El loco por fuerza - Lope de Vega - E-Book

El loco por fuerza E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

El loco por fuerza es una comedia teatral de corte histórico del autor Lope de Vega. Versa sobre los enfrentamientos entre castellanos y aragoneses en Zaragoza y sus montañas alrededor de las revueltas aragonesas de 1591.

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Seitenzahl: 88

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Lope de Vega

El loco por fuerza

 

Saga

El loco por fuerzaCopyright © 1608, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617191

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS:

LEONARDO, caballero CLARINDA, dama FELICIANO Un ESCRIBANO El JUSTICIA de Aragón GONZALO, loco BARTOLOMÉ, loco NICOLÁS, loco MARTÍN, loco ALBANO, caballero ROSELA, dama ALGUACIL 1 ALGUACIL 2 CRIADO 1 del Justicia CRIADO 2 Un MAESTRO de locos OSUNA, retraído LISARDO CELIO FULGENCIA Una GUARDA de locos Un MUCHACHO Una FRUTERA TORCATO MARÍN FÉLIX, capitán de bandoleros BERNAL ATIÁN TURÍN FENICIO, galán SOLDADO 1

JORNADA PRIMERA

Salen FELICIANO, sin espada, asido de ALGUACIL 1 y ALGUACIL 2, con varas cortas, como se usa en Aragón, y un ESCRIBANO, CRIADO 1 y CRIADO 2

 

FELICIANO: ¿A un hidalgo como yo

llevan de esta suerte asido?

ALGUACIL 1: Culpad a quien lo mandó.

FELICIANO: Qué delito he cometido?

¿Soy ladrón, señores?

ALGUACIL 2: No.

FELICIANO: Soy homicida?

ESCRIBANO: Tampoco.

FELICIANO: Pues ¿qué soy? ¿Loco?

ALGUACIL 1: Ni loco.

FELICIANO: Pues ¿qué soy?... Mas bien lo sé.

ALGUACIL 2: Causa la que distes fue.

FELICIANO: A más furor me provoco.

¿Fue causa volver por mí?

¿O eslo el ser forastero

en esta ciudad? No creí

el que un noble caballero

tratara a un hidalgo así.

Yo paso a Italia, y llegué

a Zaragoza esta noche.

¿Por qué me prende? ¿Por qué?

A aquella dama en un coche

a medio camino hallé.

Verdad es que la he servido,

regalado y pretendido;

soy hombre; no es ocasión

para ponerme en prisión

decir que soy su marido.

ESCRIBANO: Aquí no hay, señor hidalgo,

que informar ni que decir;

por vuestra fïanza salgo;

mirad si os puedo servir

con lo que yo valgo en algo.

Pero dejarse de hacer

lo que el Justicia ha mandado

ya veis que no puede ser,

porque no está averiguado

quién es aquella mujer;

y, cuanto más principal

parece a los que la ven,

tanto más sospechan mal.

FELICIANO: ¿Pudieran sospechar bien

si fuera el intento mal?

Yo sé bien de qué ha nacido,

que es haberle parecido

a Leonardo como a mí,

y querer...

ALGUACIL 1: No habléís ansí.

FELICIANO: Que me deis lugar os pido

y entre los tres repartáis

esta bolsa, en que lleváis

cien escudos, si queréis.

ALGUACIL 2: De suerte que nos ponéis

más sospecha que pensáis.

Cuando fuera esta prisión

por orden nuestra, pudiera

dar el oro tentación,

que es un son que el alma altera,

y no hay quien pierda ese son.

Mas ¿qué disculpa tendría

quien os soltase, mandado

del que a los tres os confía?

FELICIANO: (Pues el oro no ha bastado,

bastará la industria mía.)

¿Que, en fin, no hay remedio?

ALGUACIL 1: No.

FELICIANO: Pues ¿para qué quiero yo

este cuchillo encubierto?

 

Finge dar a los alguaciles y huye FELICIANO

 

ALGUACIL 2: ¡Muerto soy!

ALGUACIL 1: ¡Ay, que me ha muerto!

ESCRIBANO: ¡A los dos juntos mató!

¡Seguidle!

CRIADO 1: Vamos tras él.

ALGUACIL 1: ¡Terrible golpe me ha dado!

ALGUACIL 2: ¡Y a mí terrible y crüel!

ESCRIBANO: ¡Estoy del suceso helado!

¡No lo imaginara de él!

¿Mirástele?

ALGUACIL 1: El cuerpo todo.

ESCRIBANO: ¿Dónde el cuchillo traía,

que le encubrió de este modo?

ALGUACIL 2: No sé; a la desdicha mía

este artificio acomodo.

El brazo no le miré.

ALGUACIL 1: Sin duda allí le escondió.

ESCRIBANO: ¡Extraño descuido fue!

Yo no os veo sangre.

ALGUACIL 2: ¿No?

ESCRIBANO: ¡No, por Dios! — Ni a vos se os ve.

ALGUACIL 1: ¿A mí tampoco?

ESCRIBANO: Ni a vos.

Abrid el pecho.

ALGUACIL 1: ¡Por Dios,

que apenas tengo señal!

ALGUACIL 2: ¡Yo, menos!

ESCRIBANO: ¿Hay cosa igual?

Pues yo vi dar a los dos.

ALGUACIL 2: ¡Vive el Cielo, que he caído

en que cuchillo ha fingido

el dedo con que nos dio!

ESCRIBANO: ¡Lindamente os engañó!

ALGUACIL 1: Yo le estoy agradecido.

ALGUACIL 2: Esos engaños me haga.

ESCRIBANO: Mejor fuera haber tomado

los cien escudos.

ALGUACIL 1: No hay paga

que como haber escapado

de un traidor me satisfaga.

ALGUACIL 2: Yo llevo sano el pellejo,

y voy contento.

ESCRIBANO: Si a mí

me pidiérades consejo,

el oro estuviera aquí.

ALGUACIL 1: Ahora bien, mi parte os dejo.

ESCRIBANO: ¿No miráis que os desangráis?

ALGUACIL 2: Yo me huelgo que os burléis.

ESCRIBANO: Mucho sin curar estáis.

ALGUACIL 1: A fe que no le alcancéis

con la pluma que voláis.

ESCRIBANO: Todos corridos estamos.

ALGUACIL 2: Los escudillos os comen.

ESCRIBANO: Mi parte siento; mas vamos

adonde la sangre os tomen.

ALGUACIL 1: ¡Lindamente la tragamos!

 

Vanse ALGUALCIL 1, ALGUACIL 2, el ESCRIBANO, CRIADO 1 y CRIADO 2. Salen LEONARDO, el JUSTICIA con criados y CLARINDA con capotillo y sombrero

 

JUSTICIA: Yo os quiero depositar,

señor Leonardo, esta dama..

LEONARDO: Aunque ofendida en la fama,

con mi hermana puede estar,

porque no puedo creer

defecto de tal persona.

JUSTICIA: Su talle honesto la abona.

CLARINDA: Abóneme el ser mujer;

y, para ser amparada

de vuestros nobles aceros,

más pueda el ser caballeros

que el ser yo tan desdichada.

JUSTICIA: Que sois mujer principal

se mira muy bien en vos,

porque parece que Dios

pone a los nobles señal.

Al oro no permitió

que jamás se corrompiese,

sino que permaneciese

en el valor que le dio.

Por excelencia al diamante

tal firmeza quiso dar,

que no le pueda labrar

menos que su semejante.

Y como aquesta excelencia

a una piedra, a un metal dio,

parece que señaló

los nobles en la presencia;

porque a respetarlos mueve,

al que en su vista repara,

un cierto honor, en la cara,

diferente de la plebe.

LEONARDO: (Ap. al JUST. No sólo tiene ese honor,

señor Justicia, esta dama,

con que asegura su fama

y informa de su valor,

mas tiénele acreditado

de la gracia y hermosura,

que honestamente asegura

su no conocido estado.

Preguntadle cómo viene

con un hombre y dónde va.)

JUSTICIA: (¡Triste por extremo está!)

LEONARDO: (No dudo que amor le tiene.)

JUSTICIA: De vos deseo saber

de dónde sois y a qué vais.

CLARINDA: Todo cuanto preguntáis

os responde el ser mujer.

Mi tierra no importa nada

que la sepáis, y quién soy

menos, pues que presa estoy.

LEONARDO: Presa no; depositada

conmigo; a mi casa vais.

Una hermana tengo allí

para que de ella y de mí

en esta tierra os sirváis.

Si os importa el encubrir

quién sois, al Justicia ruego

que no os lo pregunte. (Hoy llego

poco menos que a morir.

Notable es la gentileza

de esta bella castellana.

¿Qué sol, qué fresca mañana

compite con su belleza?

Bien se ha trazado mi gusto.

A mi casa, en fin, la llevo,

pues, sirviéndola, me atrevo

a suspender su disgusto.

Sabré quién es, y de mí

sabrá mi amor.)

 

Salen ALGUACIL 1 y ALGUACIL 2

 

ALGUACIL 1: Con cuidado

a tu presencia he llegado.

ALGUACIL 2: Y yo temblando de ti.

JUSTICIA: ¿Por qué razón?

ALGUACIL 1: Aquel preso

se nos fue.

JUSTICIA: ¿Cómo?

ALGUACIL 2: Señor,

la industria vence al valor.

ALGUACIL 1: Él fue un extraño suceso.

Tirónos dos puñaladas

con un cuchillo encubierto

y está en sagrado.

JUSTICIA: ¡Por cierto

que sois dos varas honradas!

¡Qué bien empleara el rey

dos castillos en los dos!

ALGUACIL 1: A fuerza o traición, ¡por Dios!,

que no hay espada de ley.

Él las tiró de manera

que nos contamos por muertos.

ALGUACIL 2: Al dar el golpe soltamos

y él comenzó la carrera,

de suerte que, como el viento,

en la iglesia se metió.

JUSTICIA: Pues iré a sacarle yo,

que de esta burla me afrento.

¡Villanos, gente cobarde!

¿Con amenazas se os va

un preso?

LEONARDO: Si es ido ya

llegaréis, don Pedro, tarde.

Dejadle, que lo más cierto

será ponelle dos guardas.

JUSTICIA: ¿Tú, Leonardo, me acobardas?

LEONARDO: No te acobardo; te advierto.

JUSTICIA: Ahora bien, venid conmigo,

que si os ha burlado ansí,

no me ha de burlar a mí

ni escaparse del castigo.

 

Vanse el JUSTICIA, ALGUACIL 1 y ALGUACIL 2

 

LEONARDO: Parece que os alegráis

del suceso de aquel hombre.

CLARINDA: De Feliciano, que es nombre

del que vos “hombre” llamáis,

tengo justa obligación

para alegrarme en su bien.

LEONARDO: Y bien lo dicen también

las lenguas del corazón,

porque en los hermosos ojos

se ve lo que le queréis.

Mas ¿qué obligación tenéis

para sentir sus enojos

y alegraros de su bien?

CLARINDA: Cuando el Justicia, señor,

os nombre por asesor,

os lo diré yo tambié

Dejad los nuevos desvelos;

no uséis de tanto rigor,

ni a quien confiesa el amor

le deis tormentos con celos.

LEONARDO: Quien de vos no los tuviese

luego que ajena os mirase,

era justo que cesase

para que otra vez no os viese.

No os quiero dar pena aquí,

sino serviros allá.

Por dicha os obligará,

para valeros de mí,

que soy noble, como veis,

y a quien el Justicia fía

que os tenga en mi compañía.

CLARINDA: Creo que merced me hacéis,

pero advertid que el amor

no se rinde a la violencia.

LEONARDO: Ya sé yo que es la paciencia

fundamento del favor.

CLARINDA: Amor es niño, y se ablanda

regalado.

LEONARDO: A Amor, señora,

llevo por huésped ahora.

Yo haré lo que Amor me manda.

 

Vanse. Salen FELICIANO y OSUNA

 

OSUNA: Si valiera la hoja mil ducados,

la presentara de la misma suerte.

FELICIANO: Conozco de esos términos honrados

lo que también vuestra persona advierte;

y pues que los hidalgos obligados

sirven el beneficio hasta la muerte,

la espada que a mi lado habéis ceñido

tendréis al vuestro.

OSUNA: Vuestras manos pido.

FELICIANO: Dadme los brazos y tocad, que os juro,

por el templo en que estamos, y así el cielo

me libre y a la prenda que procuro,

de agradeceros este hidalgo celo.

OSUNA: En esa hoja os doy un monte, un muro.

Merece ¡vive Dios! de terciopelo

camisa o vaina, y de diamante y oro

pomo y contera.

FELICIANO: Puede abrir un toro.

OSUNA: Tenedla en algo, que podéis, sin duda,

con ella y una cuenta de perdones,

sacar un alma, aunque de andar desnuda

se ha resfrïado en ciertas ocasiones.

Contra los turcos la he tenido en Buda,

y entre los indios. Contra mil naciones