El hijo venturoso - Lope de Vega - E-Book

El hijo venturoso E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

El hijo venturoso es un texto teatral de Lope de Vega en el que el autor aborda uno de sus temas estrellas, el del linaje desconocido. Venturoso, ignorante de quiénes son sus padres ni cuál es su derecho de nacimiento, emprende la vida soldadesca en busca de aventuras, hasta alcanzar por sus propios medios lo que de otro modo le habría dado el trasfondo ilustre del que proviene.-

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Lope de Vega

El hijo venturoso

 

Saga

El hijo venturosoCopyright © 1916, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616729

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Elenco

CLARA„ dama, SERAFINA„ dama. MAURICIO„ galán. HORACIO„ galán. COTALDO„ padre de Laura. FRANCINO„ hermano de Cotaldo. LAURA„ hija de Cotaldo. UN ESCUDERO„ viejo. BELARDO„ pastor. CELIO„ pastor. ROSARDO„ galán. FLORINDA„ dama. VENTUROSO. LAVINIO„ criado de Florinda. BELISA„ pastora. LEONARDO„ caballero. LUCINDO„ su criado. FIRMIANO„ padre de Florinda. FILUPO„ labrador. TIRSENIO„ labrador. CANDIANO„ labrador. HABERIO„ labrador. DINARTE„ capitán. ARCELIO„ soldado. RICARDO„ soldado. POLICIO„ soldado. CLARICIO„ soldado. OLIMPIO„ soldado. LAMBERTO„ soldado. UN GENERAL„ francés. BELISA„ pastora. CLARICIO

Jornada I

(Salen SERAFINA y CLARA, damas, cubiertas con sus mantos.)

SERAFINA.

Bien te puedes descubrir,

que a San Juna llegamos ya.

 

CLARA.

Quien tan descubierta está,

¿cómo se puede encubrir?

5

Que aunque soy en nombre Clara,

mal en las obras lo he sido.

 

SERAFINA.

Clara, en haberte perdido

tu oscuridad te declara;

mas cree que en la mujer

10

puede tanto la pasión,

que se ciega la razón

y el alma no acierto a ver.

Pues si la razón es guía

del alma, a quien luz le da,

15

mira tú qué bien irá

ciego que en ciego se fía.

 

CLARA.

Es más llano que la palma

de confesar, Serafina,

que fue la razón divina

20

siempre los ojos del alma,

y si los del cuerpo son

puertas para entrar la muerte,

todos ciegos, de tal suerte,

mal seguirán la razón.

25

Ciégame el amor cruel

razón, alma y voluntad,

que el daño y la ceguedad

son propios efectos de él.

No vino el daño primero

30

que a la ceguedad siguió,

y así vengo a verle yo

cuando remedio no espero.

 

SERAFINA.

Ese hidalgo, si lo es,

¿no te amaba con verdad?

 

CLARA.

35

No es mucha la voluntad

cuando la vence interés.

Amábame hasta gozarme,

que, en efecto, antes de aquesto,

tuvo honrado prosupuesto

40

de casarse y regalarme.

A mis padres me pidió;

pero como siempre al pobre

de su soberbia le sobre

lo que del oro faltó,

45

porque no era tan honrado

como ellos, su petición

le negaron, sin razón,

pues ya sin honra han quedado,

que luego me persuadió

50

que dejándome gozar

la honra vendría a rogar

lo que deshonra negó.

Yo triste, ciega, y turbada,

y creyendo su intención,

55

di lugar a su pasión

en solo interés fundada.

Quedome de él este fruto

que estoy cerca de parir,

o de pagar, con morir,

60

doblé a la muerte el tributo,

que habiendo dos homicidas,

su padre y madre enemigo,

matando el hijo conmigo

daré dos almas y vidas.

65

Mas no hayas miedo que aguarde

la víbora que sustento,

que él romperá el aposento

para no salir tan tarde.

Finalmente, huye de mí

70

y lo que me debe niega,

porque dice que le ruega

otro dote y otro sí,

y que no es justo casarse

con una pobre mujer.

 

SERAFINA.

75

¿Qué tal puede un hombre hacer

y sufrirse sin vengarse?

¡Maldígame el cielo, amén,

si misma yo no intentara

con que el alma le sacara!

80

Cuando no tuviera quién,

buscara un esclavo, o moro

que por un infame precio

matara un hombre tan necio.

 

CLARA.

¡Ay, amiga, que lo adoro!

85

Más vale que muera yo

que no que falte del suelo

el que hizo único el cielo

entre cuentos hoy crió.

¿Quién pudiera, de tal suerte,

90

quitar tan rara hermosura

del mundo? ¿Quién , por ventura,

a un ángel diera la muerte?

 

SERAFINA.

Calla, que no eres mujer,

que así deshonras las famas.

95

Los hombres, que ángelas llamas,

ángeles de Lucifer.

Hallote [muleta] en cerro,

que a esas tales bobillas

echan sus frenos y sillas

100

y las marcan de su hierro.

A la fe la que es discreta

la coz le sabe tirar

que suele a un hombre arrojar

más alto que una veleta.

105

Si por lindezas y talles

ángeles llamas los hombres,

no solo al tuyo le nombre,

que hay muchos por esas calles.

Y pues ya una vez erraste

110

y no te quieres vengar,

con el hierro has de arar

lo que con yerro pecaste.

Pues no verás al honor

cura alguna, busca al justo

115

otro que te dé más gusto,

que hallarás mil de mejor.

Entretente y no te mueras,

que tanto llorar te acaba.

 

CLARA.

¿Cómo puede un alma esclava

120

tener dos dueños de veras?

Y cuando por consolarme

pusiera en otro hombre el gusto,

parida una vez, ¿es justo

engañarle y deshonrarme?

 

SERAFINA.

125

Eso del parto me agrada.

Ese temor y decoro

sería en la edad de oro,

pero no en la edad dorada.

Allá en aquella vejez,

130

más necia que religiosa,

se casaría medrosa

la que pariese una vez.

Mas ahora, que a su punto

la habilidad ha llegado,

135

no hay lugar tan apartado

que no venga a quedar junto.

 

CLARA.

Yo pienso morir primero

que ser de otro hombre ninguno.

 

SERAFINA.

Siempre el número de uno

140

dio poco valor al cero.

¿Qué vale un solo vestido,

un lugar solo en que estar,

un amigo en quien fiar,

solo un señor conocido?

145

Sola una gloria perdida,

que por eso, en lo que toco,

vale la vida tan poco,

porque no es más de una vida.

 

CLARA.

Esta es ya resolución,

150

como lo verás aquí.

 

SERAFINA.

¿Y vendrá, sin duda?

 

CLARA.

Sí,

que tiene a Horacio afición;

y él palabra me ha dado

que a San Juan vendrá con él.

155

Y sin esto, a mi papel

la misma respuesta ha dado.

Pero aquí vienen los dos.

 

(Salen MAURICIO y HORACIO, galanes.)

MAURICIO.

Por vos vengo, que por ella,

digo que me muero en vella.

 

HORACIO.

160

¿Es posible?

 

MAURICIO.

Sí, por Dios.

 

HORACIO.

¿No veis las obligaciones

de vuestro amor y su fe?

 

MAURICIO.

Mirá que me volveré

si me habláis tales razones.

165

Baste que contra mi gusto

por vos venga a ver mi muerte.

 

HORACIO.

En tratalla de tal suerte,

Mauricio, no hacéis lo justo.

No os pido que la tengáis

170

amor, que el amor no es fuerza;

pero que la deuda esfuerza

de esa opinión en que ya estáis.

Mirad que está ya en los días

de parir un hijo vuestro.

 

MAURICIO.

175

No sean del amor nuestro

rompimiento estas porfías.

Que el hijo que me obligara,

si algún amor le tuviera,

aborrezco de manera

180

que en ella se le matara.

Por bajo me despreciaron

sus padres; pues si lo soy,

ya con propósito estoy

de olvidar lo que negaron.

185

¿Queréis vos que tal linaje

ofenda en juntarle al mío?

 

HORACIO.

Ese es claro desvarío

y hacerse, a quien sois, ultraje.

Cuanto y más que si eso es,

190

Clara no lo ha de pagar,

pues tanto os sabe estimar

que se humilla a vuestros pies.

Habladla, que veisla allí.

 

MAURICIO.

¡Pluguiera a Dios que yo viera

195

mi muerte y no a quien más fiera

me ha de parecer aquí!

 

HORACIO.

Calla, que sois loco.—Estén

vuesas mercedes, señoras,

muy en buena hora.

 

SERAFINA.

¿Qué, lloras?

 

CLARA.

200

¿Puedo miraros, mi bien?

¿Daisme licencia que os vea?

¿Podrán mis indignos ojos

mirar en vuestros enojos?

¿Qué, tanto os parezco fea?

205

¿Podré, como el tornasol,

con lágrimas infinitas

del alba abrir las marchitas

hojas al rayo del sol?

¿Podré abrasarme en el fuego

210

como mariposa ciega

pues menos perdida llega

que yo a vuestros brazos llego?

¿Dais ventura al triste fruto

de esta sin ventura madre,

215

que se alegre en ver su padre,

en sus tinieblas y luto

de estas entrañas serán

el ataúd sin ventura

que lleve a la sepultura

220

las prendas que en él están?

 

SERAFINA.

No llores de aquese modo,

que te sentirá la gente.

 

MAURICIO.

Si ella, señora, lo siente,

ella lo merece todo,

225

porque sus locos hermanos

y su padre, no muy cuerdo,

han mostrado en este acuerdo

sus pensamientos villanos.

¿Qué más he podido hacer?

230

¿Por mujer no la pedí?

 

SERAFINA.

¿Hánosla negado?

 

MAURICIO.

Sí;

que ya fuera mi mujer.

 

SERAFINA.

Pues no seáis su marido,

queredla como galán,

235

que más de cuatro en Milán

lo hubieran agradecido.

Y si tan forzoso es

que un mozo tenga su gusto,

aquí os viene más al justo

240

que os lo dan sin interés.

 

MAURICIO.

¿No veis que ya se mormura

nuestro amor en la ciudad,

y que donde hay voluntad

jamás el secreto dura?

245

Pues si sus hermanos locos

lo viniesen a entender,

¿no imagináis que han de ser

mis deudos y amigos pocos?

Parir puede, y darme el hijo,

250

y entrarse en un monesterio.

 

CLARA.

Para tanto vituperio,

que me des la muerte elijo.

Desnuda, traidor, la espada,

que es menos inconveniente,

255

y mata un hijo inocente

con una mujer culpada.

Culpada en tenerle tuyo,

que no en más, y esto no es poco,

pues no hay animal tan loco

260

que no reconozca el suyo.

Tu espada a los dos iguale,

que también es él culpado

en acogerse en sagrado

de madre que no le vale.

265

No pido yo que te cases

conmigo, fiero enemigo;

pero que al tratar conmigo

con menos silencio pases.

Que me escribas, que me veas

270

sola una vez en un mes,

y si aquesto mucho es,

en los años que desea.

¡Ay, que nunca me verás!

¡Que nunca tendrás deseo!

 

HORACIO.

275

¿Que esto has de ver?

 

MAURICIO.

Esto veo.

¿Es mucho?

 

HORACIO.

¿Puede ser más?

 

SERAFINA.

Ya, Mauricio, esa locura

a las piedras hace hablar,

porque el llanto suele hallar

280

entre las piedras blandura.

¿Eso es tema o es venganza?

 

CLARA.

Venganza debe de ser,

que es honra, en una mujer,

hacer pedazos la lanza.

285

¿En qué te resuelves, di,

tirano, de estas dos vidas?

 

MAURICIO.

En que de hoy más no me pidas

lo que otra espera de mí.

Yo concierto de casarme.

 

CLARA.

290

Suelta aquesa espada, Horacio;

suelta, que ya es mucho espacio

el que me doy por matarme.

 

HORACIO.

Suelta la espada, no tires.—

¿Eres tigre? ¿Eres león?

295

¿Posible es, fiero león,

que aquellas locuras mires?

Llega allí, tenle los brazos,

que quiere matar tu hijo.

 

MAURICIO.

Que no hará, aunque lo dijo;

300

que hay aquí mil embarazos.

Ya se pasó aquella edad

en que matarse solían

unas necias que tenían

por cielo la voluntad.

305

Hay agora alma y infierno.

 

CLARA.

Ese me abrase, villano,

si más tocare tu mano.

 

MAURICIO.

¿Eternamente?

 

CLARA.

En eterno.

 

MAURICIO.

¿Y albricias no me has pedido?

 

CLARA.

310

Anda, cásate, ¿qué aguardas?

Hallaste tu igual, ¿qué tardas?

A tal mujer, tal marido.

Rica es, pero no es noble,

que es lo que tú has menester.

 

MAURICIO.

315

¡Qué vergüenza de mujer!

Desde hoy la aborrezco el doble.

 

HORACIO.

Pues ¿quién ha de tener seso?

¿No veis que es perro con rabia?

 

MAURICIO.

No sé nada; ella se agravia,

320

si es noble, con tanto eceso

ya la nobleza perdió,

que de hoy más cobrar no espere,

porque el hijo se pariere

no será mejor que yo.

 

CLARA.

325

Antes otro tú será,

que si le aguardo a nacer

es porque en él he de hacer

lo que después se verá.

¡Oh, traidor! ¡Qué de tormentos

330

a tu sangre pienso dar!

Medea no ha de igualar

mis celosos pensamientos.

Que cuanto aventaja al mirto

la hermosa palma en alteza,

335

he de vencer su firmeza

y hacelle segundo Abcirto.

Y ojalá que te parezca,

porque, siendo tu retrato,