El ganso de oro - Lope de Vega - E-Book

El ganso de oro E-Book

Лопе де Вега

0,0

Beschreibung

El ganso de oro es una comedia teatral con fuerte componente fantástico o mágico del autor Lope de Vega. Se articula en torno a la irrupción del salvaje Bandinelo en el entorno bucólico donde viven varios pastores que sufren una historia de amores cruzados y no correspondidos.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 83

Veröffentlichungsjahr: 2020

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Lope de Vega

El ganso de oro

 

Saga

El ganso de oroCopyright © 1916, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616668

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Elenco

BELARDO. PRADELO. ERGASTO. QUIRARDO. SILVERO. LISENA. BELISA. CONDE RODULFO. CESARINO. JULIO. PRUDENCIO. LEONATO. ESTACIO. HORACIO. UN PAJE. TIBERIO,, cazador. FELICIO,, mágico. DARDANIO,, mágico. UN ALGUACIL. DOS RUFIANES. UN ALCAGÜETE. UN GITANO. DOS RAMERAS UN POETA. UN SOLDADO. UN DESPENSERO. FROMINIO,, villano. MONTANO,, villano. EL PRÍNCIPE DE NÁPOLES. BARDINELO,, salvaje. DOS CAMINANTES. MACERO 1º MACERO 2º.

Jornada I

(Sale BARDINELO, salvaje, huyendo con un cabrito en las manos, y salen tras él, ERGASTO y PRADELO, pastores, y dicen de dentro: )

 

DENTRO.

¡Guarda, Bardinelo, guarda!

¡Guardá la choza, vaqueros!

 

ERGASTO.

¡Oh, mal golpe de alabarda

te corte esos pies ligeros!

5

¡Mal fuego te abrase y arda!

¡Pies sapos y culebras!

¡Caigas en hoyos y quiebras,

y en las trampas de los lobos

vengas a pagar los robos

10

que a nuestra costa celebras!

¿Qué te parece cuál huye?

 

PRADELO.

Como cobarde ladrón,

en los pies la vida incluye.

 

ERGASTO.

¡No diera algún tropezón!

 

PRADELO.

15

Con el mismo viento arguye.

¿Qué te ha llevado?

 

ERGASTRO.

Un cabrito

todo manchado y escrito,

que era de la cabra hermosa.

 

PRADELO.

¿Hate llevado otra cosa?

 

ERGASTO.

20

La salsa y el apetito.

 

PRADELO.

Él no lo habrá menester;

con pellejo y mal asado

lo suele, a veces, comer.

 

ERGASTO.

El suyo bien desollado

25

diera un dedo por tener.

Sin que juzgara Tímolo,

como a Marcias hizo Apolo,

por que le gozara el valle,

de un gancho había de colgalle

30

de este robre seco y solo.

 

PRADELO.

A todo el valle persigue;

no sois el quejoso vos.

 

ERGASTO.

¡No hay quien su furia mitigue!

(Entra huyendo LISENA.)

 

LISENA.

¡Favor, pastores, por Dios,

35

que Bardinelo me sigue!

 

ERGASTO.

Ya está encima aquella sierra,

Lisena, el miedo destierra.

 

LISENA.

Defenderme quiero aquí.

 

PRADELO.

Tendremos miedo de ti,

40

que das a los hombres guerra.

 

LISENA.

¿Yo, guerra, Pradelo?

 

PRADELO.

Y tanta,

cuanto lo sabe mi pecho,

que en mi rendida garganta

varias veces has deshecho

45

esa victoriosa planta.

Das guerra, huyendo ligera.

 

LISENA.

¡Ay! ¡El monstruo!

 

PRADELO.

No te asombres.

 

LISENA.

Aquí donde estoy me altera.

 

PRADELO.

Tú, de quien huyen los hombres,

50

¿por qué huyes de una fiera?

 

LISENA.

¿Fiera soy?

 

PRADELO.

Eres en rostro

un ángel, a quien me postro

por un milagro del cielo.

Pero en condición… ¿direlo?

 

LISENA.

55

Dilo.

 

PRADELO.

Pareces monstruo.

 

LISENA.

Si aqueso fuese muy cierto

desterráranme del prado.

 

PRADELO.

No fue muy gran desconcierto,

que más prendas has robado

60

y más animales muerto.

¿Ahora, por dicha, ignoras

que cubierto de estas ovas,

juncos, lirios y espadañas

el monstruo roba cabañas

65

y tú corazones robas?

Aquel, para hurtar, se encubre,

y del robo se sustenta,

cosa que sus faltas cubre;

mas tu condición exenta

70

para matar se descubre.

Él come de lo que mata;

lo que ella prende, maltrata;

aquel hurta por oficio,

y tú, Lisena, de vicio

75

y de ser al cielo ingrata.

¡Qué mal, cruel, le agradeces

esos ojos celestiales

con que a sus luces pareces,

y esos rayos orientales,

80

que le dan envidia a veces!

¡Esa tez blanca y lustrosa,

como cándida cuajada!

¡Y esa frente tan hermosa!

¡Y esa boca colorada,

85

que no es boca, sino rosa!

¡Ese cuello que encadena

y aquese todo, Lisena,

que eres toda bella, al fin,

toda de rosa y jazmín,

90

oro, clavel y azucena!

 

LISENA.

Harto de lo que me dices

con el miedo se me pierde.

 

PRADELO.

Con eso mi fe desdices,

que de mi esperanza verde

95

has secado las raíces.

 

LISENA.

Toda me has hecho un jardín,

que eres toda bella, al fin,

que eres setiembre, en efeto.

 

ERGASTO.

Antes un mayo perfeto,

100

lleno de rosas y jazmín.

Cien mil años que viviera

vuestra discordia escuchara;

Lisena, no seas tan fiera,

que te digan en la cara

105

que el valle de ti se altera;

que, si ven que tus amores

dan la muerte a dos pastores,

jutaranse contra ti.

(Entra SILVERO, pastor.)

 

SILVERO.

¿Habéis visto por aquí

110

la causa de mis dolores?

 

PRADELO.

Solo aquesta, por quien muero,

habemos visto, Silvero;

que es la que presente ves.

 

SILVERO.

Tras esos veloces pies

115

voy como el viento ligero.

(Vase SILVERO.)

 

PRADELO.

Bien quiero a aqueste pastor,

porque tienen semejanza,

en el desdén y rigor,

su ventura y mi esperanza,

120

su cuidado y mi dolor.

Muere por Belisa bella

y con la misma querella

que tengo, ingrata, de ti.

 

LISENA.

Tan mal te quejas de mí

125

como este se queja de ella.

El amor no quiere fuerza,

que es una dulce amistad

a quien la sangre se esfuerza

que la llamen voluntad,

130

porque ninguno la fuerza.

¿Forzarme quieres a amarte?

 

PRADELO.

A lo menos, obligarte;

que suele la obligación

engendrar el afición

135

de que el talle no fue parte.

 

LISENA.

Sabes ya que quiero bien.

 

PRADELO.

Ya lo sé, para mi mal.

 

LISENA.

Pues si lo sabes tan bien,

luego ya no es general

140

mi condición y desdén.

¿Téngome yo de partir?

¿Puedo, por dicha, acudir

a aquel, si contigo quedo?

Bien ves, pastor, que no puedo.

 

PRADELO.

145

Ni yo te puedo sufrir.

Voime.

 

ERGASTO.

Espérame, Pradelo.

 

PRADELO.

Voy a colgarme de un árbol

solo para ver si el cielo

convierte a Lisena en mármol

150

ese corazón de hielo.

(Vase PRADELO.)

 

ERGASTO.

¡Él hará algún disparate!

Yo voy por que no se mate.

(Vase ERGASTRO.)

 

LISENA.

Déjale; riéte de él,

que, aunque veas el cordel,

155

no hayas miedo que le ate.

Sois los hombres de esta suerte,

que siempre nos engañáis

con fingirnos que os dais muerte,

y de cuantos os matáis

160

muy poca sangre se vierte.

Que si Leandro murió,

fue porque no pudo más,

que no poco porfió

por deja el agua atrás

165

que tan por fuerza bebió.

Píramo, como es su fama,

sobre el espada cayó,

tropezando en una rama,

y Isis subiendo se asió

170

de una reja de su dama.

Que pensar que por amor

ha muerto nadie, es mentira.

(Entra SILVERO, pastor.)

 

SILVERO.

Creciendo va mi dolor

por los puntos de la ira,

175

Belisa, de tu rigor.

¿Adónde huyes de mí?

 

LISENA.

¿No la has hallado?

 

SILVERO.

No la hallo.

Lisena, ¿qué haces aquí?

 

LISENA.

Buscar, perdida y ajena,

180

aquel por quien me perdí,

que al fin tiene dueño ajeno.

 

SILVERO.

Y el que lo es de mi vida.

 

LISENA.

Al fin, penas como peno.

 

SILVERO.

Sí que en aquesta bebida

185

nos dan un propio veneno.

Belisa quiere a Belardo,

tú a Belardo, yo a Belisa;

no sé qué remedio aguardo,

que todo el mal viene aprisa

190

y el bien, perezoso y tardo.

¡Ah, Lisena, y quién pudiera

hacer que yo te quisiera,

y porque esto fuera ansí

que me quisieras a mí,

195

al fin, que una cosa fuera;

pues quieres a quien te olvida

y yo a quien me olvida quiero.

 

LISENA.

Mal puede un hombre, Silvero,

forzar su dicha perdida.

200

Por quien me aborrece, muero.

 

SILVERO.

¿Quieres que nos esforcemos

a amarnos los dos? Quizá

que porfiando podremos.

 

LISENA.

¿Quién al amor forzará?

205

Pero, Silvero, probemos;

que, cuando no sirva más

que dar a entender al valle

que por mí penando estás

y que me abrasa tu talle,

210

doy celos y celos das.

 

SILVERO.

¿Qué más bien que dar fatiga

tan celosa a mi enemiga?

 

LISENA.

¿Qué más bien que a mi enemigo

dalle un celoso castigo

215

de cuanto a mí se me castiga?

Yo sé que lo sentirá,

que a Pradelo sabes ya

le aborrezco, y este día,

si a otra amase, me daría

220

la pena que no me da.

 

SILVERO.

Brava pena da, Lisena,

ver que quien nos ha querido

ya quiera persona ajena,

que quizá de igual olvido

225

tomó principio mi pena.

Por lo menos, les daremos

a entender que nos amamos,

y a fe que pena les demos

viendo que no nos lloramos

230

las lágrimas que solemos.

Ahora bien, quiero empezar.

 

LISENA.

¿A qué, Silvero?

 

SILVERO.

A probar

a decirte alguna cosa.—

¡A fe, que vienes hermosa!

 

LISENA.

235

Bien dices para burlar.

¡Qué gentil hombre que estás!

 

SILVERO.

Para burlarte bien dices.

¿Amasme, mi bien?

 

LISENA.

Bien vas.

Como el agua a las raíces

240

de verde trigo, y aun más.

Y aun es mayor mi deseo

de que te juntes conmigo.

 

SILVERO.

No es posible, no lo creo;

pongo al cielo por testigo

245

de que a la muerte me veo.

 

LISENA.

¿De qué enfermedad?

 

SILVERO.

De amarte,

porque en mi cuerpo no hay parte

donde no tenga su herida.

 

LISENA.

Pues ¿qué soy yo?

 

SILVERO.

¿Tú? Mi vida.

 

LISENA.

250

Quiero en mis brazos curarte.

 

SILVERO.

Tomarelos, no hay que hablar.

 

LISENA.

Tente afuera; aqueso no.

 

SILVERO.

¿No ves que todo es burlar?

 

LISENA.

Sí; mas no se concertó

255

que me habías de abrazar.

Las burlas, burlas, Silvero;

que eso de los brazos es

prendas de amor verdadero.

 

SILVERO.