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El galán escarmentado es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias palatinas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo, en este caso articulado en torno a la estancia de Carlos I de España y V de Alemania en Roma durante el saqueo de Roma en 1527.
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Seitenzahl: 91
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Famosa comedia
Saga
El galán CastruchoCopyright © 2014, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617085
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
[Nota preliminar: Edición a cargo de Julián Molina. Grupo de investigación PROLOPE. Proyecto TC/12.]
FIGURAS DEL PRIMER ACTO
DON ÁLVARO, sargento; DON JORGE, alférez.
ÁLVARO Vila, señor don Jorge, en una quinta
donde fuera del campo está alojada,
más hermosa que el sol cuando nos pinta
el alba de colores matizada;
una encarnada y venturosa cinta, 5
que a la mejilla hermosa y encarnada
hurtó el color, ceñida por su frente
a imitación del arrebol de Oriente.
Los ojos, yo no sé que fuesen ojos,
estrellas sí, ni aun pienso yo que estrellas, 10
que quien al Sol quitó sus rayos rojos
despreciará comparación con ellas.
Decir yo que mi alma por despojos
ceniza el corazón de sus centellas
llenaron, y quedó, será un lenguaje 15
tan ordinario que su cielo ultraje.
Suspendime, lleveme, quedé muerto;
viví, torné a morir, estoy sin alma;
ya con bonanza voy seguro al puerto,
ya me detiene la esperanza en calma; 20
alegre y triste estoy, dudoso y cierto,
mil esperanzas ya me dan la palma,
mil miedos me la quitan, y sin celos,
de celos muero y quéjome a los cielos.
JORGE Por Dios, señor Sargento, que no hubiera 25
pintado algún poeta en diez canciones,
cuando a su dama dilatar quisiera
del estrellado Plaustro a los Trïones,
tan bien su perfección, aunque estuviera
tres meses castigando sus borrones, 30
y que de sólo oíros vuestro cuento
me habéis enamorado el pensamiento.
En efeto, la dama es forastera
¿qué digo forastera? Es castellana,
que aquí en el campo nuestro y donde quiera 35
se lleva, como Venus, la manzana.
Dichoso habéis andado, y de manera
que ya la Envidia fiera e inhumana
os sigue por los pasos que habéis dado;
pero tenéis, don Álvaro, mi lado. 40
Mirad si de mis prendas y vestidos
halláis alguna cosa que ofrecella;
sean esos baúles descogidos,
que alguna gala habrá que guste della;
mis criados tendréis apercebidos 45
para servilla, para andar con ella;
mi alojamiento siempre estará a punto,
que con su dueño os sirve todo junto.
ÁLVARO Beso, señor Alférez, vuestras manos,
que basta ser los dos de una bandera 50
y casi de una tierra, y castellanos,
para hacerme merced de esa manera,
que de vuestros respetos cortesanos
no menos liberal valor se espera,
y mayormente para mí, que he sido 55
yedra que en vuestros muros he crecido.
El día que yo vi, volviendo al cuento,
esta dama gentil, esta hermosura,
vi detrás della un negro paramento
y una fantasma de la noche obscura: 60
una vieja, señor, bebiendo el viento,
que cual suele la sombra en la pintura
parecía detrás del ángel bello
junto al realce y luces del cabello.
Vi mal agüero en ella.
JORGE ¿Y halo sido? 65
ÁLVARO ¡Y cómo si lo fue! Porque es la hembra
de mayor interés que ha producido
el más villano que la tierra siembra;
no hay pez, apenas en la red caído,
cuando parte por parte lo desmiembra 70
sacándole el dinero con los sesos
de la menor medula de sus huesos.
Tiene unos ojos vivos, que parece
que como dos lancetas los aguza;
de día duerme, en viendo que anochece 75
sale como murciélago o lechuza;
no que a maitines con los frailes rece,
porque entre once y doce ronda y cruza
los cuerpos del real, adonde había
los cuerpos del motín del otro día. 80
Flacas las dos inútiles quijadas,
desgarrados los labios de la boca,
altas las negras cejas, y tiznadas,
y en ellas una reverenda toca;
las manos de raíces y doradas 85
del oro y plata que recibe y toca;
los pechos hasta el vientre, que hay en ellos
para cuatro corcovas de camellos.
Quien no la ve haldeando por la calle
no ha visto posta ni serpiente ha visto 90
cuando la cola aciertan a pisalle
como aquesta tercera de Calisto;
sustenta, en fin, su envejecido talle
con almidón, sustancias, farro y pisto,
y a mi costa también parte sustenta, 95
que como el cardo y pago la pimienta.
Una merced quisiera suplicaros
pero, por Dios, señor, que no me atrevo
porque...
JORGE No más, que en todo el obligaros
es lo que siempre a los amigos debo; 100
decid luego lo que es.
ÁLVARO Temo enojaros.
JORGE Antes agora me enojáis de nuevo,
porque habéis de obligarme con mandarme.
ÁLVARO Vuestro valor me obliga a aventurarme:
aquel vestido con que el otro día, 105
de nuestro Emperador en la presencia,
metistes vuestra guarda y compañía
la llevaré como me deis licencia,
que me ha pedido alguna gala mía
para cierto disfraz o impertinencia 110
y hanme dejado un once y don Onofre
vacio de ropa y lleno de aire el cofre.
Perdí las dos sortijas de la rifa,
la cadena perdí, perdí los ojos
con aquel alcorzado que se engrifa 115
copete y barba, y mira con antojos.
JORGE Quien con aquese mal trapillo rifa
merece tales pérdidas y enojos;
pésame, por mi fe, que hayáis perdido,
mas quiero hacer que os traigan el vestido. 120
¡Camilo! ¡Hola, Camilo!
(Entre CAMILO, criado del Alférez.)
CAMILO ¿Qué me mandas?
JORGE ¿Dónde estabas?
CAMILO Aquí, con dos soldados.
JORGE Siempre una legua a mis espaldas andas
entre mil bagajeros y crïados.
¡El vestido de tela, el de las randas, 125
ya entiendes cuál!
CAMILO Ya entiendo.
JORGE Ansí doblados
calzones y ropilla saca luego.
ÁLVARO ¿Y el capote y sombrero?
JORGE Nada os niego;
dale sombrero, plumas y capote.
CAMILO ¿Con las piezas?
JORGE Con todo ¡mal crïado! 130
que ayer era este bárbaro un guillote
y ya se iguala con cualquier soldado.
CAMILO (¡Qué liberal se muestra el marquesote!)
ÁLVARO Allá tengo mi paje embarazado;
con el vuestro me iré porque lo lleve. 135
JORGE Vaya en buen hora, que eso y más se os debe.
ÁLVARO Bésoos las manos.
JORGE Yo las vuestras: mira,
Camilo, que te vuelvas al momento.
ÁLVARO ¡Qué gran nobleza! ¡Vive Dios que admira!
CAMILO Huelgo servir a mi señor Sargento. 140
(Váyanse DON ÁLVARO y CAMILO.)
JORGE ¡Oh, vano amor, a cuyo cielo aspira
el juvenil ardiente pensamiento,
cual llevas el celebro deste mozo,
pobre de seso y rico de su gozo!
Será, si viene a mano, esta señora 145
alguna ninfa de color quebrado
que me deje en el término de un hora
de humor el vestidillo inficionado.
¡Oh, cuerpo de la pobre pecadora
que el alma de don Álvaro has robado, 150
trátame bien, si pueden oraciones,
las inocentes calzas que te pones!
(Entren el capitán DON HÉCTOR, y PRADELO y BELARDO, SOLDADOS.)
Mi capitán es aquél,
quiérole llegar a hablar.
HÉCTOR Basta, que el siete y llevar 155
me ha hecho tiro crüel;
quedose allá la cadena.
JORGE ¡Oh, mi señor Capitán!
¿Dónde bueno?
HÉCTOR Hacia San Juan.
JORGE ¿Qué lleva?
HÉCTOR Un poco de pena 160
y quiéromela pasar
oyendo una misa allí.
(¿Qué dije? No estoy en mí,
¿digo que voy a rezar
porque ya casi anochece? 165
¡Cuánto la cólera ciega!)
JORGE ¿Cómo el capitán me niega
lo que de nuevo se ofrece?
BELARDO Ha perdido mil ducados
y un trencellín de diamantes. 170
JORGE En refriegas semejantes
tiene tres tantos ganados,
¿de qué se congoja agora?
BELARDO Ha perdido con un hombre
que a veces de oír su nombre 175
se encoleriza y azora.
JORGE ¿No iríamos por ahí
a divertirnos un rato?
HÉCTOR ¿Qué os ha dado de barato?
PRADELO Cuatro reales me dio a mí. 180
JORGE (¡Mirad con qué sale agora!)
HÉCTOR ¿Y a ti qué te dio?
BELARDO Un real,
y no lo ha hecho muy mal,
que apostaré que le llora.
HÉCTOR ¿Donde sólo había escudos 185
halló real que te dar?
BELARDO ¿Cuándo le suelen faltar
dos doblones de menudos?
Que siempre, por si ganare,
trae las dos faltriqueras 190
llenas de veinte maneras
de menudillos que pare.
Con aquéstos da barato
el gallardo fanfarrón
ganando tanto doblón. 195
HÉCTOR Vamos a la plaza un rato.
JORGE Ya es tarde para la plaza
y mucho mejor iremos
a parte, donde podremos
levantar alguna caza, 200
que para el juego, Amor ciego
es la trïaca mejor,
como también para amor
es la ceguedad del juego.
HÉCTOR ¿Hay alguna novedad? 205
JORGE Una mozuela romana
hizo ayer tarde ventana
y por la noche amistad.
Vuesa merced la verá,
que si como el precio fuera, 210
a la Troyana venciera
y a Venus.
HÉCTOR ¿A cómo va?
JORGE A ducientos españoles.
HÉCTOR ¿Reales?
JORGE Escudos digo,
y en Roma a probar me obligo 215
que vendía caracoles.
HÉCTOR ¡Qué caras que se nos venden!
JORGE Aun ya si tuvieran caras
pudieran venderse caras:
caras, sin caras ofenden. 220
HÉCTOR ¿Estase la Milanesa
junto al muro?
JORGE Allá se está,
que por él se arrima ya
de flaca que se confiesa.
Doña Juanilla está loca 225
de que vino el Capitán.
HÉCTOR Ésa es gentil piedra imán
que se lleva lo que toca.
Gran cuartera es Madalena,
su hermana.
JORGE ¡Grande, por Dios! 230
HÉCTOR Ayer sesteó con dos.
JORGE ¡Oh, qué matraca!
HÉCTOR Y qué buena.
Pero ya la tiene a cuestas.
JORGE ¿Cuándo?
HÉCTOR Anoche la llevó,
aunque hoy se me quejó 235
y le hice grandes fiestas.
Tarde es. ¿Cenaréis conmigo?
Porque, después de cenar,
nos vamos a pasear
o a jugar con don Rodrigo. 240
Pradelo, vete adelante
y dirás que a punto estén.
PRADELO ¿Y vendré avisarte?
HÉCTOR Ven.
PRADELO ¿Dónde?
HÉCTOR En casa de Violante.
(Vanse todos.)
(Entre FORTUNA, dama y TEODORA, vieja.)
TEODORA Hija, si de los viejos 245
no tomáis las costumbres que os enseñan
sus dichos y consejos,
y tan ligeramente se desdeñan
de vuestros pocos años
¡qué tarde lloraréis mis desengaños! 250
Que si cuando el tesoro
de ese cabello rubio convirtiere
en blanca plata el oro,
y en plata falsa, que ninguno quiere
aun dar por ella cobre, 255
por necedad y hacienda que le sobre;
y si cuando las rosas
de esos graciosos labios y mejillas,
gorditas y lustrosas,
se vieren como aquestas amarillas, 260
y los ojos hundidos
detrás de las narices consumidos;
y si cuando los dientes
haciendo fueren horcas en la boca,
o cual ojos de puentes, 265
se viere la igualdad que agora apoca
las perlas ensartadas,
entre esos dos corales engastadas:
queréis hallar contentos,
queréis hallar amigos que os regalen 270
y que beban los vientos
porque con ellos su esperanza igualen,
y no la hallando abierta,
que os bañen de sus lágrimas la puerta.
¡Engáñase, bobilla! 275