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Lope de Vega fue un conocido autor de obras de teatro durante el Siglo de Oro español que
e renovó la forma de hacer teatro
de la época. Hasta entonces, el teatro debía cumplir las llamadas tres unidades: de tiempo, de acción y de espacio y temáticamente las obras se clasificaban en tragedias, comedias y dramas
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Veröffentlichungsjahr: 2020
Lope de Vega
EL LOCO POR FUERZA
Traducido por Carola Tognetti
ISBN 978-88-3295-897-3
Greenbooks editore
Edición digital
Noviembre 2020
www.greenbooks-editore.com
EL LOCO POR FUERZA
LEONARDO, caballero CLARINDA, dama FELICIANO
Un ESCRIBANO
El JUSTICIA de Aragón GONZALO, loco BARTOLOMÉ, loco
NICOLÁS, loco MARTÍN, loco ALBANO, caballero ROSELA, dama ALGUACIL 1
ALGUACIL 2
CRIADO 1 del Justicia CRIADO 2
Un MAESTRO de locos OSUNA, retraído LISARDO
CELIO FULGENCIA
Una GUARDA de locos Un MUCHACHO
Una FRUTERA TORCATO
MARÍN FÉLIX, capitán de bandoleros BERNAL
ATIÁN TURÍN
FENICIO, galán SOLDADO 1
FELICIANO: ¿A un hidalgo como yo llevan de esta suerte asido?
ALGUACIL 1: Culpad a quien lo mandó. FELICIANO: Qué delito he cometido?
¿Soy ladrón, señores?
ALGUACIL 2: No.
FELICIANO: Soy homicida? ESCRIBANO: Tampoco.
FELICIANO: Pues ¿qué soy? ¿Loco? ALGUACIL 1: Ni loco.
FELICIANO: Pues ¿qué soy?… Mas bien lo sé. ALGUACIL 2: Causa la que distes fue.
FELICIANO: A más furor me provoco.
¿Fue causa volver por mí?
¿O eslo el ser forastero en esta ciudad? No creí el que un noble caballero tratara a un hidalgo así.
Yo paso a Italia, y llegué a Zaragoza esta noche.
¿Por qué me prende? ¿Por qué?
A aquella dama en un coche a medio camino hallé.
Verdad es que la he servido, regalado y pretendido;
soy hombre; no es ocasión para ponerme en prisión decir que soy su marido.
ESCRIBANO: Aquí no hay, señor hidalgo,
que informar ni que decir;
por vuestra fïanza salgo; mirad si os puedo servir con lo que yo valgo en algo.
Pero dejarse de hacer
lo que el Justicia ha mandado ya veis que no puede ser, porque no está averiguado quién es aquella mujer;
y, cuanto más principal parece a los que la ven, tanto más sospechan mal.
FELICIANO: ¿Pudieran sospechar bien
si fuera el intento mal?
Yo sé bien de qué ha nacido, que es haberle parecido
a Leonardo como a mí, y querer…
ALGUACIL 1: No habléís ansí.
FELICIANO: Que me deis lugar os pido
y entre los tres repartáis esta bolsa, en que lleváis cien escudos, si queréis.
ALGUACIL 2: De suerte que nos ponéis
más sospecha que pensáis.
Cuando fuera esta prisión por orden nuestra, pudiera dar el oro tentación,
que es un son que el alma altera, y no hay quien pierda ese son.
Mas ¿qué disculpa tendría quien os soltase, mandado del que a los tres os confía?
FELICIANO: (Pues el oro no ha bastado,
bastará la industria mía.)
¿Que, en fin, no hay remedio?
ALGUACIL 1: No.
FELICIANO: Pues ¿para qué quiero yo
este cuchillo encubierto?
ALGUACIL 2: ¡Muerto soy!
ALGUACIL 1: ¡Ay, que me ha muerto! ESCRIBANO: ¡A los dos juntos mató!
¡Seguidle!
CRIADO 1: Vamos tras él. ALGUACIL 1: ¡Terrible golpe me ha dado! ALGUACIL 2: ¡Y a mí terrible y crüel!
ESCRIBANO: ¡Estoy del suceso helado!
¡No lo imaginara de él!
¿Mirástele?
ALGUACIL 1: El cuerpo todo. ESCRIBANO: ¿Dónde el cuchillo traía,
que le encubrió de este modo?
ALGUACIL 2: No sé; a la desdicha mía
este artificio acomodo. El brazo no le miré.
ALGUACIL 1: Sin duda allí le escondió. ESCRIBANO: ¡Extraño descuido fue!
Yo no os veo sangre.
ALGUACIL 2: ¿No?
ESCRIBANO: ¡No, por Dios!—Ni a vos se os ve. ALGUACIL 1: ¿A mí tampoco?
ESCRIBANO: Ni a vos.
Abrid el pecho.
ALGUACIL 1: ¡Por Dios,
que apenas tengo señal!
ALGUACIL 2: ¡Yo, menos!
ESCRIBANO: ¿Hay cosa igual?
Pues yo vi dar a los dos.
ALGUACIL 2: ¡Vive el Cielo, que he caído
en que cuchillo ha fingido el dedo con que nos dio!
ESCRIBANO: ¡Lindamente os engañó!
ALGUACIL 1: Yo le estoy agradecido. ALGUACIL 2: Esos engaños me haga.
ESCRIBANO: Mejor fuera haber tomado
los cien escudos.
ALGUACIL 1: No hay paga que como haber escapado de un traidor me satisfaga.
ALGUACIL 2: Yo llevo sano el pellejo,
y voy contento.
ESCRIBANO: Si a mí
me pidiérades consejo, el oro estuviera aquí.
ALGUACIL 1: Ahora bien, mi parte os dejo. ESCRIBANO: ¿No miráis que os desangráis? ALGUACIL 2: Yo me huelgo que os burléis.
ESCRIBANO: Mucho sin curar estáis.
ALGUACIL 1: A fe que no le alcancéis
con la pluma que voláis.
ESCRIBANO: Todos corridos estamos. ALGUACIL 2: Los escudillos os comen.
ESCRIBANO: Mi parte siento; mas vamos
adonde la sangre os tomen.
ALGUACIL 1: ¡Lindamente la tragamos!
CRIADO 2. Salen LEONARDO, el JUSTICIA con criados y CLARINDA con capotillo y sombrero
JUSTICIA: Yo os quiero depositar, señor Leonardo, esta dama..
LEONARDO: Aunque ofendida en la fama,
con mi hermana puede estar, porque no puedo creer
defecto de tal persona.
JUSTICIA: Su talle honesto la abona. CLARINDA: Abóneme el ser mujer;
y, para ser amparada
de vuestros nobles aceros, más pueda el ser caballeros que el ser yo tan desdichada.
JUSTICIA: Que sois mujer principal se mira muy bien en vos, porque parece que Dios pone a los nobles señal.
Al oro no permitió
que jamás se corrompiese, sino que permaneciese
en el valor que le dio.
Por excelencia al diamante tal firmeza quiso dar,
que no le pueda labrar menos que su semejante.
Y como aquesta excelencia a una piedra, a un metal dio, parece que señaló
los nobles en la presencia; porque a respetarlos mueve,
al que en su vista repara, un cierto honor, en la cara, diferente de la plebe.
LEONARDO: ( Ap. al JUST. No sólo tiene ese honor, señor Justicia, esta dama,
con que asegura su fama y informa de su valor,
mas tiénele acreditado de la gracia y hermosura, que honestamente asegura su no conocido estado.
Preguntadle cómo viene con un hombre y dónde va.)