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Calderón se basa en la aventura relatada en LA ODISEA de cómo Ulises y su tripulación naufragan en la isla gobernada por Circe, la hechicera. Sigue, a su manera, la narración homérica. La isla, poblada de árboles que hablan, animales casi humanos, cíclopes, brujas y todo tipo de prodigios, es una parada más en el eterno e imposible retorno de Ulises a su patria. Circe, como hace con todo náufrago que se salva de los asesinos arrecifes, convierte a la tripulación en animales. Ulises vence la magia de la bruja con la ayuda de Juno, su diosa protectora. A partir de aquí, se inicia una deliciosa aventura llena de fingimientos amorosos en los que el desdén inicial conduce al enamoramiento de los protagonistas. Entretanto, la tripulación exige de Ulises, sordo a sus demandas y hechizado por la magia y la belleza de Circe, la vuelta al mar para regresar a casa.
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Pedro Calderón de la Barca
EL MAYOR ENCANTO, AMOR
Traducido por Carola Tognetti
ISBN 978-88-3295-879-9
Greenbooks editore
Edición digital
Junio 2020
www.greenbooks-editore.com
Personas que hablan en ella
Jornada I
Jornada II
Jornada III
ULISES. LIBIA. ANTISTES. IRIS. ARQUELAO. CASIMIRA. LEBREL. TISBE. POLIDORO. SIRENE. TIMANTES. [GALATEA.] FLORO. [CLORI.]
CLARÍN. [BRUTAMONTE.] ARSIDAS. [DUEÑA.] LISIDAS. [ENANO.] CIRCE. [AQUILES.] FLÉRIDA. [SOLDADO.] ASTREA.
Tocan un clarín y descúbrese un navío, y en él ULISES, ANTISTES, ARQUELAO, LEBREL, POLIDORO, TIMANTES, FLORO y CLARÍN.
ANTISTES En vano forcejamos, cuando rendidos a la suerte estamos contra los elementos.
ARQUELAO Homicidas, los mares y los vientos hoy serán nuestra ruina. 5
TIMANTES ¡Iza el trinquete!
POLIDORO ¡Larga la bolina! FLORO Grande tormenta el huracán promete.
ANTISTES ¡Ola iza!
LEBREL ¡A la escota!
CLARÍN ¡Al chafaldete!
ULISES Júpiter soberano
que este golfo en espumas dejas cano: 10 yo voto a tu deidad aras y altares
si la cólera ablandas destos mares. ANTISTES Sagrado dios Neptuno, griegos ofendes a pesar de Juno.
ARQUELAO Causando está desmayos 15 el cielo con relámpagos y rayos.
CLARÍN ¡Piedad, Baco divino,
no muera en agua el que ha vivido en vino! LEBREL ¡Piedad, Momo sagrado,
no el que carne vivió muera pescado! 20 TIMANTES Monumentos de yelos
hoy serán estas ondas.
TODOS ¡Piedad cielos!
POLIDORO Parece que han oído nuestro lamento y mísero gemido, pues calmaron los vientos. 25
ARQUELAO Paces publican ya los elementos. ANTISTES Y para más fortuna,
que la buena y la mala nunca es una, ya en aqueste horizonte
tierra enseña la cima de aquel monte 30 corona de esa sierra.
TIMANTES Celajes se descubren.
TODOS ¡Tierra, tierra!
ULISES Pon en aquella punta
que el mar y el cielo, hecha bisagra, junta la proa.
POLIDORO Ya el espolón toca la playa. 35 ANTISTES ¡Vaya toda la gente a tierra!
TODOS ¡Vaya!
ANTISTES Del mar cesó la guerra. ULISES Vencimos el naufragio.
TODOS ¡A tierra, a tierra! (Llega el bajel y desembarcan todos.)
ULISES Saluda el peregrino,
que en salado cristal abrió camino, 40 la tierra donde llega
cuando inconstante y náufrago se niega del mar a la inconstancia procelosa.
ANTISTES ¡Salve y salve otra vez madre piadosa!
ARQUELAO Con rendidos despojos 45 los labios te apellidan y los ojos.
CLARÍN Del mar vengo enfadado,
que no es gracioso el mar aunque es salado. LEBREL No es aqueso forzoso,
que yo no soy salado y soy gracioso. 50 ULISES ¿Qué tierra será esta?
TIMANTES ¿Quién quieres que a tu duda dé respuesta si siempre derrotados,
mares remotos, climas apartados, habemos tantos años discurrido 55
el rumbo, el norte y el imán perdido?
POLIDORO Pues no nuestras desdichas han cesado, que el monte donde ahora has arribado
no parece habitable
en lo inculto, intrincado y formidable. 60 ANTISTES En él las más pequeñas ruinas de gente humanas no dan señas.
ARQUELAO Solo se ve de arroyos mil sulcado, cuyo turbio cristal desentonado,
parece, a lo que creo, 65 desperdiciado aborto del Leteo. LEBREL Que habemos dado, temo, en otro mayor mal que Polifemo.
FLORO Quejas son, lastimosas y severas, cuantas se escuchan de robustas fieras. 70 TIMANTES Y si las copas rústicas miramos destos funestos ramos,
no pájaros süaves
vemos, nocturnas sí, agoreras aves.
ARQUELAO Y entre sus ramas, rotos y quebrados, 75 trofeos de guerra y caza están colgados.
POLIDORO Todo el sitio es rigor.
FLORO Todo espanto.
ANTISTES Todo horror.
ARQUELAO Todo asombro.
TIMANTES Todo encanto.
LEBREL Absorto de mirar sus señas quedo.
¿Creerasme una verdad? Que tengo miedo. 80 CLARÍN Sí creeré, si es que arguyo
que por mi corazón se juzga el tuyo. (Vanse, y quedan los dos.)
ULISES Pues los dos nos quedamos,
por esta parte penetrando vamos.
¿Qué bosque es este, cielos soberanos? 85 CLARÍN Y aun en eso no para
pues, del obscuro centro
suyo, miro salirnos al encuentro un escuadrón de fieras,
bárbara, inculta güeste, que en hileras 90 mal formadas embiste
a los dos.
ULISES Defendámonos, ¡ay triste!, el uno al otro. Pero, ¿cómo es esto?
No solo a nuestra ofensa se han dispuesto más humildes: postrados y vencidos, 95 los pechos por la tierra están rendidos.
(Salen animales y hacen lo que se va diciendo.)
Y el rey de todos ellos,
el león, coronado de cabellos,
en pie puesto una vez hacia las peñas
y otra hacia el mar, cortés nos hace señas. 100
¡Oh, generoso bruto,
rey de tanta república absoluto!,
¿qué me quieres decir cuando a la playa señalas? ¿que me vaya
y que no tale más el bosque donde 105 tienes tu imperio? A todo me responde, inclinada la testa,
con halagos firmando la respuesta. Creamos, pues, al hado;
que un bruto no mintiera coronado. 110 Convoca a gritos fieros
a nuestros compañeros para que al mar volvamos
y agradecidos el peligro huyamos. CLARÍN Compañeros de Ulises 115 que discurrís los bárbaros países:
deste encantado monte desamparad su bárbaro horizonte.
ULISES Al mar volved, al mar; que, tristemente, con halago las fieras obediente, 120
cuando tus voces nuestras gentes llaman, quieren quejarse y por quejarse braman. CLARÍN Todas con manso estruendo, repitiendo las señas, van huyendo.
ULISES Mucho es mi asombro.
CLARÍN Y mi tristeza es mucha. 125 (Sale huyendo ANTISTES.)
ANTISTES Dioses, ¿qué tierra es esta? Atiende, escucha.
Entramos en ese monte, Ulises, tus compañeros, a examinar sus entrañas, a solicitar su centro, 130
cuando a las varias fortunas del mar pensamos que el cielo nos había hallado amparo, nos había dado puerto.
Mas, ¡ay triste!, que el peligro 135 es de mar y tierra dueño;
porque en la tierra y el mar tiene el peligro su imperio.
Dígalo allí, coronado
de tantos naufragios ciertos, 140 y aquí lo diga, ceñido