El deporte que nos cura - Boris Cyrulnik - E-Book

El deporte que nos cura E-Book

Boris Cyrulnik

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Beschreibung

«Me gusta el deporte amateur porque socializa, moraliza, produce una relación humana y hace surgir una epopeya». Con la benevolencia que le caracteriza, Boris Cyrulnik nos habla de la condición humana a través del prisma del deporte. Como gran fenómeno social del siglo xx, considera que la actividad deportiva es un magnífico campo de reconstrucción en el que la resiliencia, concepto que el neuropsiquiatra francés ha popularizado, encuentra una aplicación ejemplar. Su enfoque antropológico lo lleva a formular la hipótesis de que las convenciones de los juegos nacieron con el advenimiento de la conciencia del otro por parte del niño y del placer que le produciría medirse con él. Esta forma de «protodeporte» del Homo ludens estaría en la raíz de nuestra evolución desde los albores de la humanidad.

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Titulo original en francés: J’aime l’sport de petit niveau

© Le Cherche Midi, 2020

© De la traducción: Albert Berenguer

© Del prólogo: María del Carmen Paredes

Primera edición: octubre de 2023, Barcelona

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Editorial Gedisa, S.A.

www.gedisa.com

Preimpresión:

www.editorservice.net

eISBN: 978-84-18525-98-8

Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma.

El deporte, fenómeno social de primer orden del siglo xx, descuidado durante mucho tiempo por los círculos intelectuales, recibe ahora, sin embargo, toda su atención, ya que arroja luz sobre nuestra sociedad y sobre las implicaciones de un cuerpo humano cada vez más competente.

Estas entrevistas, realizadas en el INSEP ([siglas en francés de] Instituto Nacional del Deporte, de la Experiencia y del Rendimiento), interrogan al atleta, ese Homo ludens contemporáneo, recurriendo a la sociología, la filosofía, la historia, la política, la antropología, la economía, la ciencia y la tecnología.

La colección «Homo Ludens» es un espacio para el pensamiento y la libertad de expresión que nos invita a reflexionar, a ser críticos, a romper las barreras entre disciplinas y a comprender los múltiples determinismos que subyacen a la práctica del deporte.

Índice

Índice

Prólogo

¿Por qué el deporte?

Preámbulo

El animal y el juego

Del acto a la palabra

El deportista, un héroe sacrificado

Una tragedia social

Sobre la resiliencia

¿Qué escuela, qué dopaje?

De la violencia

Desigualdades y categorías

Empatía y moral

Prólogo

El deporte que nos abre ventanasMaría del Carmen Paredes, atleta paralímpica

A los 44 años, un médico me diagnosticó degeneración macular. Antes de eso, mi vida giraba en torno a mis hijos, mi trabajo como enfermera en un gran hospital de Barcelona, y, por supuesto, la gestión de mi casa. Aunque siempre disfruté del deporte, mi participación se limitaba a la grada, animando a mis hijos en sus partidos de baloncesto y a mi marido en sus carreras populares. En este sentido, yo era más una espectadora que una participante: hoy soy una corredora profesional y he tenido el honor de competir como atleta paralímpica en Río 2016 y Tokio 2020, en la categoría T12, que agrupa a deportistas con discapacidad visual severa.

De niña era muy activa y disfrutaba jugando y corriendo por la calle. Pero a medida que crecí, me limité a visitar el gimnasio de vez en cuando y a correr ocasionalmente para mantener mi peso. Por supuesto, todo cambió cuando me diagnosticaron la enfermedad. Me enfrenté a una encrucijada: una opción era quedarme en casa lamentando mi pérdida, sabiendo que mi vida no volvería a ser la misma; la otra, aceptar mi nueva realidad y amoldarme a ella, un proceso que más tarde entendería como «resiliencia» y al que Boris Cyrulnik le concede una importancia capital en este libro. En un acto de valentía, elegí la segunda opción.

Afortunadamente, el deporte siempre estuvo presente en mi hogar. Mis tres hijos jugaban al baloncesto desde pequeños y mi marido había practicado varias disciplinas, como el ciclismo, el balonmano y las carreras en ruta. Así que cuando me enfrenté a mi diagnóstico, decidí atarme unas zapatillas y salir a correr. En poco tiempo, descubrí un lado competitivo que no sabía que tenía. Comencé a participar en carreras populares de 10 kilómetros, 15 kilómetros y media maratón, y empecé a ganar trofeos, algo que me motivaba enormemente.

En los inicios de mi enfermedad corría sola, pero, con el tiempo, el riesgo de caídas aumentó debido a mi deterioro visual. Al ver mi progreso y las posibilidades, mi marido tomó la decisión de abandonar su competición personal y dedicarse a mi carrera atlética. Decidimos emprender juntos este camino, pues sola no podría avanzar. Y así, en medio de una circunstancia difícil, encontré en el deporte una nueva luz, un nuevo propósito, y la posibilidad de superación.

Mi camino hacia la profesionalización en el deporte no fue una decisión repentina, sino un proceso gradual y reflexivo. Al principio, correr era para mí una forma de despejar mi mente, una vía para no concentrarme exclusivamente en mi pérdida visual. También amaba comer, y correr era una buena manera de mantener mi peso sin necesidad de recurrir a dietas. Sin embargo, poco a poco, el deseo de competir comenzó a hervir dentro de mí y empecé a correr en carreras cada vez más desafiantes. Después de unirme a ONCE y de recibir ayuda psicológica, tomé la decisión, tras un año de sesiones, de dejar mi trabajo en el hospital. Fue en ese momento cuando se me presentó la oportunidad de federarme y competir junto a otros deportistas con discapacidad visual. Logré las marcas requeridas y pronto comencé a participar y a ganar en los campeonatos de Cataluña y el resto de España.

El paso hacia competiciones internacionales llegó después de conseguir el récord mundial en maratón. Competir a alto nivel abrió para mí un mundo nuevo: me permitió conocer a grandes deportistas y profesionales del deporte que de otra manera no habría podido conocer en persona.

Cyrulnik concibe el deporte de «bajo nivel» como un ritual de interacción que forma parte de la cultura y el de «alto nivel» como una suerte de espectáculo portentoso. En realidad, creo que ambos cumplen objetivos similares y no son mutuamente excluyentes. Aunque correr por placer es maravilloso, y aunque el deporte en general aporta muchos beneficios para la salud, yo necesito un objetivo por el que luchar, un reto para alcanzar, y eso requiere una dedicación a tiempo completo.

El deporte me ha otorgado beneficios tanto personales como sociales. En primer lugar, me ha permitido conocerme a mí misma, entender mis límites y confirmar que si realmente deseas algo, puedes lograrlo, siempre y cuando estés dispuesta a asumir todas las consecuencias que esto conlleva, incluyendo la necesidad de priorizar y renunciar a otras cosas que también me gustaría hacer. Sin embargo, también he experimentado los beneficios sociales del deporte. El reconocimiento y la validación que uno recibe de los demás son gratificantes; después de todo, ¿a quién no le gusta que le reconozcan su esfuerzo?

Cuando me diagnosticaron degeneración macular, sabía que mi carrera como enfermera había llegado a su fin. Busqué una reubicación dentro del hospital, un puesto que pudiera adaptarse a mis habilidades restantes, pero no se me brindaron opciones. En casa, el deporte era una actividad cotidiana. Por tanto, no fue difícil para mí volcarme en él; se convirtió en el área de mi vida donde podía compensar lo que había perdido y revalorizarme.

En una primera instancia, me encontré preguntándome: «¿Qué haré ahora? ¿Acaso no serviré para nada? Dejaré un trabajo que me llevó años conseguir, ya no podré conducir, perderé mi independencia, no podré hacer ciertas cosas...». Me tomó tiempo adaptarme a la idea; sin embargo, por suerte, me encontré con la resiliencia de la que habla Cyrulnik, aunque en ese momento no era plenamente consciente de su significado. En ese punto de incertidumbre y miedo, logré redirigir mis emociones y encontrar en el deporte una salida, especialmente de carácter mental. Me permitió reorientarme y adecuarme a una nueva faceta de mi vida, proporcionándome un motivo para superarme día tras día y aceptar, poco a poco, mi situación.

Ante una puerta que se cerró, se abrió una ventana de oportunidad gracias al deporte. Cuando perdí la visión, inicialmente pensé que ya no podría hacer ninguna de las cosas que solía hacer, o que las haría de manera deficiente. Pero la realidad es que solo necesitaba adaptarme. En mi caso, esto significó correr con un guía. Y con esta adaptación, puedo correr como cualquier otra persona con visión y hasta competir con ellos. A veces pienso que, si no hubiera perdido mi vista, no habría descubierto mi potencial como atleta ni muchas otras cualidades personales que se me han ido revelando conforme pasa el tiempo.