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Divina vencedora es una comedia teatral de corte histórico del autor Lope de Vega. Se articula en torno a la conquista de Morón frente a los musulmanes, y en la mejor tradición de las obras de guerra presenta a un héroe de ficción aguerrido y galán a la manera del Hércules mitológico o de Alejandro Magno, Jerjes o Aníbal: el poderoso Meledón Rodríguez Gallinato.
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Seitenzahl: 100
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
Divina vencedoraCover image: Shutterstock Copyright © 1998, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616460
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Salen dos Moros como huyendo de Gallinato
MORO 1º
¿Guarda, Gallinato, guarda!
MORO 2º
¡Huye, que viene furioso!
MORO 1º
¡Qué hombre tan espantoso!
MORO 2º
Solo a miralle acobarda.
5
Abre, portero la villa.
MORO 1º
Toca esa caja a rebato.
Sale otro Moro por lo alto
MORO 3º
Pues ¿quién viene?
MORO 1º
Gallinato.
MORO 3º
¿Gallinato? Voy a abrilla.
Quítase del muro
MORO 2º
Aquí nos ha de coger,
10
que llega aqueste infanzón
a las cuestas de Morón.
MORO 1º
Demonio debe de ser,
pues casi a las puertas llega.
Sale Gallinato con una maza en las manos
GALLINATO
A la villa, a l fin, llegasteis.
15
Basta, moros, que os dejasteis
el viento atrás en la vega.
Si soy vuestra caza yo
y mis perros habéis sido,
habéis de la caza huido,
20
que hombre jamás lo advirtió.
Pero no debo de ser
liebre, pues huis de mí.
MORO 1º
Abre aquí.
MORO 2º
Ábreme aquí.
GALLINATO
¡Ah, perros! ¡Tanto correr!
25
Como perros me seguisteis,
que liebre me imaginasteis;
después que león me hallasteis
de coces al viento disteis.
Pues los moros africanos
30
de los leones no huyen,
que los matan y destruyen
los moros con propias manos.
A la puerta se han parado.
Sin duda que no está abierta;
35
llegar a la misma puerta
será de español osado.
MORO 1º
¡Acá viene, Amete!
MORO 2º
¡Dale!
Alzan las espadas como quieren dar, retirándose atrás
MORO 1º
¡Muera! ¡Muera!
GALLINATO
¿Cómo muera?
¡Canalla bárbara fiera,
40
Gallinato es el que vale!
Da tras ellos con el bastón, y ellos, retirándose de él, se entran. Salen Rosarfe y Zoraide riñendo contra Cardiloro
CARDILORO
Si el mundo contra mí fuera,
en tal caso despreciara.
ROSARFE
No entiendas que Guadalara
se gana de esa manera.
ZORAIDE
45
¡Aquí dejarás la vida!
CARDILORO
Bien, si podéis defenderos.
Sale Aliatar y el Rey de Granada
ALIATAR
¡Paso! Tened, caballeros,
que viene el Rey.
ZORAIDE
¡Por mi vida!
REY
¿En el Alhambra quistiones?
50
¿Qué es esto, villanos, perros?
CARDILORO
Señor, mira…
REY
Echaldes hierros.
ROSARFE
¡Señor!...
REY
Echaldes prisiones.
Los alfanjes les quitad
y llevaldos presos luego,
55
antes que el bullicio ciego
se extienda por la ciudad.
ZORAIDE
Oye y castiga…
REY
¿Qué puedes
decir en disculpa?
ROSARFE
Escucha…
REY
Cuando la razón sea mucha
60
y tú disculpado quedes,
ha de haber otros culpados
que se querrán disculpar.
ZORAIDE
No es de reyes el juzgar
los oídos atapados.
REY
65
Cuando algún juez ve la culpa
con los ojos advertidos,
es justo que los oídos
cierre para la disculpa.
CARDILORO
Antes, entre los cristianos,
70
la ley es muy diferente,
con que el Rey oye a su gente
los oídos en las manos.
Pues aunque a ver el delito
el juez se acierte a hallar,
75
no le puede castigar
si no es conforme a lo escrito.
REY
Yo no castigo la culpa
de haber las armas sacado,
si la ocasión os ha dado
80
razón para la disculpa;
castigo el atrevimiento
de que en el Alhambra fuese.
Mas ¿qué diréis si os oyese?
ZORAIDE
Que es el mayor argumento
85
de tu divino valor.
REY
Pues informadme.
ZORAIDE
Oye.
REY
Di.–
¿Queréislo así?
ROSARFE
Señor, sí.
REY
¿Y tú, Alcaide?
CARDILORO
Sí, señor.
ZORAIDE
Cuando vine de Jaén
90
a tu servicio a Granada
entre los hidalgos moros
de Osuna, Archidona y Zahara,
ciñéndome para esto
tu padre Arbolán la espada,
95
con más sangre en la cuchilla
que oro en el puño y [la] vaina,
porque heredase el lugar
que en tu defensa ocupaba,
alegre me recebiste,
100
honra me hiciste en tu casa.
Heme hallado, como sabes,
con tu gente en tus batallas,
dando y recibiendo heridas,
de que harta sangre me falta.
105
Mas como Marte y Amor,
luego que paces se tratan,
hacen amistad y juntan
las flechas de oro y las armas,
puse los ociosos ojos
110
en la hermosa Guadalara,
de cuyo agradecimiento
mi alma quedó turbada.
De Rosarfe y Cardiloro
me advirtieron sus criadas
115
que miraban sus balcones
y que sus rejas miraban.
Desprecié su competencia,
humillé sus arrogancias;
vestime de sus colores,
120
verde, anaranjado y nácar.
Yo, que miraba sus rejas
y merecí sus palabras,
que a pagar a mis suspiros
de las ventanas bajaban;
125
los dos llegaron y asieron
los hierros de las ventanas.
Hablarla quisieron juntos
y con voces requebrarla.
Lo que hice, ellos lo digan.
130
Tú, ahora, con justa causa,
me castiga o me perdona.
REY
Basta ya, Zoraide, basta.
ROSARFE
Suplícote que me escuches,
no diga yo que me agravias.
REY
135
Di, Rosarfe, tu defensa.
ROSARFE
Señor, mi defensa es clara.
Antes que Zoraide viese
del Genil la verde orilla,
en quien la nevada sierra
140
sus canos cabellos mira,
su fresco Generalife,
estanques y fuentes frías,
servía yo a Guadalara;
y, a mi amor agradecida,
145
me honraba de sus favores,
que hoy se ven en mis divisas.
Cuando maté cuerpo a cuerpo
al cristiano que traía
el pavés de torres de oro
150
sobre las aguas marinas,
me dio un tocado, con quien
traigo el adarga partida,
quitado de su cabello,
que al sol, si le tiendo, eclipsa.
155
Si he tenido otros favores,
no será bien que los diga;
que antes que ella pierda honor
quiero perder mi justicia.
Que llegué a su reja a hablarla
160
no lo niego, mas podía,
justamente porque soy
el hombre que más estima.
Si en tu palacio he sacado
la espada en defensa mía,
165
las leyes me favorecen,
naturaleza me obliga.
CARDILORO
Habiendo escuchado, Rey,
que Alá de su mano tenga
hasta que Fernando el Santo
170
a Castilla huyendo vuelva,
a Rosarfe y a Zoraide
sus razones y sus quejas,
¿quién duda que oirás las mías?
REY
Ya las escucho, comienza.
CARDILORO
175
En el castillo de Bélmez,
que me diste por tenencia,
viví en tanto que mi padre
era adalid en tus guerras.
Por su muerte y por venir
180
con tanta furia y soberbia
el rey cristiano a Granada,
dejé a Celín mis fronteras.
Que te he servido, no sé
si preguntártelo deba,
185
que es más honra para mí
que los cristianos lo sepan.
Ya Granada algunos días
me ha visto entrar por sus puertas
sangriento el brazo hasta el codo,
190
lleno el arzón de cabezas,
no cortadas en el campo
de cuerpos que muertos quedan,
como algunos que las traen,
porque ya no tienen lengua,
195
sino que a sus mismos dueños,
a lanzadas en la Vega,
levantados de la silla
los asenté por la tierra.
Y asiéndoles de la barba,
200
puesto el pie sobre las grebas,
corté cuellos, que después
dejaban el alma apenas.
No pienses que Guadalara
a ninguno de esos precia,
205
que basta servirla yo
para que ella lo agradezca.
Favores suyos no sé
que tocas ni bandas sean,
porque siendo de mujer
210
apenas valen promesas.
Pudiera decirte algunas,
pero, por no hacerle ofensa
a quien tal favor me hizo
pone silencio a mi lengua.
REY
215
No más, Cardiloro, basta,
que esas bravezas no son
conformes a la opinión
de dama tan noble y casta.
Cuando está Fernando el Santo,
220
que así le llama su gente,
la espada resplandeciente,
con que da al África espanto,
levantada sobre el cuello
de Granada y Archidona,
225
porque nazca su corona
en su nevado cabello;
cuando temblando Sevilla
su venida está sintiendo,
y el Betis le está ofreciendo
230
las olivas de su orilla;
cuando su puente de barcos,
levantada sobre el techo
de su cristalino pecho,
hace diáfanos arcos,
235
y cuando entra por Triana
a tomar la posesión,
cuando el cristiano pendón
hasta los campos allana
de Jerez, donde Rodrigo
240
esta tierra nos dejó,
y donde Hércules llegó
como es su blasón testigo,
¿queréis que con mucho espacio
juzgue quién ha de llevar
245
una mujer, y sacar
las armas en mi palacio?
¿No era mejor que con ellas
me sirviérades los tres?
ZORAIDE
Quiero, como me la des,
250
a tu servicio ofrecellas.
Dame a Guadalara y pide
la impresa que más te cuadre.
ROSARFE
[Aparte]
(Son promesas de compadre
si con las mías la mide.)
255
Lo mismo te pido y ruego.
CARDILORO
Rey, si a la mayor hazaña
que en esa guerra y campaña
Marte hizo de Amor ciego
a Guadalara has de dar,
260
desde hoy la cuento por mía.
REY
Pues, alto; sea ese el día
en que la vais a ganar.
ZORAIDE
¿Qué me mandas?
ROSARFE
¿Qué me pides?
CARDILORO
¿Qué haré por ti?
REY
Estad atentos.
265
Las fábulas y los cuentos
e historias del griego Alcides
a Granada cada hora
traen los moros de Osuna
de un hombre cuya fortuna
270
engrandece Marte ahora.
Es su nombre Meledón,
su apellido Gallinato,
y hombre hidalgo en el trato.
ZORAIDE
¿Dónde está?
REY
Junto a Morón,
275
que ha labrado un casillejo,
desde donde el campo corre
hasta su puerta y su torre.
ROSARFE
Hoy en el campo te dejo.
REY
Partid, y el que le trajere
280
preso o muerto, gozará
de Guadalara.
Vase el Rey y Aliatar
ZORAIDE
¡Oh, Alá,
no es bien que otro acuerdo espere!
Vase
ROSARFE
Voime a poner a caballo.
Vase
CARDILORO
Con mucha priesa os partís.
285
Bizarros pechos mostráis.
Quiera el cielo que cumpláis
con obras lo que decís.
Llegad, llegad al cristiano,
que no habrá más que llegar.
290
¡Oh, cómo habéis de temblar
verle el bastón en la mano!
Despacio quiero partir,
que, aunque llegue tarde, sé
que a buen tiempo llegaré.
Sale Guadalara arriba, en un balcón
GUADALARA
295
¿Dónde vas?
CARDILORO
Voy a morir.
GUADALARA
¿De qué suerte?
CARDILORO
Por tu gusto.
GUADALARA
Ya sé lo que el Rey ha hecho.
Mas ¿cómo muestra ese pecho
un corazón tan robusto?
CARDILORO
300
Porque en tu desgracia voy,
que si con tu gracia fuera,
ni al cristiano yo temiera
ni al mundo, a fe de quien soy.
GUADALARA
¿En mi desgracia?
CARDILORO
¿Eso dudas,
305
cuando van mis enemigos
gloriosos de los castigos
en que mis favores mudas?
¡Ay, Guadalara! Si fueras
para mí la que solías
310
y de las desdichas mías
algún cuidado tuvieras,
¡cómo de mis esperanzas
no se burlaran dos hombres
que ignoraste ayer sus nombres
315
y hablan hoy en tus mudanzas!
El Rey manda que posea
tu hermosura el que venciere
un cristiano, porque quiere
que a costa de vidas sea.
320
Y aunque van del daño ajenos,
que esto mande no me espanto,
porque lo que vale tanto
no se ha de comprar con menos.
Yo he muerto con la que ves
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