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El alcaide de Madrid es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, se articula en torno a una serie de enredos amorosos y malentendidos contados en tono jocoso.
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Seitenzahl: 100
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
El alcaide de MadridCover image: Shutterstock Copyright © 1916, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616507
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Nota del Cotarelo: Intervienen además MANILORO y ORDÓÑEZ, soldado.
Sale un alarde de moros con caja y bandera, el REY DE TOLEDO y TARIFE, su sobrino, y MOROS.
REY
¡Adiós, famoso Toledo!
¡Alcázar dorado, adiós!
Que hoy me despido de vos
porque llamarme no puedo
5
rey de Castilla en los dos.
¡Adiós, muros, fundación
de Bruto y de Tolomón,
de grande y hermosa vista,
que voy a la gran conquista
10
de los campos de León.
Y vos, cuya agua no espero
beber, cristalino Tajo,
aunque a todas las aventajo,
que voy a ver cómo el Duero
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corre, murmurando y bajo.
Ea, moros españoles,
relieves de aquellos soles
que del África vinieron,
que siendo guerreros, fueron
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de su nobleza crisoles.
Tiéndanse por esta vega
las lunas de mi estandarte,
porque aquí y en toda parte
piense España que despliega
25
sus rojas banderas Marte.
Herid el aire, galanes,
con gallardos ademanes
vosotros, Zaide y Gazul,
por que envidie el cielo azul
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mis azules tafetanes.
Ensánchese mi escuadrón;
háganse los parches rajas,
o ellas callen por ser bajas,
que de estar mudos el son,
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nos pueden servir de cajas.
Altos montes toledanos
de roble y romero ufanos,
que en Tajo os laváis los pies,
creced con laurel después
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para mi frente y mis manos.
Entranse marchando, y queda TARIFE.
TARIFE
¿Podré yo, triste, apartarme,
famosa ciudad, de ti?
No podré, pues quedo aquí,
si no es que por consolarme
45
por quien quedo vas en mí.
De espantosa pesadumbre,
naturaleza y costumbre,
te han hecho admirable y fuerte,
y así, para darnos muerte,
50
nacen armas en tu cumbre.
Hermosura, gentileza,
virtud, discreción, valor,
son, para nuestro dolor,
armas de naturaleza
55
que se las presta el amor.
¿Qué no podrá amor cruel
contra un corazón fiel?
Con los ojos de Celima,
que hasta el mismo cielo estima
60
ver sus estrellas en él.
Quien sabe lo que es partir
duélase de verme al punto,
que está de morir tan junto
que, si partir es morir,
65
ya estoy de partir, difunto.
Este es su balcón y reja.
¡Hierros aquí el alma os deja
un cuerpo que ya se parte!
Sale CELIMA a un balcón.
CELIMA
¿Estás solo? ¿Puedo hablarte?
TARIFE
70
Puedes escuchar mi queja.
Ya sale de la ciudad
¡oh, Celima! el rey, mi tío.
Ya marcha con grande brío,
y esta alma, en su soledad,
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de lágrimas pasa un río.
Con él, y sin corazón,
a conquistar a León
voy, por sobrino, obligado
y por caballero honrado,
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que es mayor obligación.
Ya salen de la gran puente
a la vega verde y llana.
Quédate, hermosa tirana,
cuya vida el cielo aumente
85
para mi muerte temprana.
Que si algo tiene de bien
esta enojosa partida,
aunque el alma se divida,
es huir de aquel desdén
90
con que me acabas la vida.
CELIMA
¿Tan tierno parte un soldado,
que con hechos maravilla
del Tajo al Betis la orilla,
y que tiene acreditado
95
tanto su nombre en Castilla?
Tú, que con almoradíes
de tu linaje y cegríes
las veces que a serlo miras,
hasta Segovia retiras
100
los cristianos alfaquíes,
¿ahora vas de aquesa suerte?
TARIFE
Temo la muerte, Celima,
o que el ausencia [me] oprima,
porque el pesar de no verte
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es lo que a mi alma lastima.
Ya sabía yo, cruel,
que, aun partiéndome, no habías
de tratas las ansias mías
más blanca ni más cruel
110
que los años de otros días.
No quiero que ya me dé
más golpes tu «ingratitudn»,
ni que mi alma repare,
que mientras más tardare,
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más desdenes llevaré.
¿Qué me mandas a León?
CELIMA
¿Tiénesme mucha afición?
TARIFE
Pruébame en algo.
CELIMA
No creo
que cumplirás un deseo
120
a quien te da el corazón.
TARIFE
¡Oh, Alá! ¿Tal favor tú a mí?
¿Tú, corazón?
CELIMA
Sí, yo a ti.
TARIFE
No es posible, que es favor,
sino acrecentar mi amor
125
cuando me aparto de ti.
Verás tu cruel desdén
en que, partiéndome agora,
me favoreces, señora.
CELIMA
Si hasta aquí te quise bien,
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ahora el alma te adora.
TARIFE
¿Que eso escucho y que me voy?
Haced, pensamientos, alas
que al balcón sirvan de escalas.
Lejos de tu cielo estoy,
135
Celima, que al sol igualas,
¿por dónde, que no lo creo
iré a besarte las manos?
CELIMA
Creo que con cuentos vanos
te olvidas de mi deseo.
TARIFE
140
Son tus desdenes tiranos,
que todos saben que fui
quien por servirte nací.
CELIMA
¿Luego harás cualquiera cosa?
TARIFE
Sí, que es más dificultosa
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que ser tú mandarme ansí.
¿Es eso encerrar el viento?
¿Alterar la mar inclusa?
¿Dar a un muerto vida infusa?
¿Conocer el pensamiento?
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¿Cortar el cuello a Medusa?
¿Traer las manzanas de oro,
o aquel guardado tesoro
por que fue a Colcos Jasón?
¿Vencer del mar el dragón,
155
quitando a Andrómeda el lloro?
Que esto y más haré por ti;
que pasaré desde aquí,
Celima, el ártico polo,
donde apenas vence Apolo
160
el hielo que tiene en sí;
y desde la mar glacial
hasta el gran meridional,
y en las trópicas asida
la India, a diestra, partida
165
de la línea equinoccial.
Pasaré de Libia el hilo,
y del sol, más adelante,
el camino rutilante
de la cabeza del Nilo
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y de las nubes de Atalante.
Traeré púrpura, oro, perlas
del Oriente, hasta ponerlas
a tus plantas por trofeos,
y los aromas sabeos
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iré a su monte a «cogellosn».
¿Qué dudas? ¿Qué miras? Dime
que, como «acudesn», arrime
mi frente a la tierna luna,
que no habrá hazaña ninguna
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a quien mi amor no se anime.
CELIMA
¿Luego pediré segura
que me cumplas un deseo?
TARIFE
Prosigue.
CELIMA
Que lo harás creo,
que quien mi gusto procura,
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siempre en mi gusto le empleo.
Tiene Madrid una dama,
que doña Leonor se llama,
cuya hermosura divina
por todo el mundo camina
190
en los hombros de la fama.
Es hija de un caballero
que es de los Vargas su nombre,
entre los cristianos hombre
de grande valor.
TARIFE
Ya espero
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que tanta hazaña me asombre.
CELIMA
Presto sabrás en qué estriba.
TARIFE
Dilo, así vivas.
CELIMA
Y viva
para darte el galardón.
Que de Castilla y León
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solo quiero esta cautiva.
TARIFE
¿Cautiva doña Leonor?
CELIMA
Cautiva no más.
TARIFE
No pides
cosa de mucho valor,
que no es grande, si la mides,
205
con el poder de mi amor.
Pero ¿qué te mueve a ti
querer aquesta mujer?
CELIMA
Quien sirve, no ha de querer
saber más de que es por mí
210
lo que yo le mando hacer.
TARIFE
Perdona, que el labio yerra,
que a doña Leonor tendrás
si vuelvo vivo a esta tierra.
CELIMA
No quiero, Tarife, más
215
de tu alma y de esta guerra.
TARIFE
¿Una cautiva cristiana?
CELIMA
Esa estimo más que a un Cid.
TARIFE
Impresa es fácil y llana
si se nos rinde Madrid,
220
y si no, imposible y vana.
Pero no hay quien me acobarde,
o se gane luego o tarde.
CELIMA
Esto te suplico agora.
Tocan dentro.
TARIFE
La caja tocan, señora.
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¡Adiós!
CELIMA
Mahoma te guarde.
Vanse. Sale FERNANDO DE LUJÁN, cautivo, con cadena.
FERNANDO
La libertad perdida
del alma, amor tirano,
nunca me puso en tanta desventura.
La del cuerpo, rendida
230
a un moro toledano,
ha sido para mí ter[r]ible y «duran».
Adonde la luz pura
de mi Leonor presente
mi tormento engañaba,
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mejor vida pasaba
que de Madrid y de su cielo ausente,
porque en sus bellos ojos
el mal es bien y gloria los enojos.
¿Qué soledad iguala
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con la que aquí padezco?
¡Oh, qué prisión tan áspera y terrible!
Aquella sola es mala,
que jamás obedezco,
y tengo por extraña y insufrible
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la cárcel apacible
de unos cabellos de oro
que el alma consentía
para prisión, que hacía
dulces los grillos y descanso el lloro,
250
pues sola la memoria
parece que la pena vuelve en gloria.
«Aquí, sin ver no solon»
por la mañana clara,
pero en el mediodía la luz pura
255
del resplandor de Apolo
y su divina cara,
paso mis años en tiniebla oscura.
La que mi «maln» procura
es la que aquí me tiene,
260
porque niego a su gusto
aquel amor injusto
de que guardarme tanto me conviene,
por la ley del cristiano,
y porque he dado mi palabra y mano.
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No creas, Leonor mía,
que, aunque esta mora hermosa
con regalos, hechizos y tormentos
intente cada día,
airada y amorosa,
270
mudas de su lugar mis pensamientos,
ni porque tantos vientos
de mis persecuciones
combatan mi firmeza
podrán en tal bajeza
275
la calidad de mis obligaciones;
que, preso, triste, ausente,
vivirás en mi pecho eternamente.
Paréceme que han abierto
el calabozo en que estoy.
Sale CELIMA
CELIMA
280
¿De qué te alteras? Yo soy.
FERNANDO
¿De qué ha de alterarse un muerto?
Si eres tú menos me toca
el alterarme de verte.
CELIMA
Pues ¿qué soy yo?
FERNANDO
¿Tú? Mi muerte.
CELIMA
285
¿La muerte alterar provoca?
Más parezco tu salud
en lo poco que me estimas,
pues me tienes y lastimas
ignorando mi virtud.
FERNANDO
290
Si el verte mi salud fuera,
de manera me tratara
que la vida me quitara
porque mi salud muriera.
Y ser tú mi muerte es cierto
295
en verte gentil venir,
porque mal puede sentir
un hombre después de muerto.
CELIMA
Ya te he dicho yo, cristiano,
el de Luján y Madrid,
300
el valeroso adalid
contra el moro toledano,
que nos tratemos tú y yo
como amigos que pleitean,
que comen y se pasean
305
mientras el pleito duró.
Tú dices que me desamas,
y yo digo que te adoro,
no me pierdas el decoro,
que no es lícito en las damas.
310
Háblame bien, y después
que salgas con lo que intentas,
me dirás cuántas afrentas
en mis desatinos ves.
FERNANDO
¡Qué ciega estás!
CELIMA
¿De qué suerte?
FERNANDO
315
Dices que no nos tratemos
mal mientras pleito tenemos,
y procúrasme la muerte.
CELIMA
¿Yo a ti?
FERNANDO
¿Luego llamas vida
esta cadena y prisión?
CELIMA
320
¿Pues no, si en mi corazón
la llevo y al alma asida?
FERNANDO
¿Ves cómo eres engañosa?
Si esa mi muerte sintieras,
puesto [ya] en tus manos, fueras
325
menos dura y más piadosa.
Y así me parece igual
a tu injuria y mi ventura,
que mientras el pleito dura
nos trataremos muy mal.
CELIMA
330
Cristiano del alma mía,
a quien no vencen razones,
no es mucho que con prisiones
se conquiste tu porfía.
Esta ha sido la razón.
FERNANDO
335
Celima, mucho me ofendes,
si con esta te defiendes,
de haberme puesto en prisión,
que yo, si razón tuvieras,
ya consintiera en tu gusto,
340
y pruébame tú qué es justo,
y quiero lo que tú quieras.
CELIMA
Pues yo sé…
FERNANDO
Di.
CELIMA
Tú, Fernando,
fuiste en buena guerra preso,
porque repito el suceso,
345
no es menester decir cuándo.
Basta saber que salías
de Madrid con tus soldados
talando el campo y ganados,
hasta Cabañas y Olías,
350
y que te prendió Tarife,
y que al rey te presentó
cuando del Tajo salió