El alcalde de Zalamea - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

El alcalde de Zalamea E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

"El alcalde de Zalamea" es una obra dramática escrita por el distinguido escritor Calderón de la Barca, la cual se dice fue publicada en el año 1636.

Es, sin duda, una de las obras más populares de Calderón de la Barca y contiene todos los grandes ingredientes de la literatura universal: venganza, pasión, crimen, honor, orgullo, justicia, lucha de clases… Esta universalidad unida a la maestría en la dramatización es lo que hace de esta obra un clásico imprescindible, un texto sorprendentemente actual pese a haber sido escrito hace ya casi cuatro siglos. 

La obra está inspirada en los momentos de tensión que se vivió durante la guerra de Portugal y el conflicto social que había en ese entonces, por el desenfreno y descontrol.
La obra narra el drama vivido en la localidad extremeña de Zalamea de la Serena al pasar las tropas españolas con motivo de la guerra de Portugal. El capitán Don Álvaro de Ataide, personaje de extracción nobiliaria es alojado en la casa del labrador rico de la localidad, Pedro Crespo, a cuya hermosa hija Isabel secuestra y ultraja. Cuando Pedro Crespo intenta remediar la situación, ofrece bienes a Don Álvaro para que se case con Isabel, a la que rechaza Don Álvaro por ser villana, es decir de clase inferior. Este desprecio afrenta definitivamente el honor de toda la familia de Pedro Crespo. En pleno trauma familiar, es elegido alcalde de Zalamea y siguiendo una querella cursada a la justicia por la ultrajada Isabel, aún sin poseer jurisdicción sobre el militar, Pedro Crespo prende, juzga y hace ajusticiar a Don Álvaro dándole garrote. La trama se resuelve, cuando el Rey Don Felipe II, revisa la decisión del alcalde, la ratifica y premia su decisión nombrando a Pedro Crespo alcalde perpetuo de Zalamea.

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Pedro Calderón de la Barca

El alcalde de Zalamea

Tabla de contenidos

EL ALCALDE DE ZALAMEA

PERSONAJES QUE HABLAN EN ESTA OBRA

JORNADA PRIMERA

JORNADA SEGUNDA

Cuadro segundo

Cuadro tercero

Cuadro cuarto

Cuadro quinto

JORNADA TERCERA

Cuadro segundo

Cuadro tercero

Cuadro cuarto

EL ALCALDE DE ZALAMEA

Pedro Calderón de la Barca

PERSONAJES QUE HABLAN EN ESTA OBRA

El REY, don Felipe II

Don LOPE de Figueroa

Don ÁLVARO de Atayde, capitán

Un SARGENTO

SOLDADOS

REBOLLEDO, soldado

La CHISPA, soldadera

Pedro CRESPO, labrador

JUAN, hijo de Pedro Crespo

ISABEL, hija de Pedro Crespo

INÉS, prima de Isabel

Don MENDO, hidalgo gracioso

NUÑO, criado de don Mendo

Un ESCRIBANO

VILLANOS

JORNADA PRIMERA

Salen REBOLLEDO, la CHISPA, y algunos SOLDADOS

REBOLLEDO: ¡Cuerpo de Cristo con quien

de esta suerte hace marchar

de un lugar a otro lugar

sin dar un refresco!

TODOS: ¡Amén!

REBOLLEDO: ¿Somos gitanos aquí,

para andar de esta manera?

¿Una arrollada bandera

nos ha de llevar tras sí

con una caja…

SOLDADO 1: ¿Ya empiezas?

REBOLLEDO: … que este rato que calló

nos hizo merced de no

rompernos estas cabezas?

SOLDADO 2: No muestres de eso pesar,

si ha de olvidarse, imagino,

el cansancio del camino

a la entrada del lugar.

REBOLLEDO: ¿A qué entrada, si voy muerto?

Y aunque llegue vivo allá

sabe mi Dios si será

para alojar; pues es cierto

llegar luego al comisario

los alcaldes a decir,

que si es que se pueden ir,

que darán lo necesario.

Responderle lo primero

que es imposible, que viene

la gente muerta; y, si tiene

el concejo algún dinero,

decir, «Señores, soldados,

orden hay que no paremos;

luego al instante marchemos.»

Y nosotros, muy menguados,

a obedecer al instante

orden, que es, en caso tal,

para él orden monacal,

y para mi mendicante.

Pues, ¡voto a Dios!, que si llego

esta tarde a Zalamea,

y pasar de allí desea

por diligencia o por ruego,

que ha de ser sin mí la ida;

pues no, con desembarazo

será el primero tornillazo

que habré yo dado en mi vida.

SOLDADO 1: Tampoco será el primero,

que haya la vida costado

a un miserable soldado;

y más hoy, si considero,

que es el cabo de esta gente

don Lope de Figueroa,

que, si tiene tanta loa

de animoso y de valiente

la tiene también de ser

el hombre más desalmado,

jurador y renegado

del mundo, y que sabe hacer

justicia del más amigo,

sin fulminar el proceso.

REBOLLEDO: ¿Ven ustedes todo eso?

Pues yo haré lo que yo digo.

SOLDADO 2: ¿De eso un soldado blasona?

REBOLLEDO: Po mí muy poco me inquieta;

sino por esa pobreta

que viene tras la persona.

CHISPA: Seor Rebolledo, por mí

vuecé no se aflija, no;

que bien se sabe que yo

barbada el alma nací;

y ese temor me deshonra,

pues no vengo yo a servir

menos, que para sufrir

trabajos con mucha honra;

que para estarme, en rigor,

regalada, no dejara

en mi vida, cosa es clara,

la casa del regidor,

donde todo sobra, pues

al mes mil regalos vienen;

que hay regidores, que tienen

menos regla con el mes;

y pues a venir aquí

a marchar y perecer

con Rebolledo, sin ser

postema, me resolví,

por mí ¿en qué duda o repara?

REBOLLEDO: ¡Viven los cielos, que eres

corona de las mujeres!

SOLDADO 2: Aquesa es verdad bien clara.

¡Viva la Chispa!

REBOLLEDO: ¡Reviva!

Y más, si, por divertir

esta fatiga de ir

cuesta abajo y cuesta arriba,

con su voz al aire inquieta

una jácara o canción.

CHISPA: Responda a esa petición

citada la castañeta.

REBOLLEDO: Y yo ayudaré también.

Sentencien los camaradas

todas las partes citadas.

SOLDADO 1: ¡Vive Dios, que han dicho bien!

Cantan REBOLLEDO y la CHISPA

CHISPA: Yo soy tiri, tiri, taina,

flor de la jacarandana.

REBOLLEDO: Yo soy tiri, tiri, tina,

flor de la jacarandina.

CHISPA: Vaya a la guerra el alférez,

y embárquese el capitán.

REBOLLEDO: Mate moros quien quisiere;

que a mí no me han hecho mal.

CHISPA: Vaya y venga la tabla al horno,

y a mí no me falte pan.

REBOLLEDO: Huéspeda, máteme una gallina,

que el carnero me hace mal.

SOLDADO 1: Aguarda; que ya me pesa

—que íbamos entretenidos

en nuestros mismos oídos—,

caballeros, de ver esa

torre, pues es necesario

que donde paremos sea.

REBOLLEDO: ¿Es aquélla Zalamea?

CHISPA: Dígalo su campanario.

No sienta tanto vusté,

que cese el cántico ya;

mil ocasiones habrá

en lograrle; porque

esto me divierte tanto,

que como de otras no ignoran,

que a cada cosa lloran,

yo a casa cosica canto,

y oirá ucé jácaras ciento.

REBOLLEDO: Hagamos aquí alto, pues

justo, hasta que venga, es

con la orden el sargento,

por si hemos de entrar marchando

o en tropas.

SOLDADO 2: Él solo es quien

llega ahora. Mas también

el capitán esperando

está.

Salen don ÁLVARO y el SARGENTO

ÁLVARO: Señores soldados,

albricias puedo pedir;

de aquí no hemos de salir,

y hemos de estar alojados

hasta que don Lope venga

con la gente, que quedó

en Llerena; que hoy llegó

orden de que se prevenga

toda, y no salga de aquí

a Guadalupe, hasta que

junto todo el tercio esté,

y él vendrá luego; y así

del cansancio bien podrán

descansar algunos días.

REBOLLEDO: Albricias pedir podías.

TODOS: ¡Vítor nuestro capitán!

ÁLVARO: Ya está hecho el alojamiento.

El comisario irá dando

boletas, como llegando

fueren.

CHISPA: Hoy saber intento,

por qué dijo, voto a tal,

aquella jacarandina;

Huéspeda, máteme una gallina;

que el carnero me hace mal.

Vanse todos, y quedan el CAPITÁN y el SARGENTO

ÁLVARO: Señor sargento, ¿ha guardado

las boletas para mí

que me tocan?

SARGENTO: Señor, sí.

ÁLVARO: ¿Y dónde estoy alojado?

SARGENTO: En la casa de un villano,

que el hombre más rico es

del lugar, de quien después

he oído, que es el más vano

hombre del mundo, y que tiene

más pompa y más presunción,

que un infante de León.

ÁLVARO: Bien a un villano conviene

rico aquesa vanidad.

SARGENTO: Dicen, que esta es la mejor

casa del lugar, señor;

y si va a decir verdad,

yo la escogí para ti,

no tanto porque lo sea,

como porque en Zalamea

no hay tan bella mujer…

ÁLVARO: Di.

SARGENTO: … como una hija suya.

ÁLVARO: Pues,

¿por muy hermosa y muy vana

será más que una villana

con malas manos y pies?

SARGENTO: ¡Que haya en el mundo quien diga

eso!

ÁLVARO: ¿Pues no, mentecato?

SARGENTO: ¿Hay más bien gastado rato

—a quien amor no le obliga,