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Amar por razón de Estado es una comedia palaciega de Tirso de Molina, publicada en la primera parte de sus Comedias (1631). En esta obra Tirso describe las vicisitudes de una relación sentimental asfixiada por los imperativos de la política. Una vez más asistimos al conflicto entre los intereses de Estado y los sentimientos. Amar por razón de Estado ofrece la particularidad de ser una comedia del Siglo de Oro sin el, por entonces típico, personaje «gracioso». Con todo, es inferior a otras comedias palaciegas de Tirso como El vergonzoso en palacio. Al parecer, esta pieza sirvió de inspiración a Calderón de la Barca, para la comedia de igual ambiente El secreto a voces. Obra, sin embargo, más lograda en su construcción y en la hondura de sus personajes. En cambio, Amar por razón de Estado no tiene que ver nada con el auto sacramental de Calderón, con título muy semejante (A Dios por razón de estado).
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Seitenzahl: 88
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Tirso de Molina
Amar por razón de estado
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Amar por razón de Estado.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9897-275-7.
ISBN rústica: 978-84-96290-60-0.
ISBN ebook: 978-84-9897-106-4.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
La política y el conceptismo 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 47
Jornada tercera 87
Libros a la carta 131
Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.
Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias, al tiempo que viajaba por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Española (actual República Dominicana), regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.
Tirso de Molina fue un autor muy fecundo, escribió casi cuatrocientas comedias, de las que solo han quedado poco más de ochenta. Marcado por el estilo de Lope de Vega, es considerado su más brillante discípulo, a quien, como aquí se aprecia, superó en el trazo del perfil psicológico de los personajes femeninos.
Como exponente del conceptismo, Tirso de Molina tuvo varias disputas literarias con los autores del ámbito culterano.
Amar por razón de Estado describe, con un lenguaje directo, las vicisitudes de una relación sentimental asfixiada por los imperativos de la política. Una vez más asistimos al conflicto entre los intereses de Estado y los sentimientos personales.
Carlos, duque de Cleves
Dos criados
Enrique, caballero
Isabela, dama
Leonora, viuda
Ludovico, marqués
Ricardo, viejo
La duquesa, su esposa
(Salen Leonora y Enrique a una ventana, de la cual pende una escala.)
Leonora Enrique, el Sol nos da prisa;
con esperezos la aurora,
si celosa de mí llora,
mis pesares le dan risa.
Enrique ¡Qué presurosa que pisa,
mi bien, el cóncavo espejo,
de sus celajes bosquejo!
¡Qué bien muestra a su pesar,
en su mucho madrugar,
que tiene el marido viejo!
¡Oh! ¿Quién candados pusiera
a las puertas de su Oriente,
porque presa eternamente,
eterna mi dicha hiciera?
¡Quién, rompiendo la vidriera
por donde su luz traspasa,
pusiera a sus cursos tasa
e impidiéndole el correr,
le hiciera, pues es mujer,
que aprendiera a estarse en casa!
¡No estuviera yo en Noruega,
donde hay noches tan corteses,
que regalan por seis meses
a quien a su clima llega!
Leonora Si Amor en ellos sosiega,
¿de qué, mi bien, serviría
tan prolongada alegría,
habiéndola de lastar
llorando, con esperar
otros seis meses de día?
No alargues con dilaciones
recelos de nuestro daño;
mira que a dichas de un año
riesgo de un instante pones.
Baja, mi bien.
Enrique Escalones
de mi muerte bajaré.
(Baja el primer paso.) ¿Cuándo a verte volveré?
Leonora ¿Eso pregunta quien ama,
y ausente del Sol la llama,
de su fuego esfera fue?
Mientras está en Belpaís
el duque, y la noche oscura
miedos del Sol asegura,
¿qué preguntas?
Enrique ¡Vos decís
que me amáis, y permitís
que me vaya!
Leonora Es el temor
ayo cruel del honor,
y el Sol que a nacer empieza,
en su misma luz tropieza
por descubrir nuestro amor.
¿Bajaste ya?
Enrique El primer paso.
Leonora Adiós, pues.
Enrique Oye de aquí
quejas del alma.
Leonora ¡Ay de mí!
Vete, Enrique, y habla paso.
Enrique Si hicieras, Leonora, caso
de mis penas...
Leonora Si te ve
el Sol...
Enrique Ya, mi bien, bajé
otro escalón; que violenta
mi fe, los pasos me cuenta,
y no la haces de mí fe.
Leonora Repara, amores, por Dios,
que no es amante discreto
quien pone a riesgo el secreto.
Enrique Reparad en mi amor vos.
Leonora Voyme.
Enrique Ya bajé otros dos.
Leonora No ocasiones mi cuidado.
Enrique Mi bien, ¿pues qué juez no ha dado
lugar que en cada escalón
siquiera hable una razón
el más vil ajusticiado?
Leonora Mira que ya son las hojas
ojos de Argos, que nos ven
de este jardín.
Enrique ¡Ay mi bien!
Yo te adoro, y tú te enojas.
Leonora Temo.
(Acabando Enrique de bajar.)
Enrique Cesen tus congojas;
que ya me voy. Goce el sueño
la gloria que en ti le empeño.
Leonora ¿Soltaré la escala?
Enrique Sí.
Leonora ¿Vaste?
Enrique Voyme, y quedo en ti.
Leonora ¡Ay dulce esposo!
Enrique ¡Ay mi dueño!
(Suelta Leonora la escala, y se retira. Salen el duque y dos criados.)
Duque ¿A estas horas hombre aquí?
Matadle, si no se da.
Enrique (Aparte.) (Ya, Amor, descubierto está
vuestro secreto por mí.)
Restaure el acero agora
culpas que por tardo os doy.
Duque ¿Quién eres?
Enrique Un hombre soy.
Duque Pues ¿qué haces aquí a tal hora?
Enrique Idolatrar estas piedras,
de mi hechizo semejanza
y comparar mi esperanza
a sus siempre verdes yedras.
Duque ¿Amas en palacio?
Enrique Adoro.
Duque ¿A quién?
Enrique Si fueras discreto,
no ofendieras al secreto
de Amor más rico tesoro.
Duque ¿Por dónde al parque cerrado
entraste?
Enrique Si Amor es ave
que penetrar nubes sabe,
¿qué preguntas?
Duque Al sagrado
de este lugar, es delito
entrar de noche.
Enrique Al Amor,
que es el monarca mayor,
ningún lugar le limito.
Duque Di quién eres.
Enrique Todo yo
soy amor, y no soy más.
Duque Si te encubres, morirás.
Enrique Amor esfuerzo me dio
para defenderme.
Duque ¡Muera!
Enrique Mal mi valor conocéis.
(Echan mano a las espadas los cuatro y éntranse acuchillando el duque y Enrique. Los criados huyen al punto. Dentro.)
Duque ¡Valiente brazo! ¿Qué hacéis?
¡De un solo hombre huís!
(Salen el duque y Enrique, volviendo a salir. El duque retirándose de Enrique.)
Duque Espera.
Advierte que el duque soy.
Enrique Vuestra alteza me perdone,
si mi espada se le opone;
porque resuelto estoy
de morir, antes que sepa
quién la espada le ha ganado,
venturoso desgraciado,
aunque en mi valor no quepa
el justo merecimiento
que consigue mi osadía.
Vuestra alteza honre la mía,
porque con la suya intento
dar principio a mi ventura,
y mi sangre ennoblecer.
Duque Tu valiente proceder
de mi enojo te asegura.
Dos criados me has herido,
pero no temas por eso.
Enrique Que me ha pesado confieso,
aunque en mi defensa ha sido
Duque Descúbrete, caballero.
Enrique Vuestra alteza tiene fama
de cruel contra quien ama
sangre suya, y de aquí infiero
lo mal que me puede estar
hacer de quien soy alarde.
El Sol sale. Adiós; que es tarde,
e indecente este lugar.
(Vase Enrique.)
Duque ¡Determinado valor!
¿Qué es esto? ¡Válgame el cielo!
¡Una escala está en el suelo!
Cayó por ella mi honor.
El arrogante embozado,
autor de mi afrenta ha sido;
que el peligro hace atrevido
al más cobarde culpado.
¿Qué hay que dudar? ¿No me dijo:
«Vuestra alteza tiene fama
de cruel contra quien ama
sangre suya»? Si colijo
de aquí consecuencias llanas,
a mi sangre fue traidor,
y torpe ofende mi honor
una de mis dos hermanas.
¿Si será Leonora? No;
que en su temprana viudez
la virtud ha sido juez
de que Artemisa perdió
el casto blasón con ella.
¿Será Isabela? Tampoco,
pues al deseo más loco
reprime ardores de vella.
Pues ¿quién será de las dos,
si no tengo en Belpaís
otra sangre? ¿Qué decís,
honra, en estas dudas vos?
Este cuarto es de Leonora
y de Isabela; esta escala
en la culpa las iguala,
si cómplice, acusadora.
Para poder sentenciar,
información se ha de hacer.
¿Vos sois casa de placer?
Mejor diréis de pesar.
¿Llamaré gente que siga
mi enemigo? Sed más sabio,
honor mío; que el agravio
no lo es mientras no se diga.
Ni el Sol que empieza a nacer,
con verlo todo y ser mudo,
de las ofensas que dudo
testigo tiene de ser.
El tiempo dará noticia
de quién es quien me ofendió,
pues en mi espada llevó
la insignia de mi justicia.
Ella le dará castigo,
pues aunque encubrirse prueba,
no va seguro quien lleva
a la justicia consigo;
y yo guardaré entre tanto
este instrumento agresor.
Tratos de cuerda el Amor
da a la honra. No me espanto
que os venza, mudable hermana,
pues la más firme mujer
frágil cuerda viene a ser,
y la más cuerda, de lana.
(Bájase a tomar la escala, halla papeles rotos, y cógelos.)
Papeles pedazos hechos
hay por aquí, que arrojados,
son despedidos criados;
y descubriendo sus pechos,
podría ser que se vengasen
de quien los despedazó.
Sospechas, ¡dichoso yo,
si en verdades os trocasen!
Esta letra es de Leonora.
Medio renglón dice ansí:
(Lee.) «Mi bien, cuando estoy sin ti...»
Mas indicios hay agora,
Isabela, en tu favor,
que a Leonora culpa dan...
¡Qué dichoso que fue Adán
libre de riesgos de honor!
(Lee.) «Mi bien, cuando estoy sin ti...»
¿De tú, Leonora mi bien
a un hombre, y no sé yo a quién?
¿Viuda noble que habla ansí?
Muy adelante está ya
en materia de afición.
Leamos otro renglón;
que puesto que roto está,
si indicios de estotro iguala,
no habrá que imaginar más.
(Lee.) «Mañana a verme vendrás...
y estotra noche la escala...»
Bien los delincuentes pinta
la sospecha, sabio Apéles,
en estos rotos papeles.
(Lee.) «La respuesta en esta cinta...»
No entiendo esto. Alguna traza
para escribirse los dos,
les dio el mal nacido Dios.
(Lee.) Éste dice: «...duque a caza».
Es verdad, ayer salí.
(Lee.) «...cinta, asegura cuidados
de enemigos no excusados.»
Ya este misterio entendí.
Leonora le escribiría,
y por guardar el respeto
al siempre cuerdo secreto,
de una cinta colgaría
el papel, el Sol ausente,
porque acudiendo por él
su amante, aliviase en él
llamas de su amor ardiente.
Vendría de noche en fin,
y la cinta serviría
de tercera, y llevaría
cuando entrase en el jardín,
la respuesta, cuerda y muda.