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El desconfiado es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.
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Seitenzahl: 82
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
El desconfiadoCopyright © 1917, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616606
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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DIRIGIDA AL MAESTRO ALONSO SÁNCHEZ
Catedrático de prima de hebreo en la insigne Universidad de Alcalá
La mayor cosa que los hombres hacen unos por otros es la defensa, y así, la mayor obligación que tienen es a quien los defiende. El primero lugar, se debe al Autor de la Naturaleza, que nos dio ángeles de defensa, poniendo al más pequeño como si fuera rey, presidio y custodia: consta de sus mismas palabras y del argumento que con las de David quiso hacerle el enemigo común. Suceden a esta obligación los padres, pues, con haberlo sido, nos defienden del no ser tan grave daño como encarece el teólogo. Luego se sigue a los que nos defienden la honra, la vida, y por sus grados, los demás sucesos. Finalmente, cuando tiene más valor, es donde el que la hace se mueve sin haberle inducido o provocado.Ríense mucho de los libros de caballerías (señor maestro), y tienen razón si los consideran por la exterior superficie, pues por la misma serían algunos de la Antigüedad tan vanos e infructuosos como el Asno de oro, de Apuleyo, el Methamorphoseos, de Ovidio, y los Apólogos del moral Filósofo; pero, penetrando los corazones de aquella corteza, se hallan todas las partes de la Filosofía, es a saber: natural, racional y moral. La más común acción de los caballeros andantes, como Amadís, el Febo, Esplandián y otros, es defender cualquiera dama, por obligación de caballería, necesitada de favor en bosque, selva, montaña o encantamiento y la verdad de esta alegoría es que todo hombre docto está obligado a defender la fama del que padece entre ignorantes, que son los tiranos, los gigantes, los monstruos de este libro de la envidia humana contra la celestial influencia que acompañó al trabajo y el vigilante estudio de cuanto es honesto (como fue opinión de Pitágoras) fundamento y guía. Vuestra merced tomó está empresa movido de su misma obligación, como doctísimo príncipe en tantas facultades y lenguas, sacando, si no de gigantes, mi fama y nombre, de monstruos encantados y enanos viles. Estudian algunos de estos diversas ciencias, olvidados de sus progresos, los interrompen con la detracción de los estudios ajenos, mal leído en Cicerón: Quam quisque norit artem in ea se exerceat. Esto en las Tusculanas, y en los Oficios: Suum quisque noscat ingenium. Pero es gracia de algunos músicos que, rogándoles que canten (que lo saben hacer), dicen que, si hubiera espadas, se holgaran de esgrimir, y pidiendo al que esgrime bien que tome la espada, dice que si hubiera instrumento se holgara de que le oyeran cantar: extraña ambición la fama de lo que un hombre no sabe, que de lo que sabe ya le parece que la tiene. El que estudia Teología, ¿para qué quiere parecer poeta, señor maestro, no siéndolo, como el doctor Garay, Marco Antonio de la Vega y el doctor Cámarada, laureados por esa insigne Universidad cuando yo estudiaba en ella las primeras letras, ni gastar el tiempo en reprehender poetas? Ministerium tuum imple, dijo el Apóstol. Acusaba Teophrasto a la naturaleza, muriéndose, de que hubiese dado tan larga vida a las cornejas y cuervos, que no importaban, y tan breve a los hombres. Quorum si aetas potuisset ese longinquior, futurum fuisse, ut omnibus perfectis artibus, omni doctrina hominum vita erudirectur, y quieren gastarla en los estudios para que no tienen naturaleza ni industria y suplir con la detracción la ignorancia de la profesión ajena. Bienaventurado llamó el Príncipe de la retórica al hombre que aun en la vejez le aconteciere: Ut sapientiam, verasque opiniones asequi possit, y andan estos alabándose de sus pocos años, como si ya en ellos hubiesen alcanzado lo que tenía Cicerón por bienaventuranza en muchos. Fue reprehendido de Georgio Merula, aquel gran ingenio de Ángelo Policiano porque le llamó cano: Canos mihi objicis importuni non sunt, superet animi vigor, corporis robur, celeres ingenii motus, etc. Y respondiole Policiano al duque Ludovico Esforcia: Ita mihi contingat on otio, et literis molliter consenescere; pero la verdad es que, en esta edad, no han nacido los hombres, cuando, con dos actos en brazos del que preside, se burlan de la ajenas vigilias, por quien prefirieron las canas a los años en el asiento del entendimiento, en cuyo regimiento hay muchas con banco de caballero, hijas del alma, y otras con menos nobleza. Es lástima que se muevan algunos hombres como los animales: Secundum impetum, et impulsum appetitus naturalis, habiéndose de mover secundum regimen rationis. Yo tengo para mí que, como melancólicos, enfermos y locos, tienen vanas fantasías; pero esto no por la ilustración que se hace por las imaginaciones de las cosas sensibles, mas por las pasiones de la naturaleza: Et confusione spirituum ascendentium ad cerebrum, et caput turbatium. Engáñalos el común aplauso, que no sabe, con Demóstenes, que: Omnibus hominibus natura insitum est, ut maledicta, et crimina perlibenter audiant, laudantibus autem ipsi graviter succenseant. Pero, como dice él mismo, es naturaleza de la calumnia, in crimen vocare omnia, probare vero nihil. Yo, a lo menos, les debo la misma ofensa, pues tuve tal defensor que, como a la admiración debemos la Filosofía; a la enfermedad, la Medicina; a los delitos, las leyes; y a la tiranía, el reino, debo la honra y la defensa que Vuestra Merced hizo a mis escritos a su calumnia y envidia, que diversa satisfacción es ofrecerle esta comedia a Vuestra Merced, cuyo título es El desconfiado, defendiéndome con el mismo de mi mismo atrevimiento, aunque la dieron aplauso grande en la Corte por el donaire y novedad del argumento. No tengo en esta ocasión materia digna de su divino ingenio, que, si bien es verdad que no desprecio este género de estudio, para que he tenido alguna inclinación, el breve tiempo en que me ha sido forzoso escribir muchas ha sido causa de su imperfección, porque: Nihil est simul, et inventum, et perfectum, y aunque nihil refert quam cite, si sat bene, no puedo yo decirlo de mí, sino dejarlo a la defensa de Vuestra Merced, por quien escribió un aficionado a sus grandes partes, letras y virtudes, este epigrama:
‟La lengua hebrea, griega y la latina,
por su elegancia, competir quisieron,
como Venus, y Juno, y la divina
Palas, y al Paris de las letras fueron,
y aunque la hebrea pareció más digna,
en Sánchez tan recíprocas se vieron,
que, como las tres Gracias, se abrazaron
y a vivir en su lengua se quedaron”.
Capellán de Vuestra Merced Lope de Vega Carpio
Salen Fulgencio y don Fernando, viejos
DON FERNANDO
Aquesta es mi voluntad.
FULGENCIO
Extraño intento tenéis.
DON FERNANDO
No es extraño, si sabéis
que es justa necesidad.
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Importa la educación
de un hijo a un padre, el remedio
de su casa.
FULGENCIO
Pues ¿qué medio
tomáis en esta ocasión,
siendo ya mozo don Juan,
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que os había de haber dado
diez nietos?
DON FERNANDO
Hase criado
tan encogido, que dan
sus costumbres claro indicio
de que está muy ignorante.
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en lo que es más importante.
FULGENCIO
En don Juan no se halla un vicio,
y si aquesto es ignorar,
tal me venga la ignorancia.
DON FERNANDO
Es muy grande la distancia
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que habéis de considerar
de lo que es encogimiento
a lo que es no tener vicio;
si verdad digo, es indicio
de su corto entendimiento.
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Allí, viendo los señores,
perderá el fuerte rigor
que le dio el altivo honor
de tratar sus inferiores.
Sabrá bien la cortesía,
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que es ciencia con que se aprende
a ser bienquisto el que entiende
la moral filosofía.
Su norte será la corte,
que, si ver el mundo es cosa
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para saber provechosa,
¿qué puede haber que le importe
como la corte, en quien fundo
todo el mundo, pues que vemos
que cifra en sí los extremos
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polos del centro del mundo?
FULGENCIO
Yo lo había imaginado
de otra suerte, y entendía
que en la corte viviría
más perdido que ganado.
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Que aunque es verdad que se aprende
buen lenguaje y cortesía,
tal vez, como el campo cría
hierba que, viciosa, ofende,
son tantas las ocasiones
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que ofrece la tierna edad,
su trato y su libertad,
que a las primera liciones
podría salir letrado
en ciencia que oiga leer,
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porque ¿qué puede aprender
un caballero enseñado
a ver tanta confusión?
Si un pleito solicitara,
alguna disculpa hallara,
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Fernando, a vuestra opinión.
Lo que hará don Juan allá
será, de día y de noche,
arar el prado en un coche,
mirar lo que en otros va,
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jugar lo que le enviéis,
darlo a una dama discreta
y enviar cada estafeta
a que dinero le deis,
y, después de vuelto aquí,
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no sosegarse en seis años.
DON FERNANDO
¿Qué sirve andar por engaños?
Esto me conviene a mí.
Mi hijo es necio, Fulgencio.