Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
El ganso de oro es una comedia teatral con fuerte componente fantástico o mágico del autor Lope de Vega. Se articula en torno a la irrupción del salvaje Bandinelo en el entorno bucólico donde viven varios pastores que sufren una historia de amores cruzados y no correspondidos.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 83
Veröffentlichungsjahr: 2020
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Lope de Vega
Saga
El ganso de oroCopyright © 1916, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616668
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
(Sale BARDINELO, salvaje, huyendo con un cabrito en las manos, y salen tras él, ERGASTO y PRADELO, pastores, y dicen de dentro: )
DENTRO.
¡Guarda, Bardinelo, guarda!
¡Guardá la choza, vaqueros!
ERGASTO.
¡Oh, mal golpe de alabarda
te corte esos pies ligeros!
5
¡Mal fuego te abrase y arda!
¡Pies sapos y culebras!
¡Caigas en hoyos y quiebras,
y en las trampas de los lobos
vengas a pagar los robos
10
que a nuestra costa celebras!
¿Qué te parece cuál huye?
PRADELO.
Como cobarde ladrón,
en los pies la vida incluye.
ERGASTO.
¡No diera algún tropezón!
PRADELO.
15
Con el mismo viento arguye.
¿Qué te ha llevado?
ERGASTRO.
Un cabrito
todo manchado y escrito,
que era de la cabra hermosa.
PRADELO.
¿Hate llevado otra cosa?
ERGASTO.
20
La salsa y el apetito.
PRADELO.
Él no lo habrá menester;
con pellejo y mal asado
lo suele, a veces, comer.
ERGASTO.
El suyo bien desollado
25
diera un dedo por tener.
Sin que juzgara Tímolo,
como a Marcias hizo Apolo,
por que le gozara el valle,
de un gancho había de colgalle
30
de este robre seco y solo.
PRADELO.
A todo el valle persigue;
no sois el quejoso vos.
ERGASTO.
¡No hay quien su furia mitigue!
(Entra huyendo LISENA.)
LISENA.
¡Favor, pastores, por Dios,
35
que Bardinelo me sigue!
ERGASTO.
Ya está encima aquella sierra,
Lisena, el miedo destierra.
LISENA.
Defenderme quiero aquí.
PRADELO.
Tendremos miedo de ti,
40
que das a los hombres guerra.
LISENA.
¿Yo, guerra, Pradelo?
PRADELO.
Y tanta,
cuanto lo sabe mi pecho,
que en mi rendida garganta
varias veces has deshecho
45
esa victoriosa planta.
Das guerra, huyendo ligera.
LISENA.
¡Ay! ¡El monstruo!
PRADELO.
No te asombres.
LISENA.
Aquí donde estoy me altera.
PRADELO.
Tú, de quien huyen los hombres,
50
¿por qué huyes de una fiera?
LISENA.
¿Fiera soy?
PRADELO.
Eres en rostro
un ángel, a quien me postro
por un milagro del cielo.
Pero en condición… ¿direlo?
LISENA.
55
Dilo.
PRADELO.
Pareces monstruo.
LISENA.
Si aqueso fuese muy cierto
desterráranme del prado.
PRADELO.
No fue muy gran desconcierto,
que más prendas has robado
60
y más animales muerto.
¿Ahora, por dicha, ignoras
que cubierto de estas ovas,
juncos, lirios y espadañas
el monstruo roba cabañas
65
y tú corazones robas?
Aquel, para hurtar, se encubre,
y del robo se sustenta,
cosa que sus faltas cubre;
mas tu condición exenta
70
para matar se descubre.
Él come de lo que mata;
lo que ella prende, maltrata;
aquel hurta por oficio,
y tú, Lisena, de vicio
75
y de ser al cielo ingrata.
¡Qué mal, cruel, le agradeces
esos ojos celestiales
con que a sus luces pareces,
y esos rayos orientales,
80
que le dan envidia a veces!
¡Esa tez blanca y lustrosa,
como cándida cuajada!
¡Y esa frente tan hermosa!
¡Y esa boca colorada,
85
que no es boca, sino rosa!
¡Ese cuello que encadena
y aquese todo, Lisena,
que eres toda bella, al fin,
toda de rosa y jazmín,
90
oro, clavel y azucena!
LISENA.
Harto de lo que me dices
con el miedo se me pierde.
PRADELO.
Con eso mi fe desdices,
que de mi esperanza verde
95
has secado las raíces.
LISENA.
Toda me has hecho un jardín,
que eres toda bella, al fin,
que eres setiembre, en efeto.
ERGASTO.
Antes un mayo perfeto,
100
lleno de rosas y jazmín.
Cien mil años que viviera
vuestra discordia escuchara;
Lisena, no seas tan fiera,
que te digan en la cara
105
que el valle de ti se altera;
que, si ven que tus amores
dan la muerte a dos pastores,
jutaranse contra ti.
(Entra SILVERO, pastor.)
SILVERO.
¿Habéis visto por aquí
110
la causa de mis dolores?
PRADELO.
Solo aquesta, por quien muero,
habemos visto, Silvero;
que es la que presente ves.
SILVERO.
Tras esos veloces pies
115
voy como el viento ligero.
(Vase SILVERO.)
PRADELO.
Bien quiero a aqueste pastor,
porque tienen semejanza,
en el desdén y rigor,
su ventura y mi esperanza,
120
su cuidado y mi dolor.
Muere por Belisa bella
y con la misma querella
que tengo, ingrata, de ti.
LISENA.
Tan mal te quejas de mí
125
como este se queja de ella.
El amor no quiere fuerza,
que es una dulce amistad
a quien la sangre se esfuerza
que la llamen voluntad,
130
porque ninguno la fuerza.
¿Forzarme quieres a amarte?
PRADELO.
A lo menos, obligarte;
que suele la obligación
engendrar el afición
135
de que el talle no fue parte.
LISENA.
Sabes ya que quiero bien.
PRADELO.
Ya lo sé, para mi mal.
LISENA.
Pues si lo sabes tan bien,
luego ya no es general
140
mi condición y desdén.
¿Téngome yo de partir?
¿Puedo, por dicha, acudir
a aquel, si contigo quedo?
Bien ves, pastor, que no puedo.
PRADELO.
145
Ni yo te puedo sufrir.
Voime.
ERGASTO.
Espérame, Pradelo.
PRADELO.
Voy a colgarme de un árbol
solo para ver si el cielo
convierte a Lisena en mármol
150
ese corazón de hielo.
(Vase PRADELO.)
ERGASTO.
¡Él hará algún disparate!
Yo voy por que no se mate.
(Vase ERGASTRO.)
LISENA.
Déjale; riéte de él,
que, aunque veas el cordel,
155
no hayas miedo que le ate.
Sois los hombres de esta suerte,
que siempre nos engañáis
con fingirnos que os dais muerte,
y de cuantos os matáis
160
muy poca sangre se vierte.
Que si Leandro murió,
fue porque no pudo más,
que no poco porfió
por deja el agua atrás
165
que tan por fuerza bebió.
Píramo, como es su fama,
sobre el espada cayó,
tropezando en una rama,
y Isis subiendo se asió
170
de una reja de su dama.
Que pensar que por amor
ha muerto nadie, es mentira.
(Entra SILVERO, pastor.)
SILVERO.
Creciendo va mi dolor
por los puntos de la ira,
175
Belisa, de tu rigor.
¿Adónde huyes de mí?
LISENA.
¿No la has hallado?
SILVERO.
No la hallo.
Lisena, ¿qué haces aquí?
LISENA.
Buscar, perdida y ajena,
180
aquel por quien me perdí,
que al fin tiene dueño ajeno.
SILVERO.
Y el que lo es de mi vida.
LISENA.
Al fin, penas como peno.
SILVERO.
Sí que en aquesta bebida
185
nos dan un propio veneno.
Belisa quiere a Belardo,
tú a Belardo, yo a Belisa;
no sé qué remedio aguardo,
que todo el mal viene aprisa
190
y el bien, perezoso y tardo.
¡Ah, Lisena, y quién pudiera
hacer que yo te quisiera,
y porque esto fuera ansí
que me quisieras a mí,
195
al fin, que una cosa fuera;
pues quieres a quien te olvida
y yo a quien me olvida quiero.
LISENA.
Mal puede un hombre, Silvero,
forzar su dicha perdida.
200
Por quien me aborrece, muero.
SILVERO.
¿Quieres que nos esforcemos
a amarnos los dos? Quizá
que porfiando podremos.
LISENA.
¿Quién al amor forzará?
205
Pero, Silvero, probemos;
que, cuando no sirva más
que dar a entender al valle
que por mí penando estás
y que me abrasa tu talle,
210
doy celos y celos das.
SILVERO.
¿Qué más bien que dar fatiga
tan celosa a mi enemiga?
LISENA.
¿Qué más bien que a mi enemigo
dalle un celoso castigo
215
de cuanto a mí se me castiga?
Yo sé que lo sentirá,
que a Pradelo sabes ya
le aborrezco, y este día,
si a otra amase, me daría
220
la pena que no me da.
SILVERO.
Brava pena da, Lisena,
ver que quien nos ha querido
ya quiera persona ajena,
que quizá de igual olvido
225
tomó principio mi pena.
Por lo menos, les daremos
a entender que nos amamos,
y a fe que pena les demos
viendo que no nos lloramos
230
las lágrimas que solemos.
Ahora bien, quiero empezar.
LISENA.
¿A qué, Silvero?
SILVERO.
A probar
a decirte alguna cosa.—
¡A fe, que vienes hermosa!
LISENA.
235
Bien dices para burlar.
¡Qué gentil hombre que estás!
SILVERO.
Para burlarte bien dices.
¿Amasme, mi bien?
LISENA.
Bien vas.
Como el agua a las raíces
240
de verde trigo, y aun más.
Y aun es mayor mi deseo
de que te juntes conmigo.
SILVERO.
No es posible, no lo creo;
pongo al cielo por testigo
245
de que a la muerte me veo.
LISENA.
¿De qué enfermedad?
SILVERO.
De amarte,
porque en mi cuerpo no hay parte
donde no tenga su herida.
LISENA.
Pues ¿qué soy yo?
SILVERO.
¿Tú? Mi vida.
LISENA.
250
Quiero en mis brazos curarte.
SILVERO.
Tomarelos, no hay que hablar.
LISENA.
Tente afuera; aqueso no.
SILVERO.
¿No ves que todo es burlar?
LISENA.
Sí; mas no se concertó
255
que me habías de abrazar.
Las burlas, burlas, Silvero;
que eso de los brazos es
prendas de amor verdadero.
SILVERO.