El amor médico - Tirso de Molina - E-Book

El amor médico E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

El amor médico es una notable comedia de enredo escrita por el prolífico dramaturgo español Tirso de Molina. Ambientada en Portugal, la obra nos introduce a una serie de personajes cosmopolitas, con alusiones a ciudades tan lejanas como La Habana. La historia gira en torno a Jerónima, la audaz protagonista que no se detiene ante nada para conquistar a su amado, Don Gaspar. En su camino para ganar el corazón de Don Gaspar, Jerónima muestra una determinación y un ingenio excepcionales, llegando incluso a disfrazarse de hombre para lograr su objetivo. Tirso de Molina utiliza esta trama para crear una narrativa llena de giros y vueltas inesperadas, manteniendo a los espectadores en vilo hasta el final. El amor médico es un ejemplo perfecto del talento de Tirso de Molina para combinar elementos de comedia, romance y aventura en una obra que es tanto entretenida como reflexiva. Además de su trama intrigante, El amor médico también se destaca por su representación de las costumbres y actitudes de la época, proporcionando un retrato vívido de la sociedad del Siglo de Oro español. La valentía y la astucia de Jerónima en particular, desafían las expectativas tradicionales de comportamiento femenino, añadiendo un matiz de crítica social a la obra.

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Seitenzahl: 98

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Tirso de Molina

El amor médico

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El amor médico.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9897-337-2.

ISBN rústica: 978-84-9816-033-8.

ISBN ebook: 978-84-9897-190-3.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

La trama 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 51

Jornada tercera 103

Libros a la carta 155

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

La trama

Comedia de enredo que transcurre entre gente de mundo (con alusiones a ciudades americanas como La Habana). La protagonista, Jerónima, conquista a su amado don Gaspar y para ello no duda en disfrazarse de hombre y estudiar medicina.

Personajes

Delgado

Don Gaspar

Don Gonzalo

Don Íñigo

Don Martín

Don Rodrigo

Doña Estefanía

Doña Jerónima

El rey don Manuel

Machado

Quiteria, criada

Tello, criado

Un Paje

Jornada primera

(Salen doña Jerónima y Quiteria.)

Jerónima ¿Hay huésped más descortés?

¿Un mes en casa, al regalo

y mesa de don Gonzalo,

y sin saber en un mes

que mujer en ella habita, 5

o si lo sabe, que es llano,

blasonar de cortesano

y no hacerme una visita?

¡Jesús, Quiteria, es grosero

aunque tú vuelvas por él! 10

Quiteria Yo, en lo que he notado dél,

perfeto le considero:

la persona, un pino de oro;

un alma en cualquiera acción;

de alegre conversación, 15

guardando en ella el decoro

que debe a su calidad;

en lo curioso un armiño,

mas no afectando el aliño

que afemina nuestra edad; 20

mozo, lo que es suficiente

para prendar hermosuras

mas no para travesuras

de edad, por poca, imprudente.

Júzgole yo de treinta años. 25

Jerónima Pinta en él la perfección

que el conde de Castellón

en su Cortesano.

Quiteria Extraños

humores en ti ha causado

ese enojo que condeno. 30

Ya no tendrá nada bueno,

porque no te ha visitado.

Si ignora que en casa hay dama,

¿qué le culpas?

Jerónima No lo creas;

que, aunque abonarle deseas, 35

un mes de mesa y de cama

en casa, viendo criadas,

escuderos, coche y silla,

si no es que se usa en Castilla

en las más autorizadas 40

servirse los caballeros

de dueñas y de doncellas,

sacado habrá ya por ellas

quién vive aquí.

Quiteria Forasteros

más tratan de su negocio 45

que de tantas menudencias.

Jerónima ¡Qué alegas de impertinencias!

La curiosidad es ocio

de obligación en discretos;

que nunca están los cuidados 50

en ellos tan ocupados

que perjudiquen respetos,

hijos de la cortesía,

y más en casas extrañas.

Porque veas que te engañas, 55

anoche a la celosía

del patio le vi bajar;

y para que no tuviese

disculpas, porque me oyese,

dije en voz alta: «Aguilar, 60

¿dónde dejáis a mi hermano?».

Y respondióme: «Señora,

iba a la Alameda agora».

Entonces él, cortesano,

quitó a la reja el sombrero, 65

sin extrañar el oírme.

¿Osarás ahora decirme

que no peca de grosero

quien, sin hacer novedad

de escuchar que en casa había 70

hermana, la suponía?

Quiteria Culpa la severidad

de tu hermano; ¿mas pasó

sin hablarte?

Jerónima Hizo un pequeño

comedimiento y, risueño, 75

en la otra cuadra se entró.

Quiteria Es tan negro circunspecto

mi señor que habrá mostrado

en que no te vea cuidado,

y don Gaspar tan discreto 80

que le adivinará el gusto.

¿Mas que nunca en él te habló

después que está en casa?

Jerónima No;

que como muestra disgusto

porque no me determino 85

en admitir persuasiones

casamenteras, pasiones

de hermano a que no me inclino

le ocasionan a no hablarme

dos meses ha.

Quiteria No me espanto; 90

haste embebecido tanto

en latines que a cansarme

llego yo sin que me importe;

cuánto y más quien se encargó

de ti desde que murió 95

tu padre.

Jerónima Yo sigo el norte

de mi inclinación; ¿qué quieres?,

mi señor se recreaba

de oírme cuando estudiaba.

¿Siempre han de estar las mujeres 100

sin pasar la raya estrecha

de la aguja y la almohadilla?

¡Celebre alguna Sevilla

que en las ciencias aprovecha!

De ordinario los vasallos 105

suelen imitar su rey

en las costumbres y ley.

Si da en armas y en caballos

soldados y caballeros

son el sabio e ignorante; 110

enamorados si amante;

si ambicioso lisonjeros.

Dicen que en Indias hay gente

que porque a un cacique vieron

sin un diente todos dieron 115

luego en sacarse otro diente.

La reina doña Isabel,

que a tanta hazaña dio fin,

empieza a estudiar latín

y es su preceptora en él 120

otra que por peregrina

no hay ingenio que no asombre,

tanto que olvidan su nombre

y la llaman la Latina.

Por esto quiero imitalla. 125

Quiteria Haces bien; mas dese modo

procura imitarla en todo,

por mujer y por vasalla;

cásate, pues se casó.

Jerónima Dame tú un rey don Fernando 130

que, a Castilla gobernando,

me deje estudiar, que yo

haré mis dichas iguales.

El matrimonio es Argel,

la mujer cautiva en él. 135

Las artes son liberales

porque hacen que libre viva

a quien en ellas se emplea;

¿cómo querrás tú que sea

a un tiempo libre y cautiva? 140

Quiteria Yo no te sé responder,

porque no sé argumentar;

pero, ¿por qué ha de estudiar

medicina una mujer?

Jerónima Porque estimo la salud, 145

que anda en poder de ignorantes.

¿Piensas tú que seda y guantes

de curar tienen virtud?

Engáñaste si lo piensas;

desvelos y naturales 150

son las partes principales

que con vigilias inmensas

hacen al médico sabio;

por ver si a mi patria puedo

aprovechar contra el miedo, 155

que a la salud hace agravio.

¿No es lástima que examinen

a un albéitar herrador,

a un peraile, a un tundidor,

y que antes que determinen 160

que pratique su ejercicio

aprueben su suficiencia;

y la medicina, ciencia

que no tiene por oficio

menos que el dar o quitar 165

la vida que tanto importa,

con una asistencia corta

de escuelas, un platicar

dos años a la gualdrapa

de un dotor en ella experto 170

porque más hombres ha muerto,

prolijo de barba y capa,

en habiendo para mula

luego quede graduado

antes de ser licenciado 175

de dotor? ¿Quien no regula

estos peligros no es necio?

Quiteria Cuanto a esa parte estoy bien

con lo que dices.

Jerónima ¿Que den

joya que no tiene precio 180

ni se puede restaurar

a un bárbaro desa suerte?

Quiteria Y aun no dan de balde muerte,

que se la hemos de pagar.

Diz que en Madrid enseñaba 185

cierto verdugo su oficio

no sé a qué aprendiz novicio

y viendo que no acertaba,

puesto sobre un espantajo

de paja, aquellas acciones 190

infames de sus liciones,

le echó la escalera abajo

diciéndole: «Andad, señor,

y pues estáis desahuciado

para oficio de hombre honrado, 195

estudiad, para dotor».

Jerónima ¡Cosa extraña que en cualquiera

arte, por poco que valga,

haya aprendiz que no salga

con ella, echándole fuera, 200

y que en esta no ha de haber

médico que desechar,

Quiteria!

Quiteria Para matar

poca ciencia es menester.

Tuvo un pobre una postema, 205

dicen que oculta en un lado,

y estaba desesperado

de ver la ignorante flema

con que el dotor le decía:

«En no yéndoos a la mano, 210

en beber, moríos, hermano,

porque ésa es hidropesía.»

Ordenóle una receta

y cuando le llegó a dar

la pluma para firmar 215

la mula, que era algo inquieta,

asentóle la herradura

—emplasto dijera yo—

en el lado y reventó

la postema ya madura, 220

con que cesando el dolor

dijo, mirándola abierta:

«En postemas, más acierta

la mula que su dotor.»

Jerónima Pues por eso determino 225

irme tras el natural

que aprenden todos tan mal,

ya que en su estudio me inclino.

Quiteria Volverás por el desprecio

de los médicos ansí. 230

Jerónima Y por el que hizo de mí

nuestro forastero necio.

Quiteria ¿Ahí tornamos?

Jerónima Me ha enfadado

el poco caso que ha hecho

de mí. ¿Sabes qué sospecho? 235

Que le trae tan desvelado

la dama que en Madrid deja

que no le dan pensamientos

lugar para cumplimientos.

Quiteria Eso agora ya es conseja; 240

¿qué nos faltaba si hubiera

correspondencias constantes?

Ya obligaciones y guantes

se gastan de una manera.

Amadises y Macías 245

alambicaban celebros;

y habitando Beltenebros,

libros de caballerías

tienen esa calidad,

que los de ahora, si lo notas, 250

en calzándose las botas

descalzan la voluntad.

Jerónima Pues hagamos la experiencia.

Quiteria ¿Cómo la habemos de hacer?

Jerónima Vile anoche revolver 255

papeles, sin advertencia

de que acecharle podían.

Quiteria ¿Por dónde?

Jerónima Por el espacio

de la llave.

Quiteria ¡Qué despacio

tus desvelos te tenían! 260

Jerónima ¿Qué quieres? La privación

es causa del apetito;

no haberme visto es delito

que ofende mi presunción.

Y dije, entre mí: «Sepamos 265

quién puede este Adonis ser

que no se nos deja ver

temeroso de que aojamos».

Estaba el tal en jubón,

con calzones de tabí 270

de naranjado y turquí;

y con tal satisfación

de sí que de cuando en cuando,

Narciso de sus despojos,

se andaba, todo en sus ojos, 275

por sí mismo paseando.

Quiteria Ya eso fue mucho notar.

Jerónima Si él fuera al paso discreto

que galán, yo te prometo

que llevara qué soñar, 280

porque es su disposición

por gallarda, peregrina.

Quiteria ¿Y eso está en la medicina?

Jerónima No, pero en mi inclinación.

Advertí, pues, que leyendo 285

papeles ya los doblaba,

ya otra vez los repasaba;

con los primeros riyendo,

con los otros suspirando

y, aunque no los entendí, 290

—que los leyó para sí—

dije: «¿Riyendo y llorando?

Aunque adivino en bosquejo

afectos sentís de amante;

que siempre imita al semblante 295

de quien se mira el espejo».

No los leyó una vez sola;

antes para asegundar

los mismos, despabilar

quiso la vela y matóla, 300

con que le forzó a acostarse

y a mí, riendo, a volverme

a la cama. Entretenerme

pudiera a no desmandarse

en mí su imaginación 305

que, de principios pequeños

apadrinándola sueños,

es ya mal de corazón.

Yo tengo celos, Quiteria,

y he de ver, pues me maltratan, 310

de qué estos papeles tratan.

Quiteria ¡Qué bien medraste en la feria!

¿Dónde, pues, hemos de hallarlos?

Jerónima Las navetas los tendrán

de aquel contador, que están 315

sin llaves para guardarlos.

Salgamos dese cuidado.

Quiteria Vamos, porque le asegures,

y enferma para que cures

la ciencia que has estudiado, 320

que uno y otro es frenesí.

Jerónima En accidentes de amor

no cura bien el dotor

que no cura para sí.

(Vanse.)

(Salen don Gaspar y don Gonzalo, y sale también Machado.)

Gonzalo Yo sé que no habéis de echar, 325

mientras estéis en Sevilla,

menos, señor don Gaspar,

pasatiempos de Castilla,

que esa es río y ésta es mar.

Mucho de Toledo cuentan, 330

donde Isabel y Fernando

su corte dicen que asientan.

Su Tajo arenas criando

que fama más que oro aumentan;

sus pancayos cigarrales 335