Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Del monte sale es un texto teatral dramático del autor Lope de Vega que hace hincapié en las diferencias entre lo rural y lo urbano, entre la corte y la aldea, función típica de la ficción pastoril, en este caso articulado en torno al misterioso asesinato de un príncipe, que hará que nuestro protagonista sea desterrado al campo, donde conocerá a la hermosa Narcisa e iniciará una relación amorosa.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 86
Veröffentlichungsjahr: 2020
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Lope de Vega
Saga
Del monte saleCover image: Shutterstock Copyright © 1917, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616439
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
(El conde Enrique, con gabán y una cayada, Feliciano y músicos.)
CONDE
Aquí, cantad.
FELICIANO
Un lugar,
deshonor de su horizonte
que en la nieve deste monte
parece pardo lunar,
5
en cuyos cabellos canos
comienza el alba a reír,
tiene quien merezca oír
instrumentos cortesanos;
gran ofensa a tu decoro.
CONDE
10
¿No suele naturaleza
entre mayor aspereza
criar una mina de oro?
Y ¿no suele, artificiosa,
fea y tosca por defuera,
15
en una concha grosera
criar una perla hermosa?
No produce un verde espino
la corona de las flores,
que en hermosura y colores
20
tiene el imperio divino?
Pues ¿qué mucho que esta aldea,
planta desta selva umbrosa,
tenga una perla, una rosa,
y una mina de oro sea?
25
Vive este monte Narcisa,
sirena en su verde mar,
de cuyo dulce mirar,
de cuya graciosa risa,
cuando sus celajes dora
30
con el primero arrebol,
tiene que envidiar el sol,
tiene qua imitar la aurora.
¿No la adorna el cielo acaso
de tantas gracias infusas?
35
Pues bien sabéis que las Musas
viven el monte Parnaso.
Semíramis ¿no salió
de un monte a tan gran corona?
FELICIANO
Confieso que en su persona
40
el cielo depositó
partes y gracias notables
dignas de mayor sujeto;
pero no que a lo discreto
en cosas de veras hables.
45
Bien me agrada que entretengas
tu destierro de la Corte,
mas no que a cosa que importe
con tanto cuidado vengas.
Que ya parece que pasa
50
de justo entretenimiento.
CONDE
Si obliga su entendimiento
como su hermosura abrasa;
si el amor no es calidad,
sino igualar voluntades,
55
¿que importan desigualdades?
Narcisa es reina. Cantad.
MÚSICOS
"Fuente, si se viere en ti,
para tocarse, Narcisa,
su mismo nombre la avisa
60
que se ha de guardar de sí."
(NARCISA en una ventana.)
NARCISA
Aunque me alegra el oír,
Conde, mi señor, cantar,
más el oíros hablar.
Perdonadme interrumpir
65
la cortesana canción,
que no porque no la entiendo
sus dulces versos ofendo,
que, en fin, como vuestros son.
También quiero agradeceros
70
el estilo y las mercedes
con que honráis estas paredes,
aunque es todo entreteneros.
Si os obligan las costumbres
en tan ociosos espacios
75
a que os parezcan palacios
estas ahumadas techumbres,
¿en qué dorado balcón
os parece que me veis?
CONDE
En el del alba, que hacéis
80
con tan propia imitación
aquella raya oriental
por donde con tal belleza
asoma el sol su cabeza.
Con la diadema imperial,
85
palacios, Narcisa bella,
afectan autoridades
que es bien que las majestades
siempre se sirvan con ella.
Pero es aquí la hermosura
90
la que da la autoridad
fabricando en la humildad
espaciosa arquitectura.
Allá, rejas y balcones
hacen las personas graves;
95
aquí, tus ojos suaves
y divinas perfecciones.
No he sosegado hasta verte.
La música fue invención
para hablarte en ocasión
100
que menos pueda ofenderte.
¿Quieres que me acerque más?
NARCISA
Bien puedes; mi padre duerme.
(Tirso, villano, con una capilla y una espada.)
TIRSO
¿Adónde voy a perderme?
Tirso, ¿dónde diabros vas?
105
No es competencia querer,
sino villana osadía,
igualarse a un señoría
labrador que araba ayer.
Pero yo sirvo mi igual,
110
y este Conde, o condenado,
es en pretender culpado
un amor tan desigual.
Mas son señores; ¿qué quieres,
Tirso? Tú a casarte vas
115
y ellos no, porque los más
suelen comer las mujeres
como dátiles, si igual
no es la sangre a la belleza,
que se comen la corteza
120
y echan las almas a mal.
El diabro le trujo aquí;
nunca el Rey le desterrara,
porque como no le habrara
no hiciera caso de mí.
125
Pues no fíes en su amor,
que solo comer procura
la corteza a tu hermosura
y echarte a mal el honor.
¿Para qué la espada quiero,
130
pues solamente ha servido
de qué me hubiesen tenido
los perros por forastero?
No me aprovechaba hablar
con muchos que conocí,
135
que más me muerden a mí
por ser del propio lugar.
La capa me desgarraron,
y no han sido desvaríos
porque de pedazos míos
140
más de dos se aprovecharon.
¡Cuáles traigo los brebiescos!
¡Hechos una criba están!
Mas, no importa, que serán
para el verano más frescos.
145
¡Ah, celos! ¿Qué me queréis?
¡Voto al sol, que están aquí!
¡Si me sienten, ay de mí,
que son más de ochenta y seis!
Mas puédeme consolar
150
que es morir ventura al doble
a manos de gente noble
que de perros del lugar.
FELICIANO
¿Quién va?
TIRSO
(¿No lo dije yo?)
FELICIANO
¿No responde?
TIRSO
(Este me espeta
155
porque sabrá alguna treta,
y yo no.)
FELICIANO
¿Quién va?
TIRSO
¡Jo, jo,
jo! digo; verá el rodeo.
Desvíese del pollino,
señor, que voy al molino.
160
¡Arre aquí!
FELICIANO
Yo no le veo.
TIRSO
¿Que no le ve? Pues yo sí.
FELICIANO
¿Pullas, villano? —Señor,
ya la gente de labor
al campo va por aquí.
165
Mira que te pueden ver.
CONDE
Hermosa Narcisa, adiós.
NARCISA
El vaya, mi bien, con vos.
FELICIANO
Ya comienza a amanecer,
ya cantan dulces amores,
170
como celosos despechos,
calandrias en los barbechos
y en los olmos ruiseñores.
CONDE
Cítaras de pluma di,
como aquel grave poeta.
FELICIANO
175
Es metáfora imperfecta,
aunque dulce.
CONDE
¿Cómo ansí?
FELICIANO
Porque es justa consecuencia
llamar ruiseñor de palo
a la cítara, y es malo.
CONDE
180
Respeta, necio, su ciencia.
(Vanse.)
TIRSO
Fuéronse. Narcisa, escucha,
oye, detende.
NARCISA
¿Quién es?
TIRSO
Tirso.
NARCISA
¿Tirso?
TIRSO
¿No me ves?
NARCISA
Como no hay luz.
TIRSO
Sí hay, y mucha.
NARCISA
185
¿Requiebras?
TIRSO
No, que esto digo
porque estoy desengañado.
NARCISA
¿De qué? Pues yo no he tratado
jamás engaños contigo.
TIRSO
¿No me has hecho llevar paños
190
al arroyo y leña a cuestas?
¿No bailo todas las fiestas
contigo?
NARCISA
¿Esos son engaños?
Anda, bobo; que no sabes
en qué consiste el amor.
TIRSO
195
¡El diabro trujo al señor!
¡Tan altaneras y graves
todas las mozas andáis!
NARCISA
Vete a acostar, majadero.
(Vase.)
TIRSO
Esta vez me desespero.
200
Celos, ¿por qué me matáis?
¡Plega a Dios que el ventanazo
que me has dado te lo den
con un suelo de sartén!
¡Qué desengaño! ¡Qué abrazo!
205
¡Qué disculpa! ¡Qué favor!
Pero yo, ¿por qué deseo
venganza cuando te veo
tener a un príncipe amor?
Búrlate agora de mí,
210
quiere bien, quiérele aprisa;
allá lo verás, Narcisa,
cuando se canse de ti.
(Rey de Francia, Mauricio, gobernador, Leonelo, capitán de su guarda.)
REY
¿De qué sirve, Mauricio, consolarme?
GOBERNADOR
De que se tiemple tanto desconsuelo.
REY
215
¿Qué consuelo en la tierra puedes darme,
si quien me lo quitó vive en el cielo?
Tan lejos vivo yo de remediarme
como el fin de mis lágrimas recelo
en la muerte no más, pues ella tiene
220
el que a la causa de mi mal conviene.
GOBERNADOR
Habiendo, gran señor, pasado un año
que el Príncipe murió, justo parece
templar el llanto y no aumentar el daño
que el reino por tus lágrimas padece.
225
¿Ha de venir un heredero extraño,
cuyo temor en tus vasallos crece,
a ocupar la corona que podrías
dar a tu sangre en tus dichosos días?
Si no estás en edad para casarte,
230
y el conde don Enrique es tu sobrino,
¿quién con mayor razón puede heredarte
por el derecho humano y el divino?
REY
Y si este Enrique dicen que fue parte,
y de sus pensamientos imagino,
235
para matar su primo y mi heredero,
¿será mejor un bárbaro tan fiero?
GOBERNADOR
Señor, si por envidia, habiendo sido
su muerte enfermedad, le han levantado
al Conde los contrarios que ha tenido
240
que en sospecha de hierbas fue culpado,
¿es justo que este engaño sea creído
y que tengas a Enrique desterrado,
si todo lo mejor de tu corona
con su inocencia su lealtad abona?
245
No puedan envidiosos, que no es justo
tenerle desterrado en una aldea.
Viva en la Corte, y con tu propio gusto
consuelo tuyo y de tu reino sea.
REY
Será, Mauricio, para más disgusto,
250
aunque mi amor vuestra quietud desea,
que como tanto al Príncipe parece
verás que mi dolor su imagen crece.
GOBERNADOR
Si consuela un retrato de un ausente
y es Enrique del Príncipe retrato,
255
no pienso yo que tu tristeza aumente,
que fuera ser a su memoria ingrato.
Antes, señor, teniéndole presente,
al Príncipe tendrás, y con el trato
le vendrás a olvidar, siendo tan cierto
260
que el vivo que sucede olvida al muerto.
Demás que de probar no pierde nada
vuestra alteza, señor, pues si se aumenta
la pena, es fácilmente remediada
con que se vuelva donde no se sienta.
265
Prueba, por Dios, que es breve la jornada
y la esperanza de tu reino alienta,
que yo confío en la piedad del cielo
que Enrique sea de tu edad consuelo.
REY
Por que mi reino, que deseo crea
270
más su remedio que mi propia vida,
vaya Leonelo y traiga de la aldea
la cosa que más tengo aborrecida.
Mas persuadirme yo cuando le vea
que el accidente de mi pena impida,
275
es decir que la máquina del cielo
rota caerá del eje de oro al suelo.
LEONELO
Señor, aborrecer injustamente
al Conde no es justicia, y así espero
que a ti la vida y a tu reino aumente
280
la paz el disponerle a tu heredero.
REY