El caballero de Gracia - Tirso de Molina - E-Book

El caballero de Gracia E-Book

Tirso de Molina

0,0

Beschreibung

El caballero de Gracia es una obra biográfica de Tirso de Molina, dedicada por el dramaturgo a uno de los personajes más populares del Madrid de la época: Jacobo Gratti.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 87

Veröffentlichungsjahr: 2020

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Tirso de Molina

El caballero de Gracia

 

Saga

El caballero de GraciaCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726549157

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Personas que hablan en ella:

El CABALLERO de GRACIA RICOTE, lacayo ISABELA, dama DECIO, criado LAMBERTO, caballero JULIO CATAÑO ESPERANZA, criada CAMILO, caballero SABINA, dama CONRADO, caballero GINÉS PAULO ADORNO, caballero El CARDENAL ESPINOSA Don CRISTÓBAL de MORA Don PEDRO, caballero FISBERTO, caballero La PRINCESA doña JUANA Don DIEGO, caballero Don JUAN El REY FELIPE II INÉS, criada ROBERTO Un ÁNGEL Un CAPITÁN Un CRIADO Un PAJE Un PINTOR MÚSICOS

JORNADA PRIMERA

Sale el CABALLERO de GRACIA y LAMBERTO, su cuñado

 

LAMBERTO: Pues a mi cargo has quedado,

tu remedio está a mi cuenta,

y así quiero darte estado.

CABALLERO: Si tu amor honrarme intenta,

trueca el nombre de cuñado

en el de hermano apacible;

no fuerces mi inclinación,

mira que es cosa terrible,

sabiendo mi condición,

casarme.

LAMBERTO: Ya es imposible

deshacerse este concierto.

CABALLERO: ¿No ves que ya mi edad pasa

de los límites, Lamberto,

que piden bodas?

LAMBERTO: Tu casa,

como sin hijos han muerto

tus padres, reduce en ti

mi nobleza y sucesión.

Palabra a Jacobo di

de casarte, y no es razón

no cumplirla.

CABALLERO: Resistí

a mis padres tantos años

el peso del casamiento,

Argel de penas y engaños,

sirviéndome de escarmiento

sucesos propios y extraños

que ya en mis amigos veo,

ya entre mis parientes toco,

ya en varias historias leo,

¿y quieres volverme loco

violentando mi deseo?

LAMBERTO: Lo que no pudieron ellos

podrá hoy mi autoridad.

CABALLERO: Nunca enlaza amor dos cuellos

por fuerza, ni hay voluntad

que vaya por los cabellos.

LAMBERTO: En individuos tributo,

¿será bien que tú seas menos

que un roble tosco, que un bruto?

[…]

CABALLERO: Ya que tú casado estás

con Isabela, mi hermana,

el ser resucitarás

de nuestra casa.

LAMBERTO: ¡Qué vana

excusa a mis ruegos das!

No se estima por mujer

la línea que ilustra al hombre

y da al hijo todo el ser,

pues del padre toma el nombre

quien se quiere ennoblecer.

Deja de filosofar

y advierte que me encargó

que te obligase a casar

tu padre, cuando murió.

Y que a Sabina has de dar,

mi hermana, la mano y si,

pues de Ferrara ha venido

sólo a este efecto, o de aquí

has de irte.

CABALLERO: No es mal partido

el último para mí;

pues si es el conyugal peso

de los cuerdos tan rehusado

y a tantos priva del seso,

más vale estar desterrado

que no vivir siempre preso.

Mi natural es más quieto,

pues a la iglesia me inclino;

déjame, si eres discreto,

seguir aqueste camino,

más seguro y más perfeto.

LAMBERTO: Sabina es noble y honesta,

y en fin, mi hermana, que basta;

a mi gusto está dispuesta;

la mujer ilustre y casta

ni es liviana ni es molesta.

De la tuya soy esposo,

si tú lo eres de la mía,

y a su dote caudaloso

juntas tu hacienda, sería

un parentesco dichoso

el nuestro, y no habrá poder

que en Módena nos iguale.

Esto, Jacobo, ha de ser.

CABALLERO: La hacienda, hermano, ¿qué vale

en manos de una mujer?

Gózala toda, y no intentes

cautivar mi voluntad

con tantos inconvenientes.

LAMBERTO: Cuando mires su beldad,

sus costumbres excelentes,

su discreción y valor,

aunque un mármol fueses frío,

te has de abrasar en su amor.

Jacobo, éste es gusto mío,

no provoques mi rigor,

en una quinta te espera,

hoy las vistas han de ser;

imita a la primavera

en galas, porque es mujer

de buen gusto, y no quisiera

que en ti hallase imperfección

que su amor desazonase.

Háblala con discreción

y finge, aunque no te abrase,

que eres de su sol Faetón;

no apartes los ojos de ella,

suspira de cuando en cuando,

tómala la mano bella.

Si estás con otros hablando,

hazla entender que, por ella,

ni en lo que dices estás

ni a propósito respondes,

y de esta suerte verás

qué presto en tu pecho escondes

el amor que huyendo vas

y que empiezas a adorar

lo que, por no conocer,

hasta aquí te dio pesar;

que esto de amar y comer

no está en más que en comenzar.

Voy a llamar quien te vista

de vistas, porque has de ir luego.

 

Vase LAMBERTO

 

CABALLERO: Mejor me fuera el ir ciego

que a tales vistas con vista.

Cielos, para que resista

tal violencia, dadme fuerza

antes que Lamberto tuerza

mi inclinación y la doble,

que no es la voluntad roble

que ha de dar fruto por fuerza.

Yo estoy contento, mi Dios,

con mi quieta soledad.

¡Aquí de Dios! Libertad,

¿por qué no volvéis por vos?

Mas diréisme que entre dos

conserva el Amor su estado,

que la soledad da enfado;

mas sólo da luz Apolo,

que más vale vivir solo

que no mal acompañado.

 

Sale RICOTE con una fuente, capa y gorra con plumas, y aderezo de espada dorada

 

RICOTE: El novio recoleto

a vistas, Amor te llama;

gorra con plumas, la fama

te ofrece calza y coleto.

Módena te espera toda

con la novia en una quinta

donde el abril mayos pinta;

goza del pan de la boda

que te amasa la belleza

de una mujer, que ahora es

miga toda, aunque después

se te ha de volver corteza.

Busca dientes de diamante,

porque las mujeres son,

por lo dulce, de turrón;

por lo duro, de Alicante,

y buen provecho te haga.

CABALLERO: ¡Ah, Ricote, que haya dado

en casarme mi cuñado!

RICOTE: El nombre te satisfaga

y haz lo que manda, no gruña,

que es cuñado con ventaja,

y en fe de serlo te encaja

su hermana en lugar de cuña.

Vístete si has de ir allá.

CABALLERO: Bien sabes tú cuán pesado

tiene de serme este estado.

RICOTE: Si un yugo por premió da,

ya sospecho las molestias

de una mujer que es verdugo,

que nunca se pone el yugo

si no es para domar bestias.

Diérante a ti andar de día

de jubileo en sermón,

no dejar congregación,

no perdonar obra pía,

disminuyendo procesos,

consultando confesores,

reprehendiendo jugadores,

pagando deudas a presos,

y de noche en hospitales,

entre humildes ejercicios,

desopilando servicios

y bazucando orinales.

En oyendo el esquilón,

a pesar del lodo y vientos,

acompañar sacramentos,

dar a pobres tu ración.

Volver a casa desnudo

y rezando Ave Marías,

cenar dos lechugas frías

y un huevo entre asado y crudo.

Dormir sobre una tarima,

poco y mal, y cuando al alba

hacen los pájaros salva,

tener ya rezada prima.

Que en este entretenimiento,

que otros llamarán castigo,

no estimarás en un higo

el más rico casamiento.

CABALLERO: Eso, Ricote, apetezco,

y sin ello me hallo mal;

mi inclinación natural

es, poco en ello merezco;

pero, en fin, me dan mujer.

RICOTE: Casarte y tener paciencia,

que no es mala penitencia

si la acostumbras a hacer;

que, en fe de lo que aprovecha,

puedes hacer, si te casas,

cuenta, señor, que te pasas

a religión más estrecha.

CABALLERO: Más con eso me molestas.

RICOTE: Vístete si habemos de ir.

CABALLERO: ¿Cómo he de poder sufrir

tan terrible peso a cuestas?

RICOTE: Como quien lleva la cruz

del matrimonio, excelente;

tú serás el penitente

y yo el cofrade de luz.

Mas mira: si al fin te casas

y vivir seguro quieres,

haz cuenta que las mujeres

son castañas en las brasas

Regalallas y querellas

mas, si en fe de tus amores,

se te suben a mayores

porque no falten morderlas,

ni tanta mano les des

que vengan a ser cabeza,

ni muestres tanta aspereza

que las trates como a pies.

Si de estos extremos dos

quieres hallar el remedio,

la virtud consiste en medio,

que no sin misterio Dios,

cuando a la mujer ser da,

en fe de esta maravilla

la formó de una costilla

que en medio del cuerpo está.

Y con esto emplúmate,

pues ya te has puesto- las galas.

CABALLERO: ¡Ay plumas, servidme de alas,

y de una mujer huiré!

RICOTE: No me espanto que te pese,

que es carga de ganapán,

y si Dios se la dio a Adán

aguardó que se durmiese.

 

Salen SABINA, ISABELA y CAMILO

 

SABINA: ¡Bella quinta!

CAMILO: ¡Deleitosa!

En ella la primavera,

que en estas bodas espera

verte de Jacobo esposa,

también hace ostentación

de sus galas al Abril.

ISABELA: Mira en tazas de marfil

brindar la murmuración

de estas fuentes a la risa,

que cuando a la sed provocas

por ti se hace todas bocas.

CAMILO: Mientras murmura te avisa,

si no es que te reprehende,

del mal pago que a Conrado

con esta mudanza has dado.

SABINA: Mi hermano su amor ofende,

que a casarme me ha traído

y es fuerza el obedecerle

si por padre he de tenerle.

Sabe Dios que he resistido

su voluntad hasta aquí;

está mi dote a su cuenta.

¿Qué he de hacer?

ISABELA: Mi esposo intenta,

juntando tu hacienda ansí

con la de mi hermano, hacer

de todas cuatro una casa.

CAMILO: Cuando sepa lo que pasa,

Conrado ha de enloquecer

de pena y celos.

SABINA: No hay ya

quien de celos pierda el seso.

CAMILO: Que te adora te confieso.

SABINA: La ausencia le curará;

que en Ferrara hay medicina

y contrahierba de amor.

CAMILO: Aunque el médico mejor

es el tiempo, en fin, Sabina,

si es amor enfermedad,

mientras sus términos pasan,

¿qué ha de hacer cuando le abrasan

memorias de tu beldad?

Si él supiera que venías

a más que a ver a tu hermano,

y que usurparle la mano

que suya juzgó querías,

a otro Ariosto diera copia

para escribir sus locuras.

SABINA: Orlando hacerle procuras,

aunque en mí es la historia impropia,

que ni Angélica me llamo

ni le dejo por un moro,

pues ni es, Jacobo, Medoro,

ni con liviandad le amo.

A vistas vengo, ¿qué quieres?

Lícito es ver.

CAMILO: Es verdad;

mas tenéis la voluntad

en los ojos las mujeres.

No saldrás libre de aquí;

avisar quiero a Conrado,

aunque si él fuera avisado

no se apartara de ti;

porque es la mujer, en suma,

como el pájaro liviano,

que en abriéndole la mano

vuela, y si deja algo es pluma.

 

Vase

 

SABINA: En fin, Isabela hermosa,

¿tengo de ser tu cuñada?