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El ingrato arrepentido es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias palatinas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.
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Seitenzahl: 95
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
El ingrato arrepentidoCopyright © 1928, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616743
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Sale ALBANO en hábito de peregrino, y TANCREDO.
ALBANO
Esta es la casa, ¿qué dudas?
Llama, Tancredo.
TANCREDO
Señor,
¿que descanses no es mejor
y después a verle acudas?
ALBANO
¡Llama, necio!
TANCREDO
¿No es tu casa
el más verdadero amigo?
ALBANO
Esto he de hacer; llama digo.
¿No miras que gente pasa
y en el hábito que estoy
que me conozcan no es bien?
TANCREDO
Llamaré, y diré también
quién eres.
ALBANO
Di que yo soy.
Porque habiéndome partido
sin darle cuenta a Lisardo,
mejor, como vengo, aguardo
ser en su gracia admitido.
Bien sabes que aquel desdén
por quien hice aquesta ausencia
de Lisardo y de Florencia
tuvo la culpa también;
que aquel celoso despecho
con que me vine a partir
no me dejó despedir
de la mitad de mi pecho.
Y como también juré
ni escribir, no le escribí,
y ansí no sabe de mí,
ni aun yo sé si de mí sé.
TANCREDO
¿Pues es posible que hay puerta,
ni calle que se visite,
reja que se solicite,
el ver su ventana abierta
primero que la de aquella
por quien andamos ansí?
ALBANO
Amigo Tancredo, sí;
ni he de hablalla, ni he de vella.
TANCREDO
Ea, león, que ha diez meses
que te enojaste y partiste.
ALBANO
¿Diez meses no más dijiste?
¡Ay, si amases y te fueses!
Pinta en mi dolor profundo
desdenes y desengaños,
Tancredo amigo, los años
desde el principio del mundo.
Cuando rendía sus frutos
sin ver diligencia ajena;
da otros tantos a mi pena
y repártela en minutos;
y en cada minuto de ellos
los años del mundo pon,
que esos los diez meses son
que no os he visto, ojos bellos.
TANCREDO
Los años del mundo dados
a un minuto de tu pena,
por Dios que la cuenta es buena
si han de ser multiplicados.
Cuenta la que dices es
que tendría algún primor.
Basta, que te ha vuelto amor
otro Juan de Leganés.
ALBANO
¿Quién dices?
TANCREDO
Un español
que tuvo infusa esa ciencia.
ALBANO
¿Que ese contará mi ausencia?
TANCREDO
Y los átomos del sol.
Pero era un hombre menguado,
sin género de sentido,
y por eso parecido
a cualquier enamorado,
que todos sois mentecatos
y andáis contando imposibles.
ALBANO
¡Cosas tienes insufribles!
Yo seré ejemplo de ingratos.
Yo haré que entienda Fulgencia
que ya mi amor tuvo fin.
TANCREDO
Como otro fray Juan Guarín
vienes de hacer penitencia.
Mas dame tú que te llame
con dos dedos de papel,
que tú irás.
ALBANO
¿Quieres, cruel,
que tu vil sangre derrame?
¿Yo ver a Fulgencia más?
¿Yo acordarme de Fulgencia?
¿Yo, Fulgencia, en tu presencia?
¿Fulgencia hablarme jamás?
¿Fulgencia mirarme a mí?
¿Yo a Fulgencia dar la mano?
Ya no es Fulgencia de Albano,
ya murió Fulgencia en mí.
Fulgencia con obras malas
que la aborrezco te avisa.
TANCREDO
Eso sí, nómbrala aprisa,
que por Dios que te regalas
en el ausencia y cuidados
de la que adoras y quieres.
Como los muchachos eres
cuando van por los recados,
que van diciendo su nombre
por que no se les olvide.
ALBANO
La voz y los pasos mides,
que sale de casa un hombre.
Sale LISARDO, caballero, y FINEO, criado.
TANCREDO
¡Por tu vida que es Lisardo!
LISARDO
Si viniere Doroteo
haz que le digan, Fineo,
que en los Mármoles le aguardo.
ALBANO
¡Lisardo!
LISARDO
¿Quién es?
ALBANO
Yo soy.
Dame esos brazos.
LISARDO
¡Jesú!
ALBANO
Albano soy.
LISARDO
¿Eres tú?
¡Brazos y abrazos te doy!
¿No eras muerto?
ALBANO
¿Cómo muerto?
LISARDO
Ansí se sonaba acá.
ALBANO
Bien dicen, que muerto está
quien duerme estando despierto.
LISARDO
¡Válgate Dios dos mil veces,
volver te quiero abrazar!
ALBANO
Podrasme resucitar
si así los brazos me ofreces.
LISARDO
Si estás muerto en tu persona
tal semejanza recibo,
que el gusto de verte vivo
serán gritos de leona.
Y aunque al cielo y su grandeza
se dan los milagros bien,
algunos hace también
la misma Naturaleza.
Nunca tu muerte creí,
porque si eso verdad fuera,
en mí sin duda se hubiera
muerto la mitad de mí.
Y ansí fue caso muy llano,
y yo por tal le tenía,
que pues yo todo vivía,
todo estaba vivo, Albano.
ALBANO
Ignorante de tu pena,
de mi muerte no la tuve,
Lisardo, el tiempo que estuve
peregrino en tierra ajena.
Y bien se deja entender
que mi muerte no creías
en que tan bueno vivías
como ya te vengo a ver,
que a vivir tú de otra suerte
y saber yo tu pesar,
muriera solo en pensar
que imaginabas mi muerte.
Que es tal la virtud unida
que en dos vidas puso Dios,
era señal que los dos
tuvimos salud y vida.
LISARDO
Bien haces de encarecer
tu amor, porque salga más
la culpa, Albano, en que estás
aunque me vienes a ver.
¿Cómo te fuiste sin verme?
Si era hacer este camino,
también mi amor peregrino
pudo peregrino hacerme.
Si fue por desgracia alguna
contigo es bien me llevaras,
que no tengo yo dos caras
si las tiene la Fortuna.
Y pues contigo he gozado
la próspera, justo fuera
que de la adversa tuviera
parte igual siempre a tu lado.
Si por deudas te partiste,
de mi hacienda las pagara,
y cuando ella no bastara,
¿y por qué no me lo dijiste?
Y cuando todo esté llano,
y tanto a mi amor permito,
de nunca me haber escrito
no tienes disculpa, Albano.
ALBANO
Suelen, amigo Lisardo,
llegado al punto postrero
de partirse, los amigos
comunicar sus secretos.
Mirad qué al revés me traen
las inclemencias del tiempo,
pues no cuando voy los digo,
sino ya después que vuelvo.
Y es lo peor que en decirlos
mayores culpas confieso,
que es agraviar al amigo
tener secreto encubierto.
Pero oyéndome hasta el fin,
ya puede ser que el suceso
con la culpa me disculpe.–
Retiraos y estadme atento.
En una iglesia, Lisardo,
habrá un año, poco menos,
vi un ángel del cielo mismo,
por eso le vi en su templo.
Bien es verdad que no sé
afirmar que fue del cielo,
porque ángel que abrasa tanto
mucho tiene del infierno.
Toda la misa, Lisardo,
hasta el segundo Evangelio,
bebiendo estuve sus ojos,
y el alma veneno en ellos.
Como vio que la miraba,
con un vergonzoso extremo,
cubrió de clavel la cara
y bajó la vista al suelo.
Yo, que serlo deseara,
por ser su dichoso objeto,
porque volviese a mirarme
daba mil indicios tiernos:
ya tosía, ya escupía,
ya las chinelas metiendo
con ruido procuraba
despertar sus ojos bellos.
Venciose, y volvió a mirarme,
y con un gracioso ceño
dio claveles otra vez,
y yo suspiros al cielo.
Vi que partirse quería,
y saliendo yo primero,
cerca de su mismo estrado
fingí caérseme un lienzo.
Bajeme para tomalle
y díjele, vuelto en hielo,
con voz más flaca y turbada
que algún sentenciado el Credo:
‟No os valdrá, señora mía,
aunque yo os perdone luego,
la iglesia en este homicidio,
pues en ella me habéis muerto.”
Temblé todo, y levanteme,
fuime a la pila derecho,
donde aguardé que llegase
melancólico y suspenso.
Pensaba lo que había dicho
arrepentido en extremo,
juzgando por necedad
lo que dije por requiebro.
Mil cosas se me ofrecían,
que lo bien dicho o bien hecho
en pendencias y en amores
se ofrece pasado el tiempo.
Llegó a la pila, y yo, triste,
por mojar en ella un dedo
metiendo toda la mano
fui cortesano y grosero.
Riéronse ella y dos damas;
sonrojeme, y revolviendo
dije: ‟Toda el agua es poca
para el Etna de mi fuego”.
Salí de la iglesia y quise
irme delante, midiendo
el camino paso a paso,
por mostrar aire en el cuerpo,
que en el hombre bien trazado
cuando algo tiene imperfecto,
mucho mejor por la espalda
se juzga que por el pecho.
¿Pero cómo voy tan largo
si disculparme deseo?
Debe de ser que mi mal
descansa cuando le cuento.
Advierte, Lisardo amigo,
pues eres hombre discreto,
las diligencias de un hombre
enamorado y mancebo.
A escribirla me atreví,
poniéndole un casamiento
por escudo a sus rigores
y máscara a mis dedos.
Cayó en oyendo la boda,
tragando todo el anzuelo;
que el casamiento, Lisardo,
es de estos peces el cebo.
Quísete luego decir
mi amoroso pensamiento,
y con juramentos graves
mandome tener secreto.
Fueron tales, que mil veces
fui a decirle mis empleos,
y me quitaban la voz
su amor y mis juramentos.
En discurso de dos meses
vine a perder tanto el seso
que con las piedras hablaba,
y aun pienso que me entendieron.
Pero la adversa fortuna
trazó tan mal mis sucesos,
que en este tiempo sus padres
trataron su casamiento.
Y mira a qué desventuras
los que aman están sujetos,
que antes de habérsele dicho
estaba, Lisardo, hecho.
Llegaba una noche escura,
vestido de plata y celos,
a sus rejas para hablalla
o para adorar sus hierros,
cuando vi mis dos estrellas
menudo aljófar lloviendo
salir a notificarme
el riguroso decreto.
Lloramos los dos un rato
y díjele al fin: ‟¿Qué espero
que no te saco de aquí,
que soy tu marido y puedo?”
Respondiome: ‟Albano mío,
que soy tu mujer es cierto;
pero engendrome mi padre,
lo que me manda obedezco.”
¿No has visto un toro encerrado?
¿No has visto un caballo suelto?
¿No has visto un tigre sin hijos?
¿No has visto un esclavo huyendo?
Pues ansí partí furioso,
y en el hábito que tengo
partí a Roma peregrino
sin voto ni jubileo.
LISARDO
No digas más ni pases adelante,
Albano amigo, en tu amorosa historia;
disculpa tienes, y tendrás bastante
con quien sabe de amor, que es pena y gloria.
No decirme secreto semejante
para conmigo es obra meritoria,
que quien dice el secreto de su dama
su amor ofende, calidad y fama.
Pésame que tan mal me sucediese,
y mucho más de que tan leve injuria
con tu celoso amor tanto pudiese
que te precipitase a tanta furia.
Ello es hecho, y es justo que te pese,
que una palabra en el amor no injuria
de tal manera que te obligue a ausencia.–
¿Qué sabes de ella?
ALBANO
Que quedó en Florencia.
LISARDO
¿No más de que quedó?
ALBANO
Si yo he querido
hacer más diligencia, el cielo santo
condene mi memoria a eterno olvido.
LISARDO
¡Extraña tema!
ALBANO
Amor me obliga a tanto.
LISARDO
De los amantes de otro tiempo has sido;
¡bien sientes un desdén!
ALBANO
Ya sabes cuánto.
LISARDO
¿Piensas hablalla?
ALBANO
¡Aborrecella quiero!
LISARDO
¿Sabes tú que podrás?
ALBANO
¡Por ella muero!
LISARDO
Hablaremos en ella agora, Albano.
En mi casa tendrás un aposento,
que mudando ese traje en cortesano
mudarás por ventura el pensamiento.