Angélica en el Catay - Lope de Vega - E-Book

Angélica en el Catay E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

Angelica en el Catay es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo, en este caso en torno a Angélica la Bella, personaje clásico de los libros de caballería, hermana del Príncipe Argalia e hija del Emperador de Catay, cuyo trono llegaría a heredas tras desposar a Medoro.

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Seitenzahl: 89

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Lope de Vega

Angélica en el Catay

 

Saga

Angélica en el Catay Lope de VegaCover image: Shutterstock Copyright © 1970, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616309

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES

REINALDOS ROLDÁN CARLOS BRANDIMARTE OLIVEROS ANGÉLICA AGRAMANTE RODAMONTE FERRAGUTO CELINDO SACRIPANTE ISABELA CERVÍN ARMINDO MEDORO ASTOLFO CLORIDANO SU PADRE [DE CLORIDANO] BELARDO RUFINO ALFEO MANDRICARDO DORALICE LUCINDA, villana PINARDO, pastor DOS VILLANOS UN CORREO UNOS INDIOS [GUARDA] [MÚSICOS] [TARIMANTE], indio

Acto I

Salen REINALDOS y ROLDÁN.

REINALDOS

¿Tú me amenazas a mí?

 

ROLDÁN

Harto necio fuera yo

si te amenazara a ti.

 

REINALDOS

¿Hablas como primo?

 

ROLDÁN

No.

 

REINALDOS

5

¿Y como enemigo?

 

ROLDÁN

Sí.

 

REINALDOS

Pues qué, no soy hombre en quien

cabrá tu amenaza bien?

 

ROLDÁN

No, porque no hay en un hombre

donde, aunque este el mundo asombre,

10

mis amenazas estén.

 

REINALDOS

¿Que aún no vale un hombre honrado,

por lo menos caballero,

para ser amenazado,

trayendo otro tanto acero

15

como agora traes al lado?

 

ROLDÁN

Pues de esa suerte, bien fundo

que han de caber en mi nombre

si he de ser mundo segundo,

que, en efecto, cualquier hombre

20

se llama pequeño mundo.

 

REINALDOS

El preciarte de discreto

haciendo lances en mí,

aunque de pequeño efeto,

me ha obligado a que de ti

25

no tenga tan buen conceto.

 

ROLDÁN

Echas mi cólera en risa

con tu reto, ¡risa vana!,

y quien en el mal te avisa

la paciencia cortesana

30

con la soldadesca frisa.

Si mundo pequeño, es llano

que es hoy tu persona sola;

serás como el que en la mano,

a la hechura de una bola

35

suele traerla a mano.

Este, en su coronación,

le vi una ves, y si quieres

ser de aquesta condición,

guárdate de que me alteres.

 

REINALDOS

40

¿No me dirás la razón?

 

ROLDÁN

Si siendo mundo eres bola,

con la punta del pie sola

te haré que vayas apriesa,

desde esta margen francesa,

45

hasta la playa española.

Y tanto podrás rodar,

que si el mundo es circular,

en llegando al canto de él,

caigas al otro por él,

50

si no te detiene el mar.

 

REINALDOS

¡Notables puntapiés son!

Bien decían estos días,

hablando de tu opinión,

que tienes tus valentías

55

allá en tu imaginación.

Si lo que imaginas fueras,

tan furioso e iracundo,

y tan lleno de quimeras,

como otro Nerón, quisieras

60

cortar la cabeza al mundo.

El pequeño que en la mano

ponen al Emperador,

es la cifra del mayor,

el nombre de soberano

65

y de absoluto señor.

Y eso mismo soy cifrado,

por quien Carlos se ha llamado

soberano y absoluto,

que a mí me debe el tributo

70

del mundo que yo le he dado.

 

ROLDÁN

¿De tu mano le tomó,

y eres el mundo?

 

REINALDOS

Esto dice

quien ve que el mundo soy yo.

 

ROLDÁN

Mira que se contradice

75

ser el mundo y quien le dio.

Mas si el mundo todo eres,

déjame aquesta mujer

que impedirme gozar quieres,

que en ti podrás escoger

80

entre otras tantas mujeres.

 

REINALDOS

No, que aquesta no es el mundo,

porque bien lo dice el nombre,

en quien ser del cielo fundo;

y si es digna de algún hombre,

85

es de mí, y de ti el segundo.

Angélica no es del suelo,

que es su nombre celestial;

bien nos muestra que es del cielo,

y de gozar prenda igual

90

tan solo es digno mi celo.

 

ROLDÁN

Bien has dicho, porque amor,

un infierno de disgusto

ha puesto en mí con su ardor,

y el que es infierno, no es justo

95

goce del cielo el valor.

Mas, pues el cielo conoces,

de que has dado testimonio

con tantos fieros y voces,

haré oficio de demonio

100

para que tú no le goces.

 

REINALDOS

Yo le gozaré, y permito

que pase esa libertad

mientras que le solicito.

 

ROLDÁN

¡Reinaldos...!

 

REINALDOS

¡Roldán...!

 

ROLDÁN

Pasito,

105

que tiene necesidad

Carlos de dos hombres más.

 

REINALDOS

Yo quedaré, que soy mil.

 

ROLDÁN

Muy desatinado estás.

¿A cuál hombre infame y vil

110

esto se ha dicho jamás?

¡Piérdanse mil Carlomanos!

¡Piérdase París! No quiero

respetar primos ni hermanos;

saquemos el blanco acero,

115

no hablemos como villanos.

 

REINALDOS

Presto verás quién lo es.

 

ROLDÁN

Yo te haré, Reinaldos loco,

que lo digas a mis pies.

 

REINALDOS

Tus palabras tengo en poco;

120

tus obras tendré después.

 

Riñen, y tocan al arma dentro.

[GENTE]

¡Arma, arma! ¡Al arma, al arma!

 

CARLOS

¡Ah, Roldán! ¿Así me dejas?

 

ROLDÁN

Aunque mi furia se arma

contra ti, al son de mis quejas,

125

ya mi lealtad la desarma;

suspende el brazo, Reinaldos.

 

Salen CARLOS, BRANDIMARTE y OLIVEROS.

CARLOS

¿Que no parecen decís?

 

BRANDIMARTE

No, gran señor.

 

CARLOS

Pues buscaldos,

y de que viene a París

130

toda el África avisaldos.

 

OLIVEROS

Aquí batallando están.

 

CARLOS

¿Los dos?

 

OLIVEROS

Sí, señor.

 

CARLOS

Roldán,

Reinaldos, sobrino...

 

ROLDÁN

Hoy

no quiero ser lo que soy,

135

si así mis desdichas van.

 

CARLOS

¿Es justo que dos nobles caballeros,

la flor de Francia y el valor del mundo,

cada cual el mejor de los primeros,

sin conocer en su valor segundo,

140

esgriman los católicos aceros

contra sus pechos con rigor profundo,

cuando a París se acerca Rodamonte,

de plumas y asta fabricando un monte?

¿Es justo que dos primos, que dos hombres

145

que a los Horacios, Decios y Torcatos

borrar han hecho los famosos nombres,

se muestren a su sangre y patria ingratos?

¡Que no veas, Roldán, que no te asombre,

Reinaldos, de mirar que los retratos

150

de un Pirro, de un Aquiles, que así os llama

el mundo, hoy quite de su altar la fama!

Pensaba yo ganar la Casa santa

y el gran sepulcro libertar de Cristo,

poniendo mis banderas y mi planta

155

debajo de la estrella de Calixto,

y que por la ciudad que David canta,

donde un nuevo Heliodoro, que ahora he visto,

a quien los mismo ángeles flagelen,

las flor de lises tremolando vuelen.

160

Pensaba yo que el bárbaro Africano

echara de su casa en Berbería,

con el valor de alguna heroica mano,

¡y viene él mismo a echarme de la mía!

Si las columnas del valor cristiano,

165

como las de Sansón, juntas un día,

quiere la ira derribar por tierra,

ríndame el Moro, acábese la guerra.

 

ROLDÁN

Parece que me miras, y diriges

tus enojos a mí, más que a este fiero.

 

CARLOS

170

Tú, Roldán, me atormentas, tú me afliges.

 

ROLDÁN

¡Siempre he de tener yo la culpa! Hoy quiero

que a los postreros límites que riges

me arrojes, como infame caballero,

si no tiene Reinaldos mayor culpa.

 

REINALDOS

175

Pues dile que te diga la disculpa.

 

CARLOS

¿En qué fundasteis la cuestión? ¿Ha sido

sobre despojos del vencido Moro,

sobre cuál de los dos ha merecido

que su nombre mejor se imprima en oro?

180

¿Es sobre algún caballo que ha bebido

el agua al Betis, cordobés tesoro?

¿Es sobre entrar primero en la batalla?

¿Cómo no habláis?

 

OLIVEROS

El uno y otro calla.

 

BRANDIMARTE

Suspensos, quieren que otra lengua diga

185

la causa principal de su querella.

 

CARLOS

¿Sábeslo tú?

 

BRANDIMARTE

Yo sí.

 

CARLOS

Pues ¿qué te obliga

a no me lo decir?

 

BRANDIMARTE

Ellos y ella.

 

CARLOS

Yo te lo mando. ¿Quieres que prosiga?

 

ROLDÁN

Di que no importa.

 

BRANDIMARTE

Angélica la bella,

190

que así la llama el África y la Europa,

va por el mar de amor con viento en popa.

No hay ojos que la vean, que en despojos

el alma no le den; vino a las manos

de Roldán y Reinaldos, cuyos ojos

195

son leña de los suyos soberanos.

De esta ocasión proceden sus enojos.

 

CARLOS

¡Rica empresa de príncipes cristianos!

¡Ved qué Jerusalén, qué Casa santa,

del que vertió por ella sangre tanta!

200

¿Una mora africana peregrina?

¿Una virgen doncella entre soldados?

¿Una hechicera, de nombrarla indina,

rémora de varones esforzados,

tal, que invisible dicen que camina,

205

y que tiene los campos abrasados

de veneno y conjuros? ¡Qué vergüenza,

que una mujer a tales hombres venza!

Tráiganla luego.

 

REINALDOS

De tu enojo solo,

que amor, señor, no es culpa, sino estrella.

 

CARLOS

210

No lo había de ser de nuestro polo.

 

Salen BRANDIMARTE y ANGÉLICA.

BRANDIMARTE

Esta es, señor, Angélica la bella.

 

REINALDOS

No es más hermoso en el Oriente Apolo.

 

ROLDÁN

Venus es fea cuando el alba sale,

que no hay lucero que a su luz iguale.

 

CARLOS

215

Dime, mujer para mi mal nacida

entre las yerbas frías de Tesalia,

adelfa vil, veneno de mi vida,

de España destrucción, furia de Italia,

¿fuiste acaso del bárbaro traída

220

a mi cristiano Imperio, a nuestra Galia,

para que el Moro gane más despojos

que con sus armas, con tus bellos ojos?

¿Fue industria de Agramante que tu hechizo

mis paladines como Ulises lleve?

 

ANGÉLICA

225

Siniestra información, Carlos, te hizo

quien a infamar mi honor tu lengua mueve.

Si tu vil escuadrón, antojadizo,

con tu lealtad no cumple lo que debe,

no es culpa mía, más flaqueza suya,

230

a quien es más razón que se atribuya.

No son para la guerra aquestos hombres.

Dejen las armas; vístanse las galas;

sirvan mujeres de famoso nombres,

buenas de talles, de opiniones malas,

235

hagan, porque de verlos no te asombres,

justas en plazas y saraos en salas,

que ricen el cabello los advierte,

en vez del yelmo y la celada fuerte.

Yo soy hija del Rey, y por mí agora,

240

digna de serlo tuya, y no he venido

con Agramante a ser encantadora,

pues armas y no hechizos he traído.

Es el Catay mi patria, mi ley mora;

y aunque lo soy, ningún mortal nacido

245

se alabará que amor le tuve o tengo.

Hoy, a afrentarlos por tu lengua vengo.