Un matrimonio poco convencional - Jessica Steele - E-Book

Un matrimonio poco convencional E-Book

JESSICA STEELE

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Beschreibung

¿Cómo podría conseguir Elexa que su familia dejara de presionarla para buscar un buen hombre con el que casarse? Lo único que ella quería en aquel momento era concentrarse en su trabajo. Y encontró la solución con la ayuda de Noah Peverelle, un rico empresario que deseaba tener un hijo, pero no podía permitirse entretenerse con un compromiso sentimental. Sin pensarlo dos veces, Elexa aceptó la proposición de matrimonio de Noah. Sin embargo, aquel matrimonio poco convencional que ellos habían acordado no funcionó tal y cómo habían esperado. No había más que un motivo: no podían mantenerse alejados el uno del otro...

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Seitenzahl: 154

Veröffentlichungsjahr: 2019

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2001 Jessica Steele

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Un matrimonio poco convencional, n.º 1673 - septiembre 2019

Título original: Part-Time Marriage

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1328-446-0

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

YA TENÍA bastantes complicaciones en la vida! Lo último que le apetecía a Elexa era terminar el trabajo que se había llevado a casa después de lo que le había dicho su madre por teléfono.

La vida podría ser muy fácil si no fuera por su familia y por los hombres.

¿Por qué no se conformaba con lo que tenía? Un excelente trabajo en Colman y Fisher, una conocida empresa de marketing, en la que a sus veinticinco años ya era jefa de la división de planificación. ¿Para qué necesitaba novio, amante o marido?

Jamie Hodges llevaba años queriendo ocupar ese lugar y Elexa se estaba quedando sin excusas para no salir con él. A Des Reynolds, ni se había molestado en ponerle una excusa cuando, con su tono de voz más sensual, le había dicho que, si pasara una noche con él, no volvería a ser la misma.

–¡Ni en sueños! –le había contestado. No se había dado por vencido.

Aunque la insistencia de ambos la molestaba, lo que más la molestaba era su madre, que decía que «a su edad» debería estar casada.

–¡Tengo mi trabajo! –se había defendido–. Un trabajo que me encanta y en el que tengo muchas posibilidades de ascend…

–No me refería a eso –la había interrumpido su madre.

Elexa sabía exactamente a lo que se refería su madre: marido, casa bonita en el campo, hijos… sobre todo, hijos. Ya antes de que su prima Joanna tuviera una niña, su madre se moría por ser abuela. Con la llegada de Betsy, el asunto se había agudizado. Elexa intentó explicarle que ya tenía una casa, aunque fuera un piso en Londres y no una casita en el campo, y que le gustaba demasiado su trabajo como para pensar en tener pareja y, menos, en casarse.

Lo único que había conseguido era que su madre, que no terminaba de creerse que una hija suya, por muy brillante que fuera, pudiera estar dedicada en cuerpo y alma a su trabajo, se preocupara y decidiera que Elexa tenía que haber pasado por alguna experiencia traumática. Una experiencia de la que no hablaba, pero por la que no quería acercarse a los hombres. Kaye Aston estaba convencido de ello, así que no paraba de presentarle a caballeros… ¡que resultaban ser unos pelmazos!

Hacía años que Elexa vivía sola, pero iba a ver a sus padres cada tres semanas porque los adoraba. Por eso, no se había quejado y había pasado por el aro de salir con aquellos hombres.

Claro que eso había sido antes de que su prima se comprometiera y se casara. Que su prima pequeña se casara antes que ella era algo que a su madre no le había gustado, como se encargó de decirle en su día. Desde que había nacido Betsy, solo tenía un tema de conversación.

Elexa había empezado a temer sus llamadas y aún más las visitas a sus padres porque nunca sabía qué hombre se iba a encontrar. ¿De dónde los sacaría su madre?

Su madre le acababa de recordar que el siguiente domingo era el bautizo de Betsy.

–¿Te acuerdas de Thomas Fielding? –le había preguntado su madre–. Está invitado a la celebración.

Elexa conocía a Thomas Fielding desde hacía años. Tenía más o menos su edad y era buena persona. No necesitaba preguntar por qué lo habían invitado. Le pareció ver no solo la mano de su madre detrás sino también la de su hermana, su tía Celia, y la de su hija y prima, Joanna. Todas unidas en la campaña «Vamos a casar a Elexa».

Intentar explicar por enésima vez que no había sufrido ninguna experiencia traumática hubiera sido como darse cabezazos contra la pared. ¿Cuántas veces había dicho que le parecía mucho más interesante su trabajo que un hombre? ¿Cuántas veces les había asegurado que no se quería casar y que no quería dejar su trabajo para formar un hogar con una buena persona como Tommy Fielding, que querría que fuera la perfecta casada y que se sentiría de lo más herido cuando descubriera que ella prefería trabajar fuera de casa que dentro?

De repente, se dio cuenta de que ya había aguantado bastante. Sabía que su madre lo hacía con buena intención, pero se sentía acorralada.

Elexa se pasó los dedos por el pelo rubio. ¿Qué podía hacer? Solo necesitaba un año sin presiones. Tenía el ascenso cerca, pero necesitaba tiempo para concentrarse en el trabajo.

Suspiró y se quedó mirando a la nada mientras recordaba la conversación que había oído hacía un mes mientras esperaba a su amiga Lois Crosby, que siempre llegaba tarde.

Habían quedado para comer en el Montgomery y ella, que siempre estaba ocupada, había llegado primero. Se sentó y esperó con un refresco.

–¡Noah! –oyó a sus espaldas.

–Marcus –dijo otra voz.

Miró el espejo que tenía enfrente y vio a dos hombres altos y guapos de unos treinta y tantos que se saludaban. Eran ejecutivos perfectamente vestidos. Se sentaron y dejó de verlos, pero no de oírlos.

–No hemos sabido nada de ti en dos años, desde que te hicieron director internacional –dijo el que tenía la voz más suave. Pensó que era Marcus.

–Me han dicho que te va bien en Stanton’s –contestó el otro. ¿Noah? No le interesaba que le recordaran el puesto que tenía. Quería saber qué tal le iba al otro.

–Todo tiene su precio.

–¿A qué te refieres?

–A la familia. Casi no veo a mis hijos –contestó Marcus.

Era obvio que eran dos buenos amigos que no se veían hacía tiempo. Marcus acusó a Noah de ser un adicto al trabajo.

–Todo tiene su precio –citó el amigo.

–¿Cuál es en tu caso?

–No tener tiempo para tener una familia –contestó Noah.

–¿Quieres formar una familia? –preguntó Marcus incrédulo–. ¿Una esposa y…?

–No me muero por tener una esposa. De hecho, creo que una esposa es un apéndice sin el que me puedo pasar sin problemas, pero llevo un tiempo preguntándome qué estoy haciendo con mi vida.

–No te queda mucho por subir. Ya eres director internacional.

–Me gusta mi trabajo, los retos diarios, pero…

–¿Te falta algo?

–Un hijo. Llevo un par de meses pensando que me gustaría tener un hijo.

–¿Tú?

–Uno sería suficiente.

–Creía que eras un soltero empedernido.

–Lo soy, pero estaría dispuesto a dejar de serlo… a ratos.

–¡Nunca dejas de sorprenderme! ¡Lo que tú quieres es una mujer a media jornada!

–¡Yo no quiero una esposa para nada! –lo corrigió Noah–. Pero, para tener un hijo, no tendría más remedio que unirme temporalmente a una mujer. Si me encuentras una mujer que quiera casarse, tener un hijo y divorciarse, me lo pensaría.

–¿Lo dices en serio? ¿Crees que hay alguna mujer que quiera darte un heredero y luego irse tan contenta?

–No tengo tiempo para relaciones ni para salir a buscarlas.

–¿Sigues viajando mucho?

–He debido de dar ya tres veces la vuelta al mundo.

–¿Por qué no tiras de agenda?

–¿Crees que alguna de las mujeres que conozco estaría dispuesta a darme un hijo y a desaparecer con un buen acuerdo económico?

–¡Uhhh! No creo –contestó Marcus.

En ese momento, apareció su amiga que, para su sorpresa, se paró en la mesa ocupada por los dos hombres.

–Bon appetit, Marcus –sonrió.

El tal Marcus ya estaba en pie y le dio un beso en la mejilla.

–¿Conoces a Noah Peverelle?

El aludido se había levantado también y Elexa aprovechó para observar a aquel hombre que quería un hijo, pero no una mujer. Se apresuró a bajar la mirada cuando él se dio cuenta de que alguien lo estaba mirando, pero sus ojos marrones se cruzaron con unos grises.

Lois se sentó con ella y se disculpó por llegar tarde. Cuando los dos hombres se fueron, Elexa aprovechó para preguntarle a su amiga quién era Marcus.

–¿Marcus? ¿Al que acabo de saludar y que estaba comiendo, nada y nada menos, que con Noah Peverelle?

–¿También conoces a Noah Peverelle?

–En persona, no lo conocía hasta hoy, pero he oído hablar mucho de él. Es el jefazo de Samara Group, ese gigante de las telecomunicaciones que tiene filiales por todas partes.

Elexa nunca volvió a oír hablar de Marcus porque, al mirar el reloj, se dio cuenta de que llegaba tarde a una reunión y salió corriendo.

Había vuelto a quedar con Lois, pero no le había vuelto a preguntar aunque, de vez en cuando, recordaba la conversación que había oído.

Y, en aquellos momentos, después de la llamada de su madre, agobiada y no viendo fin a aquellas almas cándidas que le buscaban, se preguntó si Noah Peverelle había dicho lo que había dicho en serio. Parecía que sí, desde luego, pero…

¡Era absurdo! Pensar en casarse con un desconocido, tener un hijo con él y divorciarse para que su familia la dejara en paz era un poco desesperado, ¿no?

¡Sí, pero la situación era desesperante también! Elexa descolgó el teléfono, llamó a Lois y le pidió que le consiguiera el número de Noah Peverelle sin decirle para qué.

Su amiga le dijo que la mujer de Marcus, Ginny Dean, le debía un favor y que la iba a llamar.

Tras colgar y mientras esperaba, se dijo que había cometido una locura y todo por escapar a la presión familiar, que había alcanzado límites insospechados.

De repente, se dio cuenta de que tenía cierto instinto maternal dentro de sí del que nunca se había percatado.

Sí, recordó que había acunado encantada a Betsy. Al fin y al cabo, era como las demás mujeres, lo que no quería decir que quisiera un marido. No lo quería. Le parecía que estaban demasiado valorados.

Noah Peverelle no era el típico marido. Para empezar, se debía de pasar el día viajando, así que no debía de estar nunca en casa. Supuso que, en tres años, podía estar casada, ser madre y divorciarse.

Dejó de pensar en ello. Pero si ni siquiera tenía su número y en cuanto al valor que iba a necesitar para proponerle aquello… Claro que estaba desesperada y necesitaba una solución a la desesperada.

¿Y si Noah Peverelle no lo había dicho en serio? Quedaría como una boba…

En ese momento, sonó el teléfono. Era Lois.

–He tenido que empeñar mi alma para conseguirte esto. ¿Tienes un bolígrafo a mano?

Elexa anotó el número.

–Te lo agradezco mucho, Lois.

–¿Para qué están las amigas? Prométeme que me contarás para qué lo quieres. ¡Mi imaginación está trabajando a mil por hora para intentar saber qué está pasando!

Elexa se despidió de su amiga sabiendo que, por mucha imaginación que le echara, nunca averiguaría la verdad.

Media hora después, harta de dudar, marcó el número. Aquel hombre no tenía tiempo para relaciones, ¿verdad? ¡Ella, tampoco! Con la garganta seca y manos temblorosas, comprobó que no estaba en casa. No supo si sentirse aliviada o decepcionada.

Lo intentó durante los dos días siguientes, pero nada. Pensó que era cierto que estaba muy ocupado.

El domingo por la mañana, cuando ya se sabía el número de memoria, lo marcó antes de salir hacia casa de sus padres en Berkshire.

–Peverelle –respondió la voz al otro lado.

¡Era él!

–Hola –dijo en un hilo de voz. Aquello era una locura y era absurdo. Entonces, recordó que su madre la había llamado para decirle que se pusiera algo bonito y que fuera simpática con Tommy y decidió que, si conseguía hablar, conseguiría tiempo para concentrarse en su trabajo–. No nos conocemos –añadió. Se volvió a callar. ¡Aquello era absurdo!

–¿Tiene usted nombre? –preguntó él cortante.

Elexa pensó que aquel hombre no estaba en la cola cuando se había repartido la simpatía y prefirió quedar, de momento, en el anonimato.

–Lo que ocurre es que… usted quiere un hijo y yo necesito un marido temp…

–¿Quién diablos es usted? –la interrumpió.

–No me conoce. Nos…

–¿De dónde ha sacado esa idea errónea? ¿Es usted periodista?

–¡No! –exclamó no sabiendo si alegrarse o lamentarse si aquello que había oído no era cierto. Se dio cuenta de que, obviamente, si creía que era periodista, lo negaría–. Tenemos un amigo en común. Más o menos –se apresuró a decir.

–¿Quién?

–Eso no es lo que importa en estos momentos.

–¿Y qué es lo que importa?

–Sonaba usted mucho más agradable la última vez que lo oí hablar –dijo Elexa sin pensar.

–¡He tenido una semana muy dura, así que dígame qué quiere usted!

–Solo…

–Un marido, a cambio de un hijo… y una chequera para comer el resto de su vida, claro –ladró.

¡Se creía que buscaba su dinero! Elexa se quedó sin palabras durante unos segundos.

–¡Cuando esté tan desesperada como para hacer algo así, se lo haré saber! –gritó furiosa y colgó el auricular.

No había contado con la posibilidad de que la acusara de querer casarse por dinero.

¡Y pensar que había considerado, aunque hubiera sido durante medio segundo, casarse con semejante canalla! Tenía dinero de sobra. Sus padres tenían una buena situación económica y sus abuelos, que también la habían tenido, le habían dejado suficiente como para vivir cómodamente sin tener que tocar su sueldo, que no estaba nada mal. ¿Sería que había tenido experiencias con mujeres así?

Un minuto después, cuando todavía seguía enfadada, sonó el teléfono. Suspiró desesperada. Iba a ver a su madre en breve. No era necesario que la llamara de nuevo para darle más instrucciones sobre su cita con Tommy.

–¿Sí? –contestó resignada.

–¿Qué me quería proponer? –preguntó el hombre al que le acababa de colgar el teléfono.

–¡Olvídelo! ¡Me casaría antes con un tiburón! –dijo colgando de nuevo.

Si volvía a sonar el teléfono, fuera o no su madre, no pensaba contestar.

El bautizo fue estupendo y la pequeña Betsy se portó como un angelito. Todo el mundo quiso tenerla en brazos, incluida Elexa.

Al cabo de un rato, Joanna se acercó para cambiarla.

–Siento mucho lo de Tommy –se disculpó al agarrar a su hija–. No podía decirle que no a tu madre.

–No te preocupes. Es… eh… simpático –contestó pensando en aquel hombre que, hasta ese momento, no se había despegado de ella.

–Simpático, ya –sonrió Joanna–. Ten cuidado. He visto a la tía Kaye con Rory hace un rato. No me extrañaría que invitaran a Tommy a su boda dentro de dos meses.

–Madre mía –gimió Elexa.

–¿Quieres tarta? –preguntó Tommy en cuanto Joanna se fue.

–No, gracias, ya he tomado –contestó ella. Como sospechaba que Tommy le iba a pedir salir antes de que terminara la tarde, había decidido hacerlo desistir como fuera.

Y creía haberlo conseguido hasta que, presionada por su madre, lo acompañó al coche después de la celebración.

–¿Quieres que quedemos esta noche? –preguntó él en cuanto se quedaron solos.

–Yo… eh… No puedo. Estoy saliendo con otra persona –se sorprendió a sí misma contestando–. Desde hace tiempo –añadió para que no insistiera. Para más sorpresa, se encontró imaginándose a aquel tipo alto de pelo oscuro llamado Noah Peverelle.

–Pero… tu madre… –protestó Tommy confuso.

–Mi madre no lo sabe –sonrió ella.

A la mañana siguiente, Elexa se dio cuenta de que Tommy no era tan buena persona como todo el mundo creía. La había traicionado. Se enteró cuando su madre la llamó a las seis en punto.

–Sé que no te gusta que te llame al trabajo, así que he pensado llamarte a casa antes de que te fueras –le dijo con voz dulce y amable cuando Elexa contestó pensando que habría pasado algo.

–¿Le ha pasado algo a papá?

–Está durmiendo… el muy vago. ¿Qué es eso que he oído de que estás saliendo con alguien? Ayer por la noche, llamé a Tommy y me…

–¡Mamá! ¡Son las seis de la mañana! Ya está bien, ¿no?

–No te llamé anoche porque Tommy me dijo que habías quedado con tu novio. ¿Cómo se llama y dónde os conocisteis? ¿Y se puede saber por qué no me habías dicho nada?

No se llamaba de ninguna manera, no lo había conocido en ningún sitio y no había nada que contar. Elexa sintió deseos de matar a Tommy Fielding.

–Bueno… eh… fue hace poco –contestó. ¡Estaba mintiendo a su madre! No se podía creer que hubiera llegado tan lejos–. Mamá… no te lo he dicho porque…

–¿No estarás viviendo con él? –la interrumpió su madre cuando iba a confesar la verdad.

–¿Cómo me iba a atrever?

–¡No me hables así, jovencita! –ordenó Kaye Aston–. Tu padre y yo te hemos educado con moralidad y no pienso consentir que una hija mía…

–No te preocupes. No vivo con él –contestó.

Cuando colgaron, su madre le había insistido en que quería conocerlo cuanto antes.

Elexa dio gracias porque su trabajo exigiera grandes niveles de concentración porque no se podía quitar de la cabeza que se había metido ella solita en un buen lío. Iba a tener que confesar que había mentido. Estaba segura de que su madre la llamaría aquella misma noche para hablar largo y tendido sobre «él».

Noah Peverelle se le fue a la mente. «¡Oh, deja de pensar en él!». Debía de haber estado loca para llamarlo. No le había sonado tan antipático cuando lo había oído hablar en el Montgomery. Claro que estaba con un amigo. Definitivamente, había sido una mala idea.

Elexa pasó el día trabajando con su equipo, hablando con clientes y resolviendo problemas. Mientras iba en el coche hacia su casa, se preguntó cómo ella, que era brillante en planificación empresarial, era un desastre para resolver sus propios problemas.

Al llegar a casa, vio que su madre había llamado hacía diez minutos.