Del monte sale - Lope de Vega - E-Book

Del monte sale E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

Del monte sale es un texto teatral dramático del autor Lope de Vega que hace hincapié en las diferencias entre lo rural y lo urbano, entre la corte y la aldea, función típica de la ficción pastoril, en este caso articulado en torno al misterioso asesinato de un príncipe, que hará que nuestro protagonista sea desterrado al campo, donde conocerá a la hermosa Narcisa e iniciará una relación amorosa.

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Seitenzahl: 86

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Lope de Vega

Del monte sale

 

Saga

Del monte saleCover image: Shutterstock Copyright © 1917, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616439

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Elenco

FELICIANO MÚSICOS NARCISA TIRSO JUANA CELIA CLARA REY MAURICIO ROSELO LEONELO ROBERTO GOBERNADOR MARQUÉS JULIO

Acto I

(El conde Enrique, con gabán y una cayada, Feliciano y músicos.)

CONDE

Aquí, cantad.

 

FELICIANO

Un lugar,

deshonor de su horizonte

que en la nieve deste monte

parece pardo lunar,

5

en cuyos cabellos canos

comienza el alba a reír,

tiene quien merezca oír

instrumentos cortesanos;

gran ofensa a tu decoro.

 

CONDE

10

¿No suele naturaleza

entre mayor aspereza

criar una mina de oro?

Y ¿no suele, artificiosa,

fea y tosca por defuera,

15

en una concha grosera

criar una perla hermosa?

No produce un verde espino

la corona de las flores,

que en hermosura y colores

20

tiene el imperio divino?

Pues ¿qué mucho que esta aldea,

planta desta selva umbrosa,

tenga una perla, una rosa,

y una mina de oro sea?

25

Vive este monte Narcisa,

sirena en su verde mar,

de cuyo dulce mirar,

de cuya graciosa risa,

cuando sus celajes dora

30

con el primero arrebol,

tiene que envidiar el sol,

tiene qua imitar la aurora.

¿No la adorna el cielo acaso

de tantas gracias infusas?

35

Pues bien sabéis que las Musas

viven el monte Parnaso.

Semíramis ¿no salió

de un monte a tan gran corona?

 

FELICIANO

Confieso que en su persona

40

el cielo depositó

partes y gracias notables

dignas de mayor sujeto;

pero no que a lo discreto

en cosas de veras hables.

45

Bien me agrada que entretengas

tu destierro de la Corte,

mas no que a cosa que importe

con tanto cuidado vengas.

Que ya parece que pasa

50

de justo entretenimiento.

 

CONDE

Si obliga su entendimiento

como su hermosura abrasa;

si el amor no es calidad,

sino igualar voluntades,

55

¿que importan desigualdades?

Narcisa es reina. Cantad.

 

MÚSICOS

"Fuente, si se viere en ti,

para tocarse, Narcisa,

su mismo nombre la avisa

60

que se ha de guardar de sí."

 

(NARCISA en una ventana.)

NARCISA

Aunque me alegra el oír,

Conde, mi señor, cantar,

más el oíros hablar.

Perdonadme interrumpir

65

la cortesana canción,

que no porque no la entiendo

sus dulces versos ofendo,

que, en fin, como vuestros son.

También quiero agradeceros

70

el estilo y las mercedes

con que honráis estas paredes,

aunque es todo entreteneros.

Si os obligan las costumbres

en tan ociosos espacios

75

a que os parezcan palacios

estas ahumadas techumbres,

¿en qué dorado balcón

os parece que me veis?

 

CONDE

En el del alba, que hacéis

80

con tan propia imitación

aquella raya oriental

por donde con tal belleza

asoma el sol su cabeza.

Con la diadema imperial,

85

palacios, Narcisa bella,

afectan autoridades

que es bien que las majestades

siempre se sirvan con ella.

Pero es aquí la hermosura

90

la que da la autoridad

fabricando en la humildad

espaciosa arquitectura.

Allá, rejas y balcones

hacen las personas graves;

95

aquí, tus ojos suaves

y divinas perfecciones.

No he sosegado hasta verte.

La música fue invención

para hablarte en ocasión

100

que menos pueda ofenderte.

¿Quieres que me acerque más?

 

NARCISA

Bien puedes; mi padre duerme.

 

(Tirso, villano, con una capilla y una espada.)

TIRSO

¿Adónde voy a perderme?

Tirso, ¿dónde diabros vas?

105

No es competencia querer,

sino villana osadía,

igualarse a un señoría

labrador que araba ayer.

Pero yo sirvo mi igual,

110

y este Conde, o condenado,

es en pretender culpado

un amor tan desigual.

Mas son señores; ¿qué quieres,

Tirso? Tú a casarte vas

115

y ellos no, porque los más

suelen comer las mujeres

como dátiles, si igual

no es la sangre a la belleza,

que se comen la corteza

120

y echan las almas a mal.

El diabro le trujo aquí;

nunca el Rey le desterrara,

porque como no le habrara

no hiciera caso de mí.

125

Pues no fíes en su amor,

que solo comer procura

la corteza a tu hermosura

y echarte a mal el honor.

¿Para qué la espada quiero,

130

pues solamente ha servido

de qué me hubiesen tenido

los perros por forastero?

No me aprovechaba hablar

con muchos que conocí,

135

que más me muerden a mí

por ser del propio lugar.

La capa me desgarraron,

y no han sido desvaríos

porque de pedazos míos

140

más de dos se aprovecharon.

¡Cuáles traigo los brebiescos!

¡Hechos una criba están!

Mas, no importa, que serán

para el verano más frescos.

145

¡Ah, celos! ¿Qué me queréis?

¡Voto al sol, que están aquí!

¡Si me sienten, ay de mí,

que son más de ochenta y seis!

Mas puédeme consolar

150

que es morir ventura al doble

a manos de gente noble

que de perros del lugar.

 

FELICIANO

¿Quién va?

 

TIRSO

(¿No lo dije yo?)

 

FELICIANO

¿No responde?

 

TIRSO

(Este me espeta

155

porque sabrá alguna treta,

y yo no.)

 

FELICIANO

¿Quién va?

 

TIRSO

¡Jo, jo,

jo! digo; verá el rodeo.

Desvíese del pollino,

señor, que voy al molino.

160

¡Arre aquí!

 

FELICIANO

Yo no le veo.

 

TIRSO

¿Que no le ve? Pues yo sí.

 

FELICIANO

¿Pullas, villano? —Señor,

ya la gente de labor

al campo va por aquí.

165

Mira que te pueden ver.

 

CONDE

Hermosa Narcisa, adiós.

 

NARCISA

El vaya, mi bien, con vos.

 

FELICIANO

Ya comienza a amanecer,

ya cantan dulces amores,

170

como celosos despechos,

calandrias en los barbechos

y en los olmos ruiseñores.

 

CONDE

Cítaras de pluma di,

como aquel grave poeta.

 

FELICIANO

175

Es metáfora imperfecta,

aunque dulce.

 

CONDE

¿Cómo ansí?

 

FELICIANO

Porque es justa consecuencia

llamar ruiseñor de palo

a la cítara, y es malo.

 

CONDE

180

Respeta, necio, su ciencia.

 

(Vanse.)

TIRSO

Fuéronse. Narcisa, escucha,

oye, detende.

 

NARCISA

¿Quién es?

 

TIRSO

Tirso.

 

NARCISA

¿Tirso?

 

TIRSO

¿No me ves?

 

NARCISA

Como no hay luz.

 

TIRSO

Sí hay, y mucha.

 

NARCISA

185

¿Requiebras?

 

TIRSO

No, que esto digo

porque estoy desengañado.

 

NARCISA

¿De qué? Pues yo no he tratado

jamás engaños contigo.

 

TIRSO

¿No me has hecho llevar paños

190

al arroyo y leña a cuestas?

¿No bailo todas las fiestas

contigo?

 

NARCISA

¿Esos son engaños?

Anda, bobo; que no sabes

en qué consiste el amor.

 

TIRSO

195

¡El diabro trujo al señor!

¡Tan altaneras y graves

todas las mozas andáis!

 

NARCISA

Vete a acostar, majadero.

 

(Vase.)

TIRSO

Esta vez me desespero.

200

Celos, ¿por qué me matáis?

¡Plega a Dios que el ventanazo

que me has dado te lo den

con un suelo de sartén!

¡Qué desengaño! ¡Qué abrazo!

205

¡Qué disculpa! ¡Qué favor!

Pero yo, ¿por qué deseo

venganza cuando te veo

tener a un príncipe amor?

Búrlate agora de mí,

210

quiere bien, quiérele aprisa;

allá lo verás, Narcisa,

cuando se canse de ti.

 

(Rey de Francia, Mauricio, gobernador, Leonelo, capitán de su guarda.)

REY

¿De qué sirve, Mauricio, consolarme?

 

GOBERNADOR

De que se tiemple tanto desconsuelo.

 

REY

215

¿Qué consuelo en la tierra puedes darme,

si quien me lo quitó vive en el cielo?

Tan lejos vivo yo de remediarme

como el fin de mis lágrimas recelo

en la muerte no más, pues ella tiene

220

el que a la causa de mi mal conviene.

 

GOBERNADOR

Habiendo, gran señor, pasado un año

que el Príncipe murió, justo parece

templar el llanto y no aumentar el daño

que el reino por tus lágrimas padece.

225

¿Ha de venir un heredero extraño,

cuyo temor en tus vasallos crece,

a ocupar la corona que podrías

dar a tu sangre en tus dichosos días?

Si no estás en edad para casarte,

230

y el conde don Enrique es tu sobrino,

¿quién con mayor razón puede heredarte

por el derecho humano y el divino?

 

REY

Y si este Enrique dicen que fue parte,

y de sus pensamientos imagino,

235

para matar su primo y mi heredero,

¿será mejor un bárbaro tan fiero?

 

GOBERNADOR

Señor, si por envidia, habiendo sido

su muerte enfermedad, le han levantado

al Conde los contrarios que ha tenido

240

que en sospecha de hierbas fue culpado,

¿es justo que este engaño sea creído

y que tengas a Enrique desterrado,

si todo lo mejor de tu corona

con su inocencia su lealtad abona?

245

No puedan envidiosos, que no es justo

tenerle desterrado en una aldea.

Viva en la Corte, y con tu propio gusto

consuelo tuyo y de tu reino sea.

 

REY

Será, Mauricio, para más disgusto,

250

aunque mi amor vuestra quietud desea,

que como tanto al Príncipe parece

verás que mi dolor su imagen crece.

 

GOBERNADOR

Si consuela un retrato de un ausente

y es Enrique del Príncipe retrato,

255

no pienso yo que tu tristeza aumente,

que fuera ser a su memoria ingrato.

Antes, señor, teniéndole presente,

al Príncipe tendrás, y con el trato

le vendrás a olvidar, siendo tan cierto

260

que el vivo que sucede olvida al muerto.

Demás que de probar no pierde nada

vuestra alteza, señor, pues si se aumenta

la pena, es fácilmente remediada

con que se vuelva donde no se sienta.

265

Prueba, por Dios, que es breve la jornada

y la esperanza de tu reino alienta,

que yo confío en la piedad del cielo

que Enrique sea de tu edad consuelo.

 

REY

Por que mi reino, que deseo crea

270

más su remedio que mi propia vida,

vaya Leonelo y traiga de la aldea

la cosa que más tengo aborrecida.

Mas persuadirme yo cuando le vea

que el accidente de mi pena impida,

275

es decir que la máquina del cielo

rota caerá del eje de oro al suelo.

 

LEONELO

Señor, aborrecer injustamente

al Conde no es justicia, y así espero

que a ti la vida y a tu reino aumente

280

la paz el disponerle a tu heredero.

 

REY