblioteca de Queronea, aunque habría tenido bastantes oportunidades de consultarlos en sus estancias en Atenas, Alejandría y Roma) e incluso los utilizaba directamente, como demuestran sus numerosas citas y referencias a ellos14 . En efecto, a través de la obra de Plutarco, especialmente de sus escritos antiepicúreos, nos han llegado más de un centenar de fragmentos textuales de Epicuro y de algunos de sus discípulos, particularmente Metrodoro y Colotes, aparte de otros muchos pasajes en los que el Queronense se refiere indirectamente a las doctrinas de Epicuro o reflexiona sobre ellas15 .

Aunque en el seno de la Academia y también de la Estoa se habían producido diversos tratados polémicos contra los epicúreos que Plutarco debía de conocer y que pudo haber utilizado en sus escritos, no fueron éstos (con frecuencia simples panfletos) la fuente principal de su conocimiento del epicureísmo. Ya Ziegler estableció que Plutarco leyó sin duda las fuentes epicúreas originales, aunque pudiera haberse servido de tratados polémicos de académicos como Clitómaco de Cartago, según sugirió Usener16 ; a similares conclusiones han llegado Hershbell y Boulogne, si bien este último insiste en no desdeñar totalmente la tradición polémica, pues, a pesar de que es innegable un conocimiento directo de los escritos y pensamiento epicúreos por parte de Plutarco, su actitud hacia el epicureísmo habría venido dictada, según este autor, por «una doble tradición: la de las prácticas polémicas habituales de la época, y la de la polémica antiepicúrea propiamente dicha»17 .

Este conocimiento, incluso familiaridad de Plutarco con los escritos epicúreos está en relación directa con una importante cuestión: la de su mayor o menor fidelidad u objetividad al citar las obras de Epicuro y sus seguidores o exponer sus ideas. Obviamente, aquí debe tenerse muy en cuenta la propia naturaleza polémica de los escritos antiepicúreos de Plutarco, pero esto no debe llevamos necesariamente a concluir que Plutarco citara mal de forma deliberada o que incluso llegara a falsear los escritos de sus oponentes. De hecho, el propio Plutarco acusa al epicúreo Colotes de mutilar y descontextualizar las citas e ideas de los filósofos que critica18 , por lo que no parece que quisiera exponerse de buena gana a similares acusaciones. Es cierto, como ha estudiado Hershbell19 , que Plutarco tiende a abreviar y adaptar pasajes de Epicuro, pero cuando podemos comparar sus citas con otras que encontramos en otros autores antiguos, particularmente en Diógenes Laercio, por lo general parecen precisas y concordantes, si no en la forma sí en el fondo. No hay razón, por tanto, para dudar en principio de la honestidad intelectual de Plutarco a la hora de citar los escritos epicúreos: la afirmación de Bailey de que «Plutarco pone buen cuidado, siempre que le es posible, en citar las propias palabras de Epicuro», parece sustancialmente correcta20 .

Pero una cita fidedigna no garantiza una interpretación fiable. En este sentido, ya Ziegler llamaba la atención sobre la fiabilidad de Plutarco en sus exposiciones de la doctrina epicúrea, presentada a menudo de forma unilateral y claramente hostil21 . Posteriormente, autores como Hershbell o Boulogne han puesto de relieve cómo la interpretación plutarquea de la filosofía epicúrea se muestra a veces poco consistente e incluso claramente tendenciosa. Así ocurre, por ejemplo, cuando ataca la teoría atomista por no explicar cómo cuerpos sin cualidades, como son los átomos epicúreos, pueden producir cualidades de todo tipo simplemente al juntarse22 , o cómo puede salir nada estable del constante movimiento y colisión de los átomos23 . El primer problema, como apunta Hershbell, está mal planteado, pues una cosa son los átomos y otra distinta los objetos por ellos constituidos: para un epicúreo, en efecto, no hay inconsistencia en afirmar que un objeto puede tener cualidades que no tienen los átomos que lo conforman. Respecto a la segunda objeción, cabe resaltar que Plutarco, en su aparente incapacidad de comprender el concepto epicúreo de periplokḗ, pasa por alto la pequeñez de los átomos, su propia imperceptibilidad y la de sus movimientos. Además, aunque los argumentos utilizados por Plutarco —empleados ya en su mayoría por estoicos y académicos— son en general pertinentes y reveladores de un examen atento de los textos epicúreos, sin embargo están basados en última instancia en el apriorismo de juzgar inferior toda explicación cosmológica que no se apoye en la teoría platónico-aristotélica de los cuatro elementos (stoicheîa)24 . Lo mismo sucede cuando critica Plutarco la psicología y gnoseología epicúreas sin profundizar en ellas, sino más bien recurriendo en demasiadas ocasiones al fácil expediente de las generalizaciones y simplificaciones a menudo abusivas25 , o cuando polemiza contra la ética epicúrea, y especialmente su teoría del placer, malinterpretando en diversas ocasiones —o sencillamente pasándolas por alto cuando le conviene— ideas centrales como la distinción entre placeres «cinéticos» y «catastemáticos» o la creencia epicúrea de que la ausencia de dolor es el sumo placer, ideas que Plutarco sin duda conocía26 .

En suma, una cosa son las citas epicúreas que aparecen en Plutarco, por lo general fidedignas, y otra bien distinta la interpretación plutarquea de la doctrina epicúrea. En efecto, nuestro autor procura citar bien las palabras epicúreas, pero sólo las que le interesan para sustentar mejor sus críticas, y además las interpreta a menudo pro domo sua. Plutarco, como afirma Hershbell benévolamente, «no siempre es exacto en sus discusiones»27 .

2. Los escritos antiepicúreos de Plutarco

El llamado Catálogo de Lamprias28 , redactado entre los siglos III y IV , recoge diez títulos de obras escritas por Plutarco contra Epicuro y sus seguidores, de las que sólo se nos han conservado las tres que componen el presente volumen: Contra Colotes (núm. 81; abreviado Col.), Sobre la imposiblilidad de vivir placenteramente según Epicuro (núm. 82; abrev. Suav. viv. Epic.) y De si está bien dicho lo de «Vive ocultamente» (núm. 178; abrev. Lat. viv.). Los títulos y números de las restantes son: Contra la doctrina de Epicuro acerca de los dioses (núm. 80), Sobre las contradicciones epicúreas (núm. 129), Sobre el libre arbitrio contra Epicuro (núm. 133), Que los epicúreos dicen cosas más paradójicas que los poetas (núm. 143), Selecciones y refutaciones de los estoicos y los epicúreos (núm. 148), Sobre la superstición contra Epicuro (núm. 155)29 , y Sobre las formas de vida contra Epicuro (núm. 159). Algunos tratados contra los estoicos presentan títulos similares a las obras antiepicúreas: Sobre las contradicciones de los estoicos (núm. 76; cf. núm. 129), Sobre el libre arbitrio contra los estoicos (núm. 154; cf. núm. 133), Que los estoicos dicen cosas más paradójicas que los poetas (núm. 79; cf. núm. 143). Esta similitud, que se registra también en el número de obras antiestoicas recogidas en el Catálogo de Lamprias (9) y en el de las que se nos han conservado (3), ha llevado a los estudiosos a suponer en Plutarco la intención de combatir de forma paralela las doctrinas de las dos escuelas filosóficas rivales más importantes, así como a pensar que las seis obras supervivientes, tres antiepicúreas y tres antiestoicas, estarían estrechamente ligadas entre sí y constituirían, cada grupo por su parte, una especie de trilogía ideal30 . Pero es dudoso que esto fuera así, pues, entre otras cosas, la tradición manuscrita de los tratados antiepicúreos conservados no es unitaria; antes al contrario, los tres han seguido suertes dispares en su transmisión, lo que confirma que no eran considerados como una trilogía y como tal conservados31 .

En efecto, los códices más antiguos, de entre los siglos X y XI , sólo incluyen una obra, Lat. viv. (Vaticanus Urbin. gr. 97 [U], el más antiguo de todos, datado hacia la mitad del siglo X ; Heidelbergensis Palatinus gr. 283 [H], también del siglo X , aunque algo posterior al anterior; Laurentianus 69, 13 [L], códice rescripto de la segunda mitad del siglo XI ; y Parisinus gr. 1955 [C], de la misma época que el anterior, del que es copia), o bien Suav. viv. Epic. (Marcianus gr. 250 [X], de la segunda mitad del siglo X ). En el último decenio del siglo XIII tenemos las primeras ediciones planudeas, que ya incluyen ambos tratados seguidos, primero Suav. viv.Epic., con el n.° 43, y a continuación Lat. viv., con el n.° 44: nos referimos al Ambrosianus gr. 859 (C 126 inf.) (α), copiado poco antes de 1296, a partir de distintos modelos, por un grupo de escribas que se iban alternando a las órdenes de Planudes, y al Parisinus gr. 1671 (A), terminado de copiar el 11 de julio de 1296, que contiene lo mismo que el anterior (69 tratados de Moralia) más las Vidas. No será hasta el tercer cuarto del siglo XIV que aparecerá un códice con toda la obra de Plutarco tal y como la conocemos en la actualidad: se trata del magnífico Parisinus gr. 1672 (E), en el que confluyen las anteriores ediciones planudeas y nueve tratados más de Moralia (numerados del 70 al 78), descubiertos e incluidos aquí, tras los 69 recogidos anteriormente, por Planudes o sus continuadores32 ; entre esos tratados se encuentra Col., con el n.° 73, por lo que son 29 los que lo separan de Suav. viv. Epic. y Lat. viv. De este códice, o más bien de su modelo, procede el Parisinus gr. 1675 (B), datado en torno al año 1430, que contiene también los escritos antiepicúreos en el mismo orden que E aunque separados esta vez por 13 tratados. No obstante, entre los siglos XIV y XV encontramos diversos códices que parecen seguir otra vía de transmisión, pues, aparte de no incluir Col. , presentan los otros dos tratados en orden inverso al de la otra rama de la tradición manuscrita (así ocurre en el Vaticanus gr. 1676 [n], de mediados del XIV ) y además no seguidos, sino separados por algún o algunos otros tratados (como vemos en otros tres códices, todos del siglo XV : el Vat. Palatinus gr. 170 [g]: siete tratados entre Lat. viv. y Suav. viv. Epic .; el Lond. Harleianus 5692 [c]: dos tratados, y el Laurentianus gr. 56, 2 [d]: un tratado)33 .

En resumen, es constatable una cierta simetría entre los tratados antiepicúreos y los antiestoicos de Plutarco recogidos en el Catálogo de Lamprias, y no podemos descartar que en principio se tomaran tres tratados de cada grupo conscientemente (aunque tampoco en el Catálogo de Lamprias aparecen juntos), pero lo cierto es que luego la gente que los leía y los copiaba no los consideró una trilogía, pues no sintió la necesidad de ponerlos uno a continuación del otro hasta muchísimo tiempo después. No hubo, pues, una trilogía antiepicúrea unitariamente transmitida.

Por lo que se refiere al público al que iban dirigidos estos tratados, actualmente hay consenso general entre los estudiosos respecto a que los escritos antiepicúreos de Plutarco (al igual que los antiestoicos, incluidos también por Ziegler entre los escritos científicos de filosofía) estarían pensados para ser leídos sobre todo en la escuela de Plutarco y en otras similares34 . Donini ha sugerido recientemente que la mayor dificultad de comentarios como el De animae pro-creatione in Timaeo o las Platonicae quaestiones frente a tratados como Col. o De virtute morali (que Ziegler incluía entre los tratados filosófico-populares de argumento ético) reflejaría que estaban destinados a dos tipos de público distintos por su grado de preparación35 ; es una hipótesis plausible, pero, como apunta Santaniello36 , también para algunos tratados, entre ellos los de polémica antiepicúrea y antiestoica, se puede pensar en un público de nivel cultural no inferior, o no mucho, al de la literatura exegética. En todo caso, superada ya la errónea distinción de Ziegler entre escritos científicos y populares, podemos afirmar, con Gallo, que los tratados antiepicúreos de Plutarco, al igual que el resto de sus escritos filosóficos, estaban «reservados a una élite, en muchos casos no de una escuela, sino de una larga categoría de personas, pero siempre pepaideuménoi »37 .

Volviendo al terreno de la transmisión textual, merece la pena señalar finalmente que Lat. viv. tiene poco en común, por lo que se refiere a aspectos formales y de contenido, con los otros dos tratados antiepicúreos38 , como tendremos ocasión de comprobar luego en las introducciones particulares a cada uno de ellos; sin embargo, han sido Suav. viv. Epic. y Col., el primero continuación del segundo, como veremos, y ambos, atendiendo a la forma literaria, diálogos (aunque disten bien poco de los tratados filosóficos propiamente dichos de Plutarco)39 , los tratados que más han estado desunidos durante las etapas de su transmisión. En efecto, ambas obras están bastante separadas en los dos códices, E y B, que las contienen completas, así como en la editio princeps de los Moralia40 : en concreto las separan treinta ensayos en E, catorce en B y cuarenta y ocho en la Aldina. Según señalan los editores Einarson-De Lacy41 , el primero que las dispuso seguidas fue el jurista e historiador francés Arnoul Le Ferron (Ferronus) en su traducción latina (Lyon, 1555); pero, al no caer en la cuenta de que el comienzo de Suav. viv. Epic, se refiere a Col.42 , Ferronus mantuvo el orden de la edición que manejaba43 , limitándose a omitir los ensayos que las separaban. Esta ordenación fue asumida por el francés Robert Estienne (Stephanus) en su edición canónica de 157244 , en la que estos ensayos aparecen respectivamente con los números 73 y 74 (y a continuación, con el n.° 75, Lat. viv.), y de esta edición pasó a todas las posteriores, a pesar de que a mediados del siglo XVII , es decir sólo unas décadas después, Pierre Gassendi había advertido ya la estrecha relación entre ambos tratados y la precedencia de Col., al referirse a éste como «el primero de los dos libros contra Colotes» (priore in Coloten libro)45 .

Por tales razones, en el presente volumen hemos decidido invertir el orden habitual en que estos tratados plutarqueos, Col. y Suav. viv. Epic., suelen presentarse: somos conscientes, por supuesto, de que esta ruptura de la tradición ecdótica podrá ser criticada desde diversos ángulos, pero, en primer lugar, contamos con algunos precedentes que podemos invocar en nuestro apoyo, desde el propio Catálogo de Lamprias (que incluye Suav. viv. Epic, a continuación de Col.), pasando por la traducción dieciochesca del abate Dominique Ricard46 , hasta el conocido Plutarco de Ziegler (que comienza con Col. su análisis de los escritos antiepicúreos de Plutarco y considera explícitamente Suav. viv. Epic. continuación de éste)47 , y, en segundo lugar, recordamos que es deber de todo filólogo acercarse lo más posible y restaurar de la manera más fidedigna los textos originales, y eso incluye también restablecer el orden que refleje la secuencia temporal en que esos textos fueron escritos.

3. Ediciones y traducciones

Para la presente traducción de los tratados antiepicúreos de Plutarco hemos seguido la edición de B. Einarson-Ph. H. de Lacy, Plutarch’s Moralia, vol. XIV (Loeb Classical Library, 428), Cambridge, Mass.-Londres, 1967, aunque cotejándola en todo momento con la de M. Pohlenz-R. Westan, Plutarchi Moralia, vol. VI, fase. 2 (Bibliotheca Teubneriana), Leipzig, 19592 . No obstante, en algunos pasajes discrepamos de la lectura de los primeros y preferimos la de los segundos o bien la de otros autores: a este respecto, remitimos al lector, además de a las notas textuales en cada una de las introducciones particulares a los tratados que componen este volumen, a las notas que en esos pasajes explican nuestra discrepancia y sus razones. Fuera de estas dos, no existe, por ahora, ninguna otra edición completa de los tratados antiepicúreos de Plutarco. A la espera de que aparezca el volumen correspondiente en la colección Budé (que, al parecer, aún no está asignado a ningún investigador), en el Corpus Plutarchi Moralium, que vienen publicando conjuntamente la Universidad de Salerno y el Istituto Universitario Orientale de Nápoles, ha aparecido recientemente la edición del De latenter vivendo a cargo de I. Gallo (Plutarco. Se sia ben detto vivi nascosto, Nápoles, 2000), y están en preparación las del Contra Colotem y Non posse suaviter vivi secundum Epicurum, a cargo, respectivamente, de M. Bonazzi y A. Casanova.

De las obras plutarqueas que componen el presente volumen sólo conocemos dos comentarios modernos, ambos del mismo tratado: son los de K.-D. Zacher, Plutarchs Kritik an der Lustlehre Epikurs. Ein Kommentar zu Non posse suaviter vivi secundum Epicurum: Kap. 1-8 (Beiträge zur klassischen Philologie, 124), Königstein, 198248 , y F. Albini, Plutarco. Non posse suaviter vivi secundum Epicurum:Introd., trad, e commento, Génova, 1993. Aunque no se trate de comentarios filológicos propiamente dichos, hay que citar aquí también los exhaustivos estudios de H. Adam, Plutarchs Schrift Non posse suaviter vivi secundum Epicurum (Studien zur antiken Philosophie, 4), Amsterdam, 1974, y R. Westman, Plutarch gegen Kolotes. Seine Schrift «Adversus Colotem» als philosophiegeschichtliche Quelle (Acta Philosophica Fennica, 7), Helsinki, 1955.

En cuanto a traducciones, hemos manejado especialmente la inglesa que acompaña a la citada edición de la Loeb Classical Library; para traducciones anteriores remitimos a las listas que cierran las introducciones a cada uno de los tratados antiepicúreos en esa edición (unas listas bastante completas pero en las que habría que incluir, al menos, la traducción francesa de Jacques Amyot, Les Œuvres morales et meslees de Plutarque, París, 1587, tomo I, págs. 277-290 [XLI. Que l’on ne sçauroit viure ioyeusement selon Epicurus ] y 291-292 [XLII. Si ce mot commun est bien dit, Cache ta vie ]; tomo II, págs. 588-598 [LXIX. Contre l’Epicurien Colotes ]). Con posterioridad a la traducción inglesa de Einarson-De Lacy han aparecido, que sepamos, dos traducciones completas de los tratados antiepicúreos: una al francés, editada, junto con los tratados antiestoicos, por Jean Salem (Plutarque. Du stoïcisme et de l’épicurisme, París, 1996; pero la autoría de Salem se limita a la introducción y a unas breves notas, pues se trata en realidad de la ya citada traducción del abate Ricard), y otra al griego moderno, dentro de la traducción de los Ηθικά de Plutarco publicada por la editorial Kaktos al cuidado de B. Mandilarás (Ηθικά 28. Περί των κοινών εννοιών προς τους Στωικού. ‘Οτι ουδέ ηδέως ζην έστιν κατ’ Επίκορον, y Ηθικά 29. Προς Κωλώτην. Ει καλώς είρηται το λάθε βιώσας, Περί μου-σικής , Atenas, 1997)49 . De tratados sueltos han aparecido también varias traducciones. Del Non posse suaviter vivi secundum Epicurum hay ahora tres traducciones italianas: la de A. Barigazzi, Plutarco. Contro Epicuro, Florencia, 1978, certeramente anotada y con una buena introducción; la que acompaña al citado comentario de Albini, que también hemos tenido siempre a la vista tanto para la traducción como para las notas a este tratado; y la de F. Sircana, Plutarco. Non è possibile vivere felici seguendo Epicuro, Como-Pavía, 1997, correcta pero con introducción breve —y algo desenfocada— y notas mínimas. Del De latenter vivendo existen también de tres traducciones recientes: una inglesa a cargo de D. A. Russell, incluida en su libro Plutarch: Selected Essays and Dialogues, Oxford, 1993, págs. 120-124; otra italiana, que acompaña a la citada edición de Gallo; y una tercera alemana a cargo de U. Berner-R. Feldmeier-B. Heininger-R. Hirsch-Luipold, Plutarch. Ist «Lebe im Verborgenen» eine gute Lebensregel?, Darmstadt, 2000, bilingüe y anotada, con amplias introducciones sobre el autor y la obra e interesantes ensayos interpretativos que facilitan la comprensión del tratado. Del Contra Colotem, en cambio, sólo conocemos la existencia (aunque no hemos podido consultarla) de la memoria de licenciatura inédita de D. Babut, redactada en 1951 y titulada «Le Contre Colotès de Plutarque. Traduction et commentaire», que R. Flaceliére reconoce haber usado con profusión en su artículo sobre «Plutarque et l’épicurisme» citado más adelante. Por lo que respecta, en fin, a traducciones castellanas, sólo tenemos noticia de una del tratado De latenter vivendo, debida a Diego Gracián y publicada en Salamanca en 1571 (Morales de Plutarco, fo. 238v-240: Apologia contra Epicuro Philosopho porque dixo esta razon. Lathe biosas, a saber. Vive de tal manera, que ninguno te sienta aver vivido )50 .

BIBLIOGRAFÍA

En cuanto a bibliografía secundaria, en el siguiente listado se recogen sólo aquellos trabajos que tratan específicamente sobre los tratados antiepicúreos de Plutarco o que estudian la relación entre éste y la doctrina epicúrea, tanto en general como sobre algún aspecto concreto. Por su relación directa con este tema, se incluyen también algunas referencias a la situación del epicureísmo en la época de Plutarco y su relación con otras escuelas, y particularmente a la figura del epicúreo Colotes. No es éste, sin embargo, el lugar adecuado para referirse con mayor detalle a la, por lo demás, extensísima bibliografía sobre Epicuro y su escuela1 ; nos limitaremos, pues, a señalar aquí: a) algunos estudios generales recientes, como los artículos de M. ERLER , «Epikur» y «Die Schule Epikurs», en H. FLASHAR (ed.), Grundriss der Geschichte der Philosophie. Die Philosophie der Antike, 4: Die hellenistische Philosophie, Basilea, 1994, págs. 29-202 y 203-380 (sobre Colotes: 235-240), respectivamente, y el de R. GOULET , «Épicure de Samos», en el Dictionnaire des philosophes antiques, vol. III, París, 2000, págs. 154-181 (aunque el libro de C. GARCÍA GUAL , Epicuro, Madrid, 1981, sigue siendo de recomendable lectura); b) la edición al uso; G. ARRIGHETTI , Epicuro. Opere, Turín, 1973, si bien conviene manejarla conjuntamente con la venerable edición de H. USENER , Epicurea, Leipzig, 1887, todavía bastante útil; y c) la única traducción más o menos completa; la italiana de M. ISNARDI PARENTE , Epicuro. Opere, Turín, 19832 .

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1Vid. E. GARIN , «Ricerche sull’epicureismo del Quattrocento», en Epicurea in memoriam Hectoris Bignone, Génova, 1959, págs. 217-231, y C. GARCÍA GUAL , Epicuro, Madrid, 1981, págs. 252 ss.

2 Cf. H. USENER , Epicurea, Leipzig, 1887, pág. LXIV: «Praeter sectatores et Laertium testimonia de Epicuro magis locupletia et copiosa non sunt quam M. Tulli Ciceronis et Plutarchi».

3 Cf. K. ZIEGLER , Plutarco, ed. italiana [trad. por M.a R. ZANCAN RINALDINI ], del libro Plutarchos von Chaironeia (Stuttgart, 1949), Brescia, 1965, pág. 374. Para CLEMENTE DE ALEJANDRÍA , Strom. I 1, 2; 50, 6; 52, 4, etc., los epicúreos son unos ateos inmorales que suprimen la providencia divina y divinízan el placer. Sobre la presencia del epicureísmo en la obra de Clemente, vid. A. DESSI , «Elementi epicurei in Clemente Alessandrino. Alcune considerazioni», Athenaeum 60 (1982), 402-435.

4 En su ensayo «Sobre Plutarco» (cap. 71 de su Miscellanea philosophica et historica, págs. 463-481 en la edición de M. C. G. MÜLLER- M. T. KIESSLING , Leipzig, 1821), algunas de cuyas páginas, en especial las dedicadas a la crítica plutarquea del epicureísmo (págs. 468-471), parecen reflejar una lectura directa de la obra de Plutarco, y en concreto del tratado Non posse suaviter vivi secundum Epicurum, que el Metoquita conoció probablemente a través de la edición planudea de 1296, sobre la que hablaremos más adelante: vid. L. TARTAGLIA , «Il Saggio su Plutarco di Teodoro Metochita», en Ταλαρίσκος. Studia Graeca A. Garzya sexagenario a discipulis oblata, Nápoles, 1987, págs. 339-362, y F. J. ORTOLÁ SALAS , «Plutarco, educador de bizantinos: de Agatías Escolástico a Teodoro Metoquita», en J. G. MONTES- M. SÁNCHEZ- R. J. GALLÉ (eds.). Plutarco, Dioniso y el vino. Actas del VI Simposio Español sobre Plutarco (Cádiz. 14-16 de mayo de 1998), Madrid, 1999, págs. 349-357, en pág. 355.

5 Una relación completa y detallada de todas las obras en las que Plutarco ataca al epicureísmo puede verse en J. BOULOGNE , Plutarque et l’épicurisme, París, 1986.

6 Cf. J. FERGUSON , «Epicureanism under the Roman Empire», Aufstieg und Niedergang der Römischen Welt [ANRW ] II 36.4 (1990), 2257-2327, y J.-M. ANDRÉ , «Les écoles philosophiques aux deux premiers siècles de l’Empire», ANRW II 36.1 (1987), 5-77, esp. págs. 44-46. Este último autor llega a sugerir, aunque con muchas reservas, que Plutarco pudo tener algo que ver con la crisis del epicureísmo ateniense a comienzos del principado de Adriano, «cuando el Jardín de Atenas (de cuya vitalidad dan buena prueba Marcial y Juvenal) atraviesa una crisis de vocaciones científicas que hacen difícil la elección de un escolarca».

7 En general, sobre los amigos de Plutarco remitimos a B. PUECH , «Prosopographie des amis de Plutarque», ANRW II 33.6 (1992), 4831-4893, y en especial, por lo que respecta a los epicúreos, a BOULOGNE , op. cit., págs. 19-52.

8 Cf. Pyth. or. 5 (Mor. 396E); en Quaest. conv. V 1, 1 (Mor. 673C) se le llama «el epicúreo». Advertimos desde ahora que para citar las obras de Plutarco usamos las abreviaturas propuestas por A. PÉREZ JIMÉNEZ en su «Introducción general» a Plutarco. Vidas paralelas I, Madrid, 1985 (BCG 77), págs. 127-131; de los Moralia, en concreto, damos siempre la cita completa: título del tratado, capítulo y, entre paréntesis, número de página en la edición de STEPHANUS de 1599.

9Quaest. conv. II 2, 1 (Mor. 635A-C).

10 Cf. Quaest. conv. II 3, 1-2 (Mor. 635E-636A); se trata probablemente del mismo Alejandro a quien Plutarco dedicó su tratado De Herodoti malignitate.

11 Cf. Quaest. conv. III 6, 1-2 (Mor. 653C-654B), donde Zópiro explica con detalle los argumentos del Simposio de EPICURO sobre el momento más conveniente para mantener relaciones sexuales.

12 Así ocurre con el anónimo epicúreo que aparece en Ser. num. vind. 1 (Mor. 548 C). o con el Heraclides de Suav. viv. Epic. 2 (Mor. 1086E).

13 BOULOGNE , op. cit., pág. 464.

14 Cf. BOULOGNE , op. cit., págs. 456-458, y J. P. HERSHBELL , «Plutarch and Epicureanism», ANRW II 36.5 (1992), 3353-3383, en págs. 3356 y 3360.

15 Un buen número de esos fragmentos pueden ser asignados con razonable certeza a obras específicas (Cartas, Máximas capitales, Casos dudosos. Sobre el criterio o Canon, Sobre la naturaleza, Simposio, etc.), aunque hay también muchas otras citas o paráfrasis de escritos de Epicuro cuyas fuentes no pueden determinarse con precisión: Cf. HERSHBELL , op. cit., págs. 3357-3360.

16 ZIEGLER , op. cit., pág. 161. La sugerencia de USENER , op. cit., pág. LXIV, choca, sin embargo, con el hecho de que en ningún lugar de la obra de Plutarco aparece referencia alguna a Clitómaco.

17 HERSHBELL , op. cit., pág. 3360; BOULOGNE , op. cit., pág. 463.

18Col. 3 (Mor. 1108D).

19 HERSHBELL , op. cit., págs. 3357-3361.

20 C. BAILEY , The Greeks Atomists and Epicurus, Oxford, 1928, pág. 230 (citado por HERSHBELL , op. cit., pág. 3368). No ocurre así, sin embargo, con las citas plutarqueas de Metrodoro, que a veces parecen menos dignas de crédito: cf. HERSHBELL , op. cit., págs. 3368 s.

21 ZIEGLER , op. cit., págs. 159 s.

22Col. 8 (Mor. 1111C).

23 Cf. por ejemplo Col. 9 (Mor. 1111E) y 10 (Mor. 1112B-C).

24 Sobre la crítica de Plutarco a la teoría atomista epicúrea, vid. HERSHBELL , op. cit., págs. 3370 s. y 3374-3376, y especialmente la detallada exposición de BOULOGNE , op. cit., págs. 560-611.

25 Cf. Col. 20-21 (Mor. 1118C-1119C), 25 (1121A-E) o 28 (1123B-1124B), entre otros pasajes, y véanse HERSHBELL , op. cit., págs. 3371 s., y especialmente BOULOGNE , op. cit., págs. 513-559 y 644-655.

26 Cf. especialmente Suav. viv. Epic. 3-6 (Mor. 1087D-1091A), y véanse HERSHBELL , op. cit., págs. 3372 s., y BOULOGNE , op. cit., págs. 679-686.

27 HERSHBELL , op. cit., pág. 3372.

28 Se trata del inventario (ciertamente descuidado e incompleto) de obras de Plutarco conservadas en una biblioteca: vid. M. TREU , Der sogenannte Lampriaskatalog der Plularch-Schriften, Waldenburg, 1873, y ZIEGLER , op. cit., págs. 79-85.

29 B. ZUCCHELLI , a cuyo cuidado estuvo la edición italiana del Plutarco de ZIEGLER , veía en la segunda parte de este título un añadido que debía eliminarse: vid. ZIEGLER , op. cit., pág. 82.

30 Cf. ZIEGLER , op. cit., pág. 155: «Ciertamente no es casual que también de los escritos antiepicúreos nos hayan llegado tres […]; debemos reconocer más bien en ello la mano de un seleccionador, el cual, en un cierto momento, debió escoger las dos trilogías de escritos polémicos, que de ese modo han llegado hasta nosotros».

31 Véanse al respecto las consideraciones de I. GALLO en su introducción a Plutarco. Se sia ben detto vivi nascosto, Nápoles, 2000, págs. 7 s. y 23. Tampoco los tratados antiestoicos fueron sentidos como una trilogía, pues, además de que una parte de la transmisión se realizó por separado (especialmente Stoic, rep.) . cuando se transmitieron juntos siempre se hizo sin unirlos uno a continuación del otro, hasta la edición canónica de STEPHANUS (1572).

32 Véase al respecto el artículo de M. MANFREDINI , «La tradizione manoscritta dei Moralia 70-77 di Plutarco», Annali della Scuola Normale di Pisa 6 (1976), 453-485.

33 Para recopilar esta información hemos utilizado fundamentalmente el Inventario de los manuscritos griegos de Plutarco del profesor R. CABALLERO , a quien agradecemos su gentileza al proporcionarnos una copia del trabajo, aún inédito, y su paciente amabilidad aportando datos, aclarando dudas y comentando ideas.

34 No obstante, C. SANTANIELLO , «Rapporti fra generi letterari e pubblico nel corpus plutarcheo», en I. GALLO- C. MORESCHINI (eds.), I generi letterari in Plutarco, Nápoles, 2000, págs. 271-286, ha subrayado (en págs. 283 s.) el problema que plantea al respecto la dedicatoria de Col. (sobre la que hablaremos con más detalle en la introducción particular a este tratado) al procónsul de Acaya L. Herennio Saturnino, quien, a lo que sabemos, no era íntimo de Plutarco ni tenía ninguna relación con su escuela (aunque sí, por su posición e influencia, con otros poderosos personajes romanos amigos de Plutarco, como Sosio Seneción).

35 P. DONINI , «Il trattato filosofico in Plutarco», en GALLO- MORESCHINI (eds.), op. cit., págs. 133-145.

36 SANTANIELLO , op. cit., pág. 283, n. 34.

37 I. GALLO , «Plutarco», en I. LANA- E. V. MALTESE (dir.), Storia della civiltà letteraria greca e latina, vol. III, Turín, 1998, págs. 31-50, en pág. 38.

38 Cf. GALLO , Vivi nascosto…, pág. 8.

39 Sobre la distinción entre diálogos y tratados filosóficos en la obra de Plutarco véase DONINI , op. cit., quien propone relacionar esa distinción con las dos diferentes tendencias o interpretaciones del platonismo, la escéptica y la dogmática, que encontramos en el propio Plutarco.

40 Publicada en 1509 por las prensas venecianas de Aldo Manuzio, al cuidado de Demetrio Ducas en colaboración con Erasmo, y compuesta aparentemente a partir de un gemelo perdido del códice B.

41 B. EINARSON- PH . H. DE LACY , Plutarch’s Moralia, vol. XIV, Cambridge, Mass.-Londres, 1967, pág. 3.

42 Cf. Suav. viv. Epic. 1 (1086D).

43 Probablemente la de Basilea de 1542, que era una simple reproducción de la Aldina.

44 Los Moralia se suelen citar según los números de página de la reedición de 1599, que incluía la versión latina de Xylander.

45 P. GASSENDI , Animadversiones in decimum librum Diogenis Laertii, qui est de vita moribus placitisque Epicuri, Lyon, 1649, pág. 116.

46Œuvres morales de Plutarque. 17 vols., París, 1783.

47 ZIEGLER , op. cit., págs. 155-161 («[Suav. viv . Epic .] puede considerarse continuación del adv. Col. »: pág. 157).

48 Estamos aún a la espera de que se publique la segunda parte de este comentario, cuya preparación se anunció ya en la revista Ploutarchos 2.2 (1986).

49 Para el año 2005 está prevista la aparición, en la «Bibliothèque de la Pléiade» del editor GALLIMARD , de un volumen consagrado a los Épicuriens en el que el profesor J. BOULOGNE , de la Universidad de Lille, ofrecerá su traducción de los textos antiepicúreos de Plutarco: vid. Ploutarchos 15.2 (1999). De reciente aparición es su libro Plutarque dans le miroir d’Épicure (Lille, 2003), que, aunque todavía no ha podido ser leído por el traductor del presente volumen, al menos queda incluido en la bibliografía.

50 Cf. J. BERGUA CAVERO , Estudios sobre la tradición de Plutarco en España (siglos XI1I-XVII), Zaragoza, 1995, págs. 162 s., y referencia completa en pág. 272.

1 Cf., al respecto, la puesta al día bibliográfica, con amplios comentarios, que constituye la parte segunda del volumen colectivo Syzetesis. Studi sull’epicureismo greco e romano offerti a Marcello Gigante, Nápoles, 1986, que puede completarse ahora acudiendo a los tres volúmenes de Epicureismo greco e romano. Atti del Congresso Internazionale (Napoli, 19-26 maggio 1993), Nápoles, 1996.

2 Existe una útil versión, también italiana, de los Epicurea de USENER , realizada por L. MASSA POSITANO y publicada en Padua en 1969.

CONTRA COLOTES

INTRODUCCIÓN

El presente tratado de Plutarco, que figura con el número 81 en el Catálogo de Lamprias, es una réplica al libro del epicúreo Colotes Sobre la imposibilidad de vivir según las doctrinas de los otros filósofos, perdido hoy para nosotros y desconocido por otras fuentes.

Colotes de Lámpsaco1 se había convertido en discípulo de Epicuro durante la estancia del filósofo en esta ciudad de Asia Menor (entre 310 y 306 a. C.). Su espontáneo acto de veneración al maestro, en emocionado agradecimiento por sus enseñanzas2 , así como los diminutivos cariñosos con que Epicuro solía llamarlo3 , sugieren que sería aún muy joven cuando Epicuro abandonó Lámpsaco para trasladarse a Atenas y fundar allí el famoso Jardín. Suponiendo que Colotes tuviera como mucho catorce años cuando empezó a oír las lecciones de Epicuro (la misma edad con que éste comenzó sus estudios de filosofía), su fecha de nacimiento habría que situarla entre 324 y 320 a. C. Tras la partida del maestro, Colotes siguió manteniendo contacto con éste, como prueban diversos fragmentos de cartas de Epicuro4 , y es posible que llegara incluso a dirigir la escuela de Lámpsaco, pues sabemos de un discípulo suyo, Menedemo, que lo abandonó para pasarse a los cínicos5 .

La mayor parte de las obras de Colotes de las que conservamos noticia son polémicas6 . Así, entre los papiros de Herculano se conservan fragmentos de Contra el «Lisis» de Platón (PHerc. 208) y Contra el «Eutidemo» de Platón (PHerc. 1032)7 , y sabemos por Macrobio y Proclo que escribió una obra contra los mitos de Platón en la República8 . También se le atribuye un tratado Sobre las leyes y la consideración social, del que conservamos sólo el título, transmitido por Filodemo9 .

Pero, sin duda, la obra más conocida de Colotes fue la mencionada Sobre la imposibilidad de vivir según las doctrinas de los otros filósofos, que provocó la réplica de Plutarco, a partir de cuyas críticas puede ser reconstruida10 . El libro se enmarca en la polémica mantenida por Colotes contra la Academia escéptica de Arcesilao, a quien alude sin nombrar por estar vivo aún, según nos dice Plutarco11 . Puesto que Arcesilao fue elegido escolarca de la Academia entre 268 y 264 a. C., el libro de Colotes no pudo escribirse antes de la primera de esas fechas. Podemos precisar aún más, pues Colotes dedicó su libro a un rey Ptolomeo12 , que no puede ser otro que Ptolomeo II Filadelfo, que reinó entre 282 y 246 a. C., y, como sugieren Einarson-De Lacy, es posible que Colotes escribiera el libro durante una visita a Atenas y se lo dedicara al rey con motivo de su alianza con Atenas en la guerra cremonídea, que acabó con la entrega de la ciudad a Antígono Gónatas en 262 a. C13 .

En su libro, Colotes atacaba sucesivamente a Demócrito, Parménides, Empédocles, Sócrates, Meliso, Platón, Estilpón y dos escuelas contemporáneas cuyo nombre silencia y que Plutarco identifica con la de los cirenaicos y la Academia de Arcesilao14 . Lo cierto, sin embargo, es que el ataque de Colotes se dirigía principalmente contra esta última escuela, y en concreto contra su doctrina de la epochḗ o suspensión del juicio, a la que Colotes contraponía la enárgeia o clara evidencia como criterio único de verdadero conocimiento15 ; pero antes, Colotes pasaba revista a las opiniones de los mencionados filósofos, a quienes los escépticos de la Academia consideraban sus predecesores, a fin de refutarlas con el argumento de que, al desacreditar el testimonio de los sentidos, hacen imposible la relación con los objetos externos y por tanto la vida.

En suma, el libro de Colotes del que habla Plutarco es un ejemplo del típico élenchos, esto es, la refutación sistemática de las doctrinas de otros filósofos16 , en el ámbito de una polémica dirigida contra los filósofos mencionados a propósito de la imposibilidad de conocer el mundo sensible. Tanto el título como el estilo y lenguaje utlizados por Colotes parecen también típicos en este género de escritos, a juzgar por un título similar del epicúreo Metrodoro17 y por la dureza y el polémico doble sentido, muy cercano al de Colotes, que empleaba Metrodoro en su ataque a Diógenes de Sinope, según nos ilustra el propio Plutarco18 . Muchas de las críticas de Colotes conservadas por Plutarco y otras fuentes son dialécticamente endebles o filosóficamente superficiales, y es un hecho que la escuela nunca le concedió el estatus de autoridad que tuvieron Epicuro, Metrodoro y otros discípulos19 . Probablemente, sin embargo, sus obras ejercieron una influencia notable sobre los epicúreos posteriores, como indican algunas referencias en las críticas antiescépticas de Polístrato contra los académicos y de Diógenes de Enoanda contra Demócrito y Aristóteles20 . Ésta es la razón principal que explica por qué Plutarco le dedicó tanta atención al libro de Colotes más de tres siglos después de su aparición. En efecto, la obra de Colotes parece haber tenido una influencia duradera dentro de la escuela epicúrea, de ahí que, al atacarla, Plutarco estaba criticando también las ideas de los epicúreos del siglo primero d. C. Además, el libro de Colotes habría favorecido la polémica epicúrea no sólo contra el «divino» Platón, como llama Plutarco en alguna ocasión al fundador de la Academia, sino también contra una serie de pensadores (Empédocles, Demócrito, Parménides, Sócrates) considerados autoridades por los académicos y hacia quienes el propio Plutarco mostraba un considerable interés. Puede suponerse, pues, que Plutarco no sólo se oponía a las ideas sustentadas por Colotes, sino también a los objetivos elegidos por éste para su ataque21 .

El tratado Contra Colotes fue datado por Ziegler22 en tomo al 98-99 d. C., basándose en que Plutarco lo dedicó a un tal Saturnino23 , identificado ya por Bourget24 con el romano L. Herennio Saturnino, que fue procónsul de Acaya en esos años. Por lo que sabemos, este Saturnino no era íntimo de Plutarco ni tenía ninguna relación con su escuela (aunque sí la debía de tener, por su posición e influencia, con otros poderosos personajes romanos amigos de Plutarco, como Sosio Seneción). No parece probable que Plutarco le dedicara su tratado después de dejar el cargo, pero sería posible que lo hubiera hecho antes, por haberlo conocido durante una de sus estancias en Roma, quizá la de poco después del año 90; sin embargo, la ausencia de cualquier otra alusión al tal Saturnino por parte de Plutarco, lo que sugiere una relación superficial entre ambos, unida a la sutil comparación del Queronense entre el alto cargo romano y la dignidad real de Ptolomeo II, a quien Colotes, como sabemos, había dedicado su libro, confirman la datación del tratado plutarqueo en las fechas antedichas, es decir, en plena época de madurez de Plutarco, que por entonces tendría poco más de cincuenta años25 .

El Contra Colotes se presenta como un diálogo cuyo escenario es la escuela de Plutarco, en Queronea26 . Pero se trata de una obra dialogada sólo en principio, pues a partir del cap. 2 (1108 B), tras sólo dos breves intervenciones de su discípulo Aristodemo, Plutarco introduce una larga exposición narrativa, sostenida por él mismo, de refutación del mencionado escrito de Colotes y de defensa de las posiciones de los filósofos criticados por éste. El escrito de Colotes debía de ser breve, pues fue leído y contestado en una sola sesión de la escuela27 , y además dio tiempo a oír las protestas de algunos compañeros disidentes y a continuar la discusión durante el paseo que solía seguir a la clase, como veremos en el tratado siguiente, Suav. viv. Epic.

La refutación de Plutarco mezcla las explicaciones y contraargumentos filosóficos con una serie de procedimientos que van desde la ironía no siempre sutil hasta el puro insulto28 . Según el análisis de Boulogne29 , muchos de estos procedimientos, sobre todo en su aspecto más descamado de reproches o invectivas ad hominem (Colotes es tachado de insolente y grosero, de adulador engreído, de inculto y deshonesto), no son más que lugares comunes usuales en las controversias entre escuelas filosóficas, prácticas convencionales consagradas por una larga tradición de literatura polémica, con frecuencia simplemente panfletaria. Pero por debajo de estos artificios literarios tópicos subyace un sentimiento de rechazo hacia la persona y las ideas de Colotes que no deja de aflorar en el tratado plutarqueo. Como escribe Boulogne, «debemos guardamos de prestar a nuestro autor, cuyo temperamento no tenía nada de colérico, mayor hostilidad de la que experimentaba realmente. Sin embargo, es significativo que dirija a Colotes reproches a los que escapan Epicuro y Metrodoro. Esta diferencia de tratamiento revela quizá una antipatía más importante» (pág. 151).

La estructura del Contra Colotes y los distintos temas desarrollados a lo largo de sus capítulos pueden verse en la siguiente sinopsis30 :

CAP . 1 (1107D-E). Dedicatoria y presentación del libro de Colotes refutado por Plutarco.

CAP . 2 (1107E-1108D). Plutarco narra cómo, tras la lectura del escrito de Colotes, se vio exhortado por sus compañeros, y especialmente por el enfadado Aristodemo, a asumir la tarea de refutar a Colotes y defender a los filósofos calumniados por éste, iniciando su exposición con una breve crítica general del epicureísmo.

CAP . 3 (1108D-F). Comienza la crítica a Colotes, primero desde un punto de vista general (por lo deshonesto de su metodología, que utiliza fragmentos inconexos y descontextualizados para deformar a su conveniencia el pensamiento de aquellos a los que ataca, y por su impericia, al no darse cuenta de que muchas de sus críticas podrían volverse contra el propio Epicuro) y luego, ya hasta el final del tratado, de forma particular. El primer filósofo atacado por Colotes es Demócrito, a pesar de que el propio Epicuro se declaraba democríteo.

CAPS . 4-9 (1108F-1111E). Colotes critica a Demócrito por afirmar que ningún objeto posee una cualidad en mayor grado que otra. Pero Demócrito, según Plutarco, no sólo no afirmó ese relativismo cualitativo, sino que lo combatió en Protágoras; además, eso mismo puede derivarse de la afirmación del propio Epicuro de que todas las impresiones sensibles son verdaderas. En efecto, la teoría epicúrea de las aisthḗseis predica la subjetividad de las percepciones sensoriales, y pone como ejemplos el vino, que puede producir tanto calor como frío, o los colores, que no son intrínsecos a los cuerpos, ejemplos ambos que se pueden encontrar en textos epicúreos: Colotes, pues, arroja piedras contra su propio tejado. El segundo reproche de Colotes a Demócrito era que su afirmación de que las cualidades de los objetos son convencionales y que en realidad no existe sino átomos y vacío, atenta contra los sentidos y destruye la propia percepción de la vida. Plutarco replica que lo criticable no es esa conclusión, que Demócrito admite pero a la que Epicuro se sustrae con su acostumbrada incoherencia, sino la propia premisa, que considera inmutables los elementos primarios e imposibilita con ello la generación de toda cualidad. Esta dificultad la habrían superado Platón, Aristóteles y Jenócrates con la doctrina de los cuatro elementos (stoicheîa), que, frente a los átomos, desprovistos de toda capacidad generativa, tienen desde el primer momento sus propias cualidades.

CAPS . 10-12 (1111F-1113E). Empédocles, con su afirmación de que no existe nacimiento ni muerte sino sólo mezcla y disgregación de elementos, habría hecho imposible la vida, según Colotes. Pero a Epicuro se le puede hacer la misma acusación, replica Plutarco, pues es imposible derivar alma y vida de la doctrina de los átomos, e incluso con mayor razón, porque Empédocles, al menos, proporcionó a sus elementos ciertas cualidades aparte de la mera impenetrabilidad y dureza de los átomos, desprovistos de toda capacidad generativa. Colotes malinterpreta los versos de Empédocles, especialmente el uso de la palabra phýsis, que Empédocles emplea, según Plutarco, con el sentido de «nacimiento», utilizándolo para negar la generación a partir de la nada, y no, como cree Colotes, para indicar simplemente la realidad empírica de un objeto, que es precisamente el uso epicúreo y que a Plutarco le parece una pura tautología.

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