Amor, honor y poder - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

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Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung


La Infanta Flérida, hermana del Rey Eduardo III de Inglaterra, está a punto de morir despeñada a causa de su desbocado caballo pero es rescatada por Enrico, hijo del Conde de Salverie. El joven se prenda de ella y, ya en el castillo del Conde, el Rey se congratula de la salvación de la Infanta y se siente atraído a su vez por Estela, hermana de Enrico. Amor, honor y poder es uno de los grandes textos clásicos, obra del genial autor teatral Pedro Calderón de la Barca.

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Pedro Calderón de la Barca

Pedro Calderón de la Barca

AMOR, HONOR Y PODER

Traducido por Carola Tognetti

ISBN 978-88-3295-844-7

Greenbooks editore

Edición digital

Junio 2020

www.greenbooks-editore.com

ISBN: 978-88-3295-844-7
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Indice

Personas que hablan en ella

Jornada I

Jornada II

Jornada III

Personas que hablan en ella

EL REY.

TEOBALDO.

EL CONDE.

LUDOVICO.

ENRICO.

ESTELA.

INFANTA.

UN CAZADOR.

TOSCO, villano.

Jornada I

Salen ENRICO y ESTELA.

ENRICO No salgas, Estela, al monte, vuélvete al castillo, hermana,

que por estos campos hoy ha salido el Rey a caza.

No te vea de la suerte 5 que en las soledades andas,

causando a Venus desprecio, dando envidias a Dïana, cuando Diosa destos montes, que miden veloz tus plantas, 10 o son las cumbres de Chipre

o son las selvas de Arcadia. Por tu gusto, Estela, vives en Salveric retirada

del aplauso de la corte, 15 del adorno de sus galas.

Aquí un hermano te sirva,

aquí un padre te acompaña y aquí un monte te obedece, que reina suya te llama. 20 No te vea el Rey y piense,

viendo la humildad que tratas, que lo que es sobra del gusto, viene a ser del honor falta.

Por tu vida que te quedes 25 en Salveric y no salgas

hoy al monte.

ESTELA No saldré, que ser gusto tuyo basta.

Desde aquí al castillo vuelvo a obedecer lo que mandas. 30

ENRICO Yo, hermana, te lo suplico, queda a Dios.

UNA VOZ (Dentro.) ¡Aparta, aparta! ENRICO ¿Qué voz es esta?

UNA VOZ (Dentro.) Poned delante dellas espadas.

Tente indómito caballo. 35

ESTELA Desde aquellas cumbres altas un caballo se despeña

con una mujer.

ENRICO Hoy baja despeñado otro Faetonte.

Poco le debo, si aguarda 40 más ocasión mi valor,

para mostrarse, pues basta el ser mujer. (Vase.)

ESTELA En el viento apenas pone las plantas,

porque un volante que al sol 45 le vuelve otro sol de plata, lleno del viento que deja

le va sirviendo de alas.

Tan igualmente ligeros

los pies y manos levanta, 50 que parece que a los cielos tira la yerba que arranca, tan bañado en sus espumas, que parece que un mar pasa

y que pegado en los pechos 55 el mar a pedazos saca.

Firme la dama le oprime

y aunque sean tan contrarias la de un bruto y la de un sol,

son dos cuerpos con un alma. 60 Ella cobarde se anima

y animosa se desmaya, que es el peligro forzoso,

donde la fuerza es tan flaca. Pero ya Enrico, mi hermano, 65 saliendo al paso le aguarda, aunque un monte es imposible esperarle cara a cara.

Atravesado se arroja

y el tiro al bocado agarra 70

y asiendo el freno en la mano, se le opuso a su arrogancia.

Con la izquierda en un sujeto el viento y el fuego para,

y con la derecha a un punto 75 por el arzón mismo saca

a la dama, que en los brazos sin aliento y desmayada,

el sobresalto al peligro, lo que le debe le paga. 80

Y tirando el freno, cuando a la silla el brazo alarga, volvió el caballo, parece que a mirar lo que llevaba,

porque envidioso de verse 85 dueño de gloria tan alta, quiso con bárbaro intento, sino perderla, robarla.

Mas ya con ella en los brazos al valle mi hermano baja, 90 que parece que del sol

harto su esplendor la llama.

(Sale ENRICO con la INFANTA en los brazos.)

ENRICO ¡Hermana, Estrella! Volando trae de aquesa fuente agua

o entra por ella al castillo. 95

ESTELA Yo voy presto; aquí me aguarda. (Vase.)

ENRICO Trae el agua, que mis ojos no me darán la que basta,

porque será breve el mar para vencer fuerza tanta. 100

¡Qué mucho, si el mismo sol, aunque con luz eclipsada,

hoy en sus rayos me quema, hoy en sus rayos me abrasa!

¿Quién ha visto, quién ha visto, 105 aunque por suertes contrarias, desgraciada la ventura,

venturosa la desgracia?

¡Señora, señora! Apenas oye mi voz y turbada 110 la color, en un compuesto mezcló la nieve y el nácar. Y dichosamente unida, nieve roja o rosas blancas,

se vio purpúrea la nieve 115 y la púrpura nevada.