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El grao de Valencia es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias palatinas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.
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Seitenzahl: 94
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
El grao de ValenciaCopyright © 1916, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616682
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
(Salen CRISELA, LEONORA y CRUZATE, escudero.)
CRISELA.
¿Qué te parece del Grao?
LEONORA.
Que aun es mayor que su fama.
¡Cuánto caballero y dama!
CRISELA.
Puédese hacer un sarao.
LEONORA.
5
Holgado me he por extremo
de haber visto el mar.
CRISELA.
Es bravo.
LEONORA.
De ver su furia no acabo;
desde la orilla le temo.
¡Valame Dios!, que esto es
10
de quien dicen tantas cosas.
[…………………..-osas]
[……………………-es]
CRISELA.
No me rempujes, por Dios.
¡Que honda debe de ser!
15
¡Cruzate!
CRUZATE.
¿Qué es menester?
LEONORA.
Que os pongáis junto a las dos,
que de caer tengo miedo.
CRUZATE.
Por esta arena, señora,
¿no vas más segura agora
20
que en las cuestas de Toledo?
LEONORA.
El coche, ¿dónde se va?
CRUZATE.
Por la puente de la vuelta.
LEONORA.
De volver estoy resuelta.
CRISELA.
Creo que te cansas ya.
LEONORA.
25
No es por eso.
CRUZATE.
Pues, ¿qué tienes?
LEONORA.
Yo me entiendo; vámonos.
¡Ya caí, téneme, ay, Dios!
CRISELA.
¡Jesús, qué enfadosa vienes!
¿No ves que hasta el agua me entro?
LEONORA.
30
Del mar tengo miedo, pues
no me coja los pies
y dé conmigo allá dentro.
CRISELA.
¡Oh, melindre castellano!
LEONORA.
Pues ¿tú no ves que resbalo?
CRISELA.
35
Dime: ¿tenéis tal regalo
por vuestra tierra el verano?
LEONORA.
Lo que es huertas y jardines
cuanto los ojos desean,
donde ordinario pasean
40
mil rostros de serafines.
Pero el mar, si no es pintado,
no trates de ver el mar.
CRUZATE.
Bien hay donde pasear:
buen río, ribera y prado.
LEONORA.
45
La Huerta del Rey es buena,
con mucha fruta escogida,
por cuya margen florida
el Tajo murmura y suena;
mas dura tan poco el verde
50
por el insufrible huelo,
que apenas se pinta el cielo
cuando los esmaltes pierde.
Aquí todo el año entero
parece sereno abril,
55
pues tenéis árboles mil
más copiosos por enero.
Allá crisola al septiembre
todo lo que mayo muda;
pues pregúntale si suda
60
al escarchado diciembre.
Sin duda que aquesta tierra
debe de ser paraíso
donde el cielo, en parte, quiso
mostrar el poder que encierra.
CRUZATE.
65
Yo, señora, no imagino
que puede ser tierra mala
a quien ninguna se iguala
en sabrosa carne y vino.
¿Pues el pan de perlas finas
70
que solo, a secas, sustenta?
Si hace frío, el sol calienta,
y en los montes hay encinas.
LEONORA.
¿Quién os mete en eso a vos?
¿No ha de haber conversación
75
sin pan y vino y carbón?
Dejadlo, hablemos las dos,
que yo os prometo, Crisela,
que tal vuestra tierra es,
que a Castilla en solo un mes
80
ningún pensamiento vuela.
Solo de menos he echado,
y me hace soledad,
el trato y llana amistad
más recibido y usado.
85
¿Cómo os va con los galanes?
¿Qué rostro hacéis al festeo?
CRISELA.
El que veis en el paseo:
melindre, risa, ademanes.
LEONORA.
Pecados de agua bendita.
90
¿Y con eso se sustenta
un alma de amor hambrienta?
CRISELA.
Sí, amiga, después de ahita.
LEONORA.
Sin duda que el dios de amor
cuando salió del profundo
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anduvo corriendo el mundo
buscando lugar mejor,
en Valencia se quedó
con el vicio de la tierra,
que cuerpo de santo encierra.
CRISELA.
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Y Portugal, ¿qué pecó?
Pero allí hay gente que importe
y acá viene desvalida;
picá y decí, por mi vida,
un poco al uso de corte.
(Salen DON FÉLIX y RICARDO.)
FÉLIX.
105
Quiéreme bien, como os digo.
RICARDO.
Llegá, que bien estoy cierto
que veréis el cielo abierto
teniendo el portero amigo.
Pero, decidme, ¿quién es
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la compañera?
FÉLIX.
Hablad quedo:
castellana y de Toledo;
lo demás sabréis después.
RICARDO.
¡Bravo talle!
FÉLIX.
Razonable,
y dice bien su razón.
RICARDO.
115
Buscadme alguna ocasión
para que la vea y hable.
FÉLIX.
¿Cuál mejor que la presente?
Llegá, que entre tanto quiero
ver los ojos por quien muero,
120
si su luz me lo consiente.
RICARDO.
Pues ¿no hay más sino arrojarme
a que me tire dos coces,
y meta el negocio a voces,
y venga el viejo a matarme?
FÉLIX.
125
En eso piensa el cuitado:
esa fuera la defensa.
RICARDO.
¡Oh, cómo don Félix piensa
que está ya todo allanado!
Mándame esperar la bala
130
de la escopeta más recia,
y no de una mujer necia
un "¡Váyase noramala!"
FÉLIX.
Partirémosla los dos;
no se os dé nada, llegad.
RICARDO.
135
Esa no fuera amistad.
¿Todo ha de ser para vos?
No os desviéis, que recelo,
pues hablalla se me antoja,
que si la mula se enoja
140
dé con los dos en el suelo.-
Por cierto, señoras mías,
que fue gran bien para mí…
(¿Cómienzo bien por aquí?)
FÉLIX.
(Y acabaréis en tres días.)
RICARDO.
145
Hallar tan fuera del mar,
y entre las mismas arenas,
dos tan hermosas serenas,
para escuchallas cantar.
LEONORA.
De carne somos, señor;
150
el camino habéis errado.
CRISELA.
¿A buscar anda pescado?
Debe de ser pescador.
RICARDO.
Esa es toda mi comida,
solo en pescado me empleo;
155
que el ayuno del deseo
hace cuaresma la vida.
LEONORA.
Hermano disciplinante,
cofrade del dios Cupido,
muy de viernes ha venido:
160
pique otra venta adelante.
FÉLIX.
(El lance en balde condeno.)
RICARDO.
(Dejádmele remediar.)
LEONORA.
¿Serena viene a buscar?
Debe de andar al sereno.
RICARDO.
165
Confieso que me perdí.
LEONORA.
Es de ruines a la orilla.
RICARDO.
(¡Es posible que en Castilla
son las mujeres ansí!)
FÉLIX.
(Si picardean tantico
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suelen, al que es más discreto,)
tener corrido y sujeto
con la agudeza del pico.
RICARDO.
(¿Queréis que me desenfade?)
FÉLIX.
(Y la haréis quedar con vida.)
LEONORA.
175
(¿Queréis vos que le despida?)
CRISELA.
(¿No sufriréis que os enfade?)
LEONORA.
(Que os importa apostaré.
¿Cuál es de esos dos, Crisela,
el que os abrasa y os hiela?)
CRISELA.
180
(El que tiene menos fe.)
LEONORA.
(¿Y sé yo cuál tiene más?)
CRISELA.
(De todos los hombres digo.)
RICARDO.
(A dar el papel me obligo.
Esperadme aquí detrás.)
185
No os cause enfado, por Dios,
mi razón, hermosa dama,
que no vengo a ganar fama
de que la tuve con vos,
sino a ocupar el lugar
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que dejó algún desdichado,
o ya por haber tardado
o ya por no le avisar;
y en cortesía también
puede mi error perdonarse.
LEONORA.
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Que está mal sin ocuparse
vacío de tanto bien.
RICARDO.
Vos misma sois el juez.
LEONORA.
Ya venís más reportado
y, al fin, no tan serenado
200
como la primera vez.
RICARDO.
No os espante que tan loco
llegase, señora, a hablar,
que también fuera a acertar
tener vuestra vida en poco,
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y el error remediarelo
con volveros a llamar,
no ya serena del mar,
mas luz serena del cielo.
LEONORA.
Eso que os salva os condena;
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quiérome alzar, pues no pierdo
que sois Ulises muy cuerdo,
y engañaréis la serena.
FÉLIX.
(¿Qué puedo yo pretender?
¡Por Dios, que el cuento es gallardo!
215
Doile el papel a Ricardo
y hale dejado caer.
¿Hay tal descuido?)
CRISELA.
¡Ah, señor!
Un papel se os ha caído.
RICARDO.
¿Yo papel?
FÉLIX.
(Descuido ha sido,
220
para mi daño, el mayor.)
CRISELA.
¿No es vuestro?
RICARDO.
Si mío fuera
no se me cayera ansí,
que vengo muy sobre mí.
LEONORA.
¡Sobre vos! ¿De qué manera?
RICARDO.
225
Nada perdonáis, en fin.
LEONORA.
Harto ha sido perdonaros…
RICARDO.
¿Qué, mi reina?
LEONORA.
El preguntaros
si era caballo o rocín.
RICARDO.
No hay falta que no me tape
230
hacerme de esa librea;
lo que quisiéredes sea,
como de jumento escape.
LEONORA.
Pero decidme, ¿es billete
ese papel?
CRISELA.
Creo que sí.
LEONORA.
235
Cayosé, sin duda, aquí
al descuido alcagüete;
o a la dama se cayó,
que agora, por dicha, llora
lo que reiremos agora,
240
si sois del voto que yo.
RICARDO.
Mas ¿qué? ¿Queréis que lo vea?
Pues ¿quién no gusta de ver
un billete de mujer
si es necia?
LEONORA.
Por más que sea,
245
que, al fin, es mujer rendida
y a describir lo que siente…
RICARDO.
Letra es de hombre.
LEONORA.
¡A ver!
RICARDO.
Detente.
LEONORA.
Hasta la letra es fingida.
Lee sus palabras locas,
250
que ya espero que le abras,
porque todos sois palabras.
RICARDO.
¿Y obras no?
LEONORA.
Ruines y pocas.
RICARDO.
Ahora bien, él dice ansí.
FELIX.
(¿Hay enredo como aquel
255
que a voces lea el papel
que tan secreto le di?)
RICARDO.
"Tanto ha crecido mi deseo imposible, que ya no se contenta con los pasados favores de vuestras escasas manos; haceldas más liberales de la hermosura que dios Dios os dio; pero si no, pediré a las mías que con mi muerte acaben de enfadaros y emportunar a las vuestras. Diez días ha que está vuestra ventana cerrada, y diez mil años que para mi cuerpo no hay vida, y para mi vista alegría, y para mi entendimiento memoria; escribidme si es por mi causa o por la vuestra, que en lo primero daré disculpa y en lo segundo daré remedio."
LEONORA.
No escribe mal.
CRISELA.
No, a fe.
¿Queréis que el papel le pida?
LEONORA.
Pídeselo, ¡por mi vida!
CRISELA.
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Vuesa merced me lo dé.
RICARDO.
De buena gana, por cierto.
Reilde allá más despacio.
FÉLIX.
(Basta, que han hecho palacio
de mi papel encubierto.)
CRISELA.
265
¿Cómo se respondería,
Leonora, aqueste papel?
LEONORA.
Yo, conforme al dueño de él
viviera en el alma mía.
RICARDO.
De cualquier suerte que sea,
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gustaré de ver agora
cómo respondéis, señora,
porque vuestro ingenio crea.
LEONORA.
Pues, ¿de improviso queréis
que responda? No está bueno.
CRISELA.
275
Y más a papel ajeno,
muy mal os entretenéis.
Mas ya que es de vuestro gusto
tan nueva conversación,
a vuestra ajena pasión
280
responda propio disgusto:
quiero responder aquí
por la pena en que me veo.
FÉLIX.
Esa respuesta deseo.
CRISELA.
Escuchad, que dice así.
FÉLIX.
285
(¡Qué discreto responder