Amor, pleito y desafío - Lope de Vega - E-Book

Amor, pleito y desafío E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

Amor, pleito y desafío es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.-

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Lope de Vega

Amor, pleito y desafío

 

Saga

Amor, pleito y desafío Lope de VegaCover image: Shutterstock Copyright © 1621, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616286

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Personas que hablan en ella:

Don ÁLVARO de Rojas, padre de doña Beatriz Don Juan de PADILLA, galán El rey don ALFONSO Doña BEATRIZ Doña ANA, prima de don Juan de Padilla Don ENRIQUE Don JUAN de Aragón El CONDE de Haro Don PEDRO de Ávalos MARTÍN, escudero TELLO, criado FRANCISCO, criado SANCHO, criado LEONOR, criada

ACTO PRIMERO

Salen don ÁLVARO, anciano con un báculo, y don Juan de PADILLA

 

PADILLA: Advierta vusiñoría...

ÁLVARO: Yo no tengo que advertir.

PADILLA: Pues ¿por qué no me ha de oír,

por su honor y en cortesía?

ÁLVARO: ¿Sabéis que esta casa es mía?

PADILLA: Sí, señor.

ÁLVARO: ¿Sabéis quién soy?

PADILLA: Sé que tan lejos estoy

de hacerle agravio, que apelo

de vuestro engañado celo,

y justas quejas os doy.

ÁLVARO: La que yo tengo de vos,

don Juan de Padilla, fuera

menos grave cuando hubiera

la misma edad en los dos.

PADILLA: Mi inocencia sabe Dios.

ÁLVARO: Si el báculo fuera espada,

ya estuviera castigada,

Padilla, vuestra malicia.

PADILLA: A ser vara de justicia,

yo sé que oyera informada.

ÁLVARO: Yo soy Rojas tan büeno

como cuantos Dios crïó.

PADILLA: Lo mismo defiendo yo.

ÁLVARO: Por lo menos ya condeno,

siendo de mi casa ajeno,

el hallaros en mi casa.

PADILLA: ¿Qué ley el respeto pasa?

ÁLVARO: La ley santa de tener

hija, que puedo temer

que por su gusto se casa.

PADILLA: Si yo supe que tenía

unas reliquias, que son

para el mal de corazón,

y a pedírselas venía,

¿qué afrenta o descortesía

halláis en la buena fe

con que en vuestra casa entré?

ÁLVARO: ¿Reliquias para esos males

en casas tan principales?

PADILLA: Pues, señor, ¿qué agravio fue?

ÁLVARO: Allá por los monesterios

se buscan las cosas santas,

que en mi casa no habrá tantas

para tan altos misterios;

afrentas y vituperios

hácense en las casas viles.

PADILLA: Que tú mismo la aniquiles

me ha causado admiración.

ÁLVARO: ¡Qué buen mal de corazón!

¡Qué disculpas tan sutiles!

Aquí no se ha de venir

por reliquias para él,

por corazón sí, que en él

puedo valor infundir;

aquí se pueden pedir

lanzas, paveses y espadas

de tantas guerras pasadas,

que aun las hay, gracias a Dios,

para mozos como vos,

a buena mano enseñadas.

PADILLA: De suerte estáis enojado,

que pienso que mi razón

no os dará satisfacción.

ÁLVARO: Pues ¿qué razón me habéis dado?

PADILLA: Soy yo caballero honrado.

ÁLVARO: Sois Padilla.

PADILLA: Soy igual

a vuestra sangre.

ÁLVARO: Sois tal

que podéis honrarme.

PADILLA: Oíd

un gran remedio.

ÁLVARO: Decid.

PADILLA: Si habéis presumido mal...

ÁLVARO: Ya os escucho.

PADILLA: ...dadme luego

por mujer a mi señora

doña Beatriz. Si ella agora

quiere admitir lo que os ruego,

quedará todo en sosiego,

y yo con ella casado.

ÁLVARO: ¡Buen remedio habéis hallado

para el mal de corazón,

si éstas las reliquias son

que en mi casa habéis buscado!

Siendo quien soy, ¿cómo puedo,

sin la licencia del rey,

pues el ser tan noble es ley

por quien obligado quedo?

Pedídsela, y yo concedo

en que Beatriz vuestra sea,

porque se temple o se crea

vuestro mal de corazón.

PADILLA: Yo sé que en esta ocasión

el rey mi aumento desea,

que no ha tenido soldado

que le sirva como yo.

ÁLVARO: Id a hablarle.

PADILLA: El cielo dio

dulce fin a mi cuidado;

agora a esos pies echado...

ÁLVARO: Teneos, don Juan, que no es justo

sin saber del rey el gusto.

PADILLA: Dios os guarde hasta que os den

nietos mis nietos.

 

Vase

 

ÁLVARO: ¡Qué bien!

Quitado se me ha el disgusto.

 

Bien es verdad que el pedir

que hable al rey achaque ha sido,

que aunque es don Juan bien nacido,

y no se puede decir

que es mejor ningún fidalgo

y caballero en la corte,

voy por diferente norte

y de otra excusa me valgo.

Es pobre, y es el menor

de su casa, y en la mía

bajeza parecería,

y más sospechando amor.

 

Sale doña BEATRIZ y LEONOR [hablando aparte]

 

BEATRIZ: (Parece que es ido ya.)

LEONOR: (Sí, señora, ya se fue.)

BEATRIZ: (¿Cómo, Leonor, le hablaré,

si tan enojado está?)

LEONOR: (Finge que lo estás con él.)

 

A su padre

 

BEATRIZ: Quisiera en esta ocasión

relevar mi sujeción

de tu término crüel.

No sé si tu entendimiento

tiene el valor que solía,

pues ya tu honra y la mía

pone en tanto detrimento.

¿Era don Juan de Padilla

tan vil, ya que quiso entrar,

que aquí no pudo tomar

honestamente una silla?

¿Hasle visto alguna vez

ni pasear mi ventana?

Que de una cosa tan llana

yo quiero hacerte juez.

Pues si es ésta la primera,

¿cómo le has reñido ansí?

Que se ofendiera de ti,

si quien es don Juan no fuera;

¿es bien que hablen de los dos

en palacio de este modo?

ÁLVARO: Yo tendré culpa de todo,

ríneme tú; bien, por Dios.

BEATRIZ: ¿Era mucho que viniera

por unas cartas aquí,

que hoy a mi prima escribí,

y esta visita me hiciera?

ÁLVARO: ¿Por cartas vino?

BEATRIZ: Leonor,

di tú en esto la verdad.

LEONOR: Y con cuánta honestidad,

que yo se las di, señor.

ÁLVARO: Santa serás a mi cuenta,

Beatriz, si esas cartas son

para el mal de corazón

de que don Juan se lamenta;

por reliquias me decía

que vino para este mal,

tú por cartas; ¡oh qué igual

disculpa, por vida mía!

Concertaos en disculparos,

aunque ya no habrá ocasión.

BEATRIZ: Tan ciertas entrambas son,

que son los efectos claros.

Cuando las cartas le di,

unas reliquias me vio,

lo que eran me preguntó

y "reliquias" respondí.

Díjome que padecía

en el corazón dolor,

¿fue dárselas mucho error,

o fue justa cortesía?

ÁLVARO: Dejará el mar de tener

agua, el campo hierba y flores,

primero que en sus errores

falte disculpa a mujer.

Ahora bien, él te pidió,

y yo al rey le remití,

estas reliquias le di,

que también las tengo yo.

Mas como en esta ocasión

sin esta licencia venga,

aunque más reliquias tenga,

tendrá mal de corazón.

 

Vase

 

BEATRIZ: Cogido nos ha en la liga.

LEONOR: ¿Para qué te disculpabas?

BEATRIZ: Corrida estoy.

LEONOR: Ya que dabas

disculpa, a que no te obliga,

pintárasle tu valor,

discreción y honestidad.

BEATRIZ: No sabe tratar verdad,

cuando es verdadero, amor,

pero si de haber errado

nace casarnos los dos,

nunca, Leonor, me dé Dios

suceso más acertado.

LEONOR: ¿Podréte pedir aquí

que si te casas me des

a su escudero?

BEATRIZ: Después

hablaré a don Juan en ti.

LEONOR: También yo tengo por él

cierto mal de corazón.

BEATRIZ: Reliquias del cielo son,

y amor veneno crüel.

No hay corazón descontento

que no salga consolado

en poniéndole en el lado

reliquias de casamiento.

 

Vanse. Salen don Juan de PADILLA y MARTÍN, escudero suyo

 

PADILLA: Yo tiemblo de hablar al rey

en materia de casar,

viniendo de pelear.

MARTÍN: Pues ¿hay en el mundo ley

que te lo puede estorbar?

PADILLA: Por la guerra quise honrarme,

de que Alfonso tantas tiene;

si la opinión me conviene

de ser soldado, el casarme

mal a propósito viene.

MARTÍN: Antes muy bien.

PADILLA: ¿De qué modo?

MARTÍN: Porque guerra y casamiento

es un propio pensamiento;

todo es guerra, y si lo es todo,

no sales del mismo intento.

Pero si por ser soldado

y gallardo capitán,

con la opinión que te dan

la batalla del Salado

y la toma de Almazán,

no quieres darle ocasión

a que entienda que la espada

cuelgas cuando va a Granada,

oye un consejo, en razón

de tu vergüenza engañada:

don Juan de Aragón, que priva

con el rey, se lo dirá,

licencia el rey te dará,

que no está agora tan viva

la guerra.

PADILLA: Harto viva está,

pero yo le serviré

casado, si el rey quisiere,

donde la jornada hiciere.

MARTÍN: Él viene.

PADILLA: Yo le hablaré.

MARTÍN: ¿Dónde quieres que te espere?

PADILLA: Aquí te puedes estar.

MARTÍN: Tiene don Juan de Aragón

justa fama y opinión;

no puedes hombre buscar

de mayor satisfacción;

es gallardo caballero.

PADILLA: Espero con su favor

gozar de Beatriz.

MARTÍN: Leonor

me mata; a tu sombra quiero

casarme también, señor;

basta el tiempo que he traído

las armas, pues no me han dado

oficio que haya intentado.

PADILLA: El haberle merecido,

Martín, te le habrá quitado.

 

Sale don JUAN de Aragón

 

JUAN: Yo le hablaré después con mucho gusto.

PADILLA: Por buen agüero tomo la respuesta

de lo que aun no sabéis, puesto que es justo.

JUAN: Mi voluntad su afecto os manifiesta.

PADILLA: Si no tenéis acaso por disgusto

hablar al rey, aunque es la causa honesta,

quiero decir que es fácil, hoy querría

le hablásedes por mí y en cosa mía.

JUAN: Ya, don Juan de Padilla, estaréis cierto

del deseo que tengo de serviros.

PADILLA: Siempre me hacéis merced, y así os advierto,

sin que de nuevo intente persuadiros,

que trato de casarme, y que el concierto,

después de muchas ansias y suspiros,

hoy hice con el padre de mi dama.

JUAN: No hay otro mayor bien para quien ama.

PADILLA: Sois tan galán que os hablo en mis congojas.

Finalmente licencia del rey falta;

ésta pide don Álvaro de Rojas;

mirad si es prenda generosa y alta.

Podréis decirme vos: ¿tú, que despojas

tanto moro andaluz, cuando se asalta

fuerte o ciudad, sin ánimo te hallas?

Ay, sí, que tiene amor flacas batallas.

No me atrevo del rey a la grandeza,