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El caballero de Gracia es una obra biográfica de Tirso de Molina, dedicada por el dramaturgo a uno de los personajes más populares del Madrid de la época: Jacobo Gratti.
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Seitenzahl: 87
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Tirso de Molina
Saga
El caballero de GraciaCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726549157
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
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Personas que hablan en ella:
Sale el CABALLERO de GRACIA y LAMBERTO, su cuñado
LAMBERTO: Pues a mi cargo has quedado,
tu remedio está a mi cuenta,
y así quiero darte estado.
CABALLERO: Si tu amor honrarme intenta,
trueca el nombre de cuñado
en el de hermano apacible;
no fuerces mi inclinación,
mira que es cosa terrible,
sabiendo mi condición,
casarme.
LAMBERTO: Ya es imposible
deshacerse este concierto.
CABALLERO: ¿No ves que ya mi edad pasa
de los límites, Lamberto,
que piden bodas?
LAMBERTO: Tu casa,
como sin hijos han muerto
tus padres, reduce en ti
mi nobleza y sucesión.
Palabra a Jacobo di
de casarte, y no es razón
no cumplirla.
CABALLERO: Resistí
a mis padres tantos años
el peso del casamiento,
Argel de penas y engaños,
sirviéndome de escarmiento
sucesos propios y extraños
que ya en mis amigos veo,
ya entre mis parientes toco,
ya en varias historias leo,
¿y quieres volverme loco
violentando mi deseo?
LAMBERTO: Lo que no pudieron ellos
podrá hoy mi autoridad.
CABALLERO: Nunca enlaza amor dos cuellos
por fuerza, ni hay voluntad
que vaya por los cabellos.
LAMBERTO: En individuos tributo,
¿será bien que tú seas menos
que un roble tosco, que un bruto?
[…]
CABALLERO: Ya que tú casado estás
con Isabela, mi hermana,
el ser resucitarás
de nuestra casa.
LAMBERTO: ¡Qué vana
excusa a mis ruegos das!
No se estima por mujer
la línea que ilustra al hombre
y da al hijo todo el ser,
pues del padre toma el nombre
quien se quiere ennoblecer.
Deja de filosofar
y advierte que me encargó
que te obligase a casar
tu padre, cuando murió.
Y que a Sabina has de dar,
mi hermana, la mano y si,
pues de Ferrara ha venido
sólo a este efecto, o de aquí
has de irte.
CABALLERO: No es mal partido
el último para mí;
pues si es el conyugal peso
de los cuerdos tan rehusado
y a tantos priva del seso,
más vale estar desterrado
que no vivir siempre preso.
Mi natural es más quieto,
pues a la iglesia me inclino;
déjame, si eres discreto,
seguir aqueste camino,
más seguro y más perfeto.
LAMBERTO: Sabina es noble y honesta,
y en fin, mi hermana, que basta;
a mi gusto está dispuesta;
la mujer ilustre y casta
ni es liviana ni es molesta.
De la tuya soy esposo,
si tú lo eres de la mía,
y a su dote caudaloso
juntas tu hacienda, sería
un parentesco dichoso
el nuestro, y no habrá poder
que en Módena nos iguale.
Esto, Jacobo, ha de ser.
CABALLERO: La hacienda, hermano, ¿qué vale
en manos de una mujer?
Gózala toda, y no intentes
cautivar mi voluntad
con tantos inconvenientes.
LAMBERTO: Cuando mires su beldad,
sus costumbres excelentes,
su discreción y valor,
aunque un mármol fueses frío,
te has de abrasar en su amor.
Jacobo, éste es gusto mío,
no provoques mi rigor,
en una quinta te espera,
hoy las vistas han de ser;
imita a la primavera
en galas, porque es mujer
de buen gusto, y no quisiera
que en ti hallase imperfección
que su amor desazonase.
Háblala con discreción
y finge, aunque no te abrase,
que eres de su sol Faetón;
no apartes los ojos de ella,
suspira de cuando en cuando,
tómala la mano bella.
Si estás con otros hablando,
hazla entender que, por ella,
ni en lo que dices estás
ni a propósito respondes,
y de esta suerte verás
qué presto en tu pecho escondes
el amor que huyendo vas
y que empiezas a adorar
lo que, por no conocer,
hasta aquí te dio pesar;
que esto de amar y comer
no está en más que en comenzar.
Voy a llamar quien te vista
de vistas, porque has de ir luego.
Vase LAMBERTO
CABALLERO: Mejor me fuera el ir ciego
que a tales vistas con vista.
Cielos, para que resista
tal violencia, dadme fuerza
antes que Lamberto tuerza
mi inclinación y la doble,
que no es la voluntad roble
que ha de dar fruto por fuerza.
Yo estoy contento, mi Dios,
con mi quieta soledad.
¡Aquí de Dios! Libertad,
¿por qué no volvéis por vos?
Mas diréisme que entre dos
conserva el Amor su estado,
que la soledad da enfado;
mas sólo da luz Apolo,
que más vale vivir solo
que no mal acompañado.
Sale RICOTE con una fuente, capa y gorra con plumas, y aderezo de espada dorada
RICOTE: El novio recoleto
a vistas, Amor te llama;
gorra con plumas, la fama
te ofrece calza y coleto.
Módena te espera toda
con la novia en una quinta
donde el abril mayos pinta;
goza del pan de la boda
que te amasa la belleza
de una mujer, que ahora es
miga toda, aunque después
se te ha de volver corteza.
Busca dientes de diamante,
porque las mujeres son,
por lo dulce, de turrón;
por lo duro, de Alicante,
y buen provecho te haga.
CABALLERO: ¡Ah, Ricote, que haya dado
en casarme mi cuñado!
RICOTE: El nombre te satisfaga
y haz lo que manda, no gruña,
que es cuñado con ventaja,
y en fe de serlo te encaja
su hermana en lugar de cuña.
Vístete si has de ir allá.
CABALLERO: Bien sabes tú cuán pesado
tiene de serme este estado.
RICOTE: Si un yugo por premió da,
ya sospecho las molestias
de una mujer que es verdugo,
que nunca se pone el yugo
si no es para domar bestias.
Diérante a ti andar de día
de jubileo en sermón,
no dejar congregación,
no perdonar obra pía,
disminuyendo procesos,
consultando confesores,
reprehendiendo jugadores,
pagando deudas a presos,
y de noche en hospitales,
entre humildes ejercicios,
desopilando servicios
y bazucando orinales.
En oyendo el esquilón,
a pesar del lodo y vientos,
acompañar sacramentos,
dar a pobres tu ración.
Volver a casa desnudo
y rezando Ave Marías,
cenar dos lechugas frías
y un huevo entre asado y crudo.
Dormir sobre una tarima,
poco y mal, y cuando al alba
hacen los pájaros salva,
tener ya rezada prima.
Que en este entretenimiento,
que otros llamarán castigo,
no estimarás en un higo
el más rico casamiento.
CABALLERO: Eso, Ricote, apetezco,
y sin ello me hallo mal;
mi inclinación natural
es, poco en ello merezco;
pero, en fin, me dan mujer.
RICOTE: Casarte y tener paciencia,
que no es mala penitencia
si la acostumbras a hacer;
que, en fe de lo que aprovecha,
puedes hacer, si te casas,
cuenta, señor, que te pasas
a religión más estrecha.
CABALLERO: Más con eso me molestas.
RICOTE: Vístete si habemos de ir.
CABALLERO: ¿Cómo he de poder sufrir
tan terrible peso a cuestas?
RICOTE: Como quien lleva la cruz
del matrimonio, excelente;
tú serás el penitente
y yo el cofrade de luz.
Mas mira: si al fin te casas
y vivir seguro quieres,
haz cuenta que las mujeres
son castañas en las brasas
Regalallas y querellas
mas, si en fe de tus amores,
se te suben a mayores
porque no falten morderlas,
ni tanta mano les des
que vengan a ser cabeza,
ni muestres tanta aspereza
que las trates como a pies.
Si de estos extremos dos
quieres hallar el remedio,
la virtud consiste en medio,
que no sin misterio Dios,
cuando a la mujer ser da,
en fe de esta maravilla
la formó de una costilla
que en medio del cuerpo está.
Y con esto emplúmate,
pues ya te has puesto- las galas.
CABALLERO: ¡Ay plumas, servidme de alas,
y de una mujer huiré!
RICOTE: No me espanto que te pese,
que es carga de ganapán,
y si Dios se la dio a Adán
aguardó que se durmiese.
Salen SABINA, ISABELA y CAMILO
SABINA: ¡Bella quinta!
CAMILO: ¡Deleitosa!
En ella la primavera,
que en estas bodas espera
verte de Jacobo esposa,
también hace ostentación
de sus galas al Abril.
ISABELA: Mira en tazas de marfil
brindar la murmuración
de estas fuentes a la risa,
que cuando a la sed provocas
por ti se hace todas bocas.
CAMILO: Mientras murmura te avisa,
si no es que te reprehende,
del mal pago que a Conrado
con esta mudanza has dado.
SABINA: Mi hermano su amor ofende,
que a casarme me ha traído
y es fuerza el obedecerle
si por padre he de tenerle.
Sabe Dios que he resistido
su voluntad hasta aquí;
está mi dote a su cuenta.
¿Qué he de hacer?
ISABELA: Mi esposo intenta,
juntando tu hacienda ansí
con la de mi hermano, hacer
de todas cuatro una casa.
CAMILO: Cuando sepa lo que pasa,
Conrado ha de enloquecer
de pena y celos.
SABINA: No hay ya
quien de celos pierda el seso.
CAMILO: Que te adora te confieso.
SABINA: La ausencia le curará;
que en Ferrara hay medicina
y contrahierba de amor.
CAMILO: Aunque el médico mejor
es el tiempo, en fin, Sabina,
si es amor enfermedad,
mientras sus términos pasan,
¿qué ha de hacer cuando le abrasan
memorias de tu beldad?
Si él supiera que venías
a más que a ver a tu hermano,
y que usurparle la mano
que suya juzgó querías,
a otro Ariosto diera copia
para escribir sus locuras.
SABINA: Orlando hacerle procuras,
aunque en mí es la historia impropia,
que ni Angélica me llamo
ni le dejo por un moro,
pues ni es, Jacobo, Medoro,
ni con liviandad le amo.
A vistas vengo, ¿qué quieres?
Lícito es ver.
CAMILO: Es verdad;
mas tenéis la voluntad
en los ojos las mujeres.
No saldrás libre de aquí;
avisar quiero a Conrado,
aunque si él fuera avisado
no se apartara de ti;
porque es la mujer, en suma,
como el pájaro liviano,
que en abriéndole la mano
vuela, y si deja algo es pluma.
Vase
SABINA: En fin, Isabela hermosa,
¿tengo de ser tu cuñada?