El condenado por desconfiado - Tirso de Molina - E-Book

El condenado por desconfiado E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

El condenado por desconfiado es una de las comedias religiosas de Tirso de Molina, un género en el que alcanzó gran altura, con trama de trasfondo religioso pero con protagonistas que se alejan de la alegoría y la abstracción y abrazan la humanidad, con motivaciones más cercanas a los sentimientos y no tanto a los prodigios religiosos.

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Seitenzahl: 87

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Tirso de Molina

El condenado por desconfiado

 

Saga

El condenado por desconfiadoCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726549126

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAJES

—3→

PAULO, ermitaño.ENRICO. UN PASTORCILLO, un ángel.EL DEMONIO. ANARETO, padre de Enrico.CELIA. LIDORA, criada.OCTAVIO. LISANDRO. PEDRISCO. GALVÁN. ESCALANTE. ROLDÁN. CHERINOS. ALBANO, viejo.EL GOBERNADOR DE NÁPOLES. EL ALCAIDE DE LA CÁRCEL. UN JUEZ. ESBIRROS. BANDOLEROS. CAMINANTES. PORTEROS. PRESOS. CARCELEROS. VILLANOS. PUEBLO.

Jornada I

Selva, dos grutas entre elevados peñascos.

 

PAULO (De ermitaño.)

¡Dichoso albergue mío!

Soledad apacible y deleitosa,

que en el calor y el frío

me dais posada en esta selva umbrosa,

donde el huésped se llama 5

o verde yerba o pálida retama.

Agora, cuando el alba

cubre las esmeraldas de cristales,

haciendo al sol la salva

que de su coche sale por jarales, 10

con manos de luz pura,

quitando sombras de la noche oscura

—4→

salgo de aquesta cueva,

que en pirámides altos de estas peñas

naturaleza eleva, 15

y a las errantes nubes hace señas

para que noche y día,

ya que no otra, le hagan compañía.

Salgo a ver este cielo,

alfombra azul de aquellos pies hermosos. 20

¿Quién, oh celeste velo,

aquesos tafetanes luminosos

rasgar pudiera un poco

para ver?... ¡Ay de mí! Vuélvome loco.

Mas ya que es imposible 25

y sé cierto, Señor, que me estáis viendo

desde ese inaccesible

trono de luz hermoso, a quien sirviendo

están ángeles bellos,

más que la luz del sol hermosos ellos, 30

mil gracias quiero daros

por las mercedes que me estáis haciendo

sin saber obligaros.

¿Cuándo yo merecí que del estruendo

me sacarais del mundo 35

que es umbral de las puertas del profundo?

¿Cuándo, Señor divino,

podrá mi indignidad agradeceros

el volverme al camino

que, si no lo abandono, es fuerza el veros 40

y tras esa victoria

darme en aquestas selvas tanta gloria?

Aquí los pajarillos,

amorosas canciones repitiendo

por juncos y tomillos, 45

de Vos me acuerdan, y yo estoy diciendo:

«Si esta gloria da el suelo,

¿qué gloria será aquella que da el cielo?»

Aquí estos arroyuelos,

jirones de cristal en campo verde, 50

me quitan mis desvelos

y son la causa a que de Vos me acuerde.

Tal es el gran contento

que infunde al alma su sonoro acento.

Aquí silvestres flores 55

el fugitivo viento aromatizan

y de varios colores

aquesta vega humilde fertilizan.

—5→

Su belleza me asombra;

calle el tapete y berberisca alfombra. 60

Pues con estos regalos,

con aquestos contentos y alegrías,

¡bendito seas mil veces,

inmenso Dios, que tanto bien me ofreces!

Aquí pienso servirte, 65

ya que el mundo dejé para bien mío;

aquí pienso seguirte,

sin que jamás humano desvarío,

por más que abra la puerta

el mundo a sus engaños, me divierta. 70

Quiero, Señor divino,

pediros de rodillas, humilmente,

que en aqueste camino

siempre me conservéis piadosamente.

Ved que el hombre se hizo 75

de barro vil, de barro quebradizo.

(Entra en una de las grutas.)

PEDRISCO (Sale trayendo un haz de leña.)

Como si fuera borrico

vengo de yerba cargado,

de quien el monte está rico;

si esto como, ¡desdichado!, 80

triste fin me pronostico.

¡Que he de comer hierba yo,

manjar que el cielo crió

para brutos animales!

Deme el cielo en tantos males 85

paciencia. Cuando me echó

mi madre al mundo, decía:

«Mis ojos santo te vean,

Pedrisco del alma mía».

Si esto las madres desean, 90

una suegra y una tía,

¿qué desearán? Que aunque el ser

santo un hombre es gran ventura

es desdicha el no comer.

Perdonad esta locura 95

y este loco proceder,

mi Dios; y pues conocida

ya mi condición tenéis,

no os enojéis porque os pida

que la hambre me quitéis 100

o no sea santo en mi vida.

Y si puede ser, señor,

pues que vuestro inmenso amor

todo lo imposible doma,

que sea santo y que coma 105

mi Dios, mejor que mejor,

De mi tierra me sacó

Paulo diez años habrá

ya aqueste monte apartó;

él en una cueva está 110

y en otra cueva estoy yo.

Aquí penitencia hacemos,

y sólo yerba comemos,

y a veces nos acordamos

de lo mucho que dejamos 115

por lo poco que tenemos.

Aquí, al sonoro raudal

de un despeñado cristal,

digo a estos olmos sombríos:

¿Dónde estáis, jamones míos, 120

que no os doléis de mi mal?

—6→

Cuando yo solía cursar

la ciudad y no las peñas

(¡memorias me hacen llorar!),

de las hambres más pequeñas 125

gran pesar solíais tomar.

Erais, jamones, leales:

bien os puedo así llamar,

pues merecéis nombres tales,

aunque ya de los mortales 130

no tengáis ningún pesar.

Mas ya está todo perdido;

hierbas comeré afligido,

aunque llegue a presumir

que algún mayo he de parir 135

por las flores que he comido.

Mas Paulo sale de la cueva oscura,

entrar quiero en la mía tenebrosa

y comerlas allí.

(Vase.)

PAULO (Saliendo.)

¡Qué desventura! 140

¡Y qué desgracia, cierta, lastimosa!

El sueño me venció, viva figura

(por lo menos imagen temerosa)

de la muerte cruel; y al fin, rendido,

la devota oración puse en olvido. 145

Siguióse luego al sueño otro, de suerte,

sin duda, que a mi Dios tengo enojado,

si no es que acaso el enemigo fuerte

haya aquesta ilusión representado.

Siguiose al fin, ¡ay, Dios!, de ver la muerte. 150

¡Qué espantosa figura! ¡Ay, desdichado!

Si el verla en sueño causa tal quimera,

el que vivo la ve, ¿qué es lo que espera?

Tirome el golpe con el brazo diestro

no cortó la guadaña; el arco toma 155

la flecha en el derecho; en el siniestro,

el arco mismo que altiveces doma;

tirome al corazón; yo, que me muestro

al golpe herido, porque el cuerpo coma

la madre tierra, como a su despojo 160

desencarcelo al alma, al cuerpo arrojo.

Salió el alma en un vuelo, en un instante

vi de Dios la presencia. ¡Quién pudiera

no verle entonces! ¡Qué cruel semblante!

Resplandeciente espada y justiciera 165

en la derecha mano, y arrogante

(como ya por derecho suyo era)

el fiscal de las almas miré a un lado,

que aun con ser victorioso estaba airado.

Leyó mis culpas, y mi guarda santa 170

leyó mis buenas obras, y el justicia

mayor del cielo, que es aquel que espanta

de la infernal morada la malicia,

—7→

las puso en dos balanzas; mas levanta

el peso de mi culpa y mi injusticia 175

mis obras buenas, tanto, que el juez santo

me condena a los reinos del espanto.

Con aquella fatiga y aquel miedo

desperté, aunque temblando, y no vi nada

si no es mi culpa, y tan confuso quedo, 180

que si no es a mi suerte desdichada

o traza del contrario, ardid o enredo,

que vibra contra mí su ardiente espada,

no sé a qué lo atribuya. Vos, Dios santo,

me declarad la causa de este espanto. 185

¿Heme de condenar, mi Dios divino,

como ese sueño dice, o he de verme

en el sagrado alcázar cristalino?

Aqueste bien, Señor, habéis de hacerme.

¿Qué fin he de tener? Pues un camino 190

sigo tan bueno no queráis tenerme

en esta confusión, Señor eterno.

¿He de ir a vuestro cielo o al infierno?

Treinta años de edad tengo, Señor mío,

y los diez he gastado en el desierto, 195

y si viviera un siglo, un siglo fío

que lo mismo ha de ser; esto os advierto.

Si esto cumplo, Señor, con fuerza y brío,

¿qué fin he de tener? Lágrimas vierto.

Respondedme, Señor, Señor eterno. 200

¿He de ir a vuestro cielo o al infierno?

 

(EL DEMONIO, que aparece en lo alto de una peña.)

 

DEMONIO (Invisible para PAULO.)

Diez años ha que persigo

a este monje en el desierto,

recordándole memorias

y pasados pensamientos; 205

y siempre le he hallado firme,

como un gran peñasco opuesto.

Hoy duda de su fe, que es duda

de la fe lo que hoy ha hecho,

porque es la fe en el cristiano 210

que sirviendo a Dios y haciendo

buenas obras ha de ir

a gozar de Él en muriendo.

Este, aunque ha sido tan santo,

duda de la fe, pues vemos 215

que quiere del mismo Dios.

estando en duda, saberlo.

En la soberbia también

ha pecado; caso es cierto.

Nadie como yo lo sabe, 220

pues por soberbio padezco.

Y con la desconfianza

le ha ofendido, pues es cierto

que desconfía de Dios

el que a su fe no da crédito. 225

Un sueño la causa ha sido;

el anteponer un sueño

a la fe de Dios, ¿quién duda

que es pecado manifiesto?

Y así me ha dado licencia 230

el juez más supremo y recto,

para que con más engaños

le incite agora de nuevo.

Sepa resistir valiente

—8→

los combates que le ofrezco 235

para luego desconfiar

y ser como yo, soberbio.

Su mal ha de restaurar

de la pregunta que ha hecho

a Dios, pues a su pregunta 240

mi nuevo engaño prevengo.

De ángel tomaré la forma,

y responderé a su intento

cosas que le han de costar

su condenación, si puedo. 245

 

(Déjase ver en figura de ángel.)

 

PAULO ¡Dios mío!, aquesto os suplico:

¿Salvareme, Dios inmenso?

¿Iré a gozar vuestra gloria?

Que me respondáis espero.

DEMONIO Dios, ¡oh Paulo!, te ha escuchado 250

y tus lágrimas ha visto.

PAULO (Aparte.)

¡Qué mal el temor resisto!

Ciego en mirarlo he quedado

DEMONIO Me ha mandado que te saque

de esa ciega confusión, 255

porque esa vana ilusión

de tu contrario se aplaque.

Ve a Nápoles, y a la puerta

que llaman allá del Mar,

que es por donde tú has de entrar 260

a ver tu ventura cierta

o tu desdicha, verás

cerca de allá (estame atento)

un hombre...

PAULO ¡Qué gran contento

con tus razones me das! 265

DEMONIO Que Enrico tiene por nombre,

hijo del noble Anareto,

Conocerasle, en efecto,

por señas: que es gentilhombre,

alto de cuerpo y gallardo, 270

No quiero decirte más,

porque apenas llegarás

cuando le veas.