Vidas paralelas II - Plutarco - E-Book

Vidas paralelas II E-Book

Plutarco

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Beschreibung

Este segundo volumen contiene las biografías de seis personajes que contribuyeron de forma determinante a definir el carácter de Atenas y Roma. Historiador, filósofo y moralista, Plutarco nos legó uno de los conjuntos literarios más extraordinarios de la Antigüedad: las Vidas paralelas. Bajo este título se reúne una extensísima recopilación de biografías de algunos de los hombres más sobresalientes de la historia antigua. En estas piezas, Plutarco trasciende el relato histórico para también transmitir mensajes morales y llegar al alma de estos grandes personajes presentados siempre por parejas (uno griego y otro romano). En este segundo volumen de Vidas paralelas, se recogen las biografías de Solón-Publícola, Temístocles-Camilo y Pericles-Fabio Máximo. Estos seis hombres contribuyeron de forma determinante a la formación y la consagración política de las dos grandes ciudades de la Antigüedad occidental: Atenas y Roma. Vidas paralelas es la culminación de la biografía antigua, con una perspectiva tanto histórica como moral. La legendaria Biblioteca Clásica apuesta por la renovación de la colección, con el rigor que siempre ha caracterizado a Gredos.

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Portada

vidas paralelas

plutarco

vidas paralelas

II

solón• publícola

temístocles• camilo

pericles• fabio máximo

Introducción, traducción y notas de

aurelio pérez jiménez

Portadilla

La Biblioteca Clásica Gredos, fundada en 1977 y sin duda una de las más ambiciosas empresas culturales de nuestro país, surgió con el objetivo de poner a disposición de los lectores hispanohablantes el rico legado de la literatura grecolatina, bajo la atenta dirección de Carlos García Gual, para la sección griega, y de José Luis Moralejo y José Javier Iso, para la sección latina. Con más de 400 títulos publicados, constituye, con diferencia, la más extensa colección de versiones castellanas de autores clásicos.

Publicado originalmente en la BCG con el número 215, este volumen presenta la traducción de Solón, Publícola,Temístocles,Camilo,Periclesy Fabio Máximorealizada por Aurelio Pérez Jiménez (Universidad de Málaga). Para esta edición, ha revisado y actualizado su introducción original.

Asesor de la colección: Luis Unceta Gómez.

La traducción de este volumen ha sido revisada

por M.ª de los Ángeles Durán López.

© de la introducción, la traducción y las notas: Aurelio Pérez Jiménez.

© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S.L.U., 2024.

Avda. Diagonal 189 - 08018 Barcelona.

www.rbalibros.com

Primera edición en la Biblioteca Clásica Gredos: 2008.

Primera edición en este formato: marzo de 2024.

RBA• GREDOS

ref.: GEBO674

isbn: 978-84-2499-880-6

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor

cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o

transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Todos los derechos reservados.

Crèditos

INTRODUCCIÓN

1. Las biografías de Solón, Publícola, Temístocles,

Camilo, Pericles y Fabio Máximo

Los cuatro personajesque incluíamos en el primer volumen de las Vidas paralelasde Plutarco (Madrid, 1985, Barcelona, 2023) tenían en común el hecho de represen-tar los orígenes míticos o casi míticos de los grandes Es-tados de la Antigüedad clásica, Atenas (Teseo), Esparta (Licurgo) y Roma (Rómulo y Numa). Los seis cuyas Vidas conforman este segundo volumen, Solón, Temístocles y Pericles, por un lado, Publícola, Camilo y Fabio Máximo, por el otro, revelan de igual modo los intereses de Plutar-co como biógrafo de la historia de Grecia y Roma y nos brindan algunos rasgos comunes, suficientes para tratar de hacer también nosotros uso del método comparativo del queronense.

En efecto, con estas seis historias pasa ante nuestros ojos la formación y consagración política de las dos ciu-dades a que se vinculó indisolublemente la vida y obra, la personalidad en suma, de Plutarco: Atenas y Roma. Son un hermoso tributo de agradecimiento por su parte al pa-sado glorioso de estas dos patrias suyas, pues así las sen-tía, que se nos ofrecen aquí en las páginas tal vez más hermosas de su compromiso literario. Con Solón y Publí-cola la organización predemocrática de Atenas por el pri-

Introducción

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mero y el derrocamiento de la tiranía de los Tarquinios por el segundo son las bases que hicieron posible el li-derazgo de ambas ciudades, Atenas y Roma, en el Medi-terráneo.

Solón y Publícola tienen en común el hecho de haber establecido leyes relativamente modernas en sus respec-tivas ciudades, es decir, los cimientos de una estructura política que permitiría su hegemonía sobre el Mediterrá-neo en el caso de Atenas y más allá en el de Roma. En efecto, ellos pusieron fin a la crisis histórica representa-da —a los ojos de Plutarco— por el egoísmo de los oli-garcas de la tierra en la Atenas del siglo viiy de la tiranía despótica, moralmente reprobable, que terminó con el último Tarquinio. Ambos estimularon con su constitu-ción el sentido democrático de sus pueblos, cuya pujan-za Plutarco fundamenta en el sentido responsable, casi paternalista, de sus líderes, movidos por el desinterés y el patriotismo, y no en la racionalidad impulsiva de las mayorías (Senzasono, 2005). Plutarco está convencido de ello y dibuja con cuidadoso estilo el retrato de los dos grandes hombres que, a su juicio, tutelaron e hicieron posibles dichos cambios: Solón en Atenas y Publícola en Roma.

En cuanto a las Vidas de Temístocles y Camilo, apor-tan nuevos elementos en la andadura de ambos pueblos por el duro camino de la historia. Con ellas nos encontra-mos ante la prueba de fuego a que iba a someterse la es-tructura creada por los dos personajes anteriores. La vic-toria contra los persas, ofrecida como una gesta de Atenas y, personalmente, de Temístocles, abre el siglo v a. C. para la segunda patria griega de Plutarco. La superación del peligro, también bárbaro, que encarnan los galos de la Roma de Camilo, convertido en leyenda por la propa-ganda nacionalista de los historiadores romanos, de-muestra la capacidad de respuesta de Roma y la solidez de sus estructuras políticas y militares.

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Algo más alejados en el tiempo uno del otro (siglo vy siglo iii a. C.), pero con sorprendente proximidad respec-to del significado de su experiencia histórica, las páginas dedicadas a Pericles y Fabio Máximo se abren para ofre-cer al lector dos hombres cuya firmeza de carácter dio seguridad respectivamente a Roma y Atenas también en momentos críticos de su historia (Jacobs, 2018). El pri-mero, que brilla con luz propia lo mismo que la ciudad embellecida por sus monumentos, a cuyo orgullo no es ajeno el biógrafo, previó inteligentemente el futuro, igual que Temístocles, aunque los dioses no le permitieron di-rigirlo como él hubiera querido. Su astucia política y su capacidad para afrontar situaciones comprometidas —ninguna más ardua que la del enfrentamiento entre Es-parta y Atenas— significaron un hito para la hegemonía ateniense en la Hélade. El segundo, menos brillante pero de igual atractivo —también él sacerdote y hombre com-prometido con su ciudad— para Plutarco, es modelo de la serenidad, seguridad y prudencia que ha de mostrar, a juicio del queronense, el buen político en los momentos difíciles de la patria. Igual que su pareja griega, siguiendo sus propios criterios frente a la irracionalidad del pueblo y de otros personajes, emerge en la biografía plutarquea como el auténtico artífice de la salvación de Roma ante Aníbal.

Las seis Vidas, pues, representan el segundo y auténti-co nacimiento, la superación de amenazas extranjeras y la consolidación militar de Atenas y Roma (no en vano Camilo se convierte en un segundo Rómulo) en su infancia y florida juventud como potencias hegemónicas del Medi-terráneo. Las seis tienen el sello inconfundible del mora-lista, del analista político que en su tarea como biógrafo utiliza para las seis instrumentos parecidos. Fuentes his-tóricas, observación directa, informaciones orales, cul-tura poética y literaria y una gran capacidad de síntesis —en unas más necesaria que en otras— y de interpre-

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tación psicológica —en todas—. Gracias a ello, Solón, Publícola, Temístocles, Camilo, Pericles y Fabio Máximo reviven entre nosotros con vida y alma propias, recreados a partir de grandes obras artísticas, como las Historiasde Heródoto y de Tucídides o de Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso. Pero el queronense, con su original pers-pectiva, los rescata a menudo, en muchas de sus gestas, de una prosa histórica a veces mediocre e interesada más en la adulación o el ataque personal, o simplemente en las compilaciones de datos, como la de muchos autores del período helenístico y romano.

Veamos ahora algunos aspectos concretos sobre la tradición literaria de estos personajes que subyace direc-ta o indirectamente en Plutarco y la idea particular que de ellos quiere transmitirnos el biógrafo. Al plantearse la reimpresión de este volumen II (publicado en la BCG como volumen 215, en Madrid, 1996), he querido actua-lizar algunos aspectos sobre los que ha insistido de mane-ra especial la abundante literatura publicada desde en-tonces hasta ahora, tanto en relación con el significado histórico de los personajes como con su valoración ética y moral por Plutarco. Pero, dado el carácter sintético de esta introducción y que las aportaciones son con frecuen-cia de detalle y modifican poco o nada los aspectos más relevantes subrayados entonces, los cambios serán po-cos, aunque sí incluiré en la bibliografía las monografías y trabajos especializados publicados en lo que va de este siglo xxi.

1.1. Solón

De Solón, el personaje más antiguo de los reunidos en este volumen, no tenemos historias coetáneas que le ofre-cieran al queronense el esquema básico para su relato. La Vidadel legislador ateniense es un mosaico de noticias

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diversas —un tejido de lugares comunes, como se pre-gunta Lukas de Blois, 2006a— tomadas de fuentes tam-bién muy distintas. La primera de ellas son los propios versos de Solón; el legislador-poeta fue vertiendo en ellos sus experiencias personales y su doctrina política. Tam-bién son importantes, por supuesto, los anacrónicos en-cuentros con otros personajes que proporcionaba la le-yenda de los Siete Sabios, bien conocida por el autor de su Banquete, los lógoiintegrados por Heródoto en las His-toriasy esa larga tradición ateniense que cuenta entre sus documentos más destacados las Atthides y las referencias de los oradores en el siglo iv a. C. No podemos ignorar, naturalmente, los juicios sobre la figura política de Solón emitidos por filósofos tan admirados por Plutarco como Platón y Aristóteles o las alusiones incluidas en los trata-dos éticos y políticos de los peripatéticos. Además de ello, cuenta el biógrafo con la evidencia arqueológica de las propias piedras de Atenas, por cuyas calles tantas veces paseara Plutarco de joven como estudiante y tal vez tam-bién de viejo, para impartir doctrina en sus conferencias, en las charlas con los amigos y en las discusiones con los filósofos de las escuelas contrarias. Nombres como los de Hermipo de Esmirna, Fanias de Éreso, Androción, etc., integran la lista de esas fuentes con las que los filólo-gos han querido poner cadenas a la originalidad de Plu-tarco.

Pero su sello personal está en cada una de las teselas de este mosaico. Muchas veces las palabras, las frases, son las mismas que Plutarco conocía de memoria por su lectura de esos autores o, como ha puesto de relieve la bibliografía moderna, por su manejo de compilaciones. Pero un pequeño cambio en la estructura, la sustitución de lo impersonal por lo personal, la interpretación de los hechos bajo la perspectiva individualizadora que le da su actor principal, hacen que de todos esos materiales dis-persos surja un carácter uniforme, una vida coherente

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cuyas cualidades son el servicio a Atenas, la prudencia y la moderación délfica; y el defecto principal, no haber contado con la energía suficiente para, a diferencia de Licurgo en Esparta, asegurar una larga permanencia de sus leyes, preocupado siempre por buscar un difícil con-senso.

Heródoto (I 29-33 y 86, 3, II 177, 2 y V 113, 2) presen-ta a Solón como sabio, legislador y poeta. Pero sus perfi-les más claros son los del sabio que encarna los ideales délficos de la mesura y la precaución ante la envidia divi-na1; se perfila así como un defensor de la moral arcaica que pone en primer término los límites de la naturaleza del hombre y los avatares de la vida, pero cuya actividad histórica carece todavía de importancia2. Tucídides ni si-quiera lo menciona. Y será sobre todo en Aristóteles, cu-yos pasajes más significativos sobre el personaje (Pol., II 1273b 35-1274a 21 y Const. Aten. 5-12) fueron tal vez co-nocidos y utilizados por Plutarco3, donde emerge por fin

1Véanse, por ejemplo, los artículos de Nawratil(1942), y Picci-rilli (1976), o el más reciente de Muñoz Gallarte, a propósito del encuentro de Solón y Creso (2010/2011).

2Cf. Ferrara, 1964, pág. 26.

3Aristóteles, en la Constitución de los atenienses,y Plutarco hacen frecuente uso de citas de sus poemas que en parte coinciden, pero no siempre. El carácter de la selección hace pensar que tanto uno como otro encontraron estos versos en una fuente común, explicándose las diferencias por lecturas directas adicionales. Esa fuente común, en todo caso, no fue Androción, partidario de la democracia radical y cuya interpretación de la seisáchtheiarechazan ambos. Tal vez esa fuente sea, como piensa P. J. Rhodes, otro atidógrafo o una obra inde-pendiente sobre Solón a la que se habría añadido material de distinta procedencia. Por lo que a Plutarco en concreto se refiere, algunos detalles hacen pensar que tuvo en cuenta además la obra del filósofo, al que cita, por ejemplo, en Sol., 25, 1, además de en otras Vidas. En realidad, los dos coinciden en afirmar que los atenienses escogieron como mediador y arconte a Solón por su condición de ciudadano medio, que liberó al pueblo con la cancelación de las deudas y que dividió a los atenienses en cuatro clases basadas en la propiedad de

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la imagen de un Solón que no abandona su «fuerte im-pronta sapiencial», como dice A. Santoni4, pero adquiere ya la consistencia del legislador y reformador político, padre de la democracia ateniense, con la que le ha identi-ficado la historia.

Ahora bien, esta imagen aristotélica es el resultado de una tradición que se remonta a finales del siglo vy prime-ra mitad del siglo iv a. C.5, y que le atribuye la institución no de una democracia radical, como probablemente se dibujaba en Androción, sino, recogiendo palabras de C. Mossé6, de «una democracia sabia y mesurada donde el poder del demosestaba atemperado por el reclutamiento censitario de los magistrados y por el control del Areópa-go». Para Hignett7, que parte de las referencias de Heró-doto, la idea de un Solón creador de la democracia habría surgido en el curso de las batallas políticas del siglo v a. C.

E. Ruschenbusch, sin embargo, en un conocido ar-tículo8sobre la leyenda constitucional de Atenas, entiende este rasgo del personaje como un producto de mediados

la tierra, distribuyendo la participación política de acuerdo con ello. Instituyó el jurado y cambió el sistema de medidas, pesos y moneda. Al darse cuenta de que no agradó a unos ni a otros, decidió abando-nar Atenas para evitar que se modificaran sus leyes y en ese tiempo Pisístrato maniobró para erigirse en tirano.

41979, pág. 982.

5Sobre este tema, véanse los artículos de Markianos(1974), y Rus-chenbusch(1958).

61979, pág. 436. Para C. Mossé, prácticamente todas las medidas concretas de Solón encuentran su sentido en las condiciones socia-les y políticas de los siglos v-iv a. C. La gran aportación del legisla-dor-poeta fue la isonomía, la igualación de los ciudadanos mediante la supresión de los hektémoroi, que justifica el que los demócratas posteriores lo vean como «padre de la democracia».

7Págs. 2-8.

81958, págs. 399-408. Véase también su artículo sobre Solón, 1994, especialmente págs. 366-374 (traducido al italiano como «In-troducción» en G. F. Villay M. Affortunati, 1994, págs. 87-133).

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del siglo iv. Hasta el 356, el Solón que mencionan Heró-doto, Cratino, Aristófanes, Éupolis, Cleofonte, Alcida-mante, el decreto de Tisámeno, Andócides, Lisias, Platón y Jenofonte es el sabio y legislador, pero no el demócrata. Según el investigador alemán, esta segunda imagen va ligada a los años en que se desarrolla el concepto de de-mocracia radical (356-354 a. C.). Mientras que Isócrates lo ve como el creador de la democracia moderada, De-móstenes lo presenta como el de la radical. En cualquier caso y como mucho, la imagen que surge de la biografía plutarquea valida el papel de Solón como organizador de la estructura política de la Atenas arcaica, una medida previa necesaria, sin duda, en el camino hacia la demo-cracia (Dmitriev, 2017, especialmente págs. 143-167).

Plutarco, pues, aprovecha esos testimonios sobre su personaje, así como su lectura de los textos legales a él atribuidos; pero los enriquece, como por otro lado es su costumbre, con la perspectiva moral y personal que le su-gieren las anécdotas de autores helenísticos (léase Fanias de Éreso y, sobre todo, el peripatético Hermipo de Esmir-na) y con la aureola de sabio político que ya le diera Pla-tón, aspectos todos ellos en los que ha puesto énfasis la bibliografía reciente9. Pone de este modo ante nuestros ojos una figura con perfiles humanos más o menos claros a la que no es ajena la leyenda que lo convirtió en instru-mento de propaganda política.

Como elementos clave de esta biografía encontramos hábilmente compenetrados todos los de esa leyenda. Es el sabio político, moderado, el mediador que sacrifica sus ambiciones personales y las invitaciones a la corrupción que le hacían sus amigos; lo hace por el pueblo de Atenas,

9Cito en particular: Ferrara, 1964; Mossé, 1979; Pérez Jiménez, 1991; Leão, 2001, 2003/2004 y 2019; Domínguez Monedero, 2001; Stehl, 2006; De Blois, 2006b; Vela Tejada, 2008; Develin, 2018; Al-calde Martín, 2019.

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al que abre la participación en la vida pública y en el que deposita los controles necesarios para evitar el abuso de poder y la tiranía. Con ello encarna en parte los ideales del sabio político de Platón, pero sólo en parte. En el lado negativo, Plutarco critica su excesiva condescendencia y cierta ingenuidad, dejada al descubierto por Epiménides de Creta en el contexto histórico de la Vida, por Anacar-sis, que se ríe de su pretensión de evitar los abusos de los poderosos con leyes escritas10, y por el mismo Plutarco cuando contrasta su debilidad con la energía de Licurgo, el legislador espartano que añade ésta a sus otras cualida-des de sabio-legislador. Frente a Licurgo, cuya constitu-ción Plutarco admira como algo extraordinario, las refor-mas de Solón (al que le falta la dynamis y decisión al aplicar la violencia, como señala De Blois, 2006b, pág. 285), que involucran al Estado en la organización social, pare-cen normales a los ojos de un ciudadano